La vida secreta de las arañas - José Carlos Otero - E-Book

La vida secreta de las arañas E-Book

José Carlos Otero

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En este libro el autor nos invita a conocer las arañas, a profundizar en sus modos de vida, a averiguar sus hábitos cazadores y el porqué de sus venenos, a entender cómo la diversificación evolutiva las ha llevado a crear múltiples tipos de trampas de seda para capturar presas, a descubrir sus complejos cortejos de reproducción, los cuidados de su prole y su importancia en los ecosistemas como control de poblaciones de insectos. Un libro que cambiará nuestra visión y percepción sobre un grupo de insectos poco apreciado por el ser humano, pero extraordinarios y necesarios para la vida del planeta.

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La vida secreta de las arañas

José Carlos Otero

Primera edición en esta colección: abril de 2023

© José Carlos Otero, 2023

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2023

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 978-84-19655-19-6

Diseño, realización de cubierta y fotocomposición: Grafime Digital S. L.

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

Índice

PrólogoParte I1. No, las arañas no son las malas de la película2. Una historia de más de cuatrocientos cincuenta millones de años3. Los hilados más antiguosParte II4. Las habilidades de las arañas: ¿instinto o supervivencia?5. Las arquitectas de ocho patas6. Quién es más carnívoro: ¿el hombre o la araña?7. Madre, ¿te puedo comer?8. Las arañas también saben cómo seducir a sus parejas9. Las estrategias de cópula10. Canibalismo o el dolor después del amor11. Cuidado de la prole12. La vida social de las arañas13. El enemigo de mi enemigo es mi amigo…14. Los vuelos low cost de las arañas15. Tiene ocho patas, habita en el agua y no es un pulpo16. Argiope, un tigre en el camino17. Un beso que corta la respiración18. Las arañas farsantes19. Arañas zombis20. Iconos de la moda: las arañas saltarinas21. «¡Temedme, humanos!»Parte III22. Arañas indicadoras de cambio climáticoEpílogoAgradecimientosImágenesNotas

A mi familia

Prólogo

Las arañas son animales que nos provocan sensaciones contradictorias: nos fascinan por sus hábitos de vida y a la vez nos provocan un temor ancestral cuando nos topamos con ellas en nuestro día a día. Son seres necesarios, imprescindibles, para que la rueda de la vida continúe manteniendo el frágil equilibrio de los ecosistemas. Las arañas lograron colonizar el mundo cuando todavía los dinosaurios no eran siquiera un proyecto de vida, y a través de millones de años de evolución han logrado su adaptación a cualquier rincón de nuestro planeta. Forman parte de nuestro imaginario desde que tenemos uso de razón y su presencia permanece y se potencia a través de la filmografía y el arte. Ahora, entrado el siglo XXI, en plena era tecnológica, cuando queremos impulsar nuevos desarrollos industriales tratando de innovar en procesos y materiales, descubrimos que las arañas han desarrollado desde hace millones de años, a través de sus telas, sistemas y soluciones que los humanos buscábamos para producir nuevos productos aplicables desde el mundo de la salud hasta la generación de materiales más resistentes, flexibles y antideformables.

El mundo de las arañas es una biodiversidad que se organiza y comunica través de señales visuales y vibraciones casi telegráficas a través de hilos de seda, un mundo donde nada se deja al azar y cada especie ha desarrollado su propio idioma, su manera de reconocerse, patrones únicos e irrepetibles. Son animales que a pesar de no tener alas son capaces de colonizar el aire, abandonar el suelo formando hilos que anclados al sustrato permiten dejarse llevar por las corrientes, flotando y alcanzando de este modo lugares remotos. En definitiva, un grupo de animales extraordinario que, cuando te acercas a él y profundizas en su conocimiento, te sorprende, te fascina y te engancha.

De todo ello nos habla este nuevo libro de Carlos Otero, excelente entomólogo, incansable observador de la naturaleza, que ha reunido una extraordinaria información sobre las arañas donde sus aportaciones y reflexiones personales cobran un significado y valor especial. Es toda una vida dedicada a observar, estudiar y analizar la naturaleza y reflexionar sobre los seres vivos, y donde Carlos reservó un espacio especial para profundizar en el conocimiento de este fascinante grupo de artrópodos. Este libro nos acerca a ese mundo de seres vivos desconocido para gran parte de una sociedad que los rehúye e incluso los aborrece. Carlos Otero, con un lenguaje coloquial y a la vez riguroso, desgrana las diferentes facetas de la biología de las arañas, terminando su recorrido con aspectos relacionados con el ser humano, nuestras fobias, su presencia en la mitología o nuestro interés en extraer enseñanzas y conocimientos aplicables a mejorar técnicas y productos beneficiosos para nuestras vidas.

Estamos ante un libro para aprender a conocer las arañas, a profundizar en sus modos de vida, a saber sobre sus hábitos cazadores y el porqué de sus venenos, entender cómo la diversificación evolutiva los ha llevado a crear múltiples tipos de trampas de seda para capturar presas, descubrir sus complejos cortejos de reproducción o los cuidados de la prole. Un libro que nos hará cambiar nuestra visión y percepción sobre un grupo de animales poco apreciado por el ser humano, pero extraordinario y necesario para la vida del planeta.

Alicante, 9 de noviembre de 2021

EDUARDO GALANTE PATIÑO, catedrático de la Universidad de Alicante, presidente de la Asociación Española de Entomología

Parte I

1.No, las arañas no son las malas de la película

Ha sido el principio de una vida indescriptible. Desde entonces, cada uno de los instantes de que dispongo ha sido recorrido por los pasos de la araña…

ARREOLA, J. J., Confabulario

¿Cuántas veces oímos o pronunciamos esta exclamación? «¡Una araña!».

No hay duda de que, dentro del imaginario de animales peligrosos, las arañas ocupan un lugar destacado. Será por su forma extraña y aspecto sigiloso, enigmático y supuestamente amenazador. Sin embargo, también es cierto que para muchos de nosotros las arañas forman parte entrañable de nuestras primeras experiencias de descubrimiento de la naturaleza, la observación fascinante de la distinta arquitectura de sus redes, más o menos aparentes según el momento del día, con frecuencia empapadas de rocío en las primeras horas; el ensayo de alertar al cazador e interrumpir su espera por el roce de una presa arrojada a destiempo en su trampa elástica. Seguramente, el incordiar a las pacientes arañas ha sido uno de los juegos de las criaturas humanas, en los primeros encuentros exploratorios que casi todas las personas realizamos con la naturaleza.

Es posible que la primera parte del fragmento de la conversación que tuve, hace mucho tiempo, con mi abuelo en la bodega de su casa la hayáis oído o manifestado muchas veces:

—Abuelo, ¿qué te parece si barro todas estas telarañas que hay en la bodega?

—¡No lo hagas! ¡Déjalas…! ¡Además… no hay tantas…!

—¿Por qué? ¡Está llena la bodega…!

—¿Te das cuenta de que aquí dentro apenas hay moscas y mosquitos? Estamos ya en primavera… Por esa ventana entran muchas moscas… mosquitos… y otros bichos. Esas arañas harán que tengamos muchos menos «visitantes».

Sé que me costará convencerte, déjame intentarlo: si encuentras una araña en casa, no la mates. Acompáñame en la lectura de los capítulos siguientes y descubrirás algunos de los secretos de estos fascinantes seres y quizás, entonces, empieces a considerarlas de otra manera.

Seguro que piensas que tu casa es un lugar seguro y aislado del mundo exterior. Pero, de repente, puede aparecer una araña. Algunas se quedan encerradas sin pretenderlo, otras son visitantes temporales. Estos «bichos» suelen pasar inadvertidos y la mayoría de los que encontramos no son ni agresivos ni peligrosos. Puede que hasta te estén haciendo el favor de comerse insectos o incluso otras arañas.

Un buen día miras hacia el techo y ahí está, en la esquina. Una delicada red de telarañas colgando. ¿Cómo es posible que no la hayas visto antes? ¿Tan rápido tejen la tela algunas arañas? Y lo más importante… ¿dónde está la araña ahora mismo?

No importa dónde se encuentre en este momento, probablemente puedas ver algo de seda de araña. Las arañas están en todas partes y, a menudo, dejan evidencia de su presencia en forma de hebra, telaraña o maraña de seda.

Se han identificado casi cincuenta mil especies de arañas, lo que las convierte en el tercer tipo de animal más abundante después de los insectos, en primer lugar, y los ácaros, en segundo. Los aracnólogos estiman que puede haber entre cuarenta y cien mil especies de arañas más por descubrir. Y todas las arañas hacen seda. La pegan y la colocan en todos los lugares imaginables, desde cuevas hasta copas de árboles e, incluso, bajo el agua.

El inglés tiene dos palabras para telaraña: spiderweb y cobweb. La segunda no tiene traducción específica al español porque sencillamente no la usamos, pero ofrece una diferencia interesante cuyo significado se pierde en nuestro idioma. Una cobweb es una tela de araña desigual e irregular, generalmente abandonada, y que acaba colgando en algún rincón de la casa, el trastero o el garaje. La buena noticia es que si no vemos la araña es porque hace mucho que ya no está allí. La mala (o no tan mala) es que seguramente la araña está en otro lugar y su tela lleva ahí mucho más tiempo del que creemos.

La mayor parte de las arañas domésticas que podemos encontrar en nuestras casas pertenecen a la enorme familia de los teridiidos (Teridiidae), un grupo que comprende más de dos mil doscientas especies repartidas en más de ochenta géneros por todo el mundo. La mayor parte de los teridiidos son diminutos e inofensivos para el ser humano, aunque hay algunas excepciones notables como la viuda negra. Lo importante para el caso que nos ocupa es que los teridiidos no tejen telas con complejos diseños en forma de red como las arañas de jardín. En su lugar tan solo disponen unos pocos filamentos desordenados en rincones, a menudo son solo hilos colgantes. Estos hilos son tremendamente pegajosos y atrapan los insectos como el papel adhesivo que usamos los humanos para atrapar moscas.

El caso es que las arañas no usan estas telas como hogar. Tan solo son un puesto de caza temporal. Si la zona no tiene suficientes insectos, la araña simplemente abandona su rudimentaria tela y se va a otro lugar a probar suerte. La razón por la que no vemos estas telas cuando la araña está en ellas es porque los hilos son tan finos que resultan casi invisibles al ojo humano. Con el tiempo, los hilos abandonados acumulan polvo y adquieren una tonalidad blanquecina. Es entonces cuando reparamos en ellos. Esa es la razón por la que, probablemente, nunca vayamos a encontrar una araña cerca de una telaraña sucia. Si dejamos pasar mucho tiempo es probable que otras arañas pasen por allí y tejan más telas. Las populares decoraciones de Halloween no se inspiran en estas telas por casualidad.

Cuando llega el otoño, las arañas entran en los edificios para refugiarse de las temperaturas cada vez más bajas. Esa es la razón por la que, para cuando llega el día de los muertos, muchos hogares tienen ya la decoración sin haberla solicitado. Si acaso, tan solo nos queda eliminarla con una escoba y relajarnos. Sin embargo, os recuerdo que tener arañas en casa es como tener un insecticida natural que acaba con plagas mucho más molestas, como polillas, moscas, mosquitos o moscas de la fruta.

Las arañas son más conocidas por usar seda para construir telarañas orbiculares, las telas en forma de rueda que parecen haber sido diseñadas por humanos. Estas telas, y la capacidad de la araña para producirlas utilizando material generado en su propio cuerpo, han fascinado a los humanos durante milenios. Han inspirado a tejedores, ingenieros civiles y creadores de metáforas, desde poetas hasta diseñadores de redes informáticas. Geométricas, delicadas hasta el punto de la transparencia, pero superfuertes y superpegajosas, estas redes pueden detener y retener a los insectos que se precipitan a una velocidad tremenda por el aire. Las arañas construyen esas redes orbiculares juntando un mínimo de cuatro tipos de seda, cada uno con una forma y función diferente. Una seda proporciona fuerza; otra, flexibilidad; y otra funciona más como un andamio para ayudar a la araña durante la construcción.

¿Cómo es posible que algo tan complejo, funcional y hermoso como una red orbicular sea el resultado de cambios aleatorios en los genes en lugar de un diseño? Todas las adaptaciones al entorno de un animal, incluidas las telarañas, son producto de la selección natural, que permite que ciertos cambios aleatorios en los genes se transmitan a generaciones posteriores. La selección natural es el principal mecanismo detrás de la evolución, el proceso de cambio de una especie a lo largo del tiempo. Esta variación es el resultado de la acumulación de cambios genéticos. La telaraña ha evolucionado gradualmente, durante millones de años. Las arañas también han evolucionado con el tiempo. Las arañas y las telas de araña son, pues, como todos los animales y todas las adaptaciones.

Pero a diferencia de la mayoría de los demás animales y adaptaciones, las arañas y sus sedas nos permiten comprender con relativa facilidad cómo pequeños cambios en los genes pueden conducir a la evolución a nivel de especie. Las personas que no son biólogas pueden tener problemas para comprender cómo cambios genéticos diminutos pueden conducir a alteraciones anatómicas, fisiológicas o de comportamiento que ayudan a un animal a sobrevivir. La evolución de las arañas puede ayudar a dilucidar el funcionamiento de la selección natural y por qué la frase de Charles Darwin, «Descendencia con modificación», describe tan bien la evolución tanto a nivel genético como de especie. El caso de las arañas también puede ayudar a disipar algunos conceptos erróneos sobre la evolución, como la noción de que siempre conduce a un organismo mejor o apunta a una perfecta adaptación al medio ambiente. De hecho, la red orbicular no es una adaptación perfecta.

Las arañas son inusuales porque su supervivencia depende de su seda…

El auténtico valor de una especie menospreciada

La araña es el gran depredador de un mundo al que concedemos poca importancia. Nos hemos interesado más por el aspecto y la peligrosidad de algunas especies que por la importancia de las arañas en los ecosistemas como control de poblaciones de insectos.

Conocemos casi cincuenta mil especies y, pese a nuestra convicción de que su tamaño y relativa discreción implica que apenas causan un impacto digno de mención en el ambiente, un estudio reciente estipula una realidad muy distinta, que nos recuerda que nuestra percepción de las cosas no se corresponde con lo que ocurre en realidad.

Se calcula que, combinadas, las arañas ingieren tanta carne como el consumo realizado por toda la población mundial (la biomasa de todas las personas vivas se queda en 287 millones de toneladas —una cifra al alza, en número y per cápita—). El cálculo de Nyffeler y Birkhofer,1 publicado en Science ofNature, estipula el consumo anual de carne de todas las arañas en una horquilla comprendida entre los cuatrocientos y los ochocientos millones de toneladas. Pese al incremento tanto de la población humana mundial como del consumo de carne, sobre todo en los países emergentes, la humanidad ingiere cuatrocientos millones de toneladas al año.

Pero, como ocurre a menudo, el hombre interfiere en el funcionamiento de la naturaleza para mal. Según los investigadores del Área de Biodiversidad y Conservación de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) Prieto-Benítez y Méndez,2 la abundancia y el número de especies de arañas están disminuyendo en su población a causa de algunos usos humanos del terreno. Hasta ahora, menos del veinte por ciento de los estudios indicaban efectos negativos del impacto humano en los arácnidos. El estudio, que se ha publicado en Biological Conservation, demuestra ahora efectos dañinos «evidentes» en la riqueza de arañas por los usos del suelo en los sistemas agrícolas y pastizales, aunque indican que el efecto en los bosques no fue tan claro.

Los dos investigadores han estudiado si las arañas son más tolerantes a los impactos del ser humano, y para ello, realizaron un minucioso análisis de 173 referencias científicas publicadas desde 1980 y concluyeron que las arañas sufren las consecuencias de la transformación del paisaje tanto como cualquier otro animal.

En los ecosistemas agrícolas y pastizales de todo el mundo, los incendios, el pastoreo y los cultivos convencionales tienen un efecto perjudicial en la fauna de arácnidos porque provocan cambios extremos en la estructura de la vegetación. La riqueza de las arañas se ve afectada en los bosques por la fragmentación del hábitat. Los insecticidas también afectan de forma negativa a la diversidad de arañas de los ecosistemas agrícolas y pastizales. Los investigadores confirman en el estudio que la agricultura ecológica beneficia más a la abundancia de los arácnidos que la agricultura convencional, pero sus efectos dependen de la complejidad del paisaje.

La investigación propone algunas soluciones para la conservación de las arañas. La reducción de las alteraciones mecánicas como segar, arar y pastar aumentaría la diversidad de arañas en los ecosistemas agrícolas y los pastizales. Además, el uso de insecticidas debería estar más controlado, tal y como ocurre en la agricultura ecológica, y la fragmentación del hábitat debería evitarse.

En muchas partes del mundo, las poblaciones de arañas están amenazadas debido a que sus hábitats están siendo destruidos por la tala y la degradación de matorrales. La conservación del hábitat de la araña no solo salva a las arañas, sino también a todo el ecosistema del que forman parte. La conservación de los hábitats es un elemento esencial del mantenimiento de los ecosistemas sostenibles. Los matorrales son hábitats importantes para las arañas en las zonas rurales, el pastoreo de ovejas y ganado daña la vegetación, pisotea y compacta el suelo. Esto puede diezmar a las poblaciones locales de arañas terrestres. No solo el pisoteo diario destruye sus hábitats, también pueden hacer que el suelo esté tan duro que las arañas de madriguera no puedan recolonizar la zona.

Otro de los beneficios que pueden producir las arañas es la regeneración de los bosques. Las arañas, pese a su mala reputación, se han revelado como una de las piezas esenciales para la regeneración de la vida tras un incendio forestal, ya que son unas de las primeras colonizadoras de estos espacios arrasados y con su presencia permiten la llegada de nuevas especies de animales y plantas. Los arácnidos «se dispersan muy bien» porque, aunque no vuelan, hacen «parapente». Para ello, «suben a un lugar alto, donde hay corrientes de aire, emiten un pequeño hilo de seda que hace las veces de vela y planean con ella, desde unos metros, que es lo más habitual, hasta cientos de kilómetros». De esta manera, llegan a los bosques arrasados a la vez que algunos insectos muy poco exigentes que les sirven de comida. Esta circunstancia les permite prosperar y ser, a su vez, alimento de otros animales como aves, reptiles, anfibios y pequeños mamíferos, que dispersan semillas y polen, facilitando la entrada de nuevas especies en el ecosistema y su recuperación. Las arañas no regeneran el bosque, pero contribuyen a que empiece la vida de nuevo porque son muy resistentes y capaces de sobrevivir en estos ambientes tan difíciles. De hecho, lo primero que encontraron los exploradores después de la devastadora explosión del volcán Krakatoa, en 1883, fue una araña.

Así que, si te cruzas en tu camino con una araña, no la mates. Le queda mucho trabajo por hacer.

La araña y su instrumento sensorial extendido

La tormentosa relación —freudiana avant la lettre— entre humanos y arañas no empieza en un cortometraje perdido en el tiempo del joven Luis Buñuel, sino a inicios del Neolítico, cuando humanos y arañas se aliaron sin saberlo. Para los primeros agricultores, la domesticación de plantas requería el control de insectos y las arañas hallaron en los primeros plantíos un lugar excepcional para multiplicar sus presas.

Esta relación simbiótica jamás reconocida hermana a arañas y lombrices de tierra, tan protagonistas del éxito agrario humano como el azar, la técnica y nuestra capacidad para transmitir ambos fenómenos. Un celo desdeñoso que contrasta con nuestra abierta fascinación por algunas especies de insectos tal como os he contado en La vida secreta de los insectos3 y Los lugares secretos de los insectos.4 Al fin y al cabo, los mosquitos molestan y transmiten enfermedades; las abejas producen miel; y los gusanos de seda producen el tejido más fino y preciado de la antigüedad que los chinos mantuvieron a buen recaudo.

Si estás preocupado por soñar con telarañas, no te preocupes: ¡las arañas son nuestras amigas! Hay un antiguo proverbio: «El enemigo de mi enemigo es mi amigo», comen muchos insectos que molestan o incluso dañan a los seres humanos, incluidos los mosquitos que pueden transmitir enfermedades mortales como el virus del Zika, el virus del Nilo Occidental, la malaria, el dengue y la fiebre amarilla. De hecho, dos especies de arañas saltadoras, Evarcha culicivora y Paracyrba wanlessi, se conocen como «exterminadoras de mosquitos», prefiriendo comer mosquitos sobre otras presas. Las arañas que atacan a los mosquitos disminuyen directamente el número de estas plagas y pueden ayudar a reducir la propagación de enfermedades transmitidas por estos insectos.

Las arañas también benefician indirectamente a los seres humanos al consumir plagas agrícolas —incluyendo áfidos, saltamontes, escarabajos y orugas— que se alimentan de los frutos, hojas, tallos y semillas de los cultivos que cosechamos para la alimentación. La reducción de las plagas gracias a las arañas ha llevado a un menor daño a los cultivos, lo que puede ayudar a aumentar los rendimientos de forma ecológica.

Los agricultores gastan miles de millones anualmente en pesticidas diseñados para destruir malezas y plagas de insectos. Desafortunadamente, también se ha demostrado que el uso de pesticidas afecta a la abundancia de arañas en los campos. Los plaguicidas que reducen el número de arañas podrían, por lo tanto, resultar en un resurgimiento involuntario de plagas.

Si un insecto herbívoro puede comer dos mazorcas de maíz por temporada de crecimiento y una araña puede comer cinco insectos comedores de maíz, ¿cuántas mazorcas de maíz destinadas a los seres humanos podría salvar una araña en una temporada de crecimiento?

Imitar la naturaleza para lograr más rendimiento con menos recursos

Con la modernidad, la principal labor de las arañas con respecto a la actividad (y perspectiva) humana, el control de plagas en el entorno agrario, dio paso a un interés que podría resultar decisivo en el futuro y que ya ha aventurado sus líneas maestras en ciencia ficción, incluida la historieta Spiderman.

Nos interesa la imitación de la técnica que permite a las arañas producir algo tan flexible y resistente como la tela de araña. Sin las arañas, el futuro de la biomimética, la tecnología que se inspira en la naturaleza, tendría unas perspectivas notablemente inferiores.

No todas las arañas tejen telas, pero todas ellas sí producen la fibra proteica que llamamos seda de araña, que los individuos de la especie emplean a modo de sustento en desplazamiento proporcionalmente tan sorprendentes como los de Spiderman.

Los tejidos del futuro podrían estar confeccionados con un tejido elaborado a imagen y semejanza de la seda de araña.

Observar una pequeña araña descolgarse de un lugar, o balancearse desde un destino a otro lejano, implica asistir a un espectáculo que deberíamos saber apreciar en toda su dimensión, sobre todo, al conocer los detalles de este desplazamiento «en parapente», consistente en lanzar una hebra de la tela de araña producida en tiempo real que se asirá sobre la superficie deseada y permitirá el balanceo, el descenso o el ascenso.

Más allá del Kevlar y la fibra de carbono

Si el anclaje de una maroma de seda de araña no fuera suficientemente sorprendente, la elasticidad, la flexibilidad (la «supercontracción» de una hebra lanzada a toda velocidad es lo más parecido a un superpoder que podemos observar en un animal) y la resistencia de una telaraña invitan a nuestra especie a estudiar con detenimiento su producción y estructura molecular. Si queremos mantener —o incrementar— nuestro nivel de vida y, a la vez, controlar el nivel de malgasto de recursos de nuestra civilización, necesitamos aprender a producir materiales de este tipo.

Fritz Vollrath5 cree que el estudio de las propiedades de la seda de araña acabará por dar sus frutos y los beneficios se extenderán al mundo de los materiales técnicos de altas prestaciones (prótesis, vehículos y herramientas que asistirán en la tierra y el espacio e, incluso, técnicas de cirugía para reparar nervios o incluso el corazón).

La fibra proteica producida por las arañas es, prácticamente, el material más resistente de nuestro planeta. Su resistencia es superior al acero, pero también al Kevlar (la famosa fibra de alta resistencia que se emplea en los chalecos antibalas) y, a diferencia de los materiales mencionados, la seda de araña se adapta a las condiciones ambientales para mantener sus propiedades más apreciadas, como la resistencia a la tirantez, incluso cuando hay cambios notorios en humedad y temperatura ambientales. Asimismo, la araña puede producir seda de distintas propiedades (más o menos resistente o flexible) en función del uso, pues distintas localizaciones requerirán propiedades adaptadas.

El secreto de la seda de araña

La composición material de la sustancia se adapta con facilidad, por tanto, a los requerimientos estructurales más exigentes, lo que hace soñar con nuevas técnicas constructivas o con materiales que emulen la estructura molecular del material.

Desde el grupo de trabajo dedicado al estudio de esta fibra en el departamento de Zoología de la Universidad de Oxford, Fritz Vollrath6 cree que desvelar los secretos de la estructura molecular y conseguir replicarlos cambiaría muchas cosas:

«[…] A escala molecular [la seda de araña] incluye algo, un pequeño péptido, un diminuto motivo, como la melodía en una canción. Es eso lo que ayuda a la seda a adquirir su estructura organizada. No sabemos por qué este motivo está en ella, pero lo que sí sabemos es que el mismo motivo aparece también en los filamentos que protegen la integridad de nuestras propias células. Tres aminoácidos que otorgan lo que podríamos llamar un sello melódico particular. Y cuando las células de nuestro organismo entran en contacto con este patrón en la seda de araña, perece que pueden reconocerlo. Lo entienden y reaccionarán aglutinándose y creciendo en torno a él».7

La clave para desvelar el misterio de la composición molecular de la seda de araña podría residir en otra de las propiedades que más interesan: la capacidad del tejido para no solo adaptar sus propiedades al ambiente, sino para protegerse de la acción bacteriana.

¿Detectores de contaminación ambiental?

La telaraña tiene un truco que desconocíamos hasta ahora. Estas laboriosas tejedoras impregnan los hilos con una sustancia conductora que convierte la telaraña en una trampa electrostática. Investigadores de la Universidad de Oxford acaban de publicar un estudio en el que analizan estas propiedades de las telarañas y proponen utilizar un sistema similar para atrapar contaminantes atmosféricos de forma barata.

El equipo de Fritz Vollrath8 ha estudiado con detalle las estructuras construidas por la araña de jardín europea (Araneus diadematus) y ha comprobado que la carga eléctrica de las telarañas le permite atrapar pequeñas partículas del ambiente, como polen, aerosoles y, por supuesto, insectos. Por un principio físico muy sencillo, afirman que es la propia telaraña la que se mueve hacia los objetos, independientemente de que la carga eléctrica sea positiva o negativa. Esto explica por qué recogen partículas con tanta eficiencia, insisten, y tantos insectos.

Vollrath propone utilizar las arañas de jardín como detectores de la contaminación ambiental, dada la capacidad de estas telarañas para recoger partículas del ambiente. «La atracción eléctrica arrastra estas partículas hasta las redes —asegura—, de modo que podríamos recolectarlas y utilizarlas para monitorizar los niveles de contaminación para detectar, por ejemplo, pesticidas que podrían estar dañando a las poblaciones de abejas».9

El investigador alemán Simon10 ha realizado, en este sentido, un estudio sobre los arácnidos que habitan en las copas de los árboles de los bosques frondosos, ya que al vivir a gran altura están más expuestas a la radiación solar para ver cómo les afecta el cambio climático y el aumento de la temperatura.

¿Sabías que, de no existir el control biológico ejercido por las arañas, las poblaciones de insectos crecerían tan rápidamente que estaríamos peligrando por la cantidad de plagas que se propagarían por el planeta?

2.Una historia de más de cuatrocientos cincuenta millones de años

Visto a la luz de la evolución, la biología es, quizás, la ciencia más satisfactoria e inspiradora. Sin esa luz, se convierte en un montón de hechos varios, algunos de ellos interesantes o curiosos, pero sin formar ninguna visión conjunta.

DOBZHANSKY, T., Nada en la Biología tiene sentido excepto la luz de la Evolución

Nuestro bello planeta azul y verde, rebosante de vida, la Tierra, no ha sido siempre igual en el pasado. Desde una bola de fuego, pasando por una bola de hielo, la Tierra ha recorrido un largo camino hasta que los ojos del primer ser humano se abrieron para contemplar (y comprender) sus maravillas. Las criaturas vivientes primitivas surgieron en los océanos y, con el tiempo, lograron una mayor complejidad y diversificación. Mucho después, la atmósfera adquirió las características necesarias para proteger a la vida de la radiación peligrosa y animales y plantas comenzaron a colonizar tierra firme.

Sin lugar a dudas el conocimiento del pasado de la Tierra, los tiempos geológicos pretéritos y los seres que en ellos vivieron están de actualidad. Y aunque parece remitir esa invasión jurásica de los dinosaurios que nos han saturado, no está de más echar un vistazo a la historia de la vida sobre el planeta para percatarnos, por ejemplo, de que el tan traído período Jurásico es un pequeño, y reciente, instante en el conjunto de sucesos que han ocurrido sobre la Tierra, o que antes de que aparecieran los dinosaurios otros seres no menos sorprendentes habitaron el planeta y marcaron las pautas de la evolución, la cual daría lugar a esos grandes reptiles y a los mamíferos que nos precedieron.11

¿Qué futuro le aguarda a la Tierra? Eso es otra historia sobre la que estamos escribiendo, creo que con renglones torcidos. Mientras tanto, permíteme que te cuente algunas cosas sobre uno de los seres que salieron del agua y ocuparon la tierra: las arañas.

Pero, si te parece, comencemos por el principio.

Hace aproximadamente cuatrocientos veinte a trescientos noventa millones de años las primeras formas de vida ganaron la tierra firme y los primeros musgos y helechos empezaron a colonizar la Tierra, y emitían mucho oxígeno. De esta manera se formó la primera capa de ozono y aparecieron los primeros animales terrestres. Entre ellos, los arácnidos fueron de los primeros que conquistaron las tierras. Además, había ciempiés y algunos insectos primitivos.

De aquel entonces, podemos imaginarnos un paisaje variado formado por lagunas resguardadas, muchas veces llenas de aguas estancadas e invadidas por amplios manglares, parcialmente bordeados de playas de arena o fango. Para los arácnidos, lo mismo que para otros invertebrados, el paso a la vida terrestre permitía la conquista de nuevas zonas más ricas en alimentos que el medio acuático. Era, sin duda, una oportunidad que se les ofrecía para huir de los enemigos y proteger su descendencia contra los depredadores marinos.

Se cree que las arañas evolucionaron de ancestros que son de naturaleza similar al diseño de los cangrejos. No hay duda de que las arañas han sido capaces de crear un mundo propio. El hecho de que la araña se encuentre entre las criaturas más diversificadas en el mundo es fascinante. Esto da lugar a que surjan muchas ideas e investigaciones acerca de lo que ha venido sucediendo con las arañas a través de los años. Gran parte de la información que circula es solo especulación. Sin embargo, puede ser divertido crear ideas y teorías propias sobre la evolución de las arañas, lo que pasó hace tanto tiempo para ver lo que vemos hoy. ¿Por qué son capaces de vivir en tantos lugares? A pesar de que son pequeñas, son capaces de crear una tela de seda muy fuerte. ¿Por qué no pueden replicar los científicos este diseño en un laboratorio? ¿Por qué algunas de ellas crean telas de diferente apariencia? ¿Podría ser este un proceso de evolución con el fin de ayudarles a capturar presas lo mejor posible en un entorno determinado?

Arañas en la era de los dinosaurios

Las arañas migalomorfas son famosas y temidas por el tamaño y la mordedura venenosa que tienen algunas de ellas. Pero el espécimen Friularachne rigoi, uno de los antepasados más antiguos que conocemos de las tarántulas, era un macho adulto de menos de medio centímetro de longitud. Sus restos fósiles se encontraron en los Prealpes Cárnicos, en la provincia italiana de Udine, en el nordeste de Italia, y datan de hace unos doscientos quince millones de años.

Solo se conocen otras tres arañas fósiles del Triásico, que va desde hace unos doscientos cincuenta millones de años a hace unos doscientos. Las otras tres se encontraron en Francia, Estados Unidos y Sudáfrica. La araña migalomorfa que describen los paleontólogos Vecchia y Selden12 en Acta Palaeontologica Polonica es la segunda más antigua que se conoce, solo la francesa Rosamygale grauvogeli es geológicamente más antigua. De hecho, la historia evolutiva de las arañas migalomorfas es bastante desconocida, ya que el hallazgo de restos fósiles de arácnidos es muy raro.

El estudio ha permitido ver que Friularachne tenía unas patas delgadas y los quelíceros grandes y robustos. Los pedipalpos (los otros apéndices característicos de las arañas) tenían las extremidades anchas, lo que nos indica que se trata de un macho adulto. El opistosoma (parte posterior del cuerpo) estaba cubierto y protegido por un amplio escudo. En conjunto, Friularachne tiene características que sugieren que podría pertenecer a la superfamilia Atypoidea, lo que permitiría establecer la hipótesis de que este grupo podría haber vivido unos cien millones de años atrás. Las arañas Calommata, género actual de Atypoidea que más se parece a Friularachne, son de tamaño pequeño y, de hecho, es común que los miembros más antiguos de un linaje tiendan a ser más pequeños que otros miembros modernos.

Friularachne vivió en las islas emergidas del mar tropical superficial que cubría la mayor parte de la región alpina hace unos doscientos quince millones de años. Esta araña fue contemporánea de los primeros dinosaurios europeos, de los que tenemos también conocimiento en la zona por huellas encontradas en el Parque Natural de las Dolomitas Friulanas. De hecho, las rocas triásicas de esta zona son famosas internacionalmente no solo por su belleza, sino también por la cantidad de restos fósiles de reptiles, peces y crustáceos que se han descubierto en los últimos treinta años.

En 1989, Shear y sus colaboradores,13 del Museo de Historia Natural de Nueva York, encontraron una hilera fosilizada de araña, pequeño apéndice abdominal que servía para excretar seda, en las rocas del Devónico medio. En 1961, Claridge y Lyon, del University College de Cardiff, descubrieron pulmones fosilizados de arácnidos en unas rocas del Devónico inferior, lo que prueba que la respiración aérea, gracias a unos órganos parecidos a los que tienen los arácnidos actuales, existía hace ya cuatrocientos millones de años.14

En el año 2018, se encontraron unos fósiles en Birmania que han proporcionado mucha información sobre el origen y la evolución de las arañas. Varios de estos arácnidos quedaron atrapados en ámbar, una resina fósil, que los ha conservado durante cien millones de años. Los bosques de Birmania aún no están bien estudiados, de hecho, Wang15 está dando a conocer los primeros descubrimientos. En los restos fósiles de ámbar ya se han encontrado preservados piel, escamas, pelo, alas y pequeños animales como garrapatas, y también un espécimen del grupo de los arácnidos. Lo curioso es que las arañas milenarias que se han encontrado tienen cola, a diferencia de sus parientes más modernos. Los descendientes de estas extrañas arañas que se han descubierto podrían seguir vivas en los bosques tropicales del sureste de Asia, según creen algunos investigadores. Probablemente por su hábitat remoto y su pequeño tamaño todavía no se han localizado.

No parecían gran cosa frente a los dinosaurios: un cuerpo de menos de medio centímetro de longitud. Convivió con ellos, aunque de ella no se ha hecho una película. Las arañas del Jurásico no han sido comunes. Una fue descrita en Rusia en 1984; otra, tres años después. Eso era todo. Fue todo, hasta que agricultores de Daohugou en China, en el interior de Mongolia, comenzaron a encontrarlas. Por eso comenzó a hablarse de ellas. Los investigadores la han «bautizado» como Jurassica nephila. Aunque su cuerpo no era excesivamente grande, sus patas podían alcanzar hasta los quince centímetros de longitud, lo que convierte a este ejemplar «en el fósil arácnido más grande conocido», señala Selden.16 La araña, posiblemente, fue sepultada por ceniza volcánica en el fondo de lo que había sido un lago. Tal vez, la ceniza lanzada por una erupción volcánica la arrastró de su tela y la ahogó. Independientemente de las circunstancias del fin de la araña, la preservación de los detalles en este fósil «es exquisita», según los científicos.17 «No solo se pueden ver los pelos en las patas sino que, además, constituyen un grupo muy diferente de tricobotrias (pelos sensoriales), de un tamaño muy distinto al típico del género Nephila», explicó Selden.18

Los registros fósiles de este género de arañas son muy escasos porque sus cuerpos se destruyen con mucha facilidad.

En el Cretácico, los Tyrannosaurus rex todavía andaban a sus anchas por la Tierra. Los restos fósiles de arañas hallados de esta era tienen una mezcla muy inusual de características prehistóricas y modernas. Sin embargo, los restos fósiles han puesto de relieve la diversidad que presentaba la fauna de arañas de aspecto moderno. Los científicos que las han descubierto las han bautizado Chimerarachne yingi.19 Lo han hecho por la Quimera de la mitología griega (en griego antiguo Khimaira), porque era una criatura híbrida formada por diferentes partes de otros animales. Los aracnólogos ya presuponían que las arañas habían evolucionado de otros arácnidos que tenían cola. Sin embargo, hasta ahora, no se habían encontrado fósiles que lo demostraran. Esto hace que el descubrimiento de las Chimerarachne yingi sea todavía más especial y tenga mucha más importancia. Los ejemplares prehistóricos tienen un apéndice en forma de cola como los que podemos observar hoy en día en los escorpiones. Todavía no se sabe muy bien cuál era el propósito de estas colas, ni si eran venenosas o no. No obstante, eran capaces de producir seda porque también tenían hileras, pero probablemente no podían tejer telas. Las Chimerarachne tienen un ancestro en común con las arañas que conocemos ahora. Se parecen mucho a las arañas más primitivas que viven en nuestro planeta, las mesotheles o artromigálidos. Hoy en día, estas arañas primitivas solo se encuentran en China, Japón y el sureste asiático.

¿Por qué se diversificaron las telarañas?

Hace unos doscientos millones de años, en el Triásico medio, surgieron las arañas orbiculares, que se diversificaron rápidamente durante el final del Triásico y el inicio del Jurásico. ¿Cuáles son las causas de este proceso evolutivo?