Magia negra - Jake T. Shine - E-Book

Magia negra E-Book

Jake T. Shine

0,0

Beschreibung

En el presente libro Jake T. Shine nos presenta su particular punto de vista sobre el bien y sobre el mal, nos relata sus experiencias como mago y brujo, nos revela algunos de los secretos de lo que conocemos como Magia negra, y nos abre las puertas a la posibilidad de que también nosotros seamos los magos responsables de nuestra propia existencia, capaces de operar prodigios. También le da un repaso a lo que es y ha sido la Magia negra, con sus ángeles y demonios, elementales y dioses, que siempre están ahí, dispuestos a interceder o a operar milagros para quien los sepa evocar e invocar, recordándonos que el conocimiento humano no es único ni está en manos de nadie, y que podemos recorrer miles de senderos increíbles y diferentes a los que recorremos en nuestra cotidianidad.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 173

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



© Plutón Ediciones X, s. l., 2022

Diseño de cubierta y maquetación: Saul Rojas

Edita: Plutón Ediciones X, s. l.,

E-mail: [email protected]

http://www.plutonediciones.com

Impreso en España / Printed in Spain

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

I.S.B.N: 978-84-19087-63-8

Prólogo: La lucha sempiterna del bien y del mal

A menudo el Mal

es solo un sicario

del Bien.

Para mí es del todo un agrado reencontrarme con Jake T. Shine, el viejo brujo yaqui, tarahumara, rarámuri, apache, Kika púe, mexicano, e incluso norteamericano, que es lo que menos le gusta, porque él, Jake, dice que no tiene nacionalidad, que tener nacionalidad es una falta de respeto para el resto del mundo, un mundo que en varios miles de años no ha podido superar el territorialismo animal, y ha dotado de falsa identidad a sus recién nacidos, y que, si acaso, él es terrestre, hijo de este planeta, y nada más, con la libertad de ir a donde lo lleven sus pies, sin fronteras insultantes que nos separen, nos humillen o nos llamen “ilegales”.

Jake T. Shine nació entre lo que hoy en día llamamos México y Estados Unidos de Norteamérica, quizá en la línea frontera misma, y entre 1955 y 1964, dependiendo del registro de nacimiento de cada lado, porque en su tiempo las autoridades no tenían demasiado cuidado ni empeño en dejar las cosas claras con respecto a los nacimientos, y los “mojados”, como los apaches o los Kika púes, pasaban de uno a otro lado sin que nadie les dijera nada.

“El invasor hombre blanco”, dice Jake, “trajo consigo leyes de espanto, dolor, vejación, destrucción y apropiación indebida, que decía que eran buenas, muy buenas, incluso santas y bendecidas. Con ellos llegó el bien, y todo lo que hacían mis tatarabuelos era el mal”.

Todos los seres, incluidos los animales y hasta los insectos, tienen cierta conciencia de lo que es el bien y lo que es el mal, con lo que se acercan a lo que les es agradable y les produce tranquilidad, confianza y hasta placer, y se alejan de todo aquello que les resulta peligroso, doloroso o amenazante. A partir de ahí no hay bien ni mal que valgan, y mucho menos si son conveniencias que favorecen a unos y humillan o desfavorecen a los demás.

En el pensamiento de Jake T. Shine, dentro de la Naturaleza el comerse a otro por hambre o necesidad no es un acto de maldad, ni de crueldad, aunque a veces lo parece, pero en realidad no lo es, sino una simple cadena trófica que no coloca a nadie por encima de nadie, porque al final de cada ciclo vital todo lo que es nacido es consumido por otros, no importa su tamaño ni sus habilidades, como tampoco importa su supuesta inteligencia.

El pez grande se come al pez pequeño, pero al final el pez grande es consumido por minúsculas bacterias o se deshace y se convierte en alimento de cientos de especies, incluido el del hombre.

Los hombres nacen y mueren como cualquier otra especie, pero, a diferencia de sus hermanos naturales, se inventa leyes para justificar su comportamiento animal, y dice que unas cosas son buenas, cuando le son convenientes, o malas si dejan de serlo.

Con todo, los hombres también son parte de la Naturaleza, y muchos de sus actos, que se consideran malos o destructivos, son del todo naturales, como los incendios que arrasan todo a su paso, no por maldad, sino por el ciclo natural de la muerte, la depuración y el renacimiento, un ciclo casi eterno de lo más natural, pero que tiene muy mala fama, causa miedo y reduce nuestro campo de visión a lo que creemos o nos inventamos que es bueno porque de momento así nos conviene.

La destrucción y la depuración para dar paso a un nuevo nacimiento son de lo más natural, y el ser humano, consciente o no, es parte de este proceso, y día a día transforma su entorno como si luchara contra la Naturaleza, construyendo, talando, minando, inundando, plantando, quemando y horadando, algunas veces destruyéndose a sí mismo, otras creyendo encontrar armonía y placer, y otras más por pura inercia de antiquismo o modernidad, sin tener la más mínima consciencia de que en realidad solo es un animal más, como la termita, siguiendo los mandamientos de la Madre Naturaleza, que no es mala ni buena cuando produce un terremoto, una inundación o un incendio, sino simplemente procesal.

El ego y la vanidad narcisistas hacen que el hombre se crea por encima de la Madre Naturaleza, pero en realidad no lo es.

Hasta donde sabemos, el ser humano, como otros animales, tiene la capacidad y el poder de transformar su entorno, pero es muy pequeño y a menudo impotente e incapaz de afrontar lo imponderable. También tiene la capacidad de transformar su realidad de forma física, mental y psíquica, lo que quizá, no lo sabemos del todo, lo hace diferente de sus hermanos naturales, pero siempre está sujeto a los límites que le impone la Madre Naturaleza.

El hombre, a pesar de su pequeñez y narcicismo ciego, es capaz de operar milagros, brujería, magia de todos los colores, y con ello superar parte de sus limitaciones materiales, pues cuenta con el poder de la consciencia, el aprender, experimentar y, finalmente, saber.

Durante un tiempo se creyó elegido por los dioses y único ser en el universo, incluso el centro del universo mismo. Luego le dio esta categoría a la Tierra que pisaba, pensando que el centro del universo era nuestro planeta. Después vio que el centro era el sol y que el universo era aun mayor de lo que pensaba, y entendió que no era único y que hasta su brillante estrella no era más que una enana roja, de media vida y más pequeña que miles de millones de estrellas.

Aun así sigue creyendo que puede cambiar el clima, la vanidad no descansa nunca, cuando ni siquiera recuerda que puede hacer llover o que escampe si lo desea.

Por una parte, tiene vanidades ridículas, y, por la otra, desconoce su propio potencial y se cierra a una sola idea, conocimiento o visión de la realidad.

Por una parte, es un insecto, y, por la otra, un ser poderoso que a menudo está, como la Madre Naturaleza, más allá de lo que supone que es el bien, y de lo que piensa o cree que es el mal.

En el presente libro, Jake T. Shine nos presenta su particular punto de vista sobre el bien y sobre el mal, nos relata sus experiencias como mago y brujo, nos revela algunos de los secretos de lo que conocemos como magia negra, y nos abre las puertas a la posibilidad de que también nosotros seamos los magos responsables de nuestra propia existencia, capaces de operar prodigios; y le da un repaso a lo que es y ha sido la magia negra, con sus ángeles y demonios, elementales y dioses, que siempre están ahí, dispuestos a interceder o a operar milagros para quien los sepa evocar e invocar, recordándonos que el conocimiento humano no es único ni está en manos de nadie, y que podemos recorrer miles de senderos increíbles y diferentes a los que recorremos en nuestra cotidianidad.

Jake T. Shine nos recuerda que los únicos límites son los que pone la Madre Naturaleza que opera en el multiverso entero y no solo en este planeta, y que, por tanto, los límites de sus milagros y estrategias son tan infinitos como claros, con lo que se desmitifica la creencia cerrada y occidental de que la magia negra es una especie de juego sempiterno entre buenos y malos, cuando es mucho más, y supera los tópicos típicos sobre el bien y sobre el mal.

Jake T. Shine nos lleva paso a paso por el camino de la sabiduría oscura, que está más cerca de nosotros de lo que habitualmente creemos, y puede obrar maravillas para nosotros si aprendemos a utilizarla.

Que ustedes lo disfruten y aprendan algo más de lo habitual.

Dr. Tapia

Advertencia: Poder y responsabilidad

Recuerda que tu poder

no depende de la debilidad

de los demás,

sino en tu capacidad

de crear y resolver.

¿Qué es exactamente la magia negra?

La magia negra es sabiduría oscura, prácticamente todo aquello que no se ha querido enseñar para que el ser humano se mantenga ignorante y sumiso ante los que la conocen y aplican.

Se ha utilizado como arma psicológica para amedrentar a los laicos, y se le ha colocado el letrero de “mala, diabólica y supersticiosa”, con el fin de evitar que la gente se acerque a ella, porque en sí no es más que conocimiento de otras realidades muy cercanas a todos nosotros, y por ello atemoriza su difusión entre aquellos que tienen el privilegio de detentar el poder.

Ante los ojos del censor, todo conocimiento que no sea el oficial es pecado y motivo de persecución, y el conocimiento de la sabiduría oscura que han practicado todas las culturas del planeta antes de que se instaurara el pensamiento único, ha sido perseguido y masacrado.

Cuando llegaron los invasores del otro lado del agua grande, trajeron consigo a terribles magos que ellos llamaban monjes, sacerdotes, padres sin hijos, que sabían trazar los signos del poder con las manos, con lo que plasmaban en el papel, con sus oraciones, evocaciones e invocaciones, y a su magia le llamaron buena y santa, y a la nuestra negra y mala.

Desterraron a los Señores de Nuestra Carne, e impusieron a sus dioses con dos grimorios en las manos, el Antiguo y el Nuevo Testamentos, les llamaron, y con ellos sometieron a nuestros Consejeros del Alma.

Con su magia buena y santa nos engañaron y nos despojaron de todo, tanto y de tal manera, que los propios, los de aquí, terminaron creyendo en sus dioses y sus diablos, impuestos por la fe y las espadas, los cañones y las armas de fuego, manchando la tierra con sus pasos.

Nos cambiaron libertad por sujeción, y se asentaron en los terrenos que poblábamos, diciendo que eran suyos, como si el campo que nos trasciende pudiera ser de alguien.

Su magia era poderosa, pero cruel, tramposa e irresponsable. Por supuesto, ellos no la respetaban, solo la utilizaban para someternos, y nos envilecieron, vejaron, mataron y violaron diciendo que era por nuestro bien y para lavar nuestros salvajes pecados, nuestra ignorancia y nuestra dejadez, pero solo nos apartaron como basura y tomaron lo que les vino en gana.

Uno de nuestros grandes errores fue creer en su palabra, y tomar con más fe de la que ellos pudieran ser capaces, las partes bellas y sibilinamente engañosas de su religión. Fuimos torpes, sí, e ingenuos, y ellos no tuvieron compasión; tal para cual fuimos, porque no hay ladrones que abusen, si no hay víctimas que lo toleren.

Nuestras tradiciones pasaron a ser magia negra, como la de los africanos, muy acorde con los Señores de Nuestra Carne y con la Madre Tierra, pero poco poderosa ante la invasión y la perversidad de sus dioses, que los habían bautizado en el mar de la codicia y la matanza, porque en sus tierras habían pasado frío y hambre, y estaban hambrientos y envidiosos de nuestra abundancia. Vengaron en nosotros sus carencias, pero no han encontrado satisfacción ni felicidad en su revancha. Tienen mucho poder, sí, pero siguen siendo tristes, esclavos, perdidos en su mundo imaginario de poseer lo que no se puede poseer, por lo que nos siguen viendo con odio y desprecio. Sus malas artes no son suficientes para vencer al tiempo, y todo cauce de río volverá a surcar la tierra tarde o temprano, no hay prisa, y tampoco les deseamos mal alguno, porque, a pesar de todo, sabemos que en el fondo todos somos hermanos y viajamos en la misma nave, y que esa magia, a la que llaman negra y mala, puede tener la clave que haga realidad la esperanza de un mundo más fuerte y mejor.

No me gusta hablar de guerreros ni de tlacatecutli (guerreros divinos), porque toda guerra es hija del desamparo, pero sí del esfuerzo y la responsabilidad que requiere todo aquel que se acerca a la magia, sea del color que sea, y sobre todo si es a la magia negra, pues en ella hay verdadero poder, y ha sido fuente de saber para toda la especie humana desde mucho antes de que aparecieran las grandes religiones, que lograron apartarnos, pero nunca exterminarnos, de la consciencia humana.

Los seres humanos nos conocemos desde hace más de quinientos mil años, y hemos compartido desde el dominio del fuego, hasta el conocimiento del movimiento de los astros. Llevamos la lluvia donde hacía falta la lluvia cuando aprendimos a sembrar lo que antes solo recolectábamos, y nos enseñamos mutuamente a construir, a elevar, a soñar y a tener un orden moral real, y no una moral inventada que hace imposible su cumplimiento y llena al hombre de culpabilidad y pecado.

Moloch, de dios a demonio, de salvador a malvado

Sabíamos comunicarnos con el pensamiento, de la misma manera que recorrimos a pie el orbe entero, y también lo navegamos. Las palabras antiguas se parecen en todas partes del mundo, porque fueron habladas y compartidas por todos los seres humanos arcaicos.

Muchas humanidades han sido antes de la que conocemos ahora, y en todas ellas hemos utilizado todo tipo de magias para producir milagros, y, aunque ya casi nadie lo recuerde, estamos aquí y ahora gracias a esos milagros.

Hoy toca hablar y escribir de la magia negra, tan denostada y ciertamente peligrosa para el laico que no la trate con respeto y no se haga responsable de sus actos.

Por tanto, la advertencia es solo esa: trata con respeto lo que aprendas en este libro y sé responsable de tus actos, porque ya sabes que a toda acción corresponde una reacción, y todo acto tiene consecuencias.

Cultiva, por tanto tu propia sabiduría de los milagros, borra todo lo que puedas borrar de lo que malintencionadamente te hayan enseñado, supera tus prejuicios, ideologías y creencias, y sé el amo de tu propio destino, sin denostar ni someter a los otros, porque cada quien tiene su propio camino.

La magia negra es una sabiduría oscura que ha seguido diferentes senderos a lo largo de los milenios y a través de los siglos, a pesar de las represiones y persecuciones; y en el presente texto tendrás la oportunidad de recorrer y conocer algunos de ellos, para que, si así lo deseas, tú también puedas mover la rueda de la vida en aquello que deseas, o simplemente aprender y obtener un nuevo conocimiento, ya que ambas cosas las podrás conseguir con responsabilidad y respeto.

La verdad es una sola: nacemos y morimos; el resto es opcional y depende de nuestra forma de ser y estar sobre este planeta.

I: Elementales

La semilla más pequeña

tiene el poder

de crear el árbol

más gigantesco.

La Naturaleza es elemental. Está con nosotros, dentro y fuera de nuestro ser, somos uno con ella.

Los seres humanos, como todo lo que hay en el universo, porque el universo es la Naturaleza misma, estamos hechos de diversos elementos elementales, válgase la redundancia:

-Fuego creador y transformador.

-Tierra solidificadora y constructora.

-Aire vital que inspira.

-Agua que da a luz y emociona.

-La quinta esencia que lo amalgama todo.

-Esencias que van más allá de la concepción humana.

Y a nuestro alrededor los mismos elementos se manifiestan continuamente, unos sin forma, los lares, y otros con forma, los seres elementales.

Los lares

Los lares son los elementales del hogar, entidades que conviven con nosotros y se nutren de nuestra alma, de nuestras emociones, y están en la cocina y en la chimenea (Fuego), en las paredes, techos, cimientos y suelo (Tierra), en las ventanas y puertas, e incluso corriente eléctrica (Aire), y baños y tuberías (Agua).

Los lares se extienden incluso sobre nuestras posesiones y herramientas, como el ordenador que estoy usando ahora y que lleva once años conmigo funcionando perfectamente, con sus achaques de anciano, pero firme y cumplidor, mientras otros, de su misma apariencia y funcionalidad, ya están muertos y con algún montón de basura cibernética.

Los automóviles suelen tener sus propios lares, emanados de la conjunción entre la máquina y quien la conduce, así hay automóviles que fallan desde un principio, otros que se accidentan trágicamente, y algunos más que duran y duran sin que les falle apenas nada.

La unión entre mascotas y amos, aunque a veces no se sabe bien quién es el amo y quién la mascota, está presidida por lares que hacen que dicha unión sea sana, dependiente, codependiente o dolorosa y conflictiva. Se podría decir que algunas relaciones que nos parecen amorosas o de pareja están regidas por la misma lógica, y los lares que las acompañan pasan por los mismos procesos de evocación. Los lares son conocidos por la humanidad desde sus más lejanos orígenes, pero no son seres elementales ni demonios ni dioses, sino vínculos de protección, afecto y seguridad que se crean entre los seres humanos y lo que les rodea.

Los lares de las plantas, por ejemplo, son muy sensibles a esta relación, por eso hay quien tiene buena mano para la siembra y la recolección, y a quien todas las plantas se le mueren.

Las relaciones que establecemos con los lares son:

-De acción y funcionamiento.

-De rendimiento y durabilidad.

-De creatividad y de pensamiento.

-De afecto y emocionalidad.

Cualquier defecto o exceso en su relación con nosotros hará de la relación un conflicto difícil de solucionar.

Por ejemplo, si maltratamos a una mascota o a una herramienta, tarde o temprano la mascota o la herramienta se rebelará, nos atacará o dejará de funcionar, con la sorpresa de que en otras manos se comportará correctamente. Por supuesto, si tenemos más poder que aquello que nos rodea, acabaremos por destruirlo.

Si le damos demasiado afecto o importancia a lo que nos rodea, también llegaremos al conflicto, e incluso al dolor o al llanto, a la frustración y a la pérdida, ya que con el exceso de afecto, devoción o riego, ahogamos a los lares, los debilitamos y los colocamos en un lugar que no les corresponde.

Se puede estimar a los lares y a los seres y cosas donde se asientan, por supuesto, pero en la justa medida y equilibrio, manteniendo cada quien su lugar, reconociéndolos, pero sin darles más ni menos importancia de la que en realidad tienen, porque los lares son más un vínculo que un ser, y lo podemos tener tanto con un palillo, como con una escoba, una mascota o una bicicleta.

Lares romanos del hogar

Los lares se encuentran en todo aquello que creemos que es nuestro, y en muchos aspectos son nuestro reflejo, por eso los griegos y los romanos les dieron forma física ya que se impregnan de nuestras emociones, y por tanto sufren cuando nosotros sufrimos, gozan cuando nosotros gozamos, y funcionan adecuadamente cuando nosotros funcionamos, y en ellos podemos encontrar soluciones y creatividad, fecundidad y razón de ser, y también malestar, odio, envidia, fracaso y toda clase de males.

Los lares forman parte de la sabiduría oscura simple y llanamente porque las grandes religiones y sus presuntuosos sacerdotes y dioses así lo quisieron, y les llamaron cosas del diablo o ignorantes supersticiones, pero siguen ahí, vivos, claros y resistentes, incluso si los seres humanos se han olvidado de ellos.

En la mitología romana los lares son hijos de Mercurio y de la náyade Lara, y están más cerca de los elementales que de los lares propiamente dichos:

-Lares de las encrucijadas.

-Lares domésticos o del hogar.

-Lares familiares y de los parientes.

-Lares de las aguas y, sobre todo, del mar.

-Lares rurales o de la tierra.

-Lares de los viajeros o que presiden y guardan los caminos.

-Lares urbanos que protegen los edificios y las ciudades.

-Lares personales que cuidan a una persona desde su nacimiento hasta su muerte.

La mitología romana bebe de la fuente de la mitología griega, pero la rebasa en cuanto a magia, brujería o superstición, y de paso se instala en los mitos cristianos como ritos y creencias sincréticas, tradiciones que aún se conservan hoy en día en buena parte de los hogares occidentales. Pero así como los lares han sido más o menos tolerados y difundidos de generación en generación, como pequeño pecado del vulgo, los elementales no han corrido la misma suerte.

Los elementales

Más allá de discutir si los lares y los elementales son la misma cosa o algo diferente, hay que señalar que una cosa es el vínculo y la evocación, y otra muy distinta el ser y la invocación.