(Las) Otras geografías en Chile - Andrés Núñez - E-Book

(Las) Otras geografías en Chile E-Book

Andrés Núñez

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Beschreibung

Es este un trabajo abierto a percibir los cambios y transformaciones del espacio, sin desvincularlo de las relaciones de poder ni de los marcos discursivos que lo definen. El espacio es tiempo y este libro busca dar cuenta de ello.

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© LOM ediciones Primera edición, mayo 2019 Impreso en 1.000 ejemplares ISBN: 978-956-00-1136-7 eISBN: 9789560012685 (Geolibro UC N° 29) Las publicaciones del área de Ciencias Sociales y Humanas de LOM ediciones han sido sometidas a referato externo. Edición, diseño y diagramación LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56-2) 2860 68 [email protected] | www.lom.cl Diseño de Colección Estudio Navaja Tipografía: Karmina Registro N°: 203.019 Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta NormalImpreso en Santiago de Chile

Índice

Prólogo

Introducción

Parte I Geografías en la perspectiva socio-ambiental: ecología política, extractivismo y etnicidad

Conservacionismo y desarrollo sustentable en la geografía del capitalismo: negocio ambiental y nuevas formas de colonialidad en Patagonia-Aysén

Las geografías del extractivismo: biocolonialidad del poder y resistencias decolonizadoras

Construyendo socialmente lo indígena: la multiculturalidad como colonización del saber

Ecología Política en (desde y por) Chile: posibilidades, desafíos y contribuciones

De La Frontera al Wallmapu: la construcción del territorio de La Araucanía y las geografías del extractivismo forestal e hidroeléctrico

Parte II Geo-grafías de la experiencia: enfoques etnográficos y fenomenológicos

Etnografía aplicada a la expansión forestal: otras antropologías para otras geografías

Hacia una comprensión espacio-temporal de las ciudades intermedias

Talca, Dublín y Londres: etno-geografías del viaje inconcluso

Cuaderno de campo, croquis y mapas: los lugares de la cultura

Geografía y cine: la pantalla como territorio en elfilme Dead man de Jim Jarmusch

El espacio como texto: la memoria oculta de un patrimonio territorial en el Área Metropolitana de Concepción

Parte III Geografías y espacialidades: geopolíticas en la producción territorial

Geografías del no ser: la zona roja del conflicto mapuche como negación de las ontologías territoriales

La Norpatagonia: modernización neoliberal y desarrollo autónomo frente al mito del Chile unitario

Geopolítica y revanchismo: notas del diseño territorial autoritario

Capitalismo y heterotopía en la Cordillera de los Andes del sur de Chile

La producción desde el sur de nuevas formas de pensar lo que otros han pensado: consideraciones acerca del espacio y espacialidad

¿Cuán otras son las otras geografías del Chile contemporáneo?

Acerca de los autores

Prólogo

Joan NoguéCatedrático de Geografía Humana de la Universidad de Girona, España

El libro Las «otras» Geografías, que dirigí y coedité en el año 2006 junto con mi colega Joan Romero, empezaba así:

El libro que tienen ustedes en sus manos responde al absoluto convencimiento de los editores de la relevancia cada vez mayor del saber geográfico en el mundo que nos ha tocado vivir. Sea cual sea el ámbito al que nos refiramos (social, cultural, político, económico), la geografía se nos muestra como un saber útil –e imprescindible– para su comprensión. Ahora bien, las dinámicas territoriales de las sociedades contemporáneas no siempre saltan a la vista; no siempre se corresponden con los grandes temas tradicionalmente estudiados por la academia; no siempre son de fácil acceso. Por eso hablamos de las “otras” geografías, es decir de aquellas expresiones geográficas de la contemporaneidad poco estudiadas habitualmente por su intrínseca dificultad y accesibilidad, o por su apariencia invisible, intangible, efímera y fugaz. Y, sin embargo, la importancia y significación de estas otras geografías es cada vez mayor. Entendíamos que hasta el presente y en lengua castellana, estas otras geografías no habían recibido la atención necesaria en los textos de geografía humana convencionales, ni tampoco en los correspondientes a otras muchas ciencias sociales.

Me reafirmo en todo lo que escribí entonces, menos en la última frase, porque el libro que tengo el honor de prologar la desmiente. (Las) Otras Geografías en Chile. Perspectivas sociales y enfoques críticos es una aportación de gran valía al estudio de las otras geografías que tiene el mérito de territorializar y contextualizar las problemáticas estudiadas en un caso concreto: Chile. Andrés Núñez, Enrique Aliste y Raúl Molina, los tres editores, consiguen así no sólo ampliar y profundizar en las temáticas escogidas, sino también incluir más perspectivas metodológicas de las que nosotros contemplamos en aquel momento. Se trata de una obra plural e interdisciplinar, en la que el lector encontrará algunas certezas y, sobre todo, muchas preguntas por responder, que de eso se trata. Nuevas preguntas para encontrar explicación a muchos de los procesos y de las fuerzas que están cambiando el mundo y que afectan a las poblaciones de forma muy diversa. Ya no sirven las recetas al uso, los esquemas de interpretación convencionales, anclados en su mayoría en visiones hegemónicas de antaño. El mundo ha cambiado, está cambiando, y de manera más profunda y más rápida de lo que nunca hubiéramos imaginado. Están cambiando los espacios globales, pero también los lugares próximos. De ahí el interés de esta mirada especial al mundo en que vivimos que se nos ofrece desde Chile.

El saber geográfico ha sido siempre un saber estratégico. Ya en la Grecia clásica los tratados geográficos se tenían en gran estima y algunos siglos más tarde, en plena Edad Media y mucho más a partir del Renacimiento, cuando se añadieron a ellos elaboradas representaciones cartográficas, su valor se disparó. En el régimen absolutista francés ningún monarca osó nunca desprenderse de la figura del Géographe du Roi, quien contaba con dependencias propias en el palacio de Versalles. Y cuando las revoluciones burguesas llegaron al poder y precisaron conocer y organizar mejor el territorio de los nuevos estados-nación, crearon los servicios geográficos nacionales, entes aún hoy existentes que experimentaron un crecimiento vertiginoso a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX, coincidiendo con los momentos álgidos de la expansión colonial europea por todo el mundo. En la implantación del citado colonialismo, por cierto, la geografía jugó un papel neurálgico, sobre todo a través de las expediciones y de las sociedades geográficas, como nos recuerda Edward Said en su libro Orientalismo. Y en nuestros días todo ello ha ido a más, ya que la adecuada localización geográfica de la inmensa mayoría de actividades económicas está en la base de su éxito o fracaso y es sabido que la información geográfica detallada y actualizada es imprescindible en los ámbitos geopolítico y geoestratégico.

A menudo se olvida, sin embargo, que este potente y sólido saber geográfico ha coexistido desde siempre con otra forma de entender y de aplicar la geografía. Me refiero a aquella que pone el énfasis en la relevancia social del conocimiento geográfico o, lo que es lo mismo, en la contribución que la disciplina puede hacer para mejorar este mundo, focalizando el interés en las otras geografías, esto es en los sectores de población más desvalidos y marginados o en temas poco considerados por la corriente mayoritaria. Hace ya más de un siglo, por los mismos años en los que Engels se escandalizaba ante las condiciones de vida de los barrios obreros ingleses, los geógrafos Elisée Reclus y Piort Kropotkin impulsaron una geografía social de base anarquista que, a través de una reorganización espacial de los asentamientos humanos, contribuyera a edificar una sociedad más justa e igualitaria.

Años más tarde, en la década de 1960, aparece a ambos lados del Atlántico la denominada geografía radical, etiqueta que englobaba a todos aquellos que impregnaban su práctica geográfica de un claro compromiso social. En su mayoría marxistas y anarquistas, estos geógrafos partían del convencimiento de que el espacio geográfico era un producto social y de que la geografía era sin duda un saber estratégico, pero que éste debía orientarse al tan deseado cambio social o, mejor aún, a la revolución. Aparece así todo un amplio abanico de nuevos temas de interés, todos ellos socialmente relevantes: el Tercer Mundo y el problema del subdesarrollo, los conflictos geopolíticos y armados en diversas regiones del mundo, las bolsas de pobreza y su localización geográfica, los guetos urbanos o, por poner un último ejemplo, las primeras crisis ambientales.

La lista de autores que apostaron por este tipo de geografía sería muy larga de enumerar. Ya fueren marxistas, anarquistas o sin etiqueta alguna pero con un fuerte compromiso social, aquellos geógrafos y geógrafas consiguieron abrir nuevos caminos y descubrir nuevos paisajes que, salvando las distancias y los contextos, hoy seguimos explorando desde una geografía crítica y comprometida. Ésta sigue aquella estela iniciada hace ya medio siglo, aunque incorporando nuevas dimensiones y categorías conceptuales poco contempladas en aquel momento. Ahora nos interesamos de manera especial por los paisajes incógnitos y los territorios ocultos de las grandes metrópolis, las ocupaciones temporales del espacio público, los nuevos espacios disidentes, el cuerpo humano como objeto y sujeto geográfico, la dimensión espacial de las relaciones de género, las geografías de la discapacidad, las geografías de la evasión, las geografías emocionales generadas por las diásporas, el exilio y la emigración, los paisajes sensoriales no visuales inducidos por el resto de nuestros sentidos o, sin ir más lejos, el fundamental y a la vez complejo proceso a través del cual los seres humanos imbuimos de significado al espacio geográfico y creamos lugares. Nuestros mapas, en efecto, se han llenado de nuevo de tierras desconocidas, de regiones que se alejan, que se descartografían y se vuelven opacas. Hacia estos nuevos espacios en blanco en nuestros mapas, hacia estas otras geografías, dirigimos nuestra mirada.

Se mire por donde se mire, estamos en transición hacia un nuevo escenario mundial, en buena medida aún por definir. Sus rasgos esenciales, su lógica, los valores imperantes en dicho escenario no están prefijados y esa es una buena noticia porque indica que el resultado final depende de nosotros, de cada uno de nosotros, al menos en parte. Para algunos, el mundo que se avecina es incierto e inseguro, lo que les lleva a replegarse en lógicas tribales y corporativas; sin embargo, para otros, admitiendo la imprevisibilidad de la existencia, esa incertidumbre, esa indefinición de la arquitectura final, se convierte en un reto, en un reto por construir un mundo mejor, en el que el crecimiento del PIB no sea la medida de todas las cosas; un mundo en el que la felicidad, el bienestar y la igualdad de oportunidades estén al alcance de toda la humanidad.

Introducción

(Las) Otras Geografías en Chile1

El presente libro es una compilación inspirada en la necesidad de recoger trabajos de investigación y reflexión geográfica de reciente factura. Corresponden a trabajos de diversas temáticas y marcos teóricos que intentan mostrar el abanico de preocupaciones y aproximaciones a la realidad que actualmente se desarrollan desde la geografía. Son trabajos elaborados con libertad de abordaje de temas, sin imponerse campos vedados, ni límites o fronteras, y que se ocupan de nuevas temáticas de la geografía y se revisitan otras viejas aproximaciones con miradas contemporáneas.

Estas temáticas-problemáticas geográficas corresponden a campos de conocimientos tan diversos como el crecimiento urbano, las aproximaciones al medioambiente, la ecología política y el desarrollo sostenible, la percepción del espacio fenomenológico, la colonialidad/poscolonialidad/descolonialidad, la etnografía del caminar y el observar, la aproximación a la cuestión étnica y la apreciación estética desde la geografía. Estas aproximaciones tienen en común el uso de categorías geográficas que gradúan la mirada espacial de los fenómenos o problemas estudiados. Entre éstas se encuentra la aproximación territorial del paisaje, del lugar y de la temporalidad en cada uno de los ensayos que se presentan. Por ello se podrá apreciar que los/las autores/as se aprestaron a escribir puntos de vista frescos sobre viejos temas y a explorar nuevos campos o atreverse con temas de vanguardia. Como será posible apreciar y tal como lo indica el subtítulo, todos con mirada crítica y desde perspectivas sociales que imponen nuevas preguntas y nuevos horizontes para los estudios geográficos. Preguntamos, por lo mismo, ¿puede la Geografía estar ausente de los problemas o cuestiones sociales?

Los artículos que se presentan, además, navegan entre diversas tendencias teóricas de la geografía y de las ciencias sociales, influidos por el posestructuralismo y la posmodernidad de las últimas décadas, por el giro cultural en la geografía, en especial por los relacionados con la percepción y la fenomenología, por la diversidad y la cuestión étnica, por los estudios poscoloniales/descoloniales que desarman los constructos teóricos del poder/saber/ser del poder colonial para intentar una mirada más emancipada. A su vez, se insertan en el denominado giro espacial de las ciencias sociales que han considerado la categoría geográfica como un aporte a los estudios teórico-prácticos de los escenarios de las experiencias sociales. Estas miradas geográficas tienen a la vez la particularidad de ser elaboradas no sólo por geógrafos, sino también por arquitectos y antropólogos que escriben sus postulados en este libro, lo que enriquece las miradas geográficas y permite el diálogo fructífero.

En su conjunto corresponden a trabajos innovadores en términos de perspectiva, temática y metodología; aunque algunos revisitan algunas ideas más recurrentes, todos ellos muestran la heterogénea mirada desde los diversos campos teóricos de preocupación geográfica, que ensayan nuevas interpretaciones o perspectivas para asuntos vistos muchas veces bajo la lupa de una lectura y análisis dominantes o repetitivos. En tal sentido, el espacio, por tomar una categoría geográfica, que recorren algunos artículos ya no se considera en forma absoluta, tal como nos han ilustrado los trabajos de David Harvey, o de manera utópica, según Foucault, o abstracta, según Santos, por el contrario, los espacios aquí descritos subrayan nuevas unidades cargadas de sentido y se leen a través de relaciones con el poder, de hegemonías culturales, de cohabitación y contradicción, de metamorfosis procesuales y de análisis de contrastes y comparaciones evocativas y preceptivas de la subjetividad.

En este sentido lo recopilado intenta, más que acercarse a un conocimiento geográfico en sí mismo, desconstruir el saber geográfico para colocarlo en perspectiva, en contexto temporal. Es decir, alejarnos de aquella práctica que fija al espacio como una realidad inerte, como naturaleza muerta. Alejarnos así de esa vieja herencia que se cuela muchas veces de modo mecánico e inconsciente bajo las premisas de miradas que naturalizan la comprensión geográfica, asumiendo los espacios, territorios, paisajes y lugares como espacios fijos y estáticos y no como escenarios que interactúan con los acontecimientos sociales y políticos y formas de vida cultural que construyen procesos transformadores en diversas dimensiones y direcciones. Se debe resaltar que la aproximación inamovible en geografía, aquella que prescindía del tiempo, o mejor dicho de la historicidad inherente del espacio, se constituyó equivocada e interesadamente en una especie de esencia de la geografía, rigidez que fue aprovechada, sino promovida, desde los contextos de poder. En Chile, aquello fue particularmente evidente durante la dictadura militar, donde la Geografía se instaló de modo utilitarista a los discursos y prácticas del poder, ya sea para definir vocaciones territoriales, para controlar nuevos territorios o para «normalizar» otros. Así, por ejemplo, se definió como «esencialmente» forestal algunas áreas, otras como mineras y el país se observó desde un centro político que funcionaba y calzaba muy bien con los nuevos aires de una economía que requería de recursos y materias primas.

Desde estas producciones geográficas se promovió un reconocimiento de la realidad como algo estático que hay que describir, formas de racionalidad que, detrás de una imagen de neutralidad, objetividad y cientificidad, buscaban controlar y definir territorios, espacios, lugares y paisajes desde la óptica de la construcción de la estabilidad y la conservación de un «Orden» (sí, con mayúscula), buscando soluciones funcionales, correctivas para la reproducción y ampliación de un espacio prefigurado e inalterable. Como ha expuesto Joan Nogué, nuestro mentor en la idea de este libro, quien además prologa este libro: «Las miradas del paisaje –y el mismo paisaje– reflejan una determinada forma de organizar y experimentar el orden visual de los objetos geográficos en el territorio. Así, el paisaje contribuye a naturalizar y normalizar las relaciones sociales y el orden territorial establecido».

Por ello, estos escritos intentan un enfoque geográfico crítico, en cierto modo des-constructivo de estructuras sólidas y naturalizadas. Por lo mismo, son trabajos sensibles a percibir los cambios y transformaciones del espacio, los territorios, los paisajes y los lugares, procesos que ocurren en el tiempo y en una historicidad radical u ontológica del devenir. No hay conocimiento geográfico si no hay consideración del tiempo, de forma consciente. En este marco, el espacio y, a partir de él, el paisaje, no es un círculo cerrado, sino que es un desplegar(se). Como ha expresado el notable geógrafo francés Éric Dardel, ya por la década del 50 del siglo pasado, el espacio y por ende el paisaje «es una huida hacia toda la tierra, una ventana de posibilidades ilimitadas: un horizonte». Es decir, es el resultante de una interacción de la apropiación del sentido espacial, ya que sujeto y objeto se funden en un horizonte efectual donde el «comprender» es, finalmente, diálogo (fusión de horizontes) entre la experiencia comprensiva (sujeto social) y la convivencia del horizonte histórico de la comprensión (objeto).

En esta línea de argumentación, el espacio geográfico deriva en un «mundo» (que es comprensión y horizonte de la comprensión) o, siguiendo al geógrafo chino Yi Fu Tuan, «cosmovisión». Expone el propio Dardel: «Cuando queremos reducir la Geografía a un puro conocimiento objetivo, el elemento propiamente terrestre de la Tierra desaparece. Las nociones y las leyes que podemos extraer no conservan su valor más que si las arrancamos en un combate a algo que continúa escondiéndose, a una existencia animal. Es esta lucha incesante de la luz y de la oscuridad, del Hombre y de la Tierra, la que confiere a cualquier construcción humana lo que tiene de concreto y de real, y, de alguna manera, cualquier descubrimiento, cualquier «geografía», a la vez que es concesión a la Tierra, abandono a la fuente que nos hace ser, manifiesta nuestra historicidad fundamental».

Así, por aquella relación existencial con la Tierra, el espacio de «lo geográfico» no podría ser únicamente materialidad sino en lo fundamental temporalidad/historicidad. Aquí hay una modificación sustancial para enfocar la temática geográfica. Esta perspectiva invierte el tradicional enfoque de los estudios geográficos anclados en el marco de las ciencias empírico-analíticas, para trasladarlos al de las disciplinas hermenéuticas.

En consecuencia, estos estudios apuestan a una geografía anclada en una temporalidad que es historicidad y memoria, con continuidades y discontinuidades que vayan más allá de la lógica moderna y lineal de comprensión del tiempo, de la historia y del propio espacio. También a geografías que presten atención al espacio vivido, al habitar, a las prácticas, a la experiencia del lugar, a la visibilización de sujetos sociales en muchos casos silenciosos (o silenciados).

Desde la perspectiva señalada se han reunido en este libro trabajos que dan cuenta de lo que el propio Joan Nogué ha denominado Otras Geografías, a fin de resaltar nuevas posibilidades, nuevas interpretaciones para los estudios geográficos. Es decir, se busca poner en relieve las investigaciones que en el ámbito de la geografía se desmarquen de visiones universalistas, donde las escalas y los sujetos hayan dejado de ser de carácter colonial, prefigurados, dominados, colonizados o invisibilizados.

En definitiva, creemos que es posible aunar estos estudios e investigaciones en un libro que dé cuenta de su heterogeneidad y diversidad, pero que, a la vez, permita visibilizar un esfuerzo común y homogéneo de llevar y reposicionar a la geografía hacia una discusión social y crítica, asunto que estimamos estaba menos expuesto en nuestra quehacer geográfico.

El lector podrá juzgar críticamente si estos artículos están acordes a los postulados que hemos señalado. Creemos que el texto que tiene en sus manos es un aporte de perspectivas críticas, en el marco de un renovado saber y de la relación social con la geografía en Chile.

Andrés Núñez Enrique Aliste Raúl Molina

1 Con la denominación «Otras Geografías» parafraseamos el título que Joan Nogué y Joan Romero dieron a su libro Otras Geografías (Tirant lo Blanch, Valencia, 2006).

Parte I Geografías en la perspectiva socio-ambiental: ecología política, extractivismo y etnicidad

Conservacionismo y desarrollo sustentable en la geografía del capitalismo: negocio ambiental y nuevas formas de colonialidad en Patagonia-Aysén2

Andrés Núñez*Fernanda Miranda**Enrique Aliste***Santiago Urrutia****

Cada modo de producción y reproducción de la vida que ha desarrollado la humanidad a través de la historia se corresponde con un régimen particular de organización del metabolismo entre sociedad y naturaleza (Ruiz 2013). Con la aparición del modo de producción capitalista se produce una importante alteración de tal metabolismo social-natural. Las relaciones de producción y las fuerzas productivas capitalistas implican la alteración o fractura de los equilibrios en el intercambio orgánico de materia y energía. Esta fractura del metabolismo social-natural supone el agotamiento, la depredación, la extenuación y la devastación tanto de la fuerza de trabajo como de todas las llamadas condiciones de la «naturaleza exterior» (Ruiz 2013). De esta forma, la existencia de una sociedad que tiene como eje motor la subordinación de los ciclos reproductivos de los seres humanos y de la naturaleza a la producción ilimitada de mercancías implica, inevitablemente, el progresivo deterioro de los equilibrios del metabolismo socioambiental. El capitalismo históricamente ha utilizado a la naturaleza como factor de producción y la ha instalado en el circuito productivo mundial para aprovecharla y obtener plusvalía bajo un modelo de extracción de los –así llamados– recursos precisamente «naturales». En este sentido, el sistema capitalista considera a la naturaleza como una gran reserva de valores de uso potencialmente reducidos a valores de mercancía. Dicho de otro modo, bajo esta lógica la naturaleza es una gigantesca estación de servicio que está «dispuesta» para su uso, transformación, acumulación y distribución (Heidegger 1994).

El extractivismo se caracteriza por actividades que remueven enormes cantidades de recursos naturales, muchos de los cuales no son renovables. En términos de intercambio, es posible mencionar que ha existido una clara y conocida tendencia a que la extracción y exportación de materiales se concentre en algunas regiones del mundo –África y América Latina fundamentalmente–, mientras que el consumo e importación de recursos se concentre en otras –Europa, Asia y América del Norte, principalmente en Estados Unidos– (Ruiz 2013). Tal situación que ha sido explicada a partir del concepto de colonialidad (Quijano 2000, 2007) y también de la «geopolítica de la biodiversidad» (Leff 2005, Delgado Ramos 2008, Cádiz 2015) designa un modelo estructural de dominación, explotación y conflicto, originado con el colonialismo global europeo pero reconfigurado constantemente. En la práctica, el modelo extractivista ha significado apropiación de las riquezas naturales de las regiones poseedoras de estas, en un proceso de «acumulación por desposesión» (Harvey 2004), y ha provocado «expulsiones» (Sassen 2015) que han generado el despojo forzoso de diversas poblaciones hacia centros urbanos más relevantes, la reconversión de derechos de propiedad comunal, colectiva o estatal en propiedad privada, el bloqueo de formas de producción no intensivas en capital, entre otros. Es decir, en términos generales, a partir del extractivismo se ha producido una integración –de forma subordinada– de las economías de la periferia al circuito productivo capitalista global.

Tal circuito de producción se basa en la creencia de que se puede sostener indefinidamente el crecimiento económico sin considerar la finitud de los recursos existentes ni la persistente generación de problemas socioambientales. Esta visión ha producido, de forma diferenciada en el planeta, un agotamiento de recursos no renovables, así como también la erosión, degradación y contaminación de recursos considerados renovables debido al abuso en su aprovechamiento como proveedores de materia prima o como depositarios de desechos tóxicos, y víctimas del denominado calentamiento global. De esta manera, durante el siglo XX y lo que va del siglo XXI, se ha producido una ampliación de la fractura metabólica que se manifiesta en una devastación socioambiental, también llamada crisis ecológica.

Es lógico, por tanto, pensar que la crisis ecológica que se experimenta a nivel global produce un cuestionamiento de la racionalidad productiva capitalista fundada en el cálculo económico (Leff 1998), ya que, en gran medida, proviene de ella. En este sentido, los costos socioambientales generan cierta incertidumbre respecto del futuro de la economía mundial y del propio sistema capitalista. Según lo expuesto, la crisis ambiental podría interpretarse como una manifestación de crisis del sistema capitalista. Sin embargo, como sostiene Harvey (2014), el capitalismo posee ciertas ventajas que le permitirían asegurar, pese a estos problemas, la futura reproducción del sistema:

Su larga y prolongada experiencia de resolución de estas dificultades; La naturaleza está internalizada en la circulación y acumulación de capital; Es perfectamente posible que el capital continúe circulando y acumulándose en medio de catástrofes medioambientales;El capital ha convertido los asuntos medioambientales en una gran área de actividad empresarial.

Este último aspecto, que hemos precisamente destacado, es el centro de nuestro análisis. Aquel punto concentra la idea que venimos investigando los últimos años. Los asuntos medioambientales y el consiguiente surgimiento de la racionalidad ambiental terminan insertándose dentro de las estrategias de mercado de la racionalidad capitalista, a partir de la generación de modelos de negocios rentables basados en la conservación y preservación de la naturaleza. De esta forma, la solución a la crisis propuesta por instituciones de gravitación mundial, algunos gobiernos de las principales potencias y una importante cantidad de intelectuales no implica volver verde la economía sino, por el contrario, de volver cuestión económica lo verde, es decir, de tratarlo o someterlo a la lógica del mercado (Prada 2014), en definitiva, de mercantilizar la naturaleza desde parámetros diferentes a los del tradicional modelo extractivo. Así, en el desarrollo de este trabajo se parte de la certeza de que el sistema capitalista puede cambiar de color como los camaleones para sobrevivir a sus crisis: «…puede volverse verde cuando se trata de hacer negocio de la crisis socio-ecológica, o naranja cuando quiere aparentar ser demócrata y humanista, y hasta africano cuando hay que poner una “cara negra” que legitime las nuevas políticas militares y a la vez las disfrace bajo el celofán de negociaciones con Cuba, Irán, etc., mientras endurece sus ataques a Venezuela y a otros muchos pueblos» (Prada 2014). Como certeramente expresa el propio Harvey: «Si hay problemas graves en la relación capital-naturaleza, se trata de una contradicción interna y no externa del capital. No podemos sostener que el capital tiene el poder de destruir su propio ecosistema, al tiempo que negamos arbitrariamente que tiene un poder potencial similar para sanearse y resolver, o cuando menos equilibrar debidamente sus propias contradicciones» (Harvey 2014, 253).

De esta manera, el presente trabajo evidencia que el proceso de centralización y concentración del capital está lejos de haber concluido y sólo parece orientarse hacia nuevas áreas de actividad rentable.

El panorama expuesto es posible debido a la existencia en el escenario mundial de dos lógicas de poder: la territorial y la capitalista. Ambas lógicas se desarrollan en una dinámica interdependiente que propicia y determina configuraciones espacio-temporales. La lógica territorial está ligada a la política estado-imperial en cuanto «políticos y hombres de Estado buscan normalmente resultados que mantengan o aumenten el poder de su propio Estado frente a otros» (Harvey 2004, 40), al tiempo que la lógica capitalista supone un proceso de acumulación de capital, por medio del cual el capitalista busca beneficios individuales. Así el Estado y el capital conforman y articulan relaciones de conveniencia económica-política que pueden verse reflejadas en los procesos de re-territorialización provenientes desde el Estado, en lo que Harvey (2004) ha descrito como «la incorporación de espacios en la geografía del capitalismo».

A continuación se analizan dichas relaciones de conveniencia para Patagonia-Aysén, las que han propiciado desde finales de los años ochenta la inclusión de tales territorios en el mercado global. Se identifican las acciones de la institucionalidad pública que han impulsado para la región de Aysén un nuevo proceso de territorialización, a partir de un modelo de desarrollo que tiene como base discursiva la patrimonialización de la naturaleza, situación que actualmente sirve como plataforma para la apropiación, concentración y especulación de la propiedad por parte de actores privados que tienen la finalidad de integrar a estos espacios como nuevos mercados a partir de la generación de negocios rentables de carácter turístico/conservacionista.

Estado y re-definición de la territorialidad de Aysén desde 1990

La actual fase económica neoliberal que se experimenta en diferentes países del mundo, y particularmente en Chile desde los años ochenta, supone un importante proceso de liberación de activos por parte del Estado. La necesidad del capital de adquirir nuevas esferas de actividad rentable hace indispensable el actuar del Estado mediante la privatización de los activos públicos que legalmente están a su resguardo (Merchand 2013). De acuerdo con lo mencionado, lo que sigue demuestra que las necesidades y las lógicas capitalistas son elementos que no existen con total independencia del Estado, sino que, por el contrario, están insertos en su propia estructura institucional y en la estabilidad que este ofrece. En otras palabras, el Estado es un engranaje indispensable y necesario del actuar capitalista. Desde este punto de vista, lo global no anula lo nacional, sino que lo alimenta para relacionarse desde esa plataforma.

A partir de la instauración del modelo de economía neoliberal en Chile se ha incentivado una gestión regional con base en la aplicación de algunos principios económicos que dejan libres a las regiones del país de valorizar y desarrollar sus ventajas competitivas y comparativas en pos de generar una inserción en mercados externos, conservando la institucionalidad pública funciones referidas al fomento y gestión de estas ventajas.

En el caso de la región de Aysén, desde los años noventa, en el marco de las ideas de sustentabilidad y racionalidad ambiental surgidas a raíz de la crisis socio-ecológica, sus características medioambientales pasan a ser concebidas por la institucionalidad pública como una ventaja competitiva cuyo aprovechamiento, en la visión del Ministerio de Bienes Nacionales (MBN) de la época, se materializaría atrayendo inversiones de carácter turístico/conservacionista desde el sector privado, a través de la herramienta de la concesión a largo plazo (Galarce 2015). Estas inversiones, de acuerdo a lo planteado por el MBN, por una parte tenían el objetivo de integrar estos espacios como activos para la política pública y, por otra, serían cruciales para el crecimiento y desarrollo económico de tales territorios australes.

En la práctica, como señala Núñez (et al. 2014), esta situación llevó a reformular lineamientos que fueron esenciales en etapas de territorialización anteriores, marcadas en lo fundamental por un Estado que materializó su presencia en la zona con la incorporación de colonos ganaderos al territorio de Aysén3. Así, desde 1990 se buscó desincentivar o anular procesos de colonización ganadera/forestal, al tiempo que se promovieron proyectos privados de inversión en materia de conservación y turismo. De esta forma, en el MBN, desde 1990 a la fecha, se pasa de políticas enfocadas en la regularización de propiedades en manos de colonos pioneros, y por lo tanto en la gestión de la demanda de terrenos, a una política de oferta de propiedades, con miras a rentabilizar estos espacios a través de una base discursiva relacionada con la patrimonialización de la naturaleza (Galarce 2015).

Las iniciativas en la perspectiva del MBN tenían la finalidad de incluir estos espacios como activos para la política pública, dándole visibilidad de inversión internacional al territorio austral. En los hechos, tales políticas y programas colaboraron, precisamente, haciendo visible al territorio de Patagonia-Aysén como un activo potencial de ser incluido en las lógicas de (sobre)acumulación de capital privado mediante la compraventa de terrenos por parte de sujetos externos a la región y representados en su mayoría por sociedades anónimas, asociadas a actividades económicas ligadas a la conservación de la naturaleza. De este modo, el MBN inicia en la región de Aysén un proceso que actualmente sirve como base para la apropiación, concentración y especulación de la propiedad austral por parte de actores privados que tienen la finalidad de reiniciar ciclos de acumulación de capital integrando estos espacios como nuevos mercados a partir de la generación de negocios rentables de carácter turístico/conservacionista.

Por tanto, desde 1990 en gran parte de las comunas de Aysén se comienza a visualizar un mayor dinamismo respecto de la propiedad de la tierra, caracterizado por un recambio de los antiguos colonos pioneros-ganaderos por unos renovados «colonos», que hemos venido denominando en otros escritos como «eco-colonos», una figura tan metafórica como real cuya centralidad es que están imbuidos de una racionalidad discursiva estrechamente asociada tanto al valor ambiental de sus tierras como a una especulación capitalista a partir de aquel valor (Núñez et al. 2014). En general, como expresamos, son sociedades anónimas o jóvenes inversionistas que ven en estas tierras oportunidades de negocios en clave eco, a lo que hemos denominado, eco-extractivismo (Núñez, et al, 2019).

Conservacionismo rentable en la Patagonia

«Invertir en la Patagonia está de moda»3. Con esta frase se iniciaba una noticia de la revista Capital, publicación chilena dedicada al tema de los negocios. Y es que desde 1990 han sido numerosos los proyectos verdes de carácter turístico/conservacionista que emprenden importantes empresarios, muchos de ellos concentrados en Aysén, aunque también en otras áreas del sur de Chile. Los siguientes casos ilustrativos muestran que la rentabilidad del conservacionismo se ha transformado en una especie de moda de empresarios y familias con un importante poder económico.

Un caso que si bien no se ubica en la región de Aysén, llamó públicamente la atención y es importante para nuestro análisis. Nos referimos al Parque Tantauco al sur de la isla de Chiloé (Figura 1). Se trata de un proyecto privado de conservación que involucra el 15% de la superficie total de la isla con cerca de 120.000 hectáreas de bosque milenario. Actualmente es administrado por la Fundación Futuro creada en 1993 por el político, empresario y hoy Presidente de Chile Sebastián Piñera, quien pagó más de 6 millones de dólares por la adquisición de los terrenos.

Figura 1: Parque Patagonia-Chacabuco, Cochrane, Patagonia-Aysen.

Fuente: Andrés núñez

Otro caso corresponde a una entidad privada llamada Patagonia Sur, que ha comprado terrenos en diferentes lugares de la región de Aysén, como Melimoyu, Caleta Tortel, Jeinimeni y Valle Los Leones, además en Lago Espolón y Valle California, en la región de Los Lagos, que suman más de 60.000 hectáreas destinadas a la conservación y preservación de recursos. Sólo en Valle California, Patagonia Sur adquirió 3.200 hectáreas luego de realizar 17 transacciones con distintos propietarios. Su creador, Warren Adams, reconoce abiertamente que ve la conservación como un negocio. Adams cuenta que entre los inversionistas de Patagonia Sur hay un 35% de chilenos, un 40% de estadounidenses, mientras que el resto proviene de Europa y Sudamérica, quienes pagan 350 mil dólares por acción (alrededor de 170 millones de pesos chilenos). De esta forma estas propiedades son administradas por capitales chilenos y estadounidenses que perciben ingresos de diferentes actividades, entre las que se encuentran programas de reforestación nativa con el propósito de generar ventas de bonos de carbono, consultorías o desarrollo inmobiliario autodenominado como ecológico y turismo. Para esto último, en sus propiedades de Melimoyu y Valle California creó los «Patagonia Sur Wilderness Lodges», en los que se pueden realizar actividades outdoor y además poseen alojamiento exclusivo. El valor de un programa doble de visita semanal es de US$ 5.800 (revista Qué Pasa, 2011).

En la misma línea se encuentra Patagon Land. Su fundador, el ingeniero comercial Jaime Iglesis, en su momento gerente de la Fundación Un Techo Para Chile, explica que se trata de una especie de banco de inversión de tierras. Así, su negocio se basa en asesorar a grandes inversionistas en la compra de predios y generar fondos de conservación. Para esto último, Patagon Land compra terrenos y luego arma fondos y vende cuotas a inversionistas que quieran apostar a la plusvalía de esos paños, considerando que el precio por hectárea se ha duplicado desde 2006 y sigue en alza (La Tercera, 2012). Otra de sus apuestas es construir un lodge en las 2.200 hectáreas que en 2010 adquirieron en Caleta Tortel.

A su vez, la Hacienda Melimoyu, propiedad del empresario minero Jonás Gómez, mezcla el turismo con la conservación para generar rentabilidad. En el fundo de 40.000 hectáreas que su familia compró hace casi 20 años a los pies del volcán Melimoyu, en la región de Aysén, está levantando un hotel y ya tiene una oferta turística que incluye bicicletas, paseos en kayaks, cabalgatas, escalada, entre otras actividades (revista Qué Pasa, 2010).

En todos estos modelos de negocios lo que está en juego es el poder del capital simbólico colectivo, o de marcas distintivas especiales vinculadas a un lugar, que tienen una significativa capacidad de atracción sobre los flujos de capital, en lo que Harvey (2007) ha denominado renta de monopolio. Este tipo de renta nace de la búsqueda por parte del capital de cualidades especiales, particulares, de espacios, objetos, productos y otros, con la finalidad de controlar en exclusiva algo que en ciertos aspectos es único e irreproducible. El propio Harvey (2007) plantea que para generar este tipo de rentas, por un lado, el objeto o espacio no puede ser tan singular que no pueda ser comercializado de alguna manera, y por otro, señala que el espacio u objeto no puede ser tan común que pierda su especificidad y pueda ser intercambiado por cualquier otro. Es por esto que a los empresarios conservacionistas les preocupa adquirir terrenos considerados únicos en el mundo. Esto es interesante, porque pone en valor el concepto e imaginario de «fin de mundo», un lugar utópico que es coronado por el Estado nacional como «reserva de vida» ahondando aún más aquella particularidad. Cabe recordar que durante prácticamente todo el siglo XX este mismo territorio austral tenía una carga negativa en tanto espacio periférico, fronterizo y ubicado, precisamente, al «fin del mundo».

De esta manera, el conservacionismo adquiere sentido en la lógica capitalista en la medida en que se puedan generar actividades rentables. Como el propio fundador de Patagon Land señala: «Muy pocas personas están dispuestas a desembolsar montos importantes en comprar tierras sólo por amor al arte» (revista Qué Pasa, 2010). Podría decirse entonces que la rentabilidad del conservacionismo es una forma de reapropiación o una re-conquista de la naturaleza por parte del capital (Núñez, et al. 2016), que se basa en el sometimiento a las lógicas mercantilistas y de privatización de los servicios ecosistémicos de la naturaleza, como por ejemplo, en el caso de la venta de bonos de carbono, en las sensaciones y experiencias naturales, en el caso de la industria turística en sus características físicas/materiales, como la lejanía a centros urbanos, o la pristinidad, belleza y biodiversidad en el caso del denominado eco-corretaje de propiedades; entre otros. En este sentido, la renta del monopolio en el caso del conservacionismo sirve de modos diversos a los intereses del capital y opera en sus dos lógicas. Por una parte, revelando la importancia de las cualidades naturales/ambientales de determinados territorios, lo que impulsa la generación de rentas monopolísticas directas mediante la especulación inmobiliaria, y por otra, mediante el surgimiento de emplazamientos turísticos de elite, y diversos negocios destinados a la explotación de cualidades especiales y particulares vinculadas a estos espacios verdes (reservas de vida), que corresponden a rentas monopolísticas indirectas.

Recordemos que en nuestro país la inversión por parte de privados posee un marco legal muy favorable, por lo que existe un reconocimiento a nivel internacional de ciertas virtudes del país en materia económica. Lo anterior, sumado a la visibilización internacional de Patagonia Aysén como espacio verde que produjeron –y producen– las políticas públicas, que está favoreciendo la aparición de negocios de empresarios filantro-capitalistas que en nombre de la conservación y preservación de la (nueva) naturaleza generan una nueva forma de apropiación y despojo de la misma.

La conservación de la Naturaleza como nuevo mecanismo de acumulación por desposesión: el caso de la comuna de Villa O’Higgins, región de Aysén

Como es conocido, los mecanismos de la «acumulación originaria» señalados por Marx no sólo existieron en la generación primera de la economía capitalista, sino que tienen vigencia e importancia vital para el mantenimiento y profundización de la acumulación de capital en su actual fase neoliberal (Mondaca 2013). Así la idea de «acumulación originaria», actualmente renombrada como «acumulación por desposesión» por Harvey (2004), da cuenta de una nueva fase de expansión del capitalismo sobre bienes comunes, que al igual que en la fase inicial implica un amplio rango de procesos o «formaciones predatorias» (Sassen 2015) relacionados con la conversión de diversas formas de derechos de propiedad –común, colectiva, estatal– en derechos de propiedad exclusivos, la expulsión simbólica (o no) o desplazamiento de poblaciones, el bloqueo de formas de producción no intensivas en capital, entre otros (Harvey 2004).

La compra de grandes extensiones de tierra a colonos ganaderos por parte de empresarios filantro-capitalistas puede ser interpretado como un nuevo mecanismo de la acumulación por desposesión, que esta vez tiene como objetivo la acumulación de capital mediante la mercantilización de la naturaleza a partir de parámetros diferentes a los del modelo tradicional extractivo. Las adquisiciones de terrenos por parte de estos eco-colonos y, en definitiva, de diferentes sociedades (S.A, Ltda., SpA, etc.) vinculadas con el turismo de intereses especiales y el conservacionismo, está generando un desplazamiento pseudo voluntario de las poblaciones locales debido a las contradicciones que se producen entre elnuevo y el antiguo modelo de desarrollo propiciado por el aparataje estatal.

Así, por ejemplo, la comuna de Villa OʼHiggins situada en la Provincia Capitán Prat, Región de Aysén, cuya configuración social y económica tradicionalmente se encontraba ligada de manera estrecha a lo ganadero, en los últimos veinticinco años ha venido experimentando importantes cambios en la propiedad de la tierra de sus habitantes, ya que han ido apareciendo distintas sociedades anónimas y de responsabilidad limitada que al año 2015 (este es evidentemente un asunto muy dinámico) pasan a constituir –de un total de 156 predios registrados– un 18% de los propietarios (Figura 2). Este porcentaje de propiedades bajo el dominio de empresas en la comuna de OʼHiggins, en la práctica son sólo 28 predios pertenecientes a sociedades anónimas (S.A.) y de Responsabilidad Limitada (Ltda.). Sin embargo, es un cambio de estructura de la propiedad importante considerando que sólo 6 sociedades controlan cerca de 45.000 hectáreas, entre las cuales la Sociedad Anónima Las Margaritas, vinculada al grupo Luksic, posee más de 30.000 a partir de 14 transacciones con colonos pioneros. Además, gran parte de las transacciones realizadas entre colonos y ecocolonos se han llevado a cabo en los últimos diez años, en los cuales se calcula que el precio por hectárea se ha duplicado (La Tercera, 2012). En este sentido, pareciera ser un fenómeno que aumentará conforme los precios por hectárea en la región continúen incrementándose.

La sociedad anónima antes referida adquirió el año 2002 aproximadamente 1.000 ha. ubicadas al norte de Villa O’Higgins, según nos fue posible constatar en las inscripciones conservatorias. A partir de esa fecha también, según las mismas fuentes, Las Margaritas S.A. registra 14 nuevas transacciones con privados (colonos), los que en su mayoría poseían predios entregados por el Estado y que según datos proporcionados por la misma Seremi de Bienes Nacionales de la Región, promediaban el valor de 5 o 6 UF por ha.

De acuerdo con los mismos antecedentes consultados, se deduce que al año 2015 dicha sociedad era la que más concentraba propiedad, alcanzando, como se adelantó, alrededor de 35.000 ha., distribuidas en amplios territorios de la comuna de O’Higgins que en resumen podemos situar desde el río Bravo al sur en torno a la Carretera Austral y en el Valle del río Mayer.

Figura 2: Evolución de la tenencia de propiedad de la tierra, Comuna de O’Higgins, 1960-2015

Fuente: FONDECYT Regular N° 1141169 (2014-2016).

El propósito tras dicha concentración se explica en parte por la voluntad de la sociedad por desarrollar un proyecto de conservación cuyo principal fin fuese la conservación del huemul y, en consecuencia, limitar o restringir las explotaciones ganaderas tradicionales de los mismos colonos pioneros.

Posteriormente, el año 2010 y con el mismo fin de consolidar el proyecto de conservación de huemules, la Sociedad Las Margaritas presenta ante la Seremi de Bienes Nacionales de Aysén una postulación para conseguir la concesión de un predio fiscal de 12.009 hectáreas, ya destinadas por decreto en el año 2009 para la conservación y protección del huemul. El periodo que duraría la concesión sería por un período de 50 años, durante los cuales la sociedad debería pagar una renta anual cercana a los 33.500 UF en total. La concesión, de acuerdo a los antecedentes recopilados, contemplaba una opción de compra del predio El Azul, que según la propuesta resultaba necesario para el desarrollo de la aludida iniciativa.

El proyecto en cuestión generó una importante oposición que llegó a tener alta connotación pública. La comunidad se manifestó contraria a los intereses de la Sociedad y a los objetivos del mismo proyecto de conservación, considerándolos incompatibles con sus propias prácticas locales, encabezadas por las actividades ganaderas desarrolladas por años sobre los mismos campos de veranadas, fundamentales para su subsistencia y ahora demandadas para la conservación. Ante la presión ejercida por los habitantes de la comuna de O’Higgins, el proyecto se mantiene suspendido tras la revisión del plan de manejo de la iniciativa, por lo que no pasó a la parte de valorización del terreno (radio Santa María, 2015). No obstante, persiste la preocupación desde la comunidad respecto de la adquisición de predios por parte de sociedades anónimas con fines de conservación, aunque, como hemos venido exponiendo, estamos en presencia de un cambio estructural donde el capital y el conservacionismo rentable se encuentran.

Desde la comunidad señalan que tal renovado escenario ha incrementado notoriamente el valor de la tierra, de la leña y, un asunto de fondo, ha impactado sustancialmente en las prácticas locales, además de proyectar una suerte de renacer del puma, con todo lo que ello implica para la actividad ganadera que aún perdura. Como hemos querido demostrar, este asunto es transversal a toda la región, aunque en la comuna de O`Higgins el impacto de las compras de la sociedad Las Margaritas S. A. ha sido, como lo muestra la figura Nº 2, evidente.

Unas de las paradojas de este capitalismo verde o conservacionismo rentable, es que los valores de la naturaleza se movilizan hacia nuevos sentidos. Un colono entrevistado nos dijo: “Yo vendí mis tierras porque tenían mucho bosque, mucho hielo y lagos y las vacas no podían ser muchas.. apenas podía usar 100 hectáreas de las las 1.200 has. aprox. que tenía...si, se las vendía a la Sociedad Las Margaritas…” (E. R., 2016).

En esta misma línea, el presidente de la Junta de Vecinos de Villa O`Higgins al año 2012, René Guzmán, señalaba: «La gente le está vendiendo (a Las Margaritas S.A.) porque ya no pueden vivir de la ganadería... los pocos que viven acá lo hacen con escaso capital y con los pequeños aportes que el gobierno les da a través de INDAP, que son migajas. Por eso la gente está vendiendo sus terrenos» (EL Mostrador, 2012). De esta forma, los pobladores locales ven cada vez más difícil el desarrollo de su actividad debido a las incompatibilidades y contradicciones existentes entre la conservación, el turismo y actividades localmente tradicionales como la ganadería, en un contexto de políticas públicas que además criminaliza sus prácticas espaciales y que no concibe a esta actividad como pilar de desarrollo de la región.

En este caso, más que denostar el conservacionismo en favor de la actividad ganadera, se trata de mostrar las cuestiones de fondo que animan las distintas prácticas, es decir, exponer cómo el capitalismo se reproduce en estos lugares bajo la etiqueta del cuidado y respeto por la naturaleza, presionando mediante distintos mecanismos a los habitantes locales para que vendan sus tierras e imponiendo nuevas lógicas económicas, sociales y culturales de comportamiento, arrasando con las formas de vida que tradicionalmente se daban en estos lugares. En otras palabras, buscamos visibilizar la relación que existe entre poder y conservacionismo y entre capital y la llamada protección ambiental.

Así, se aprecia cómo la lógica de acumulación por desposesión se encuentra implícita en el conservacionismo operando desde una matriz neocolonial. Es decir, los patrones de desarraigo y despojo ya vistos en los tiempos de configuración de la nación (el tema de la Araucanía por ejemplo) parecen repetirse en cierto modo en esta nueva fase capitalista aunque, sin duda, con características propias de un proceso anclado en una temporalidad distinta.

Los proyectos conservacionistas, en definitiva, se constituyen como grandes extensiones de territorios destinados a protegerlos de la devastación ambiental generada por actividades extractivas. Sin embargo, estos territorios no son espacios sin habitantes, sino que amparan a sociedades humanas cuyas actividades y prácticas espaciales se ven perturbadas producto de la funcionalidad –de reserva– asignada a esos espacios (Mondaca 2013). En efecto, observamos cómo la re-territorialización –amparada por definiciones legales y discursivas provenientes del Estado– experimentada actualmente en la región de Aysén tiene como resultado la apropiación de esta por parte del capital y la expulsión de sus antiguos habitantes.

Consideraciones finales

La forma aquí descrita de acumulación por desposesión no sólo abarca la conversión de la naturaleza per se en mercancía, sino que además implica el despojo e invisibilización de antiguas culturas ganaderas que quedan silenciadas ante el monopolio del discurso de la conservación y el turismo de intereses especiales. Si los medios de subsistencia y de producción de esta población se ven mermados, el paso consecuente corresponde a la venta de sus tierras y/o su obligada conversión en asalariados. En la comuna de O’Higgins, como vimos, el fundo Las Margaritas es el primer empleador privado de la comuna, sólo superado por la municipalidad. En este sentido, al igual que en la acumulación originaria, con este nuevo modo de acumulación simultáneamente se transforma a los ganaderos en asalariados y a sus medios de producción y subsistencia en capital (Seoane 2012).

Según lo expuesto, la acumulación por desposesión no sólo tiene lugar en donde los colonizadores o ecocolonizadores pretenden explotar, extraer y consumir los recursos de los territorios, sino también en donde los mismos pretenden conservar la naturaleza. El conservacionismo, como sostiene Mondaca, «es el lavado de imagen del modelo extractivo exportador y otro mecanismo de la violenta acumulación por desposesión» (2013, 137). Así, el discurso verde se transforma en un discurso del capital en cuanto es utilizado por el mismo para la generación de negocios rentables. Por lo tanto, no sólo no existen contradicciones entre conservacionismo y capitalismo –en tanto explotación de recursos– como dicta el sentido común guiado por las apariencias (Núñez et al. 2016), sino que un análisis más profundo permite establecer que las prácticas de la racionalidad ambiental terminan constituyendo, de manera paralela con la explotación de los recursos naturales, nuevas formas de mercantilización y privatización de la naturaleza, bloqueo de formas de producción no intensivas en capital, expulsión de poblaciones, concentración y apropiación de tierras y recursos, etc.

Retomando a Harvey (2004), la incorporación de espacios a la geografía del capitalismo, a partir de procesos de re-territorialización promovidos por el Estado, en el caso de Patagonia-Aysén ha generado una articulación exitosa con la nueva dinámica económica global. Así se visualiza claramente cómo las dos lógicas de poder, estatal y capitalista, determinan configuraciones espacio-temporales, poniendo en evidencia que las crisis del sistema capitalista se resuelven a través del ajuste espacial, entendido como expansión geográfica (Alessandri 2008), y, a partir de lo expuesto en este trabajo, podríamos agregar que también comprendido –el ajuste espacial– como forma de reconstruir discursiva y simbólicamente el territorio.

En relación a ello, el Estado, asunto que en Chile es muy ejemplar desde la dictadura a la fecha, ha buscado posicionarse en la lógica del sistema-mundo neoliberal transformando el capital nacional en global (Sassen 2007). Tal situación está permitiendo en la región de Aysén la acumulación de capital a partir de la intervención de actores que solo buscan beneficios individuales –es decir, no comunitarios– y que en virtud de sus decisiones locacionales, modelan la geografía de la producción en configuraciones espaciales específicas.

Si se adopta la postura de que «la globalización neoliberal es una producción geográfica capitalista específica o producción de espacios para el capital» (Harvey 2004), la gran cantidad de tierras compradas en las dos últimas décadas por los ecocolonos devela a Patagonia-Aysén como un espacio actualmente en diálogo con los intereses del mercado y el capital, ya que mediante las dinámicas expuestas en este trabajo comienza a ser incorporada al espacio global. De esta manera, como expresan Rodríguez, Gissi y Medina, «…hablar de la Patagonia era hablar de la lejanía. Pero ahora es un territorio cercano, demasiado cercano a los intereses geopolíticos del capital y del ambientalismo» (2015, 18). El proceso de globalización en un escenario económico neoliberal ha permitido en la región de Aysén un nuevo esquema de apropiación de la naturaleza, donde los actores principales en la construcción de esta nueva territorialidad son los tradicionales en el funcionamiento del capitalismo: el Estado y diferentes agentes del capital. El asunto de fondo, por tanto, es que allí donde se instala la metáfora de un espacio para «la vida» y «el mundo» (Reserva de Vida), el capital colabora en que la dimensión conservacionista de esa naturaleza (ahora «verde») se transforme en algo fijo y «objetivo», invisibilizando que detrás de aquel proceso de conservación hay temas políticos, de poder y de negocio «verde».

Hoy actores privados asumen un rol cada vez más activo en la protección de la naturaleza, y se podría incluso decir que están realizando un valioso aporte a la conservación de especies y de ecosistemas de gran valor a nivel mundial. Sin embargo, debe considerarse que a partir de esta «noble causa» se están produciendo en todo el mundo considerado «periférico» o «marginal» o «fronterizo» procesos de concentración de tierras y expulsión de comunidades locales bajo las lógicas de acumulación por desposesión descritas anteriormente. Así, al igual que en los ámbitos productivos mineros y agroindustriales, las áreas destinadas a la conservación en nuestro país y en el mundo en general tienden a concentrarse en pocas manos. Según un informe redactado por el Ministerio de Medio Ambiente y el proyecto GEF –Fondo Mundial del Medio Ambiente–, al año 2015 existían alrededor de 1 millón 600 mil hectáreas de áreas privadas destinadas a la conservación, de las cuales cerca de 1 millón se concentran en manos de cuatro dueños: la organización Wild Life Conservation Society, el fallecido Douglas Tompkins, Sebastián Piñera y la familia Petermann Reifschneider. A ellos se suman sociedades anónimas como ya mencionada Las Margaritas en la comuna de O’Higgins y los proyectos turísticos/conservacionistas de menor escala que fueron mencionados en apartados anteriores. La mayor parte de ellos operan a partir de sociedades anónimas, lo que produce que en tales territorios se encuentren involucrados capitales de todo el mundo.

De este modo, y a diferencia de lo que comúnmente se estima, conservacionismo y extractivismo funcionan de manera paralela en el sistema capitalista actual y no como dos lógicas opuestas. De hecho, como hemos mostrado, tienen aspectos relevantes en común: ambos funcionan como lógicas de acumulación y reproducción de capital, de concentración de tierras, de recursos, y, por tanto, ambos pueden ser considerados como requisitos para las necesidades actuales del capitalismo: Al momento de afinar la edición de este libro constatamos de acuerdo a Booking.com, que en el Lodge del Parque Patagonia-Chacabuco en el sector de Cochrane, antigua Estancia Chacabuco, el valor por 1 noche de alojamiento es de $ 370.000 aproximadamente, es decir, unos U$ 560. Preguntamos entonces, para finalizar, Patagonia y conservacionismo…¿para quién? ¿desde dónde?.

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2 Los autores agradecen a Conicyt que a través del proyecto Nº 1170643 ha permitido realizar la investigación del presente texto.

3 Para mayor detalle respecto de las etapas de territorialización de la región de Aysén, leer a Núñez (et al. 2014): Patagonia-Aysén en la construcción del imaginario geográfico de la nación.

3 Para mayor información, ver la sección «Patagonia Hot» de Revista Capital (17/10/2014). --------------------------------------* Instituto de Geografía. Pontificia Universidad Católica de Chile** Instituto de Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile.*** Departamento de Geografía, Universidad de Chile.**** Instituto de Geografía, Universidad de Buenos Aires.