Material de Lectura. Coral Bracho - Coral Bracho - E-Book

Material de Lectura. Coral Bracho E-Book

Coral Bracho

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Beschreibung

Esta es una poesía que no sólo descubre la hermosura de lo minúsculo o lo difícil de explicar, sino que crea belleza en el acto de nombrar. En pocos poetas como en Bracho la forma es el fondo y viceversa: cada palabra está colocada con una deliberación y un instinto excepcionales. La necesidad de belleza se añade a la de la precisión. Poeta del paisaje, de la eternidad contenida en un segundo, de la luz y el amor, Bracho es capaz de transformar la descripción de una avispa que sobrevuela el agua en una hermosa estampa que intenta develar la multiplicidad del tiempo. El talante filosófico o sensual no se desentiende de las heridas en la vida colectiva: el devenir histórico, la violencia que se esconde como una semilla venenosa en las acciones e ideas, la crueldad del mundo, el funcionamiento del poder político, el abismo en cuyo borde nos movemos, todo eso la preocupa y lo aborda sin aspavientos. Leer a Bracho es permitir la entrada en la conciencia de una poesía que como "la piedra / que va a caer / cambia el pozo / y el agua..." nos dejará más expuestos, más sensibles y más vivos.

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Verónica Murguía nació en la Ciudad de México en 1960. Es escritora, traductora y desde 1999 mantiene una columna quincenal en el periódico La Jornada.

También da clases. Ha escrito varias novelas, dos libros de cuentos y una docena de libros para niños.

La poesía de Coral Bracho

Verónica Murguía

La poesía de Coral Bracho (Ciudad de México, 22 de mayo de 1951) es, como se lee en un verso de su poema “Que caiga esa lluvia fina”, “... un mensajero que, empapado y ardiendo en fiebre,/ viene de lejos./ Trae los pliegos,/ trae las palabras”.

Este heraldo, al mismo tiempo poderoso y frágil, “que trae las palabras”, nos muestra en los pliegos, en los versos que éstos contienen, en las imágenes que convoca, el mundo entero. El mundo, mirado con atención reconcentrada por el espíritu “ardiendo en fiebre”, es traducido y recreado con un vocabulario personalísimo, al mismo tiempo exuberante y sobrio, semejante a un follaje gótico tallado en piedra. Cada objeto o fenómeno sobre el que Bracho fija su atención, se manifiesta y desnuda ante el lector, atravesado por la luz de una inteligencia que lo interroga serenamente o que lo explora con una sensualidad que incluye los cinco sentidos y de la que están ausentes tanto las convenciones manidas del amor sexual, como el yo confesional. Ya se trate del agua que toca con “acuáticos” dedos o labios; del tiempo que se abre como un fruto y muestra el oro del otoño o hasta el rocío de un aspersor que ante la mirada de Bracho se convierte en un tamiz que filtra y aviva fragancias, colores, temperaturas y visiones, la variedad de lo que examina demuestra que no hay nada en el mundo que sea deleznable bajo la luz de su poesía.

Su vocabulario, la forma en la que usa los superlativos y los pronombres, crea un sistema en el que se mezclan sabiamente las palabras de uso diario con otras que parecen llegar desde el fondo de paisajes lejanos y que, sin embargo, se explican solas por su disposición en el verso. Un libro como El ser que va a morir (1981) es una especie de diario de viaje poético donde las descripciones arquitectónicas se confunden con las de los ámbitos y el tacto del cuerpo del amado. El ser que va a morir es un libro de los sentidos, de la intensidad de la percepción ante la certeza de nuestro paso efímero por la vida. Cuando describe el agua, el poema no aborda solamente el agua, sino la humedad, la fluidez, la frescura y la sed. En el amor, Bracho describe más que el cuerpo, traspasa sus límites (“la noción litoral de tu piel”) y atestigua el ser que se confunde con lo que lo rodea por medio de la percepción. Como tanto de lo que Bracho escribe, El ser que va a morir es un poemario sobre la experiencia amorosa engastada en el mundo.