La revolución en las aulas - Pedro Valenzuela - E-Book

La revolución en las aulas E-Book

Pedro Valenzuela

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  • Herausgeber: RBA Libros
  • Kategorie: Bildung
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2022
Beschreibung

Hay maestras y maestros que dedican gran parte de su jornada a las "asignaturas invisibles", esas que forman la personalidad, hacen un ser humano digno y son una verdadera educación en valores. Trabajan utópicamente en la misión de conseguir que niñas y niños cumplan su propósito de llevar la paz al mundo. Si eres docente, este manifiesto educativo te impulsará a aplicar el método Montessori, más actual que nunca, para humanizar la educación. Si eres padre o madre, estas páginas te animarán a mirar a tu hijo, a relajarte y a aprender de él, de sus intereses. Acompáñalo en la vida; a través de sus experiencias, enriquecerá también la tuya.

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© Pedro Valenzuela, 2022.

© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S.L.U., 2022.

Avda. Diagonal, 189- 08018Barcelona.

rbalibros.com

Primera edición: marzo de 2022.

REF.: ODBO021

ISBN: 978-84-1132-013-9

ELTALLERDELLLIBRE, S. L.•REALIZACIÓNDELAVERSIÓNDIGITAL

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito

del editor cualquier forma de reproducción, distribución,

comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida

a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro

(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)

si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra

(www.conlicencia.com; 917021970 / 932720447).

Todos los derechos reservados.

A quienes, un día, la institución educativa les hizo sentir que no eran aptos para alcanzar sus sueños...

A quienes, día tras día, toman la valiente decisión de educar respetando la dignidad de niñas y niños por encima de todas las cosas...

A Alaia, porque ella representa hoy el amor de una familia que ha hecho posible este libro...

NOTA DEL AUTOR

CRONOLOGÍA DE UN SUEÑO PROFUNDO

Hace unos 100.000 años aproximadamente, nuestra especie, el Homo sapiens, sube a la cima de la cadena alimentaria sin estar preparado para ello. Mientras otras especies lo hacen siguiendo un desarrollo en armonía con el ecosistema en el que viven, nosotros no, y desde ese momento el miedo y el deseo comienzan a formar parte de nuestras vidas al no estar preparados para asumir en ese momento ese papel evolutivo. Nos convertimos en seres temerosos y ansiosos, y una de nuestras formas de actuar desde este momento es modificando por completo y bruscamente el entorno en el que vivimos.

Hace unos 70.000 años aproximadamente, aparecen nuevas formas de comunicarnos entre miembros de nuestra especie, lo que se conoce como la revolución cognitiva. Es en ese momento donde inventamos el lenguaje bajo una necesidad de comunicar las cosas que pasan en nuestra vida. Pero también comenzamos a interpretar lo que otros expresan, y es en este instante cuando comenzamos a fiarnos más de lo que nos cuentan otros sin haberlo comprobado que de lo que podemos sentir o ver con nuestros propios ojos. El ser humano cultural comienza a desbancar al ser humano biológico.

Hace unos 12.000 años aproximadamente, la realidad del momento le muestra al Homo sapiens que ya no necesita ir de un lugar a otro en busca de hogar, alimento o comida. La ganadería y la agricultura comienzan a formar parte de las labores diarias de nuestros antepasados cazadores-recolectores, y es entonces cuando nace la revolución agrícola. Comienzan a crearse lo que hoy conocemos como núcleos urbanos. En este momento nace en nosotros la necesidad de crear entidades que nos representen como comunidad, pues es más sencillo vivir en comunidad si nos relacionamos bajo una creencia común que si somos seres independientes los unos de los otros. Hay que recordar que esto lo hacemos en este momento evolutivo viniendo de ser seres temerosos, deseosos de lo que no tenemos, fiándonos más de lo que nos cuentan que de lo que vemos o sentimos, y sin tener ni idea de quiénes somos realmente tras miles de años de evolución.

Hace unos 500 años, tan solo 500 años, en lo que hoy conocemos como revolución científica, un señor llamado Galileo Galilei fue una de las primeras personas que comenzó a decir que «quizás» todo lo que estábamos creyendo desde hacía tanto tiempo sin haberlo experimentado podría ser una invención humana, algo ficticio, pues su dedicación de horas y horas en la observación del universo a través de sus instrumentos de observación le estaba diciendo que la realidad de lo que sucedía era muy diferente a aquello que la humanidad llevaba creyendo desde hacía mucho tiempo por el simple hecho de que otros lo habían estado contando a través del paso de los años. Por hablar de lo que veían sus ojos, fue llevado a juicio por las autoridades religiosas del momento, culpándole de estar infringiendo y entrometiéndose en aspectos sagrados y culturales del momento, los cuales no podían ser cuestionados por nadie.

Hace unos 250 años, en la antigua Prusia, hubo un periodo donde se sucedían continuas guerras. Hablamos del despotismo ilustrado. Aquellos déspotas consideraron que la vía más directa y efectiva de tener «organizado» al pueblo era a través de un sistema educativo que trasladase el mensaje que unos pocos pretendían que muchos supieran. Es entonces cuando nace el sistema educativo público, gratuito y obligatorio, el mismo en estructura que impera aún en nuestros días. Si ya veníamos evolutivamente siendo seres miedosos y deseosos, creyéndonos todo lo que nos contaban sin haberlo comprobado, imaginad qué pasará ahora cuando a toda esa estructura social y cultural inventada se le sume la institucionalización y regularización estatal, y acabemos creyendo que todo esto es la realidad de la vida que vivimos.

Hace unos 150 años, las personas que viven en núcleos urbanos pequeños, y tras la escasez de trabajo en los entornos agrícolas, tienen que trasladarse a las grandes ciudades en busca de trabajo. Estas familias se trasladan con todo, también con sus hijas e hijos, y hay que buscar un lugar donde estos puedan estar mientras los adultos estén trabajando. Nace entonces la escuela industrial, y a esa escuela que se creó para hacer ciudadanos dóciles, se le suma ahora que niñas y niños sean educados para que formen parte de una cadena de montaje, pues es la exigencia y la necesidad del momento.

Hoy, ya en la segunda década del siglo XXI, los seres humanos tenemos la sensación de creer estar viviendo en una era de pleno desarrollo. Dicen que transitamos por una nueva revolución para nuestra especie, la revolución tecnológica. La era de la tecnología en la que nos encontramos nos vuelve a ofrecer una falsa sensación de bienestar y avance; de creer que estamos evolucionando cuando la realidad evolutiva nos dice que seguimos siendo los mismos seres miedosos y ansiosos de hace miles de años, sumado a que seguimos creyendo cosas que nunca hemos visto ni sentido; y todo ello muy bien organizado en un sistema educativo estructurado bajo las premisas de hacernos fieles soldados que nunca cuestionen nada de lo establecido, para que se crean todo lo que les cuentan, y que además dediquen su vida por completo al trabajo, de tal manera que nunca tengan tiempo para detenerse, para mirarse, conocerse o sentirse. ¿Te resuena todo esto en tu vida?

Por eso quiero invitarte a que cuando leas este libro lo hagas cuestionando y reflexionando sobre todo lo que aquí se escribe. Nuestra evolución como especie y la historia de nuestro sistema educativo nos da muestras más que evidentes de que vivimos en un sueño profundo; de que llevamos miles de años con nuestra verdadera esencia secuestrada por otros, creyendo lo que otros nos cuentan sin haberlo experimentado, y este es el inicio de muchos de nuestros problemas. Yo no quiero formar parte de esa cadena. Es más, ojalá este libro te ayude a romperla tal y como me ha ocurrido a mí al escribirlo. Es el momento de comenzar a vivir desde el sentir o la experimentación y no tanto desde el pensar o la creencia.

Disfruta de esta lectura desde un lugar hasta ahora inexplorado por cada uno de nosotros; un lugar fuera de tu personalidad humana; ese lugar que cuando te detienes por un instante a escucharlo y sentirlo te guía, diciéndote clara y precisamente lo que debes hacer.

Despertar de ese sueño y encontrar el verdadero significado y sentido de nuestra vida es, por lo tanto, la tarea más importante que podemos hacer en días como hoy si de verdad queremos sentirnos realizados en nuestra experiencia de vida.

Que disfrutes de la lectura.

PEDROVALENZUELA

• UNA LUZ ESPECIAL EN TU MIRADA •

Si tienes este libro entre tus manos es porque dentro de ti yace una llamada que está empezando a ser atendida. Ser partícipes de una educación consciente, tanto en la familia como en la escuela, es posible; este libro ha sido escrito para quienes sentimos que detrás del niño se esconde algo inconmensurable, algo único e irrepetible, una semilla cuya esencia aún hoy espera ser atendida.

Suele ocurrir que quien siente por primera vez esta llamada tiene un brillo especial en su mirada y un gesto de felicidad y paz constante en su rostro. Es algo así como si la vida volviera a tener sentido; como si un despertar eclosionara y nuestra misión como seres humanos recobrara el sentido que únicamente un adoctrinamiento inoculado desde la infancia intentó ocultar.

Hemos llegado a un punto en el que nos vemos en la necesidad de liberar las potencialidades que aún están ocultas en el niño. Sacar a la luz nuestros condicionamientos psicológicos es la única manera de liberar al niño de su opresión. En el ser humano yacen ocultos muchos potenciales que aún no hemos descubierto, esperando a ser liberados y activados en el transcurso del desarrollo futuro de nuestra consciencia. Si nuestra experiencia de vida como seres humanos ha sido desde siempre condicionada desde fuera, imagina qué pasará cuando —como los volcanes— experimentemos nuestra existencia como una irrupción de la vida desde el interior.

Un nuevo paradigma educativo en el que el niño es el principal protagonista ya se está abriendo paso. Pasar de una educación de creencias a una educación de experiencias es uno de los retos de la educación del presente; y hoy y ahora es el momento soñado. Así que bienvenida o bienvenido. No tengas prisa. Vivirás, sentirás y transitarás por un camino repleto de contrastes. No los evites, atiéndelos, pues forman parte del aprendizaje. Iniciar tu propio camino supone descubrir que es el amor aquello que mueve y da sentido al ser humano.

INTRODUCCIÓN

¿Qué es la escuela? ¿Y la educación? ¿Alguna vez te has hecho esta pregunta? ¿Por qué enviamos diariamente a los niños a las escuelas? ¿A recibir educación? ¿Pero qué clase de educación?

Los orígenes latinos de ambas palabras distan mucho de lo que hoy podríamos entender por educación. Escuela, del latín schola, significa tranquilidad y tiempo libre. Y educación, del latín educere, significa desarrollar el intelecto desde las propias potencialidades del educando, es decir, sacar o extraer lo mejor que el niño lleva dentro como potencialidad humana. Entonces ¿qué ha pasado para que hoy en las escuelas se eduque justamente en lo contrario?

¿A qué vamos a la escuela? ¿A formarnos como personas, como seres humanos que somos? ¿O vamos únicamente a que nos llenen la cabeza de contenidos? La educación debe ser mucho más que la simple transmisión de conocimientos; la escuela debe atender al individuo como ser humano único e irrepetible que es. La educación de hoy está más comprometida con el sistema que con el niño. Por todo ello, nos reafirmamos en la idea de que la educación existe cuando hay una relación y un compromiso real entre el maestro y el estudiante, y no solo con el sistema. Es una cuestión que toda persona que se dedica —o quiere dedicarse— a la educación debe cuestionarse constantemente, y muy pocos se plantean.

El sistema educativo tiene el objetivo de crear un modelo de ciudadano determinado. Una sociedad es el reflejo perfecto de la educación y los valores que en ella se transmiten. Nuestra educación fomenta la competitividad, la dependencia o el individualismo, tres características basadas en el miedo. Si tenemos tan claro que vivimos en una sociedad sumida en las guerras, el hambre o la desdicha, tal vez va siendo hora de cambiar nuestro modelo educativo y crear un tipo de individuo con otras características, con otros valores. Queremos una sociedad mejor, nos quejamos diariamente de la desdicha del mundo, de las guerras, del hambre o de la miseria humana, pero somos incapaces de entender que —para que se pueda producir un cambio, un nuevo paradigma— hay que crear un ser humano diferente, con otros valores. Hay que educar de otra manera, sin miedo, desde el respeto al ser humano, porque únicamente un ser humano educado en la paz será capaz de llevar la paz a los hombres.

Necesitamos escuelas que atiendan y respeten al niño; escuelas creadas para atender sus necesidades atendiendo a la etapa de desarrollo en que se encuentren; escuelas conectadas con la sociedad en la que vive; con adultos responsables que conozcan las necesidades de los niños y sus características de desarrollo, con responsables educativos que conozcan las necesidades de los profesionales de la educación. Necesitamos humanizar la educación, porque está más que demostrado que el sistema actual no funciona. Necesitamos una educación que no se base en crear individuos dependientes. Hoy, niñas y niños ya no necesitan ir a una escuela que fundamenta sus pilares en una educación del siglo XVIII con el único objetivo de formar parte de una cadena de montaje industrial; hoy, niñas y niños necesitan recibir una educación que les permita descubrir sus potencialidades desde muy pequeños. Si hoy rechazarías recibir una intervención quirúrgica con métodos utilizados hace dos siglos, ¿por qué aceptas que niñas y niños acudan a una escuela con una estructura y un método educativo del siglo XVIII?

Desde pequeños, la educación recibida basada en la dependencia nos hace invisibles a nosotros mismos. La tradición nos dice qué hacer; los libros y la televisión nos dicen qué hacer; la religión y la sociedad nos dicen qué hacer; y entonces, ¿qué hacemos aquí? ¿Es únicamente la misión del ser humano la de reproducir modelos ya impuestos? De ahí nuestra continua infelicidad, nuestros problemas. Porque no estamos siendo quienes realmente somos; porque con tanto adoctrinamiento, no tenemos tiempo para escucharnos, ni para mirarnos, ni para sentirnos...; en definitiva, para saber quiénes somos. Nada ni nadie puede realizar el proceso de autoconstrucción sino es uno mismo.

Un sincero, serio y respetuoso proyecto educativo deberá favorecer siempre espacios donde se pueda pensar, donde se pueda crear. No es una utopía, es real, porque afortunadamente ya está ocurriendo en muchos lugares. Pero necesitamos que el adulto entienda de verdad el significado de la educación, el significado de la vida y el arte de vivir. Solo los niños que sean educados de una manera diferente podrán crear un mundo diferente, y los adultos tenemos mucho que decir en dicho proceso. Los educadores somos grandes responsables del futuro de la vida de una persona —y eso es mucho decir—, pero apenas si socialmente no somos conscientes del daño que un educador o la escuela puede hacerle.

Para que un niño pueda comprender, necesita que respeten sus ritmos de aprendizaje, necesita ver la verdad de las cosas por él mismo y, para todo eso, necesita tiempo; tiempo para observar, para analizar, para incorporar y para actuar. No somos números, somos personas, somos seres humanos avalados por millones de años de evolución. La educación no pertenece a nadie. Educar es mucho más que la simple transmisión de conocimientos. Educar es crear un ciudadano libre y responsable; la educación debe ayudar al individuo a resolver preguntas tales como ¿quién soy? o ¿qué puedo hacer yo para mejorar el mundo en el que vivo?

Ofrezcamos, pues, una educación comprometida, no de ricos y pobres, no de orientales y occidentales, no de católicos y musulmanes, no del hombre contra el hombre. Ofrezcamos una educación de igual a igual con el ser humano, con el mundo en el que vivimos y con el universo que compartimos.

Bienvenidas y bienvenidos a este recorrido por una escuela que nunca nadie te ha contado y de la que, curiosamente, formaste parte. En este viaje descubrirás que quizás tu problema no fue que no te interesara el aprendizaje, sino más bien que no te amoldaste a un sistema antinatural que nunca respetó tus ritmos naturales de desarrollo como ser humano que eres.

PARTE 1

UN SISTEMAEDUCATIVOOBSOLETO

1

EDUCAR NO ES ADOCTRINAR

¿A QUÉ ESTAMOS LLAMANDO «EDUCACIÓN»?

Los seres humanos hemos interiorizado conductas antinaturales en nuestro día a día y hemos sido educados en la idea de que hemos nacido para ganarnos la vida y no para vivir; que vivir «en lo conocido» es una de las máximas de la totalidad de nuestra existencia. Esta mentira existencial supone el inicio de todos nuestros problemas.

Desde pequeños se nos prepara para ser competitivos y ambiciosos. Muy pronto nos olvidamos de la importancia que tiene para la infancia vivir esta etapa de la vida como realmente se merece; y dirigimos sus acciones, dirigimos sus vidas, anulando por completo sus experiencias de vida, invitándolos «sin querer» a un proceso vital ficticio.

Somos la única especie sobre el planeta con una experiencia de vida basada en una realidad inventada. Nos da miedo el verdadero sentido de la vida; nos da miedo vivir, así que abortamos cualquier conato de experiencia real de vida. Todo el sufrimiento humano lo genera, curiosamente, el ser humano. Todos esos condicionamientos que nos meten en la cabeza desde pequeños limitan y condicionan nuestras vidas, hasta el punto que es muy probable que nos vayamos de este mundo sin haber tenido ni tan siquiera un segundo real de esa experiencia vital a la que fuimos llamados. De nosotros depende en gran parte cambiar esta conducta.

Desde muy pequeñitos nos sumergen en el mundo de la tradición; costumbres que pasan de generación en generación y que limitan el cultivo de nuestra mente. A los adultos nos cuesta hablar sobre el peso de la tradición, sobre los condicionamientos que nos han impuesto desde muy jóvenes, pero es mucho más simple que todo eso. Necesitamos entender cómo el pasado —la tradición— ha conformado nuestras mentes y nuestros corazones. Profundizar en ese entendimiento será lo que poco a poco nos vaya llevando a la libertad de pensamiento. No puede existir libertad de pensamiento si no hay libertad de expresión.

La tradición tiene un peso inmenso en nuestras vidas. La palabra tradición significa «rendir o entregar». Dicho con otras palabras, una sociedad que fundamenta sus pilares basándose en la tradición está constantemente mirando al pasado y olvida el presente. Se rinde y entrega su presente a expensas de lo que dicte su pasado. En otras palabras, podríamos decir que, al perder ese contacto con el mundo, al ser extirpada nuestra experiencia de vida fruto de tanto condicionamiento desde la infancia, también perdemos la relación con el mundo que nos rodea, por lo que aumenta la distancia abismal entre nosotros y el mundo en una serie infinita de conflictos.

La comunidad educativa sigue instalada en la amnesia de no ser consciente de cuál es el verdadero sentido de la educación. Educar no es aprobar exámenes. Educar significa que debemos cuestionar y ser críticos, no aceptando jamás aquello que no hayamos visto con nuestros propios ojos; sin caer en la ignorancia que supone instalarse en repetir lo que otros dicen, sin experimentarlo, simplemente porque otros lo dicen. Hoy, al igual que entonces, el pensamiento no se cultiva en la escuela, más bien se condiciona, y este es el punto de partida que los adultos no nos atrevemos a cambiar.

En el nacimiento de una nueva cultura, donde todos estamos inmersos, el nuevo paradigma educativo no se proyecta como una empresa fácil. Sentir el vértigo de un vacío insoportable, con las incertidumbres que los cambios conllevan, hacen que la educación del presente se convierta en un auténtico oficio de valientes.

LAS VERDADERAS INTENCIONES QUE ESCONDE EL SISTEMA EDUCATIVO

Dicen que somos un pequeño y minúsculo granito de arena en medio de un universo inmenso; dicen que somos una más de las aproximadamente doscientas cincuenta mil millones de galaxias existentes. Apenas si somos conscientes de que el ser humano es una manifestación más de un proceso evolutivo llevado a cabo durante más de dieciséis mil millones de años. Los tres millones de años de nuestra existencia no nos dan el valor suficiente para creer que podemos vivir a expensas de las leyes que dicta el universo.

Todo esto, que ya sabemos hoy, encaja poco o nada con los planteamientos que los diferentes sistemas educativos han estado impartiendo desde hace siglos. Hoy, muchos docentes, madres y padres, y personas relacionadas directa o indirectamente con la comunidad educativa, ya no encuentran sentido alguno en su entorno educativo tradicional, creado en un momento en el que justificar lo evidente era algo así como implorar al demonio.

Desde hace cientos de años, los seres humanos han tenido miedo de atenderse, de mirar y de saber quiénes son realmente. Un sistema de creencias preestablecido ha hecho que el ser humano viva en contradicción con sus verdaderos ritmos de desarrollo naturales. Los seres humanos hemos sido auténticos dependientes de las ideas de otros; ideas que apenas cuestionábamos o analizábamos. Una necesidad vital de reflexionar sobre la vida o la muerte nos ha llevado, civilización tras civilización, a vivir vidas programadas por otros. Cuando te educan en un sistema de creencias que te dice qué pensar en lugar de enseñarte cómo pensar —o que te invita constantemente a permanecer quieto, inactivo, a creértelo todo, con una venda en los ojos y a no cuestionar nada— suele ocurrir que, ya de adulto, sigues creyendo lo que te contaron porque jamás fuiste educado para cuestionar nada, aun cuando debieras cuestionártelo porque la verdad es tan evidente que «no te queda otra». El miedo adquirido te impide mirar de frente la verdad o cuestionar nada.

A medida que pasan los años, esta venda va cubriendo nuestra cabeza con capas y capas, de tal manera que —ya de adultos— solo podremos despojarnos de ella si somos capaces de hacer un gran esfuerzo personal, pues al sistema no le interesa que iniciemos ese proceso. Mejor «quietos y calladitos».

La escuela que tenemos hoy, en su estructura principal, se sigue sustentando bajo este mismo sistema de creencias. En plena era del conocimiento, se está demostrando que seguir educando de esta manera es algo absurdo y carece de sentido alguno hoy en día.

Afortunadamente, poco a poco, pero con pasos muy firmes, desde hace un tiempo está emergiendo una nueva escuela basada en un sistema de experiencias, que lo cuestiona absolutamente todo y que no se cree nada de lo que no pueda comprobar el niño a través su propia experiencia personal. Es esta la única manera de hacer ciudadanos libres y conscientes, responsables de sus actos, tanto en su faceta individual como en un plano más social.

Las escuelas más espirituales que materiales parecen estar dando sus primeros pasos. Hoy, sobre todo en Occidente, vivimos una saturación de artículos y bienes de consumo que han descolocado al individuo del verdadero sentido y significado de su vida. Esto se puede extrapolar perfectamente al mundo educativo, donde comprar cultura, títulos universitarios, o paquetes salvadores con las últimas pedagogías de moda, se ha convertido en una moda sin sentido alguno.

A este panorama podemos sumarle el creciente sinsentido social, publicitario o político que hace que, poco a poco, cada vez más personas desconecten de este camino ficticio de la vida y comiencen nuevos caminos y proyectos. Un nuevo orden de valores encaminados siempre a una realización personal plena de la propia existencia.

Siglos y siglos de adoctrinamiento religioso o cultural han demostrado que las sociedades han fracasado en su intento de convertir a las personas en seres humanos. Es un déficit tremendo que necesita dejar atrás luchas partidistas e interesadas, alzar la bandera blanca de la paz, asumir nuestra ignorancia y empezar por cuestionarnos el sentido general de lo que hasta la fecha hemos considerado como educación.

HISTORIA DE UN CONDICIONAMIENTO. PARTE I. LA RELIGIÓN SECUESTRA NUESTRA ESENCIA

Antes de adentrarnos en las entrañas del sistema educativo que hoy tenemos y desgranarlo más detenidamente, resulta interesante hacer una aproximación histórica que permita ubicarnos y tener así una perspectiva amplia a la hora de poder hacer frente a los retos educativos del presente. Conocer la historia de la educación no solo nos servirá para entender el pasado, sino también para poder comprendernos hoy en día, así como el sentido de la realidad que hemos construido. Desde aquí, y siempre con una perspectiva crítica, podremos partir hacia la construcción de un futuro con mayor esperanza para todas y todos, más igualitario, tolerante y participativo.

En esta aproximación histórica, resulta curioso observar cómo en pleno siglo XXI las necesidades educativas reales de nuestra sociedad se parecen más a las de las culturas que nos precedieron miles de años atrás. En este sentido, podemos observar que pueblos antiguos como el indio o el chino comparten características de una educación más humana como un proceso de carácter liberador. Para ellos, la educación consiste no tanto en la transmisión de conocimientos, sino en guiar, orientar y facilitar el progreso espiritual estimulando el progreso de sus energías interiores. Además, ambas culturas entienden que la educación implica autenticidad y arranca del conocimiento y de la aceptación sincera de uno mismo. La educación es esencialmente autodesarrollo y se halla subordinada a la naturaleza.

Este mismo punto de vista de una educación humanizada fue compartido siglos después en la educación de la antigua Grecia, que se fundamentaba en el modo de ser del alumno, en su naturaleza. En este caso, la educación potenciaba la tendencia innata del hombre al perfeccionamiento, engrandecía su alma y lo perfeccionaba. Individuo y sociedad iban de la mano. Por ello, además de darle gran importancia a enseñar al alumno cómo era la realidad, entendían que cierto grado de prosperidad material que se obtiene mediante la producción es la base de una cultura floreciente. El saber y la virtud moral se alcanzaban antes que el saber teórico, y sin poseerlos era imposible llegar a ser sabios.

De esta manera, podemos ver cómo estas tres culturas ven en la educación una herramienta imprescindible para el individuo, que lo guía a potencializar todo lo que lleva dentro, respetándole como ser humano que es y acompañándole en aquellos aspectos necesarios para su desarrollo.

Lamentablemente, la historia de la educación se inclina más bien del lado del adoctrinamiento, el condicionamiento o la inoculación de ideas, sin tener en cuenta ni los intereses ni las necesidades del ser humano; incluso en algunas culturas con el castigo como uno de sus componentes principales. El aspecto religioso aparece como la característica principal que guía la educación de los ciudadanos durante más de dos mil años. En esta línea, encontramos dos culturas principalmente, en el antiguo Egipto y en la educación del antiguo pueblo hebreo, ambas entendidas también desde un componente altamente religioso. En la egipcia, existe un gran énfasis en la inmortalidad, que se materializa de modo muy expresivo con el culto a los muertos y en los monumentos funerarios. En la judía, el antiguo pueblo hebreo entiende que Dios (Yahveh) es el principal responsable y garante de la educación hebrea. Dios mismo es quien enseña al pueblo. Y va más allá, pues consideran que la educación es esencialmente normativa, con fundamentos en la corrección a través del castigo. A quien se desvía del camino marcado en la Ley o instrucción de Dios se le castiga y, en la medida que asume y padece el dolor y el sufrimiento, aprende a conocer y cumplir los designios divinos.

A partir de aquí, las diferentes culturas que nos han precedido han bebido de las fuentes de sus antecesores para organizar y entender su concepto de educación. Así, en la educación en la antigua Roma podemos ver el influjo del sistema educativo griego. Para los romanos, la educación representaba la crianza física y moral del niño, que lo preparaba para incorporarse al mundo de los adultos. El objetivo esencial de la educación romana era que el alumno se convirtiera en un vir bonus (hombre bueno), algo así como un hombre íntegro y de provecho, para sí mismo, para su familia y para la República.

Pero si hay una cultura que modifica a su gusto y semejanza todos los procesos educativos que le anteceden, esa es la educación paleocristiana que organiza —y a veces hasta transforma a su interés— los elementos procedentes de la cultura pagana (clásica y grecorromana), eso sí, siempre a la luz de la concepción cristocéntrica que llevaba el cristianismo en sus propias entrañas. El núcleo esencial de la educación cristiana es de naturaleza religiosa. Más que un proceso de transformación de la personalidad humana es un proceso de transformación en Cristo.

De aquí en adelante, las diferentes culturas irán reproduciendo los modelos de educación implantados con anterioridad. Así ocurre con la educación en la Edad Media, que asume los objetivos y principios pedagógicos básicos establecidos por la educación de las diferentes culturas que le preceden: paleocristiana, hebrea, griega y romana. La educación tiene un carácter esencialmente religioso, sin cambios en el modo de entender la educación.

En esta misma línea, la educación musulmana cumple también con varios de los parámetros anteriormente mencionados, sobre todo con el carácter religioso. Esta educación tiene por objeto formar al buen musulmán, sumiso a las leyes coránicas. El Corán se constituye como cimiento y fundamento de la enseñanza básica y de todos los conocimientos posteriores. Las primeras edades resultan de especial importancia para la adquisición de esta educación a través del condicionamiento del adulto. La fe se adquiere en la infancia a través de la servil imitación ciega del modelo revestido de autoridad, a través del ejemplo de los padres y maestros, la simple repetición automática y por tradición. El pensamiento y la conducta del niño vendrán determinados por los principios morales e ideológicos del adulto.

Con el paso de los siglos, las diferentes culturas que hicieron frente a las cuestiones que su sistema educativo les planteaba tuvieron que lidiar siempre con la religión como eje principal. Los sistemas educativos basaron sus principios atendiendo las necesidades de la religión por encima de las necesidades e intereses del ser humano. De esta manera, los individuos fuimos educados desatendiendo nuestras potencialidades innatas en beneficio de lo que otros consideraban que teníamos que saber. La religión se hizo fuerte en este sentido, hasta el punto de que hoy seguimos sufriendo sus consecuencias.

HISTORIA DE UN CONDICIONAMIENTO. PARTE II. LA FIGURA PATERNAL QUE SE OTORGA EL ESTADO

A partir del siglo XV