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Hay un estar de lo perdido, el poema es un gesto de ese estar, algo que se ubica en la voz y llama, llama, como el pájaro del corazón del que dice Santiago: anda siempre cerquita, / casi pegado a uno, como una voz/ que corre detrás de lo que hablo. Todo lo que tiene memoria se perdió, su estar es esa pérdida, la forma de lo irrecuperable, lo que no vuelve sino como ficción; Magún magún es un mantra de lo perdido, algo que Santi repite para sacar conversación… y una que nos duele porque la memoria repite una herida común por detrás de lo dicho, un tajo de palabra, el estar de los vivos en espejo de sus muertos.
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Seitenzahl: 35
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magún magún
Santiago Alassia
Editorial Palabrava
Diagonal Maturo 786
Santa Fe
www.editorialpalabrava.blogspot.com
Colección Rosa de los vientos
Directora de colección: Patricia Severín
Revisión de textos: Alicia Barberis
Diagramación: Álvaro Dorigo y Noelia Mellit
Diseño de Colección y Tapa: Álvaro Dorigo y Noelia Mellit
Santa Fe – www.sugoilab.com
Primera edición en formato digital: enero de 2021
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto451
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
ISBN edición digital (ePub): 978-987-4156-12-9
Alassia, Santiago
Magún magún / Santiago Alassia. - 1a ed . - Santa Fe : Palabrava, 2020.
Libro digital, EPUB - (Santa Fe Rosa de los Vientos / 4)
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-4156-12-9
1. Poesía Argentina. I. Título.
CDD A861
7
Contra la intemperie hacemos una choza
con ramas de la abuela y el abuelo
Si hay algo que no quiero es molestar,
decía mi abuelo cuando le llegaba el magún,
y se iba de la casa pedaleando despacio
en su bicicleta gris, con rumbo incierto.
Mi abuela salía al camino a gritar
unas palabras: sos loco de venir
sacate de una vez esa viaraza. Después
agarraba a sus nietos y nos metía por turnos
en el fuentón de lata. Era invierno
y el agua estaba para pelar chanchos.
Con sus manos curtidas de ordeñadora
nos frotaba con rabia los brazos,
la cara, las piernas, hasta que el olor
del jabón blanco invadía los rincones
de la cocina, y se mezclaba
con el vapor de las hojas de eucalipto
que ponía a hervir en un jarro
sobre la estufa a leña. Nosotros
hacíamos preguntas: ¿quién gana
a pelear: el tigre o el león, el perro
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o el perrún?, sólo por decir algo
que nos volviera nuevamente habitable
ese silencio duro de su cara. A ella
se le iba suavizando la tensión
en un movimiento gradual que la llevaba
del frote a las caricias.
El abuelo, mientras tanto, se tomaba
unos ajenjos y unas copas de caña
en el boliche de Zenklussen, junto a Rubén,
el valesano gritón, y a Bataglino,
el piamontés medio loco que decía
tener listo el sulky para volver a Turín.
Al día siguiente era todo pajaritos,
salir al monte a buscar la culebra,
tomar matecocido. Algo habrían
acomodado en la noche, el nono y la nona,
para olvidar la pelea y dar a sus nietos
otra tarde de sol.
Con los años supimos que magún
era una palabra que imponía respeto
entre los gringos. La usaban poco,
apenas cada tanto, para aludir
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difusamente
a esa rara melancolía de añorar
una tierra que nunca conocieron.
Ahora nosotros, quiero decir,
mis hermanas y yo,
decimos magún cuando nos reunimos
una vez cada año, el veinticuatro
o el treintaiuno, y no sabemos
por qué costado sacar conversación.
11
Abuela cose bolsillos nuevos en su batón
por si las cosas
Mi abuela escondía pan entre su ropa,
naranjas a medio pelar, torrejas,
caramelos. Había que estar muy atento
para enganchar el instante en que su mano rápida
guardaba el alimento en un rincón del envoltorio
de telas como pieles con que se cubría
el cuerpo