Lunáticos, eclécticos y elementales - Rafael Peñuelas Cervantes - E-Book

Lunáticos, eclécticos y elementales E-Book

Rafael Peñuelas Cervantes

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Beschreibung

La escritura como un proceso alquímico para liberar la voz interior a ese otro yo, un ser completo; una catarsis, aliviar sentimientos,; un modo de dejar constancia de lo vivido presentar un testimonio como en el caso de una activista yaqui, hablarle a la luna, musa de numerosas expresiones artísticas o hacer de alguno de los elementos: tierra, agua, aire y fuego, el personaje central de un relato: cualquiera que sea la motivación de cada autora o autor, siempre su aportación será original y parte de lo que desea mostrar a los demás, tal vez una suerte de legado.

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LUNÁTICOS, ECLÉCTICOS Y ELEMENTALESPrimera edición: octubre 2021

ISBN: 978-607-8773-28-2

© Selene y el mar. Rafael Peñuelas Cervantes / © Bella y poderosa. Tere Mancera / © Desnudo y confundido. Jorge Río Cámara / © Noche de plenilunio. Miguel Eduardo Pérez Montalvo / © El baúl. Patricia Mercado F. / © Luz de plata. Yolanda Tripp Sánchez / © Lucero. Víctor Manuel González Fuentes / © Fuiste bestia. Eduardo H. Rule / © Alma vegetal. Julieta Harari Ontiveros / © Luna nuestra. Carla Zenzes / © El rayo. María Pons / © Cuéntame. Percy Betanzos O. / © Morada de adobe. Cristina Harari / © Fuerte Zumbido. Mario Gerardo Sánchez Cruzalta / © Arrepentimiento. León Montañez / © Un paciente recuperado. Julieta Harari Ontiveros / © El misterio del faro. Rocío Pérez Fuentes / © El esférico de la pasión. Yolanda Tripp Sánchez / © Acoso. Patricia Mercado F. / © El yaqui. Rocío Pérez Fuentes / © Un lugar. Carla Zenzes / © Acuático. Percy Betanzos O. / © Transmutación. Luisa Natalia Somarriba / © Intangible. Miguel Eduardo Pérez Montalvo / © Vav Mem Bet. León Montañez / © Quién soy. Rocío Pérez Fuentes / © Tierra, querida tierra. Víctor Manuel González Fuentes / © Etéreo. Tere Mancera / © El aire que somos. Julieta Harari Ontiveros / © Marejada. Percy Betanzos O. / © Última conciencia. Carla Zenzes / © Remembranza. María Pons

© Gilda Consuelo Salinas Quiñones (Trópico de Escorpio) Empresa 34 B-203, Col. San Juan CDMX, 03730 www.gildasalinasescritora.com Trópico de Escorpio

No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del Código Penal).

Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase al CeMPro (Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, http://www.cempro.org.mx). Distribución: Trópico de Escorpio www.tropicodeescorpio.com.mx Trópico de Escorpio

Diseño editorial: Karina Flores

HECHO EN MÉXICO

Prólogo

Así fue que los alumnos y las alumnas de la escritora y poeta Cristina Harari Ontiveros se sentaron a recapitular, a poner los ojos en todas las direcciones, motivados por diversos temas. Nos cuentan, por ejemplo, de la luna, tema de múltiples escritos, musa de poetas y filósofos desde tiempos inmemorables. Y fue que, gracias a tal inspiración, los integrantes del taller de escritura se dieron a la tarea de imaginar, y a hurgar dentro de sí mismos para dejar en papel aquello que intriga, seduce o enfrenta. Y, ¿por qué no decirlo? en este tiempo de aislamiento, en este contexto social de reclusión voluntaria, muchos de los escritos de Lunáticos, eclécticos y elementales, nacieron, vieron la luz.

Así fue como se reconocieron mujeres y hombres escritores, dueños de una cultura intelectual o solamente con los resabios que nos va dejando el gran devorador: el tiempo. Todos hermanados, todos con el corazón palpitando de emoción. Aquí y ahora, del mundo y para nosotros, quisieron hacer un alto y convocar en lo que son, artesanos de la palabra, y permitir que esta fluyera hacia la unificación que hermana y dignifica, los cuatro elementos: Aire, Tierra, Fuego y Agua. Y es así que se volvieron presencia, encuentro, recomposición y conciencia.

A través de los elementos, los seres humanos se relacionan con energías sutiles que resultan en distintas expresiones; es la manera específica en que cada individuo se relaciona con la realidad y da matiz a su percepción del mundo; también es una conexión con el aspecto sagrado de la naturaleza. El elemento Tierra representa la estabilidad, coherencia y acciones concretas; el Agua es la manifestación de las emociones y del estado psicológico en general, ¿una suave lluvia o una tempestad?; el Aire es símbolo de lo que ocurre en la mente, el mundo de las ideas del que hablaba Platón; y el Fuego es lo que anima, lo que pone en movimiento nuestra creatividad.

Así entonces, nuestra voluntad de crear es Fuego, la lluvia de ideas para encontrar la manera de exponer esa creación es Aire, el modo individual de dar forma a esa idea tiene que ver con el elemento Agua y, por último, llevar a cabo y concretar esa voluntad, esa idea y ese sentimiento personal es símbolo del elemento Tierra.

Eso son, en lo cotidiano, la existencia, el rol, la vivencia. Eso son a la hora de reflexionar en lo que fueron y han venido siendo en la historia personal, en la historia universal, en el contexto social.

Los escritos son contrastes, pero igualmente un abrazo largo y solidario; la otra cara del miedo: sonrisa esperanzadora e irrenunciable. La otra cara del hombre y de la mujer: la que completa, anuncia y reproduce en el hombre mismo las más altas consignas de la especie humana; un rostro de mujer que ya lo entiende todo.

Así, con todo esto, las creaciones de 17 autores, quienes aquí se presentan, llegan a tus ojos de lectora o lector. Traen la buena nueva de esta Antología que puede ser tu bálsamo, tu fuente de iluminación. De esta manera, Lunáticos, eclécticos y elementales con 32 escritos cumple con un propósito, el deseo de saberse tantas y tantos caminando hacia una misma dirección: el triunfo final de la Palabra escrita. Es por eso que las autoras y los autores aquí reunidos quieren encontrar un renovado esfuerzo en la escritura.

Guadalupe Zubieta Valenzuela

 

LUNÁTICOS

SELENE Y EL MAR Rafael Peñuelas Cervantes

Hasta el jardín donde poda los anturios, Selene escucha la voz de Brenton recriminar duramente a Muriel. Disimulando no escuchar la reprimenda ajena, la joven desprende con suavidad las flores secas de la planta que, al igual que la felicidad de aquel matrimonio, se marchita con los días.

Cuando Brenton se marcha, ella deja la tarea y llega a su recámara, abre el álbum y toma una fotografía dispuesta a rememorar su historia. A la izquierda, de frente, sobresale su tía Muriel, siempre hermosa, universitaria con logros académicos, quien posee un carácter amoroso, empático, sociable, y, aunque a veces es impetuosa y agresiva, tiene el don de adaptarse a la situación y caprichos de su entorno. A su lado está Brenton, un empresario exitoso, activo y con el poder de convencimiento que lo hacen líder en su profesión y brillar en sociedad, su carácter es como un fuego que todo lo arrasa y lo consume. En el extremo izquierdo, asida al brazo de él, aparece ella, en aquel entonces una chiquilla de secundaria, desinhibida que, con una sonrisa, presume los dientes perfectamente alineados.

Taciturna, Selene recuerda que, al morir accidentalmente sus padres, Muriel, la convenció para irse a vivir con ellos y continuar sus estudios hasta graduarse en la universidad estatal. Sin reparos, la huérfana accedió.

El matrimonio ocupa una hermosa residencia con vista y acceso a las playas del Pacífico. Para la recién asilada, los primeros meses fueron tormentosos, el carácter imperioso del tío, el tener que esmerarse en guardar su intimidad, los espacios limitados y la conducta sobreprotectora y amorosa de la tía, fueron un hostigamiento y constante fastidio.

Después de observar todas las fotografías, cierra el álbum, se recuesta y cubre su rostro con un lienzo; experimenta fastidio y pena al escuchar el llanto de su tía, cierra los ojos y cubre sus oídos tratando de ser sorda e indiferente, pero no cesa de experimentar un sentimiento de mea culpa que acelera sus latidos.

Después de un rato, con la mirada fija en el paisaje de una pintura, se pregunta ¿cuándo fue el momento preciso en que la pasión la atrapó? ¿En qué instante claudicó ante los requiebros de conquista del esposo de su tía? Su memoria se opone a recordar el instante de la entrega mutua, ahora sabe que su vida, sin él, no tiene sentido. Cada tarde, cada noche llora, y se llena de rabia sabiéndolo en el lecho con ella. El placer de ser poseída y convertirse en su niña y mujer, es una adicción tanto para el cuerpo como para su cerebro. Muchas veces ha tratado de confesar a Muriel su traición; otras tantas, las mismas que no logra dormir, se siente culpable. Brenton es el fuego que la consume y ella la humedad que lo sosiega. Agua y fuego compartiendo sus pecados al reflejo de la luna reflejada en el mar inmenso.

Una madrugada, en súbito despertar escucha a su amante complaciendo las pasiones de la esposa. Alterada por los celos, sigilosa abandona el lecho y pega el oído a la puerta de la recámara matrimonial. Las expresiones del arrebato carnal entre los esposos la perturban. Pasados unos minutos, al momento de retirarse, oye que alguien abre la puerta, acelera su huida, y aterrada percibe tras de sí pisadas y una respiración agitada que siente en la nuca; nerviosa entra a su habitación y asegura la puerta sin saber quién la persiguió.

Después de asistir a un congreso durante siete días, Brenton regresa. Muriel, feliz por su retorno, prepara la bienvenida: arregla la mesa con el mantel estrenado en su luna de miel, lo adorna con vajilla nueva y prepara los vinos para brindar; sobre el piano coloca la partitura de la melodía preferida del marido.

La fiesta de bienvenida es un exceso de atenciones y amor, música, bebida y baile. Los tres participan, se entona la canción preferida y otras más hasta que finaliza el festejo. En su cuarto, Selene, aún con maquillaje y el vestido de fiesta, escucha pisadas en el pasillo, apaga la lámpara, se anticipa a los hechos y supone que se trata de Brenton; alguien toca a su puerta, sin prender la luz abre y emocionada abraza el cuerpo que tiene enfrente.

—¿A quién esperabas?

La voz de Muriel le causa pánico; la tía toma su cuello y la empuja violentamente contra un mueble, luego la abraza con fuerza y algo le susurra al oído, finalmente la besa, bendice y regresa a su aposento.

El frío es muy intenso. El viento sopla fuerte y quejumbroso. La marea crece y un canto de ballena se escucha en la revuelta de las olas que inclementes golpean la playa.

La luna de octubre brilla con presuntuosa intensidad reflejando su palidez sobre el ir y venir incansable del agua. Entre la bruma, Selene camina rumbo al mar; está descalza