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Inglaterra, finales del siglo XVIII. Las hermanas Bennet son cinco muchachas casaderas cuya existencia se revoluciona con la llegada del atractivo y rico Charles Bengley y de su amigo Darcy. Será este último personaje quien se lleve los desplantes de Elisabeth Bennet, una joven sencilla pero de fuerte temperamento, por su exacerbado orgullo. Pero, poco a poco, se irán conociendo y la actitud de ambos se relajará hasta que se empiecen a sentir irremediablemente atraídos el uno por el otro. A ellos y sus encuentros les acompañan toda una galería de personajes y toda una serie de malentendidos y situaciones cómicas y dramáticas. Una adaptación de la novela de Jane Austen que mantiene lo acertado de los retratos de los personajes, así como la crítica a la rigidez social de la época en que fue escrita.
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Seitenzahl: 179
Veröffentlichungsjahr: 2017
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Introducción
Orgullo y prejuicio
Capítulo I: Una familia con cinco hijas
Capítulo II: Nuevos vecinos
Capítulo III: Buenas maneras
Capítulo IV: Una estratagema desafortunada
Capítulo V: La mujer completa
Capítulo VI: Un huésped no deseado
Capítulo VII: Un oficial del regimiento
Capítulo VIII: Baile en Netherfield
Capítulo IX: Cuando una señora dice no
Capítulo X: Cambio de planes
Capítulo XI: Viajar para olvidar
Capítulo XII: El hogar de Charlotte
Capítulo XIII: Encuentro inesperado
Capítulo XIV: Polos opuestos
Capítulo XV: Falsas impresiones
Capítulo XVI: Vuelta a casa
Capítulo XVII: La mansión de Pemberley
Capítulo XVIII: La escapada
Capítulo XIX: Un generoso benefactor
Capítulo XX: Deferencia no es indiferencia
Capítulo XXI: Una dama muy particular
Capítulo XXII: Orgullo y prejuicio superados
Apéndice
Créditos
Gran Bretaña durante la época georgiana
Jane Austen vivió de 1775 a 1817, en la época que se ha llamado georgiana porque abarca los cuatro reinados de los reyes llamados Jorge de la dinastía alemana Hannover; en concreto, en los años que nos interesan reina Jorge III, desde 1760 a 1820, e incluye un período de regencia de su hijo, el futuro Jorge IV, desde 1811 hasta su muerte, debido al agravamiento de su enfermedad: la porfiria, una variante de la locura.
La época de Jane Austen es un tiempo convulso, en el que se producen grandes cambios en todos los sentidos. Europa inicia el siglo XVIII con un sistema de monarquía absoluta, el Antiguo Régimen, y un movimiento cultural y filosófico, que es la Ilustración. Desde mediados del siglo, todos los Gobiernos emprenden reformas políticas, económicas, educativas, etcétera, con el fin de modernizar sus países y mejorar la vida de la gente, sin disminuir el poder real, a esto se le ha llamado despotismo ilustrado y su lema era: «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo». Estas reformas se sustentan en la revolución agraria y en la Revolución Industrial.
En el campo, la forma de explotar la tierra se transforma con el uso del arado de hierro y nuevas máquinas, como la trilladora o la sembradora, con la rotación de los cultivos, con abonos y fertilizantes y con el favorecimiento de grandes plantaciones o haciendas. Además, los granjeros empiezan a experimentar nuevos cruces de razas en los animales —cerdos, vacas, ovejas—, para que den mejor carne y leche. Con todo esto se aumenta la producción, se abaratan los precios y decrece el hambre, duplicándose la población, gracias también a que desaparecen las epidemias al mejorar las condiciones higiénicas y la atención sanitaria; así, el descubrimiento de la vacuna de la viruela en 1796, por Edward Jenner, abrirá el camino al avance de la medicina en el siglo XIX.
Por otro lado, si hasta ahora no se podía hablar de industria, sino de artesanía, porque no existían fábricas, ni producción en cadena, sino talleres familiares, cuyas rudimentarias máquinas funcionaban a mano o con la ayuda de animales, van a darse varios factores que llevan a la Revolución Industrial y la hacen triunfar en Inglaterra:
1. Avances tecnológicos: en 1764, el ingeniero James Watt idea la máquina de vapor. En 1767, James Hargreaves inventa una máquina para hilar algodón. En 1785, Edmund Cartwright crea el telar mecánico, que funciona mediante una máquina de vapor y que multiplica la calidad y la cantidad de la producción textil, sector clave en la Revolución Industrial.
2. Abundancia de recursos: carbón y hierro, que serán el combustible y la materia prima de la nueva maquinaria, como también de la industria armamentística.
3. Aparición de dos nuevas clases sociales: a) La burguesía, que poniendo en práctica las ideas liberales de Adam Smith, publicadas en su libro La riqueza de las naciones (1776), sienta las bases para lo que habría de ser el sistema capitalista, es decir, la inversión en la creación de fábricas, la producción en gran escala y la acumulación de dinero, que se vuelve a invertir. b) El proletariado, que llega a la ciudad procedente en gran parte del campo, que busca mejores condiciones de vida, pero se va a convertir en mano de obra explotada con horarios de sol a sol y salarios miserables; con lo que se iniciará el movimiento de la lucha obrera, que ya se manifiesta entre 1812 y 1817.
4. Posibilidad de extender el comercio a todo el mundo: Gran Bretaña llegará a ser una gran potencia naval y comercial, pues además de sus colonias en la India y Norteamérica, los viajes del capitán Cook amplían su imperio por todos los mares del globo. Y a la vez que venden, también la metrópoli se ve inundada por productos que vienen tanto de África como de las Indias orientales y occidentales. El éxito de Gran Bretaña, con la expansión de la iniciativa privada y el comercio exterior e interior, será el ejemplo a seguir en toda Europa.
Otro aspecto que marca la historia del reinado de Jorge III son las guerras contra Napoleón Bonaparte, que duran desde 1793 a 1815, y ahí Gran Bretaña cosecha otro gran éxito. Para conocer las causas que las originaron hay que citar la Revolución Francesa, que se produjo en 1789 contra el absolutismo de Luis XVI y la bancarrota del Estado. El pueblo se levanta y da la vuelta al lema del despotismo ilustrado, consiguiendo que el gobierno sea del pueblo para el pueblo. Napoleón, hábil político e inteligente general, intentará convertir Francia en el imperio que domine Europa, coronándose él mismo emperador en 1804. Pero el resto de naciones se coaligan contra él, para impedir que las ideas revolucionarias entren en sus países, y aunque obtuvo resonantes victorias, sus derrotas fueron decisivas. Gran Bretaña fue su peor enemigo, venciéndole, entre otras, en la batalla de Trafalgar, en las aguas de la bahía de Cádiz, en 1805, en la que murió el almirante británico Nelson, y la definitiva, Waterloo, en tierras de Bélgica, en 1815, por el duque de Wellington. Estos dos militares se convirtieron en héroes nacionales y la defensa de la patria frente al extranjero fue uno de los elementos clave para que surgiera el espíritu nacionalista, que, junto a la libertad propugnada por la Revolución Francesa, serían ingredientes fundamentales del Romanticismo, movimiento que sustituyó a la Ilustración.
Para terminar con la época de Jorge III hemos de añadir un dato negativo, y es que durante su reinado las trece colonias que tenían en Norteamérica se sublevaron, al negarse a pagar los impuestos que les exigía la metrópoli. En 1773 se produjo el conocido como «Motín del té» (Boston Tea Party) en el puerto de Boston y en 1775 se inició la guerra de la Independencia, proclamándose esta el 4 de julio de 1776 por el Congreso de Filadelfia. Gran Bretaña no la reconocería hasta 1783 y en 1789 los Estados Unidos de América eligieron a su primer presidente, George Washington.
Con todo, Gran Bretaña se iba a convertir en la gran potencia que lideraría el mundo en el siglo XIX, en especial durante el reinado de la reina Victoria.
La novela inglesa durante el sigloXVIII
Puede decirse que la novela surge en Gran Bretaña en el siglo XVIII de la mano de Daniel Defoe, con Robinson Crusoe (1719), y de Jonathan Swift con Los viajes de Gulliver (1726). Esta época es considerada la Era Augusta o Edad de Oro de las letras inglesas. En la línea realista, propia del siglo de la razón, la obra que destaca es Tom Jones, de Henry Fielding (1749), que se encuadra en el género picaresco y es una de las mejores novelas de la literatura británica por su retrato de la sociedad de su tiempo y por el estudio psicológico del personaje. Ninguna otra merece especial mención hasta que en 1764 Horace Walpole inaugura la novela gótica o de terror con El castillo de Otranto, con lo que se da inicio al prerromanticismo, que culminará con Walter Scott y su creación de la novela histórica en 1820 con Ivanhoe.
Jane Austen entronca con la tradición literaria anterior al Romanticismo, aunque como buena lectora conocía tanto la novela gótica como a los llamados «poetas de los Lagos», en la zona de Cumberland, Lancashire y Westmorland, al noroeste de Inglaterra: William Wordsworth (1770-1850) y Samuel T. Coleridge (1772-1834), que se fueron a vivir allí y pusieron de moda los paisajes lejanos e idílicos, continuando con el espíritu de Jean-Jacques Rousseau y su teoría del buen salvaje, expuesta en su Emilio o Tratado de la educación (1762). Todos ellos, incluido Defoe, coinciden en oponer a la refinada sociedad de la Ilustración la sencillez del mundo rural, o incluso indígena, no corrompido por la civilización. Esta oposición es un viejo tópico literario, desde que el poeta latino Horacio defendiera en sus Odas (siglo I a. C.) el alejamiento en la naturaleza (Beatus ille), y ha perdurado hasta nuestros días; de hecho, el ideal de vida en el siglo XIX era el campestre, con una finca y una gran mansión. Este es también el mundo en que Jane Austen ambienta la obra que vamos a leer: Orgullo y prejuicio.
La educación de la mujer
Pensaba Rousseau que los males de la época se originaban en la sociedad y la manera de erradicarlos era mediante una educación basada en la razón, idea propia del Siglo de las Luces. Pero la educación, entonces, era muy deficiente: los niños se educaban en casa, con una institutriz o un tutor, si eran ricos, y en las escuelas dominicales, los pobres. A las niñas no se las tenía en cuenta, pues su única función era ser preparadas para desempeñar su papel de esposas y madres, obedeciendo al marido y atendiendo los asuntos domésticos. Para las niñas de buena posición se fomentaban una serie de talentos o habilidades, tales como bordar, tocar el piano y cantar, saberse expresar y, a lo sumo, idiomas modernos; existían escuelas para señoritas, pero la educación en ellas impartida era ínfima.
Este es uno de los temas clave de la novela de Jane Austen y por esto algunos críticos la incluyen entre las seguidoras de Mary Wollstonecraft (1759-1797), autora del primer documento feminista: Una reivindicación de los derechos de las mujeres; pero en realidad no puede considerársela como una feminista en el sentido actual del término. Jane Austen es simplemente una mujer que se da cuenta del problema y que se atreve a decir que no está de acuerdo con la función que la sociedad de su tiempo asigna a la mujer. En sus obras presenta a mujeres inconformistas, que se rebelan contra ser objetos de adorno de salón, limitar su papel al hogar o casarse por conveniencia, y este es otro de los temas principales de la novela, el matrimonio, la decisión más importante que una mujer debía tomar en su vida. La mujer no necesitaba conocer a su marido antes de casarse y la única preocupación de este era que le diera un hijo varón y que no lo dejara en ridículo ante su círculo social. Fuera de eso, cada uno podía vivir su vida; no en vano el adulterio se convertiría en uno de los temas principales de la novela del siglo XIX. La propia Jane Austen se queja en una carta de 1796 del ambiente de perversión y amoralidad que la rodeaba. Ella aboga para la mujer por una educación en igualdad con el hombre, en la que tuvieran cabida las cualidades que en Orgullo y prejuicio se aplican a la mujer completa, pero también —como apunta el personaje masculino principal, Darcy— que esta sea inteligente y culta, pues la falta de sensatez —añade el padre de la protagonista, Elizabeth— conlleva un gran riesgo para el desarrollo personal y para la convivencia conyugal.
La situación del hombre no era mucho mejor, a no ser que hubiera heredado una fortuna o se dedicara a una profesión bien remunerada, pues estaba obligado a buscar una esposa rica para sobrevivir. Y esto también lo veremos en la novela que nos ocupa.
Además de la educación que se recibe, el ejemplo que da la familia es muy importante y objeto de interés por parte de la autora. Así los padres Bennet no se caracterizan por ser modelos de conducta para sus cinco hijas. La madre es una mujer materialista, exclusivamente preocupada por la ostentación y el qué dirán de la gente, de ahí su obsesión por buscar buenos partidos para sus hijas. El padre es un hombre apático e indiferente a todo lo que tenga que ver con la familia. La vida les dará su lección.
Desde el punto de vista de la recepción de la obra, público indiscutible de la novela de esta época es la mujer, que se ha incorporado como lectora, y para ella se escriben muchas novelas, conteniendo instrucciones morales y normas de comportamiento. La lectura de novelas se hace pasatiempo de la clase media emergente, con protagonistas femeninas bien caracterizadas. Y con ellas aparece una pléyade de escritoras: además de Jane Austen, Charlotte y Emily Brontë, George Elliot. Todavía no se atreven a firmar con sus verdaderos nombres o los esconden bajo seudónimos, pero ya están llamando la atención para que se les reconozca su valía.
Esta edición
Como es norma en esta colección, la obra que aquí presentamos es una traducción y adaptación del original inglés. Hemos simplificado los capítulos, eliminando las partes menos significativas, pero ni el argumento ni la intención de la autora han sido alterados en su esencia.
Una familia con cinco hijas
Es una verdad universalmente reconocida que un hombre soltero en posesión de una buena fortuna ha de buscar esposa. Cuando un hombre así se instala en un vecindario, en las mentes de las familias cercanas pasa a ser considerado como una propiedad de alguna de sus hijas.
—Mi querido señor Bennet —le dijo cierto día su esposa—, ¿te has enterado de que Netherfield Park por fin se ha alquilado? Me lo ha dicho la señora Long que ha estado aquí hace un rato. ¿No quieres saber quién lo ha alquilado?
—Ya veo que me lo quieres decir y yo no tengo inconveniente en saberlo.
—¡Oh, querido! Tienes que saberlo. Se trata de un joven de gran fortuna que procede del norte de Inglaterra. Llegó el lunes en una silla de posta para ver el lugar y tanto le gustó que inmediatamente decidió quedárselo. Él se trasladará para san Miguel, pero algunos de sus criados llegarán al final de la semana próxima.
—¿Cómo se llama?
—Bingley.
—¿Está casado o soltero?
—¡Soltero, por supuesto, querido! Es un hombre soltero con una renta de cuatro o cinco mil libras1 al año. ¡Qué estupenda noticia para nuestras hijas!
—¿Y eso en qué les puede a ellas afectar?
—¡Mi querido señor Bennet! —replicó su esposa—. ¿Cómo puedes ser tan torpe? Te puedes imaginar que pienso casarlo con una de ellas.
—Pero ¿viene él con esa intención?
—¿Intención? ¡Qué bobada! Es muy probable que se enamore de una de ellas. Así que has de hacerle una visita en cuanto llegue.
—No veo con qué motivo. Ve tú con las niñas o, mejor, mándalas a ellas solas, porque tú todavía eres tan hermosa como cualquiera de ellas y podría ser que el señor Bingley te escogiera a ti de entre todas.
—¡Oh, querido! Me halagas. Es cierto que todavía conservo parte de mi belleza, pero cuando una madre tiene cinco hijas mocitas debe dejar de pensar en ella misma. Y tú también debes tener en consideración a tus hijas. Solo piensa en el buen partido que podría ser para una de ellas. Sir William y lady Lucas irán a visitarlo y tú debes ir también; de lo contrario, no podremos nosotras hacerlo si tú no cumples primero con él.
—¡Qué melindrosa eres! Me atrevería a decir que él estará encantado de veros. Y yo le escribiré unas líneas para asegurarle que estoy dispuesto a darle mi consentimiento si elige a una de ellas, incluso le recomendaré a mi pequeña Lizzy.
—Prefiero que no hagas tal cosa. Lizzy no es mejor que sus hermanas, ni la mitad de hermosa que Jane, ni la mitad de alegre que Lydia; pero siempre ha sido tu preferida.
—En ninguna hay mucho que recomendar —respondió él—. Son tan tontas como la mayoría de las chicas de su edad; pero Lizzy tiene un genio más vivo que sus hermanas.
—¡Señor Bennet, cómo puedes despreciar así a tus hijas! Gozas con hacerme sufrir. No tienes compasión de mis pobres nervios.
—En absoluto, querida. Tengo un gran respeto por tus nervios. Son viejos amigos míos. Llevo oyéndote hablar de ellos veinte años al menos. Estoy seguro de que los podrás controlar y vivirás para ver establecerse aquí a muchos jóvenes de buenas rentas.
El señor Bennet tenía una rara mezcla de humor sarcástico, ironía, reserva y capricho, cuyo carácter no había sido capaz de comprender su esposa en veinticuatro años de convivencia. Ella no tenía un temperamento tan complicado. Era una mujer variable, de cortas luces y escasa formación. Cuando algo la contrariaba, aludía de inmediato a sus nervios. El principal objetivo de su vida era casar a sus cinco hijas, y su distracción, las visitas y el cotilleo. Si alguna vez hubo felicidad en el matrimonio, con los años el cariño había desaparecido, quedando relegado a una rutina conyugal, que él recreaba con los libros de su biblioteca.
El señor Bennet fue uno de los primeros en visitar al nuevo vecino. Desde el principio tuvo la intención de hacerlo, aunque le había asegurado a su esposa que no lo haría y ella no se enteró hasta después de haber ido, y fue de esta manera.
—Bueno, mamá —le dijo Elizabeth sin saber que su padre ya lo había hecho—, lo veremos en las reuniones. La señora Long ha prometido presentárnoslo.
—No creo que lo haga teniendo dos sobrinas. Es una mujer egoísta e hipócrita.
—¿Cuándo será el próximo baile, Lizzy? —le preguntó Kitty.
—Dentro de quince días.
—¡Eso! Y la señora Long no volverá hasta el día de antes. Así que mal nos lo va a presentar, si ella misma no lo conocerá.
—Entonces, querida, podrás ser tú quien se lo presente a ella —apuntó el padre—. Y si tú no lo haces, lo haré yo mismo. ¿Tú qué dices, Mary? Porque tú eres una jovencita muy reflexiva, a la que le gusta leer libros. —Y como Mary se quedó pensativa, él continuó—: En fin, volviendo al señor Bingley.
—Ya me estoy cansando de oír hablar del señor Bingley —gritó la esposa.
—¡Vaya! Siento que lo digas ahora. De haberlo sabido antes, no hubiera ido a verlo esta mañana. Mala suerte, porque tendremos que recibirlo cuando venga a devolvernos la visita.
El asombro de su mujer e hijas fue exactamente como él había imaginado. Cuando el general regocijo se calmó, la madre opinó:
—¡Qué bueno eres, querido! Ya sabía yo que al final te convencería, pues estoy segura de que quieres a las niñas demasiado como para despreciar una amistad como esta. ¡Qué contenta estoy!
Y el señor Bennet salió de la habitación, huyendo de los arrebatos de su mujer.
—¡Qué buen padre tenéis, niñas! —exclamó la madre—. No sé cómo podréis pagarle alguna vez sus ternuras; y a mí las mías, que no se diga. A nuestra edad no resulta agradable hacer nuevas amistades, pero por vosotras haremos lo que sea necesario.
Por más que la madre y las cinco hijas insistieron, no consiguieron que el padre les hiciera una descripción satisfactoria del señor Bingley. Lo intentaron con preguntas directas e indirectas, pero él eludió el tema. Al final, tuvieron que aceptar los datos de segunda mano que les dio su vecina la señora Lucas. Su información fue muy favorable. Su marido había vuelto encantado. Se trataba de un joven apuesto y extremadamente cortés, y para colmo había dicho que vendría al baile con un buen número de amigos. Nada podía ser mejor. Así que muchas esperanzas se pusieron en él.
—Si puedo ver a una de mis hijas establecida en Netherfield —decía la señora Bennet a su marido— y a las otras igualmente bien casadas, se habrán cumplido todos mis deseos.
A los pocos días, el señor Bingley visitó al señor Bennet y estuvo con él diez minutos en la biblioteca. Quería conocer a sus hijas, de cuya belleza había oído hablar mucho, pero solo vio al padre. Las chicas fueron más afortunadas, pues pudieron verle a él desde una ventana superior. Tras esto, se le envió una invitación a comer, y ya estaba la señora Bennet planeando los platos que iba a preparar cuando recibieron una nota suya pidiéndoles que aplazaran aquel honor, debido a que tenía que marchar a Londres al día siguiente. La señora Bennet se quedó desconcertada, pues acababa de llegar a Hertfordshire, y empezó a temerse que estaría saltando de aquí para allá, sin fijar su residencia en Netherfield como debía ser. La señora Lucas la tranquilizó, apuntando la idea de que quizá había ido a Londres para traer a sus amigos para el baile. En efecto, llegó la noticia de que el señor Bingley había vuelto acompañado de doce damas, número que a las chicas les pareció excesivo, pero se calmaron cuando comprobaron que solo eran cinco personas: el propio señor Bingley, dos hermanas suyas, el marido de la mayor y un amigo. Y esos fueron exactamente los que acudieron al baile del pueblo.
1 Libra:moneda oficial de Gran Bretaña. Su valor es variable.
