Lady Susan - Jane Austen - E-Book

Lady Susan E-Book

Jane Austen.

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Beschreibung

Esta novela epistolar, escrita probablemente en 1794, narra los planes de la protagonista, la recientemente viuda lady Susan, para encontrar un nuevo marido, a la vez que intenta casar a su hija de dieciséis años. Austen se sirve de este género para construir una obra en donde las distintas cartas se engarzan como piezas de un rompecabezas hasta completar ante los ojos del lector una historia de pequeñas intrigas. La obra subvierte todas las normas de la novela romántica: lady Susan tiene un papel activo; no sólo es hermosa, sino también inteligente e ingeniosa, y sus pretendientes son significativamente más jóvenes que ella. "Hay escritores que nos gustan, escritores a los que admiramos y escritores a los que quisimos desde el primer párrafo del primer libro suyo que nos tuvo entre sus manos. Escritores entrañables cuyas historias se vuelven parte de las nuestras. Jane Austen es una de ellos. " Ángeles Mastretta, El País.

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Seitenzahl: 121

Veröffentlichungsjahr: 2014

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LADY SUSAN

Jane Austen

Ilustraciones de Javier Olivares

Título original: Lady Susan

© de la traducción: Carme Camps

© de las ilustraciones: Javier Olivares

Edición en ebook: marzo de 2014

© Nórdica Libros, S.L.

C/ Fuerte de Navidad, 11, 1.º B 28044 Madrid (España)

www.nordicalibros.com

ISBN DIGITAL: 978-84-16112-34-0

Diseño de colección: Diego Moreno

Corrección ortotipográfica: Ana Patrón y Susana Rodríguez

Maquetación ebook: Caurina Diseño Gráfico

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Contenido

Portadilla

Créditos

Autor

Ilustraciones

Ilustración

I. Lady Susan Vernon al señor Vernon

II. Lady Susan Vernon a la señora Johnson

III. La señora Vernon a lady De Courcy

IV. El señor De Courcy a la señora Vernon

V. Lady Susan Vernon a la señora Johnson

VI. La señora Vernon al señor De Courcy

VII. Lady Susan Vernon a la señora Johnson

VIII. La señora Vernon a lady De Courcy

IX. La señora Johnson a lady Susan Vernon

X. Lady Susan Vernon a la señora Johnson

XI. La señora Vernon a lady De Courcy

XII. Sir Reginald de Courcy a su hijo

XIII. Lady De Courcy a la señora Vernon

XIV. El señor De Courcy a sir Reginald

XV. La señora Vernon a lady De Courcy

XVI. Lady Susan a la señora Johnson

XVII. La señora Vernon a lady De Courcy

XVIII. De la misma a la misma

XIX. Lady Susan a la señora Johnson

XX. La señora Vernon a lady De Courcy

XXI. La señorita Vernon al señor De Courcy

XXII. Lady Susan a la señora Johnson

XXIII. La señora Vernon a lady De Courcy

XXIV. De la misma a la misma

XXV. Lady Susan a la señora Johnson

XXVI. La señora Johnson a lady Susan

XXVII. La señora Vernon a lady De Courcy

XVIII. La señora Johnson a lady Susan

XXIX. Lady Susan Vernon a la señora Johnson

XXX. Lady Susan Vernon al señor De Courcy

XXXI. Lady Susan a la señora Johnson

XXXII. La señora Johnson a lady Susan

XXXIII. Lady Susan a la señora Johnson

XXXIV. El señor De Courcy a lady Susan

XXXV. Lady Susan al señor De Courcy

XXXVI. El señor De Courcy a lady Susan

XXXVII. Lady Susan al señor De Courcy

XXXVIII. La señora Johnson a lady Susan Vernon

XXXIX. Lady Susan a la señora Johnson

XL. Lady De Courcy a la señora Vernon

XLI. La señora Vernon a lady De Courcy

Conclusión

Contraportada

Jane Austen

(Steventon, 1775-Winchester, 1817)

Novelista británica. Séptima hija de una familia de ocho hermanos, su padre se encargó personalmente de su educación. En 1801, los Austen se trasladaron a Bath y luego a Chawton, un pueblo de Hampshire, donde la escritora redactó la mayoría de sus novelas. Apacible, sereno y equilibrado es su modo de escribir, y describe con sutil ironía el ambiente de la clase alta rural del sur de Inglaterra. El interés de sus obras reside en los diferentes matices psicológicos de sus personajes, y en la descripción, con una buena dosis de crítica, del ambiente social en que sitúa a sus protagonistas, que no es otro que el suyo propio, el de la burguesía acomodada.

Jaime Olivares

(Madrid, 1964)

Ilustrador e historietista. Su carrera comienza en el año 1985 y está ligada a revistas como Madriz, Medios Revueltos o Nosotros Somos los Muertos. Sus ilustraciones han aparecido en periódicos como El País o El Mundo y actualmente pueden verse también en Público. Ha publicado varias monografías sobre su trabajo, algunas de ellas nominadas a Mejor Obra en el Salón del Cómic de Barcelona y sus trabajos han sido merecedores de numerosas exposiciones nacionales e internacionales.

I

Lady Susan Vernon al señor Vernon

Langford, diciembre

Mi querido hermano:

No puedo seguir negándome el placer de aceptar la amable invitación que me hiciste la última vez que nos separamos de pasar algunas semanas con vosotros en Churchill, y, por lo tanto, si no os resulta inconveniente a ti y a la señora Vernon recibirme ahora, espero ser presentada dentro de unos días a una hermana a la que deseo conocer desde hace tanto tiempo. Mis amables, amigos en cuya residencia me alojo, insisten en que prolongue mi estancia con ellos, pero dado su talante generoso y alegre llevan una vida social demasiado activa para la situación y el estado emocional en que me encuentro y aguardo con impaciencia el momento de ser admitida en tu delicioso retiro.

Suspiro por conocer a tus queridos hijitos, en cuyos corazones estoy impaciente por hacerme un hueco. Pronto tendré ocasión de poner a prueba mi fortaleza, ya que me hallo a punto de separarme de mi propia hija. La larga enfermedad de su padre me impidió prestarle la atención que el deber y el afecto me dictaban a partes iguales, y tengo muchas razones para temer que la institutriz a cuyo cuidado la dejé no era adecuada para la tarea. Por lo tanto, he decidido que se quede interna en uno de los mejores colegios privados de la ciudad, donde podré dejarla yo misma de camino hacia tu casa. Como ves, tengo la seguridad de que no me será negada la entrada en Churchill. Me produciría sin duda alguna una gran aflicción saber que no te es posible acogerme en tu casa.

Tu hermana, con todo su afecto y agradecimiento,

S. Vernon

II

Lady Susan Vernon a la señora Johnson

Langford

Os equivocabais, mi querida Alicia, al suponer que me quedaría en este lugar el resto del invierno. Lamento mucho tener que comunicaros cuán errada estabais, pues en raras ocasiones he pasado tres meses más agradables que los que acaban de transcurrir sin darme cuenta. En estos momentos, todo se ha complicado. Las mujeres de la familia se han unido contra mí. Vos ya anticipasteis lo que ocurriría cuando vine a Langford, y Manwaring es tan sorprendentemente agradable que yo misma sentía cierto temor. Recuerdo que mientras me dirigía hacia la casa me dije: «Ese hombre me gusta; ¡roguemos al cielo para que eso no cause ningún daño!». Pero estaba decidida a comportarme con discreción, a no perder de vista el hecho de que sólo hace cuatro meses que enviudé y a permanecer lo más callada posible… y lo he cumplido, mi querida amiga: no he aceptado más atenciones que las de Manwaring. He evitado cualquier coqueteo en general; no he hecho diferencias con ninguna de las personas que se alojan en la casa, salvo con sir James Martin, a quien he prestado bastante atención para apartarle de la señorita Manwaring. Pero si supieran el motivo por el que me encuentro aquí, me encomiarían. Me han llamado mala madre, pero lo que me empujaba a seguir adelante era el sagrado instinto del afecto maternal, el bienestar de mi hija; y si esa hija no fuera la muchacha más bobalicona que existe sobre la faz de la tierra habría podido ver recompensados mis esfuerzos como merecía; sir James me hizo proposiciones para Frederica, pero Frederica, que nació para atormentarme, optó por ponerse tan violentamente en contra de ese matrimonio que pensé que era mejor dejar el plan para más adelante. Más de una vez me he arrepentido de no haberme casado yo con él, y si ese joven fuera un poquitín menos débil, defecto que no soporto, no os quepa duda de que lo haría, pero debo admitir que soy más bien romántica en ese aspecto, y que la riqueza por sí sola no logrará satisfacerme. Todo lo que ha ocurrido resulta muy enojoso. Sir James se ha marchado, Maria está que echa fuego, y la señora Manwaring, insoportablemente celosa; tan celosa, en resumen, y tan furiosa conmigo, que no me sorprendería que en su furia acudiera a su tutor si tuviera la libertad de dirigirse a él; pero en eso vuestro esposo es mi amigo, y la acción más bondadosa, más amigable de su vida fue no querer saber nunca nada de su matrimonio. Por ello os encargo que mantengáis vivo su resentimiento. Ahora nos hallamos en un estado de tristeza; nunca una casa se ha visto más alterada; toda la familia está en guerra, y Manwaring apenas se atreve a dirigirme la palabra. Es hora de que me marche, y espero pasar una agradable jornada con vos en la ciudad dentro de una semana. Si gozo del poco favor de siempre por parte del señor Johnson, debéis acudir a verme a la siguiente dirección: 10, Wigmore St.; pero tengo la esperanza de que no sea así, pues el señor Johnson, a pesar de sus defectos, es un hombre al que siempre se aplica el calificativo de «respetable», y como es de conocimiento público que soy íntima de su esposa, su menosprecio hacia mí produce una impresión extraña. Pasaré por la ciudad de camino a ese insoportable lugar, una aldea, pues realmente voy a ir a Churchill. Perdonadme, mi querida amiga, pero es mi último recurso. Si existiera en Inglaterra otro lugar al que pudiera acudir, lo preferiría. Tengo aversión a Charles Vernon, y su esposa me causa miedo. Sin embargo, debo permanecer en Churchill hasta que tenga algo mejor en perspectiva. Mi joven damisela me acompaña a la ciudad, donde la dejaré a cargo de la señorita Summers, en Wigmore Street, hasta que entre un poco en razón. Allá tendrá ocasión de establecer relaciones provechosas, ya que todas las residentes pertenecen a buenas familias. El precio es elevadísimo, mucho más de lo que yo jamás podré pagar.

Adieu, os enviaré unas líneas en cuanto llegue a la ciudad.

Siempre vuestra,

S. Vernon

III

La señora Vernon a lady De Courcy

Churchill

Mi querida madre:

Lamento mucho comunicaros que no nos será posible cumplir nuestra promesa de pasar las Navidades con vos; nos impide gozar de esa alegría una circunstancia que no es probable que podamos remediar. Lady Susan, en una carta dirigida a su hermano, ha manifestado su intención de visitarnos casi de inmediato, y, dado que semejante visita con toda probabilidad se debe a una simple cuestión de conveniencia, es imposible hacer conjeturas respecto al tiempo que durará. No me hallaba en absoluto preparada para este acontecimiento, y tampoco puedo explicarme la conducta de la señora. Langford parecía ser exactamente el lugar ideal para ella en todos los aspectos, tanto por el elegante y lujoso estilo de vida que allí se lleva como por su especial estima hacia el señor Manwaring; aunque siempre imaginé que en algún momento nos veríamos obligados a acogerla, ya que desde la muerte de su esposo su trato con nosotros ha sido cada vez más frecuente, nada más lejos de mi pensamiento que esperar que nos honrara tan pronto con su presencia. Creo que el señor Vernon se mostró demasiado amable con ella cuando estuvo en Staffordshire. Su comportamiento con él, aparte de su carácter en general, fue tan imperdonablemente malintencionado y egoísta desde que se proyectó nuestro matrimonio, que nadie menos afable y pacífico que él lo habría tolerado; y, aunque como viuda de su hermano, y dada la precaria situación económica en que quedó, era pertinente que le prestara ayuda pecuniaria, no puedo por menos de pensar que su apremiante invitación a que nos visitara en Churchill era absolutamente innecesaria. Sin embargo, dispuesto como está siempre a pensar lo mejor de todo el mundo, la exhibición de pesadumbre, las demostraciones de tristeza y las promesas generales de prudencia que ella realizó fueron suficientes para ablandarle el corazón y hacerle creer en su sinceridad. Pero, en cuanto a mí, todavía no me ha convencido; y como ahora la señora ha escrito, no puedo tomar una decisión hasta que conozca mejor el verdadero motivo por el que acude a nosotros. Por lo tanto, podéis suponer, mi querida señora, con qué sentimientos aguardo su llegada. Tendrá la oportunidad de ganarse mi consideración por todos esos atractivos por los que es elogiada en la medida en que lo merezca, pero sin duda alguna pondré todo mi empeño en protegerme de su influencia, si no va acompañada de algo más valioso. Expresa un impaciente deseo de conocerme y menciona de un modo sorprendentemente amable a mis hijos, pero no soy tan débil como para suponer que una mujer que ha demostrado poca atención, si no poca bondad, hacia su propia hija va a encariñarse con alguno de los míos. La señorita Vernon tiene que ingresar en un colegio de la ciudad antes de que su madre venga con nosotros, de lo cual me alegro, por su bien y por el mío. Debe de ser una ventaja para ella estar separada de su madre, y una muchacha de dieciséis años que ha recibido una educación tan espantosa no sería una compañía deseable por aquí. Sé que Reginald hace tiempo que desea conocer a esa cautivadora lady Susan, y contamos con que se una pronto a nuestro grupo. Me alegra saber que mi padre sigue tan bien, y os saluda con todo su amor...,

Catherine Vernon

IV

El señor De Courcy a la señora Vernon

Parklands

Mi querida hermana:

Me alegra saber que tú y el señor Vernon estáis a punto de acoger en vuestra familia a la más experta seductora de toda Inglaterra. Como distinguido amante de la seducción que soy, siempre he oído decir que es una dama a la que tener en cuenta; pero últimamente han llegado a mis oídos algunos detalles de su conducta en Langford que demuestran que no se limita a esa clase de coqueteo honesto que satisface a la mayoría de la gente, sino que aspira a la más deliciosa gratificación de hacer infeliz a toda una familia. Su forma de comportarse con el señor Manwaring provocó celos y desdicha a la esposa de éste, y con sus atenciones hacia un joven que hasta entonces había estado muy encariñado con la hermana del señor Manwaring hizo que una joven adorable perdiera a su pretendiente. Me enteré de todo esto por el señor Smith, que ahora reside por esta zona (he cenado con él en Hurst and Wilford) y acaba de llegar de Langford, donde ha pasado quince días en casa de la señora y, por lo tanto, está bien informado para facilitar todos los detalles.