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En su obra Lengua materna (El Ala del Tigre, núm. 02) Yelitza Ruiz aborda las geneaologías de la línea sanguínea, la enfermedad, el duelo, el lenguaje, la posible gestación. Sus poemas recorren el paisaje de una pérdida íntima. Al mismo tiempo, vuelcan su atención hacia fuera -hacia las luchas e injusticias del México de hoy- y reflexionan sobre lo que se puede construir, no a pesar de lo perdido sino a través de él.
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Seitenzahl: 27
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Yelitza
Ruiz
3
el ala
del tigre
02
Lengua
materna
Para Silvia, mi madre.
Para Julio y Gari, que conservan la lengua materna.
i
x-men
Mi mamá me dijo: los monstruos no existen.
—marie darrieusscq
7
A mi madre le crecen lunares en la espalda,
se expanden por su pulmón,
se mueven como damas chinas.
Dicen que se llama cáncer,
pero nosotras le decimos X-Men.
No creemos en su pronóstico,
en su profecía,
en su predicción mal alineada.
8
A veces pienso que mi mamá es Wolverine
cuando le punzan las yemas de los dedos.
Después de un rato descarto la idea,
cuando miro que sus uñas no crecen como garras,
se doblan como papel en cada toque,
cuando la quimio absorbe su calcio.
9
Mi mamá es un X-Man
tiene el gen mutante de la metástasis,
ella es la Profesora x
porque adivina todo,
lee a las personas al primer saludo
y tiene un poder de persuasión que no falla.
La he visto mover masas en juntas escolares
y aprenderse las efemérides de los honores.
No podría ser otra más que la Profesora x,
mutante región 5
que no combate la metástasis, la domestica.
10
Las mujeres de mi familia siempre meten las manos en la masa,
conocen la medida exacta de la harina y el royal,
pesan sin báscula la mantequilla y el azúcar.
Para casi todos los guisos desvainan chile.
Mientras la cazuela hierve,
agregan:
comino,
pimienta
y ajo.
Anoche vi en un programa de homeópatas
que el chile disminuye las posibilidades del cáncer
y a veces lo desaparece.
Sin que mi abuela se dé cuenta
agrego más picante al plato de mi madre,
diluido en la porción
puede librar con mayor fuerza la batalla celular,
matar de un picor al carcinoma,
dejar de rastro una ligera gastritis o úlcera en su estómago.
Matar al cuerpo que desde adentro mata
es posible con la furia que sólo tiene el chile.
11
Reviso el historial familiar para entender la receta,
las genealogías no siempre son un árbol,
la mía, por ejemplo:
es como un tumor en el estómago de mi bisabuela,
piedras en la bilis de una tía,
artritis,
osteoporosis
y una larga lista de calambres.
No todas hemos tenido la misma providencia,
los años nos comen,
somos nido arcilloso que se mantiene húmedo
con el riego de todas.
Ante el diagnóstico,
prefiero el Parkinson de mi abuelo,
temblorina que me agarra de improviso,
par de ramas que no tienen árbol,
pero que tiemblan en mi tronco.
12
Nunca aprendí a recortar,
ni a sostener las tijeras,
los recortes zig-zag
no me llevaron al cuadro de honor.
Tampoco aprendí a colorear
mis cuadernos eran manchas de óleo,
no se me dio la simetría del triángulo,
ni las figuras con plastilina.
A veces coloreaba con pinceles
hasta que la maestra reprimió mis dotes artísticos.
Mis capacidades motrices no estaban desarrolladas,
fui un fracaso para Piaget y para el kínder.
Pero aprendí a leer a los cuatro años ocho meses,
a