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En Las razones del armiño el depredador y la presa juegan los opuestos complementarios. El armiño escapa y mantiene su blancura aunque lo empujen hacia la ciénaga: hay algo en él que no puede mancharse y que no se mancha. Y mientras la vida se expresa en la mariposa, en la abeja, el sol y el naranjo, la oscura tormenta / lleva anotados los nombres / de sus muertos. Lo que nace está expuesto al fango, al dolor y al término de la existencia, pero igual corre esta carrera solitaria sin saber muy bien adónde va. El hombre aprende a cazar / El hombre progresa en su arte de muerte. / / Soy el que mata / Y mato / para que siempre haya / alguien o algo / que muera. Fenoglio plantea en este libro que somos ambas cosas, el que mata y el que muere, y que como tales actuamos. Y que del mismo modo encaramos la escritura haciendo de las palabras nuestro preciado botín.
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Seitenzahl: 21
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Las razones del armiño
Fenoglio, Néstor
Editorial Palabrava
Diagonal Maturo 786
Santa Fe
www.editorialpalabrava.com.ar
Colección Rosa de los vientos
Directora de colección: Patricia Severín
Diagramación: Álvaro Dorigo y Noelia Mellit
Diseño de Colección y Tapa: Álvaro Dorigo y Noelia Mellit
Santa Fe - www.sugoilab.com
Primera edición en formato digital: septiembre de 2022
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto 451
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN 978-987-4156-50-1
Fenoglio, Néstor
Las razones del armiño / Néstor Fenoglio. - 1a ed. - Santa Fe : Palabrava, 2022.
Libro digital, Otros - (Rosa de los vientos)
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-4156-50-1
1. Poesía Argentina. I. Título.
CDD A861
Todos sabemos que es peligroso,
en los días de nieve, acercarse
demasiado al oso hambriento
de la peletería. (…)
Francisco Ayala
Cazador en el alba
I
Las razones del armiño
11
Para cazar al armiño
lo espantan hacia la ciénaga:
el animal nunca ensuciará
su piel blanca.
Veleidad,
supervivencia,
el mandato oscuro
de lo claro,
de lo profundo,
de lo que no puede mancharse,
¿quién de ustedes
puede cuestionar
las razones del armiño?
12
Arte de ser yo mismo
el dúctil esclavo
de las pronunciaciones,
el ave que sobrevuela
la carroña
con la pretensión de un bocado
exclusivo.
Rapaz,
azor disparado
en el círculo
en que soy yo mismo
el cazador y la presa.
13
Animal de costumbre
vago
en el ancho mundo
que tu pupila marca.
Soy el que se tiende
en la verde colina
esperando que caiga
la noche
de párpados cerrados.
14
Al fondo del cielo
cuando la tarde jadea,
¿nubes o cerros tendidos?
15
Arrójame al fondo de mí,
apaga la luz,
clausúrame
y tira lejos la llave.
Déjame ser el rehén
de mí mismo
y el pulcro guardián
inflexible,
el que vigila a toda hora.