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Un escándalo delicioso salido de la pluma de Jane Austen: *Lady Susan* es una novela corta, atrevida e ingeniosa que muestra el lado más agudo y el brillo inicial de la autora. Mucho antes de Orgullo y prejuicio o Emma, Jane Austen escribió esta historia atrevida y poco convencional de lady Susan Vernon, una viuda hermosa, encantadora y peligrosamente inteligente que no se detendrá ante nada para mantener su posición social y conseguir matrimonios ventajosos para ella y su hija. Narrada íntegramente a través de una serie de cartas, Lady Susan es una comedia mordaz llena de coqueteo, manipulación y diálogos afilados. Lady Susan no se parece a ninguna otra heroína de Austen: sin complejos y egoísta, da la vuelta a todas las situaciones a su favor con un ingenio deslumbrante y una elegancia natural. Esta joya compacta es perfecta para los amantes del romance de la era de la Regencia, la ficción feminista y los antihéroes literarios. Es un punto de partida ideal para los lectores que se acercan por primera vez a Jane Austen, o una nueva perspectiva para los admiradores de toda la vida que sienten curiosidad por su obra menos conocida. Si te gusta la narrativa inteligente, las intrigas escandalosas y el encanto atemporal de la literatura clásica, Lady Susan no puede faltar en tu biblioteca. Descubre el personaje más maliciosamente entretenido de Austen en esta brillante historia de ambición, encanto y ajedrez social.
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Seitenzahl: 114
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Jane Austen
Nueva traducción al español
traducido del inglés por Evelyn Eichman
Langford, Diciembre.
Querido hermano:
Ya no puedo seguir privándome del placer de aprovechar la amable invitación que me has hecho al despedirnos la última vez de pasar algunas semanas contigo en Churchhill y, por lo tanto, si les resulta apropiado a ti y a la señora Vernon recibirme en estos momentos, espero brevemente puedas presentarme a esa hermana a quien, desde hace tanto tiempo, deseo conocer. Mis queridos amigos de aquí me insisten cariñosamente que prolongue mi estadía, pero su carácter hospitalario y alegre conlleva también una realidad social excesivamente animada para mi actual situación y estado de ánimo; por lo que espero ansiosamente el momento de poder ser admitida en tu agradable retiro.
Anhelo que tus queridos hijos me conozcan, y me esforzaré arduamente para despertar un interés en sus corazones. Precisaré hacer uso de la fuerza que me queda, pues estoy a punto de separarme de mi hija. La larga enfermedad de su querido padre me ha impedido prestarle la adecuada atención, y el afecto que precisa, y tengo demasiadas razones para temer que la institutriz a quien asigné su cuidado fue igual de incapaz en esta tarea. Tal es la razón por la que he tomado la decisión de inscribirla en uno de los mejores colegios privadas de la ciudad. Tendré la oportunidad de acompañarla camino a tu residencia. Estoy decidida, como verás, a rechazar cualquier manera que me niegue la entrada a Churchhill. Me dolería profundamente que no te sea posible recibirme.
Tu agradecida y cariñosa hermana,
S. VERNON
Langford.
Te has equivocado, mi querida Alicia, al suponer que permanecería en este lugar por lo que resta del invierno: me apena decir lo mucho que te has equivocado, pues pocas veces he pasado momentos tan gratos como los de estos últimos tres meses, que pasaron volando. De momento, todo es conflicto; las mujeres de la familia se han unido en mi contra. Me anticipaste cómo sería todo cuando apenas llegaba a Langford, y Mainwaring es tan excepcionalmente agradable, que no tuve las suficientes precauciones. Recuerdo decirme a mí misma, mientras me dirigía hacia la casa: «¡Me gusta este hombre, quiera Dios que no me cause ningún daño!». Pero ya había resuelto ser discreta, tener presente siempre que había enviudado hacía solo cuatro meses, y mantenerme lo más callada posible: y así lo he hecho, mi querida criaturita; no he prestado mi atención a nadie más que a Mainwaring. He evitado cualquier tipo de coqueteo en general y no he demostrado preferencia por la presencia de nadie, excepto la de sir James Martin, a quién le he regalado un poco de mi atención, con el objetivo de separarlo un poco de la señorita Mainwaring; pero el mundo me honraría si supiese cuáles son mis motivos allí. He sido llamada una madre ingrata, y sin embargo fue el sagrado afecto maternal y el bienestar de mi hija lo que me ha impulsado; y si acaso mi hija no hubiese sido la mayor simplona de la Tierra, se me habría recompensado debidamente por mis esfuerzos.
Sir James sí que me ha hecho proposiciones para Frederica; pero Frederica, que ha nacido para ser el tormento de mi vida, se interpuso tan enfáticamente al emparejamiento que resolví que lo mejor sería olvidar el plan por el momento. Más de una vez me he arrepentido de no casarme yo misma con él, y de no ser él un poco menos condenadamente débil, lo habría hecho: debo admitir que soy más bien romántica en este aspecto, y que las riquezas por sí solas no me satisfacen. Como resultado de toda esta provocación, sir James se ha marchado, Maria está exasperada, y la señora Mainwaring está insoportablemente celosa; tan celosa y ofuscada conmigo de hecho que, por la furia de su temperamento, no me sorprendería que acuda a su guardián, si se atreve a dirigirse a él; pero en ese aspecto, tu esposo se comporta como un verdadero amigo; y la acción más gentil y bondadosa de su vida ha sido librarla para siempre del matrimonio. Por esto te pido que mantengas vivo su resentimiento. El estado actual es triste; ninguna casa ha sufrido antes tal alteración; la familia entera está en el frente de guerra, y Mainwaring apenas se atreve a hablarme. Es el momento de que me vaya; por lo que he decidido dejarlos y pasaré, espero, un agradable día contigo en la ciudad, algún momento de esta semana. Si el señor Johnson sigue mostrando tan poca simpatía por mí como siempre, deberás venir a verme a la calle Wigmore, número 10, aunque espero que este no sea el caso, puesto que el señor Johnson, con todos sus defectos, es un hombre al que siempre se le puede aplicar la importante palabra «respetable», y siendo conocido el hecho de mi cercanía con su esposa, su desaire se me haría extraño.
Pasaré por Londres de camino a ese insoportable lugar, una aldea de pueblo; puesto que finalmente iré a Churchhill. Perdóname, querida amiga, pues es mi último recurso. Si tuviese a mi disposición otro lugar en Inglaterra, lo preferiría. Aborrezco a Charles Vernon; y temo a su esposa. En Churchhill, sin embargo, deberé permanecer hasta encontrar algo mejor. Mi jovencita me acompañará a la ciudad, donde la dejaré bajo el cuidado de la señorita Summers, en la calle Wigmore, hasta que entre en razón. Hará buenos contactos allí, puesto que todas las muchachitas son de buena familia. El precio es abultado, y mucho mayor de lo que puedo permitirme pagar.
Adieu, te escribiré nuevamente en cuanto llegue a la ciudad.
Cordialmente,
S. VERNON
Churchhill.
Querida madre:
Me apena mucho decirte que no podremos mantener nuestra promesa de pasar la Navidad contigo; y se nos priva de esta dicha por circunstancias que no nos resultan oportunas. Lady Susan, en una carta a su cuñado, nos ha transmitido su deseo inmediato de visitarnos; y, puesto que tal visita es probablemente no más que una cuestión de conveniencia, es imposible adivinar su duración. Bajo ningún punto de vista estaba yo preparada para tal evento, y tampoco doy cuenta de la conducta de su señoría. Langford parecía el lugar adecuado para ella en todos los aspectos, tanto por el estilo de vida elegante y caro del lugar, como por su particular apego al señor Mainwaring, tanto que no esperaba nada más lejano que tener este honor tan pronto, aunque presentía por su creciente amistad con nosotros desde el fallecimiento de su esposo que, en algún momento, nos veríamos obligados a hospedarla. El señor Vernon, opino, fue demasiado hospitalario con ella cuando estaba en Staffordshire; su comportamiento para con él, independientemente de su personalidad en general, ha sido tan inexcusablemente artero y poco generoso desde los primeros arreglos de nuestro matrimonio que nadie menos benévolo y endeble que él podría jamás haberlo pasado por alto; y sin embargo, como la viuda de su hermano, y dadas las limitadas circunstancias, era lo más apropiado brindarle asistencia económica, pero no puedo evitar pensar que su apremiante invitación a visitarnos a Churchhill fuera perfectamente innecesaria. Dispuesto, sin embargo, como es él a ver siempre el bien en el otro, su despliegue de dolor, sus expresiones de arrepentimiento, y sus generales resoluciones de prudencia, fueron suficientes para ablandar su corazón y confiar en su sinceridad; pero, en lo que a mí respecta, no fui convencida; dado que ella misma nos ha escrito, no podré hacerme la idea hasta entender el verdadero motivo de su visita. Podrás adivinar entonces, mi querida señora, con qué tipo de sentimientos la estaré esperando. Ella tendrá la oportunidad de compartir y ganarse mi respeto, con esos poderes atractivos que todo el mundo celebra, aunque definitivamente procuraré protegerme de su influencia, si es que no viene acompañada de algo más substancioso. Ella ha expresado un ferviente deseo de conocerme, y hace elogiosa mención de mis hijos, pero no soy tan incrédula como para suponer que una mujer que ha sido inatenta, si no es que desagradable, con su propia hija, deba tener una relación tan estrecha con mis hijos. La señorita Vernon será ingresada en una escuela en Londres antes de que su madre se reúna con nosotros, lo que agradezco, por su bien y por el mío. Será lo más ventajoso para ella el estar separada de su madre, y una muchacha de dieciséis años que ha recibido tan atroz educación no es deseable como compañía en casa. Sé bien que Reginald ansía desde hace rato ver a la cautivadora lady Susan, y aguardamos que nos visite pronto. Me alegra saber que mi padre sigue encontrándose bien.
Con amor,
CATHERINE VERNON
Parklands.
Querida hermana:
Quisiera felicitarlos a ti y al señor Vernon por recibir en su familia a la coqueta más eficaz de Inglaterra. Como seductor distinguido, siempre la he tenido en cuenta, pero recientemente he sabido de algunas particularidades de su conducta en Langford que demuestran que no se limita solamente al tipo de seducción honesta que encanta a la mayoría de las personas, sino que más bien aspira a la más deliciosa gratificación de volver miserable a una familia entera. Gracias a su comportamiento con el señor Mainwaring otorgó celos y desdicha a su esposa, y por sus atenciones a un joven hombre previamente involucrado con la hermana del señor Mainwaring, privó a una amable jovencita de su amante.
He sabido todo esto por parte del señor Smith, quien se encuentra ahora en el vecindario (cené con él en Hurst and Wilford) y ha regresado de Langford luego de pasar una quincena con su señoría, por lo que representa una fuente fidedigna para comunicar lo ya dicho.
¡Qué mujer debe de ser! Ansío verla y aceptaré sin dudar tu amable invitación. De esta manera podré hacerme a la idea de tales cautivadores poderes, capaces de lograr a la vez, y en la misma casa, el afecto de dos hombres que no poseían la libertad de entregarlo. ¡Y todo sin poseer la juventud! Me alivia saber que la señorita Vernon no acompañará a su madre a Churchhill, dado que al parecer ni siquiera sus modales son agraciados; y, según lo que transmite el señor Smith, es, en partes iguales, aburrida y orgullosa. Allí donde el orgullo y la estupidez se unen, no hay forma de disimular ninguna de las dos, y por tanto la señorita Vernon no recibirá nada más que total desprecio. Por otro lado, por todo lo que he podido deducir, lady Susan parece poseer una facilidad para el encanto y el engaño que me encantaría observar. Estaré acompañándote muy pronto.
Tu querido hermano,
R. DE COURCY
Churchhill.
He recibido tu nota, mi querida Alicia, justo antes de abandonar la ciudad, y me alegra saber que el señor Johnson no sospechara de tu compromiso la tarde anterior. Es óptimo, sin ninguna duda, mentirle completamente y, dada su terquedad, él debe ser engañado. He llegado bien y no tengo motivos de quejas para con el señor Vernon; pero debo admitir que no estoy igualmente complacida con el comportamiento de su esposa. Es verdad que es una mujer educada y tiene un aspecto correspondiente con el de alguien de buenos modales, pero sus modales no son tales como para persuadirme de que esté predispuesta a mi favor. Pretendía que esté encantada solo con verme. Fui tan agradable como me fue posible en aquella ocasión, pero todo fue en vano. No le agrado. Claro que, si tenemos en cuenta que efectivamente me tomé algunas molestias con el fin de prevenir su casamiento con mi cuñado esta falta de cordialidad no es ninguna sorpresa. Aún así, demuestra ser un espíritu intolerante y vengativo, manteniendo el resentimiento por un plan que ejecuté hace seis años y en el que finalmente no tuve éxito.
