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La naturaleza del estío es una obra que polemiza. Representa a una poesía innovadora, marcada en lo social y lo espiritual, que nos conduce a determinados estados de ánimo, con textos filosóficos y una estética en su discurso que también va acompañada de un lenguaje preciso y esperanzador. Restableciendo relaciones perdidas entre objetividad y subjetividad, nos trasmite de manera inmediata y directa esa emoción donde confluyen diversas poéticas y una mirada profunda de valores humanos necesarios sobre la familia y el devenir. Su eficaz dramaturgia compositiva y la excelencia de su verso en prosa: «[…] has preguntado por mí en la isla, y nadie sabe decirte por qué no estoy en los lugares públicos, por qué me he inventado una isla […]», junto a su visión de la insularidad y el diálogo que establece perdurablemente con su padre, hacen de este volumen una obra intensa. No es tan solo un ejercicio estético. Sugiere un intento de cambiar las cosas, cuerpos que circundan, realidades intrínsecas: «Me han dicho que sueñe, que todo puede ser posible en medio de la ráfaga que hacen contra ti por el rastro que dejas». El rastro que deja esta Naturaleza revela un mundo y crea otro, mediante un discurso elegante y pleno de fuerza expresiva. Zurelys López Amaya
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Seitenzahl: 99
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Título
La naturaleza del estío
Luis Manuel Pérez Boitel
Jurado Premio Nicolás Guillén 2020:
Ismael González Castañer
Leymen Pérez
Zurelys López Amaya
© Luis Manuel Pérez Boitel, 2020
© Sobre la presente edición:
Editorial Letras Cubanas, 2020
ISBN: 9789591024275
Tomado del libro impreso en 2020 - Edición y corrección: Leymen Pérez / Dirección artística: Suney Noriega Ruiz / Diseño de Cubierta: Luis Eduardo Fariñas / Ilustración de cubierta e interiores: Rolando Estévez / Emplane: Aymara Riverán Cuervo
E-Book -Edición-corrección y diagramación pdf interactivo: Sandra Rossi Brito / Diseño interior y conversión a ePub y Mobi: Javier Toledo Prendes
Instituto Cubano del Libro / Editorial Letras Cubanas
Obispo 302, esquina a Aguiar, Habana Vieja.
La Habana, Cuba.
E-mail: [email protected]
www.letrascubanas.cult.cu
Autor
LUIS MANUEL PÉREZ BOITEL (Remedios, Villa Clara, 1969) Ha publicado, entre otros, los poemarios: Aún nos pertenece el otoño (2002), Nunca preguntes por la gloria (2003), Antes que la noche acabe (2005), No llames en la noche (2005), La sagrada estación (2006), Un mundo para Nathalie (2007), Las naves que la ausencia nombra (2008), Conversaciones con máscara (2009), Hay quien se despide en la arena (2010), Algo parecido a un ciprés (2011), Un hombre errante (2015) y Artefactos para dibujar una nereyda (2017). Ha obtenido importantes premios literarios tanto en Cuba como en otros países, entre los que destacan el Premio Casa de las Américas (2002), el Premio Internacional de Poesía en Lengua Española «Manuel Acuña» (2013) y el Premio Nacional Nicolás Guillén (2020). Es miembro de la Uneac. Posee la Distinción por la Cultura Nacional.
La naturaleza del estío es una obra que polemiza. Representa a una poesía innovadora, marcada en lo social y lo espiritual, que nos conduce a determinados estados de ánimo, con textos filosóficos y una estética en su discurso que también va acompañada de un lenguaje preciso y esperanzador. Restableciendo relaciones perdidas entre objetividad y subjetividad, nos trasmite de manera inmediata y directa esa emoción donde confluyen diversas poéticas y una mirada profunda de valores humanos necesarios sobre la familia y el devenir.
Su eficaz dramaturgia compositiva y la excelencia de su verso en prosa: «[…] has preguntado por mí en la isla, y nadie sabe decirte por qué no estoy en los lugares públicos, por qué me he inventado una isla […]», junto a su visión de la insularidad y el diálogo que establece perdurablemente con su padre, hacen de este volumen una obra intensa. No es tan solo un ejercicio estético. Sugiere un intento de cambiar las cosas, cuerpos que circundan, realidades intrínsecas: «Me han dicho que sueñe, que todo puede ser posible en medio de la ráfaga que hacen contra ti por el rastro que dejas». El rastro que deja esta Naturaleza revela un mundo y crea otro, mediante un discurso elegante y pleno de fuerza expresiva.
ZURELYS LÓPEZ AMAYA
Dedicatoria
A la memoria de mi padre,
residente en estas visitaciones de isla.
A mi madre, que nos sigue acompañando.
Exergo
Cuando el ruiseñor a su pareja
le canta al fin del día y durante la noche,
mi amor y yo nos escondemos
en la enramada, entre las flores,
hasta que el vigilante en lo alto de la torre grita:
«Eh, tú, bribón, levántate,
veo la blanca luz y la noche huye».
Ezra Pound
Veo el estío, lo que sucede en la isla...
Veo el estío, lo que sucede en la isla. No estoy ajeno al mundo de las cosas suprasensibles que Platón nos dibujó. Soy el bribón, me levanto y descifro que cuando el ruiseñor le canta a su pareja, hay una realidad más plena que esta. Es la naturaleza del estío. La angustia por habitar siempre la misma comarca, el mismo ángel. Entonces siento que el vigilante no ha hecho bien su trabajo y confieso, Ezra Pound, que la muerte; sí, la muerte, acabará con todo.
El hombre se había persignado por la tormenta...
El hombre se había persignado por la tormenta, el acechante sonido que trae el mal tiempo enmudece a cualquiera. Pero las ánimas van de largo, apenas sin mirar atrás. Allí quedan los recuerdos fisgoneando todo lo que puede ser muy parecido a lo que vemos. Pero, ¿qué puede ser la realidad?, ¿dónde pudiera estar escrito el lugar exacto para encontrar lo que llamamos, con certeza, la realidad misma? El hombre que había visto una luz muy intensa sobre su cabeza había quedado en medio del levantisco paisaje.
Me han dicho que sueñe...
Me han dicho que sueñe, que todo puede ser posible en medio de la ráfaga que hacen contra ti por el rastro que dejas. Me dicen que me sobreponga, que nada es más difícil que el cansancio pero que hay que sopesar la edad, y esas prolongadas acusaciones que hacen contra el que lleva unos versos en sus manos. Me dicen que sea dócil como un animal doméstico que se cree mimado por la turba. Que, quizás, se requiera esperar un tiempo donde la tierra sea un cruce de caminos, un país diferente. Que simplemente espere, y yo me pregunto para qué.
Abuela tenía una levita cuando murió a los cien años...
Abuela tenía una levita cuando murió a los cien años. Tenía una levita y una cara alegre, como si fuera un niño que logra descifrar las primeras palabras escritas. Abuela tenía también sus primeras palabras escritas. Dios sabe que digo la verdad.
Agujereado por lo infértil...
Agujereado por lo infértil, la tierra fue dibujando en mi pecho un rastro, un equinoccio para los días de cosecha. Debí esperar una nueva temporada. Pero prefiero quedarme en casa, ir labrando esta tierra indomesticable y baldía hasta los huesos. Piafar la soledad del escriba como si fuera esta la ciudad por la que hay que apostar. Estoy hablando exactamente de la noche.
No soy Nadie, Ezra Pound...
No soy Nadie, Ezra Pound, cuando me tiran una bola de nieve. Hemos abierto las puertas a Nadie, le hemos puesto un nombre para que parezca realidad. Nadie ha tenido trabajo en la mañana. En la salida de la gran fábrica Nadie espera. Nadie tendrá una familia digna que lo recuerde. Nadie ha muerto del pulmón. Nadie sabe.
El que llegó, a deshora...
El que llegó, a deshora, tenía su carta náutica que tiró sobre la mesa. —A quién se le ocurre regresar, con tanta algarabía, si aquí nada se puede hacer, —dijo un extraño, en medio de la oscuridad.
Volvamos al mar...
Volvamos al mar, es inmensa la isla que junto a otra isla golpea la ola. Detiene la tormenta, se hace fugaz en el limbo mismo, en la secuencia donde nos amamos después de cruzar las costas de un país. Vivo sobre esos cuerpos jónicos que van dibujando un mundo, y que dejan de pertenecerme. La isla más cercana, la isla más breve en su silencio. Deseo equiparar todas las islas del mundo, residir en el Caribe que nos habita, fugaz como un copo de nieve. Desdibujo esos caminos con unos poemas que van cayendo sobre lo que amamos. Dejo así que vayan muriendo los versos, que solo quede lo que fueron…
Es este un espacio diferente para la nocturnidad...
Islas cicatrices de las aguas
Islas evidencias de heridas.
Aimé Cesaire
Es este un espacio diferente para la nocturnidad; y la isla más próxima, galopante en su tiempo llega como una ráfaga, galopante en su ráfaga llega como si fuera un salvoconducto, una inequívoca razón para amarte, para refugiarme en las islas, todas. Dispuesto a sopesar la sed que otros no tuvieron por guillotinar tus secuencias, tus cielos coloridos como un pájaro que en invierno escapa, y está herido de muerte pero escapa como si fuera el cielo su destino final, su vendimiador refugio. Así es la herida, Aimé Cesaire, por estas contiendas que tienen un cielo diferente, un azul diferente y hasta una muerte diferente. No sabré yo de otras costas que no sean estas que nos cautivan, obligadas a residir en este Caribe único. Desde este lado del mundo, donde he puesto una casita para mí pintada con cal, un día sacarán mi cadáver y será para el Caribe todo, para el poema todo, la verdadera herida que nos falte y la que nos faltará.
Conversación con Saint-John Perse
Le pan de mur est en face, pour conjurer le cercle de ton rêve.
Saint-John Perse
Cerca del invernadero,
despojado de toda suspicacia me deleito en el muro, tauromaquia contra el muro, silente muro, amigo: su significación puede ser un juego estantío en contra de las cosas, en el muro de Saint-John Perse el itinerario es saltar simplemente y no deleitarse ante ese escondrijo que resulta el muro contra todo pronóstico. El arcano relieve denota cierto sacrificio en una imagen del Bosco, detalle del Jardín de las Delicias, que había conseguido para el poema inaugural. Debajo de esos cuerpos que pasan, especie de realismo mágico, en la contienda de la mano que salva, de la mano que escapa del muro se enseñorea esta conversación con Saint- John Perse, el lienzo del muro está enfrente, para conjurar el círculo de tu sueño, para conjurar la osadía del hombre. Un muro para las lamentaciones. Un muro al final de la Estigia que es tu cabeza, el mar que circunda tu cabeza.
Oh, mundo que dejo en ese otro deleite de las aguas, maroma de las aguas, impensado cielo, país circular, golpe de gracia para el que no buscó entre las imágenes del Bosco, en la pátina de la historia, la sensación de muro, de casa aparente.