Nirza - Alibel Lambert - E-Book

Nirza E-Book

Alibel Lambert

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Beschreibung

Amir y Nirza se encuentran en la isla de Rodas, Grecia, donde inician un romance apasionado. Amir, un empresario argentino, y Nirza, una joven de raíces argentinas y griegas, se ven envueltos en una serie de eventos sobrenaturales, misteriosos y oscuros. Enfrentando desafíos que los llevarán a un desenlace inesperado...

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Seitenzahl: 131

Veröffentlichungsjahr: 2024

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ALIBEL LAMBERT

Nirza

Alibel LambertNirza / Alibel Lambert. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5333-1

1. Novelas. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINAwww.autoresdeargentina.cominfo@autoresdeargentina.com

Índice de contenido

NIRZA

Parte I - EL AMOR

Parte II - EL DRAMA

Parte III - LA REVELACIÓN

NIRZA

Se oía en el viento el susurro lastimero de su alma en pena. A medida que se corporizaba, con cada relámpago se hacía visible, surgiendo del muro su espectro sombrío.

Entonces, el característico aroma húmedo de los sepulcros impregnaba la atmósfera. Cada noche, su fantasmagórica imagen deambulaba por los corredores de aquella mansión que amó... su hogar. No descansará, no podrá hacerlo, hasta que el sitio macabramente planeado, que eligiera como última morada, salga a la luz...

Parte I

EL AMOR

ISLA DE RODAS. GRECIA

Ubicada sobre el mar Egeo, es el mayor archipiélago del Dodecaneso con una superficie de 1398 Km2. Situada junto a la costa S.O. de Turquía. Es una región montañosa, con fértiles llanuras. Agricultura: cultivos de tabaco, algodón, vid y olivos. Yacimientos de lignito. Su capital, Rodas, ciudad principal del Dodecaneso, formóparte del imperio macedónico en el año 332 a. C. En esta época fue construido el famoso Coloso de Rodas, estatua de Apolo en bronce, de treinta metros de alto, erigida en la entrada del golfo, y destruida por un temblor de tierra. El clima es similar al de otros puntos del Mediterráneo. En las tierras bajas los veranos son secos, calurosos y de cielos despejados. Rodas está dotada de un escaso recurso natural, menos de la tercera parte de su suelo es cultivable. Por lo tanto debe su mayor riqueza al turismo...

A mir, apagó el video y dirigiéndose a Sabah:

—Es un hermoso lugar.

—Realmente bonito. ¿Cuándo partes?

—Mañana a primera hora. Arreglaré ya mismo los detalles para el viaje.

—No estaría mal que aprovecharas esta oportunidad, para descansar unos días. ¿Qué tal si viajas en barco?

—No lo había pensado, en verdad hace tanto tiempo que no me tomo un descanso. Creo que, pensándolo bien, no es mala tu idea.

—Aparte, llegarías más relajado y podrías disfrutar un poco, fuera de lo comercial, de las bellezas de aquel sitio, en el cual me parece, te esperan algunas sorpresas.

—Sabah, ¿qué vislumbran tus premoniciones?

—No me preguntes ahora, deja todo en manos del destino. Pero no te inquietes, estará todo bien.

—Confío en ti.

—Voy a pedir que preparen tu equipaje.

Llegó a puerto Mandraki, al atardecer. El sol pintaba de un tono dorado las blancas casas dando un tono especial a sus rojos techos. Detrás, una muralla de montañas rocosas de color ocre, acentuadas por el bello ocaso, lo dejó boquiabierto. Buscó con la mirada en todas las direcciones, más no halló el Megane azul claro que,según el oficial portuario lo estaría esperando. Se dirigió nuevamente a la oficina de informes y tomando la guía turística que le sirviera para dominar, al menos un poco, aquel desconocido idioma que para él resultaba embarazoso, logró conocer la dirección del comerciante Atanasio Papadimitropoulos, dueño de la flota turística de navíos “Kalimera”, a la que proveían ellos de los motores para las embarcaciones. Al notar que estaba a poco más de un kilómetro de distancia decidió, ante la maravillosa imagen de aquel paisaje, recorrerlo a pié. Guardó el equipaje en la oficina portuaria y se dirigió por el camino que le habían indicado, el que lo dejaría prácticamente en la puerta de aquella mansión que buscaba. De pronto, el camino se dividió en dos senderos. Amir quedó desorientado y confundido. Cuando se disponía a volver sobre sus pasos buscando nuevamente el puerto, vio a pocos metros a una joven, que sentada en la playa contemplaba el mar, de espaldas a él. Tan absorta estaba en sus propios pensamientos que no advirtió la presencia de él, sino hasta que su voz varonil, dulce y suave llegó a sus oídos. Sobresaltada, giró en sí y encontró aquellos ojos negros y profundos, que ya no se borrarían de su mente.

—Hola, ¿podría ayudarme con esta dirección?–Preguntó en su pésimo griego. Y le tendió el papel en donde estaba escrita.

Ella lo miró unos segundos en silencio, él era sumamente atractivo, de unos treinta años y dueño de una hermosa sonrisa que le iluminaba el rostro de tez morena, acentuadamente varonil. El rasgo de sus ojos descubría su origen hindú pero su acento era inconfundiblemente argentino. Ante la repetición de la pregunta contestó, para asombro de Amir, en un castellano casi perfecto.

—Es el camino que se abre a tu izquierda – y señaló hacia la dirección que éste debía tomar para llegar a destino.

—Te lo agradezco –dijo sonriendo y sumamente sorprendido al escuchar en esas lejanas tierras su propio idioma – Mi nombre es Amir.

La chica se mantuvo callada, mirándolo.

—Este... ¿Vienes aquí todos los días? –Insistió– ¿Cómo te llamas?

—Hola, Amir. Sí, vengo aquí todas las tardes.

—Entonces, ¿si vuelvo mañana a esta misma hora, te encuentro?

—Sí, si vienes mañana me encontrarás aquí.

Contestó y comenzó a alejarse.

—Perdón, no me dijiste tu nombre.

—Mañana.

—¿Mañana? Extraño nombre...

Ella echó a reír y dijo mientras se alejaba:

—Nirza, mi nombre es Nirza.

Aquella noche, Nirza no pudo conciliar el sueño. Un mundo de nuevas sensaciones comenzaba a colmar su mente. Se sentía inquieta y anhelante, y aunque la noche era cálida y estrellada, como tantas otras noches, las cuales deseó que nunca terminasen, por el contrario, esta vez esperaba ansiosamente que saliera el sol. Volvió a meterse en la cama. Luego de dar vueltas y vueltas sin dormir, por fin amaneció.

Trató de pasar las horas que la separaban del atardecer, ocupada en su trabajo, evitando de esta manera, que su pensamiento volara hacia él. Sin embargo aquel día suspendió bastante antes de lo acostumbrado su jornada. Luego del baño, se vistió apresurada, pero con esmero y preocupación hacia su atuendo. Eligió un bello traje de falda y blusa en color arena que armonizaba con su piel bronceada, sandalias camel y soltó su largo y sedoso cabello azabache, perfumó su piel con fragancias de nardo y se dirigió hacia la playa. Al llegar lo encontró sentado en la arena esperándola. Al verla sonrió y se incorporó inmediatamente, sacudió su pantalón y fue a su encuentro. Nirza le devolvió la sonrisa. Caminaron juntos por la playa sin saber casi qué decir. Luego comenzaron a hablar los dos al mismo tiempo, provocando una nueva sonrisa en ambos.

—¿Cómo es que dominas tan bien mi idioma? Me tienes intrigado desde ayer.

—Es simple. Mi madre es argentina.

—¿En serio? Es increíble. Atravieso el mundo y doy con una persona que no sólo puede entenderme, sino que además, es la hija de alguien que nació en el país del cual vengo. Definitivamente, me inclino a creer que no fue sólo la casualidad la que me llevó a encontrarte.

—¿Porqué motivos te encuentras aquí? ¿Turismo, placer ò negocios?

—Negocios y afortunadamente, a partir de este día también placer. Te aseguro que es un gran placer dialogar contigo.

—Gracias. ¿Qué es lo que te trae desde tan lejos a hacer negocios a esta parte del mundo?

—Me dedico con mi familia a fabricar motores para la industria naviera y también proveemos los generadores. Casualmente, un nuevo cliente reside aquí.

—¿A sí, cómo se llama? Tengo que conocerlo, con mi padre tenemos una agencia de seguros para embarcaciones.

—La compañía se llama “Kalimera” y el dueño Atanasio...

—Papadimitropoulos. –Dijo Nirza, antes de que él terminara de nombrarlo– Conozco a Atanasio desde que tenia yo diez años. Es el marido de mi hermana mayor.

—Viendo que este no es un lugar chico, debo hacer hincapié en que la casualidad es demasiado grande.

El sol caía apresuradamente y Nirza, mirando el cielo exclamó.

—¡Qué tarde se hizo! Debo regresar a casa. Fue un gusto conocerte. Espero verte otra vez, antes de que vuelvas a tu país –Y le tendió su mano suave y pequeña. Amir tomó aquella mano entre las suyas:

—El gusto ha sido mío. ¿Sería mucho pedir, digo... si tienes tiempo, que me enseñaras esta ciudad? ¿Lo harías?

—Bueno, si quieres puedes venir mañana. Es sábado. Los sábados cerramos la agencia. Si estás de acuerdo nos veremos aquí por la mañana, a las diez.

—Te aseguro que no faltaré. Hasta mañana y gracias por ser tan amable.

Al despedirse, cada uno llevaba en su mirada esa luz especial, ese sentimiento que, al principio sólo se percibe con el alma y luego, poco a poco, comienza a despertar en los sentidos...

El día amaneció espléndido, seco, cálido y brillante como suelen ser los veranos en las tierras bajas. Se encontraron a la hora prevista. Luego de saludarse con un afecto especial, como el que se siente luego de varios años de amistad, Nirza dijo:

—Bueno, ¿Qué tal tu encuentro con Atanasio? Seguro te hizo hospedar en su propia casa. Conociéndolo sé que no permitiría que te marcharas a un hotel. Además, posee una de las mansiones más bellas de la antigua ciudad.

—Es cierto. Su casa es algo fabuloso. Pero la calidez con la que me recibieron en ella, es aún mucho más importante. Le comenté sobre mi suerte al haberme encontrado contigo, rió y dijo que era lo mejor que me podría haber sucedido. Comentó que algo similar había vivido él, años atrás en su primera visita a Rodas, sólo que venía de Atenas. Pero, aunque hablaba el mismo idioma, no conocía esta ciudad y tuvo la inmensa suerte de conocer a Nazijha, tu hermana, que le hizo vivir los mejores once años de su vida y lamenta muchísimo su fallecimiento. Me contaste que era el esposo de tu hermana, pero no me habías dicho que ella ya no estaba. Me sentí realmente mal al enterarme, me tomó tan de sorpresa que no supe qué decir. Por suerte, en aquel instante, llegaron tus tres sobrinos a compartir la cena. Son encantadores, gracias a ellos pude superar la desazón.

—Es verdad, tal vez estuve mal al no decírtelo, sabiendo que ibas para su casa, pero tampoco era ese el momento. Creo que tienes razón, lo que sucede es que me cuesta aceptar la pérdida de Nazijha. Fuimos muy unidas. Cuando se casó tenía apenas diecisiete años y yo recién había cumplido los once, a pesar de la diferencia que, en esa etapa de la vida es muy notoria, nosotras supimos sortear los obstáculos que pudieran impedir una relación profunda y llena de entendimiento.

Al descubrir en los ojos de Nirza un manantial de lágrimas, Amir, visiblemente dolido dijo suavemente:

—Lamento realmente, haberte sumergido en esta tristeza. Espero puedas perdonarme.

—Olvidémoslo, por favor –dijo, mientras secaba sus lágrimas– comencemos con nuestra gira turística. No sé si soy la persona idónea para ello, pero te prometo esmerarme para lograr, ó al menos aparentar, ser una buena guía turística. ¿Comenzamos?–siguió diciendo, intentando una sonrisa.

—Por mí encantado, aunque si prefieres dejarlo para mañana no existe ningún problema.

—No, agradezco tu preocupación. Pero no es ese el modo con el cual pude superar lo sucedido. Caminemos un poco por la playa y luego comencemos con nuestro recorrido.

Al cabo de unos minutos de hallarse en la costa, la chica tomó la mano de Amir y llevándolo hacia la ciudad dijo:

—La isla de Rodas, está situada a sólo dieciocho kilómetros de Turquía y a cuatrocientos diez de la ciudad de Atenas. Es el sitio más verde y florido de toda Grecia. Creo que eso se debe a que aún, en invierno su clima es, podría decirse, primaveral.

—Hizo una pequeña pausa, respiró profundamente y siguió– Esta extensión maravillosa de agua verde esmeralda que ves, es el mar Egeo. Estamos ubicados al sudeste del mismo, entre la isla de Creta y Asia Menor. Aquí se erigió, justo en la entrada de nuestro golfo, en el sitio que ocupan ahora estas inmensas columnas, nuestro famoso “Coloso de Rodas”, era la estatua de Helio, Dios del Sol, de cuya unión con la ninfa Rodo, hija de Poseidón, dios del mar y hermano de Zeus, nacieron aquí, según la mitología, siete hijos y una hija. En honor a su ninfa, la isla se llamó Rhodos. Esta gigantesca estatua, hecha en bronce, de 30 metros de altura, fue creada por el escultor Ceres, allá por el siglo III a. C. Una de las siete maravillas del mundo.

—¿Y, cómo fue que desapareció? Me hubiera encantado verla.

—A mí también, te lo aseguro. Pero según se dice, sesenta y seis años más tarde de erigirse, la derribó un terremoto. Se mantuvo tumbada ochocientos años. Luego en el 663 d. C., un califa árabe, llamado Moabiah, lo desarmó y vendió sus pedazos como chatarra a Siria. Allí, se terminó todo sueño de recuperarlo, lamentablemente.

—Una pena, realmente. ¿Tienes hambre? ¿Dónde podríamos almorzar? preguntó.

—Aquí cerca, hay un muy buen lugar “La posada del Auvergne”. Así podrás conocer un nuevo sitio, es muy recomendada a los turistas.

En la posada, luego de elegir el menú deseado, Nirza continuó informándole sobre los sitios que pensaba mostrarle durante la tarde.

—En primer lugar, podríamos cerrar el almuerzo en algún café de la calle Sokratous, es la principal y más comercial de todas, al final de ella se encuentra la mezquita de Solimán. El edificio que ocupa fue convertido en mezquita en el año 1522, cuando fue conquistada Rodas por Solimán “El Magnífico” tras 145 días de asedio. Obligando, de este modo a abandonar a la Orden de San Juan, la ciudad.

—Me advertiste que tal vez, no fueras la persona ideal para mostrarme Rodas. Pero, por lo que puedo ver, no creo encontrar a alguien mejor. Sabes muchísima cultura general. Además de ser una bella guía turística. Cualidades que tampoco son fáciles de encontrar en una misma persona y eso sin contar tu atrayente simpatía.

—Te agradezco el cumplido. Espero te lleves un grato recuerdo de mi tierra.

—De tu tierra y de su gente. Por lo que pude apreciar, la calidez, ternura y solidaridad son esencia de este hermoso país. Con sus ciudades, murallas, castillos, floridas callecitas estrechas, barrios y palacios que amalgaman el encanto y misterio de una legendaria historia. Puedo asegurarte que me acompañarán, gratamente, el resto de mis días.

Nirza, emocionada, tomó la mano de Amir entre las suyas.

—Eres alguien especial, Amir. Yo tampoco me olvidaré de ti. Vamos por ese café.

Ya en la calle, mientras caminaban, Amir iba adquiriendo en algunos comercios, regalos y recuerdos para su familia. A partir de aquel día, comenzaron a verse cada tarde. Los encuentros se fueron haciendo algo especial. El estar juntos se había transformado, casi en una necesidad para ambos.

Nueve días más tarde, se encuentran en la playa como de costumbre. Pero, esta vez, el rostro de Amir, no dibuja su acostumbrada sonrisa al verla.

—Hola, ¿Pasa algo malo?

—Vuelvo mañana a Argentina. Hablé con mi hermana anoche y necesita que esté allí, sin más demoras. Tenemos contratos de venta y hay que cumplir con las fechas de entrega pactadas... Siento mucho el tener que alejarme de aquí.

Dentro de Nirza, algo se derrumbó y una ola de tristeza asomó en sus bellos ojos negros. Se mantuvieron, largo rato, sentados sobre la arena, silenciosos, con la mirada perdida en la lejanía. De pronto, Amir tomó entre sus manos el rostro de Nirza y mirándola a los ojos preguntó:

—¿Te casarías conmigo?

Ella respondió con un hilo de voz:

—Sí...

Amir, la atrajo hacia él y besó sus labios apasionadamente. Luego dijo:

—Vamos, llévame a tu casa quiero hablar con tus padres. Debemos casarnos mañana mismo y partir enseguida hacia Buenos Aires.

Los padres de Nirza, que no ignoraban aquel amor nacido como un milagro y que, hasta ese día, parecía sin esperanzas, tomaron con sorpresa la noticia, pero, también con alegría. Aunque aquello significara separarse de su hija, al menos, por un tiempo.



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