No debía ser así - Amy Lea - E-Book

No debía ser así E-Book

Amy Lea

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Beschreibung

Una mañana, dos enemigos y compañeros de secundaria se despiertan atrapados en sus cuerpos de 30 y a punto de casarse. Charlotte Wu es la alumna más aplicada, sobresale en todos los exámenes, participa en todas las actividades escolares y tiene grandes ambiciones. Tiene toda su vida planeada hasta el último detalle, pero ninguna planificación pudo haberla preparado para lo que viviría en su último año de la secundaria: un accidente la transportaría 13 años en el futuro, donde su versión adulta está comprometida con nada más y nada menos que con la persona que más odia: J. T. Renner. Él es el típico chico atlético y atractivo que tiene a todos comiendo de la palma de su mano, menos a ella. Jamás olvidará las constantes humillaciones que le hizo vivir. ¿Cómo puede ser que su yo de 30 años termine casada con él? ¡De ninguna manera! No hay tiempo que perder, debe regresar al pasado, a su yo de 17 años que desprecia a J. T. Renner más que a nadie en el mundo.

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Seitenzahl: 426

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Charlotte Wu es la encargada de organizar el baile de graduación perfecto. Hasta ahí todo bien, si no fuera por un accidente que la hace caer de bruces desde una escalera encima de su odioso archienemigo J. T. Renner. ¿Y lo peor de todo? Cuando Charlotte recupera el conocimiento, se despierta, a sus treinta años, en una cama desconocida con su prometido acostado a su lado, quien es nada más ni nada menos que Renner. ¿Se han vuelto locos o han sido lanzados al futuro?

 

Atrapados para siempre en los cuerpos treintañeros de sus futuras versiones, juntos descubren todo lo que ha cambiado en el tiempo que se han perdido. Y Charlotte también cae en la cuenta de que él es algo más que un atleta insoportable.

 

A través de una serie de aventuras y de una nueva y confusa normalidad, harán lo que sea necesario para regresar a los diecisiete. Pero si lo consiguen, ¿cómo seguirán sus vidas?

AMY LEA es una reconocida autora de comedias románticas para adultos y adolescentes. Sus obras se han convertido en bestsellers internacionales, se han vendido a más de doce países y han sido aclamadas por USA Today, Entertainment Weekly y Cosmopolitan. No debía ser así ha sido seleccionada por el Book Studio de Mindy Kaling para adaptarla al formato audiovisual.

Cuando Amy no está escribiendo, se le puede encontrar fangirleando sobre otros libros románticos en Instagram (@amyleabooks), comiendo papas fritas con imprudente desenfreno y acurrucándose con su esposo y sus dos goldendoodles en Ottawa, Canadá.

A mi yo de diecisiete años

UNA NOTA DE PARTE DE MINDY KALING

Nunca he podido resistirme a una historia de crecimiento personal. Es por esta razón que me enamoré de este libro, una encantadora comedia romántica sobre Charlotte Wu, una estudiante que cursa el último año de secundaria enfocada en sus metas y obsesionada con alcanzar el éxito, que de golpe se encuentra en una situación muy extraña.

Charlotte es una estudiante sobresaliente, consiguió rápidamente ser aceptada en la universidad, e incluso ha logrado que su amor platónico se fijara en ella. Pero cuando se cae de una escalera mientras coloca decoraciones para el baile de graduación, Charlotte despierta en una cama desconocida, con ya treinta años, y comprometida con su archienemigo. Los dos opuestos se ven obligados a trabajar juntos para regresar a sus diecisiete años y descubrir que la vida es mucho más que alcanzar logros por el simple hecho de obtenerlos.

Como en Yo nunca y la clásica película Si tuviera 30, esta novela de Amy Lea me hizo recordar que los emocionantes y complicados sentimientos que experimentamos como adolescentes nunca desaparecen del todo.

Lista de deseos para la escuela secundaria de Charlotte Wu(Escrita por Charlotte Wu, a los 13 años, para completarse al graduarse a los 17 años).

- Unirme al consejo y al senado estudiantil y al comité del anuario.

- Estar en la lista de honor los 4 años, si es posible en el primer lugar.

- Conseguir la licencia de conducir (no lo he logrado, no me pregunten).

- Recibir una invitación a la fiesta de fin de año de Tony Freeman.

- Convertirme en presidenta del consejo estudiantil (fui saboteada sin piedad).

- Sacar un puntaje de 1300 en los exámenes SAT.

- Hacer la semana del último año con Kassie (en progreso).

- Que alguien me invite al baile de graduación (silencio de tumba…).

- Baile de graduación mágico (en progreso).

UNO

Un mes para el baile de graduación

El baile de graduación es la noche más importante en la vida de un adolescente, y nadie puede convencerme de lo contrario. Sé lo que estás pensando: «Está sobrevalorado, es igual que cualquier otro baile». Y sí, existen infinitas formas en que todo puede salir horriblemente mal:

 

Tu cita podría dejarte por su ex más atractivo, y tú quedarte sola y rumiante en un rincón oscuro mientras todos los demás bailan con la canción lenta que

pediste.

Las almohadillas de silicona que realzan tu escote acomodadas en tu sostén podrían caerse cuando bajas demasiado en la pista de baile. (Solo pregúntenme cómo lo sé).

Un nerd borracho de la banda podría vomitar un proyectil de ponche de cereza sobre tu vestido.

Podrías pasar toda la noche detrás de la rata de laboratorio enferma que alguien soltó mientras todos miran con horror.

 

Las cosas pueden pasar de cero a tragedia en un instante. Tengo razón, he visto la versión original de la película Carrie. Pero, aparte de la telequinética reina del baile de graduación ensangrentada y asesina, ¿hay una mejor ocasión para marcar el fin de cuatro años incansables de Olimpiadas sociales y académicas? Es el rito de pasaje que merezco. Una noche fabulosa para cambiar esos libros de preparación del SAT llenos de lágrimas por ropa formal carísima que nunca volverás a usar. Una noche para olvidar lo injusto de ser rechazada de la universidad de tus sueños. Tu última noche para ser una adolescente, antes de que la adultez te dé una patada en las partes privadas.

Como vicepresidenta del consejo estudiantil, organizar una noche mágica para recordar con cariño cuando ya esté arrugada, frágil y exigiendo un descuento de jubilados para mi helado con pasas al ron no es algo que me tome a la ligera.

Es por eso por lo que he pasado todo el fin de semana obsesionada con mi presentación de PowerPoint: «Alrededor del Mundo en una Noche Mágica». Viene con un presupuesto detallado incluido, vendedores de comida y listas de DJ calificados y elementos decorativos, que incluyen globos translúcidos del mundo grabados con papel de oro que brillan cuando la luz da justo en el lugar correcto.

Estoy en la mesa de la cocina angustiada por el color de la fuente de las letras cuando mamá entra, con el cabello rubio ceniza despeinado en una trenza francesa de hace más de dos días. Todavía está en pijama, aunque en menos de media hora tiene que estar en la farmacia trabajando.

—¿Hace cuánto que estás despierta? —pregunta, de puntillas para buscar en el gabinete de la cocina su taza de café roja FUTURA AUTORA DE BESTSELLERS. Todavía no ha publicado un libro, pero a menudo la encuentro encorvada sobre su computadora portátil hasta altas horas de la noche, mientras toma Red Bulls y escribe con frenesí hasta que sus ojos comienzan a cerrarse.

—Me acosté temprano y me levanté más o menos a la misma hora que te ibas a dormir —respondo, llenando mi cara con una cucharada de avena cuando veo la hora en mi computadora.

—Estas ojeras valieron la pena. ¿Adivina qué? —Capto la emoción en su expresión, y no se trata del hecho de que le preparé café—. Al fin desenredé la trama del segundo acto.

—¿Quieres seguir contándome en el auto? Tenemos que irnos pronto —le recuerdo mientras se sirve tranquila el café. Llegar tarde es inevitable con mamá, por eso suelo optar por ir en bicicleta a la escuela. Para mi desgracia, mi bicicleta sigue en reparación con el Doctor de Bicicletas (también conocido como el hacker informático de trece años que vive al final de la calle y arregla bicicletas de manera económica). Mamá se apoya de modo despreocupado en la mesada y comienza a revisar su teléfono.

—Tenemos tiempo de sobra.

En verdad no es así, pero no me molesto en discutir. Amo a mamá, pero ella es mi opuesta en casi todos los aspectos. Se parece a una doncella guerrera rubia y de ojos azules salida directo del set de Vikingos, mientras que yo soy asiática, de estatura baja, con cabello y ojos oscuros, del color del abismo (un cumplido bastante trastornado de mi exnovio).

A diferencia de mí, mamá nunca tiene prisa hasta el último minuto y siempre olvida cosas importantes, como, por ejemplo, usar sostén. Siempre ha sido así, incluso antes de que papá nos dejara. Pero, ante la imposición de su rol como madre soltera, todo hizo que sus tardanzas empeoraran. A los nueve años, pegué en el refrigerador un horario de actividades extracurriculares codificado por colores para que dejara de olvidarse de recogerme de las clases de natación. Con el tiempo, hacer listas y horarios se convirtió en mi versión de meditación. Calma mis nervios cuando las cosas empiezan a sentirse fuera de control.

Con una taza humeante en la mano, mamá asoma la cabeza por encima de mi hombro, sin prisa.

—¿Cómo va el PowerPoint? Veo que cambiaste el fondo otra vez.

—La estética es importante —explico solemne.

—¿No crees que diecisiete diapositivas son demasiadas?

—Oye, comencé con veinticinco. Esta es la versión simple. —Después de todo, «la magia está en los detalles». Admito que acabo de inventar esa frase, pero estoy segura de que algún genio creativo la dijo en algún momento de la historia.

Ella se deja caer en el asiento frente a mí con una mueca comprensiva, pero a la vez indignada.

—No puedo creer que te hayas perdido la gran fiesta de Tony Freeman.

—Mamá, eres la única madre en la historia que se siente decepcionada de que su hija menor de edad no se haya embriagado en la fiesta más grande del año. —De hecho, mamá siempre me incentiva a ir a fiestas, algo que ella nunca hizo a mi edad. Sus padres, mis abuelos, eran estrictos sin excepciones. Así que, ahora, trata de vivir a través de mí—. Kassie dijo que había universitarios —añado.

—Hasta donde yo sé, estarás en la universidad en... —hace una pausa para consultar su reloj imaginario— tres meses.

—Exacto, y no puedo dar por cerrado el capítulo de la secundaria hasta que haya planeado el baile de graduación perfecto. —El baile de graduación es uno de los últimos pendientes en mi lista de deseos para la escuela secundaria. No tendré paz hasta que esté tachado.

—Cierto, la lista de objetivos —murmura, mientras se desliza hacia abajo en su silla con las piernas extendidas. Ella piensa que es ridículo basar el éxito de mi recorrido en la escuela secundaria en una lista que hice cuando tenía trece años, y tal vez lo sea, pero no hay mejor sensación que tachar cada logro, uno por uno.

Me muevo hacia el lavaplatos para enjuagar mi tazón, a la espera de que entienda la indirecta y se vista. En cambio, ella estira los brazos sobre su cabeza y bosteza.

—Solo espero que estés priorizando divertirte. Te agotaste con la preparación para los exámenes SAT y las solicitudes universitarias. ¿No quieres disfrutar de la vida? Vive un poco en lugar de estresarte por cosas que no puedes controlar —lo dice como si fuera una elección fácil no estresarse y como si pudiera optar por no hacerlo de manera tan sencilla.

—No —digo sobre el tintineo de platos y el murmullo del agua del grifo—. Prefiero obsesionarme con todo lo que podría salir mal de manera horrible. Además, encontrar errores gramaticales en presentaciones de PowerPoint es emocionante, no comprendo cómo está tan subestimado.

Mamá se ríe.

—Mi pequeña adicta a la adrenalina. En serio, no tengas tanta prisa por lanzarte a la adultez.

—¿Por qué no? Puedes hacer lo que quieras. Comer lo que quieras. Incluso puedes comprar una mascota —señalo, mientras aparto el recuerdo de mamá olvidándose de alimentar a mi pez dorado mientras yo estaba en el campamento de verano. QEPD Herbert.

—Lamento arruinar esto para ti, pero la adultez es solo un ciclo interminable de quehaceres, obligaciones, buscar en internet cómo arreglar cosas y gastar dinero en cosas que odias. Como esponjas y detergente para platos. —Hace un gesto vago hacia el lavaplatos detrás de mí.

Quizás para ti, pienso, aunque no lo digo en voz alta.

—Oye, esa esponja de acero inoxidable ha hecho maravillas. Fue una inversión que valió la pena.

Mi afirmación provoca un cabeceo despectivo de su parte.

—Mi punto es que paso la mitad del tiempo fingiendo saber lo que hago, y la otra mitad intento ignorar todos mis problemas, a la espera de que desaparezcan. Spoiler: no lo hacen. Y ni siquiera me hagas hablar de tu cuerpo. Un minuto estás devorando bolsas de papas y al siguiente estás necesitando laxantes y usando una almohadilla térmica en la espalda. —Finge tronar su espalda para darle dramatismo.

—Vaya, mamá, gracias por pintar ese sombrío panorama.

—Eso es la adultez —dice mientras se encoge de hombros, ya entenderás cuando seas mayor.

Llena de optimismo por mi futuro incierto, tomo mi mochila junto a la puerta.

—Prefiero los laxantes y el dolor de espalda cualquier día antes que ser adolescente con un horario para irme a dormir. Pero primero...

—El baile de graduación —agrega mamá.

DOS

Para mi descontento, otros estudiantes no están tan interesados en ejecutar el perfecto rito de pasaje adolescente.

Quince minutos después de la reunión de planificación del baile del consejo estudiantil y nuestro presidente no está por ningún lado.

Kassie, secretaria y mi mejor amiga, Ollie, jefe de recaudación de fondos, y Nori, planificación creativa, parecen imperturbables por la tardanza de nuestro líder. Kassie y Nori están demasiado ocupadas mientras escuchan cada palabra de Ollie. Siempre tiene los chismes de último momento de la secundaria Maplewood, y parece que hoy hay de sobra.

—Esta mañana encontraron a dos chicos del club de teatro juntos en la sala de pesas —explica, mientras mueve sus pobladas cejas de manera sugestiva—. Lo escuché del entrenador Tanner.

Nori se posa en la silla como un búho, con las infaltables palomitas de maíz listas, que incluyen mantequilla y todo.

—¿A qué te refieres con juntos?

Ollie hace un gesto lascivo con las manos, que me dice más de lo que necesitaba saber.

Kassie jadea, como si ella y Ollie no hubieran hecho cosas mucho peores, como su encuentro en el baño en mi fiesta de decimosexto cumpleaños. No he usado ese baño desde entonces.

—¿En la sala de pesas? Qué atrevidos.

Resoplo.

—Literal.

Pasan los siguientes doce minutos mientras hablan de otros rumores sobre gente teniendo sexo en la propiedad de la escuela (incluido el escritorio del director Proulx).

Mientras tanto, aprieto la mandíbula, saco demasiada punta a mi lápiz y miro el reloj.

Estoy a punto de sugerir que comencemos la reunión sin el señor presidente cuando la puerta se abre de golpe. Todos gritan con alegría y sin preocuparse. Cómo no lo harían, todos adoran a J. T. Renner.

—La práctica de atletismo se alargó —anuncia sin disculpas mientras entra con su amplio pecho erguido como si nadie pudiera hacerle daño. Su camiseta azul marino de talla «ajustada» está trabajando horas extras hoy, la tela se tensa alrededor de sus bíceps en un esfuerzo apenas disimulado por resaltar sus músculos. No me malinterpreten, no tengo resentimientos hacia los músculos. Como una delgaducha sin un hueso atlético en mi cuerpo, envidio a las personas que pueden abrir las botellas de agua con facilidad y subir las escaleras sin quedarse sin aliento. Sin embargo, me reservo el derecho de ser odiosa cuando esos músculos están unidos a Renner, cuya cara engreída me hace querer lanzarme a un agujero negro.

—Está bien, Renner. No es como si tuviéramos algún otro lugar donde estar. —Hago que mi voz suene dulce como el azúcar mientras él se deja caer en el asiento junto a mí y estira sus anormales piernas largas bajo la mesa. Su zapatilla izquierda está a menos de una pulgada de mi balerina de charol mostaza, y no me gusta para nada. Me lanza una mirada maliciosa, que hace siempre que uso su apellido, ya que todos los demás le llaman J. T.

—¿Me perdí algo importante? —pregunta, y extiende su brazo bronceado para tomar una de las barras de granola sin nueces que con amabilidad proporcioné.

Como soy una joven madura de diecisiete años, muevo el montón de barras de granola dos pulgadas a la izquierda. Si la quieres, esfuérzate un poco, tonto. Aun así, logra agarrar una sin empeño.

—Solo estamos en la reunión más relevante hasta el momento —digo afectada. Él desgarra el envoltorio de la barra de granola como un chimpancé mientras realiza una inspección imperturbable de mi remera de cuello alto y mi falda a cuadros combinada.

—Bonito atuendo, Char. El verde diarrea en verdad es tu color.

—Gracias, lo elegí para que combinara con tus ojos —respondo. Para que quede claro, mi camiseta es verde oliva.

Nori agita la mano como si lanzara un hechizo ficticio para disolver la tensión.

—Chicos, tengo una videollamada con mi sanadora de energía en cuarenta minutos. Empecemos.

Ollie pasa a una página nueva y rígida de su cuaderno.

—Repasemos el presupuesto después de nuestras proyecciones de venta de boletos —dice, apenas reprimiendo una risita cuando Kassie acaricia su muslo bajo la mesa.

Era inevitable que Kassie se enamorara de Ollie en el primer día del noveno grado, es un bombón de una exquisita pastelería (imagina a Michael B. Jordan pero veinte años más joven). Con solo mirar sus anchos hombros de jugador de fútbol americano, su romance con Renner quedó en el olvido.

Un poco de historia relevante: Kassie y Renner se conocieron por primera vez en un torneo benéfico de vóley de playa unos días antes de que comenzara la secundaria. Se besaron con intensidad, pero sin sentido, contra un árbol. Pero en el momento en que Kassie conoció a Ollie, ella olvidó rápido la tonta vibra de Noah Centineo similar a la de Renner, sus ojos verdes azulados (que por desgracia no se parecen a la diarrea), sus mechones revueltos y ondulados que parecen de chocolate.

Soy consciente de que esto pinta un retrato cautivador de Renner, pero es un hecho real que se parece al hijo de todos los grandes deportistas de las comedias románticas. Su superpoder es embrujar a la gente con sus ojos de cachorro, su sonrisa constante y destellante. Es pura magia, si me preguntan.

Hay algo extraño en las personas que sonríen demasiado. Desde el principio, tuve la sospecha de que era demasiado bueno para ser verdad, y me demostró que tenía razón.

Viajemos cuatro años al pasado, a la primera semana del primer año. Durante un total de cuatro días y medio, puede que me sintiera microscópicamente atraída por Renner (como dije, hechizo). Se sentaba delante de mí en la primera hora. Todos los días se giraba, me mostraba sus dientes perfectos y me pedía que le prestara uno de mis tantos lápices. Gasté todo un paquete de portaminas en una semana, pero era mi momento favorito cada día.

Una mañana, en lugar de pedirme un lápiz, me pasó una nota que decía: «¿Baile de graduación? Marcar Sí o No».

Fue toda una tarea contener mi emoción. Por dentro, hacía volteretas mentales y daba puñetazos al aire. Pero por fuera, solo bajé la barbilla, asentí de forma controlada y marqué el «Sí».

Me arrepentí de ser tan impulsiva cuando se lo conté a Kassie después de clase, con el cuello ardiendo por su expresión inescrutable de enojo.

—Puedo volver y decirle que no —ofrecí con timidez, apoyada en la barandilla como soporte para mi cuerpo ante la mera idea—. Sé que debería haberte preguntado primero. Solo pensé que estarías bien ya que ahora estás con Ollie. Pero lo entiendo, estuviste con él y…

Ella negó con la cabeza y detuvo mis palabras con la mano antes de subir corriendo las escaleras.

—Técnicamente, deberías haberlo hecho. Pero él no es para nada mi tipo —aseguró mientras la seguía—. No me malinterpretes, estoy feliz por ti. Solo... sorprendida.

Nunca imaginé que tendría una cita para el baile de graduación (aunque estaba en mi lista de deseos de primer año).

Tampoco me di cuenta de que Renner me veía como algo más que la amiga molesta y seria de Kassie. Además, estoy acostumbrada a ser invisible. Si nuestro grupo de amigos fuera una comedia romántica, Kassie sería la protagonista, la chica soñadora y radiante con una risa efervescente. Luego está Nori, que marcha al ritmo de su propio tambor, con sus ingeniosas ocurrencias. Después estoy yo: no soy astuta, ni atractiva, ni divertida. Ni siquiera tengo el encanto suficiente para ser la heroína tensa que solo necesita soltarse de vez en cuando. Soy un personaje secundario. La amiga-madre que se encarga de todos en segundo plano, pero es irrelevante en el avance de la trama.

Me desvié del tema, volvamos al baile de graduación. Renner y Ollie planeaban recogernos a Kassie y a mí en su casa. Pedimos pizza y pasamos toda la noche en su habitación mientras nos preparábamos y teníamos fantasías sobre nuestras futuras citas dobles.

—Asegúrate de llevar mentas, seguro que te besa —dijo Kassie, dando toquecitos a mi nariz con polvo brillante translúcido.

Me iluminé al imaginar mi primer beso bajo las luces dispersas de la bola de disco.

—¿Eso crees?

—Oh, sí. Y él hace esta cosa con su lengua... —Y ahí estaba, otro recordatorio de que, de forma técnica, Renner había sido el primero de Kassie. Comentarios como esos me incomodaban, aunque ella no lo hiciera de modo intencional. Solo trataba de ayudarme, y la realidad es que mi inseguridad no era culpa de ella.

A pesar de percibirme de forma eterna en segundo lugar respecto a mi mejor amiga, me sentí bonita esa noche con mi minivestido satinado rosa floreciente. Kassie dijo que destacaba mis piernas. Mis mejillas estaban adoloridas de sonreír ante la anticipación, pero cuando Ollie llegó, estaba solo y con una expresión solemne. Mis ojos se llenaron de inmediato de lágrimas.

—J. T., ehhh..., canceló a último momento, dijo que olvidó unos planes previos que tenía —explicó Ollie apresurado antes de que Kassie me llevara adentro.

—Algo que debes saber sobre J. T. es que es un mujeriego. Escuché que está saliendo con una chica de vóley, Tessa, de Fairfax —me dijo Kassie, mientras secaba mi máscara de pestañas corrida con un montón de papel higiénico.

—¿Por qué no me lo dijiste? Si lo hubiera sabido, nunca habría aceptado ir con él —dije.

Ella soltó un aliento tembloroso y vacilante.

—Estabas tan feliz cuando te lo preguntó... No quería arruinar tu ilusión.

—Cielos, es un idiota, debería enfrentarlo —murmuré, con los puños apretados en mi regazo.

—No —dijo con tono firme y con los ojos abiertos—. ¿Sabes cuál es la mejor venganza? Pasar una noche fabulosa, bailar con todos sus amigos y olvidarte de él por completo. —Extendió la mano y me bajó del tocador.

Pero al contrario del consejo de Kassie, nunca olvidé lo que sucedió, ni tampoco lo perdoné.

Renner intentó disculparse el lunes siguiente en la primera hora.

—Sé que estás enojada.

—No lo estoy, solo decepcionada de que ni siquiera tuvieras el valor de decírmelo tú mismo. —Esperaba que revelara la verdad, que estaba interesado en alguien más, pero no lo hizo. No ofreció ni una sola explicación.

—Lo siento —dijo.

Mantuve la mirada fija en la pizarra, mientras deseaba que se diera la vuelta y nunca volviera a dirigirme la palabra.

—¿Vas a aceptar mis disculpas? —preguntó, mientras golpeaba sus dedos contra mi pupitre.

—En verdad, Renner, no te preocupes. Solo acepté ir contigo porque Kassie me obligó. —Por supuesto, era todo mentira, pero me había humillado. Había llorado todo el fin de semana en la cama en una neblina de polvo de Cheetos, pero jamás iba a dejar que él lo supiera. Gracias a mi papá aprendí que las decepciones son inevitables, y que enojarme cuando no aparecía, como en mi graduación de la escuela primaria, nunca modificó nada.

—Cielos —fue todo lo que dijo Renner con el ceño fruncido, para luego darse vuelta con enfado.

Bien merecido lo tenía. Con eso basta decir por qué no nos llevamos bien desde entonces.

Kassie, de manera distraída, da volumen a su espeso cabello hasta la cintura, algo que hace unas cuarenta veces por hora.

—Ya que estamos a solo un mes, creo que debemos instalar los puestos de venta de boletos para el baile de graduación a la hora del almuerzo —sugiere, sin darse cuenta de que ya lo he organizado, pero no digo nada. Se pone irritable cuando hago cosas sin consultar a nadie. «El comité de graduación es un esfuerzo de equipo, no una misión solitaria», le gusta decir.

Renner levanta una mano perezosa.

—Espera, espera, espera. ¿Decidimos si la cena está incluida?

Dejo escapar un suspiro exasperante, mientras aprieto mi lápiz mecánico, mientras veo que me robó uno de mis tres repuestos.

—No, la cena no está incluida, por décima vez. Lo sabrías si te hubieras molestado en aparecer en las dos últimas reuniones.

—No es mi culpa que sea la temporada de atletismo. Perdón por tener una vida, te lo recomiendo en verdad. —Me lanza una de sus miradas engreídas.

¿Realmente acaba de insinuar que no tengo vida? Es decir, no está del todo equivocado... tengo amigos, aunque no puedo pasar tiempo con ellos tan a menudo como me gustaría. Cuando no estoy sirviendo helado en Two Cows ’N’ a Cone u ocupada con mis estudios, en general estoy en mi hábitat natural, moviéndome por la pantalla de inicio de Netflix, incapaz de decidir entre To All the Boys 1, 2, y 3, para terminar en TikTok durante horas. Pero preferiría usar mis lentes de contacto durante una semana completa antes que admitir eso ante Renner.

—Mis más sinceras disculpas, entre hacer tu trabajo como presidente además del mío como vicepresidenta, se me olvidó conseguir una vida. Pero estaré encantada de tomar la tuya —contesto con una sonrisa.

Ollie, siempre el árbitro, agita su cuaderno como una bandera.

—¿Ya decidimos el tema?

Tomo esto como mi señal para sacar mi tableta, que contiene las diecisiete diapositivas del despliegue mágico del baile de graduación: es hora de sorprender a todos.

Según los procedimientos, Renner y yo debíamos proponer un tema de modo conjunto al director Proulx. Pero como Renner ha estado ocupado en vivir su vida de la mejor manera, seguí adelante sin él. Puede que suene a que soy una obsesiva del control, y tal vez lo sea, pero no puedo dejar el baile de graduación en manos de este autoproclamado hombre experimentado y su enfoque de mínimo esfuerzo en la vida.

Renner ahoga una risita en su codo cuando la pantalla del proyector se llena de vibrantes fotos de hitos icónicos.

Hago lo posible por ignorarlo, y me concentro en las caras algo reconfortantes de los demás.

—Imaginen esto, los invitados necesitan un pasaporte para ingresar al baile de graduación. Podremos viajar por todo el mundo en una noche mágica. En lugar de una cena donde todos están sentados, tendremos estaciones con todo tipo de aperitivos pequeños, comida china, mexicana, etíope, italiana. Y las posibilidades para la decoración son infinitas, pensé en recortes de cartón gigantes de todos los lugares más famosos, tiras de luces centelleantes, cortinas de tul brillante...

Quince minutos después, cuando mi presentación termina, todos aplauden por lo bajo, excepto Renner. Kassie está a segundos de quedarse dormida en el hombro de Ollie, mientras que Nori empezó a garabatear en su muñeca.

Renner hace girar mi lápiz como si fuera un bastón. Parece que está tratando de resolver una ecuación de álgebra compleja, la cual puede romper su pobre cerebrito. Sostenemos nuestras miradas por un momento perturbador antes de que simplemente diga:

—No.

Parpadeo.

—¿No?

Nori, Kassie y Ollie se acomodan en sus asientos, como si fueran espectadores en una pelea de UFC, y esperan ansiosos un baño de sangre.

Renner encoge los hombros y se inclina más hacia atrás en su silla. Casi está horizontal, mientras irradia una seria energía de absoluto patán.

—Creo que podemos hacer algo mejor que «Alrededor del mundo» —dice «alrededor del mundo» como si fuera algo gastado e infantil, como si ya lo hubiera escuchado todo antes. Y para rematar pone sus ojos en blanco por un instante; no se molesta en completar el giro completo.

—¿Y qué tiene de malo «Alrededor del mundo»? —pregunto, mientras mantengo mi tono sereno.

—¿Cómo se supone que vamos a elegir qué comida pedir? ¿Qué lugares? Soy polaco y alemán. Quiero pierogi y salchichas, si no tenemos me sentiría ofendido.

—Me encanta cuando los chicos blancos se desconciertan porque no todo es acerca de ellos —bromea Nori.

Renner asiente respetuosamente.

—Touché, pero mi punto sigue en pie.

—No dejaremos a nadie afuera —aseguro—. Haremos una encuesta a todos sobre sus antecedentes y...

Ollie levanta la mano.

—J. T. tiene un buen punto, Char. Es un poco... invasivo preguntarle a todos sus etnias...

—Es cierto —Kassie acuerda, pero de mala gana—. Me encanta la idea, pero creo que es un tema demasiado amplio. Pensemos en algo un poco más relajado y divertido.

Renner levanta una ceja en un silencioso «te lo dije», complacido de haber robado mi protagonismo. Es uno de sus pasatiempos favoritos, después de adorar su propia imagen y dejar a las personas a su espera en ocasiones especiales. Cruzo los brazos, molesta. Tienen un punto, pasé por alto el dato sobre la privacidad, pero no puedo evitar sentir que han descartado mi propuesta de modo prematuro sin considerar formas de llevarlo a cabo. Traidores.

—Entonces, ¿qué propone el señor presidente?

Se encoge de hombros.

—¿Qué tal...? —Mira al techo, como si la respuesta estuviera allí arriba—. ¿«Bajo el mar»?

Quiero desplomarme ante la idea. «Bajo el mar» significa algas marinas de mal gusto, máquinas de burbujas, anclas y... decoración de peces. ¿Para la noche más mágica de nuestra adolescencia? Alguien que me detenga.

—No, absolutamente no. Sobre mi cadáver.

Él sostiene mi mirada como un desafío.

—Votemos.

TRES

Dos semanas para el baile de graduación

 

 

 

Estás cordialmente invitado a...

 

BAJO EL MAR

Orgullosamente presentado por los estudiantes del último año de la escuela secundaria Maplewood

El día sábado 15 de junio

De 19:00 a 24:00 horas

Gimnasio A de la escuela secundaria Maplewood

 

Entradas:

$40 por persona

$75 por pareja

$50 en la puerta

 

* Consulta el calendario social de los estudiantes de último año a continuación:

3 al 7 de junio: exámenes

10 al 12 de junio: día de bromas, simposio para estudiantes del último año, y pintura de ladrillos

13 de junio: pijamada para estudiantes del último año

14 de junio: día de playa

15 de junio: noche de graduación

22 de junio: graduación

 

 

—El baile de graduación está condenado. —Me quejo de la caricatura de la ballena demente que sonríe en nuestras entradas recién plastificadas. Si alguien más hubiera propuesto «Alrededor del mundo», Renner lo habría aceptado, pero como fui yo, tuvo que descartar la idea.

En un vestido de tafetán particularmente espantoso finjo llorar. Desde el otro lado de la tienda, la vendedora con cejas tatuadas me frunce el ceño. Está molesta porque Nori, Kassie y yo estamos interrumpiendo el episodio de su reality show en su descanso para almorzar. Me siento junto a Nori en el banco fuera de los probadores.

—Este es mi mejor trabajo, es una obra maestra certificada. De verdad, estás arruinando mi onda con tu actitud. —Las pulseras doradas de Nori tintinean mientras sostiene la entrada al baile de graduación ante la luz, admirando su creación desde todos los ángulos. Su iPad siempre está listo para que pueda dibujar cada vez que llega la inspiración. Es increíblemente talentosa y capaz de hacer que una roca en la entrada de mi casa se vea interesante.

—El baile será increíble sin importar el tema —dice Kassie con voz severa, desde detrás de la cortina del cambiador.

—No con gigantescos tentáculos de medusa colgando del techo del gimnasio. —Siento escalofríos ante la idea—. ¿Sabías que las medusas ni siquiera tienen cerebro?

—Bueno, pero pueden clonarse a sí mismas. Nosotros, los humanos, con nuestros grandes e inútiles cerebros, no podemos hacer eso —señala Nori. Las cosas que aprendemos en Biología.

Aparte de los datos curiosos sobre medusas, todos, excepto yo, están emocionados con «Bajo el mar», incluso el perpetuamente hosco director Proulx.

Las últimas dos semanas solo se trataron sobre estudiar con intensidad para los exámenes y propuestas elaboradas para el baile de graduación. La más notable fue la de Ollie. Después de un flashmob coreografiado en el partido del viernes, el equipo de fútbol se quitó las camisetas, una por una, revelando letras pintadas de azul en sus pechos, deletreando de manera colectiva BAILE, ¿KASSIE? Era inevitable que Kassie y Ollie fueran juntos, al igual que es inevitable que ganen como rey y reina del baile, se casen (conmigo como dama de honor) y tengan bebés con caras de simetría perfecta que se criarán junto a mis hijos si se cumple mi plan para los próximos veinte años de casarme con un hombre de ojos amables y confiables, que se parezca de manera llamativa a Charles Melton.

—Char, te digo esto con cariño, pero tal vez deberías dejar que nosotros nos encarguemos —sugiere Kassie—. Sé que estás superestresada por los exámenes y…

—¿Dejar el baile de graduación? —Rasco de manera impulsiva mi cuello. La idea de no tener el control me provoca ronchas—. Estoy estresada por los exámenes de una manera muy normal, gracias.

Nori mira de forma comprensiva.

—Tiene un punto, has liderado cada evento este año. Como el carnaval del día de San Valentín, que estuviste corriendo todo el tiempo, estresada porque la máquina de algodón de azúcar estaba rota, y ni siquiera pudiste subir al carrusel.

Antes de que pueda señalar que el baile de graduación es EL EVENTO MÁS IMPORTANTE de todos, Kassie sale del vestidor con un vestido largo de lentejuelas rojas que parece su segunda piel. Las aberturas dramáticas a cada lado coquetean de manera peligrosa cerca de su hueso púbico. Ella sube a la pequeña tarima y se balancea de un lado a otro, canalizando el poder estelar de J.Lo.

—«Rojo roba novios» —dice Kassie en un falso acento británico—. Como lo llama mi mamá. ¿Hace que mis tetas parezcan grandes o no?

Nori finge proteger sus ojos.

—No sé acerca de tus tetas, pero ese color es ofensivo. Mis ojos lloran solo con mirarlo. —Su tono es un poco cortante, ella y Kassie son como enemigas y amigas de manera constante en el mejor de los casos. Soy el pegamento que las une de alguna manera y que hace funcionar nuestro improbable trío. A su favor, Nori es como un búmeran, siempre vuelve la conversación hacia ella. Como cuando terminó con su primera novia hace dos años y Kassie decidió que era un momento apropiado para quejarse de que Ollie no la había invitado a las vacaciones en Disney World con su familia.

A pesar de las tendencias vanas de Kassie, también conozco un lado muy diferente de ella. La Kassie que conocí en el campamento cuando teníamos nueve años, que me acogió cuando mi hogar era el último lugar donde quería estar. Me dio su banda para el cabello de lunares, ya que consideró que era el accesorio perfecto para mi atuendo estilo «Britney Spears retro». La Kassie que me recoge después de mis infernales turnos de verano en Two Cows ‘N’ a Cone para conducir sin rumbo mientras cantamos a todo pulmón canciones de amor. La Kassie que me da ropa de forma regular, con la excusa de que ya no le queda bien, aunque sé que no es cierto.

Kassie sabe que mi mamá tiene dos empleos: su desagradable trabajo diurno como asistente de farmacia y los turnos vespertinos como aspirante a novelista. No soy pobre en absoluto, pero a diferencia de la mayoría de mis compañeros, no puedo permitirme ropa y dispositivos electrónicos nuevos. Kassie sabe todo esto y nunca ha dicho una palabra al respecto a nadie; a veces siento que le debo algo por eso.

—El color es bonito —digo un poco a la defensiva, mientras miro a Kassie—. Podrías ir con un saco de arpillera y zapatos hechos con cajas de Kleenex, y aun así ganarías como reina del baile.

—No creo que sea el adecuado, no va con el tema —decide Kassie, mientras pasa una mano sobre el ajustado corsé.

—El tema —murmuro con amargura, siguiendo a Nori hacia el probador—. Renner arruina todo, es como esa mancha de salsa de tomate en mis zapatillas blancas que no desaparece, sin importar cuántas veces mi mamá las blanquee.

—Sé que ustedes se odian, pero por tu propia cordura, debes dejar de permitir que te afecte tanto. Solo lo incentivas —me advierte Kassie, como si fuera mi culpa que sea la perdición de mi existencia.

—Para que no olvidemos lo que hizo —grito por detrás de la de la cortina.

—Teníamos catorce años, y aún estábamos obsesionadas con Shawn Mendes. Necesitas perdonar el asunto y olvidarlo —dice, mientras me deslizo en un vestido morado de satén.

Para que conste, aún estoy obsesionada con Shawn Mendes, y también tengo la memoria de un delfín. Por lo que mi odio se extiende mucho más allá del incidente del baile.

 

Las transgresiones de J. T. Renner contra mi persona: la historia completa

 

- 9º grado: me dejó plantada en el baile de bienvenida.

- 9º grado: me llamó «lameculos» y «chupamedias».

- 9º grado: hizo un chiste obsceno durante mi presentación de biología.

- 10º grado: invitó a toda la clase de segundo año a su fiesta en el garaje excepto a mí.

- 10º grado: señaló en voz alta un error ortográfico en mi presentación de historia de la Guerra Civil.

- 11º grado: me acusó de tirarme un pedo potente en la fiesta de año nuevo de Lucy H.

- 11º grado: se burló de mí por ser la única chica que no recibió una flor y un mensaje el día de San Valentín en el salón de clases.

- 11º grado: se burló de mis habilidades de manejo en la clase de Educación Vial.

- 11º grado: me ganó de manera injusta en un debate de la clase de Derecho.

- 12º grado: todavía se jacta del debate de la clase de Derecho del año pasado.

- 12º grado: el trauma emocional de sus burlas me hizo fallar mi examen de manejo, dos veces.

- 12º grado: afirma haber superado mi puntuación en el examen SAT (sin evidencia que respalde la afirmación).

- 12º grado: LAS ELECCIONES DEL CONSEJO ESTUDIANTIL.

 

De todas las transgresiones de Renner, el consejo estudiantil fue la cereza del pastel. Había sido la representante del noveno, décimo y undécimo grado, y todo el cuerpo estudiantil de la escuela secundaria Maplewood sabía que la posición de presidenta era mía. Había trabajado de forma incansable durante los últimos tres años para esto.

Las actividades extracurriculares son clave para la escuela de posgrado, que necesitaré para ser consejera escolar. También son importantes para las becas, a las cuales apliqué durante toda la semana de vacaciones de primavera. De hecho, tengo una entrevista la próxima semana para una beca de $20 000 de la Fundación Katrina Zellars, una organización sin fines de lucro que financia a aspirantes a educadores. Mamá ha ahorrado todo lo que ha podido para mi fondo universitario, pero apenas es suficiente para cubrir un semestre.

En fin, estaba llena de endorfinas, con mi discurso de victoria ya practicado porque me presentaba sin oposición. Pero luego, dos días antes de la elección, Renner decidió lanzar su postulación sin previo aviso, a pesar de no tener experiencia alguna en el consejo estudiantil. Cuando lo confronté sobre por qué lo hacía, solo dijo: «Porque sabía que te molestaría, y pensé que sería divertido».

Divertido. Así es como Renner vive la vida. Incluso su biografía en sus redes sociales es «Amante de todo lo que es divertido».

A diferencia de mí, Renner no tenía una plataforma electoral oficial. Pasé incontables horas encorvada sobre mi computadora portátil, encuestando a mis compañeros, mientras desarrollaba una lista de objetivos en los que estaba apasionada, que incluían: mayor apoyo para diversos clubes, una nueva pastelería y una barra de ensaladas en la cafetería, e igualdad en los programas deportivos para chicas.

Mientras tanto, Renner con solo quince minutos de tonterías elocuentes no practicadas y canalizando el carisma sin esfuerzo de Obama, habló sobre el espíritu escolar colectivo y aseguró que todas las voces serían escuchadas.

Y porque a todos les encanta J. T. Renner, ganó la presidencia con el setenta y cinco por ciento de los votos.

Todavía no puedo hablar de esto sin llorar. La obsesión de Renner por arruinar mi vida me costó mi universidad soñada en la costa oeste. El asesor de admisiones nunca lo dijo de forma explícita, pero creo que quedó muy poco impresionado por mi estatus de vicepresidenta, no presidenta. La única ventaja es que ahora voy a ir a la universidad en la ciudad, con Nori.

Salgo del probador con el vestido morado, subo a la tarima con un gruñido poco elegante. Me siento como una novia en el programa «Vestido de novia» sin los doce acompañantes cercanos y queridos expresando diferentes grados de alegría y amargura ante mis próximas nupcias.

En verdad este vestido morado de satén real no le hace ningún favor a mi diminuto cuerpo. Mi pecho plano ocupa solo la mitad de las enormes tazas con forma grotesca, y parezco más una niña de cinco años jugando a disfrazarse con la ropa de su mamá que una adolescente a un año de la adultez.

Nori salta a la tarima junto a mí con un conjunto de dos piezas amarillo brillante de corte sirena, y frunce el ceño como una modelo de alta costura hambrienta en la Semana de la Moda de París.

—Solo tú puedes lucir un color así. Te ves increíble —le aseguro antes de que sus dudas se apoderen de ella.

La vendedora se acerca con un vestido verde esmeralda que estaba en la ventana, colgándolo sobre sus brazos.

—¿Aún quieres probarte esto, querida? —le pregunta a Nori.

Nori parpadea y, confundida, me señala.

—Bueno, mi amiga es la que quería probarlo.

Los ojos de halcón de la vendedora se vuelven hacia mí, seguro juzgando mi sorprendente parecido con Barney en este atuendo morado.

—Oh, claro. —Aturdida y avergonzada, se mete rápido en mi probador y cuelga el vestido esmeralda.

Nori me lanza una mirada divertida, no es la primera vez que la gente nos confunde, aunque no nos parecemos en nada. Nori es coreana, alta y pálida, con el pelo teñido de unicornio que roza sus hombros. Y yo soy mitad china, mitad blanca, con pelo largo y oscuro. No es que Maplewood no sea diverso (más o menos), pero siempre hay alguna persona extraña que nos mira, o chicos que hacen estúpidos chistes sobre cómo los asiáticos son buenos en matemáticas. Parece que, por el simple hecho de ser asiático, tu lugar en la lista de honor está garantizado.

Una vez que vuelvo a aparecer con el vestido verde, Kassie rodea la tarima para grabarlo en video. Nori asiente de forma vigorosa en el espejo, dando su aprobación mientras giro para inspeccionar mi perfil lateral.

De forma curiosa, el escote halter en verdad alarga mi torso y mis piernas cortas.

—Creo que tengo los tacones perfectos para hacer juego —digo. El mes pasado encontré unos tacones nude ortopédicos, con plantillas especialmente acolchadas, para la graduación.

Kassie da vuelta sus ojos.

—Espero que no sean esos tacones de anciana a los que te refieres.

Gimo, y finjo estar indignada. Pasé semanas navegando las profundidades de internet en busca de ellos.

—No son zapatos de anciana, son funcionales. Un soporte de arco óptimo es importante, y solo necesito acostumbrarme a ellos.

Descargo de responsabilidad: los zapatos de tacón alto y yo tenemos una historia problemática. La primera vez que usé tacones en un baile de la escuela secundaria, el tacón izquierdo se atascó en el césped delantero y caí de frente contra un lecho de rosas espinosas. Avancemos rápidamente hasta el evento de primavera del décimo grado: los ambiciosos tacones de aguja rojos que pedí en una compra electrónica resultaron ser zapatos de desnudista (no juzgo el trabajo de nadie). Parecía Bambi en zancos, sobresaliendo sobre mi cita de cinco pies de altura, Jamie Nemi.

Si pudiera hacer una cosa en esta vida, sería hacer justicia por las ojotas; tienen una mala reputación por ser ordinarias, pero son funcionales como ningún otro calzado. Para mi poca fortuna, dudo que pueda revolucionar el mundo del calzado antes del baile de graduación, así que me he resignado a los tacones geriátricos.

Nori estira la cola detrás de mí.

—Olvídate de esos zapatos feos. Este vestido lo es todo, y si no lo compras ahora mismo, yo lo compro por ti. Fin de la historia.

—Tienes cinco minutos para decidir o llegaremos tarde a clase —advierte Kassie. Saca un tubo de brillo labial brillante de su bolso y lo aplica de forma generosa, mientras marca sus labios en el espejo.

Miro mi reflejo y sostengo mi cabello de la manera que siempre imaginé, un suave y romántico peinado bajo. Me acuerdo de lo segura que me sentía cuando me arreglé para el baile de primer año en el espejo de la habitación de Kassie, repleta de laca para el cabello. Aunque estoy decidida a que el baile de graduación tenga un mejor resultado, es real que estoy por gastar la mitad de mis ahorros en una noche, así que debo lucir increíble.

—Bien, esto es todo. ¡Le digo sí al vestido!

Nori chilla y aplaude.

—¿Ves? El baile de graduación va a ser perfecto, con o sin pescado.

Hago un ruido.

—Cielos, nunca vuelvas a poner pescado y baile de graduación en la misma oración. —Kassie niega con la cabeza como una madre disgustada con cinco hijos que pelean en la parte trasera de una minivan—. Por favor, solo no le arranques la cabeza a J. T. en el baile de graduación, déjanos tener una última noche en paz, ¿de acuerdo?

—Puedo hacer eso —acepto—. Siempre y cuando se siente en el extremo opuesto de la limusina, lejos de mí.

CUATRO

Cuatro días para el baile de graduación

Clay Díaz pasa por al lado de mi mesa del almuerzo.

¿Conoces esas típicas escenas de películas de adolescentes en las que el chico sexy de la escuela se pasea de manera lenta por el pasillo? Ese es él en este momento con Watermelon Sugar de Harry Styles de fondo. Sus cinco pies y diez pulgadas de cuerpo de corredor de campo se iluminan por el divino haz de luz blanca que entra por la ventana de la cafetería. Su pelo oscuro y desordenado se agita ante la brisa inexistente, como un actor azotado por el viento en un comercial de coches de lujo.

Aprieto mi bandeja de almuerzo mientras la distancia entre nosotros se acorta, y de repente me cuestiono todas las decisiones de vida. ¿Mi peinado hace que mi cabeza parezca gigantesca? Renner dijo una vez que mi cabeza es «enorme», y desde entonces, tengo la paranoia de que llevar el pelo recogido resalta su tamaño. ¿Acaso muerdo mi sándwich de Subway de manera sugerente? ¿Qué diablos hago con mis manos? ¿Puede oír mi corazón latiendo?

Por lo general, los chicos no me dejan en estado catatónico, pero, por otro lado, ningún otro chico en esta secundaria tiene la inteligencia aguda de Clay, sus ojos color café llenos de espíritu, su mandíbula bien definida y su único hoyuelo del lado izquierdo.

Mientras pasa por mi lado en el estrecho espacio entre las mesas de la cafetería, hago una extraña inclinación con mi cabeza, formal y lenta, como si fuera de la realeza británica o algo así. Sus labios se curvan en una sonrisa que casi me catapultaría al cielo.

—Hola, Canadá —dice. Me ha llamado Canadá desde febrero, por nuestra última conferencia de Naciones Unidas.

—Oh, hola, Clay… digo, Turquía… —Para cuando recuerdo cómo hablar, y mucho menos qué país representaba, Clay ya se ha dirigido directo a su mesa habitual con los chicos de las Naciones Unidas y el club de debate, la mayoría de los cuales seguro llegarán a dirigir el país.

Así es como siempre sucede, desde que me uní al Modelo de Naciones Unidas en primer año apenas hemos hablado más de dos oraciones. Para ser justa, Clay ha intentado entablar algunas conversaciones de vez en cuando, pero como soy demasiado torpe para dar respuestas de más de una palabra, el intercambio muere casi al instante. Una vez incluso se sentó a mi lado en el autobús hacia una conferencia y olvidé cómo respirar. También me puse nerviosa, y no tuve más remedio que ocultarme bajo un grueso abrigo de lana. Fue un día raro para mí, para ser amable.

¿Por qué soy así? Ojalá tuviera la confianza natural de Kassie con los chicos.

Kassie aparta la mirada de su teléfono y me sonríe de manera socarrona.

—¿Vienes esta noche? —pregunto mientras muerdo mi sándwich. Nori y Kassie habían planeado venir a celebrar el final de los exámenes y mi entrevista para la beca (programada para después de la escuela hoy), pero Nori se echó atrás porque su tía rica misteriosamente está en la ciudad. En secreto, me alegra que solo seamos Kassie y yo; en el último tiempo rara vez hacemos cosas solas.

Kassie me mira de manera dubitativa, distraída de modo parcial por la mesa ruidosa de los alumnos de segundo año junto a nosotros.

—Cielos... Ollie me pidió que grabara su práctica de fútbol para su entrenador universitario.

¿Cómo podía saber que esto sucedería?

—No te preocupes —digo rápido, mientras fuerzo una sonrisa conciliadora.

¿Qué más puedo decir? No puedo obligar a mi mejor amiga a pasar tiempo conmigo. Me duele perder tiempo juntas, en especial porque estaremos separadas por ochocientas millas en solo tres meses. Kassie seguirá a Ollie a Chicago, donde consiguió una beca completa de fútbol americano. Se tomará un año sabático, lo cual es probable que sea lo mejor. Hace tres días, todavía estaba indecisa entre especializarse en criminología o negocios. Aunque, si somos honestas, el verdadero sueño de Kassie es convertirse en una wag adinerada (esposa y/o novia de un atleta profesional), lo cual respeto, porque esa vida no es para corazones débiles.

—Eres la mejor. —Kassie me lanza un beso, antes de volver la nariz hacia el último batido de Nori.

—¿Qué demonios estás bebiendo? Parece barro.

Nori se toma la mitad tan rápido como es humanamente posible, con la nariz tapada.

—Es jugo de zanahoria, col rizada, arándanos, una dosis de polvo de proteína vegetal y una buena dosis de lágrimas masculinas —dice con indiferencia.

Kassie hace un gesto con la mano como si estuviera atrapando algo.

—Suena perfecto para mí. Dame.

Nori le entrega la taza de su batido y se vuelve hacia mí.

—Ah, por cierto, el resto del depósito para la limusina vence en unos días. ¿Crees que tendrás una cita para entonces?