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¡Casada con su enemigo! El aristócrata inglés Lucas Hunt guardaba un amargo rencor hacia la familia de la hermosa Emily Stapely… ¡y ella iba a ser el peón en el juego de su despiadada venganza! Tiempo atrás, Emily había anhelado atraer la atención de Lucas; había jugado con fuego y solo había conseguido descubrir el lado oscuro del deseo del inglés. Desde entonces, juró odiarlo. Sin embargo, Luke estaba decidido a ser su marido, y ella no podría escapar de la trampa que le había tendido. Como tampoco podría negar que, aunque Luke era su peor enemigo, despertaba en ella una pasión irresistible.
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Seitenzahl: 195
Veröffentlichungsjahr: 2015
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 1995 Kim Lawrence
© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Oscura venganza, n.º 2580 - octubre 2015
Título original: Passionate Retribution
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Publicada en español en 1997
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-7286-8
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Si te ha gustado este libro…
UNA figura oscura salió en silencio de detrás de unos arbustos y Emily soltó un grito de alarma. Cuando la luz de la luna reveló los rasgos del intruso, hizo una mueca de sorpresa que fue reemplazada de inmediato por otra de irritación.
–¿Es necesario que aparezcas así? Casi me da un infarto –frunció el ceño–. Creía que estabas en Las Bahamas –añadió con aire crítico–. ¿Qué haces aquí?
–Sabía que te alegrarías de verme –murmuró una voz grave y profunda–. ¿Cuánto tiempo ha pasado? –sonrió con ironía–. Y no eran Las Bahamas, sino las Seychelles –corrigió.
–Un lugar cálido, de todos modos –asintió ella.
–Hablando de calor, pequeña, ¿qué haces escondida en el invernadero? –mientras hablaba, se aflojó la corbata y tomó una uva de la parra que colgaba sobre su cabeza.
Emily apretó los labios molesta. Había utilizado aquella palabra con sorna. Luke siempre había aprovechado el hecho de ser doce años mayor que ella y, de niña, aquella palabra siempre la había puesto rabiosa. Estaba segura de que había sido algo calculado; casi todo lo que hacía Luke lo era y su humor malicioso se complacía en burlarse de la familia de ella.
–Buscaba algo de intimidad –repuso, decidida a que ni siquiera él pudiera estropearle la euforia de aquel día.
–Es una fiesta increíblemente aburrida –musitó él, comprensivo–. No aprietes los dientes así; es malo para el esmalte –le aconsejó.
–Si es tan aburrida, no sé por qué te has molestado en venir –repuso ella–. Nadie te ha invitado.
–¿Cómo? ¿Y perderme una ocasión así? ¿El compromiso de mi Stapely favorita? Era una obligación.
Emily hizo una mueca de desprecio.
–Tú no sabes lo que son obligaciones. En cuanto a lo de ser tu favorita… –la opinión que tenía él de su familia no le daba muchos motivos para considerar aquello como un cumplido.
–Admito que no tienes mucha competencia. Con Charlotte me duermo si tengo que pasar más de dos minutos y tu hermano posee el encanto y el ingenio de un pollino. Y lo peor es que se empeña en parecer listo.
–Mi hermana… –empezó a decir ella con ojos brillantes.
Se detuvo. La verdad es que no podía dejar de mostrarse de acuerdo con la opinión de él sobre su hermano; su pomposidad le hacía casi imposible mostrarse amable con él. Por fortuna, se veían poco, pero se sentía muy protectora hacia su hermana. Charlotte podía no ser una gigante intelectual, pero era más interesante de lo que sugería el comentario condenatorio de Luke.
–Es increíblemente boba.
–Tú te muestras tan desagradable con ella que sospecha significados siniestros y ocultos en todo lo que dices.
–¿Y no produzco el mismo efecto en ti?
–Yo sé que todo lo que dices oculta un significado siniestro –repuso ella con franqueza–. Y si has venido aquí a estropearme la noche, te advierto que si sales con alguno de tus trucos…
Luke se adelantó un paso y, por primera vez, pudo ver su rostro con claridad. Su expresión de inocencia debería haber parecido absurda en aquellos rasgos morenos y bien cincelados, pero no era así. Había cambiado poco en los cuatro años que hacía que no lo veía, mucho menos que ella. Aunque nunca fuera a ser una belleza deslumbrante, sabía que ya no era la adolescente confusa y nerviosa de entonces. Por fortuna, ahora era además inmune al encanto de él.
–¿Trucos, Emily? –preguntó el hombre con burla.
La joven hizo un gesto de desaprobación al recordar las ocasiones en que solía aparecer él en acontecimientos familiares, preparado siempre para burlarse de su estirado formalismo.
–¿Estás solo? –preguntó con suspicacia, recordando a la voluptuosa actriz que lo acompañaba en las bodas de plata de sus padres.
Su padre se esforzó mucho por evitar mirar el amplio escote de la dama, aunque sin mucho éxito. Luke le había indicado sin duda que mostrara admiración por él y animado al fotógrafo que captó el momento para la sección de cotilleos de un periódico nacional.
–Acabo de bajar del avión –se frotó la mandíbula–. Ni siquiera he tenido tiempo de afeitarme. ¿No te sientes halagada, Emily? –suspiró–. Eres demasiado escéptica. Tócalo tú misma.
Emily, demasiado sorprendida para apartarse, permitió que le tomara la mano y la frotara contra su mandíbula. Parpadeó para desvanecer la confusión que se apoderó de ella al encontrar los ojos azules de Luke.
–No seas ridículo –dijo.
Apartó la mano y miró con furia los dedos de él sobre su brazo. El hombre sonrió y la soltó con lentitud, pero no antes de que sus dedos acariciaran la parte interna de su muñeca.
–Me gustaría que no te hubieras molestado por mí –dijo Emily, frotándose la muñeca.
–Me portaré de modo ejemplar, seré tan estirado y superior como corresponde a un Stapely.
–Tú no eres un Stapely –le recordó ella.
–Eres muy amable al recordármelo –una sonrisa cínica curvó sus labios–: Después de conocer bien a los Stapely, eso siempre me ha parecido un motivo de alegría. Y creo recordar que solías acompañar ese comentario con una mueca de desprecio.
–Superé aquella costumbre –repuso ella.
¿Imaginaba acaso que iba a sentirse culpable por su crueldad infantil? De todos modos, le sorprendió comprobar que sí sentía ciertos remordimientos, aunque no sabía por qué, ya que sus burlas de entonces siempre habían resbalado sobre él.
–Ahora he crecido –dijo.
Los ojos azules la examinaron de arriba abajo.
–¿Por eso vas a casarte, Emmy, para probar eso?
La joven se dio cuenta de que había esperado sus palabras conteniendo el aliento. Se llevó una mano a la garganta y frunció el ceño; el examen de él la había turbado.
–No siento la necesidad de probar nada, Luke, en especial a ti.
–¿Por qué en especial a mí? ¿Soy yo especial, Emmy? –su voz profunda resultaba muy melosa.
–Ya me doy cuenta de que tú crees que el mundo entero gira a tu alrededor, y sé que esto te sorprenderá, pero algunos de nosotros tomamos decisiones sin tener en cuenta tu opinión –apretó los dientes al ver que los ojos de él brillaban por efecto del humor.
–Eres tan apasionada e infantil. ¿Estás segura de que no eres tú la que no se comporta como una Stapely? –se burló Luke–. ¿Estas explosiones de emoción no resultan algo vulgares?
–Creo que se habló en su día de que podía haber habido un cambio en el hospital –no pudo evitar responder ella.
Los miembros de su familia no habían estado nunca muy unidos; había aprendido pronto que sus estallidos impetuosos no eran considerados con magnanimidad.
–¿Cómo es él? ¿Tu sueño de amor? –volvió él al tema.
–¿Quieres que crea que te interesa? Eres demasiado paternalista –murmuró.
Luke enarcó una ceja y arrancó otra uva.
–Te lo pregunto porque me interesa saber qué clase de hombre ha conseguido hacer que abandones el nido; o mejor dicho, que cambies un nido muy cómodo por otro. ¿Quieres una? –le tendió una uva y se encogió de hombros al ver que la rechazaba–. Supongo que no es ningún pobre.
–No sé por qué tienes que suponer eso –repuso ella con frialdad. Era molesto que la considerara una mujer calculadora–. ¿Qué tiene que ver el dinero con esto? –preguntó con altivez.
–Oh, nada –asintió él–, cuando uno es asquerosamente rico. Quería decir que nunca se te habría ocurrido hacer algo de tan mal gusto como enamorarte de un hombre pobre, ¿verdad, preciosa?
Emily se dijo con firmeza que no consentiría que él le estropeara la noche.
–Asumo que has decidido despreciar a mi prometido antes incluso de conocerlo –observó con frío desdén.
–Hay cosas en la vida que son inevitables, Emmy. El día que permitiste que tu padre dirigiera tu vida, pusiste en marcha una rueda. Tengo la impresión de haber conocido a Gavin desde siempre.
–Mi padre no dirige mi vida.
–Sé sincera, Emmy; tú no has salido nunca de este capullo cerrado. Has sido asidua de las fiestas desde que podías andar. ¿Te eligió papaíto el novio o se limitó a darte una lista de candidatos?
Emily se clavó las uñas en las palmas para liberar parte de su rabia. ¿Cómo se atrevía a presentarse allí con la presunción de conocer todos sus motivos? Un solo encuentro con el maldito Lucas Hunt bastaba para hacerle darse cuenta de la suerte que había tenido al conocer a Gavin. Comparó mentalmente a los dos hombres y comprendió que su prometido era la antítesis de Luke.
–Oh, encontré a Gavin yo solita –repuso.
–Impresionante. ¿Y a qué se dedica Gavin?
Emily levantó la barbilla. ¿Por qué se sentía de repente a la defensiva? ¿Qué tenía de malo que su prometido trabajara en el banco de su familia?
–Trabaja en el banco –dijo.
–Y su linaje es impecable, por supuesto.
–Me daría igual que procediera de una larga serie de bastardos –replicó ella con calor.
¿Cómo se atrevía a llegar de aquel modo y empezar a juzgarla?
–Eso es muy liberal por tu parte; como bastardo de segunda generación, lo encuentro muy consolador.
–Estoy segura de que tú no hubieras permitido que el nacimiento te impidiera alcanzar ese estadio de todos modos. Lucas Hunt, eres un…
Un dedo de él en los labios le impidió terminar la frase. Lo golpeó con la mano, pero los dedos largos de él se cerraron en torno a su barbilla.
–No te lo aconsejo, Emmy.
–¿Qué?
Hizo una mueca de rabia y trató de soltarse, pero sin conseguirlo.
–Morder. ¿No es por eso por lo que has apretado los dientes? Mala idea. ¿Cuántas personas saben que detrás de ese aire de compostura se oculta una pequeña salvaje?
–El único salvaje que hay aquí eres tú –la intensidad con la que deseaba clavarle los dientes en la mano la alarmó–. No dudo de que tengas tus propios motivos para estar aquí, y que el interés por mi bienestar no es uno de ellos. Quizá tenga que tolerar tu presencia a causa de mi familia…
–A quien un sentido erróneo de la lealtad impedirá echarme de aquí, ¿verdad, pequeña? –dijo él con lentitud al tiempo que recorría sus labios con el dedo índice–. Esto es un acontecimiento público. Estoy seguro de que todas las personas importantes estarán presentes y hay que mostrar unidad familiar. Por mucho que Charles desee arrojarme de Charlcot, no lo hará.
Emily movió la cabeza con desesperación y él la soltó al fin; su contacto físico había producido en ella una reacción desproporcionada. Se dijo que debía ser la tensión por la fiesta; todo aquello había sido demasiado elaborado, no la celebración íntima que ella hubiera querido. Pero Gavin se alió con su familia en esa ocasión y no le quedó más remedio que ceder.
–Supongo que crees que el ser una especie de celebridad convierte tu presencia en indispensable –se burló.
–Ser un rostro famoso significa más para tu padre que para mí. No solo tiene que aceptarme públicamente; tiene también que fingir orgullo –sonrió con complacencia–. Te resulta más cómodo aceptar las cosas así, ¿verdad? Te has vuelto hipócrita, Emily.
–Eres tú el que continúa con esta batalla, un remanente de algún rencor infantil. ¿No crees que ya es hora de olvidar el pasado? No me importa lo que pienses de mí, pero no tiene nada que ver conmigo.
Aquella lucha constante le molestaba; el desprecio de Luke tenía algo de maligno.
–Mientras tu apellido sea Stapely, te incluirá también a ti –replicó él con dureza.
–En ese caso, debería complacerte que esté a punto de cambiar de apellido. Así tendrás una Stapely menos a quien odiar –frunció el ceño–. No pareces entusiasmado por mi boda –dijo, confusa al notar por primera vez el excesivo interés de él.
Luke se encogió de hombros con aire aburrido?
–¿Necesitas la aprobación universal para estar tranquila? No creo que importe mucho que oigas algunas verdades de mis labios, ¿o es posible que tengas dudas?
–No –protestó ella.
Algo que vio por el rabillo del ojo la distrajo. Apartó los ojos de él y, en aquel momento, se le ocurrió que parecería raro que saliera de entre los arbustos con otra persona que no fuera su prometido, en especial si la otra persona era Luke. Oyó el sonido de la voz de su prometido e hizo una mueca.
No miró a Luke; estaba segura de que aprovecharía la oportunidad para hacer que la situación resultara aún más incómoda. Por otra parte, Gavin no creería nada que no fuera inocente; a diferencia de Luke, no poseía una visión distorsionada y cínica de la naturaleza humana.
–No deberíamos, Gavin.
Emily, que había hecho ademán de adelantarse, se detuvo en el acto.
–Tenemos que decírselo, Charlotte.
Llegó hasta ella un grito suave de agonía y el murmullo inconfundible de un abrazo. Emily se sintió extrañamente imparcial, como si lo que oía no tuviera nada que ver con ella; era tan impersonal como un drama radiofónico. Los que se abrazaban con pasión no eran su novio y su hermana, sino dos desconocidos.
–No es posible, Gavin; no podemos hacerle esto a Emmy. Es mi hermana –dijo la voz suave de Charlotte, precedida de unos sollozos.
Un grito mental empezaba a formarse en su cabeza; aquello era real… ocurría de verdad. Sintió que le iba a explotar la cabeza; ningún grito podría liberarla de la angustia que la embargaba. ¡Con su propia hermana! Era demasiado terrible para creerlo, pero la respuesta de Gavin no dejaba lugar a dudas.
–Pero es a ti a quien quiero, cariño.
–No podría vivir sabiendo que he arruinado la felicidad de Emmy.
Emily se tocó la mejilla, sorprendida al encontrarla húmeda de lágrimas. ¿La pobre Charlotte no podría vivir con ello? Pensó con amargura que su hermana era una embustera. Una mezcla de rabia y asco se apoderó de ella y deseó gritarle a su hermana que era demasiado tarde para sentir remordimientos.
–Pero te necesito a ti…
Nunca había oído aquel tono en la voz de Gavin y deseó no haberlo hecho en ese momento. El dolor era intenso, y la humillación, la más profunda que había sufrido nunca, le suscitó un recuerdo largo tiempo olvidado.
–Emily te necesita.
Sacudió la cabeza para borrar la imagen de las uñas color escarlata en el cabello moreno del hombre. La imagen resultaba increíblemente vívida. Se concentró en las uñas rosa suave de su hermana y la cabeza rubia de su prometido; el dolor era muy agudo.
–Emily necesita a alguien que le dé la razón –la amargura resultaba inconfundible y la joven se mordió el labio inferior para reprimir un gemido–. La realidad es que nunca me escucha.
Aquella duplicidad la golpeó como un puñetazo. ¡Gavin estaba enfadado con ella! La ironía resultaba muy amarga. No podía seguir escuchando; tenía la sensación de que las paredes se cerraban a su alrededor. Se tapó los oídos con las manos y corrió hacia la puerta abierta que salía al jardín, sin importarle si la oían o no.
El aire suave de la noche resultó muy consolador después de la atmósfera del invernadero. Siguió corriendo y no se detuvo hasta que sus pulmones empezaron a protestar. Cayó de rodillas y echó la cabeza hacia adelante, con el cabello rubio esparciéndose a su alrededor. El contacto de una mano en el cuello le hizo dar un respingo y levantar el rostro.
–¡Márchate! –exclamó con veneno.
Lo último que necesitaba en ese momento eran los comentarios burlones de Luke.
Este observó impasible sus ojos marrones empañados por las lágrimas.
–De acuerdo –asintió tras una corta pausa.
Emily lo vio volverse.
–No, no te vayas.
Luke la miró.
–¿Necesitas un hombro donde llorar? –preguntó enarcando una ceja.
–Si buscara compasión, no te la pediría a ti –repuso ella. ¿Por qué le había pedido que se quedara?–. Estoy llena de manchas de hierba –dijo, preguntándose por qué se preocupaba por el estado de su ropa cuando su futuro entero acababa de hacerse pedazos.
¿Cómo habían podido? El horror de aquello la hizo olvidar dónde se encontraba; olvidó al hombre que seguía mirándola con ojos enigmáticos. ¿Cómo habían podido? ¡Habían sido amantes! Lo eran todavía. Lo sabía sin ninguna duda; sus voces traducían esa clase de intimidad.
Recordó el rostro sonriente de Gavin cuando sus padres brindaron por los dos; nada en su exterior había denotado la infidelidad y traición que planeaba. ¿Había continuado con la farsa porque no estaba completamente seguro de Charlotte? Se preguntó si habría guardado a su hermana como reserva.
Luke se acercó y le tendió una mano para incorporarla.
–Con ese vestido, Emily, nadie se molesta en bajar la vista hasta la falda –le aseguró.
Miraba sin reservas la parte superior de los pechos de ella, que brillaban sobre la tela negra del vestido sin mangas.
–No todo el mundo tiene la misma mente sórdida que tú –repuso ella.
Su comentario sexual no había sido algo corriente entre ellos. Luke se burlaba de ella, intentaba escandalizarla, pero jamás buscaba nada íntimo. A pesar de su confusión mental, estaba segura de que aquel comentario había sido hecho solamente con intención de distraerla. ¿Era aquel el modo que tenía Luke de mostrarse amable? Sus siguientes palabras le demostraron lo equivocada que estaba.
–Si una sana admiración de un buen escote te parece algo sórdido, quizá ese sea el motivo de que tu amado haya buscado en otro sitio –sugirió con rudeza.
Emily se sintió dividida entre el fuerte deseo de echarse a llorar y una rabia intensa por aquel comentario. El orgullo la obligó a mirarlo sin pestañear, esforzándose por no levantar las manos. El placer de abofetearlo se vería diluido por el hecho de que él le devolvería el golpe; lo había intentado en el pasado y hay cosas que no cambian nunca.
–Mi vida sexual no es asunto tuyo.
–Menos mal. Ya sabes que me aburro fácilmente.
–A ti te divierte esto –lo acusó ella con voz temblorosa–. Yo acabo de…
–… descubrir que tu novio prefiere a la hermana mayor –terminó él. Se encogió de hombros–. ¿Y por qué te preocupas? Ya la has oído sacrificarse en aras del amor fraterno –hizo una mueca de disgusto–. Creí que iba a vomitar. Lo único que tienes que hacer es guardar silencio.
–¿Tú crees que yo haría eso? –dijo ella, incrédula.
Luke la miró pensativo.
–En realidad, creí que saldrías allí y te enfrentarías a ellos, pero veo que tienes mucho tacto.
–Ahora suelo pensar las cosas antes de actuar –repuso ella con voz ronca.
Pensó que él disfrutaba con aquello; suponía una oportunidad de ver sufrir un poco a una Stapely. Luke no se había esforzado nunca en ocultar su desprecio por toda la familia y ella no iba a ser una excepción.
–Una lástima; siempre me gustó tu espontaneidad. Es posible que Gavin haya alentado este otro aspecto de tu carácter y eso hace que se me ocurra una idea horrible, pequeña: podrías acabar convertida en tu madre.
Emily lo escuchó impasible. Se dijo que el hecho de haberle pedido que se quedara demostraba claramente su inestabilidad mental. Podía haber buscado los brazos de su madre, claro, pero eso era algo que no había hecho nunca por miedo a arrugarle el vestido o estropearle el peinado. En cuanto a contarle que estaba a punto de romper el compromiso… soltó una carcajada. Su madre lo consideraría una verdadera locura. ¿Qué Iba a pensar la gente?
–¿Qué es lo que te hace tanta gracia?
–¿La ironía de la vida? –musitó ella–. Bueno, al menos tu esfuerzo se verá recompensado. Piensa en la que se armará cuando anuncie que esta boda no tendrá lugar.
Luke se sentó en el tronco de un árbol y Emily se dio cuenta por primera vez de que su carrera la había llevado hasta la orilla del río.
–Entonces, ¿no piensas luchar por él?
–¿Luchar? Quiere a mi hermana.
Aquello la llenó de angustia. ¿Había estado ciega? La rabia, dirigida en parte contra sí misma, la llenó de adrenalina y echó a andar con nerviosismo por la hierba.
–Debe de ser un error –murmuró para sí misma sin convicción.
–Vamos, Emily; todo esto no tiene nada de inesperado. Tu Gavin sabía exactamente lo que hacía y Charlotte, a pesar de sus lágrimas y sus asquerosos remordimientos, también. Sabían que estaba mal, pero lo hicieron de todos modos –le recordó él.
–Teniendo en cuenta mi defensa anterior de Gavin, debes de sentirte muy satisfecho –repuso ella. Se volvió a mirarlo con aire acusador–. Cualquiera pensaría que ya debería haberme acostumbrado a los engaños. Vivo rodeada de ellos. El matrimonio de mis padres es pura apariencia…
–Lo creas o no, cuando hablamos antes, yo no esperaba una revelación tan dramática –replicó él con sequedad–. Lo que importa ahora es lo que vas a hacer tú. ¿Piensas luchar por él?
Emily lo miró, sorprendida por su pregunta y sin saber definir su tono de voz.
–No quiero hacerlo.
–¿Lo amas?
–No seas absurdo; estaba a punto de casarme con él.
–No es lo mismo; la gente se casa por muchos motivos.
Apartó una hoja seca de sus pantalones y la observó con atención.
–Charlotte lo ama –añadió ella con voz estrangulada.
–Al menos, puedes permitir que toda la ira de Charlie caiga sobre su cabeza; tú eres inocente. Eres la parte injuriada y Charlotte es la mala. ¿Te das cuenta de que no podrá sobrevivir a los remordimientos de ser feliz a costa de la felicidad de su hermana? Su instinto de mártir es demasiado fuerte.
Emily frunció el ceño al oír su tono de burla, pero comprendió que sus palabras eran ciertas. Sintió cierta satisfacción.
–Me alegro.
–¿Quién dijo que la caridad empieza en casa? –comentó él con sequedad.
–¿Quieres que se lo entregue envuelto en papel de regalo? Yo soy la traicionada –le recordó ella con ojos brillantes.
–Y estoy segura de que todos te compadecerán en cuanto se hagan públicos los detalles. Una venganza dulce sobre tu hermana y ni siquiera lo amas, ¿verdad?
Sus palabras fueron como una bofetada.
–¿Cómo te atreves…?
–Ahórrate ese tono de maestra de escuela para aquellos que se dejen intimidar por él, pequeña –le aconsejó con suavidad–. Tu hermana acaba de robarte lo que te pertenecía y tu novio ha herido tu orgullo y eso te duele; pero tu reacción no es la de alguien que tiene roto el corazón, así que no esperes compasión de mí.
Emily decidió que era el hombre más cruel e insensible que había sobre la Tierra.
–Debo decir que me divierte oírte hablar de amor como si fueras un experto. Seguir soltero a los treinta y dos años puede suscitar comentarios.
Luke aceptó sin parpadear aquel reto a su virilidad.
–Hace un rato he visto a tu novio –le recordó–. Es un niño bonito. ¿Por eso lo elegiste? ¿Para propagar la especie?