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Veröffentlichungsjahr: 1919
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La venganza de don Mendo
Pedro Muñoz Seca
Índice
Cubierta
Portada
Preliminares
La venganza de don Mendo
REPARTO
JORNADA PRIMERA
JORNADA SEGUNDA
JORNADA TERCERA
JORNADA CUARTA
Acerca de esta edición
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A su querido amigo y protector el Excmo. Sr. Don José Sánchez Guerra,
El Autor.
Sala de armas del castillo de don Nuño Manso de Jarama, Conde de Olmo. En el lateral derecho, primer término, una puerta. En segundo término y en ochava, una enorme chimenea. En el foro, puertas y ventanales que comunican con una terraza. En el lateral izquierdo, primer término, el arranque de una galería abovedada. En último término, otra puerta. Tapices, muebles riquísimos, armaduras, etc. Es de noche. Hermosos candelabros dan luz a la estancia. En la chimenea, viva lumbre. La acción en las cercanías de León, allá en el siglo XII, durante el reinado de Alfonso VII.
(Al levantarse el telón, están en escena el CONDE NUÑO, MAGDALENA, su hija; DOÑA RAMÍREZ, su dueña; DOÑA NINÓN, BERTOLDINO, un joven juglar, LORENZANA, ALDANA, OLIVA, varios escuderos y todas las mujeres que componen la servidumbre del castillo, dos FRAILES y dos PAJES. EL CONDE, en un gran sillón, cerca de la lumbre, presidiendo el cotarro, y los demás formando artístico grupo y escuchando a BERTOLDINO, que en el centro de la escena está recitando una trova.)
NUÑO(A Bertoldino muy campanudamente.)
Ese canto, juglar, es un encanto.
Hame gustado desde su principio,
y es prodigioso que entre tanto canto
no exista ningún ripio.
MAG. Verdad.
NUÑO(A Bertoldino.)
Seguid.
BERT. (Inclinándose respetuoso.)
Mandad.
NUÑO(Enérgico a varios que cuchichean.)
¡Callad!
BERT. Oid.
(Se hace un gran silencio y recita enfáticamente.)
Los cuatro hermanos Quiñones
a la lucha se aprestaron,
y al correr de sus bridones,
como cuatro exhalaciones
hasta el castillo llegaron.
¡Ah del castillo! —dijeron—.
¡Bajad presto ese rastrillo!
Callaron y nada oyeron,
sordos sin duda se hicieron
los infantes del castillo.
¡Tended el puente!... ¡Tendello!
Pues de no hacello, ¡pardiez!
antes del primer destello
domaremos la altivez
de esa torre, habéis de vello...
Entonces los infanzones
contestaron: ¡Pobres locos!...
Para asaltar torreones,
cuatro Quiñones son pocos.
¡Hacen falta más Quiñones!
Cesad en vuestra aventura,
porque aventura es aquesta
que dura, porque perdura
el bodoque en mi ballesta...
Y a una señal, dispararon
los certeros ballesteros,
y de tal guisa atinaron,
que por el suelo rodaron
corceles y caballeros. (Murmullos de aprobación.)
Y según los cronicones
aquí termina la historia
de doña Aldonza Briones,
cuñada de los Quiñones
y prima de los Hontoria.
(Nuevos murmullos.)
NUÑO Esas estrofas magnánimas
son dignas del estro vuestro (Suena una campana.)
BERT. Gracias, gran señor.
NUÑO(Levantándose solemne.)
¡Las ánimas!
(Todos se ponen en pie.)
Padre nuestro... (Se arrodilla y reza.)
TODOS(Imitándole.) Padre nuestro...
(Pausa. La campana, dentro, continúa un breve instante sonando lastimosamente.)
NUÑO Y ahora, deudos, retiraos,
que es tarde y no es ocasión
de veladas ni saraos.
Recibid mi bendición. (Los bendice.)
Magdalena y vos, quedaos.
(Magdalena y doña Ramírez se inclinan y se colocan tras él, en tanto desfila ante el Conde toda la servidumbre.)
Adiós, mi fiel Lorenzana
y Guillena de Aragón...
Buenas noches, Pedro Aldana.
Descansad... Hasta mañana,
Luis de Oliva... Adiós, Ninón...
(Quedan en escena el Conde, Magdalena y doña Ramírez. Bueno, el Conde, que ya es anciano, es un tío capaz de quitar, no digo el hipo, sino la hipoclorhidria; Magdalena es una muchacha como de veinte años, de trenzas rubias, y doña Ramírez una mujer como de cincuenta, algo bigotuda y tal.)
Ahora que estamos solos, oidme atentas.
Necesito que hablemos un instante
de algo para los dos muy importante.
(Magdalena toma asiento y el Conde la imita, diciéndola sin reproche.)
Me sentaré, puesto que tú te sientas.
MAG. Dime, padre y señor.
NUÑO Digo, hija mía,
y al decirlo Dios sabe que lo siento,
que he concertado al fin tu casamiento,
cosa que no es ninguna tontería.
(Magdalena se estremece, casi pierde el sentido.)
¿Te inmutas?
MAG. (Reponiéndose y procurando sonreír.)
¡No, por Dios!
NUÑO(Trágicamente escamado.) Pues parecióme.
MAG. No extrañes que el rubor mi rostro queme;
de improviso cogióme
la noticia feliz... e impresionéme.
NUÑO Has cumplido, si yo mal no recuerdo,
veinte abriles.
MAG. Exacto.
NUÑO No eres lerda.
Pues toda la familia está de acuerdo
en que eres mi trasunto, y si soy cuerdo,
siendo tú mi trasunto, serás cuerda.
Eres bella... ¿Qué dije? Eres divina,
como lo fue tu madre doña Evina.
MAG. Gracias, padre y señor.
NUÑO Modestia aparte.
Sabes latín, un poco de cocina,
e igual puedes dorar una lubina
que discutir de ciencias y aún de arte.
Tu dote es colosal, cual mi fortuna,
y es tan alta tu cuna,
es nuestra estirpe de tan alta rama,
