La última amante del jeque - Rachael Thomas - E-Book

La última amante del jeque E-Book

Rachael Thomas

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Beschreibung

Su ardiente aventura tuvo consecuencias inesperadas… Destiny Richards sabía que estaba jugando con fuego al aceptar el trabajo que le ofrecía el carismático jeque Al Asmari, pero le pareció una buena oportunidad para comenzar una vida nueva. ¡Hasta que la química que surgió entre ellos se hizo insoportable y Destiny acabó pasando una noche inimaginable con el jeque! Cuando el poderoso Zafir sedujo a Destiny, no imaginó que ella se convertiría en su última amante… En menos de nueve meses, ¡Zafir tuvo que convencer a Destiny para llegar a un acuerdo más permanente!

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2016 Rachael Thomas

© 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

La última amante del jeque, n.º 2487 - agosto 2016

Título original: The Sheikh’s Last Mistress

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 978-84-687-8640-7

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

Zafir Al Asmari se dirigió hacia la vieja casa de ladrillo rojo con escepticismo. Aquel lugar contrastaba enormemente con el ático impoluto que había dejado en Londres. ¿Era posible que la mujer a la que estaba buscando trabajara allí? Desde luego, parecía que aquella escuela de equitación, ubicada en una zona rural de los alrededores de Londres, había conocido tiempos mejores y no era el lugar en el que había imaginado que encontraría a Destiny Richards. La fama que tenía como domadora de caballos difíciles había hecho que él hubiera ido a buscarla en persona desde Kezoban.

Zafir aparcó y se bajó del deportivo negro, sin estar seguro de si debía seguir adelante con aquella locura. Debían de haberlo informado mal. Destiny Richards no podía trabajar en un lugar tan corriente. No había nada en aquella casa, ni en los cobertizos, que indicara que fuera una hípica profesional. Estaba a punto de marcharse cuando percibió movimiento dentro de uno de los cobertizos.

Zafir avanzó movido por la curiosidad y miró dentro del edificio que se utilizaba como escuela de pupilaje. Desde la puerta vio a una mujer alta y delgada dirigiendo a un caballo que avanzaba en círculos a su alrededor. Intrigado, Zafir avanzó por el lateral del edificio con la intención de descubrir quién era aquella mujer. Si era Destiny Richards, podía quedarse tranquilo y confirmar que había hecho lo correcto al contratarla antes de conocerla en persona.

–Ah, ya ha llegado.

Zafir oyó una voz femenina que provenía de detrás de él y se volvió para ver a una mujer un poco mayor y demasiado entusiasta.

–¿Viene de parte del jeque? ¿A ver como Destiny emplea su magia con los caballos?

Zafir entornó los ojos. Su instinto le advertía que aquella mujer no era sincera. Su actitud entusiasta lo ponía nervioso, pero si pensaba que estaba allí de parte del jeque y no que era el jeque en persona, mucho mejor. Así podría comprobar si era verdad que Destiny Richards tenía el don de susurrar a los caballos y, aunque confiaba en que así fuera, en aquellos momentos tenía la sensación de haberse equivocado.

–Así es, y no tengo tiempo que perder. ¿Dónde está la señorita Richards?

–Mi hija está en la escuela. Venga por aquí –gesticuló con una sonrisa que no iluminó su mirada.

Para Zafir, las primeras impresiones eran muy importantes y, desde luego, no se había quedado impresionado. Sin embargo, debía recordar que aquella podía ser la última oportunidad para Majeed.

Sin decir nada más se dirigió hacia la escuela, consciente de que la mujer lo seguía. Entró en silencio, se apoyó en la pared y observó.

Durante unos instantes, Destiny Richards no se percató de su presencia y él no pudo evitar mirarla de arriba abajo, tal y como hacían los hombres con sangre en las venas, fijándose en su silueta y en cómo la resaltaban los pantalones de montar y la camiseta que vestía.

Tenía el cabello oscuro y lo llevaba recogido en una coleta. Era una mujer atractiva y no lo que él esperaba, especialmente después de haber conocido a su madre.

El caballo disminuyó el paso y se detuvo cuando ella se lo ordenó. Destiny esperó a que el caballo se acercara a ella y lo acarició. Zafir oyó que le susurraba palabras tranquilizadoras y percibió que el caballo tenía confianza en ella. Entonces, Destiny se volvió y lo miró a los ojos.

A pesar de la distancia, Zafir experimentó una intensa conexión con ella. Era muy bella y, por primera vez desde que había heredado el título de Jeque de Kezoban, notó que se despertaba su interés hacia todo lo que había ignorado hasta entonces. Trató de no pensar en ello. No era el momento de distraerse con una mujer, y menos cuando el protocolo de la realeza dictaba que debía elegir una esposa. Puesto que era el único miembro que quedaba de su familia, su obligación era proveer al país con un heredero.

–Destiny, este hombre viene de parte del jeque. El hombre del que te hablamos –a pesar de su sonrisa, el tono era de advertencia y se percibía que había tensión entre ellas.

Zafir se acercó a Destiny mientras la madre continuaba hablando y vio una mueca de desafío en su rostro cuando miró a su madre antes de mirarlo a él. Ella arqueó las cejas con incredulidad y apretó los labios como gesto de desaprobación. Él no pudo evitar preguntarse cómo sería besar aquellos labios y borrar su desaprobación, convencido de que sería tan intenso como la atracción que sentía hacia ella.

–Lo recuerdo –su voz era suave y delicada, pero indicaba seguridad.

Destiny dio un paso hacia él y el caballo la acompañó, permaneciendo a su lado mientras ella le estrechaba la mano y sonreía:

–Soy Destiny Richards. ¿En qué puedo ayudarlo?

Él esbozó una sonrisa. Le gustaba el carácter fuerte que ella intentaba ocultar, y le recordaba a un caballo que prefería correr en libertad a través del desierto que estar estabulado y controlado. Él había tenido que dejar de pensar en esas cosas tras la muerte de su padre, seis años atrás, cuando sus días como playboy habían terminado de golpe. Por primera vez desde ese día deseó ser libre. La atracción que sentía hacia esa mujer era tan intensa que no podía dejar de imaginar cómo sería tomarla entre sus brazos y besarla apasionadamente.

La agarró de la mano y experimentó una especie de corriente eléctrica.

–Disculpe por la intromisión. Su habilidad para trabajar con caballos traumatizados ha captado la atención del Jeque de Kezoban. Él ha llegado a un acuerdo con los propietarios de este lugar para que viaje hasta Kezoban para trabajar con su preciado semental árabe, pero me ha enviado a conocerla personalmente antes de mi regreso.

Mentir no le resultó difícil. Mantenía la cordura mediante la omisión de la verdad, convencido de que la madre de Destiny complicaría las cosas si conociera su verdadera identidad.

–Ya veo. ¿Y si no quisiera viajar a Kezoban?

–Entonces tendríamos un problema. Está todo arreglado, y pendiente de mi confirmación acerca de que realmente tiene un don especial para trabajar con caballos, tal y como le han comentado al jeque –Zafir apretó los labios. ¿Destiny habría hablado de esa manera si hubiera sabido que él era el jeque, el hombre que lo había arreglado todo para que ella se presentara en Kezoban?

–Tengo que ver al caballo antes de comprometerme a trabajar con él.

¿Era una mirada retadora la que había visto en sus ojos? A Zafir le gustaban los retos, y como única respuesta arqueó las cejas.

–¡Destiny! ¿Qué estás haciendo? –preguntó su madre sorprendida.

Él se había olvidado de que estaba allí. Durante unos instantes no había existido nada más que Destiny y él. No estaba acostumbrado a tener contacto directo con una mujer.

–Déjenos a solas –le ordenó Zafir a la mujer mayor.

Ella inclinó la cabeza y se retiró. Así que Destiny no había heredado el carácter de su madre.

–Si me disculpa, tengo que terminar con este caballo –Destiny no esperó su respuesta y se marchó.

Zafir la observó marchar, y el hecho de tener que mantener el control lo hizo sentir inquieto. Era algo completamente nuevo para él.

Decidido a cerrar el acuerdo con ella, Zafir la siguió desde la distancia mientras Destiny sacó al caballo fuera del edificio. Normalmente, él era más que capaz de reconocer a un buen caballo, pero en aquellos momentos su atención estaba centrada en aquella mujer tan atractiva. Su carácter fuerte y la seguridad que mostraba provocaron que despertara algo en el interior de Zafir. Algo que llevaba años dormido.

Deseo.

¿Y por qué con aquella mujer? Era una mujer bella, pero no tan glamurosa como las mujeres que solían gustarle antes de convertirse en el gobernador de Kezoban.

Destiny metió el caballo en el establo y cerró la puerta, dejando claro que él debía permanecer fuera. Él apoyó los brazos en lo alto de la puerta y observó cómo ella desensillaba al caballo y lo cepillaba con delicadeza.

–¿He pasado la prueba? –preguntó ella, mirándolo a los ojos.

Una vez más, él lo percibió como un reto y no podía rechazarlo.

–Sí. He visto suficiente.

–Sin embargo, usted no ha pasado mi prueba –ladeó la cabeza–. Quiero saber exactamente qué es lo que se espera de mí.

Zafir admiraba su coraje. Nadie lo retaba jamás. ¿Se habría comportado de la misma manera si hubiera sabido quién era? Por un instante estuvo tentado de contárselo, pero estaba disfrutando de aquel momento así que decidió que permitiría que ella continuara creyendo que era otra persona.

–Viajará a Kezoban y allí trabajará con Majeed, el valioso semental del jeque.

Ella lo miró mientras terminaba de cepillar el caballo. A Zafir no le gustó la mirada de desconfianza que había en sus ojos marrones, pero no le quedaba más opción que esperar pacientemente su respuesta, y no estaba acostumbrado a esperar.

–¿Qué problema tiene ese semental? –ella lo miró un instante y se acercó a la puerta del establo.

Zafir se retiró para dejarla salir, sorprendido al ver que su pregunta lo había trasladado al pasado. Sabía que eso tenía que ocurrir si lo que quería era que el caballo superara su trauma, pero no había imaginado que ocurriera tan pronto. Ni tampoco que acabaría bajo la atenta mirada de aquella mujer.

–El semental sufrió un trágico accidente que se llevó la vida de la hermana del jeque –al hablar de su hermana se sentía distante, como si aquella noche no hubiera transcurrido en realidad. A pesar de todo, no consiguió borrar el sentimiento de culpa que cargaba sobre sus hombros. Él era la persona de quien Tabinah había huido, quien la había hecho infeliz. Y eso no podría olvidarlo jamás.

Destiny miró al hombre atractivo y pensó que la ropa que llevaba no era apropiada para el tipo de hombre que parecía ser. Él iba vestido con unos pantalones vaqueros que resaltaban sus piernas musculosas y una camisa de color azul claro con el cuello desabrochado que dejaba al descubierto una fina capa de vello oscuro sobre la piel aceitunada. Ella sabía que era un hombre del desierto y, a pesar de su ropa, podía imaginarlo vestido con túnicas de color blanco. Era un hombre de aspecto poderoso y lo bastante atractivo como para que fuera capaz de derretirle el corazón. Sin embargo, por la pose que tenía y por su manera de alzar la barbilla, ella sabía también que estaba acostumbrado a dar órdenes y a que lo obedecieran.

Destiny no estaba dispuesta a permitir que nadie le diera órdenes. Ya se había hartado de ser la única que siempre debía ceder antes las exigencias de los demás. Esa vez su madrastra había llegado demasiado lejos, aceptando el trabajo antes de haber hablado con ella. Para su madrasta, lo importante siempre era el dinero, nunca la persona, y mucho menos el caballo implicado.

Su madrastra era una persona igual de fría y controladora que su padre, y por eso Destiny deseaba marcharse de su lado. No podía permanecer allí más tiempo. Los establos evocaban en ella recuerdos felices de la corta infancia que había pasado junto a su madre, antes de que falleciera, pero debía marcharse. Igual que había hecho Milly, su hermana pequeña. Y debía hacerlo antes de que su madrastra borrara por completo aquellos recuerdos.

–Siento mucho la situación en la que se encuentra el jeque, pero no puedo ayudarlo –lo miró a los ojos, tratando de enfrentarse a su poderío con decisión.

Zafir entornó sus ojos negros y apretó los dientes enojado.

–Ese no es el acuerdo al que llegué con la señora Richards. Ella me aseguró que usted estaría disponible para viajar a Kezoban inmediatamente.

Aquellas palabras le sentaron como un tiro, pero ella se mantuvo en su lugar, decidida a no permitir que aquel hombre con aire de superioridad, ni su madrasta le dieran órdenes.

–Primero, soy su hija adoptiva y, segundo, ella no tiene derecho a comprometerme de esa manera sin consultar conmigo primero. Ni siquiera con un jeque rico. Le sugiero que busque ayuda en otro lugar.

Destiny se movió hacia él para marcharse, deseando darle la espalda a aquel hombre, del que emanaba una potente mezcla de sexualidad y masculinidad que la aterrorizaba al mismo tiempo que la intrigaba. Cuando llegó a su altura, sus miradas se encontraron y ella no pudo evitar tropezar. Era imposible hacer otra cosa que no fuera pararse para mirar directamente a su rostro atractivo.

Se le formó un nudo en el estómago y notó que, como a una adolescente enamorada por primera vez, se le detenía un instante el corazón. Y no era que supiera algo sobre el amor. Siempre había huido de él, empleando a los caballos como escudo. Estaba enfadada con su madrastra y no afectada por aquel hombre exótico. Trató de recordarlo, pero resultaba difícil cuando él no dejaba de mirarla.

–El trato está hecho, señorita Richards. Viajará a Kezoban dentro de dos días –ordenó él.

Sus palabras provocaron que a ella le resultara imposible mirar hacia otro lado, a pesar de que deseaba alejarse lo máximo posible de él y del efecto que estaba teniendo sobre ella. El brillo de rabia que se percibía en sus ojos le recordaban al cielo de una noche estrellada.

Durante los últimos dieciséis años, desde que su madrastra había pasado a formar parte de su vida de forma permanente, ella había hecho todo lo que su madrastra y su padre querían que hiciera, dejando a un lado todos sus sueños y aspiraciones. Destiny había querido estar junto a Milly durante su infancia, y después la había ayudado a instalarse en Londres y a escapar del control opresivo de su padre. Y puesto que Milly ya estaba asentada y feliz, era el momento de que ella hiciera lo mismo.

Milly se había marchado de casa a principios de año y Destiny ya no tenía a nadie a quien proteger, ni a quien cuidar, más que a sí misma. Era libre para hacer lo que quisiera. Y ese hombre pensaba que podía ordenarle que fuera a un país del desierto solo porque era lo que el jeque deseaba. Era evidente que el jeque tenía dinero suficiente para contratar a los mejores profesionales del sector.

¿Era posible que aquel hombre y su extraña oferta de llevarla a un reino del desierto fuera su oportunidad de escape?

Su pasión por los caballos había sido muy intensa durante su adolescencia, y no le había dejado hueco para ningún otro tipo de pasión, dándole la excusa perfecta para escapar de la realidad. ¿Podría emplear su habilidad para conectar con los caballos como una forma de escape real?

–No me importa qué trato hayan hecho. No iré –marcharse a un país desconocido con otro hombre igual de controlador que su padre no entraba en sus planes. Lo único que deseaba era marcharse y, por muy tentadora que fuera su oferta, no era lo que necesitaba. Encontraría otra manera de conseguir su independencia económica y su libertad.

–Majeed es una criatura majestuosa. Solo quiere complacer. Es como si supiera que la mujer que lo montaba en el desierto y que se cayó de su espalda era la hermana del jeque, y como si se culpara a sí mismo.

Destiny se imaginó al caballo, pero no podía dejarse llevar por los problemas de aquel hombre. Tenía que solucionar los suyos.

–Ella murió –las palabras de Zafir eran cortantes y el sufrimiento que se percibía en ellas inundó el corazón de Destiny. Él debía apreciar al caballo y querer ayudar al jeque de verdad.

–Siento la pérdida del jeque, pero no puedo ayudarlo.

–El caballo vive atormentado. Nadie se puede aproximar a él, es casi imposible manejarlo y supone un peligro para los demás y para sí mismo. Ha pasado un año desde el accidente. Muchos han intentado apaciguarlo. Usted es la última esperanza del jeque y si no puede ayudar a Majeed solo queda una opción más.

Ella respiró hondo al oír las implicaciones de sus palabras. Él podría haber permanecido allí todo el día hablando sobre el trato que había hecho con su madrastra y ella no habría aceptado. Sin embargo, en cuanto habló del semental y ella percibió que sentía verdadera lástima por el animal, Destiny supo que iría a Kezoban.

–¿Cuáles son las condiciones del trato que ha hecho con mi madrastra? –preguntó ella mirándolo fijamente.

–El acuerdo es que usted viajara a Kezoban para trabajar con el caballo por un mínimo de dos meses. Y también hemos acordado una sustanciosa cantidad de dinero –su tono era igual de duro que antes, pero algo en su expresión se había suavizado.

¿Era cierto? No, ella debía de haberse equivocado. Aquel hombre era igual de dominante y controlador que su padre. Quizá ella fuera a utilizarlo como su oportunidad para escapar de la mano de hierro de su padre, pero no se haría ilusiones: aquel hombre era el poder personificado. Las condiciones debían quedar muy claras.

–Sin duda, la cantidad de dinero la ha acordado con mi madrastra –Destiny trató de disimular la frialdad que le producía pensar en la mujer que había reemplazado a su madre. Sabía que su padre nunca había sido un hombre feliz y cariñoso, tal y como pensaba cuando era niña. Todo había sido una farsa. El día que falleció su madre, todo cambió. Él dejó de fingir y se convirtió en un hombre frío e interesado, igual que su nueva esposa. Por eso permitía que su madrastra empleara el don de su hija para conseguir dinero de un jeque del desierto.

–Así es. Para compensar su ausencia. Usted es un valioso miembro de su equipo.

Ella deseó soltar una carcajada. Su madrastra no la valoraba y no dejaba de recordarle que no era más que una chica de las caballerizas. Era el dinero que ella podía generar lo que apreciaba.

No obstante, Destiny no podía permitir que averiguara que la oferta del jeque sería su escapatoria, su oportunidad para hacer lo que deseaba en la vida y viajar. Si entretanto podía ayudar al semental del jeque, mejor. Después de todo, era algo que se le daba bien.

–Sin duda tendré muchos gastos que cubrir –sabía que nunca recibiría dinero alguno de su madrastra, así que, tendría que conseguir su propio dinero para poder regresar a Inglaterra y empezar una nueva vida–. El doble del dinero original será suficiente, y pagándomelo a mí.

–Por supuesto –dijo él, entornando los ojos.

–Necesitaré ver al caballo primero.

–En ese caso, mi jet privado estará a su disposición para llevarla a Kezoban en cuanto esté preparada.

Zafir puso una sonrisa de satisfacción y la miró fijamente con sus ojos negros. Ella sintió un cosquilleo por dentro, pero trató de ignorarlo.

–¿Su jet privado? –desde luego, un asistente del jeque no tendría su propio jet. Lo más seguro era que se refiriera al jet del jeque, pero en aquellos momentos no tenía importancia. Ella deseaba escapar cuanto antes del lado de su padre, así que no pudo evitar sonreír a aquel atractivo desconocido que había puesto su mundo patas arriba.

Zafir estuvo a punto de confesar que el jeque era él, pero se contuvo. No podía permitir que ella rechazara su oferta. No cuando su caballo más preciado todavía vivía encerrado en la pesadilla que aconteció la noche en que su hermana falleció. Tras aquella noche, toda su vida se había descontrolado y había llegado el momento de enderezar la situación.

Desde hacía años sabía que tenía que contraer matrimonio, pero la muerte de Tabinah había puesto más presión sobre él para que cumpliera con su deber. Y lo haría, cuando Majeed estuviera curado. Solo entonces podría dejar de pensar en lo infeliz que había sido su hermana con el matrimonio que él había concertado para ella y se sentiría libre para contraer el matrimonio concertado para él.

–Disculpe, querría decir el jet privado del jeque. ¿Cerramos el trato, señorita Richards?

Trató de ignorar el sentimiento de culpa que experimentó la noche en que su hermana había salido huyendo del palacio. Habría hecho todo lo posible por retrasar el tiempo hasta el día en que ordenó a Tabinah que cumpliera con su deber y se casara con el hombre que él había elegido para ella. Él no había sido un hermano para ella, no se había dado cuenta de lo desesperada que estaba. Solo había sido el gobernador de Kezoban, sin darse cuenta de que ella lo odiaba y que solo deseaba apartarlo de su vida. Siempre se sentiría culpable por haberla hecho tan infeliz, pero calmar a Majeed, su semental traumatizado, lo ayudaría a relegar al pasado aquella noche.

Miró a Destiny y vio empatía en la mirada de sus ojos marrones, a pesar de que se enfrentaba a él con valentía. No solo estaba seguro de que poseía el don para curar a Majeed, sino que estaba seguro de que poseía la ternura que el caballo necesitaba, no como las otras personas que lo habían intentado y fracasado.

–De acuerdo. Dentro de un par de días podré estar preparada para marcharme –Zafir le tendió la mano, deseando cerrar el trato y regresar a su país. La mujer que había cautivado su atención en más de un aspecto le estrechó la mano y Zafir notó como su calor lo invadía por dentro. Era como si sus almas estuvieran uniéndose, reconociéndose una a la otra sin saberlo. Ella lo miró y Zafir percibió en su mirada la misma confusión que él sentía.