Marcel Proust - Edith Wharton - E-Book

Marcel Proust E-Book

Edith Wharton

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Beschreibung

Este ensayo conforma el último capítulo de la obra Escribir ficción que la prolífica escritora estadounidense Edith Wharton publicó en entregas en 1925 y en la que ofrece comentarios generales sobre las raíces de la ficción moderna, las múltiples formas en las que se puede escribir una obra de ficción y el desarrollo de la forma y el estilo. Contemporánea del autor de En busca del tiempo perdido, quedó impresionada por la forma en que Proust manipula tiempos y espacios en su novelística: lo llama un "dador de vida", quien a través de los recuerdos aletargados de un niño que reconstruyen la visita de un viejo amigo a casa de sus padres, logra darnos la sensación -el efecto- de las pisadas del destino. Para Wharton no hay nada superfluo en Proust. Todo ese rumiar del narrador, ese fervor al detalle, hacen de En busca del tiempo perdido un análisis inigualable y nunca superado de la "semiconciencia, las oscuras asociaciones del pensamiento y las viscosas fluctuaciones del humor".

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Marcel Proust

colección

Pequeños Grandes Ensayos

Universidad Nacional Autónoma de México

Coordinación de Difusión Cultural

Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

Contenido
El eterno presente de Edith Wharton
Dolor y alegría
Recuperar el tiempo
Marcel Proust
I
II
III
IV
Cronología de Edith Wharton
Bibliografía mínima
Aviso legal

El eterno presente de Edith Wharton

To suggest is to create, to name is to destroy.

William Shakespeare

Durante la Primera Guerra Mundial, en Francia, Edith Newbold Jones tomó una motocicleta y en ella recorrió el frente de batalla. La sola imagen me estremece de placer, terror y admiración. Su experiencia quedó plasmada en una serie de artículos que conforman Fighting France: From Dunkerque to Belfort (1915). ¿Qué hacía en la guerra una aristócrata estadunidense nacida en el seno de una familia rica de Nueva York el 24 de enero de 1862?

“La vida es siempre una cuerda floja o una cama de plumas. Dame la cuerda floja”, escribió, y prácticamente se apegó, al pie de la letra, a ese precepto. Tuvo el privilegio de recibir una magnífica educación privada. Aunque su padre no era amante de la lectura, tenía, sin embargo, una gran biblioteca porque tenerla era algo que se esperaba de una familia de alta sociedad. Ahí Edith comenzó a nutrirse con lecturas desde pequeña. Su madre le hizo prometer que no leería ninguna novela sino hasta después de casarse, petición que ella acató. Antes de cumplir los cinco años ya había hecho su primer viaje a Europa con sus padres. Su deslumbramiento por el arte, la cultura y la arquitectura europeos la acompañó toda la vida. Además de novelista, ensayista y cuentista, fue también una importante diseñadora de casas y paisajes.

A los 23 años contrajo matrimonio con Edgar Robbins Wharton –amigo de su hermano–, un hombre 12 años mayor que ella. El enlace duró hasta 1913 cuando las infidelidades de él –quien además le robó gran parte de su fortuna, entre otras cosas, para comprarle una casa a su amante– fueron demasiado para Edith, por lo que pidió el divorcio, pero conservó el apellido Wharton. La experiencia la afectó profundamente y la llevó a permanecer un tiempo en una casa de reposo. Allí tomó la determinación de pasar la mitad del año –todos los años– en Europa. Cruzó el Atlántico unas 60 veces en una época en que el viaje de ida duraba por lo menos 15 días. En 1917 optó por vivir de manera permanente en un París habitado por aristócratas, escritores y artistas de todo el mundo.

Amiga de Henry James, por él Edith conoció al corresponsal extranjero para The Times, William Morton Fullerton, con quien sostuvo un apasionado y desastroso romance. Terminó porque él la engañaba con otro hombre: era bisexual. También lo era ella: sostuvo una relación con la cantante de ópera Camilla Chabert y con la poetisa estadunidense Mercedes Acosta, célebre por sus amoríos con Isadora Duncan, Pola Negri, Greta Garbo y Marlene Dietrich, entre una impresionante lista de mujeres que también incluye a Amy Lowell.

Por fortuna, Edith tenía su carrera literaria, que había iniciado a fines del siglo xix cuando comenzó a escribir libros de viajes, relatos y magníficos cuentos de fantasmas. Cuando se estableció en París, ya era una autora reconocida, muy cercana a Scott Fitzgerald, Jean Cocteau, Ernest Hemingway e incluso al presidente Roosevelt. En su primera gran novela, The House of Mirth (La casa de la alegría, 1905), Wharton ironizó a la aristocracia financiera de Nueva York que ella conocía tan bien.

Gracias a sus contactos –tanto en Estados Unidos como en Europa–consiguió un permiso para viajar al frente en la Primera Guerra Mundial. En ese periodo trabajó de manera intensa ayudando a los refugiados, a los enfermos, a las mujeres sin empleo, y fundó los American Hostels for Refugees, por lo que recibió en Francia la Legión de Honor. Su libro de 1916 The Book of the Homeless retrata su deslumbramiento por la vida en Montmatre y Montparnasse. Después de la guerra y con espíritu renovado, escribió seis novelas entre 1919 y 1929. The Age of Innocence (La edad de la inocencia, 1920), sobre un tema que Wharton dominaba –la claustrofobia de estar atrapado entre los sentimientos y las convenciones sociales–, la hizo ganar el prestigioso Premio Pulitzer en 1921. Fue la primera mujer en recibirlo. La Warner Brothers hizo una versión muda de la novela en los años veinte y en 1993 Martin Scorcese, un largometraje que alcanzó gran éxito.

En 1923 Edith Wharton fue nombrada doctor honoris causa por la Universidad de Yale. También en este rubro fue la primera mujer en recibir esa mención. Murió el 11 de agosto de 1937 en la Ile-de-France y yace enterrada en el cementerio de Gonard en Versalles. Según cuenta la periodista Laura Falcoff en una nota publicada en El País Semanal en octubre de 2009, la obra de Wharton se recopiló en 32 volúmenes y empezaba a caer en el olvido. Poco después de su muerte el crítico Edmund Wilson dijo: “Hagamos justicia a Edith Wharton”, y desde entonces la subestimación dejó paso a una creciente admiración. Hay una placa en Francia en la cual se indica que fue la primera escritora estadunidense en expatriarse por amor a ese país y a su literatura.

Dolor y alegría

Marcel Proust, el ensayo que aquí se traduce, pertenece al libro The Writing of Fiction