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Reúne los más célebres poemas de Gilberto Owen escritos entre 1921 y 1948: desde los poemas de su primera juventud hasta su Perseo vencido. La compilación hecha por por Élmer Mendoza es un acontecimiento, pues se trata de una obra poética breve, menos famosa que la de sus compañeros de generación, los Contemporáneos, pero que ocupa el mismo lugar de excelencia.
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Seitenzahl: 21
Primera edición, 2012 Segunda edición, 2014 Primera reimpresión, 2017 Primera edición en libro electrónico, 2013 Segunda edición en libro electrónico, 2018
D. R. © 2012, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
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Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero
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ISBN 9786071661289 (ePub)ISBN 9786071620774 (impreso)
Hecho en México - Made in Mexico
Y pensar, corazón…
La canción del tardío amor
Desamor
Adiós
Escorzos 2
Adán y Eva
Sombra
Poema en que se usa mucho la palabra amor
Poética
Novela
Madrigal por Medusa
Al espejo
Almanaque
El compás roto
Primera fuga
Rescoldos de sentir
Laberinto del ciego
Booz canta su amor
Nota autobiográfica
Cartas
¡Y pensar, conmovido corazón,
que algún día nefando, los gusanos
han de roerte tus orgullos vanos
y emponzoñar tu fuente de emoción…!
Saber la vida tránsfuga, y saber
el fracaso de todo en un minuto:
toda tu heroica fiebre de absoluto
(náufraga en unos labios de mujer)
y todo tu dolor, y tu sensual
podredumbre obcecada, y tu efusiva
devoción a la Amada primitiva
de alma jocunda y clara de cristal.
Aún no habrás logrado modelar
tu poema mejor, cuando la pálida
Intrusa llegue, y tu Poesía, inválida,
interrumpa su lírico volar.
Saber que un día, trémulo rubí,
leal y atormentado, solamente
polvo inmóvil será tu carne ardiente,
sin nada de lo noble que hay en ti.
Cuánto mejor sería, corazón,
que te agotaras, trágico y canoro,
en este amor vernal de fuego y oro,
en una fervorosa combustión.
Toluca, agosto de 1921
¡Si yo pudiera amarte, Alma noble y pequeña!
Llegas cuando mi vida ya es un arenal;
si pudiera ofrecerte el tesoro que sueña
tu insensatez romántica y pueril, que se empeña
en que florezca el seco tallo de mi rosal…
¡Qué más quisiera, ¡triste de mí!, que anclar
mi nave!
Pero el remanso está lejos de mi dolor;
ya el corazón inhóspito arbusto es para el ave,
y en mi pecho, pletórico de hieles, ya no cabe
el tesoro mil-y-una-nochesco de tu amor.