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Tiffany era la candidata perfecta para ser la esposa temporal de Jafar al-Shehri. A cambio de subir con él al altar, el jeque pagaría todas las deudas de su hermana. Pero aquel conveniente acuerdo que le aseguraba la corona de su reino pronto llevaría a una pasión desenfrenada. El trono de Jafar seguía en peligro… ¿Sería suficiente el deseo que sentían el uno por el otro para que Tiffany se convirtiera en algo más que la esposa contratada del jeque?
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Seitenzahl: 215
Veröffentlichungsjahr: 2018
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2018 Rachael Thomas
© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
La mujer temporal del jeque, n.º 2667 - diciembre 2018
Título original: Hired to Wear the Sheikh’s Ring
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1307-015-5
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
TODO el mundo tenía un precio. Jafar al-Shehri lo sabía mejor que nadie. También sabía cuál era el precio exacto de la dama de honor Tiffany Chapelle. Un precio que estaba más que dispuesto a pagar para conseguir lo que quería. Haría todo lo posible para evitar la creciente y hostil reclamación por parte de su primo Simdan al reino que él había heredado tras la inesperada muerte de su hermano. Reinar en Shamsumara no había sido nunca su ambición, pero se tomaba muy en serio su deber hacia su pueblo, su reino y su hermano. Tras tener noticia del poco convencional trabajo de la señorita Chapelle como dama de honor de alquiler, supo que ella era exactamente la solución para contraatacar el último intento de Simdan de pasar por encima de él.
Jafar cruzó la mirada con la de aquella mujer alta y delgada vestida con un traje de dama de honor azul claro. Ella alzó las cejas en un gesto interrogante y luego continuó con su trabajo en la boda de su amigo y socio Damian Cole. Llevaba el brillante cabello oscuro recogido en un moño alto y florecitas blancas al estilo de la temática de la boda «jardín de la campiña inglesa». Tenía pecas esparcidas por la nariz y sus labios carnosos habían permanecido obstinadamente clavados en su mente desde que los presentaron como padrino y dama de honor el día anterior por la tarde durante el ensayo de la boda.
La espectacular dama de honor le había perturbado desde que le sonrió. Trató de convencerse a sí mismo de que se debía al acuerdo de negocios al que quería llegar con la señorita Chapelle y no a la corriente eléctrica que le había atravesado cuando le estrechó la mano.
Cuando su amigo le dijo que se iba a casar con su amor de la infancia, Jafar no se sorprendió en absoluto. Lo que le sorprendió fue saber que la dama de honor principal no era una amiga cercana ni familiar de la novia, sino una mujer contratada para la ocasión. Tiffany Chapelle se ganaba la vida no solo organizando bodas, sino también ofreciéndose como dama de honor principal. Damian se había reído cuando inquirió sobre la idea de contratar a una desconocida, y le dijo que toda novia debería contratar a una dama de honor principal, sobre todo si tenía amigas supercelosas como era el caso de su futura esposa. A partir de aquel momento, Jafar llevó a cabo su exhaustiva investigación sobre Tiffany. Muy exhaustiva.
Era una mujer que parecía vivir el amor indirectamente a través de las bodas de otras novias, y, sorprendentemente, había sido contratada por muchos hombres famosos y ricos. El hecho de que estuviera dispuesta a alquilarse a sí misma como dama de honor la convertía en la candidata perfecta para lo que tenía en mente. Además, no había señales de que hubiera ningún hombre en su vida, y lo más importante para Jafar, tenía bastantes deudas. Hacía poco que había dejado su apartamento alquilado y se había ido a vivir con su hermana. Todavía no había descubierto de dónde procedía la deuda, pero estaba convencido de que podría llegar a un acuerdo con ella. Para Jafar la deuda no significaba nada y tenía intención de ofrecerle mucho más para que aceptara el papel que necesitaría de su compromiso total durante los tres próximos meses.
La orquesta empezó a tocar. Jafar había asistido a suficientes bodas occidentales como para saber que la novia y el novio bailarían juntos ahora y se esperaba que él, el padrino, sacara a la dama de honor principal poco después para unirse a la pareja en la pista de baile. Tenía la intención de cumplir con su papel de padrino con los mismos estándares de calidad con los que hacía todo, especialmente si eso le daba la oportunidad de empezar a negociar sutilmente con la deliciosa mujer que el destino había puesto en su camino como respuesta a sus problemas.
Centró la atención en la novia y luego en su amigo. Apretó los dientes al ver al hombre de autoridad que sabía que era su amigo, un hombre de negocios letal que no dejaba a nadie vivo, mirar con ojos de adoración a la mujer con la que se había casado. Debería alegrarse por Damian, pero ver tanto amor y tanta entrega solo sirvió para recordarle todo lo que había perdido al descubrir la verdadera cara de Niesha. Estaban prometidos desde niños y Jafar siempre había sentido un cariño por ella que se tornó en lo que él dio por hecho que era amor. Estaba más que preparado para casarse y hacer que aquello funcionara. Pero Niesha había puesto los ojos en alguien muy superior al heredero de repuesto de Shamsumara que él era entonces.
La mente le llevó entonces a su hermano y a la abrumadora sensación de pérdida por un hombre que fue a la vez hermano y padre para él, protegiéndole de la ira y el ansia de poder de su padre que casi acabó con el reino. Malek trabajó duro para recuperar la confianza del pueblo y ahora aquella responsabilidad recaía sobre él. No le fallaría a su hermano.
–Creo que ahora es su turno –la voz sensual y algo regañona de la dama de honor, que estaba ahora a su lado, interrumpió sus pensamientos.
–Estaba dejando que la feliz pareja disfrutara del protagonismo –Jafar miró sus azules ojos. Eran tan claros como el vestido que llevaba, pero estaban ribeteados de un azul más profundo lleno de intensidad que daba una pista de su lado apasionado.
La corriente eléctrica que había experimentado el día anterior cuando los presentaron se hizo más fuerte. ¿Se debía a la emoción de ser capaz de poner en marcha su plan para salvar a su reino de la hostil reclamación de su primo, que vivía en el país vecino? ¿O sería la idea de poder estrechar entre sus brazos a aquella mujer en particular mientras bailaban?
–Y yo que pensaba que me estaba usted evitando –en su voz había un tono juguetón que sugería una naturaleza lúdica. Una mujer que sabía disfrutar de la vida.
–No creo que dejarle su tiempo para completar las tareas para las que ha sido contratada sea evitarla. Este es su papel, ¿no? Dama de honor contratada.
La ferocidad de su respuesta le sorprendió incluso a él mismo, pero el acuerdo al que quería llegar era demasiado importante para permitirse distraerse con una cara bonita y una figura sexy.
–Usted no me aprueba, ¿verdad, señor al-Shehri? –ella apretó los labios mientras le miraba con una mano apoyada en la cadera y los ojos azules echando chispas–. No soy la única que ofrece este servicio de dama de honor.
–Esta tarde he tenido el dudoso placer de conocer a la mejor amiga de la novia, y ahora entiendo la necesidad de contratar a una dama de honor que haga lo que se necesita de ella sin dramatismo.
–Entonces, debe de ser a mí personalmente a quien no aprueba –le desafió Tiffany de nuevo con una sonrisa y aquella subyacente provocación en el tono de voz.
En lugar de enzarzarse en una batalla de palabras, Jafar le quitó con suavidad pero con firmeza la mano de la cadera y reprimió una sonrisa al ver cómo ella abría mucho los ojos sorprendida. La guio a la pista de baile antes de que pudiera protestar, consciente de que no tenía más opción que seguirle si no quería arriesgarse a llamar la atención.
Los invitados aplaudieron cuando la atrajo suavemente hacia sí hasta que sintió su cuerpo esbelto apretado contra el suyo. El movimiento de su cintura bajo la mano cuando empezó a moverse lentamente al ritmo de la música solo intensificó la oleada de deseo que lo atravesó.
¿Qué diablos estaba ocurriendo? Era como si aquella belleza de cabello oscuro estuviera consumiendo su fuerza, disminuyendo el control que le caracterizaba. Le estaba haciendo desear cosas que hacía tiempo aprendió que no eran posibles. La deseaba, de eso no le cabía la menor duda, pero era mucho más intenso que el deseo habitual que sentía por las mujeres. Estaba desbloqueando al hombre que existía dentro de él que mucho tiempo atrás había apartado de sí la necesidad de compañía femenina. Sabía con exactitud lo destructiva que podía ser una necesidad así. Apartó de sí aquellos pensamientos y permitió que un deseo acalorado le ocupara la mente y el cuerpo en su lugar.
–¿No va a contestarme?
El orgulloso alzamiento de cejas y el tono desafiante de su voz ayudaron a sacar a Jafar de aquel lugar en el que hacía tiempo que no estaba. Un lugar al que no deseaba aventurarse de nuevo. Recuerdos del pasado, de la vida que podría haber tenido con la niña con la que había crecido, la mujer que tendría que haberse convertido en su esposa. Apartó aquellos recuerdos con violencia. Aquel no era el momento de complicar el futuro con el pasado y con lo que le hubiera gustado que ocurriera.
–No la desapruebo en absoluto –murmuró sosteniéndole la mirada mientras otras parejas se unían ahora a ellos en la pista de baile–. Más bien al contrario. Es usted la primera mujer que conozco que no añade tonterías sentimentales a una boda.
Ella ladeó la cabeza y le miró, entornando ligeramente los ojos con algo de recelo.
–Este es mi trabajo, señor al-Shehri. Me limito a cumplir con él, que es convertirlo en el mejor día de la vida de la novia.
–Así que tiene usted un fuerte sentido de la responsabilidad –Jafar se lanzó encantado a la conversación, satisfecho de poder descubrir todos los detalles respecto a aquella mujer de ella misma, no a través de terceras personas. Los detectives privados no podían proporcionar detalles tan personales, y era importante que él tuviera todas las respuestas antes de proponerle el trato. Un trato que salvaría a su reino, Shamsumara, y que tal vez lograra incluso enterrar los fantasmas de su pasado de una vez por todas.
–Estoy bailando con usted, ¿no? –los ojos de Tiffany brillaron risueños, y aunque él quería mantener la conversación en un tono profesional no pudo evitar reírse también.
–No sabía que supondría una tarea tan ardua para usted –Jafar los guio hacia el extremo de la pista de baile, y de allí a la salida de la enorme carpa–. ¿Salimos a disfrutar del sol del atardecer?
–¿Me está usted apartando de mis obligaciones, señor al-Shehri?
Le estaba poniendo a prueba, de eso no cabía la menor duda.
Jafar miró a Damian y a su esposa, que bailaban como si fueran un solo ser.
–Creo que sus obligaciones han terminado. Los novios parecen ajenos a todo lo que no sea ellos.
A Tiffany no le pasó desapercibido el tono irritado del padrino. Había sentido su mirada clavada en ella durante todo el día. Había sido muy consciente de él desde la primera reunión el día anterior, y en cierto modo aquello la había perturbado porque conectaba con sueños de amor y felicidad a los que había renunciado tiempo atrás. Trató de ignorar la curva de desaprobación de sus labios, que iba en aumento cuanto más tiempo pasaban juntos. También trató de no pensar en que era extraordinariamente guapo, alto, moreno y con un atractivo exótico que había llamado la atención de muchas invitadas a la boda. Si las circunstancias fueran distintas, si no estuviera allí trabajando, entonces tal vez Jafar podría ser la distracción que necesitaba en aquellos momentos de su vida.
Sorprendida por el cariz que habían tomado sus pensamientos, hizo un esfuerzo por volver al presente lamentando que Lilly, su mejor amiga, hubiera plantado en ella la idea de que una aventura de una noche podría ser la mejor manera de librarse de los malos recuerdos de su exnovio. Pero no era aquella clase de chica. Por eso la habían abandonado.
–Detecto un toque de cinismo –dijo haciendo visera con la mano para protegerse los ojos del sol de la tarde cuando se detuvieron en el extremo de la terraza. Quedaba claro que aquel hombre estaba en contra de la idea del matrimonio como Tiffany ahora, pero eran hombres como él quienes habían hecho pedazos su creencia en el amor verdadero.
–¿Cree usted en el amor y la felicidad, señorita Chapelle? –su mirada se clavó en la suya y el verde brillante de sus ojos contrastaba completamente con su pelo negro como la tinta.
Tiffany se estremeció ante lo directo de la pregunta, el tono despectivo. Demostraba lo que había estado pensando un instante antes. Estaba claro que él no. También era muy consciente de su reputación con las mujeres tras escuchar los cuchicheos de la novia con las otras tres damas de honor, amigas suyas y obviamente interesadas en aquel extranjero moreno llegado del desierto.
–La verdad es que no –había apartado de sí el sueño de conseguir ese amor que sus padres no lograron nunca–. Pero no se lo cuento a ninguna de las novias con las que trabajo.
Jafar la miró a los ojos. La conexión era tan intensa que Tiffany apenas podía respirar, pero no le daría la satisfacción de apartar la mirada, de bajar las pestañas e incitarle a convertirla en su siguiente conquista. Estuvo a punto de abrir la boca cuando aquel pensamiento se le cruzó por la cabeza. ¿Qué le hacía pensar que un hombre así querría tener algo que ver con ella, una mujer que a los veinticinco años todavía no había sentido las caricias de un hombre ni el placer de la intimidad? Estaba empeñada en esperar a la noche de bodas, a encontrar el final feliz de cuento de hadas.
–Me cae usted bien, señorita Chapelle –se apartó de ella dejándola visiblemente debilitada tras estar bajo el foco de su mirada, pero sus siguientes palabras volvieron a introducirla en la espiral de confusión en la que se encontraba desde que la tomó de la mano para guiarla a la pista de baile–. Creo que es importante que te caiga bien la persona con la que estás casada.
Tiffany miró sus anchos hombros embutidos en el traje gris que llevaba puesto y se preguntó por qué un hombre tan seguro de sí mismo, que rozaba incluso la arrogancia, no podía hablarle con claridad.
Tocó una de las rosas que había cerca. La suavidad de sus pétalos le resultó extrañamente gratificante.
–Sí, creo que tiene usted razón. Después de todo, si no te cae bien la persona con la que te vas a casar, las probabilidades de que el matrimonio dure son muy bajas.
Sus padres eran la prueba de ello. Y también las discusiones seguidas de pétreos silencios con los que había crecido como si fueran algo normal. Cuando se separaron y Tiffany fue lo bastante mayor para quedarse a dormir en casa de amigas se dio cuenta de que no era en absoluto normal. Aquellos primeros y volátiles años de su vida la habían llevado a tomar la firme decisión de tener un matrimonio feliz y lleno de amor.
Jafar se giró hacia ella.
–Al menos en eso estamos de acuerdo.
–¿Ah, sí? –aquel hombre la confundía, primero hablaba como si se estuviera refiriendo al matrimonio y a la amistad en general, y luego como si la conversación estuviera directamente relacionada con ellos dos. Como si fueran una pareja a punto de casarse.
–Sí –Jafar se le acercó y el aroma de su loción para después del afeitado, exótico y salvaje, le llegó como había sucedido en la pista de baile. Al menos esa vez no estaba pegada a su cuerpo sintiendo cada movimiento que hacía, despertando en ella sensaciones ardientes que no había experimentado nunca–. Y por eso me gustaría contratar sus servicios.
–Va usted a casarse –no pudo evitar que le temblara la voz. Aquel hombre era un jeque del desierto, un playboy que no guardaba en secreto la cantidad de mujeres que había amado y luego abandonado.
Desde que su único novio serio la abandonó porque quería esperar a que estuvieran casados para compartir la intimidad, Tiffany había tenido mucho cuidado en volver a tener relaciones. La idea de que aquel jeque del desierto pudiera ser el hombre con quien tener una noche de pasión para dejar atrás el pasado, como sugería su amiga Lilly, era ir un paso demasiado lejos.
–Sí, voy a casarme –su voz firme atravesó el tren de sus locos pensamientos, devolviéndola bruscamente al presente. ¿Cómo podía estar pensando aquellas cosas de aquel hombre?
Se obligó a mirarle a los ojos para que pareciera que tenía el control, aunque el corazón empezó a latirle con fuerza en el pecho. ¿Se debía a su repentina cercanía o a sus pensamientos?
–¿Y quiere que le organice la boda y sea la dama de honor de su novia?
Jafar la miró como escudriñándola.
–No, quiero contratarla… como novia.
Tiffany parpadeó y alzó la vista para mirarle, incapaz de decir nada. Luego se echó a reír.
Jafar aspiró con fuerza el aire y esperó a que a la recatada señorita Chapelle se le pasara el ataque de risa. ¿Cómo se atrevía a reírse de él? Solo sus amigos más íntimos se atrevían a hacer algo así. ¿Acaso no sabía quién era?
–Creo que ha bebido usted demasiado champán, señor al-Shehri –su voz tenía todavía un tono risueño, mostrándole un lado ligero que le resultaba intrigante.
–Estoy absoluta y completamente en control –afirmó mientras se preparaba para sacar el último as–. Necesito una novia, y creo que usted necesita una cantidad importante de dinero para cubrir deudas.
Se hizo un silencio entre ellos mientras Tiffany le miraba con recelo. Había desaparecido de golpe todo rastro de risa. Los ribetes oscuros de sus ojos azules le recordaban el mar que bañaba a su reino, pero el claro centro se había vuelto hostil como el calor del desierto.
–Veo que no soy la única que ha investigado al otro.
El cinismo de su tono de voz le advirtió de que la estaba presionando demasiado.
–Nunca me meto en nada sin hacer antes mis investigaciones, señorita Chapelle. Ni siquiera para ser el padrino de la boda de mi amigo de la infancia.
–Y dígame, ¿qué ha descubierto con sus investigaciones? –Tiffany se cruzó de brazos en un gesto que a Jafar le pareció sexy.
Los ojos le brillaban como las gemas más puras y el sol del final de la tarde le bailaba en el pelo, volviéndolo de un bronce furioso y resaltando las pecas que tenía por toda la cara. En lo único que podía pensar Jafar era en atraerla contra su cuerpo y besarla. El calor que sentía en el cuerpo no tenía nada de suave, ni tampoco su deseo de tocarla, besarla, poseerla. Sabía sin lugar a dudas que si se dejaba llevar en aquel momento por las exigencias de su cuerpo sería algo salvaje y fiero. Si no le estuviera ofreciendo aquel acuerdo tan poco común tal vez ya se la habría llevado a la suite del hotel.
–Creo que se está usted marcando un farol, señor al-Shehri.
Sus palabras le arrancaron del erótico escenario que quería representar con ella.
–Tiene usted deudas y necesita más, mucho más dinero a causa de su cuñado, que ha dejado a su hermana en una situación económica muy precaria –había descubierto aquella información tan útil muy recientemente.
Tiffany boqueó y abrió los ojos de par en par.
–¿Cómo sabe eso?
–La información es primordial para mí, señorita Chapelle –se acercó a ella aspirando sin querer su delicado aroma, lo que solo sirvió para despertar una vez más el deseo de su cuerpo–. Todo el mundo tiene un precio y conozco el suyo.
–Entonces, ¿quiere pagarme por ser su novia?
–Sí, señorita Chapelle. Sí quiero –acababa de escuchar a Damian pronunciar aquellas palabras a su novia, pero él las dijo con amor, con una esperanza de futuro. Él se las estaba diciendo ahora a aquella mujer que le despertaba los sentidos como ninguna mujer había hecho, ni siquiera Niesha, la mujer con la que debería haberse casado si la vida no se hubiera torcido, había despertado en él semejante pasión.
–¿Y qué le hace pensar que accedería a una sugerencia tan extraña? –Tiffany tenía los brazos cruzados de tal manera que los senos se le unían de un modo que el vestido azul claro no podía disimular.
El deseo se apoderó de Jafar, pero intentó dejarlo a un lado. Aquella no era una de sus aventuras de una noche; aquella era la mujer que tenía en sus manos el futuro de su reino. La respuesta que le diera decidiría el destino de su pueblo… y también el suyo.
Si se negaba, entonces su primo Simdan tendría todo el derecho a poner en duda su capacidad para gobernar. No tenía tiempo para encontrar una novia a la manera convencional de su país. Además, su hermana estaba esperando su primer hijo y Jafar tenía intención de nombrarlo heredero, por lo tanto no necesitaba una esposa real, solo una ficticia.
–Mi intención es celebrar la boda dentro de dos semanas, serás recompensada económicamente y podrás saldar todas tus deudas y las de tu hermana –continuó Jafar tuteándola–. También me aseguraré de que obtengas una cuantiosa cantidad de dinero cuando nuestro trato se haya cumplido.
–No –aseguró ella sacudiendo la cabeza–. No tengo ninguna intención de casarme por ninguna suma de dinero, y menos dentro de dos semanas.
Jafar no esperaba que dijera que sí al instante. De hecho, le habría preocupado que lo viera como una especie de caballero andante que respondiera a la llamada de los sueños con finales felices de una mujer. Pero a la luz de su actual situación económica, tampoco esperaba que le dijera directamente que no.
–¿Qué ocurrió para que la dama de honor que se asegura de que los sueños de la novia se hagan realidad esté tan en contra del matrimonio? –la retó, y para su satisfacción vio que palidecía ante la pregunta.
–¿Qué te hace pensar que tuvo que ocurrir algo? –le espetó ella tuteándole a su vez.
–Una mujer que prefiere ser siempre la dama de honor y no la novia está sin duda huyendo de algo –Jafar resistió el impulso de colocarle detrás de la oreja un mechón de pelo que se le había escapado del peinado.
–Este es mi trabajo –ella lo miró fijamente y Jafar tuvo una vez más que contener el deseo de besar aquellos labios para que dejaran de estar tensos–. Solo un hombre como tú contemplaría seriamente la posibilidad de comprar una novia.
La irritación se abrió paso a través del deseo. ¿Se atrevía a desafiarle?
–¿Y qué clase de hombre soy yo?
Tiffany apenas podía contener la rabia. ¿Cómo se atrevía a intentar comprarla? ¿Qué clase de país gobernaba si creía que podía comprar una novia sin más cuando la necesitaba? Y, peor todavía, ella había considerado la posibilidad de aceptar porque en aquel momento haría cualquier cosa por ayudar a su hermana, Bethany, y liberarla del abusón apostador con el que se había casado siete años atrás y solucionar así el lío financiero en el que la había metido antes de dejarla.
–La clase de hombre que puede comprar todo lo que quiere, incluso una novia, al parecer –le lanzó la acusación y se dio la vuelta con la intención de marcharse al instante de allí, del señuelo de poder solucionar los problemas económicos de Bethany y del irresistible encanto de aquel hombre.
–¿De verdad puedes permitirte rechazar una oferta así? –sus palabras sonaron duras y decididas.
A Tiffany le falló el paso y se quedó dándole la espalda, respirando hondo, todavía impactada por la proposición.
–¿Vas a dejar a tu hermana en la estacada?
Ella se dio la vuelta.
–No sé cómo has conseguido averiguar tantas cosas de mí y de mi familia, pero yo no estoy en venta.
Jafar se le acercó salvando la distancia que los separaba con sus largos pasos.
–No tengo intención de comprarte. Solo quiero contratarte para que me acompañes a Shamsumara como mi prometida. Aparte de eso podemos seguir exactamente como ahora. Siendo dos perfectos desconocidos.
–Tu osadía me deja sin palabras –le lanzó ella–. Esperas incluso que vaya contigo a tu país.
–Dudo que haya muchas cosas que te dejen sin palabras –afirmó Jafar con tono burlón alzando una ceja–. Del mismo modo que tengo claro que harías cualquier cosa por tu hermana… y por su hija.
Ahora le había dado en el talón de Aquiles. La pequeña Kelly, de cuatro años, no se merecía verse atrapada en el lío que sus padres habían creado. El cruel divorcio había convertido a una niña feliz en una pequeña asustada y ansiosa que apenas hablaba, y Tiffany haría absolutamente cualquier cosa para rectificar aquello, sobre todo porque sabía cómo se sentía.
–Esto no tiene nada que ver con mi sobrina –ahora apenas podía contener la rabia. ¿Cómo se atrevía a meter a una niña inocente en aquel absurdo acuerdo?
–Piénsalo, Tiffany.
El sonido de su nombre en sus labios le provocó una oleada de placer que le atravesó todo el cuerpo.