Manual para el Trabajo Social Comunitario - Nieves Lillo - E-Book

Manual para el Trabajo Social Comunitario E-Book

Nieves Lillo

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Beschreibung

La docencia y la práctica profesional se unen para presentar una obra dedicada a la Intervención Social Comunitaria. Partiendo de aspectos concretos y específicos del ámbito del Trabajo Social Comunitario se va adentrando en su objeto para, posteriormente, proponer un conjunto de modelos metodológicos aplicables a este ámbito, desarrollando de entrada el proceso básico de procedimiento desde la especificidad de lo colectivo, para complementarlo, de salida, con otros modelos metodológicos que lo enriquecen y amplían. Presenta además, un amplio muestrario de técnicas e intervención utilizables en este terreno de lo colectivo o comunitario.   No sólo constituye un aporte básico y metodológico en el ámbito de la intervención integral comunitaria, sino que asume la importancia y el auge que en nuestra coyuntura actual tiene, y debe tener, el término 'comunitario'. Este libro se convierte, por tanto, en un documento básico para estudiantes y profesionales de las distintas disciplinas de las Ciencias Sociales relacionadas con la acción comunitaria: trabajadores sociales, animadores socioculturales, educadores sociales, psicólogos, etc., que deseen desarrollar su actividad profesional en este ámbito de lo colectivo, profesionales que crean en lo que hacen y por qué lo hacen, y que estén dispuestos a acompañar a la comunidad y a sus miembros en un proceso de cambio y crecimiento.

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MANUAL PARA EL TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO

Nieves Lillo Herranz/Elena Roselló Nadal

NARCEA, S. A. DE EDICIONESMADRID

ÍNDICE

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

1/CONCEPTOS Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA

Concepto, objetivos y principios del Trabajo Social Comunitario

Influencias metodológicas

Organización de la Comunidad

Desarrollo Comunitario

Evolución histórica del Trabajo Social Comunitario

Los pueblos cooperadores de Robert Owen

La Charity Organization Society (C.O.S.)

El movimiento de los «settlement»

Los Consejos de Bienestar de la Comunidad

Las Cajas de Comunidad

Primeras experiencias de intervención comunitaria

Nuevos retos del Trabajo Social Comunitario

2/EL TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO EN ESPAÑA

Proceso histórico del Trabajo Social Comunitario en España

El Trabajo Social Comunitario hasta 1965

De 1965 a 1970

A partir de 1970

Situación actual del Trabajo Social Comunitario en España

3/OBJETO DEL TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO

La intervención colectiva en el Trabajo Social

Elementos del Trabajo Social Comunitario

La Acción Social Comunitaria

La Administración y las Instituciones

Los profesionales y los técnicos

Aproximaciones al concepto de comunidad

Enfoque sociológico

Enfoque psicosocial

Enfoque desde el Trabajo Social

Elementos estructurales de la comunidad

Territorio

Población

Demanda

Recursos

Planteamientos actuales sobre el concepto de comunidad. Conceptos alternativos

La red social

Grupos

Colectivo

El barrio

4/PROCEDIMIENTOS METODOLÓGICOS DE LA INTERVENCIÓN SOCIAL COMUNITARIA

Consideraciones metodológicas previas

Una propuesta metodológica de intervención comunitaria

Fase de toma de contacto

Fase de estudio-investigación diagnóstica

Fase de planificación

Fase de ejecución o intervención propiamente dicha

Fase de evaluación

Modelos de Intervención

Modelos tradicionales

Modelo crítico-dialéctico: la Investigación-Acción Participativa

Modelo de Análisis de Necesidades

Modelo de Planificación Integral

Modelo Ecosistémico

5/ELEMENTOS BÁSICOS EINTERRELACIONADOS EN EL TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO

Aspectos introductorios

Participación social

Sociedad civil y cultura participativa

Marco legislativo de la participación social

Participación social y Trabajo social

Voluntariado

Concepto

Funciones

Campos de actuación del voluntariado

Organizaciones no gubernamentales (ONGs)

Exclusión social

El conflicto

6/ÁMBITOS FUNDAMENTALES DEL TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO

Consideraciones previas

Empleo

Diferentes mecanismos para la inserción por la actividad económica

Criterios para la elaboración y desarrollo de proyectos de inserción

Proyectos europeos para el fomento del empleo

Vivienda

Situación general de la vivienda

Objetivos generales de la intervención en materia de vivienda

El movimiento comunitario social y la vivienda

Salud

Diagnóstico y Programas de Salud

Promoción de la Salud

ANEXO I: Esquema para el estudio inicial de una zona

ANEXO II: Análisis socioeconómico (Proyecto Urban)

ANEXO III: Cuestionario de la asociación en clave relacional

BIBLIOGRAFÍA

PRÓLOGO

Es una gran satisfacción para mí prologar este nuevo libro de Trabajo Social; por una parte, por el aprecio que siento por las autoras, Nieves Lillo y Elena Roselló y por otra, porque siempre es importante que personas con experiencia en la práctica profesional se decidan a incrementar el acervo científico de nuestra disciplina, haciendo una contribución que ayude a profesionales y estudiantes a aumentar el conocimiento sobre aspectos de la intervención y cómo llevarla a la práctica.

Y, en cualquier caso, porque la invitación a prologar un libro es siempre una deferencia que una cree que no merece, si no es por la benevolencia con que el afecto tiñe las relaciones entre amigos y colegas. Sin embargo, no creo dejarme arrastrar por la subjetividad al opinar que estamos ante un libro valioso y voy a tratar de argumentar el porqué de esta aseveración.

En primer lugar, un libro que trate de aspectos teóricos y metodológicos de las ciencias sociales y humanas siempre es importante, cuanto más en el caso del Trabajo Social que está viviendo todavía hoy un proceso de búsqueda de identidad y de fundamentación de su quehacer específico y, especialmente en nuestro país en que está tratando de crearse un lugar en el panorama académico, más en consonancia con la naturaleza de la disciplina y el estatus que ya tiene en otros países.

Pero más allá de esta cuestión, sin duda positiva para el desarrollo de la propia disciplina, el planteamiento de la obra es, a mi juicio, original e innovador, conjugando aspectos tradicionales de la intervención comunitaria, imprescindibles para los estudiosos y/o practicantes de este nivel de intervención profesional, con otros enfoques más actuales como el modelo ecosistémico y la importancia de las redes sociales, el papel del voluntariado o los programas europeos y su incidencia en el desarrollo de las comunidades locales.

Sin embargo, de todos los aspectos que analiza este libro, a mi parecer destaca uno fundamental que es el de la participación, ingrediente determinante para los cambios efectivos en las comunidades y para un auténtico desarrollo integral.

Así, el tratamiento que las autoras ofrecen de este concepto tan utilizado pero quizá tan falto de sentido a la hora de hacerse efectivo en la práctica, nos ayudará a realizar una reflexión ética acerca del papel de los grupos populares, esto es, los propios agentes sociales como impulsores del cambio desde su propia realidad en función de sus valores, su historia y sus necesidades.

Esta es una consideración importante por cuanto nos enfrentamos cada vez más a una ola de conservadurismo creciente, a un fenómeno de globalización económica y cultural al servicio en ocasiones de intereses bastardos que poco tienen que ver con presupuestos básicos de humanidad y dignidad.

En efecto, vivimos en un mundo donde la conflictividad social va in crescendo sin que las soluciones vayan parejas a aquella: inmigración, violencia, aislamiento social, marginación, nuevas formas de pobreza… estos parecen ser los signos de identidad de este nuevo siglo que comienza y, en cambio, valores como solidaridad, respeto, participación efectiva, ayuda mutua, tolerancia, pareciera que en ocasiones están desapareciendo de las relaciones interpersonales. Por este motivo, un planteamiento de intervención que apueste por rescatar estos valores y potenciarlos es arrojar una luz de esperanza a este panorama cotidiano tan desolador.

Podemos vislumbrar, pues, cómo la comunidad, la unión de hombres y mujeres que piensan, viven, aprenden, intercambian valores y cultura, sufren, sobreviven, se ilusionan, es el contexto idóneo en que deben satisfacerse necesidades personales y sociales, dilucidar conflictos, resolver problemas, integrar culturas y saberes antagónicos que enriquezcan los colectivos humanos, en definitiva, hacer más humana y tolerable la vida. Y es este contexto comunitario donde los trabajadores sociales tienen un papel fundamental como técnicos de la intervención psicosocial; papel que acaso se ha potenciado poco o, al menos, en los últimos años ha sido olvidado en beneficio de otras funciones más burocráticas y administrativas, más alejadas de la realidad social.

Como decía Jesús Ibáñez, lo real sólo se puede construir desde lo imaginario. Sólo desde la utopía —sueño de carne, ética ideológica— se puede mover la realidad —sueño de hierro, ética de la responsabilidad…— Vale más un pájaro soñando que ciento durmiendo.

Y nada más, sólo recomendar que lean esta obra que seguro les aportará más de lo que yo he intentado sugerir, y felicitar a las autoras con mi gratitud y el deseo sincero de que sigan aportando sus experiencias y conocimientos para que todos nos beneficiemos, tanto como profesionales como en nuestra condición de miembros de una comunidad.

MARÍA JOSÉ ESCARPÍN CAPARRÓS

Profesora titular de Trabajo Social Universidad de Alicante

INTRODUCCIÓN

El Trabajo Social Comunitario constituye uno de los niveles de intervención del Trabajo Social que ofrece un conjunto importante de excelencias, no sólo desde la perspectiva de la propia disciplina sino también, desde la perspectiva del profesional que le da vida.

Varias son las razones de esta concepción positiva, y todas ellas han dado origen al presente documento. En primer lugar la intervención comunitaria supone necesariamente trabajar desde los tres niveles de acción: la comunidad engloba a los distintos grupos que, a su vez, son configurados por distintas personas, sujetos de la intervención en sí. En segundo lugar, la eficacia del Trabajo Social Comunitario implica, en su esencia, la implementación de programas integrales de acción, lo que a su vez admite invertir en interdisciplinariedad, interinstitucionalidad, interáreas… que enriquecen y hacen viable la consecución de los objetivos de esta intervención colectiva.

En este libro deseamos rescatar la intervención social comunitaria exponiendo aspectos concretos y específicos de este ámbito del trabajo social. Comenzamos por su concepción específica para centrarnos posteriormente en su objeto (siempre en la doble consideración de objeto-sujeto) para que, desde estos planteamientos iniciales, proponer el conjunto de modelos metodológicos aplicables a este ámbito, desarrollando de entrada el proceso básico de procedimiento desde la especificidad de lo colectivo, para complementarlo con otros modelos metodológicos que lo enriquecen y complementan, añadiendo, así mismo, un muestrario de técnicas e instrumentos de intervención utilizables en este terreno de lo colectivo o comunitario.

Concepto, objeto, metodología y técnicas (capítulos I, III y IV) de una disciplina que se inserta, fluye y confluye con una realidad social comunitaria determinada, compleja y global. Esta afirmación exige, lógicamente, la toma de conciencia de la complejidad del contexto social, grupal y personal en el y con el que trabajamos, lo que nos lleva a la constatación de un dato básico de todas las Ciencias Humanas y Sociales de acuerdo con los planteamientos contemporáneos que han venido haciéndose a propósito del llamado paradigma de la complejidad.

De hecho E. Morin (1994:100) en su Introducción al pensamiento complejo ha subrayado el carácter multidimensional de toda realidad precisando que, «toda visión unidimensional, toda visión especializada, parcial es pobre. Es necesario relegarla a otras dimensiones».

Por esto, habiendo expuesto ya el carácter integral de la intervención, interrelacionamos los conceptos expuestos acerca del Trabajo Social Comunitario con otros conocimientos, hechos, áreas, sistemas, fenómenos sociales con los que mantiene una interacción clave para toda intervención comunitaria, y que se encuentran en ese proceso vivo que actualmente se conoce con el nombre de «complementariedad». Nos estamos refiriendo a los capítulos V y VI, a través de los cuales introducimos brevemente elementos y ámbitos que deben tenerse en consideración desde toda intervención comunitaria que se precie de eficaz.

Un conjunto de aspectos teóricos que, apoyados por una breve exposición de su evolución y desarrollo en nuestro país (capítulo II), conforman el conjunto de conocimientos básicos para la implementación de un programa de intervención comunitaria integral.

A lo largo de estas líneas también hemos pretendido dejar constancia de que el Trabajo Social implica un posicionamiento profesional concreto que requiere una actitud apoyada en un paradigma humanista dialéctico, de comprensión hacia el otro y su entorno, lo que conlleva, entre otros aspectos, el rol profesional de apoyo en la toma de conciencia del individuo sobre su persona y su entorno, desde una perspectiva individual, grupal y comunitaria, toma de conciencia que se genera provocando su participación en todo el proceso de la intervención.

Este enfoque de intervención recoge y asume la importancia y el auge que en nuestra coyuntura actual tiene, y debe tener, el término de «comunitario», tanto desde una perspectiva histórica, económica, política y social: las repercusiones económicas y la correspondiente exclusión económico-social, las nuevas formas de vida comunitaria, las iniciativas sociales en la participación de nuestra vida social y colectiva, el interés político y social de las autoridades locales más cercanas al ciudadano, sitúan al Trabajo Social Comunitario como una de las alternativas importantes de intervención social.

Por lo tanto, este documento no se limita al ámbito del Trabajo Social; los últimos profesionales incorporados a «lo social»: animadores socioculturales, educadores sociales, psicólogos sociales, están conformando equipos interprofesionales que, desde sus diferentes contribuciones personales y laborales, parten de una concepción metodológica común: la Intervención Comunitaria Integral.

A estudiantes y profesionales que deseen realizar sus primeras experiencias en este ámbito de lo colectivo, desde el paradigma humanista propuesto, les pueden resultar útiles estas aportaciones que deberán ser enriquecidas desde la práctica, a partir de la sistematización de un trabajo serio y riguroso por parte de todos aquellos que realmente crean en lo que hacen y por qué lo hacen: acompañar a la comunidad y a sus miembros en un proceso de cambio y crecimiento.

1/CONCEPTOS Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA

CONCEPTO, OBJETIVOS Y PRINCIPIOS DEL TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO

Como señala Ma José Escartín (1998:116), aún no se ha llegado a un acuerdo respecto a lo que es el trabajo de comunidad. Para algunos, no se puede distinguir de la acción política, otros no encuentran diferencia entre el trabajo de comunidad remunerado y el que no lo es. Por último, hay que valorar si el trabajo de comunidad constituye una profesión o es una actividad que puede realizar cualquier profesional.

La modalidad de intervención en el nivel comunitario del Trabajo Social fue considerado uno de los tres métodos de intervención clásicos, junto con el individualizado y grupal. De hecho fue en 1962 cuando fue aceptado como un campo de práctica del Trabajo Social por la Asociación Nacional de Trabajadores Sociales Norteamericanos.

El Trabajo Social Comunitario se ha designado con diferentes vocablos («Desarrollo Comunitario», «Organización de la Comunidad», «Intervención Comunitaria»), pero, salvo ciertas matizaciones, todos hacen referencia al proceso que se realiza para la consecución del bienestar social de la población, con la participación directa y activa de ésta en el análisis, concienciación y resolución de los problemas que afectan a la comunidad, partiendo por tanto de la propia comunidad y de la utilización, potenciación o creación de los recursos de la misma.

Como señala M.a J. Escartín, podríamos considerarlo el desafío profesional del Trabajo Social más importante, ya que supone hacer presente los valores de participación, solidaridad y convivencia, ayudando como profesional a la toma de conciencia de uno mismo y de su entorno, potenciando las propias capacidades y las de la comunidad, adquiriendo habilidades sociales que tan sólo pueden asumirse porque previamente se ha dado un conocimiento, aceptación y «cariño» hacia uno mismo y los demás (Recordemos que partimos de un paradigma humanista-dialéctico).

Alan Twelvetrees, defensor de la intervención especializada, identifica el Trabajo Social Comunitario con la naturaleza y los objetivos del Trabajo Social, considerando a éste como agente de cambio que interviene en la comunidad. El trabajador social debe, desde este enfoque, mantener un contacto continuo con la comunidad y trabajar a través de sus grupos.

Cristina de Robertis, desde su visión de la realidad como un todo con diferentes dimensiones, individual, grupal y comunitaria, expone la evidente dimensión colectiva del individuo, y la dimensión individual de la intervención comunitaria, estableciéndose entre lo colectivo e individual una relación dialéctica, de influencias recíprocas. De Robertis opta por lo que denomina intervención colectiva, considerando al grupo como un nivel intermedio y básico a través del cual se configura y estructura la intervención comunitaria con la población. «Es dentro del marco de los grupos como cada persona puede ejercer plenamente su rol de ciudadana y participar en la vida pública, influenciar en las decisiones, crear encuentros, defender derechos y opiniones» (De Robertis, 1993). Y comparte con Twelvetrees el rol de agente de cambio que asume el trabajador social en esta intervención colectiva, el cual interviene en una realidad compleja y dinámica, estableciendo una relación de ayuda que provoca la autonomía individual y social de las personas, familias y grupos.

En cuanto al contexto social actual en el que se realizan nuestras intervenciones profesionales, existen diferentes expertos que señalan la utilidad social de estas intervenciones comunitarias, como consecuencia de la reaparición de la dimensión comunitaria en nuestra sociedad, reaparición que se manifiesta, según S. Giner, a través de los movimientos sociales humanistas y los esfuerzos de reconstrucción de la comunidad en forma de comunidades humanistas voluntarias. Esta reaparición se debe, según N. de la Red y J. L. Izquieta, a los efectos de la crisis económica y social que está generando una serie de desajustes y a la aparición de un conjunto de necesidades más amplias que las meramente económicas, cuya solución exige estrategias políticas, sociales y culturales y la insuficiencia de las formas de ayuda institucional planteadas desde la Administración que hace que los esfuerzos que se realizan sean poco eficaces ante las dimensiones de las necesidades sociales.

Esta situación plantea, según estos autores, la necesidad de procesos de intervención comunitaria que potencien actividades orientadas a la solución de los nuevos y los viejos problemas a los que se enfrentan las comunidades humanas. Procesos que conciban lo comunitario no como algo tradicional y heredado, sino como la vinculación y relación con el territorio, una configuración próxima y común de intereses y una cohesión de esfuerzos y voluntades que promueva la identidad social y cultural.

Para T. Báñez, el Trabajo Social Comunitario, tal como se concibe en el momento actual, es el resultado de un doble proceso de formación. Por un lado, su formación empírica o práctica procede de la existencia de una serie de experiencias de ayuda que en el ámbito de la comunidad se han sucedido a lo largo de la historia, con diferentes grados de formalización y organización: los pueblos cooperadores impulsados por Robert Owen, las experiencias de organización de la caridad, el Settlement Movement o «Movimiento de los establecimientos», los consejos de bienestar de la comunidad, las cajas de la comunidad y los programas de desarrollo comunitario, entre otros.

Por otro lado, su formación teórica es el resultado de las diversas elaboraciones de la organización de la comunidad como uno de los métodos clásicos del Trabajo Social y de la introducción de los enfoques sociológicos y psicosociales en la teoría y la práctica profesional, cuyas expresiones más consolidadas se pueden encontrar en el movimiento de la Reconceptualización en Latinoamérica, en la introducción del concepto y la teoría del cambio planificado en Estados Unidos y en la teoría de los sistemas y sus aplicaciones al trabajo con redes sociales.

Para la profesora T. Báñez, estas intervenciones comunitarias estarían justificadas por dos tipos de razones:

a) Razones de tipo técnico en tanto que potenciadoras de las capacidades personales y sociales, las intervenciones comunitarias cumplen una función preventiva, en lo que se refiere a la aparición de situaciones de riesgo o problemas sociales, con resultados a medio y largo plazo, pero persistentes. La atención de las situaciones de necesidad o de dificultad no es adecuada si no se consigue la implicación de la sociedad. Sin ésta, no es posible la integración social.

b) Razones políticas o ideológicas en cuanto garantía de los derechos sociales de los ciudadanos, reconocidos por los diversos textos legales en nuestro país: las intervenciones comunitarias suponen un instrumento que facilita la participación social, dotando de contenido real a la democracia.

Del mismo modo, M. Marchioni indica que los trabajadores sociales se enfrentan cada día con una demanda que aumenta, que se plantea cada vez en términos más inmediatos, más urgentes y más brutales y que no deja espacio real para un tratamiento y un seguimiento de los casos. Esto plantea la necesidad de una dimensión colectiva de la intervención y de la acción social; la dimensión colectiva se encuentra, no totalmente, pero sí particularmente, a nivel comunitario.

El Trabajo Social Comunitario pretende basarse en algunos supuestos cercanos a los enunciados para el Trabajo Social con casos y el de grupos, que Murray G. Ross (1967) resume en los siguientes:

• Las comunidades tienen recursos suficientes para responder a sus propias necesidades.

• Las personas quieren cambiar y pueden cambiar y este cambio es diferente cuando es endógeno o cuando es impuesto.

• Una «aproximación global» a la comunidad, puede producir éxitos que no aporta la «aproximación fragmentada».

• La democracia requiere una participación y una acción cooperadora en los asuntos de la comunidad.

• Las comunidades necesitan frecuentemente ayuda al objeto de organizarse para afrontar sus necesidades, lo mismo que los individuos la necesitan para afrontar sus propias necesidades.

Los objetivos del Trabajo Social comunitario, según W.A. Friedlander (1978:206), pueden resumirse en:

• Ayudar a los ciudadanos a encontrar los medios necesarios para su bienestar en su entorno social.

• Alentar los esfuerzos cooperadores para perseguir objetivos comunes.

• Construir para los individuos y grupos canales de mutuo entendimiento para la acción común.

A. Twelvetrees, defensor de la intervención especializada, identifica el Trabajo Social Comunitario con la naturaleza y los objetivos del Trabajo Social, considerando al trabajador social como agente de cambio que interviene en la comunidad y que debe, desde este enfoque, mantener un contacto continuo con la comunidad y trabajar a través de sus grupos.

C. de Robertis comparte con Twelvetress el rol de agente de cambio que asume el trabajador social en esta intervención colectiva, el cual interviene en una realidad compleja y dinámica, estableciendo una relación de ayuda que provoca la autonomía individual y social de las personas, familias y grupos.

Los principios básicos de este método coinciden sin mayores diferencias con los de grupo e individual. No obstante, C.F. McNeil (1954:123) señala como específicos:

• La comunidad es el cliente primario y ha de ser comprendida y aceptada cómo y dónde esté.

• Han de tenerse presentes los intereses y participación de todos los integrantes de la comunidad.

• Toda comunidad tiende hacia procesos de perfección.

• Existe una interdependencia básica entre todos los elementos comunitarios.

M. Marchioni plantea como postulados básicos del Trabajo Social Comunitario que nunca se podrá hacer un verdadero cambio si no es a través de la plena participación de las personas interesadas (el desarrollo es un producto de las personas que se produce a través de la toma de conciencia de la situación en la que viven, de la necesidad de modificarla y de la toma de conciencia de sus derechos); como continuación aparece la autodeterminación de los individuos y comunidades; y que el ritmo del desarrollo no puede ser impuesto artificialmente desde el exterior, sino que debe ser predispuesto teniendo en cuenta lo que ya se ha dicho.

En el Trabajo Social Comunitario el trabajador social puede ayudar a las comunidades a comprender los problemas sociales existentes en su seno y a utilizar los recursos disponibles para dar soluciones que mejoren y fortalezcan a toda la comunidad y enriquezcan la vida de sus miembros.

Este método de intervención pretende dar respuesta a las necesidades comunitarias y en él, el rol de ayuda del trabajador social no está dirigido solamente hacia los miembros de un grupo, sino que conduce sus esfuerzos al lado de los individuos con quien trabaja. Por ello, algunos autores consideran que el Trabajo Social Comunitario es una metodología de trabajo desde la base: trabajar con la comunidad, no sólo para la comunidad. Es decir, no es tanto una acción sobre la comunidad, cuanto una acción de la comunidad, que nace de la integración de cuatro componentes: el estudio de la realidad, la programación de actividades, la ejecución y la evaluación de lo realizado o lo que se está realizando.

Podemos señalar que el Trabajo Social Comunitario:

• Es una metodología de trabajo centrada en la resolución autogestionada de las necesidades colectivas.

• Se inserta en un contexto de globalidad, que tiene en consideración el conjunto de las actividades socioculturales, socioeconómicas y sanitarias de una colectividad.

• Su objetivo general es la promoción de grupo e individuos y se opone a las propuestas puramente asistenciales.

• El trabajador social es un agente de cambio, cuyo objetivo concreto es la revitalización y la animación de una colectividad, poniendo en acción recursos escondidos, detectando capacidades latentes de iniciativas, revitalizando las capacidades de solidaridad.

• Se impone claramente una concienciación, movilización o politización del grupo al cual se dirige la acción.

• El Trabajo Social Comunitario ya no se dirige a clientes específicos sino que intenta alcanzar la globalidad de los problemas de un sector o de una población. Hay una idea más espacial y geográfica que personal.

En resumen, el Trabajo Social Comunitario es la intervención social en el ámbito comunitario (desde una perspectiva global del individuo, a través de grupos y en su comunidad) encaminados a desarrollar las capacidades personales, grupales y vecinales, fomentando la autoayuda y la solidaridad, potenciando los propios recursos de la comunidad, tanto a través de la participación activa de sus habitantes, desde la perspectiva individual, como la de sus organizaciones formales o informales, a través de sus grupos. Entre el individuo y la comunidad está pues el grupo, (tanto el socioterapeútico y educativo, de acción social y de apoyo social y ayuda mutua) primera esfera que ofrece al individuo su dimensión social, que con sus vínculos racionales ofrece un beneficio para los individuos y la comunidad (Rossell, T. 1994,25).

A través de esta intervención se pretende que la comunidad tenga acceso a la igualdad de oportunidades y recursos de su propio planteamiento, donde se cubran integralmente las necesidades básicas de la población, sintiéndose sujetos, actores de su vida y evolución, potenciándose la vida asociativa de la comunidad, integrándose como tal comunidad en el resto de la localidad. En este proceso se está produciendo la movilización de recursos humanos e institucionales en la propia comunidad, que va a ayudar a un mejor nivel y calidad de vida de los ciudadanos que la componen.

INFLUENCIAS METODOLÓGICAS

Según E. Ander-Egg y otros autores, todo lo referente al Trabajo Social de Comunidad, tal como hoy se presenta, es el resultado de la confluencia de dos desarrollos metodológicos separados que, por otra parte, pretendieron dar respuesta a problemáticas diferentes:

• El de Organización de la Comunidad, que surge dentro de la profesión y que tiene su principal desarrollo en los Estados Unidos,

• El de Desarrollo Comunitario, que nace y se desarrolla fuera del campo del Trabajo Social profesional, en un primer momento en países de África y Asia, luego en América Latina y Europa.

Organización de la Comunidad

La expresión Organización de la Comunidad u Organización Comunitaria, que, en alguna medida, precede al moderno concepto de Desarrollo de la Comunidad, se utiliza para designar aquella fase de la organización social que constituye un esfuerzo consciente de parte de la comunidad para controlar sus problemas y lograr mejores servicios de especialistas, organizaciones e instituciones.

Las diferentes definiciones que se han dado sobre el método de organización comunitaria son múltiples y variadas. En ellas se refleja con frecuencia la ideología del autor. Así, unos hablan de ajuste, otros de relación entre necesidades y recursos y todos hablan de participación. Varios consideran que se trata de un método y un proceso, tal es el caso de G.W. Cárter, R.E. Smalleym, G. Brager, H. Specht y M. Moix.

Parece ser que E. Lindeman ha sido uno de los primeros en utilizar, a comienzos de la década de los veinte, la expresión «organización de la comunidad», para designar «aquella fase de la organización social que constituye un esfuerzo consciente de parte de la comunidad para controlar sus problemas y lograr mejores servicios de especialistas, organizaciones e instituciones».

Pocos años después, W. Pettit, en el trabajo presentado en la Conferencia Nacional de Trabajo Social (1925) lo define como «una forma de ayudar a un grupo de personas a reconocer sus necesidades comunes y a resolverlas». Años después el mismo Pettit (1928) publica un libro en el que se recogen y estudian las experiencias en este campo: Estudio de Casos en la Organización de la Comunidad.

En el informe de la Conferencia Nacional de Trabajo Social (1934) se considera como objetivo primordial de la organización de la comunidad el «promover y mantener un ajuste progresivamente efectivo entre los recursos y las necesidades del bienestar social».

En el informe que R. P. Lane presentó a la NASW en 1939, denominado The field of Community Organization (Lane Report) se recoge el trabajo de discusión que se había llevado a cabo en seis ciudades y se señalan las características principales de este método:

• El término «Organización de la Comunidad» se refiere tanto a un proceso como a un campo de actuación.

• El proceso de organización de una comunidad o de una parte de ella, es realizado tanto en la esfera del trabajo social como fuera de ella.

• En el campo del trabajo social el proceso de organización de la comunidad es realizado por algunas organizaciones como función primaria y por otras como una función secundaria.

• El proceso puede darse a nivel local, federal y nacional y también entre estos niveles.

• Las instituciones cuya función principal es la organización de la comunidad, de ordinario no ofrecen servicios directos a los usuarios.

Más tarde, en 1962, la National Association of Social Work (NASW), sintetizó los objetivos específicos del método de organización de la comunidad, en tres grandes cuestiones:

1. Proporcionar a la comunidad, o a sectores de la misma, la oportunidad de movilizar sus recursos para resolver o prevenir problemas sociales:

• ofreciendo a los ciudadanos medios para movilizarse, expresarse y para hacer frente a sus responsabilidades por el bienestar social,

• proporcionando medios a las agencias sociales para cumplir eficazmente con sus responsabilidades respecto de la comunidad,

• ofreciendo medios a la profesión del trabajo social para cumplir con sus responsabilidades comunitarias.

2. Proporcionar medios de interacción entre diferentes sectores de la comunidad:

• entre diversos ciudadanos y grupos a quienes les concierne el bienestar de la comunidad,

• entre especialistas dentro de la profesión y entre profesionales y el liderazgo de la comunidad,

• entre especialistas e instituciones (sistema escolar, cuerpo médico, abogados, etc.),

• entre la comunidad política y la comunidad del bienestar social.

3. Proporcionar a la comunidad un servicio de planificación del bienestar mediante:

• el desarrollo de planes de bienestar social,

• la realización de dichos planes,

• el influjo en las políticas de bienestar social y otras políticas públicas relacionadas directa o indirectamente con el bienestar de la gente,

• la ayuda a la movilización de una financiación adecuada, gubernamental y voluntaria.

En la mesa redonda realizada en Washington en 1940 auspiciada por la Asociación Americana de Escuelas de Trabajo Social, A. Johnson define la organización de la comunidad como «el arte y el proceso de desarrollar los recursos potenciales y los talentos de grupos de individuos y de los individuos que componen esos grupos».

Durante muchos años, en los Estados Unidos, la organización de la comunidad se concibió como un proceso de adaptación y ajuste de tipo interactivo y asociativo y una técnica para lograr equilibrios entre recursos y necesidades, dentro de un contexto en el cual los conflictos siempre se consideran disfuncionales y disociativos.

L.W. Mayo (1942) entiende por organización de la comunidad el proceso por el cual se trata de «crear un mejor balance entre las necesidades y los recursos, a través de la promoción del financiamiento, administración, extensión y organización de la comunidad»; el objetivo pues del método trata principalmente del desequilibrio entre las necesidades y los recursos.

M.G. Ross (1967) realiza una propuesta en relación con el papel profesional del trabajador social en la organización de la comunidad. Estos papeles desempeñados por los trabajadores sociales pueden definirse como:

• Papel de guía: es el principal papel del trabajador social en la organización de la comunidad, el de guía que ayuda a la comunidad a establecer y encontrar los medios para conseguir sus propios fines.

• Papel de capacitador: facilitando el proceso de organización de la comunidad. Se trata de un agente catalizador, que ayuda a las personas a conocerse y comprenderse, facilitando también la comunicación entre las personas y grupos de la comunidad, para que cristalicen los sentimientos y la conciencia común frente a las necesidades y aspiraciones.

• Papel de experto: consistente en facilitar información y orientaciones sobre la situación de la comunidad con la que trabaja, en los diferentes momentos del proceso: investigación, diagnóstico, manejo de métodos, información técnica, valoración y datos sobre otras comunidades.

• Papel de terapeuta social: realizando un diagnóstico y tratamiento de la comunidad, a través de sus grupos representativos.

Pionero en España del Trabajo Social Comunitario, es M. Marchioni, que propone una concepción del Trabajo Social Comunitario basado en la organización de la comunidad y la praxis de la planificación social. Para él la organización de la comunidad se entiende como:

«El proceso de desarrollo programado, a través de la coordinación e integración de las organizaciones, individuos y grupos de la comunidad, que va dirigida a la educación, promoción y participación de los mismos, todo ello siguiendo el marco de una planificación realizada desde “el cuerpo vivo de la comunidad”, teniendo en cuenta la demanda social que esta comunidad realmente expresa y en función de las prioridades claramente advertidas tanto por los administradores como por los técnicos y profesionales, y también por la comunidad misma». (Marchioni 1989:53).

En la misma línea se manifiesta el profesor M. Moix cuando se refiere al concepto de organización de la comunidad entendiéndola como un proceso social que ha de tener presente la reacción de la población ante los problemas, dentro de un marco de valores y objetivos, y un método, que implican un conjunto de procedimientos.

Desde otra perspectiva y para completar el análisis de este concepto de organización de la comunidad, reseñamos los tres modelos de organización de la comunidad que propuso J. Rothman, considerados como medios puestos en práctica para lograr los objetivos de la organización comunitaria:

• Desarrollo de la Localidad: utilizado en Trabajo Social con grupos de la comunidad, que se centra en el proceso de edificación de la misma, que supone la participación y capacitación de un amplio sector de la comunidad para establecer el consenso en la identificación de los intereses comunes.

• La Acción Social: dirigida a grupos y organizaciones en las que se pretende modificar políticas y distribuciones de poder. La participación es el valor más importante de esta herramienta.

• La Planificación Social: procedimiento tradicional de la organización de la comunidad, que se centra en el establecimiento de objetivos y tareas, con la asignación de recursos. La coordinación y la visión integral del bienestar social son una de las características posteriores, para lo cual precisa de unos métodos técnicos (la investigación y los análisis de sistemas) basados en la resolución racional de los problemas, con la participación del experto y los líderes de la comunidad.

Desarrollo Comunitario

Otra línea de desarrollo práctico, metodológico y conceptual que desemboca y confluye como elemento subyacente del Trabajo Social Comunitario es el Desarrollo de la Comunidad. Esta expresión fue puesta en circulación en los Estados Unidos en 1947, pero fue la Oficina de Colonias británica la que, en 1948, la utilizó para designar un programa de acción social gubernamental que desarrollaban en sus colonias. En este caso, se trataba de un movimiento de promoción que debía iniciarse en las colonias para preparar su emancipación. Las acciones programadas tenían, fundamentalmente, objetivos educacionales: alfabetización, capacitación laboral, etc. destinados a preparar la fuerza de trabajo que requerían las industrias instaladas en las colonias.

En 1956, un grupo de expertos de Naciones Unidas sistematiza las diferentes experiencias y produce un documento titulado Desarrollo de la comunidad y servicios conexos, que ha sido considerado como la Carta Magna del Desarrollo de la Comunidad; en él se establece el siguiente alcance y significado:

«La expresión Desarrollo de la Comunidad se utiliza para designar el proceso que une los esfuerzos de una población con los de su gobierno para mejorar las condiciones económicas, sociales y culturales de las comunidades, integrar éstas a la vida de la nación y permitirles así contribuir plenamente al progreso nacional».

Esta ha sido la primera definición oficial del Desarrollo de la Comunidad propuesta por Naciones Unidas, repetida en otros documentos internacionales y ampliamente difundida y utilizada entre los especialistas. En este documento se mencionan los servicios conexos, que son los proyectos específicos a través de los cuales se realizan los programas de desarrollo comunal: servicios de agricultura; servicios de nutrición; servicios de educación; educación fundamental; servicios de orientación y formación profesional; promoción de cooperativas; artesanía y pequeñas industrias; servicios sociales; vivienda, construcción y planificación, y sanidad.

En América Latina, encontramos la primera definición de Desarrollo de la Comunidad como un método del servicio social en el Seminario que la Organización de Estados Americanos (OEA) organizó en el Salvador en 1950 y lo define como «la técnica o proceso que emplea el Servicio Social para suscitar la racional participación de los integrantes de una determinada zona o población, en una empresa de mejoramiento individual y de progreso colectivo, sobre la base de los propios recursos».

Los libros de la trabajadora social norteamericana C. Ware y su presencia personal es lo más significativo en el desarrollo del método en América Latina. La Unión Panamericana publicó las dos obras principales de esta autora: Estudio de la comunidad (1952) y Organización de la comunidad para el bienestar social (1954). La definición que propuso sobre organización de la comunidad es la siguiente:

«Proceso para suscitar grupos funcionales de ciudadanos capaces de ser agentes activos y responsables de su propio progreso, usando para ello como medios: la investigación en común de los problemas locales, el planeamiento y la ejecución por sí mismos de las soluciones que antes convinieron y la coordinación voluntaria con los demás grupos y con las autoridades oficiales, de modo que se obtenga el bienestar total de la comunidad».