Mundus Novus - Amerigo Vespucci - E-Book

Mundus Novus E-Book

Amerigo Vespucci

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Beschreibung

La Carta de Pero Vaz de Caminha sobre el descubrimiento de Brasil, fechada en el año 1500, y la carta de Américo Vespucio, luego titulada de Mundus Novus, del 1502, constituyen los dos primeros documentos que nos hablan de la población aborigen de Brasil. - La Carta de Caminha es sin duda, el más valioso de los testimonios que nos quedan de testigos directos del descubrimiento. - Caminha escribe para informar al rey, Manuel I. Y lo hace no solo como escribano de la armada de Pedro Álvares Cabral. Es también un testigo de una realidad nueva y sorprendente que quiere retratar. - En la Carta de Caminha se relata, con bastante detalle, la estancia de los portugueses en Brasil. El relato se ordena de tal manera que la carta adquiere rasgos de diario. - En ella se cuenta lo que pasó en cada día, desde el 21 de abril, día en que vieron la tierra, hasta el primero de mayo de 1500, último día de su estancia en Vera Cruz. Pues al día siguiente retoman el viaje original hacia la India. - De las seis cartas de Américo Vespucio relativas a sus viajes descubridores, la fechada en 1503 y dirigida a Lorenzo de Médicis, conocida como Nuevo Mundo o Mundus Novus, es la más importante. Esta señaló con claridad la existencia de un hemisferio desconocido por los antiguos, lo describió como poblado y rico, separado de Asia. - Por tanto diferente a la versión «indiana» que predominó durante bastantes lustros. - Por esta razón el cartógrafo Martin Waldseemüller en su mapa Universalis Cosmographia de 1507 acuñó el nombre de «América». En homenaje al hecho de que Vespucio fuese el primer en reconocer al Nuevo Mundo como un continente.Estos textos ofrecen dos descripciones casi opuestas de América. En la carta del portugués Vaz de Caminha destaca el elogio de la belleza natural y de sus habitantes. Sin embargo, el florentino Vespucio acuña poco después la imagen de los indios feos y monstruosos.

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Pero Vaz de Caminha y Américo Vespucio

Carta de Pero Vaz de Caminhay El Nuevo Mundo

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Carta de Pero Vaz de Caminha y El Nuevo Mundo.

© 2024, Red ediciones S.L.

Traducciones de Linkgua ediciones y Ana María Aznar.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-9953-772-6.

ISBN ebook: 978-84-9897-365-5.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación de la Carta de Pêro Vaz de Caminha sobre el descubrimiento de Brasil 7

Carta de Pero Vaz de Caminha 9

Brevísima presentación del Nuevo Mundo 35

Américo Vespucio a Lorenzo Pedro de Médicis, salud 39

Orden de la navegación con una grandísima fortuna 39

Distancia desde el Cabo Verde al continente descubierto 41

Naturaleza y costumbres de aquella gente 43

Fertilidad de la tierra y calidad del cielo 46

Las estrellas de aquel polo antártico 47

Cosas de aquel hemisferio que rechazan los filósofos 48

Forma de la cuarta parte de la tierra descubierta 49

Por qué este libro se llama «Tercera jornada» 50

Exudaciones de Américo y cuál es su pensamiento 50

Contra la audacia de quien quiere saber más de lo que es lícito 51

Libros a la carta 53

Brevísima presentación de la Carta de Pêro Vaz de Caminha sobre el descubrimiento de Brasil1

La Carta de Pero Vaz de Caminha sobre el descubrimiento de Brasil, fechada en el año 1500, y la carta de Américo Vespucio luego titulada de Mundus Novus, del 1502, constituyen los dos primeros documentos que nos hablan de la población aborigen de Brasil. Estos textos ofrecen dos descripciones opuestas del Nuevo Mundo. En la primera de estas cartas se elogia la belleza natural del Nuevo Mundo y de sus habitantes, mientras que el florentino Vespucio acuña poco después la imagen de los indios feos y monstruosos. Lejos de tratarse de apreciaciones estéticas diferentes en cuanto al físico de los indios, la percepción de la belleza, o, respectivamente, de la fealdad, tienen un impacto fundamental en la evaluación moral que se hace de los indios, y más allá todavía, en los propios conceptos del mundo esbozados por ambos autores.

1 Véase: ¿Belleza o monstruosidad? La descripción e interpretación del físico de los indios brasileños en las cartas de Pêro Vaz de Caminha (1500) y Amerigo Vespucci (1502), Cornelia Sieber, Cuerpos extra/ordinarios, Barcelona, Linkgua, 2018.

Carta de Pero Vaz de Caminha2

Señor,

ya que el capitán general de esta Vuestra flota,3 y así los demás capitanes, escriben a Vuestra Alteza la noticia del hallazgo de esta nueva tierra Vuestra, que si ahora se encuentra en esta navegación, no dejaré de dar mi cuenta de ella a Vuestra Alteza, lo mejor que puedo, aunque, por decirlo y hablarlo, ¡lo sé peor que nadie! Sin embargo, Vuestra Alteza debe tomar por buena voluntad mi ignorancia, que ciertamente cree que, para embellecer o desmerecer, no tendrá que poner aquí más de lo que vi y me pareció.

No daré cuenta a Vuestra Alteza de la navegación y cruces del camino aquí, porque no sabré hacerlo, y los pilotos deben tener cuidado.

Y pues, Señor, de lo que voy a hablar empiezo:

Y digo qué: La salida de Belén4 fue, como Vuestra Alteza sabe, el lunes 9 de marzo. Y el sábado 14 de ese mes, entre las ocho y las nueve de la mañana, estamos entre Canarias, más cerca de Gran Canaria. Y allí anduvimos todo aquel día en calma, a la vista de ellos, obra de 3 o 4 leguas. Y el domingo 22 de ese mes, como a las diez, tuvimos una vista de las islas de Cabo Verde, a saber, la isla de São Nicolau, según el dicho de Pero Escolar, piloto.

¡La noche después de que amaneciera el lunes,5 Vasco de Ataíde se perdió de la flota con su navío, sin tiempo fuerte o contrario a poder ser!

El capitán se esforzó por encontrarlo, en ambos lugares. Pero... ¡ya no apareció!

Y así seguimos nuestro camino, por esta larga mar, hasta que el martes de la Octava de Pascua, que fue 21 de abril, encontramos algunas señales de tierra, siendo de la dicha Isla, según dijeron los pilotos, obra de 660 o 670 leguas, que eran mucha hierba alta, que los marineros llaman botelho, y también otras que llaman cola de asno. Y el miércoles siguiente, por la mañana, nos topamos con unos pájaros llamados furabuchos.

¡Ese mismo día, a las horas del día anterior, vimos tierra! Es decir, primero de un gran montículo, muy alto y redondo; y de otras crestas más bajas al sur de la misma; y tierra llana, con grandes arboledas; que el capitán llamó Monte Pascoal y la tierra ¡Tierra de la Vera Cruz!

Ordenó lanzar la plomada. Encontraron 25 brazas. Y a la puesta del Sol, como a 6 leguas de tierra, echamos anclas, a 19 brazas, fondeadero limpio. Allí nos quedamos toda la noche. Y el jueves por la mañana zarpamos y fuimos derecho a tierra, yendo adelante los navíos, a 17, 16, 15, 14, 12, 9 brazas, a media legua de tierra, donde echamos ancla todos, frente a la desembocadura de un río.

Y llegaríamos a este fondeadero a las diez o así.

Y de allí vimos hombres caminando por la playa, como siete u ocho, según las barquitas que llegaron primero.

Luego arrojamos los botes y esquifes. Y pronto todos los capitanes de los barcos llegaron a este barco del capitán general. Y allí hablaron. Y el capitán envió a Nicolau Coelho a tierra para ver ese río. Y tan pronto como comenzó a ir allí, dos y tres hombres llegaron por la playa, de modo que cuando la barca llegó a la desembocadura del río, ya había allí dieciocho o veinte.

Marrón, desnudo, sin nada que cubra su vergüenza. Llevaban arcos en sus manos y sus flechas. Todos venían rígidos hacia el bote. Y Nicolau Coelho les hizo señas de que bajaran los arcos. Y los depusieron. Pero no podía haber palabras ni entendimiento de ellos que valieran, porque el mar rompía en la orilla.

Solo le arrojó una gorra roja y una gorra de lino que llevaba en la cabeza, y un sombrero negro. Y uno de ellos le arrojó un sombrero de largas plumas de ave, con una tacita de plumas rojas y marrones, como de papagayo. Y otro le dio una gran faja de cuentas blancas, chiquitas que quieren parecer de aljófar, que creo que manda el capitán a Vuestra Alteza. Y con esto volvió a las naves, porque era tarde y no se podía hablar más de ellas, por la mar. La noche siguiente hizo tanto viento del sureste con aguaceros que hizo que los barcos buscaran abrigo. Y especialmente el capitán. Y el viernes por la mañana, a las ocho, poco más o menos, por consejo de los prácticos, mandó al capitán levar anclas y hacerse a la vela. Y nos fuimos por la costa, con las barcas y esquifes amarrados a la popa, rumbo al norte, a ver si hallábamos algún refugio y buen desembarcadero, donde quedarnos, a buscar agua y leña. No porque ya estemos menguando, sino porque aquí nos prevenimos. Y cuando zarpábamos, ya estarían en la playa, sentados junto al río, obra de sesenta o setenta hombres que se habían ido reuniendo allí poco a poco. Seguimos adelante, y el capitán ordenó a las naves pequeñas que estaban más cerca de tierra, y si encontraban un desembarco seguro para las naves, que las dejaran hundirse.

Y estando nosotros navegando por la costa, a distancia de 10 leguas del lugar donde habíamos echado anclas, hallaron los dichos navíos un escollo con puerto adentro, muy bueno y muy seguro, con muy ancha entrada. Y ellos entraron y se calmaron. Y los barcos iban llegando, tras ellos. Y justo antes de la puesta del Sol también se hundieron, tal vez a una legua del arrecife, y anclaron a 11 brazas.

Y estando Alfonso López, nuestro piloto, en uno de aquellos navíos pequeños, fue, por mandato del capitán, como era hombre vivo y diestro para eso, luego se puso en el esquife a sondear el puerto por dentro. Y tomó dos de aquellos hombres de la tierra que estaban en una almadía, jóvenes y de buenos cuerpos. Uno de ellos llevaba un arco y seis o siete flechas. Y en la orilla andaban muchos con sus arcos y flechas; pero no los aprovechó. Luego, por la noche, los llevó a la nave capitana, donde fueron recibidos con gran alegría y fiesta.