Las amigas que te gustaría tener - Beatrice Masini - E-Book

Las amigas que te gustaría tener E-Book

Beatrice Masini

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Beschreibung

Heroínas de la literatura y amigas ideales: irreverentes, encantadoras, brillantes… Este libro recopila veintidós retratos de los grandes personajes femeninos de la literatura: de Jane Eyre a Mary Poppins, de Jo a Pippi Calzaslargas, hasta llegar a personajes más actuales como Matilda, de Roald Dahl, o Mina, de David Almond. Todas tienen en común el salirse de los esquemas que marca la sociedad para ellas. Las ilustraciones de Fabian Negrin siguen un estilo diferente en función de cada personaje y a cada heroína se le dedica una evocadora pieza a través de la cual la autora comparte con los jóvenes lectores las emociones y los temas que lleva cada una en su interior, como una puerta que se abre a nuevos mundos y sueños. Son las amigas literarias que te gustaría tener y dónde encontrarlas. Esta obra ha obtenido el Premio Especial del Jurado en los Premios Andersen 2019.

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Título original: Le amiche che vorresti e dove trovarle

© 2019 Giunti Editore S.p.A., Firenze-Milano, Italia

www.giunti.it

Textos: Beatrice Masini

Retratos: Fabian Negrin

Proyecto gráfico: Romina Ferrari

Traducción: Ana Belén Valverde Elices

© 2021 Ediciones del Laberinto, S.L., para la edición mundial en castellano

www.edicioneslaberinto.es

ISBN: 978-84-1330-912-5

IBIC: YNL / BISAC: JNF063000

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com <http://www.conlicencia.com/>; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

DISTINTAS, PrimitivAS, nUESTRAS

La invitación de Fabian Negrin y del editor a formar parte de este proyecto —que toma como punto de partida la idea de Fabian de visitar a su manera esta galería femenina— se manifestó como una oportunidad y una necesidad: la de volver a leer, que siempre es bueno. ¿Cuántos son los libros importantes a lo largo de una vida? Mejor no contarlos. En cualquier caso, los libros animados por las amigas que te gustaría tener (que nos gustaría, hubieran gustado, queríamos) son importantes, absolutamente, de por sí. Algunos más que otros. Uno sobre todos para quien escribe: Cumbres borrascosas. Naturalmente, siendo tan querido, el más difícil de afrontar.

Y así sucesivamente: estanterías, polvo, recuerdos de la primera lectura. Recuperar, saborear nuevas traducciones, ir a los originales, según el caso. Novelas de adultos y novelas para jóvenes. Todo a la vez, en un fabuloso hervir de voces, rimas, señales, sensaciones. De Salgari, inconfesable pasión de la infancia, a Bibi que salta sobre trenes, a Pippi que salta sobre armarios. Preguntándose, aunque no demasiado: ¿qué es lo que saldrá? ¿Que sentirá una chica ante estos retratos de colores y palabras? ¿Y un chico? ¿Y una señora? ¿Y un joven? Aceptémoslo: será su problema. Nunca es bueno pensar en el destinatario, porque en algunos casos no existe. No es uno solo, una sola. Por suerte.

Este libro nació así, en libertad.

Solo al final, de mutuo acuerdo, hemos decidido que la amiga número uno, nuestra chica de cubierta, sería Stargirl. Libre, contracorriente. O te gusta o la detestas, como bien sabe el narrador de la novela de Jerry Spinelli. A él le gusta Stargirl, y mucho, pero es tan difícil aceptar la diversidad, tan incómodo. Tanto como es difícil no ser igual que los demás. Es una chica que lleva un ratón en el bolsillo, toca el ukelele, prefiere extravagante ropa vintage a los uniformes generacionales, que es lo más diferente al resto que se pueda imaginar. Por otra parte, «de vez en cuando sale alguien un poco más primitivo que el resto de nosotros, un poco más cercano a los orígenes, un poco más en contacto con la materia de la que estamos hechos».

Esto es: todas estas señoras y señoritas son un poco primitivas, un poco cercanas a los orígenes, un poco hechas de la materia de la que todos estamos hechos. De aspiraciones y contradiciones, de sueños, de hipótesis. Tal vez nos las habíamos imaginado de otra manera. No importa. Hay otras diez, cien, maneras. Mientras tanto vamos a su encuentro, mirémoslas, escuchémoslas. Y si las queremos conocer mejor busquemos los libros donde viven. Vayamos a su casa. Nos acogerán y sorprenderán, nos harán tener ganas de volver. Siempre estarán allí, esperándonos, igual que los amigos verdaderos. Porque lo son. Verdaderas.

Beatrice Masini

CADA ROSTRO, un mUndo

Dibujar es una ocupación solitaria, así que dibujar rostros puede ser una de las formas que un ilustrador tiene para entablar amistad. O simplemente para tratar de acercarse al ser humano. No porque la humanidad habite solo en nuestros rostros, huelga decir, sino porque instintivamente es allí donde nuestras miradas se concentran cuando nos ocupamos de nuestros semejantes y, por lo tanto, es allí donde creemos (erróneamente) encontrar el carácter, las emociones, los pensamientos de las personas que tenemos enfrente. En realidad, dibujar bien un pie o una mano —o un árbol o una liebre— es tan difícil como dibujar un rostro. En este último, sin embargo, el espectador (consciente de los miles o millones de narices, ojos, bocas, pelo que ha visto durante su breve o larga vida) podrá notar un ojo más grande que el otro, una boca demasiado roja, una nariz incorrecta. Para que en nuestro dibujo aparezca una persona de verdad no será suficiente, obviamente, haber puesto todas las cosas en el lugar correcto, tendrá que, de alguna manera, entrar la vida, y esto, lamentablemente, dependerá no solo de nuestra capacidad técnica sino de la suerte o de la casualidad. O de las musas, si lo preferís. Al igual que con las amistades.

Al ilustrar este libro he tratado de conocer en vivo a veintidós personas que conocía solo de forma indirecta. Veintidós protagonistas extraordinarias de historias extraordinarias, que fueron contra las convenciones de su tiempo, que vivieron fuera de lo normal. Personajes sobre los que los autores me han contado vida y milagros, secretos a veces inconfesables (¡los chismes de Flaubert sobre Madame Bovary!), cosas que habían quedado en la oscuridad hasta a ellas mismas... Conocedor de toda esta información he intentado dar un rostro a estas niñas y mujeres que he, que todos nosotros hemos amado en los libros. He empleado técnicas diferentes, especulando sobre el hecho de que un material como la tinta china fuera más adecuado para Jo March que para Mary Poppins o, en otros casos, utilizando un estilo que ayudara a acercarse a la época en la que una de estas chicas había vivido. He pedido ayuda a maestros del arte y de la ilustración organizando sesiones de espiritismo en las que fui visitado por Vuillard, Mucha, Sargent, Piero della Francesca, Keeping, Fontana, Warhol, Kolàř y muchos otros... Todo fue inútil, la empresa de retratar a personas que han existido solo dentro de los libros, pensándolo bien, es simplemente absurda. ¿Qué sentido tiene mirar dentro de ciertos rasgos fisionómicos de un personaje que cualquier lector puede imaginar como mejor le parezca o guste? ¿Que cada uno puede ver con los ojos de la mente en formas más cercanas a su propia sensibilidad? En mi defensa, desgraciadamente, no hay una respuesta segura. Combinar imágenes con textos, ilustrar, es una actividad sin sentido que la humanidad continúa desde hace tiempo disfrutando, como un buen vino, casi como si para algunos se tratara de una necesidad, si no primaria, imperiosa. Quizá la misma necesidad que tiene uno de los personajes que nos acompaña en estas páginas, Alicia, al comienzo de sus aventuras pregunta: «¿De qué sirve un libro sin imágenes?». Este libro tiene veintidós imágenes. Veintidós grandes amigas. ¿De qué sirve un libro sin amigas…?

Fabian Negrin

MARY

Mistress Mary, quite contrary.

Por supuesto que era contrary, la pequeña Mary. Imaginemos a una niña nacida en la India, crecida en una eterna tibieza, en un torbellino de colores y sensaciones, de frutos y de flores, en una bonita casa, con una madre distante —todas las madres eran distantes, entonces— pero bella como una princesa. El rojo de los uniformes ingleses, el negro terciopelo de la noche, las joyas de las señoras, las fiestas. Un aya, una niñera solo para ella. Caprichos y mimos. Una niña que siempre tiene razón.

Luego una enfermedad que acaba con todos, toditos, y la niña que siempre tiene razón es empaquetada en un vestido negro y enviada lejísimos, al frío y a la oscuridad de la desconocida Inglaterra. Una huérfana que nadie quiere.

Por supuesto que es contrary, la pequeña Mary. Ni siquiera es guapa, como le correspondería a las heroínas desdichadas. Es una niña fea y malhumorada, enfadada con el mundo pero también, y mucho, consigo misma.

Luego está el jardín. La cura. El descubrir que salir de sí misma es mejor que mil medicinas. Será bueno también para su primo, Colin, el niño que llora por las noches, enfermo de soledad, darse cuenta de que allí fuera, allí abajo, está la vida que late y aparece, lista para llenarse de color. Está el buen Dickon con sus encantadores animales. Y si uno se cura de sí mismo se está bien en el mundo.

«Empezó a preguntarse por qué ella nunca parecía haber pertenecido a nadie, aun cuando vivían su padre y su madre. Los demás niños parecían pertenecer a sus padres y a sus madres, pero ella nunca había sentido ser la hijita de nadie. Había tenido sirvientes, comida y vestidos, pero nadie le había prestado atención».

Huraña, feúcha, insolente, antipática, Mary es transportada como un paquete a Inglaterra desde la India, donde sus padres —padre oficial, madre guapísima— han muerto en una epidemia de cólera de la que ella se ha salvado milagrosamente. Los parientes que la acogen son unos desconocidos además de invisibles, el lugar es Misselthwai