Los libros de texto - Carlos Lomas - E-Book

Los libros de texto E-Book

Carlos Lomas

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"Los libros de texto han sido desde siempre objeto de interés tanto para las encrucijadas que deben resolverse en los sistemas de educación nacionales como en el campo de la investigación didáctica y pedagógica. ¿Garantes del acceso democrático a los saberes de la educación obligatoria o dispositivos que promueven la reproducción acrítica de conocimientos oficiales y la rutinización de las prácticas del aula? ¿Objetos editoriales innovadores o productos de mercado de factura previsible? Los libros de texto: ¿tradición o innovación? es una recopilación de artículos que ponen en juego estas y muchas otras preguntas que encuentran en los aportes de investigadores e investigadoras colombianos, españoles y argentinos algunos modos de seguir abordando un tema que cobra relevancia no solo en la cotidianeidad del aula, sino también en las decisiones de política educativa relacionadas con los materiales de enseñanza. En el contexto actual de desarrollo y diversificación de los canales y soportes para la circulación del conocimiento, la mirada multidisciplinaria sobre Los libros de texto –atendiendo a sus ideologías subyacentes, a los contenidos que presentan, al modo en que se seleccionan y se evalúan, entre muchos otros aspectos– conforma una agenda para su estudio que este libro presenta de manera sólida y con originales trabajos. "

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LOS LIBROS DE TEXTO

Los libros de texto han sido desde siempre objeto de interés tanto para las encrucijadas que deben resolverse en los sistemas de educación nacionales como en el campo de la investigación didáctica y pedagógica. ¿Garantes del acceso democrático a los saberes de la educación obligatoria o dispositivos que promueven la reproducción acrítica de conocimientos oficiales y la rutinización de las prácticas del aula? ¿Objetos editoriales innovadores o productos de mercado de factura previsible?

Los libros de texto: ¿tradición o innovación? es una recopilación de artículos que ponen en juego estas y muchas otras preguntas que encuentran en los aportes de investigadores e investigadoras colombianos, españoles y argentinos algunos modos de seguir abordando un tema que cobra relevancia no solo en la cotidianeidad del aula, sino también en las decisiones de política educativa relacionadas con los materiales de enseñanza.

En el contexto actual de desarrollo y diversificación de los canales y soportes para la circulación del conocimiento, la mirada multidisciplinaria sobre los libros de texto –atendiendo a sus ideologías subyacentes, a los contenidos que presentan, al modo en que se seleccionan y se evalúan, entre muchos otros aspectos– conforma una agenda para su estudio que este libro presenta de manera sólida y con originales trabajos.

 

—Gustavo Bombini

 

 

Fabio Jurado Valencia. Licenciado en educación con énfasis en literatura (Universidad Santiago de Cali). Maestro y doctor en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue profesor durante veintiocho años de la Universidad Nacional de Colombia y profesor visitante de la Universidad de San Carlos en Guatemala, la Universidad Católica de Chile y la Universidad de Chiapas. Es autor de los libros Investigación, escritura y educación, Palimpsestos: la literatura en el aula de clase, Voces escritas en la obra de Juan Rulfo, Lectura crítica para el pensamiento crítico, La lectura en las escuelas de la periferia, Antología de poesía colombiana, Mito, cincuenta años después. Además, ha colaborado en revistas académicas especializadas en educación, literatura y ciencias del lenguaje.

 

Carlos Lomas. Doctor en Filología Hispánica y catedrático de Lengua Castellana y Literatura en el Instituto N.° 1 de Educación Secundaria de Gijón (España). Asesor de formación del profesorado en el Centro del Profesorado de Gijón (1989-2010). Director de la revista Signos (1990-1997) y codirector de Textos de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Como formador ha intervenido en diversos congresos, cursos y jornadas en España, Portugal, Brasil, México, Guatemala, Panamá, Venezuela, Puerto Rico, Chile, República Dominicana, El Salvador y Colombia. Es autor, entre otros libros, de Cómo enseñar a hacer cosas con las palabras, Érase una vez la escuela, ¿El otoño del patriarcado?, El espectáculo del deseo, El poder de las palabras y Las máscaras de la educación y el poder del lenguaje, este último en colaboración con Fabio Jurado y Amparo Tusón. Ha coordinado (y colaborando también como autor) la edición de una veintena de volúmenes colectivos sobre enseñanza del lenguaje y de la literatura y sobre género y educación.

CARLOS LOMAS · FABIO JURADOeditores

LOS LIBROS DE TEXTO

¿TRADICIÓN O INNOVACIÓN?

Índice

CubiertaAcerca de este libroPortadaPrólogo, por Fabio Jurado y Carlos LomasPrimera parte. Los libros de texto y sus enfoques1. Tradiciones y rupturas en torno a las consideraciones sobre el libro de texto, por Gustavo Bombini2. Libros de texto y enseñanza del lenguaje: entre la realidad y el deseo, por Carlos Lomas3. Tres miradas al texto expositivo en México: ¿gradación, continuidad o repetición?, por Ysabel Gracida4. Por una diversidad de textos en el aula de clase: algunos criterios para la selección de “textos escolares”, por Fabio Jurado y Guillermo Bustamante Zamudio5. Libros de texto y contenidos sociolingüísticos en la enseñanza del lenguaje, por Carlos Lomas y Amparo Tusón Valls6. Después de internet…, por Daniel CassanySegunda parte. Libros de texto y educación literaria7. La renovación de la enseñanza de la literatura en los libros de texto de educación secundaria, por Teresa Colomer y Ana María Margallo 8. ¿Crítica literaria en los libros de texto para la educación básica?, por Fabio Jurado9. La escritura como “actividad literaria” en los libros de texto, por Luz Mary OrtizTercera parte. Investigación, criterios de selección y evaluación de los libros de texto10. Los textos como factor asociable al desempeño en el área de lenguaje, por Guillermo Bustamante Zamudio y Luis Guillermo Díaz Monroy11. Producción de materiales educativos para la enseñanza del español: algunos criterios, por Gustavo Bombini, Paola Iturrioz y Sergio Frugoni12. La evaluación de los manuales escolares, por María Paz Prendes EspinosaCréditos

COLECCIÓN SABERES Y PRÁCTICAS

Dirigida por Gustavo Bombini

Prólogo

Fabio Jurado y Carlos Lomas

La extensión y democratización de la escuela obligatoria y de los sistemas nacionales de educación trajeron consigo la hegemonía del libro de texto o del manual escolar en las aulas de la educación primaria, secundaria y bachillerato, y hasta hoy, pese a la emergencia de otras vías de acceso al aprendizaje escolar y al cultural, como los canales de la comunicación de masas e internet, esa hegemonía se mantiene casi invariable, si bien en algunos países como Colombia es notable el descenso en la demanda por parte de los educadores del sector público en la última década. De ahí la urgencia de un estudio multidisciplinar y caleidoscópico que dé cuenta de las funciones simbólica, pedagógica, social, ideológica y política de los libros de texto en nuestras instituciones escolares.

Por ello, el análisis de los manuales escolares y la investigación sobre la identidad y función de los libros de texto, en su doble condición de depósito sociohistórico y disciplinar del saber escolar y de objeto editorial sometido a todo tipo de intereses económicos y políticos, ha de tener como objetivo ineludible indagar en los vínculos, a menudo obvios pero en ocasiones ocultos, entre ideología, educación y currículo, y entre currículo, libros de texto y prácticas pedagógicas.

En la medida en que los libros de texto y los manuales escolares constituyen el material pedagógico de mayor duración y uso en la historia de la enseñanza, el estudio del modo en que han seleccionado en sus páginas el saber cultural, en que han favorecido unos u otros modelos de enseñanza y aprendizaje y en que han fomentado una u otra profesionalidad docente constituye una línea de investigación esencial en cualquier afán de conocer lo que realmente ocurre en las aulas (entre otras cosas, los modos de apropiación y uso de estos materiales en los contextos reales del aprendizaje) y de impulsar una transformación en profundidad de la vida en ellas. No en vano los enfoques críticos de la investigación escolar han señalado cómo los libros de texto restringen la autonomía y creatividad del profesorado ejerciendo un innegable control sobre los argumentos y las decisiones que deben informar el trabajo docente (selección de objetivos y contenidos, orientación y tipo de actividades, opciones metodológicas…), a la vez que actúan como sutiles mecanismos de control curricular al velar por la ortodoxia en la interpretación del currículo oficial y por el mantenimiento del canon escolar y el respeto a las infranqueables fronteras entre los códigos disciplinares de las diferentes áreas del conocimiento. De esta manera, la mayoría de los actuales libros de texto uniformiza tanto el aprendizaje como el saber académico, favoreciendo la estandarización de la educación y la difusión de la cultura legítima elaborada a partir de las formas de vida, culturas e ideologías de los grupos sociales dominantes.

Michael Apple, en El conocimiento oficial (Barcelona, Paidós, 1996, p. 68), cita a A. Graham Down, miembro del Consejo de Educación Básica, para señalar que “los libros de texto, para bien o para mal, condicionan lo que los estudiantes aprenden. Marcan el currículo y muchas veces los hechos que se aprenden en la mayoría de las asignaturas. Para muchos estudiantes, los libros de texto son su primera y a veces única iniciación al mundo de los libros y de la lectura. La gente ve los libros de texto como fuentes de autoridad, fieles a la verdad y necesarios. Y los profesores se basan en ellos para dar las lecciones y estructurar las materias. Pero el actual sistema de adopción de libros de texto ha llenado nuestras escuelas de caballos de Troya: montones de papel con cubiertas lustrosas de donde salen palabras que empobrecen las mentes de nuestros jóvenes conciudadanos y les convierte en enemigos del saber”; pero lo más preocupante es la manipulación publicitaria: se dice en las portadas que tales libros se corresponden con un enfoque, el de competencias o el comunicativo, por ejemplo, y en su interior lo que se halla es el reciclaje de libros de texto de décadas anteriores con enfoques prescriptivos contrarios al enfoque declarado.

Una mirada nostálgica

Más allá de estas consideraciones, es inevitable un halo de nostalgia cada vez que recordamos las cartillas y los libros de texto; esta nostalgia, sin embargo, no deviene de la felicidad de haber aprendido a escribir letras y palabras o en los últimos grados de la educación básica, de haber aprendido a “leer de corrido”, según las singularidades instruccionales de estos libros; deviene, por el contrario, de la evocación de los entornos, de la recuperación en la memoria de imágenes sobre el compañero o la compañera de pupitre, de la humildad o autoridad de la maestra o el maestro, del patio y sus filas, del recreo y de los juegos, de la catarsis infantil y juvenil…; todo esto solo posible en el contexto escolar, porque si algo hemos de reivindicar de la escuela es la experiencia de estar juntos y poder aprender de los otros.

No son las ansias de saber las que entusiasman al niño y al joven para vivir el día a día de la escuela. El saber escolar es solo un pretexto para trascender el espacio primigenio de la casa y vivir el asombro del mundo de afuera en ese trayecto cotidiano hacia la escuela. ¿Qué ocurre en el pensamiento de un niño o un joven mientras camina o viaja de la escuela a la casa y viceversa? Ese trayecto desde el hogar a la escuela y desde la escuela al hogar es a menudo la oportunidad que tienen los niños y los jóvenes para ponderar los deseos y las ilusiones y es el territorio de las fantasías transitorias, de los castillos interiores y de los ensueños que suspenden el tiempo mientras se llega al espacio de la autoridad, sea la escuela o la casa.

En la escuela está la figura del maestro y del libro; en la casa, la figura patriarcal/matriarcal y el cuaderno de tareas, y también un horario: el de los deberes escolares y el de los deberes relacionados con el orden y el aseo de la casa; lo que resta del tiempo diario es para el juego o la televisión. Esta es la visión estandarizada que sobre la vida subyace en el discurso de los libros de texto. Es un modelo ideal de cotidianidad asociado a un modelo de familia y a un modelo de sociedad sustentado en los estereotipos de la clase media; otros modelos, como los de las familias fragmentadas o los de la pobreza en las geografías de la periferia, no caben en estos materiales “educadores”. Por eso hay unos modelos del “buen hablar” y del escribir correcto, unos modelos morales aprehensibles en los fragmentos de obras literarias que los libros de texto seleccionan meticulosamente, tal como se expone en algunos de los artículos que aquí compilamos.

Identidad, coherencia y uso de los libros de texto

Este libro intenta poner en la superficie estas y otras características del material instruccional y didáctico, que ha asumido el rol protagónico en los procesos de escolarización durante el siglo XX e incluso en el siglo actual, pese al trepidante protagonismo de internet y de las posibilidades que ofrece la actual sociedad en red: buscadores, webs, blogs, plataformas digitales, redes sociales… En estas páginas se ofrece una selección de colaboraciones surgidas de investigaciones y de experiencias docentes y formadoras de docentes en la perspectiva de estimular estudios académicos y encuentros profesionales sobre la tradición o la innovación de los libros de texto en los actuales contextos del aprendizaje escolar y social. Como todo el mundo sabe, los presupuestos económicos que se dedican en muchos países para dotar de libros de texto a las instituciones educativas son enormes, pero rara vez se reflexiona sobre la calidad, adecuación y pertinencia de estos materiales y, lo que es más grave, los docentes no son consultados sobre las características que han de tener esos textos para adecuarse convenientemente a los contextos escolares en los que trabajan.

Escasean los estudios sobre la recepción y el uso del libro de texto en el aula o sobre su coherencia y consistencia con los enfoques curriculares y pedagógicos declarados en la legislación educativa de cada país. Es apremiante deliberar al respecto, sobre todo cuando, como en el caso de América Latina, la corrupción ha impregnado las licitaciones y los políticos han sabido aprovechar este renglón de la educación. La doble moral sobre las políticas para la lectura no son ajenas a esta situación.

Los artículos seleccionados en este libro han sido clasificados en tres grandes partes. En la primera, se plantean algunas reflexiones sobre las ideologías educativas subyacentes a los libros de texto. Se incluyen colaboraciones de Gustavo Bombini, Carlos Lomas, Ysabel Gracida, Fabio Jurado y Guillermo Bustamante, Carlos Lomas, Amparo Tusón y Daniel Cassany, en las que sobresale un especial énfasis en la reflexión sobre la identidad y función educativa de los libros de texto y de otros materiales en las instituciones escolares, y especialmente en la enseñanza del lenguaje.

En la primera de las colaboraciones de este libro (“Tradiciones y rupturas en torno a las consideraciones sobre el libro de texto”), Gustavo Bombini evoca su infancia escolar y el lugar que ocupaba el libro de texto en los contextos de su aprendizaje educativo, un lugar en el que “el manual construía una ilusión de totalidad, parecía presentarse como la suma acabada del saber y, junto con ella, la ilusión de verdad”. Posteriormente analiza la falacia de entender el conocimiento escolar que transmiten los libros de texto como un saber neutral y resume algunos estudios críticos sobre los efectos obvios y ocultos de un uso inadecuado de estas herramientas de enseñanza y aprendizaje. Más allá de los enfoques críticos sobre la selección cultural de los saberes escolares y sobre la función de reproducción ideológica de los manuales escolares (y de la actividad escolar en su conjunto), Bombini pone el énfasis en el estudio de los diversos modos de apropiación del libro de texto en cada contexto educativo concreto (primaria/secundaria, rural/urbano…) y por tanto en el análisis etnográfico de las cosas que se hacen en cada aula con el manual como guía o como apoyo del trabajo docente. Solo así, en su opinión, es posible evaluar la repercusión pragmática de los libros de texto en su esfera de uso habitual.

Por su parte, y en sintonía con las ideas manifestadas por Gustavo Bombini, Carlos Lomas (“Libros de texto y enseñanza del lenguaje: entre la realidad y el deseo”) subraya que los libros de texto no son solo ayudas técnicas orientadas a facilitar la intervención pedagógica del profesorado y el aprendizaje escolar de las alumnas y los alumnos en las aulas. Son también la expresión de una determinada (s)elección escolar y social de los saberes culturales, de una determinada manera de entender la enseñanza y el aprendizaje en las aulas y, en el caso de las enseñanzas del lenguaje, de una determinada manera de entender la lengua, las interacciones comunicativas y la educación lingüística y literaria en las aulas. El autor analiza, en primer lugar, cómo los libros de texto constituyen una herramienta eficacísima en la selección de los saberes culturales que se difunden en las instituciones escolares y por tanto en una estrategia nada inocente en la comunicación escolar del conocimiento legítimo; en segundo lugar, y en el contexto de las prácticas de la educación lingüística en España, evalúa el pasado y el presente de los libros de texto, así como su influencia en las cosas que se hacen habitualmente en las clases de lengua, y analiza las características de algunos de los libros de texto más utilizados en la enseñanza secundaria española por el profesorado de Lengua Castellana y Literatura, y en tercer lugar, ofrece algunas instrucciones de uso para el análisis crítico de los libros de texto.

Ysabel Gracida inicia su colaboración (“Tres miradas al texto expositivo en México: ¿gradación, continuidad o repetición?”) aludiendo a la gratuidad de los libros de texto en México, iniciada en 1959 como una estrategia nacional orientada a combatir los altos índices de analfabetismo y el acceso de toda la población escolar a los útiles pedagógicos. Tras aludir a la situación actual en ese país, la autora se detiene en el análisis de los libros de texto de la asignatura Español a partir de la adopción del denominado enfoque comunicativo y funcional de la educación lingüística. Concretamente, analiza la manera en que se aborda el texto expositivo en la escuela básica (primaria y secundaria) y en el bachillerato concluyendo que “el camino al infierno está empedrado de las buenas intenciones de muchos libros de texto que oscilan entre materiales casi estrictamente prescriptivos y otros que de tan abiertos no definen el centro de su propósito” y que a menudo en los libros de texto se pone de manifiesto una cierta incoherencia entre su contenido concreto y los enfoques teóricos y didácticos que, en su presentación y hasta en sus títulos y sus paratextos, dicen asumir. Finalmente, Gracida advierte que el asunto de los libros de texto “lamentablemente, depende de los intereses en juego de quienes gobiernan el país. La educación ha sido también un botín para quienes dirigen los destinos nacionales y los libros de texto no son en este contexto más que un instrumento más en esta voluntad”.

En el artículo de Fabio Jurado y Guillermo Bustamante (“Por una diversidad de textos en el aula de clase”) se llama la atención precisamente sobre la manipulación de los presupuestos que se asignan a la “dotación de textos para las aulas”; a partir de los criterios de la “objetividad” consignados en los formatos para la licitación, se simula una neutralidad en la elección de las “mejores propuestas”. El análisis del discurso de estos formatos/instrumentos de “valoración” pone en la superficie lo que se solapa, como ocurre también en los cuestionarios sobre “factores asociados” que regularmente se aplican para legitimar una política predeterminada. Pero lo fundamental en el trabajo de Jurado y Bustamante está en la referenciación y el señalamiento de experiencias innovadoras de maestros que han decidido tomar distancia de los libros de texto para estar a tono con las expectativas de los niños y los jóvenes del siglo XXI. La lectura de textos genuinos y diversos sin ninguna mediación didáctica es la propuesta; son los docentes quienes construyen dicha mediación, según sean los entornos socioculturales de la escuela y según sean sus propias fuerzas intelectuales y su identidad profesional con la pedagogía.

El artículo de Carlos Lomas y Amparo Tusón (“Libros de texto y contenidos sociolingüísticos en la enseñanza del lenguaje”) se alinea con los enfoques comunicativos de la enseñanza de las lenguas que entienden que el objetivo esencial de la educación lingüística es contribuir al aprendizaje escolar de competencias comunicativas, pero insiste en que no solo se trata de fomentar en las aulas la mejora de las destrezas comunicativas del alumnado sino también, y a la vez, de orientar el uso de las palabras al servicio de una ética de la comunicación que favorezca la convivencia democrática y el aprecio de la diversidad lingüística y cultural. En este afán, una mirada sociolingüística de orientación crítica constituye una ayuda inestimable. De ahí que en su colaboración aludan, en primer lugar, a algunas de las aportaciones más significativas de las corrientes sociolingüísticas a la enseñanza del lenguaje para, en segundo lugar, analizar de qué manera y en qué medida el currículo español de Lengua Castellana y Literatura y los libros de texto utilizados habitualmente por el profesorado incorporan contenidos y actividades de naturaleza sociolingüística. Finalmente, enuncian algunas ideas y argumentos sobre cómo una mirada sociolingüística en torno a las lenguas y a sus variedades de uso puede sernos útil a la hora de impulsar una educación lingüística crítica de intención democrática y emancipadora.

La primera parte concluye con un texto de Daniel Cassany (“Después de internet…”) que versa sobre algunos de los cambios más relevantes que está experimentando la educación lingüística con la implantación de internet en el aula. Al estar conectados de manera continuada a la red, parte de la enseñanza/aprendizaje ocurre en línea con la mediación de computadoras, los recursos didácticos disponibles se multiplican, diversifican y sofistican, aunque también aumente la basura textual, y cambia el conocimiento y la experiencia previa del alumnado, con los efectos que ello debiera tener en los objetivos y los métodos de aprendizaje en el aula.

La segunda parte –“Libros de texto y educación literaria”– gira en torno a los modos como se aborda el estudio de la literatura en los libros de texto, o lo que puede llamarse la “educación literaria”, tan decisiva como la educación artística en los equilibrios afectivos de los niños y de los jóvenes. A este respecto, Teresa Colomer y Ana María Margallo (“La renovación de la enseñanza de la literatura en los libros de texto de educación secundaria”) nos presentan un balance sobre las innovaciones que se han pretendido incorporar en España en los libros de texto con especial énfasis en el tratamiento que se le da al texto literario. Las autoras identifican tres modelos orientadores de tales innovaciones: textual-comprensivo, histórico-formal y cultural, pero también identifican el enmascaramiento. Así nos dicen que, “en la mayoría de los libros, simplemente se yuxtaponen los apartados, de manera que la declaración de presentación conjunta se reduce a una mera operación de maquillaje”, aunque reivindican algunos proyectos editoriales por el esfuerzo de la integración entre el estudio del lenguaje y el estudio de la literatura. Pese a ello, la intencionalidad se extravía para recalar en las prácticas de escritura, esto es, del lenguaje. El trabajo de Colomer y Margallo proporciona señales para avanzar en investigaciones en cada país alrededor del lugar que ocupa la literatura en los libros de texto del área de lengua y comunicación.

El trabajo de Fabio Jurado (“¿Crítica literaria en los libros de texto para educación básica?”) parece responder a los dilemas expuestos por Colomer y Margallo al mostrar con ejemplos, tomados de la literatura colombiana, la manera como los libros de texto de Lengua y Literatura tergiversan las fuentes y confunden en lugar de ayudar en la formación de los lectores críticos que requiere la sociedad de hoy; el análisis de un corpus de libros de texto editados en Colombia le permite a Jurado mostrar la ausencia de la crítica literaria y señalar el protagonismo de la información agregada y falsa en estos materiales.

Los libros de texto son dispositivos desde los que puede hacerse un seguimiento a la recepción estética de una determinada obra literaria. Se trata de develar desde la recepción cómo son percibidas las obras por quienes escriben los libros de texto y develar las causas del desinterés hacia la lectura del texto literario, sobre todo en los jóvenes de la educación secundaria. Con ese tipo de juicios sobre las obras y las actividades mecánicas que se proponen se entiende el origen de algunas resistencias de los jóvenes hacia la literatura.

El trabajo “La escritura como «actividad literaria» en los libros de texto”, del que es autora Luz Mary Ortiz, nos muestra los casos emblemáticos de la trivialidad de los cuestionarios y, paradójicamente, cómo estos materiales instruccionales invitan a copiar y no a crear texto auténtico. Ortiz se pregunta por la voz de los maestros en las sesiones de clase en las que unilateralmente se siguen los contenidos y las actividades nemotécnicas de los libros de texto.

En la tercera y última parte –“Investigación, criterios de selección y evaluación de los libros de texto”– se exponen tres trabajos relacionados con la investigación y los criterios de selección y evaluación de los libros de texto. En el primero, Guillermo Bustamante y Luis Guillermo Díaz (“Los textos como factor asociable al desempeño en el área de lenguaje”) fundamentan los resultados de una investigación sobre las encuestas de factores asociados que los programas de evaluación externa realizan continuamente. Los autores señalan que estas encuestas, respondidas por docentes y estudiantes, nunca revelan los análisis que la comunidad educativa espera y muestran el carácter disfuncional de las consultas al concluir cómo el hecho de tener o no libros de texto no es algo decisivo para la calidad de la educación. Cabe resaltar el análisis de los enunciados con los cuales se adelantan las consultas, pues revelan su carácter ambivalente y ambiguo (por ejemplo: “¿Cuántos libros hay en tu casa?”). En general, el artículo de Bustamante y Díaz introduce rupturas con lugares comunes como el de considerar que solo dotando de libros de texto a las escuelas puede mejorarse la calidad de la educación, sin considerar el uso que se hace de los libros y el tipo de enfoque que los caracteriza.

Entendiendo el portugués como lengua de vecindad y como lengua del ámbito educativo Mercosur, y en el marco de la ley brasileña del español como lengua obligatoria en las escuelas medias, Gustavo Bombini, Paola Iturrioz y Sergio Frugoni presentan algunas ideas referidas a la producción de materiales impresos para su enseñanza. Desde el libro de texto hasta la antología, incluyendo materiales de otras áreas culturales (cine, historieta, música, artes plásticas, ilustración…), proponen algunos principios para la edición de materiales educativos complejos que acompañen una perspectiva sociocultural de enseñanza que integre enseñanza de la lengua y enseñanza de la literatura. En este sentido, se ponen en juego criterios para la presentación de las variantes del español no peninsular, para situaciones comunicativas no estereotipadas o artificiosas y para la presentación de las culturas a partir de elementos diversos. Asimismo, los autores realizan algunas consideraciones sobre aspectos de diseño y de estética global.

En el último trabajo del libro, María Paz Prendes Espinoza (“La evaluación de los manuales escolares”) considera que, dado el inevitable uso de los libros de texto en las prácticas escolares, es necesario definir criterios para su selección y ponderación. En esta perspectiva construye un estado de arte valiosísimo sobre las investigaciones y la producción académica en el ámbito de los libros de texto. También observamos en este trabajo la crítica aguda a algunas editoriales de libros de texto y a su uso de “mecanismos persuasivos (véanse regalos, compensaciones económicas, proyectos de centro ya elaborados…) para intentar que la decisión les sea favorable”. El texto de Prendes puede constituirse en un referente para construir talleres deliberativos en torno a las categorías y criterios de selección de los libros de texto, en los casos en que se consideren imprescindibles.

Al ofrecer estas páginas a quienes enseñan e investigan en las aulas deseamos fomentar una evaluación crítica de la naturaleza, la función educativa y social, la coherencia, los modos de apropiación y uso de los libros de texto en los diversos contextos del aprendizaje escolar, a la vez que impulsar otras formas de acceso a la información y, en consecuencia, otros itinerarios (otros textos e hipertextos, otros canales, otras maneras de leer e interpretar) de acceso al conocimiento cultural. En nuestra opinión, el trabajo docente en torno a proyectos interdisciplinares constituye una estrategia educativa de una innegable productividad en las aulas, que nos obliga a acudir a otras fuentes de conocimiento, a una diversidad casi infinita de textos elegidos en función de su idoneidad para adecuarse tanto a las características de los estudiantes, del contexto en el que aprenden y viven, como de los proyectos de trabajo que están desarrollando en las escuelas.

PRIMERA PARTE Los libros de texto y sus enfoques

1. Tradiciones y rupturas en torno a las consideraciones sobre el libro de texto*

Gustavo Bombini**

Abordar el tema de los libros de texto remite en primera instancia a cierta dimensión de lo personal, de lo autobiográfico asociado con lo escolar. Mi madre era maestra y hacia los años 70, en la Argentina, los maestros recibían, antes de comenzar el ciclo escolar y en calidad de obsequio, las novedades en libros de texto de las distintas casas editoriales. Recuerdo en particular una, la editorial Kapelusz, una empresa familiar argentina que en esa época monopolizaba el 80% del mercado del libro de texto. La caja de Kapelusz llegaba en febrero y tenía todos los manuales, los que eran globales, como el Manual del alumno bonaerense, y los libros por áreas, como Peldaño hasta quinto grado y Conocimientos en acción para sexto y séptimo, en ciencias naturales, ciencias sociales, lenguaje y matemática.

En una casa como la de mi infancia, donde no existía otra biblioteca que no fuera la biblioteca escolar que incluía libros de texto y además algunas enciclopedias de consulta, las cuales cumplían la función de ampliar la información básica solicitada por los maestros, el valor de verdad del libro de texto era casi absoluto. La imagen del conocimiento posible me permitía alargar la mirada apenas hasta el horizonte exacto en que los libros de texto me lo permitían; un horizonte amplio en la diversidad de asuntos, temas, tópicos que todavía desarrollaba esa escuela con resabios enciclopedistas, un horizonte a su vez restringido en el límite que establecía la propia fuente de conocimiento. El saber posible era el que tenía lugar en esa topografía del manual, en lo que cabía en sus páginas, en lo que esa editorial y esos autores habían establecido como criterio de recorte, de adopción de una perspectiva, algo del orden de lo sesgado, acaso de lo trunco, pero en cualquier caso solapado, no visible, a partir de estrategias enunciativas propias de los modos de presentar el conocimiento escolar: el manual construía una ilusión de totalidad, parecía presentarse como la suma acabada del saber y, junto con ella, la ilusión de verdad, pues lo que allí se decía que era confiable estaba respaldado por la confianza en la autoría, en una editorial reconocida, pero además ese libro de texto era elegido por ese maestro, por ese profesor, un funcionario escolar que estaba cumpliendo responsablemente con sus tareas (Terracini, 1980).

El conocimiento escolar, ese conocimiento que se presenta como un conocimiento sin origen, sin historia ni historicidad, oculta su carácter arbitrario, sus rasgos polémicos, sus matices, su carácter de recorte necesario bajo la aparente transparencia del modo en que es enunciado, como prescripción curricular en los documentos oficiales, como versión posible en los libros de texto (Chevallard, 1997).

Los estudios más generales sobre los libros de texto configuran una bibliografía amplia. Dentro de la producción latinoamericana, interesa destacar la compilación Los libros de texto en América Latina, publicada en 1977 y prologada por Nilda León, que contiene artículos que dan cuenta de cierta agenda en torno a la investigación sobre libros de texto en la época. De este modo, autores de Venezuela, Perú y Argentina incursionan en los libros de texto desde el punto de vista de los contenidos ideológicos que transmiten y presentan un panorama crítico, a la vez que sostienen la necesidad de producir transformaciones en ellos. Por fuera de estas investigaciones focalizadas, el libro incluye un primer trabajo de gran extensión titulado “Contra el libro de texto”, escrito por el italiano Giorgio Bini, sobre el que se explica que ha tenido una circulación en copia mimeografiada en la zona de Reggio Emilia (Italia). Por su modo de difusión y por su contenido, el texto de Bini, de un tono decididamente revulsivo, asume la forma y función de un manifiesto en el que se proclama la necesidad de sustituir el libro de texto único. A su vez, Bini plantea la incorporación en la escuela de libros que pudieran ser leídos indistintamente tanto dentro como fuera de la escuela; “textos de consulta y no de repetición”, textos disponibles en bibliotecas de escuela y de aula y que, por fin, habrán de requerir programas de contenidos que no sean excesivamente rígidos.

La prematura posición hipercrítica del italiano dialoga con trabajos posteriores difundidos en el ámbito internacional como los trabajos de Michael Apple (1989), donde se hace hincapié en la idea de que el libro de texto moldea la práctica del docente reduciendo su lugar al de un buen técnico reproductor del manual como instructivo, que pertenece a una inmensa industria en torno a la cual se entretejen intereses de las empresas multinacionales, de las políticas educativas de los Estados y de los lineamientos de los organismos internacionales.

En la Argentina son destacables las investigaciones, ambas de corte cualitativo, llevadas adelante por un equipo dirigido por Graciela Carbone (2001, 2003) en la Universidad Nacional de Luján, trabajo que reconoce un fuerte énfasis metodológico en el análisis discursivo, y, por otro lado, la tesis de doctorado (Fernández Reiris, 2005) y otros trabajos de Adriana Fernández Reiris (2004), de la Universidad Nacional de la Patagonia, donde se analizan con minuciosidad aspectos referidos a la producción editorial y a la recepción escolar, tanto en el plano práctico como en relación con las representaciones y valoraciones que distintos actores de la comunidad escolar hacen de ese instrumento.

Asimismo, es posible dar cuenta de otro corpus de trabajos más específicos referidos a los libros de texto en el área de lengua, como nuestro propio trabajo sobre los libros de texto de lengua en la Argentina en la década de 1980 (Bombini y Krickeberg, 1995), la investigación del grupo de didáctica de la Universidad Nacional de Córdoba (Herrera de Bett, Alterman y Giménez, 2001) o la tesis de Claudia Monti (2003) sobre la presencia de contenidos lingüísticos en los libros de texto en la reforma educativa neoliberal de los años 90. También vale mencionar el impacto local –en el caso de la Argentina– de los trabajos sobre el libro de texto de literatura, con una fuerte impronta del propio campo literario como el trabajo de Roland Barthes (1987) “Reflexiones sobre un manual”, leído en el marco del Coloquio de Cerisy-la-Salle de 1961, cuyo tema central fue la enseñanza de la literatura. Inspirado en este, el trabajo de Pierre Kuentz (miembro del Grupo Pratiques de Metz), traducido en la Argentina en 1992 (Kuentz, 1992), ha planteado que el libro de texto presenta una versión jibarizada del conocimiento literario sostenida a partir de un dispositivo retórico y editorial específico, que el autor analiza con minuciosidad. En la misma línea, nuestro trabajo de 1989 La trama de los textos: problemas de la enseñanza de la literatura (Bombini, 1989), intenta desplegar análisis específicos sobre libros de texto locales de inspiración barthesiana, a la hora de caracterizar las operaciones éticas, estéticas, historiográficas y políticas que pone en juego el manual de literatura para el nivel secundario. Esta perspectiva crítica supone asumir una distancia prudente respecto de estos materiales, sea proponiendo una explícita y contundente evaluación negativa, sea proponiendo líneas alternativas en el trabajo con los contenidos de lengua y literatura.

Más allá de ciertas posiciones reproductivistas más o menos naturalizadas o de la mirada crítica con respecto a los contenidos que los libros de texto transmiten, es importante asumir nuevas perspectivas que permitan reconocer que el libro de texto es parte de la cotidianidad de la escuela, como lo son el pizarrón, los cuadernos, los mapas, las tareas de clase y los tiempos del recreo. Se trata entonces de cambiar la perspectiva y de considerar el libro de texto como un artefacto escolar interesante que se usa en el contexto de una cotidianidad particular, lo que nos invita a transformar nuestra mirada naturalizada para empezar a verlo como a un objeto extraño, motivo de curiosidad, cuya lógica de producción y uso nos propone muchas preguntas sobre las que vale la pena indagar.

Las perspectivas de las investigaciones en sociología e historia de las prácticas de lectura (Chartier, 1995), los aportes de la etnografía de la educación así como los desarrollos en las didácticas específicas y de la historia de las disciplinas escolares (Goodson, 1997; Bombini, 2004), referenciados en los distintos campos disciplinarios, nos ofrecen las fuentes teóricas, sociohistóricas y epistemológicas que nos permiten vislumbrar la existencia de un objeto de estudio interesante, como es el libro de texto en su repercusión pragmática dentro de su esfera de uso habitual. Poco sabemos sobre cómo maestros y profesores seleccionan los libros de texto que usarán en cada ciclo lectivo en sus aulas –más allá de alguna sospecha sobre los dispositivos más o menos persuasivos de la promoción de las casas editoriales–; poco sabemos sobre cómo efectivamente los llevan al aula y qué mediaciones orales realizan, cuáles son las jerarquizaciones que hacen del material presentado y, por fin, cómo es recibido este material por los alumnos en el fragor de la tarea cotidiana en el aula. Poco sabemos sobre cómo los alumnos usan los textos, cuáles son las interacciones que los estudiantes producen entre la imagen de lector-alumno que plantean los textos y los modos en que ellos se constituyen a sí mismos como lectores de esos materiales; sabemos poco sobre el posicionamiento de los alumnos respecto de las mediaciones orales que realiza el docente frente al texto; sabemos poco sobre los modos de abordar la tarea que despliegan los alumnos, y tampoco sabemos demasiado sobre las condiciones materiales en que se utilizan los libros de texto (¿hay un ejemplar de cada libro de texto para cada alumno?, ¿el libro es otorgado por el Estado de manera personal, pertenece a la biblioteca o al centro de recursos de la escuela?, ¿o es propiedad privada de los alumnos, adquirido por su familia?, ¿su uso en el aula o fuera de ella es individual y/o grupal?, ¿estos usos son propiciados por la propuesta del libro o son el resultado de la mediación oral del docente?).

Se abre entonces un universo de preguntas que solo la investigación en terreno podría ayudarnos a responder; a su vez, esta investigación en terreno nos invitará a construir nuevas preguntas. Nos acercamos a la escena del aula cotidiana sin hipótesis previas. La empiria no funcionará como ejemplo o ratificación de una supuesta verdad a priori sino como espacio de construcción de nuevas problematizaciones, de nuevo conocimiento de orden singular, sobre los diversos modos de apropiación y uso del libro de texto en diversas situaciones escolares concretas: usar libros en primaria, usar libros en secundaria, hacerlo en escuelas urbanas o en escuelas rurales, en escuelas con bibliotecas dotadas de buenos acervos o en escuelas sin bibliotecas, en escuelas con determinada tradición en los modos de trabajar con la cultura escrita, libros propuestos por maestros y profesores con mayor o menor trayectoria, con relaciones más o menos fluidas con la cultura escrita, libros que acompañan una reforma curricular reciente o libros que cayeron en desuso por no ajustarse a la pauta curricular dominante. En este sentido, algunos estudios sobre la lectura en la escuela llevados adelante por la investigadora mexicana Elsie Rockwell ponen en juego aportes teóricos que permiten construir un marco productivo para el desarrollo de esta línea de investigación. Rockwell (2007) ha recuperado la noción “apropiación” a partir de los trabajos del historiador Roger Chartier, y es este concepto el que nos permite comprender la complejidad de los procesos de lectura de textos desde lo que la autora llama “perspectiva sociocultural”.

La noción de apropiación, definida por Chartier como “la pluralidad de usos, la multiplicidad de interpretaciones, la diversidad de comprensión de los textos”, nos alerta sobre los límites de las perspectivas sesgadas de unas didácticas de matriz psicológica que han sido dominantes en la historia de la lectura escolar. Reconocer los fenómenos de apropiación por parte de los lectores, en este caso de los docentes y de los alumnos como lectores de libros de texto, nos desafía a considerar las condiciones materiales de los contextos socioculturales donde se producen las prácticas de lectura como soporte de las prácticas de enseñanza y aprendizaje.

Chartier nos alerta –subraya Rockwell– sobre el peligro de la lectura unidimensional de los libros de texto. A su vez, tanto Rockwell como Chartier rescatan el concepto de tácticas desarrollado por el teórico francés Michel de Certeau. El concepto de táctica explica la diversidad de apropiaciones que producen los lectores en situaciones culturales disimétricas; son“mil las maneras de hacer”, dice la investigadora brasileña Sandra Sawaya (2008), “que ha trabajado con las prácticas de cultura escrita en las favelas de São Paulo, con los materiales puestos en circulación en la escuela que uno encuentra al indagar por la manera en que alumnos y alumnas, profesores y profesoras se apropian de esos objetos, qué usos les atribuyen, cómo subvierten los dispositivos que les estaban inscriptos y, al mismo tiempo, cómo fueron modelados y modelan la lectura que les fue enseñada. El estudio de las tácticas, así, permitiría la comprensión del espacio escolar en su interior”.

La pregunta recurrente por el rol de los libros de texto en el espacio de la enseñanza habrá de responderse con una multiplicidad de nuevas preguntas que ya no serán solo de orden cognitivo, lingüístico o restringidas a lo curricular, sino que abrirán un nuevo orden sociocultural en el reconocimiento de la actividad singular que los grupos de lectores-docentes, los grupos de lectores-alumnos y las escuelas como particularidades comunidades de lectura y escritura despliegan. Esta actividad que se desarrolla internamente en la escuela es a su vez correlato de procesos de construcción sociocultural que ocurren más allá de la escuela. Usos sociales de los textos, modos de leer de las distintas comunidades culturales habrán de incidir en los modos de enseñar y aprender de diversos grupos sociales, y esta diversidad habrá de apreciarse no en términos de “buenas” o “malas” prácticas, estas no habrán de ser reconocidas en términos de “éxito” o “fracaso” o evaluadas según la cercanía a un estándar o como deficitarias respecto de ese estándar, sino como parte de los modos en que los distintos grupos sociales y culturales se ponen en contacto con la cultura escrita, con los campos del saber y del conocimiento socialmente legitimado. Estos modos diferenciados tienen que ver con los modos en que las culturas diversas se ponen en contacto con los bienes legitimados por la escuela. La delicada tensión que suscitan los mecanismos de inculcación escolar tiene en las concepciones y prácticas de lectura, apropiación, uso y enseñanza a partir de libros de texto la oportunidad de generar situaciones de escolarización, de inclusión educativa, o todo lo contrario.

Continuando con el relato autobiográfico, debo decir que dentro de esas cajas donde se encontraban los libros de texto también era posible hallar, cada año, una publicación que incluía todas las publicaciones, el catálogo de la editorial Kapelusz, un libro en sí mismo, de más de doscientas páginas: era el libro de los libros de texto. De ese catálogo recuerdo las páginas dedicadas a la colección GOLU (Grandes Obras de la Literatura Universal), que era la colección destinada a la enseñanza de la literatura en la escuela secundaria y que contenía clásicos, sobre todo de la literatura española, algunos latinoamericanos y bastantes argentinos, incluyendo el cuento policial, el género fantástico o la poesía de los años 60 y 70. Curiosamente, lo universal no incluía la literatura traducida; solo literatura en lengua española. Puedo llegar a afirmar que el catálogo de Kapelusz me invitó a desarrollar una relación paratextual con la literatura. Cada una de las obras, que creo eran más de cien, era presentada a través de una reproducción de la tapa del libro y de una breve reseña que, en algunos casos, era del argumento de la obra. A los doce años bien podía parecer yo uno de esos lectores de solapas o contratapas que suelen presumir de conocer textos que nunca han leído y que solo conocen por referencias paratextuales.

El ejemplo de la colección GOLU abre el espectro de preguntas en relación con el uso y la apropiación de los libros de texto, a partir de la consideración de la diversidad de materiales que se ponen en juego en el espacio del aula y de la escuela y acerca de su impacto cultural y pedagógico en las trayectorias de niños y jóvenes que atraviesan la escolarización.

El reconocimiento de estos modos de apropiación y uso por parte de los protagonistas del aula deben formar parte de una política que, a la vez que garantice la presencia del objeto libro como instrumento organizador de la labor cotidiana, deje espacios de libertad para la tarea autónoma del docente y para –y esto es central en una política que aspire a la diversidad y al pluralismo en el conocimiento– la presencia de otros libros: el de divulgación, el de literatura, el libro ilustrado, la enciclopedia, el diccionario, y también de otras publicaciones: la revista, el fascículo coleccionable y por supuesto la información escrita que llega de la mano de las nuevas tecnologías; todos esos impresos, todos esos formatos nos recuerdan que la circulación de la cultura escrita puede empezar por ahí, pero que por suerte no se agota en la escuela.

Acaso la dimensión más política del tema abordado en este artículo tiene que ver con la necesidad de plantear políticas de libros de texto que potencien la autonomía del docente y que potencien una mirada sensible a la diversidad de situaciones socioeducativas en las que se dan las prácticas de enseñanza. Esas políticas de formación docente no apuntarán a la formación de un docente “operador” de las “instrucciones” que le da el libro de texto, sino de un docente “apropiador”, “un desarrollador de tácticas”, que toma posición en el uso que hace de los libros que tiene a disposición, al que se le ofrecen en la formación elementos para reflexionar sobre su práctica efectiva, no sobre la práctica propuesta por los didactas y los investigadores y por los libros de texto o sobre la práctica que “debe ser”; sobre su práctica efectiva, es decir, con sus contradicciones, con sus momentos fulgurantes, sus zonas creativas, sus zonas cristalizadas y reiterativas, sus “éxitos” y sus “fracasos”.

Referencias

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* Este trabajo retoma y amplía una intervención realizada en el panel denominado: “¿Cuál es el rol del texto escolar en el desarrollo de habilidades lingüísticas?”, que formó parte del Seminario Internacional de Textos Escolares (SITELC 2009) organizado por la Universidad Católica de Valparaíso (Chile), entre el 7 y el 9 de septiembre de 2009 en Santiago de Chile.

** Profesor titular e investigador de las universidades de Buenos Aires y Nacional de San Martín. Ha sido coordinador del Plan Nacional de Lectura (2000 y 2003-2007) y del Departamento de Materiales Educativos (2009-2015) del Ministerio de Educación de la Nación de Argentina. [email protected].