Lina, Te amo - E.A. De Sanctis - E-Book

Lina, Te amo E-Book

E.A. De Sanctis

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Beschreibung

Pretensiones, de un novel novelero (Aficionado a contar, conocer cuentos, fantasioso) La pretensión de transformar una composición tema "La vaca" en ALGO interesante de ser leído, puede constituir la utopía de este "aficionado" transgresor de los lineamientos de la literatura. NO OBSTANTE, CÓMO "NO HACERLO CONSTITUYE LA PEOR DILIGENCIA", como "sé leer", y no me pareció tan malo ACÁ VAMOS. Está escrito para tí, LINA. Sé que estás en algún lado, esperando tu historia. Está escrito para ti, ALE. Sé que estás en algún lado, LLAMÁNDOLA. Y ¿sabes, Ale? Puede que esté a tu lado. Que la realidad, el costumbrismo, te hacen pensar, que la vida te tiene reservadas torturas tan crueles como sutiles. Que jamás supiste cómo te iban a llegar. Que tus acciones tienen efectos secundarios impensados de tal dureza, que tu mente y tu cuerpo nunca se prepararon para resistirlo. Eso de "no hay mal que dure cien años" es una bobada, ante tu realidad. Y la sociedad insensible a tu problemática, te carga de relativismos… como a Maricris. Solo hay un bálsamo, que mitiga esos sufrimientos: EL AMOR, EL AMOR VERDADERO. Esta es una historia de cómo el amor puede cambiar y hacer mejores personas a todos los que te rodean, sin que pierdan su esencia.

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Seitenzahl: 432

Veröffentlichungsjahr: 2023

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E.A. DE SANCTIS

Lina, te amo

Editorial Autores de Argentina

E.A. De Sanctis

Lina, te amo / E.A. De Sanctis. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-0684-9

1. Novelas. 2. Narrativa Argentina. I. Título.

CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: [email protected]

Para ti,

Porque tú fuiste la fuente de inspiración.

En tu novela, tú eres la protagonista,

y por eso contamos tu historia.

Tú, al leer estas páginas, nos diste vida a todos.

Y por eso queremos compartir nuestra novela contigo.

Gracias, por siempre gracias

Lina

HOY COMO MAÑANA

La noche estaba singularmente oscura. Las calles mojadas por la reciente lluvia, daban destellos que agigantaban las sombras del puerto. El silencio reinante sólo quebrado por los amortiguados pasos de un hombre y su perro, hacen el entorno triste y sombrío.

Ella partió, los dos se quedaron solos, la casa no sería lo mismo sin ella. Quizás las horas se harían muy largas.

Todo sufrimiento tiene su recompensa.

Es muy claro. La vida no tiene sentido sin ella. Nos mostró la luz. Cual Bellatrix de los navegantes, guió nuestro andar.

Cachorro, lo observaba sin comprender porque, Lina, no estaba.

…---Es así mi querido cachorro. Sin ella, ni tú, ni yo somos nada.

Tomando aire, mirando para donde ella se fué, dejo escapar un grito

LINA, TE AMO

La oscuridad de la calle Alberdi, fue desdibujando la figura de ambos caminantes.

Lina, Lina, te amo, amo, amo, el eco regresa desde quién sabe dónde,

Tal vez lo oiga. Un sueño que jamás lo abandonó. ¿Una quimera?

Quién sabe. Él siempre tuvo la certeza de que su voz llegaba a ella.

Como también estaba seguro, que el amor por Lina reina y reinará

en su pecho

PARA SIEMPRE

NOVELARIO 1

Una bochornosa tarde de verano, Alejandro, tirado al sol en una reposera, junto a la piscina del jardín de su casa, meditaba sobre su situación actual..., le gustaba tomar sol, era su dosis de energía necesaria para enfrentar una vida que no lo satisfacía plenamente.

Buen trabajo, buena casa, buen pasar, pero parecía que había agotado sus habilidades sociales, se sentía más solo que “el náufrago”.

El buen estándar de vida no le alcanzaba para ser “feliz”, ni siquiera para estar satisfecho, quería hacer algo más, le encantaba jugar golf y tenis, como antes fue activo jugador de rugby.

Su círculo social no era grande, pero sus conocidos, quizá amigos, lo mantenían en contacto con la gente, aunque su integración al medio no era para nada lo que podría llamarse un éxito social.

De estatura más bien alto, casi en los seis pies, el constante ejercicio, y sus dietas balanceadas, lo mantienen sano, fuerte, bien plantado, amplia espalda, piernas y brazos, largos y fuertes, le daban un aspecto como de treinta y pico, cuarenta años.

Su rostro bronceado, destacaban sus ojos claros, enmarcado por un prolijo corte de su cabello claro, en el que comenzaban a notarse algunas canas, aspecto serio, su gesto se suavizaba y se hacía más agradable, cuando mostraba su sonrisa de dientes sanos y blancos.

Su espíritu retraído nunca le permitió formar familia, su familia era la familia de su hermano; su taller, sus artesanías y su empresa de instalaciones, en sociedad con su hermano, Hernán, lo mantenían “ocupado”, no tenía tiempo para cuidar hijos propios, ni mujer propia.

Al caer la tarde se dio una ducha, se vistió con una camisa ligera y clara, un pantalón bermuda, de corte excelente, zapatos náuticos sin medias, y salió a caminar, sin rumbo.

Sus pasos, sin saber por qué, lo llevaron al puerto de Olivos, inconscientemente el agua tenía su atractivo especial, y al encontrarse con ella algo le alegró el espíritu.

El escenario, el amplio horizonte, de agua marrón y cielo azul, eran de su agrado, la suave brisa que soplaba desde el río compuso definitivamente su ánimo, se sintió mucho mejor y decidió sentarse en un restaurante a contemplar el río y comer alguna cosa sencilla.

El mozo lo guió a una mesa que satisfacía su gusto, tomó asiento y casi mecánicamente se distrajo consultando su teléfono móvil, algunos mensajes, salutaciones, nada de importancia, dejó el móvil sobre la mesa y regresó su atención al río y a lo que lo rodeaba.

Unas palmeras que decoraban la terraza del restaurante llamaron sus pensamientos y casi se motivó con un viaje al Caribe, pero instantáneamente lo pospuso hasta la llegada del invierno en Buenos Aires.

Comenzó a escuchar una voz de mujer a sus espaldas, no comprendía las palabras, pero sí que era una voz joven y que aparentemente discutía con alguien muy seriamente, como el diálogo se mantenía en voz baja, entendió que no era correcto husmear en la conversación. La voz de mujer subió su tono y ya le fue imposible no escuchar lo que decía. Suavemente y tratando de ser discreto, giró la cabeza para ver a quién pertenecía esa agradable voz. Que era muy femenina, baja, uniforme. No pudo ver mucho, la mujer de cabello largo y castaño oscuro, estaba muy próxima a sus espaldas.

El tema era sobre modas, ropa, y lamentablemente para ella, al parecer de problemas de dinero. Repentinamente se hizo el silencio, y pudo entender que se había tratado de una conversación telefónica.

NOVELARIO 2

La imagen que conservaba en su retina, de la hermosa cabellera de su “vecina de mesa”, le propuso saber más, además el perfume que emanaba de ella y lo envolvía le resultaba sumamente seductor. De inmediato ideó y se propuso un plan de “abordaje”, quería saber más. Sentía el magnetismo que lo atraía, desde la mesa próxima, y lo invitaba a conocer primero que tan linda era, y tratar de romper el hielo, en vías de una muy probable y cercana relación.

Se puso de pie y caminó hacia el restaurante como quien se dirige hacia al toilette, pero sin perderla de vista, no fuera el caso de que la enigmática belleza decidiera retirarse y todo quedara en un interrogante. Atravesó la puerta de cristal del bar, y giró sobre sí mismo para observarla... Sintió que se le detenía la respiración, era la morocha más bella que jamás había visto en su vida.

Alejandro no era un párvulo recién iniciado. Por su vida habían pasado no muchas, pero sí unas cuantas, bellas e inquietantes mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, y muchas de interesantísima personalidad.

Pero ESTA MUJER estaba muy, pero muy por encima de todo lo visto y conocido.

Bien es cierto que la calificación que le da un hombre a la belleza de la mujer es muy relativa, y sujeta a parámetros personales, y a aquello que muchos dan por llamar “química”. Pero esta encantadora mujer era realmente hermosa, con sobrados argumentos, no en vano le habían retenido la respiración y parado el corazón.

Ese MONUMENTO DE MUJER merecía una detenida observación y pormenorizada visión de sus dones. Era un placer para la vista. Detrás de la vidriera, pudo tomarse su tiempo y ver que la hermosa cabellera no se quedaba solo en eso, le enmarcaba un rostro especial, de mujer, ya no de niña. Quizá tuviera algo más de treinta, pero el tiempo se había detenido para ella, y era un ángel desde cualquier perspectiva. Con gran gusto se quedó mirando, para detallar su rostro. Perfecto. Óvalo, cejas y pestañas de arco impecable, estaba lejos para ver sus ojos en detalle, pero eran del tamaño justo, nariz recta, y sus labios de suave color rojo eran una invitación al beso. Su barbilla denotaba firmeza y decisión, y…

Ya no quiso esperar más, salió de atrás del vidrio y se dirigió a paso firme, directamente hacia su mesa.

Al estar frente a ella sintió algo rarísimo, que jamás le había pasado en su vida. Las palabras habían desaparecido de su boca, no supo articular sonido, y quedó frente a ella mudo, mirándola aturdido.

Pasados unos segundos que a él le parecieron horas interminables, ella con un movimiento muy suave, alzó la vista y quedó mirándolo francamente, subió sus hermosas cejas, como en un signo de pregunta. Allí se quedaron los dos en silencio. Hasta que ella llegó en su auxilio, y con la voz suave y melodiosa que él ya conocía, dijo:

—¿Necesitas algo?

Alejandro no podía apartar su mirada de los hermosos ojos color verde esmeralda, que lo miraban con curiosidad. En ese momento, mientras él luchaba para salir de ese mutismo, de la falda de ella se deslizó inadvertidamente la servilleta, rápidamente la recogió del suelo, y la depositó sobre la mesa, mientras murmuraba.

—¿Me decías?

Ella, mirándolo a los ojos, le dijo:

—Gracias por la servilleta, te preguntaba si necesitabas algo.

Por fin saliendo de su hipnosis continuó:

—Estoy en la mesa de atrás, si estás sola, puedo invitarte a cenar.

Sintiendo que el hielo estaba roto y que recuperaba sus sentidos, continuó:

—Acostumbro a venir a la tarde al puerto, y suelo cenar en este restaurante, tiene muy buena comida y excelente atención, me darías una alegría si compartiéramos este momento.

Ya transitaba camino más seguro, y mientras acomodaba una silla, le preguntó escuetamente:

—¿Puedo? —Ella asintió con un suave movimiento de cabeza.

La conversación giraba en temas triviales, sobre el lugar, el clima y la frecuencia con que ambos transitaban la zona.

Él la contemplaba, de estatura media alta, piernas largas, suaves caderas, cintura que evidenciaban que la “bella” cuidaba su figura. Ese paso por el gimnasio se notaba a través de la fina tela que cubría lo evidente y se ceñía a un busto proporcionado y muy erguido.

Cenaron entre conversaciones, risas y sonrisas, y miradas recíprocas muy francas. Ya entrada la noche, ella manifestó que debía irse. Caminaron hacia la calle, la acompañó a su automóvil, y ella le consultó si podía acercarlo a algún lado.

—No vivo lejos, pero con gusto acepto tu invitación.

Ella condujo serenamente las pocas cuadras que distaban hasta la casa de Alejandro. Al detenerse en la puerta, él la invitó a pasar a tomar un café.

—Hoy no puedo, pero por cierto, mi nombre es Lina. Con lo agradable de la conversación nos habíamos pasado por alto presentarnos.

—Absolutamente cierto, yo soy Alejandro Fuenmayor. Te dejaré mi número de teléfono, para vernos cuando puedas, o si me das el tuyo, te llamo para compartir otro momento como este. —Ella accedió con mucho gusto, y se despidieron con un suave roce de mejillas, y un dulce “hasta mañana”.

NOVELARIO 3

Lina partió suavemente en su auto, un Palio de hace unos años pensando en su encuentro con Alejandro. Estaba contenta y halagada, lo había estado mirando, y vio cómo él se la comía con la mirada.

Quería llegar a su casa para comentárselo a Maricris, su prima. Manejó por Libertador rumbo a Beccar, tranquila, como disfrutando la tibieza que le producía ese encuentro. Le pareció que el viaje había sido corto cuando notó que estaba frente a su casa. Se bajó mirando para todos lados, abrió el portón de la casa y entró el auto

Ella habitaba las dos piezas que daban al jardín del fondo. Al frente, tenía una boutique de moda y ropa femenina. Este lugar en una calle lateral era consecuencia de haber tenido que dejar la tienda que antes tenía en el shopping, para reducir gastos. Con el cambio también se había reducido la clientela, y consecuentemente habían aumentado sus problemas financieros.

Pasó toda la tarde en Olivos esperando por su ex, que además era su exsocio en la tienda, y con la separación, quedaron algunas cuentas pendientes. Ella estaba necesitando ese dinero, para preparar la estación otoño /invierno.

Con desencanto y resignación, al mismo tiempo, estaba segura de que Paulo, su ex, iba a un no show en Olivos. Pero eso no solucionaba sus problemas, que la agobiaban. No veía solución al corto, o mediano plazo.

Estacionó el auto en el puesto techado que estaba a un costado de la casa, y entró por la puerta de atrás que daba a la cocina, se sirvió un vaso de agua de la heladera y pasó a la salita que tenía junto al dormitorio.

Las dos habitaciones principales, al frente, estaban afectadas al negocio, se quitó el vestido, quedó en ropa interior y se sentó.

Casi mecánicamente encendió el aire acondicionado, y recogiendo sus largas piernas sobre el sillón, tomó el celular, y buscó el número de Maricris. En la pantalla apareció la foto de una hermosa rubia delgada y alta. Repicó el teléfono un par de veces y una agradable voz se escuchó decir:

—Lina, te busqué toda la tarde, ¿dónde estabas?, comenzabas a preocuparme, niña.

Maricris era mayor que Lina, pero desde pequeñas había sido como su hermana mayor, amiga y confidente. Se podría decir que eran muy unidas, y solían estar pendientes la una de la otra.

—Ayyy, Mary, deja que te cuente, hoy a la mañana hablé con Paulo, sobre la plata, quedó conmigo en vernos en Olivos, tú sabes, en el restaurante de Memi, bueno, ese cretino no apareció.

—Lina, ya creo que es hora , que dejes de soñar, no le vas a sacar un centavo a las buenas, te digo acepta mi ayuda, consigue buenos créditos. Yo te avalo. Acomoda tu tienda y dedica tus esfuerzos a reforzar tu clientela.

Tras un breve silencio, Lina respondió:

—Hummm, déjame pensar un poco más, porque luego, cuando no te puedo pagar, me vuelvo loca. Pero óyeme, no sabes. —Hizo un breve silencio para agregar—: Mientras esperaba en la terraza del restaurante, se me acercó un tipazo de novela… Bah, yo sé que de esos tú tienes docenas, pero esta vez me pasó a mí... Cuando se paró enfrente parecía medio privado, medio bobo. Pero luego resultó divertidísimo. Charlamos de mil cosas y por un rato me olvidé de mis problemas… Yyy, tengo su teléfono, lo llevé hasta su casa en Olivos, y nos despedimos. Es tan lindo…

—Lina, Lina, cuida tus impulsos, que luego te joden, tú eres hermosa, y todos los que se te acercan se quieren acostar.

—No, Mary. No. Este es lindo, me gusta, y se nota que es bueno.

—Pará pará, que ya se cómo sigue. Mary, buhaa, me plantaron, ¿Mary, qué hago?, buhaaa…

—Escúchame, Mary, óyeme algo... Vamos a hacer esto, si me llama… huummm y ojalá me llame, voy a tratar de ir a tomar un café por San Isidro, y cuando estoy con él, te apareces tú, te lo presento, y ahí me dices. Vas a ver que es lindo, y bueno

—Lina, cuando te enamoras, te pierdes, a veces quisiera ser como tú para poder enamorarme como tú lo haces y sentir ese calor en el pecho, y en la entrepierna. Pero, dale, me parece bien y de paso conozco a ese churro que has descubierto.

—Chau, Maricris, me voy a dar una ducha y a acostarme, mañana me toca limpieza del salón de ventas. Quiero tenerlo listo antes de las nueve, ja, ja, ja, te cuento cómo sigue, ja, ja, ja, un beso, hasta mañana.

—Chau, bebé, que tengas mucha suerte, buenas noches.

Lina tomó el vaso de la mesa y de paso por la cocina lo dejó en el fregadero. Fue al lavadero, se despojó del corpiño y la bikini, los puso en una bolsita de lavado, y la dejó en el canasto de ropa sucia, no le gustaba dejar sus cosas desordenadas

Caminó al baño, ya totalmente desnuda, pasó frente a uno de los probadores de la tienda, y se detuvo a contemplarse en los espejos. Sus piernas largas, bien torneadas, la cadera alta, y el suave vello púbico finamente depilado, su estómago plano y su busto de pezones erguidos le hicieron pensar por un momento qué diría Alejandro cuando la viera, aprovechó para recogerse el cabello, y se introdujo en la ducha, al poco rato se secó y se acostó como estaba.

Disfrutaba el verano por cuanto le permitía este placer de dormir desnuda.

Muy temprano en la mañana, se vistió con un mínimo short, y una breve blusa de breteles que apenas cubría lo que había que disimular para no estar desnuda, y aspiradora en mano quitó toda mota de polvo de la casa, acomodó un posnet que no estaba exactamente donde ella lo quería, y se enfundó en un jogging.

Salió a la calle a correr, bajó hacia el campus como era lo habitual, hizo el recorrido en unos 45 minutos. Regresó directamente a la ducha, Se vistió con un solero amplio y escotado, y con un yogur en mano abrió la puerta de la tienda, y se distrajo acomodando prendas para que se destacaran y decoraran el salón.

Recibió algunas clientes, siempre pendiente del celular por si llegaba la llamada que más esperaba, cerca del mediodía repicó el teléfono, corrió, pero no, casi con desilusión, era Maricris, que la saludaba, un buen día, qué haces.

—Acá estoy, esperando, si a la tarde no me llama, lo llamo yo. Esta espera es mortal. Lo que me pasa es que estoy segura de que le gusto, cuando me vio se puso bobo, y ahora se hace el importante, y no llama.

—Calma, Lina, la gente puede tener sus ocupaciones. Qué es lo que hace, supiste algo al respecto.

—Creo que es artista o artesano, y trabaja en su casa, no sé, no me hagas caso, no presté demasiada atención a sus ocupaciones… Voy a ver si tengo algo para comer, la carrera de la mañana me dejó con hambre, después te llamo, bye.

Mientras cocinaba al fuego unos vegetales, cantaba a dúo con Luismi un bolero que tenía en los auriculares, la música se interrumpió y miró a un lado, el celular sobre la mesa estaba repicando, y esta vez... sííí.

Calmadamente, apagó el fuego, dejó la sartén, tomó el teléfono se acomodó de espalda sobre la mesada de la cocina, respiró profundo, y tratando de poner la voz más seductora, respondió:

—Hola, buen día, Alejandro, ¿cómo estás? —Y escuchó la respuesta esperada toda la mañana.

—Hola, Lina, buen día, estaba pensando en ti. —Ella sintió que un calorcito lindo le alegraba el cuerpo, y él continuó—: Estoy por almorzar y me dije “seguro que Lina también tiene que comer”, ja, ja, ja, y te llamo para saber si estás disponible, y si te gustaría que comiéramos y conversemos.

—¿Ahora? —preguntó un tanto sobresaltada—. Caballero, cómo se atreve a querer movilizar a una dama sin tiempo para arreglarse… Ja, ja, no, ahora no, pero si te parece a eso de las cuatro podríamos vernos para tomar un café.

—Hoy no puedo, qué te parece si te doy tiempo, y mañana al mediodía nos encontramos en el puerto en donde nos conocimos, ¿como a eso de las 12:30?

—Hummm —meditó ella por un instante y luego accedió—. Me parece genial, nos vemos entonces mañana allí, donde ya parece ser nuestro lugar. —E inmediatamente se mordió la lengua. Cómo podía ser tan… tannn… Ya está, lo dije, pensó. Y se despidió rápido antes de decir otra tontería—. Nos vemos, un beso, chau.

—Muy bien, yo también tengo muchas ganas de volver a verte, hasta mañana, que tengas una linda tarde —dijo Alejandro y cortó la comunicación.

Alejandro pensaba que, desde que entró en su casa la noche anterior, la imagen de Lina había estado permanentemente dando vueltas en su cabeza, Sí, señor, esa mujer le gustaba, e iba a intentar con mucha decisión acercarse a ella.

NOVELARIO 4

Alejandro llegó temprano, serían las 12:20, buscó sin éxito con la mirada, para ver si la encontraba. Al acercarse el mozo le pidió una mesa junto a la ventana con vista al puerto de veleros. Acomodó una silla y dejó sobre la mesa un ramo de rosas rojas con una tarjeta.

Se sentó, y miró en el teléfono mecánicamente si había algún mensaje reciente, y al ver que estaba vacío lo dejó sobre la mesa, y se distrajo consultando el menú.

Al poco rato, percibió un perfume que ya conocía bien y al girar suavemente la cabeza se encontró con el rostro de Lina, junto a su cara que le depositó un suave beso en la mejilla, y le dijo:

—Hola, qué lindas flores, ¿para quién son?, ja, ja, ja. —Mientras las tomaba de la mesa, y las acercaba a su cara para percibir mejor su aroma, se sentó en la silla que Alejandro le acercaba suavemente.

Dejó su cartera a un costado, y abrió la tarjeta del ramo, la leyó rápidamente, levantó los ojos y con una sonrisa inolvidable, le dijo:—Qué lindo eres…

Alejandro se lamentó no ser fotógrafo, o pintor, para guardar por siempre el momento que estaba viviendo. Ella lucía un sutil y amplio vestido blanco, ajustado a la cintura que le ceñía el busto, con un amplio escote en V, que resaltaba aún más su rostro y hermosa cabellera.

Hicieron silencio un momento cuando los camareros ordenaban la mesa. Estaban mirando el menú, y silenciosamente por las espaldas de Alejandro se acercó una mujer de impactante belleza.

Rubia de ojos claros como un cielo, tono gris, celeste, indefinido. Alta, con un costoso traje de pantalón y saco de cuello mao de color verde aguamarina, muy a tono con su cabello, y su rostro casi oriental, perfectamente maquillado.

Lina se estremeció al verla. Ella la había invitado, pero al contemplar su altiva belleza, temió por su suerte. Por eso que presentía, y esperaba, pudiera ser su amor, sus sueños hechos realidad.

Levantó la vista y tomándole la mano a Alejandro, dijo:

—Mira con quién nos encontramos, te presento a mi prima, Maricris Berger, Alejandro Fuenmayor. Qué lindo encontrarnos, Mary —completó la presentación con un hilo de voz.

Alejandro se puso de pie de inmediato, y saludó con un mucho gusto de rigor a esta bella mujer surgida como de la nada.

Ambos se prodigaron amplias sonrisas, y él, acomodando una silla la invitó a sentarse. Ella con un mohín encantador susurró:

—No, no quiero molestarlos, yo ya tengo mi mesa reservada, y ustedes dos juntos están muy bien acompañados. —Ante la insistencia de la pareja tomó asiento, y Lina inclinándose sobre ella, la invitó a que almorzara con ellos, ella asintió con una sonrisa.

Fue un almuerzo cordial donde los tres conversaron generalidades en buen tono y alegría.

Al terminar con los postres, Alejandro pidió la cuenta y dirigiéndose a ambas se excusó.

—Las obligaciones me llaman y deberé irme, gracias a ambas por este grato momento, espero que se repita pronto. —E inclinándose sobre Lina como para darle un beso, le dijo:

—Me debes un momento juntos, solo los dos. —Le dio un suave beso, y ya de pie se despidió, diciéndole—: Te llamaré esta noche. —Y ella con una sonrisa le rogó con los ojos que por favor sí lo hiciera.

Al alejarse Alejandro, Lina miró a Maricris, y levantando las cejas le urgió

—¿¿¿Y…???

Maricris le dijo:

—Me gusta, me gusta mucho.

Lina sintió que se le derrumbaba el mundo, esperaba una respuesta parecida, pero ese calor, y conociendo a su prima, temió otra vez por su naciente relación.

Continuaron conversando sobre el encuentro, y Lina trataba de que su voz fuera firme para que no se notara su desasosiego, hasta que pasado un rato ambas se despidieron quedando en hablarse luego.

Eran como las 22 horas cuando Lina comenzó a cerrar la tienda, al acercarse a la vidriera vio en la calle la figura de un hombre.

No... no puede ser. Vibró en su interior. Lo saludó agitando las manos y corrió a abrir la puerta.

Él entró y la abrazó tiernamente, ella sentía que se derretía en sus brazos, la besó en la mejilla, y le dijo:

—En verdad, hoy al mediodía fue muy lindo, pero me quedé con ganas de estar contigo. De modo que, si me invitas, vengo a estar un ratito contigo. Si te apetece tomamos una copa de champán —le dijo mostrándole la botella.

Ella lo tomó de las manos, y lo hizo entrar a su casa. Al pasar por un dressoir, le mostró el ramo de rosas, y dándole un beso en la mejilla le dijo “gracias”. Ella tenía un pantalón fino a media pierna, sandalias bajas, y una blusa de hilo escote redondo, con el cabello peinado con cola, parecía una jovencita. Pasaron a la salita, y allí lo invitó a sentarse, quiso pasar junto a él para acomodar un almohadón, él la tomó suavemente de la cintura y alzando la barbilla la besó. Ambos se besaron, ella sentía campanas a su alrededor.

Fue un beso suave al principio y más efusivo después, tomando aire separaron sus labios, pero aún muy abrazados se contemplaron, finalmente se sentaron y ella casi estallando de alegría, le hablaba de mil temas sin solución de continuidad.

Cerca de la medianoche, él se desprendió de sus manos, se puso de pie, y le dijo:

—Mi vida, ve a soñar. Lo que tenga que venir vendrá. Y lentamente, como se apura un licor fino, haremos realidad esto que cada vez se parece más al amor. —Ella con el corazón latiendo como un tambor, quiso abrazarse otra vez, y con voz gruesa de deseo le pidió:

—Quédate.

—Si te beso, no me iré. —Y lentamente se dirigió a la puerta y salió diciendo—: Ya hablaremos, mi amor.

* * * * * *

Maricris condujo su automóvil por Libertador para San Isidro, donde estaba su casa, mientras pensaba en el nuevo amigo de Lina. El tipo se veía interesante, “me gustaría saber más de él”.

Cambió de dirección abruptamente y se dirigió al estudio de abogada, que compartía con su exmarido. Entró directo a su oficina, levantó el teléfono y ordenó:

—Búscame datos sobre Alejandro Fuenmayor, artesano en la zona del puerto de Olivos. —Se quitó el saquito cuello mao, y quedó en una tenue blusa blanca que transparentaba el fino y costoso brasier, que contenía su hermoso y desarrollado busto.

Alisó inconscientemente el pantalón, de una arruga invisible, y se sentó frente al escritorio, sabiendo que la espera no sería larga.

Efectivamente, poco después, la impresora comenzó a lanzar una buena cantidad de hojas. Cuando esta se detuvo, ella las tomó, acomodó, les colocó un gancho, y comenzó su lectura.

Era un completo dossier de Alejandro. Contenía al menos una media docena de fotos, que ni él mismo debía conocer su existencia. Ella asentía con la cabeza a medida que pasaban las hojas, y al completar la lectura exclamó:

—No me dice gran cosa, pero a pesar de eso me gustaría tener una relación con él. —Tomó el saquito y la cartera, y salió sin apagar las luces, tal cual era su costumbre.

* * * * * *

Alejandro caminó lentamente por la acera, y a los pocos pasos se detuvo, miró las vidrieras apagadas de la tienda y distinguió en la penumbra de la sala la figura de Lina, que con las manos tomadas por adelante, permanecía pendiente de él.

Sin pensarlo más, volvió sobre sus pasos hacia la puerta. Ella hizo lo propio, entró y se fundieron en un fuerte abrazo y un prolongado y apasionado beso. Ella lo guió al dormitorio, se desvistieron sin palabras, lenta y sensualmente, y ya en la cama dejaron estallar el fuego que los consumía, avanzada la noche se quedaron dormidos uno en brazos del otro.

Alejandro despertó, e instantáneamente, vinieron a su mente los bellos momentos vividos la noche anterior. Levantó la cabeza de la almohada lentamente y la vio. ¿Era ella? U otra visión.

A pocos metros Lina envuelta en un halo de luz que generaba el sol que entraba por la ventana, estaba sentada frente al tocador quitándose el maquillaje, que no había podido limpiar en la hermosa noche anterior. Una bata de seda blanca se adhería al cuerpo destacando su belleza. El cabello sin peinar, sujeto a la nuca, dejaba al descubierto su hermoso cuello y sus hombros, sonrió al verlo despierto y le dijo:

—Ya tienes el baño preparado, mi amor, si quieres ducharte. Si te falta algo, dímelo, y si no te molesta puedes usar mi cepillo de dientes.

Alejandro, aún desnudo, fue hasta su lado, y abrazando sus hombros descubiertos suavemente, la besó en la cabeza, lo que hizo que su cabellera se soltara sensualmente. Él la alzó de a poco por las axilas hasta que quedó delante de él. Ella se derritió en sus brazos, mientras él acariciaba su busto y besaba el cuello. La giró, y al quedar enfrentados se besaron apasionadamente. La bata se deslizó al suelo, y ya ambos desnudos se prodigaron besos y caricias en todo el cuerpo, con especial avidez en sus genitales.

Al sentir ese dulce ardor en sus entrañas, esto elevó su calor, y un bello orgasmo comenzó a fluir desesperadamente, sacudiendo su cuerpo de pasión.

Casi inmediatamente, sobrevino un grado muy alto de desesperación. Su espalda se tensó, como con un espasmo, al tiempo que sentía cómo un chorro de ardiente fluido invadía su interior y el sonido acompasado del movimiento de Alejandro la arrastró a otra descarga. De pronto sobrevino otra entrada de flujo ardiente, pero notó que esta vez provenía de Alejandro, y ya perdió toda noción, entregándose a este amor, que la elevó a alturas jamás alcanzadas.

Despertó cerca del mediodía, notando la cama vacía se incorporó, escuchando ruidos provenientes de la cocina, se levantó, y poniéndose la bata, caminó hasta la puerta y encontró a Alejandro preparando, lo que parecía un rico desayuno/almuerzo.

Comieron ambos con apetito sin dejar de mirarse y acariciándose las manos de tanto en tanto.

Convinieron en que se encontrarían para cenar. Alejandro, tras darse una breve ducha, partió. El dulce y suave beso de la despedida fue un canto al amor.

Con la emoción de los momentos vividos, en la piel, y el delicioso perfume con olor a Lina, que se desparramaba en el interior de su auto. Ale, más que guiar su auto, flotaba en la calle. Lina, era su motivo, su leitmotiv, ja, ja y su futuro motivo.

Se dirigió para el gimnasio. Allí quemaría los últimos cartuchos de energía que le quedaban.

NOVELARIO 5

Esa mañana Maricris llegó a su oficina, mucho más temprano. Solamente el conserje en el mostrador de entrada aún sin uniforme, y tomando mate, la saludó al entrar

Debió abrir las puertas y desactivar las alarmas ella misma. Al tiempo que entraba a su escritorio, comenzó a profundizar en la temática que la movió esta mañana tan temprano.

Esperaba tener las respuestas de aquello que se le estaba escapando.

No era ella de dejar cabos sueltos y siempre quería tener el poder de la información de primera mano. Notaba una inusitada movilidad de los elementos de la hermandad, alrededor de ella. Algo estaba sucediendo, y lo averiguaría de una vez.

Esperó un momento mientras se encendían las computadoras y entraba en línea. Mientras armó la cafetera, y se preparó un café, que al menos le entonó un poco el cuerpo, mal dormido, precisamente, por todos estos sucesos.

Se quitó la chaqueta de su costoso traje. No dejaba de estar impecable en ninguna circunstancia, y tomando asiento frente a la computadora, comenzó a operar con destreza.

Consultó los movimientos de todos los sectores, y estaba por ingresar en seguridad, cuando un suave golpe en la puerta, y una cabeza rubia grandota, y cara sonriente con espesa barba, la saludó con cariño.

—Hola, mi princesa, ¿no me convidas con un cafecito?

—Hola, buen día, mi querido Olaf, claro que sí, es más, estaba esperando que vinieras a verme —respondió Maricris a tiempo que le servía una taza de humeante café, que desapareció en las grandes manos de Olaf.

Era un hombre muy fuerte, de más de seis pies de alto, remataba en una cabeza grande. Entre los pelos de la barba y los de su cabellera, aparecían unos dulces ojos de clarísimo celeste, que no conseguían atenuar la reciedumbre de su expresión.

No obstante se dulcificó absolutamente cuando se acercó a besar a Maricris muy dulcemente, al tiempo que le preguntaba con suavidad:

—¿Qué te trae mi princesa? Tan temprano.

—No te hagas el ingenuo, Olaf, que nos conocemos de toda la vida y ya me estás contando qué está sucediendo alrededor de mí que hay tanto movimiento.

Él adoraba cuando ella le daba órdenes tan tajantes, no porque él las fuera a cumplimentar o no, sino por la expresión y el tono de su voz, que le producía intensos deseos de amarla.

Se habían conocido cuando ella era una niña mujer de unos 15 años en Suecia, en un resort, donde Mary estaba aprendiendo a esquiar y justamente Olaf, excelente esquiador, fue su instructor.

La niña que hasta hacía poco era, ya había dejado paso a una hermosa mujer, que aparentaba más de unos dieciocho, diecinueve años.

A los pocos días, la onda de atracción que Olaf le propuso se hizo más íntima, y terminó en un tórrido romance, que duró no solo esa temporada, sino que se repitió con regularidad los años siguientes.

La relación se interrumpió cuando ella apareció en el resort con un joven francés, empresario de la industria de instrumental quirúrgico.

Esa circunstancia no lo desanimó, solo avivó los sentimientos Olaf, poseedor de una fuerte compañía con base en Stavanger, dealer de petróleo y energía.

No necesitaba trabajar para atender sus costosos gustos y necesidades. En cada viaje que hacía a la Argentina, él visitaba a Maricris, y muchas de esas veces se alojaba en su casa. También le supervisaba la seguridad del edificio donde ella tenía la oficina con su exesposo.

—Olaf, ¿qué pasa? —continuó Maricris. Abriendo el cajón central de su escritorio, buscaba una lima, para una uña, que tenía alguna imperfección.

Se intrigó, porque había en él una hoja de papel doblado que ella no reconocía. Sacó el papel del cajón y se lo exhibió a Olaf, este, en un rápido movimiento poco común en hombres de su corpulencia, tomó el papel, leyó lo que estaba escrito e intentó guardarlo en el bolsillo interior de su chaqueta.

Maricris, con el brazo extendido, apoyado en el escritorio, movió los dedos de la mano ágilmente y le dijo:

—Dame acá eso. Vamos… —Olaf lo entregó de mala gana y ella lo leyó con calma y en silencio sin que la lectura pareciera perturbarla, al terminar leyó nuevamente, esta vez en voz alta.

“Será inútil que te escondas y te cuiden tanto, finalmente caerás en nuestras manos y pagarás todas tus felonías, sabes bien que no escaparás de mi venganza”.

Extendió la mano y le devolvió la misiva a Olaf, quién tras leerla otra vez, esta vez sí la guardó en el bolsillo, mientras comentaba:

—Esa calavera que lleva como firma quizá nos dé mucha luz —agregó—. Es claro que tenemos una filtración en nuestro sistema de seguridad, revisaremos todo, y daremos con ellos. Siguió—: Yo debo partir para Londres y Moscú, pero aclararé esto antes de irme, me importas demasiado como para dejarte sola en este momento.

—Tanto como sola —dijo ella—, no creo. Con todas las sombras que se mueven y me cubren todo el tiempo, a veces se me ocurre que son testigos de cuando me meto en la cama con algún caballero.

—Como ese que ronda a Lina y tú planeas arrebatarle, o al menos tomarlo prestado —observó Olaf—. Me cuidaré de él, parece muy sencillo, pero no lo es. Veré qué implicación pueda tener con esto —dijo tocándose el bolsillo donde estaba el anónimo.

—Voy a acercarme a él para ver cómo reacciona —dijo Maricris.

Feliz de haber encontrado una excusa para involucrarse con Alejandro. Al tiempo que besaba a Olaf en la mejilla como despedida.

Tomó el saco y la cartera, y dejó en la oficina a Olaf, sentado y meditando.

NOVELARIO 6

Alejandro estaba vistiéndose, luego de la hora de gimnasia matutina, cuidadosamente afeitado y bañado, se disponía a salir para los talleres, depósitos y oficinas de la empresa de instalaciones industriales, que funciona en la zona de Villa Martelli.

Cuando se dirigía al estacionamiento, en la parte posterior de la casa, a buscar su automóvil, percibió en su bolsillo la vibración de su teléfono con una llamada, la observó, era desconocida, por lo que a punto estaba de rechazarla. En su pensamiento la figura de Lina le hizo pensar que quizá, era ella, que lo llamaba desde otro número.

—Hola, dígame —respondió, esperando escuchar la voz de Lina, al otro lado.

—Hola, Alejandro —dijo una voz que no le era del todo desconocida, pero no era de Lina—. Soy Maricris. Buen día, espero no distraerte de tus cosas. Te llamo para consultarte sobre unas modificaciones que quisiera hacer en la casa, y que, como me comentó Lina, quizá esté entre las cuestiones que tú atiendes, o si no al menos, darme alguna idea sobre el tema.

Sorprendido por lo descolgado de la llamada, meditó un momento, porque él jamás le habló a Lina sobre sus ocupaciones profesionales. Pero queriendo ahora saber de dónde venía esto y en atención a ser la prima, consintió diciendo:

—Cómo no, Maricris, con mucho gusto te asesoraré en lo que esté a mi alcance, dime cuándo quisieras ver esto, y trataré de estar contigo.

—Te explico. En un par de meses se casa mi hijo. En el camino tendré unas reuniones con la familia postiza, para lo cual debería hacer algunas transformaciones en la casa. A los efectos de darte la mayor cantidad de tiempo, por lo que fuera, quizá podrías venir ahora, y así ya lo ves y me puedes dar una idea de cómo serían los trabajos y cuánto tiempo nos demandarían. Dale, porfa, te paso por texto la dirección, te espero con riquísimo café y unos dulces, recetas de mi abuela.

Habiendo accedido a los pedidos de Maricris, Alejandro se puso en camino sin dificultad, pues era buen conocedor de la zona, y la casa era una hermosa mansión en los altos, cerca del CASI, prácticamente sobre las barrancas.

Estacionó el auto frente a la casa bloqueando las ruedas sobre el borde de la acera. Subió elásticamente los escalones que lo condujeron a una hermosa puerta de madera labrada. Estaba llegando, y como si lo estuvieran esperando, se abrió la puerta.

En el marco se dibujó la figura de Maricris, seductoramente vestida, que con una sonrisa se abalanzó prácticamente, y sin pudor, sobre Alejandro, le dio un beso, en la mejilla, y sin separarse aún, lo invitó a pasar.

Pasó Alejandro, sintiendo sobre su cuerpo la mórbida tibieza del abrazo de Maricris, y disfrutando esa sensación, observó la exquisita decoración de la casa.

Mientras era guiado por las distintas habitaciones, y escuchando los comentarios y apreciaciones que sobre las modificaciones le explicaba Maricris.

Ella no perdía oportunidad para tomarlo de la mano, y rozar su cuerpo, mientras le dirigía incendiarias miradas. Terminaron el tour, en una hermosa sala de moderno mobiliario. Sobre una mesita frente a un sillón de dos cuerpos. Había servidas dos hermosas tacitas de fina porcelana con café, y unas bandejas con algunos deliciosos dulces dejados allí hacía unos segundos por un servicio invisible.

Maricris se sentó muy junto a él, con una pierna recogida sobre el almohadón, le puso su mano en el hombro al tiempo que apoyaba su busto y su cuerpo sobre el costado del pecho de Alejandro.

Distraídamente, le preguntó qué le parecían los trabajos que ella quería que le hagan.

Él se sentía incómodo, no le gustaba el momento que estaba pasando, con todo eso, se justificó:

—Lamentablemente, Maricris, este no es el tipo de trabajos que nosotros hacemos, no veo a mis trabajadores moviéndose entre tanta y tan delicada decoración, y es más, no tengo contacto ni idea con quién referirte para la ejecución de estos trabajos.

Poniéndose suavemente de pie, se deshizo elegantemente de su acoso. Pensando que entendería a Lina, si ella se molestara al verlo en esta situación.

Maricris comprendió que había perdido el primer intento, pero lo que no sabía este galán era que ella aún tenía docenas de argumentos muy convincentes para hacer sucumbir a un hombre.

Al saludarlo cerca de la puerta, lo tomó nuevamente de la mano, y acercándose, le comentó:

—Qué suerte que Lina te trajo a nosotras, dos mujeres prácticamente indefensas. Es muy agradable pensar que quizás puedas estar cerca de nosotras por cualquier cosa.

Alejandro asintió con la cabeza y aceptando el nuevo beso de ella, salió de la casa, casi aturdido, pensando qué hubiera sucedido si no estuviera tan enamorado de Lina.

Lina estaba muy ocupada, con una clienta, que tal como iba, podía ser que “tonificara” la facturación de la semana.

En eso sonó el teléfono. Pidió permiso a la clienta, y atendió gentilmente.

Una voz fría como un estilete de acero templado le habló cáusticamente de esta manera.

“No creas que, porque por el momento no podamos llegar a ella, no podamos satisfacer nuestra sed de venganza contigo, estás en la lista. Tu momento se acerca”.

Al cortarse la comunicación, Lina quedó petrificada, atendió como pudo a la clienta, cerró las puertas y las cortinas. Apagó las luces y fue para el fondo, a verificar si el auto y la puerta estaban bien cerrados.

Tratando de mantener la calma, se sirvió un vaso de agua, y se sentó en la punta de una silla, y con la cabeza entre las manos.

Se quedó como en las nubes. No comprendía. Quizá se tratara de una burla. ¿O si esta vez las siniestras relaciones de Maricris la hubieran marcado a ella para un plan macabro?

NOVELARIO 7

Estaba Lina, sentada en una silla, encogida, cuando el repicar de su celular la sobresaltó. Felizmente la cara de Alejandro le sonreía desde la pantalla. Ella atendió presurosa y ya no pudo mas y se quebró.

…--Ale mi amor, dijo entre sollozos, estoy asustada una llamada telefónica hace menos de media hora me anunciaba que se iban a vengar en mi. Yo no sé nada, no entiendo nada , estoy muerta de miedo, Ale, porfa qué hago?

—Cuida que todas las puertas estén bien cerradas, en 15 minutos estoy contigo, anímate, mi vida, debe ser solo una broma de muy mal gusto, o un degenerado que disfruta asustando mujeres. Ya estoy yendo, cuéntame, quédate tranquila, ve cerrando, mientras hablas conmigo.

El sistema sin manos de bluetooth del auto por fin tuvo un uso práctico. En mala hora, pero le permitía acompañar a Lina en este feo momento.

Ella le comentó desde el otro lado:

—Mi amor, eso hice, ya cerré todo y apagué las luces, pero no me dejes, me siento mejor estando contigo. No sé, me da vueltas en la cabeza si Maricris no tendrá algo que ver. Yo aún estoy mareada, pero comienzo a recordar la llamada.

—No temas, no te dejo, estaré contigo todo lo que tú quieras. —Prestando atención a la calle, le pareció que estaba conduciendo muy rápido, sería mejor llegar unos segundo más tarde que no llegar, aflojó un poco la velocidad.

Además, la voz de Lina ya sonaba más calmada, era como si ya se estuviera controlando y pensando. Dobló velozmente en la esquina, y rodó unos metros, hasta detenerse frente a la casa de Lina.

Al descender del auto, vio una sombra alejarse en dirección a la calle Bolívar. Ese detalle no hubiera sido tenido en cuenta de tratarse de una situación normal, pero la alarma encendida por Lina lo había puesto suspicaz.

Con el celular en la mano, le avisó que ya estaba en la puerta, y oyó un ahogado grito de alegría e inmediatamente unos pasos, y Lina que abría la puerta y lo recibía con amor y calor.

Luego de prodigarse en besos y caricias, Lina, recostada sobre el pecho de Ale, sentía que otra vez estaba con sus pies en la tierra. Se separaron, y caminando hacia la cocina, Lina le preguntó si ya había cenado, a lo que él le respondió que no tenía hambre.

Se sentaron a la mesa con dos tazas de té caliente en las manos. Lina, ya en control de ella misma, comenzó el relato de la charla, en verdad, el monólogo del malhechor. Una vez concluido, Alejandro, revisando sus pensamientos cuidadosamente, hizo este comentario.

—Creo que no es una broma, o sea, debemos analizar si damos cuenta a la policía. Si tú crees que hay justificativos para pensar que hay alguien más y ese alguien pudiera ser Maricris. Sobre todo, es muy significativo cuando te dijo: “por más que no podamos llegar a ella”. Es claro que se trata de una persona muy protegida Y ahora viene a cuento que Maricris, muy extrañamente, me pidió asesoramiento para hacer unas modificaciones en la casa, y al retirarme, me dijo que era muy bueno que yo estuviera contigo y con ella, Pues se trataba de dos mujeres indefensas. Algo a lo que yo no di importancia, y que a la luz de estos sucesos, ya no estoy seguro de que no la tenga.

Lina, casi ahogada, pensó “no puede ser tanta mi desgracia, ella ya comenzó a tender sus redes sobre Alejandro”. Trató de sobreponerse, y mirándolo con ternura infinita, le rogó que por lo más sagrado no la abandonara y la ayudara y protegiera, pues además él era todo lo que tenía.

El té de tilo ya estaba haciendo su efecto, y Lina sentía que se le cerraban los párpados. La alzó, como si fuera una muñeca, y la acostó, le fue fácil desvestirla, por la ligera ropa que tenía, se tendió a su lado vestido. Ella se giró, para acomodarse, y quedó acostada sobre su pecho, y él la dejó allí que durmiera, sintiendo una dulce emoción por la confianza que le depositaba.

Se despertaron temprano, desde el nido que se había hecho en los brazos, con el cabello revuelto que le cubría parcialmente el rostro, lo miró y le dijo:

—Te amo, gracias por ser tan dulce, y haber venido tan rápido anoche, gracias, te amo.

Alejandro le dio un suave beso en los labios y acariciándole la cabeza se levantó y la invitó a que desayunaran. Le sugirió que él prepararía el desayuno mientras ella se higienizaba, y vestía, y que luego irían a su casa donde él haría lo propio.

Fue en ese momento en que Lina notó que él aún estaba totalmente vestido con la ropa que traía puesta anoche. Y sin saber por qué, lo amo más todavía.

Cuando estaban desayunando, Alejandro le sugirió que llamara a Maricris anunciándole una visita.

Maricris atendió con la voz ronca de sueño, pero al informarle Lina que iría a verla con Alejandro por algo muy importante, ella pareció cobrar vida de repente, y le respondió de inmediato:

—Los espero a las 11 en mi oficina.

Alejandro se aseaba en su dormitorio, mientras Lina caminaba por la casa, observando todo, y disfrutando porque se sentía bien allí.

Cuando él salió ya trajeado, al verla caminar con las manos en la espalda, le hizo un guiño, y tomándola de la mano, fueron hasta la salida.

Al pasar frente a un gancho, en la pared, donde había llaves de toda la casa, Alejandro tomó un hermoso llavero de plata con un par de llaves en él y le dijo:

—Toma, ten estas llaves, mi amor, para venir a casa y poder entrar libremente. —Ella se sintió un poco culpable porque no se le había ocurrido ese detalle, cuando aún estaban en su casa, pero sus pensamientos cambiaron de rumbo, cuando partieron para la reunión.

NOVELARIO 8

Llegaron al estudio de abogados, y la recepcionista se levantó de inmediato y tras un saludo les guió a la oficina de Maricris. Allí, los esperaba de pie, y sentado a su derecha de espaldas a la puerta se veía la rubia cabeza de Olaf.

Le dio un abrazo y un beso a Lina y le extendió suavemente la mano a Alejandro. Olaf se puso de pie y adelantándose saludó a Lina con un dulce beso en la mejilla, y girando el cuerpo quedó frente a Alejandro. Midiéndose recíprocamente con la mirada, mientras, Maricris hacía las presentaciones diciendo:

—Adelante, bienvenidos, Alejandro, te presento al senor (lo dijo con la fonética noruega) Olaf Haakonsson, en rigor Håkon Olaf Asa Haakonsson, Olaf, el señor Alejandro Fuenmayor. —Los invitó a sentarse en una salita de la oficina, con sillones alrededor de una mesita, que era una obra de arte.

—Cuéntame, Lina, qué es eso que te alarmó tanto, que incluso lo has traído a Alejandro.

Era evidente que ya suponía algo, la presencia de Olaf lo confirmaba. Alejandro evaluaba la situación tratando de no dejar pasar ningún detalle. Este Olaf es un pájaro de cuenta, y la astuta Maricris al parecer lo manejaba, o él se lo dejaba creer.

Analizando sus pensamientos, y escuchando el relato de Lina de la víspera, asentía de tanto en tanto para darle apoyo y que ella se sintiera más acompañada. Al concluir su exposición, Lina se acomodó en el sillón y miró alternativamente a Olaf y a Maricris. Esta tomó la palabra y poniéndose de pie comenzó su relato.

—Entiendo tu consternación, Chiquita, válgame el cielo tener que escuchar esas brutalidades, y sentir que de alguna manera puedas ser el objetivo de un degenerado que goza haciendo sufrir mujeres. Pero, atención, no hay que dejarlos actuar. Olaf tiene fuertes vínculos con una “hermandad” de origen francés que cuida de aquellos descendientes de belgas y franceses en todo el mundo. Lina, no temas, Olaf personalmente girará instrucciones para que nadie pueda acercarse a ti con fines malvados, o para robarte tu tranquilidad.

Por favor —terció Alejandro—, Lina tiene un comercio a la calle, es absolutamente vulnerable. A menos que la hermandad seleccione los clientes. —Maricris lo observó, y con los ojos y ladeando la cabeza claramente le dio a entender lo acertado de su punto de vista.

—Eso que tú dices no es del todo imposible, pero si Olaf me asegura que nadie se acercará a Lina con malos instintos, yo personalmente le creo.

—Quisiera que me aclares —sumó Alejandro— qué poder tan grande puede tener Olaf, que despreciamos a la policía.

—Si el agresor no es un loco —dijo Olaf que hasta ese punto había permanecido en silencio— y pertenece a alguna organización, puede haber infiltraciones en la policía, y terminaríamos comunicando nuestras medidas de seguridad a nuestros agresores.

Alejandro no quiso continuar y de una rápida mirada le dejó entender a Lina que dejara todo hasta ahí, que ellos hablarían luego... Ella, con un gesto, dio muestras de estar de acuerdo.

Todos se pusieron de pie, dando por terminada la reunión con frases tranquilizadoras y seguridades para que Lina hiciera su vida diaria, sin sobresaltos.

Una vez que se hubo retirado la pareja, Maricris se sentó ante el escritorio, y con las manos bajo la barbilla, como si estuviera rezando, le hizo saber a Olaf que no estaba tan preocupada por la seguridad de la niña, como de la suya propia.

—Mi princesa —le dijo Olaf casi en un susurro—, tú sabes muy bien que me abriría las venas por ti. Suspendí el viaje a Rusia, veré cómo siguen los acontecimientos para saber si voy a Londres, y hablaré con los miembros de la célula que te cuida acerca de qué medidas extras me pueden ofrecer.

Olaf, pertenecía a la hermandad casi desde su niñez, le enseñaron a esquiar especialistas en desplazarse por las montañas nevadas, causando grandes daños en el ejército alemán. Estas fuerzas se mantenían a distancia de los gebirgsjäger, expertos esquiadores alemanes que los perseguían por todo terreno. Fueron sus maestros de esquí, la gente del propio Joachim Romnemberg, y Linge, que participaron en el hundimiento del acorazado Tirpitz, y de la destrucción de la fábrica de uranio enriquecido y de los grandes depósitos de agua pesada.

Si había en la zona alguien con tanto ascendente en la hermandad, para cubrir la seguridad de Maricris Berger, ese era el propio Olaf.