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«Yo nací un día en el que Dios estaba enfermo, grave.» El poema introductorio Los heraldos negros que da nombre al poemario, es la antesala que nos anuncia el dolor que refleja este libro. El recuerdo reciente de la pérdida de su hermano y la incomprensión humana hacia el sufrimiento del prójimo, ponen a Vallejo ante la angustia existencial. César Vallejo intenta representar su experiencia vital en su forma más completa. Expresa la naturaleza interna de las emociones, sin preocuparse de la realidad externa. Adapta el lenguaje para expresar sentimientos. Vallejo se interesa por la desolación, la búsqueda desesperada del momento amoroso y los golpes de la vida, que anuncian la desolación y la muerte. Una profunda tristeza empaña muchas de sus composiciones ya desde el inicio de Los heraldos negros. En éste y en otros poemas es patente el progresivo alejamiento del Modernismo. No hay espacio para su yo poético desgarrador y lleno de incertidumbre en la belleza y perfección formal de la imaginería modernista. Versos como el siguiente están en otra órbita estética: «Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!»
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Seitenzahl: 51
Veröffentlichungsjahr: 2010
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César Vallejo
Los heraldos negrosEdición de Georgette de Vallejo
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Los heraldos negros.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de la colección: Michel Mallard.
ISBN rústica ilustrada: 978-84-9897-481-2.
ISBN tapa dura: 978-84-9897-489-8.
ISBN ebook: 978-84-9897-490-4.
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Créditos 4
Brevísima presentación 9
La vida 9
Yo nací un día en el que Dios estaba enfermo 11
Los heraldos negros 13
Plafones ágiles 15
Deshojación sagrada 17
Comunión 19
Nervazón de angustia 21
Bordas de hielo 23
Nochebuena 25
Ascuas 27
Medialuz 29
Sauce 31
Ausente 33
Avestruz 35
Bajo los álamos 37
Buzos 39
La araña 41
Babel 43
Romería 45
El palco estrecho 47
De la tierra 49
¿........................ 51
El poeta a su amada 53
Verano 55
Setiembre 57
Heces 59
Impía 61
La copa negra 63
Deshora 65
Fresco 67
Yeso 69
Nostalgias imperiales 71
Nostalgias imperiales 73
Hojas de ébano 77
Terceto autóctono 79
Oración del camino 83
Huaco 85
Mayo 87
Aldeana 89
Idilio muerto 91
Truenos 93
En las tiendas griegas 95
Ágape 97
La voz del espejo 99
Rosa blanca 101
La de a mil 103
El pan nuestro 105
Absoluta 107
Desnudo en barro 109
Capitulación 111
Líneas 113
Amor prohibido 115
La cena miserable 117
Para el alma imposible de mi amada 119
El tálamo eterno 121
Las piedras 123
Retablo 125
Pagana 127
Los dados eternos 129
Los anillos fatigados 131
Santoral 133
Lluvia 135
Amor 137
Dios 139
Unidad 141
Los arrieros 143
Canciones de hogar 145
Encaje de fiebre 147
Los pasos lejanos 149
A mi hermano Miguel 151
Enereida 153
Espergesia 155
Libros a la carta 159
César Abraham Vallejo Mendoza (Santiago de Chuco, 1892-1938, París). Perú.
Sus padres eran Francisco de Paula Vallejo Benítez y María de los Santos Mendoza Gurrionero. Fue el menor de once hermanos. Sus abuelas eran indias y sus abuelos gallegos. Sus padres querían dedicarlo al sacerdocio, lo que él en su primera infancia aceptó.
Vallejo estudió en el Centro Escolar N.º 271 de Santiago de Chuco, y desde abril de 1905 hasta 1909 hizo la secundaria en el Colegio Nacional San Nicolás de Huamachuco. En 1910 se matriculó en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Trujillo y en 1911 viajó a Lima para estudiar en la Escuela de Medicina de San Fernando. Tras varios trabajos, Vallejo terminó en 1915 la carrera de Letras.
En 1916 frecuentó la juventud intelectual de la «bohemia trujillana» y se enamoró de María Rosa Sandoval. En 1917 conoció a «Mirto» (Zoila Rosa Cuadra), pero el romance duró poco y al parecer César intentó suicidarse tras un desengaño. Poco después se embarcó en el vapor Ucayali con rumbo a Lima donde conoció a lo más selecto de la intelectualidad limeña. Llegó a entrevistarse con José María Eguren y con Manuel González Prada, a quien los jóvenes consideraban un maestro y guía. Asimismo, publicó algunos de sus poemas en la Revista Suramérica.
En 1918 trabajó en el colegio Barros y tras la muere de su director, Vallejo se hizo cargo de la dirección del mismo. Luego, en 1919 fue profesor en el Colegio Guadalupe. Ese año ven la luz los poemas de Los heraldos negros, que muestran cierta influencia modernista.
Su madre murió en 1918 y al volver a Santiago de Chuco Vallejo fue encarcelado durante 105 días, acusado de haber participado en el saqueo de una casa. En la cárcel escribió la mayoría de los poemas de Trilce y en 1921 recibió la libertad condicional. Entonces fue admitido otra vez en el Colegio Guadalupe.
Con el dinero que le debía el Ministerio de Educación se marchó a Europa en el vapor Oroya el 17 de junio de 1923 y llegó a París el 13 de julio.
En París hizo amistad con Juan Larrea y Vicente Huidobro; y tuvo contacto con Pablo Neruda y Tristán Tzara.
En 1926 conoció a Henriette Maisse, con quien convivió hasta octubre de 1928. Fundó junto al poeta español Juan Larrea una revista mientras colaboraba con Variedades y Amauta, la revista de José Carlos Mariátegui. Por entonces profundizó en sus estudios de marxismo. En 1927 conoció a Georgette Marie Philippart Travers y ese año viajó a Rusia.
Hacia 1929 mantiene sus colaboraciones con Variedades, Mundial y el diario El Comercio. En 1930 el gobierno español le concedió una modesta beca para escritores. Poco después viajó a la Unión Soviética para participar en el Congreso Internacional de Escritores Solidarios con el régimen soviético. Tras su regreso a París se casó con Georgette Philippart en 1934 y se integró en el Partido Comunista del Perú fundado por Mariátegui. En 1937 Vallejo y Neruda fundaron en España el Grupo Hispanoamericano de Ayuda a España, en plena Guerra Civil.
En 1938 trabajó como profesor de Lengua y Literatura, pero en marzo sufrió un agotamiento físico. El 24 de marzo fue internado padeciendo una enfermedad desconocida y murió en París el 15 de abril de 1938.
El poema introductorio Los heraldos negros, que da nombre al poemario, es la antesala que nos anuncia el carácter apesadumbrado y de tintes oscuros que va a tener todo el libro. El recuerdo reciente de las pérdidas personales de amigos y familiares y la incomprensión humana hacia el sufrimiento del prójimo, hace que el yo poético se sumerja en la angustia existencial.
César Vallejo intenta representar su experiencia vital en su forma más completa, expresando la naturaleza interna de las emociones sin preocuparse de la realidad externa. Adapta el lenguaje para expresar sentimientos como la desolación, el dolor en la búsqueda desesperada del momento amoroso, los golpes de la vida y los desengaños que anuncian la desolación y la muerte.
Una profunda tristeza empaña muchas de sus composiciones ya desde el inicio de Los heraldos negros, por esta razón el paulatino alejamiento del Modernismo en ésta y en otras composiciones es patente. Frente a la belleza y perfección formal y la sensualidad y colorido de la imaginería modernista, no hay espacio para un yo poético desgarrador y lleno de incertidumbre:
«Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!»