Las flores del mal - Charles Baudelaire - E-Book

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Charles Baudelaire.

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Beschreibung

"Las flores del mal" es una antología de poemas malditos escrita por Charles Baudelaire y publicada en el año 1857. 

"Las flores del mal" es considerada una de las obras más importantes de la poesía moderna, imprimiendo una estética nueva, donde la belleza y lo sublime surgen, a través del lenguaje poético, de la realidad más trivial. Se trata de un ejemplo claro del simbolismo y el decadentismo francés.
Con "Las flores del mal" se impone un nuevo estilo de lectura: el autor y el lector deben echar toda la carne en el asador. La obra le conceptuó ante la opinión pública y el poder como un autor del que había que desconfiar; y sin embargo Baudelaire confesó haber puesto en "estas flores" lo mejor de sí mismo. El texto es un reflejo de una época en la que era imperativo para el autor escandalizar a la burguesía del segundo imperio.

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Charles Baudelaire

Las flores del mal

Tabla de contenidos

LAS FLORES DEL MAL

PARTE 1

PARTE 2 - Spleen e ideal

Bendición

El albatros

Elevación

Correspondencias

(Yo amo el recuerdo… )

Los faros

La musa enferma

La musa venal

El mal monje

El enemigo

El de la mala suerte

Caravana de gitanos

La vida anterior

El hombre y el mar

Don Juan en los infiernos

Castigo del orgullo

Varios

La máscara

Himno a la belleza

Varios (2)

Varios (3)

Varios (4)

Una carroña

De profundis clamavi

El vampiro

Una noche…

Remordimiento póstumo

El gato

Duellum

El balcón

El poseso

Un fantasma

Yo te doy estos versos…

Semper eadem

Qué dirás esta noche…

La antorcha viviente

Reversibilidad

Confesión

Varios (5)

Varios (6)

El gato

El hermoso navío

La invitación al viaje

Lo irreparable

Plática

Canto de otoño

A una Madona

Canción de la tarde

Sisina

Franciscae Meae Laudes

Varios (7)

Varios (8)

Varis (9)

Spleen

Varios (10)

Varios (11)

Lo irremediable

El reloj

PARTE 3 - Cuadros parisinos

Paisaje

El sol

A una mendiga pelirroja

El cisne

Los siete ancianos

Las viejecitas

Varios

El esqueleto labrador

Crepúsculo vespertino

El juego

Danza macabra

El amor de la mentira

Varios (2)

Brumas y lluvias

Sueño parisiense

El crepúsculo matutino

PARTE 4 - El vino

El alma del vino

El vino del asesino

Varios

PARTE 5 - Flores del mal

La destrucción

Un mártir

Mujeres condenadas

Varios

Alegoría

La Beatriz

Un viaje a Citerea

El cupido y el cráneo

PARTE 6 - Rebelión

El reniego de San Pedro

Abel y Caín

Las letanías de Satán

PARTE 7 - La muerte

Varios

El viaje

LAS FLORES DEL MAL

PARTE 1

AL POETA IMPECABLE Al perfecto mago de las letras francesas A mi muy querido y muy venerado maestro y amigo THEOPHILE GAUTIER Con los sentimientos de la más profunda humildad Yo dedico Estas flores malsanas.

Al lector:

La necedad, el error, el pecado, la tacañería, Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos, Y alimentamos nuestros amables remordimientos, Como los mendigos nutren su miseria. Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes; Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones, Y entramos alegremente en el camino cenagoso, Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas. Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto Que mece largamente nuestro espíritu encantado, Y el rico metal de nuestra voluntad Está todo vaporizado por este sabio químico. ¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven! A los objetos repugnantes les encontramos atractivos; Cada día hacia el Infierno descendemos un paso, Sin horror, a través de las tinieblas que hieden. Cual un libertino pobre que besa y muerde el seno martirizado de una vieja ramera, Robamos, al pasar, un placer clandestino Que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja. Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos, En nuestros cerebros bulle un pueblo de Demonios, Y, cuando respiramos, la Muerte a los pulmones Desciende, río invisible, con sordas quejas. Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio, Todavía no han bordado con sus placenteros diseños El lienzo banal de nuestros tristes destinos, Es porque nuestra alma, ¡ah! no es bastante osada. Pero, entre los chacales, las panteras, los podencos, Los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes, Los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes En la jaula infame de nuestros vicios, ¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo! Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos, Haría complacido de la tierra un despojo Y en un bostezo tragaríase el mundo: ¡Es el Tedio! — los ojos preñados de involuntario llanto, Sueña con patíbulos mientras fuma su pipa, Tú conoces, lector, este monstruo delicado, —Hipócrita lector, —mi semejante, — ¡mi hermano!

PARTE 2 - Spleen e ideal

Bendición

Cuando, por un decreto de las potencias supremas, El Poeta aparece en este mundo hastiado, Su madre espantada y llena de blasfemias Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada: —"¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras, Antes que amamantar esta irrisión! ¡Maldita sea la noche de placeres efímeros En que mi vientre concibió mi expiación! Puesto que tú me has escogido entre todas las mujeres Para ser el asco de mí triste marido, Y como yo no puedo arrojar a las llamas, Como una esquela de amor, este monstruo esmirriado, ¡Yo haré rebotar tu odio que me agobia Sobre el instrumento maldito de tus perversidades, Y he de retorcer tan bien este árbol miserable, Que no podrán retoñar sus brotes apestados!" Ella vuelve a tragar la espuma de su odio, Y, no comprendiendo los designios eternos, Ella misma prepara en el fondo de la Gehena Las hogueras consagradas a los crímenes maternos. Sin embargo, bajo la tutela invisible de un Ángel, El Niño desheredado se embriaga de sol, Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come, Encuentra la ambrosia y el néctar bermejo. El juega con el viento, conversa con la nube, Y se embriaga cantando el camino de la cruz; Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques. Todos aquellos que él quiere lo observan con temor, O bien, enardeciéndose con su tranquilidad, Buscan al que sabrá arrancarle una queja, Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad. En el pan y el vino destinados a su boca Mezclan la ceniza con los impuros escupitajos; Con hipocresía arrojan lo que él toca, Y se acusan de haber puesto sus pies sobre sus pasos. Su mujer va clamando en las plazas públicas: "Puesto que él me encuentra bastante bella para adorarme, Yo desempeñaré el cometido de los ídolos antiguos, Y como ellos yo quiero hacerme redorar; ¡Y me embriagaré de nardo, de incienso, de mirra, De genuflexiones, de viandas y de vinos, Para saber si yo puedo de un corazón que me admira Usurpar riendo los homenajes divinos! Y, cuando me hastíe de estas farsas impías, Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano; Y mis uñas, parecidas a garras de arpías, Sabrán hasta su corazón abrirse un camino. Como un pájaro muy joven que tiembla y que palpita, Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno, Y, para saciar mi bestia favorita, ¡Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!" Hacia el Cielo, donde su mirada alcanza un trono espléndido, El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos, Y los amplios destellos de su espíritu lúcido Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos: —"Bendito seas, mi Dios, que dais el sufrimiento Como divino remedio a nuestras impurezas Y cual la mejor y la más pura esencia ¡Que prepara los fuertes para las santas voluptuosidades! Yo sé que reservarás un lugar para el Poeta En las filas bienaventuradas de las Santas Legiones, Y que lo invitarás para la eterna fiesta De los Tronos, de las Virtudes, de las Dominaciones. Yo sé que el dolor es la nobleza única Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos, Y que es menester para trenzar mi corona mística Imponer todos los tiempos y todos los universos. Pero las joyas perdidas de la antigua Palmira, Los metales desconocidos, las perlas del mar, Por vuestra mano engarsados, no serían suficientes Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana; Porque no será hecho más que de pura luz, Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos, Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero, ¡No son sino espejos oscurecidos y dolientes!"

El albatros

Frecuentemente, para divertirse, los tripulantes Capturan albatros, enormes pájaros de los mares, Que siguen, indolentes compañeros de viaje, Al navío deslizándose sobre los abismos amargos. Apenas los han depositado sobre la cubierta, Esos reyes del azur, torpes y temidos, Dejan lastimosamente sus grandes alas blancas Como remos arrastrar a sus costados. Ese viajero alado, ¡cuan torpe y flojo es! Él, no ha mucho tan bello, ¡qué cómico y feo! ¡Uno tortura su pico con una pipa, El otro remeda, cojeando, del inválido el vuelo! El Poeta se asemeja al príncipe de las nubes Que frecuenta la tempestad y se ríe del arquero; Exiliado sobre el suelo en medio de la grita, Sus alas de gigante le impiden marchar.

Elevación

Por encima de los lagos, por encima de los valles, De las montañas, de los bosques, de las nubes, de los mares, Allende el sol, allende lo etéreo, Allende los confines de las esferas estrelladas, Mi espíritu, tú me mueves con agilidad, Y, como un buen nadador que desfallece en la onda, Tú surcas alegremente la inmensidad profunda Con una indecible y mácula voluptuosidad. ¡Vuela muy lejos de esas miasmas mórbidas, Ve a purificarte en el aire superior, Y bebe, como un puro y divino licor, La luminosidad que colma los espacios límpidos! Detrás del tedio y los grandes pesares Que abruman con su peso la existencia brumosa, Dichoso aquel que puede con ala vigorosa Arrojarse hacia los campos luminosos y serenos; ¡Aquel cuyos pensamientos, cual alondras, Hacia los cielos matutinos tienden un libre vuelo! ¡Que se cierna sobre la vida, y alcance sin esfuerzo El lenguaje de las flores y de las cosas mudas!

Correspondencias

La Natura es un templo donde vividos pilares Dejan, a veces, brotar confusas palabras; El hombre pasa a través de bosques de símbolos que lo observan con miradas familiares. Como prolongados ecos que de lejos se confunden En una tenebrosa y profunda unidad, Vasta como la noche y como la claridad, Los perfumes, los colores y los sonidos se responden. Hay perfumes frescos como carnes de niños, Suaves cual los oboes, verdes como las praderas, Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes, Que tienen la expansión de cosas infinitas, Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso, Que cantan los transportes del espíritu y de los sentidos.

(Yo amo el recuerdo… )

Yo amo el recuerdo de esas épocas desnudas, En que Febo se complacía en dorar las estatuas, Cuando el hombre y la mujer en su agilidad Gozaban sin mentira y sin ansiedad, Y, el cielo amoroso acariciándoles el lomo, Desplegaban la salud de su noble máquina. Cibeles, entonces, fértil en frutos generosos, No estimaba sus redes un peso muy oneroso, Pero, loba de corazón henchido de ternuras vulgares, Amamantaba al universo con sus pezones morenos. El hombre, elegante, robusto y fuerte, tenía el derecho De mostrarse orgulloso de las beldades que le llamaban su rey; ¡Frutos puros de todo ultraje y vírgenes de grietas, Cuya carne lisa y firme atraía las mordeduras! El Poeta actualmente, cuando quiere concebir Estas nativas grandezas, en los lugares donde se dejan ver La desnudez del hombre y de la mujer, Siente un frío tenebroso envolver su alma Ante este negro cuadro lleno de espanto. ¡Oh, monstruosidades llorando su vestimenta! ¡Oh, ridículos troncos! ¡torsos dignos de máscaras! ¡Oh, pobres cuerpos retorcidos, flacos, ventrudos o fláccidos, Que el dios Utilitario, implacable y sereno, Niños, los fajó en sus pañales de bronce! ¡Y vosotras, mujeres, ¡ah!, pálidas cual cirios Que roe y que nutre el libertinaje, y vosotras, vírgenes, Del vicio materno arrastrando la herencia. Y todas las fealdades de la fecundidad! Nosotros tenemos, es verdad, naciones corrompidas, De los pueblos antiguos, bellezas ignoradas: Rostros corroídos por los chancros del corazón, Y como quien diría bellezas de la languidez, Pero estas invenciones de nuestras musas tardías No impedirán jamás a las razas enfermizas Rendir a la juventud un homenaje profundo, —¡A la santa juventud, al aire simple, a la dulce frente, A la mirada límpida y clara como un agua corriente, Y que va derramando sobre todo, indiferente Como el azul del cielo, los pájaros y las flores, Sus perfumes, sus cánticos y sus dulces colores!