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El amor por la Madre Naturaleza es el corazón de Lluvia con sol, el nuevo libro de Lara Ríos. Al recorrer sus páginas, los pequeños lectores aprenderán sobre el proceso para hacer compostaje, la problemática de la falta de agua y las diferentes alternativas de energías renovables.
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Seitenzahl: 18
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Lara Ríos
Lluvia con Sol
Vicky Ramos ilustró
Para mis bisnietos, quienes cuidaránde la Madre Naturaleza.
Después de hacer sus tareas, Ilse corrió a la sala donde estaban sus papás y les contó que su maestra les había indicado cómo hacer compostaje:
“Se echan en un tarro todas las cáscaras de frutas, de huevo, semillas, sobros de comida y huesos pequeños, pedacitos de papel que no sean revistas, broza de café; se dejan descomponer y ¡zaz! Como por arte de magia todo eso se convierte en abono, que sirve para que las flores y la huerta crezcan lindas y vigorosas”.
—Yo quisiera hacer ese experimento para tener flores preciosas y tener una buena cosecha en la huerta —dijo Ilse con voz suplicante.
La mamá y el papá se miraron y, dándole un beso a Ilse, le prometieron que la iban a ayudar.
—Manos a la obra y a trabajar —comentaron.
La mamá puso un recipiente cerca del lavadero de platos y, ese día, comenzó a echar todas las cosas que había dicho Ilse que podían convertirse en abono.
Al mismo tiempo, el papá se informó sobre qué se necesitaba para hacer el abono orgánico y descubrió que debía construir una caja grandecita de madera para poner en el jardín, debajo de un árbol, donde le diera sol pero también sombra.
Fue con Ilse a comprar la madera, un serrucho y clavos. Ilse no decía nada mientras la construía, pero la caja estaba quedando un poco torcida y, entre una tabla y otra, había un espacio por donde seguro se iban a salir las cáscaras.
Al día siguiente, en la escuela, Ilse le contó a su maestra que su papá le estaba haciendo una caja, pero parecía un cajón lleno de huecos entre tabla y tabla, que era un desastre pues hasta le estaba quedando torcida.
La maestra le explicó que eso era una maravilla porque así le entraba aire al abono y que lo de torcido no tenía ninguna importancia.
En la tarde, regresó Ilse y, cuando llegó su papá, le dio un gran beso con un abrazo, y pensó en lo buen carpintero que era.