Llegada a las islas - José Óscar López - E-Book

Llegada a las islas E-Book

José Óscar López

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Beschreibung

Alguien que ve llover desde el piso cuarenta de un edificio de oficinas en Tokio, enfermeras con el rostro de la musa de Homero, países habitados por payasos tristes; traficantes, tarotistas, meteorólogos, paisajes de lagos y de torres con mimos de fondo con ganas de orinar; gente que conduce sus automóviles por pueblos fantasma: todo ello desfila por este libro gravitando entre la afasia y el monólogo interminable, entre el diálogo con fantasmas y las visiones con un ritmo de fiebre y de delirio. Con la urgencia de la búsqueda de una realidad que también comprenda la urgencia de la imaginación.

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Llegada a las islas

José Óscar López

 

 

 

 

Sea cual fuere su refinamiento, el estilo siempre tiene algo en bruto: es una forma sin objetivo, el producto de un empuje, no de una intención, es como la dimensión vertical y solitaria del pensamiento. Sus referencias se hallan al nivel de una biología o de un pasado, no de una Historia: es la «cosa» del escritor, su esplendor y su prisión, su soledad.

Roland Barthes

Hay algo, en efecto, algo un poco misterioso, que aparece a ratos, o que se transparenta, y que parece tener una existencia confusa, a medio camino entre el concepto y el plano preconceptual, que va de uno a otro. Por el momento, se trata del Idiota.

Gilles Deleuze y Felix Guattari

Maestros de la elocuencia relucen en las páginas de tu libro como montañas veladas por las aguas o el firmamento.

John Ashbery

Haga un poema o cualquier otra cosa

José Ángel Valente

¿Qué quieres decir?

P.I.L

1 De A a B

 

Una cierta deficiencia que todavía no es, o no es ya ausencia, negatividad, no–ser, carencia, silencio. Ni habla plena ni círculo perfecto.

Jacques Derrida

He visto archipiélagos siderales e islas cuyos cielos delirantes se abren al que boga: ¿Es en estas noches sin fondo donde duermes y te exilias?

Arthur Rimbaud

La simulación es la mejor arma para penetrar en la complejidad del mundo

Jorge Wagensberg

VIAJE IMAGINARIO

¿A decide marchar en dirección a B o es B quien deja que A se acerque? ¿Puede A atraer a B y hacerlo A, o viceversa? ¿Han sido A y B siempre distintos?

 

¿Fue antes la tortuga o su caparazón?, y ¿qué cayó dentro de qué, en la carrera: afuera, antes, o después, cuando ese dentro o ese fuera es el mismo lugar: allí, entonces, sí, y más allá de ese animal que pareciera no llegar jamás y, sin embargo, está esperándonos en el lugar adonde vamos o queremos llegar, allí donde quizás nunca lleguemos?

 

¿Llegar donde el caparazón del pensamiento segrega más caparazón,

 

pero se trata de buscar un río y no un muro, y todo va a seguir moviéndose igual que un río que no existe, y sin embargo fluye,

 

fluye y se va alejando?

 

¿Por qué esta sucesión nos sigue protegiendo al delegar en ella nuestra ausencia, muros que construimos sin saberlo, y sabemos de ellos porque tratamos, cada día, de tirarlos abajo, de entender cómo funcionan para poder ir desmontándolos? Y seguimos moviéndonos, viajando, tan despacio, pero también tan necesariamente, llevando con nosotros estos pequeños muros a cuestas, muros que deshacemos y que se erigen solos otra vez, muros que en todo caso nos contienen. ¿Estamos dentro de verdad? ¿Por qué el movimiento, si viajar sólo nos lleva una y otra vez a nosotros mismos, cuando nosotros ya no estamos pero seguimos insistiendo?

 

¿Por qué los ríos son de uno y son más nuestros cuando son de cualquiera?

 

¿Qué tiene que ver todo esto con el motivo de la exposición de esta noche? ¿Contar, acaso, alguna anécdota probable? ¿Una nueva vía o mixtificación que sea el fin de las mixtificaciones y el venero de un río más, un río nuevo que es el mismo y diferente?

 

¿Con qué historia fantasear si acaba la jornada, estamos solos y nos sentimos felices, de alguna manera, y también, es posible, acompañados? ¿La historia del visir y la princesa? ¿O el mago que a los sueños descendía a rescatar almas errantes –esas almas que miraban partir cada noche (y así eran sus miradas las errantes) bajeles imaginarios y suspiros de cartón piedra en el alféizar que da al leve rumor de la plaza de vasijas móviles (y a eso lo llamaban cielo),

 

o considerando a Reed Richards (también conocido como Mr. Fantástico) un interlocutor válido, y aunque dejemos en suspenso toda la historia de su amigo Silver Surfer (si es que alguien como él puede tener entre los terrestres eso que convenimos en llamar amigo, atrapado por siempre o hasta el siguiente arco argumental en la atmósfera de nuestro planeta; él, que surcó a su pesar, como heraldo de Galactus, destructor de mundos, los confines del universo),

 

y así podríamos seguir toda la noche, ciertamente, con éste y otros recursos habituales de la novela gótica, según apunta una voz imaginaria que reconocemos como antigua y al tiempo como próxima, nuestra y de alguien más, más grande que nosotros y también íntima, pequeña y delicada, fuerte y acaso eterna, indestructible?

 

Si sólo pueden decirse fragmentos, ¿no debiera recurrirse a aquellos que mejor explican todo o nada? ¿Debiera recurrirse a lo inesperado convencional o esperar tranquilamente aquello que esperamos y que de todas formas nos redima, aunque ya no quede nada de lo que tengamos que redimirnos, en un presente que es eterno al construirlo a diario y que está en todas partes?

 

Una inquietud mueve las fontanelas de la Tierra. Una conversación que no se acaba está abocada, irremediable, al estertor de los monólogos. A todo lo que dice, imperturbable, su vacío. Parto en la multiplicidad, voces imaginarias, que suplen al que espera. ¿Vivimos en aquello que nombramos tan sólo los cobardes? Hablar tanto, ¿por qué, si no es para no equivocarme? Y dejar de decir lo que quiero decir: mira, si no, lo bien que les funciona a las estatuas.

 

¿De qué hablamos cuando hablamos de lo hermoso o de lo triste, en ese tiempo abierto al fin para el descanso y que no logra descansarnos? ¿No son, acaso, factores en los que pensar a la hora de empezar o terminar reflexiones surgidas en instantes perecederos, que no nos sirven? ¿Es quizás conjurable una mezcla descuidada y libre, que imite aun consciente, todavía y por eso, los márgenes de una vida silenciada en ocasiones y otras veces febril, escandalosa, que es así vida exultante aunque baste, casi siempre, con que se torne vida de algún modo?

 

¿Decir los días son largos como aspirinas y comidas de negocios, o las noches a veces largas, a veces cortas y a veces más cortas? ¿Puedes imaginar lo que era ver llover desde el piso cuarenta de un edificio de oficinas en el centro de Tokio?