Pablo Lafargue, el crítico literario - Lourdes Arencibia - E-Book

Pablo Lafargue, el crítico literario E-Book

Lourdes Arencibia

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Beschreibung

La ensayista y traductor Lourdes Arencibia Rodríguez tradujo y compilo esta verdadera joya bibliográfica de la literatura cubana de todos los tiempos. Se trata de los ensayos del poeta y ensayista cubano del siglo XIX Pablo Lafargue, conocido como colaborador entrañable y seguidor de Carlos Marx pero no por su agudo pensamiento sobre la literatura francesa y europea de finales del siglo XIX. El lector se sorprenderá con la excelencia de la escritura y las amplias resonancias de su juicio sobre la poesía y las letras francesas de su tiempo. Un libro necesario.

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Seitenzahl: 184

Veröffentlichungsjahr: 2023

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ediciónauspiciada por

el festival internacional de poesía de la habana

y el movimiento poético mundial

Edición: Gaetano Longo

Diseño de cubierta: Elisa Vera Grillo

Diseño interior y diagramación: Ismel Pérez Silva

Coordinación editorial: Yanixa Díaz / Katy D’Alfonso / Marlene Alfonso

© Lourdes B. Arencibia Rodríguez, 2021

© Sobre la traducción y selección: Lourdes B. Arencibia Rodríguez, 2021

© Colección Sureditores, 2022

ISBN: 9789593023146

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Centro Cultural CubaPoesía

Casa del Alba Cultural

Línea No. 556 esq. a D

El Vedado, 10400 La Habana, Cuba

colección sur

dirigida por alex pausides

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http//www.palabradelmundo.cult.cu

>http//www.festivaldepoesiadelahabana.com

[email protected]

Posicionamiento liminar. Al lector

Por múltiples razones, algunas de las cuales quedarán más que evidenciadas en este trabajo, nada de lo que haya escrito Pablo Lafargue —así tenga que ver directamente con sus ideas políticas, sus experiencias y vivencias de militante marxista, o sobre cualquiera de los muchos temas y actividades que ocuparon su mente, su tiempo y su pluma a lo largo de su fructífera existencia— puede dejar indiferentes a sus lectores y mucho menos, a sus compatriotas. Estas reflexiones en concreto, huelga advertirlo desde los párrafos introductorios, no versan directamente sin embargo, sobre las luchas revolucionarias de aquel socialista consecuente sino que se orientan a su labor como traductor y critico literario: una faceta de su quehacer que en su país ha pasado totalmente inadvertida hasta hoy.

Nunca será tarde para el rescate y la revalorización. Colocar a Pablo Lafargue en el lugar cimero que le pertenece y corresponde en la historia y en la cultura cubanas es más que un deber y más que una demostración de afinación para el análisis o un ejemplo de buena puntería. Es una prueba de cordura que el estudioso de cualquier época y latitud siempre agradecerá independientemente de las convicciones políticas que le animen.

Pablo Lafargue era de origen cubano descendiente por línea paterna, de francés girondino y de mulata dominicana y por línea materna, de judío francés y de india taína. Semejante e insólito ajiaco de razas, culturas y geografías circulaban en su sangre e incidieron por supuesto y de modo muy directo por cierto en su personalidad y en su respuesta ante la vida. 1 Nació un 15 de enero de 1841 en Santiago de Cuba, la capital política y cultural de la región oriental de la isla a donde fue a parar la familia, como la de los primos Heredia, y la de muchos otros terratenientes acomodados, cultivadores de café en Santo Domingo que se radicaron en el oriente cubano huyendo también de la convulsa situación sociopolítica que imperaba en Haití. Cuando Pablo tenía nueve años, los Lafargue se trasladaron a Francia, donde nuestro personaje completó su instrucción hasta terminar su carrera de medicina y donde entabló amistad con personalidades que dejarían una huella muy profunda en su pensamiento y en sus proyecciones. Fue discípulo y yerno de Carlos Marx en virtud de su matrimonio con Laura, la segunda de sus hijas, celebrado el 2 de abril de 1868, una admirable y destacada mujer que por cierto le siguió hasta la muerte. En consecuencia, sin discusiones ni disensos históricos sobre ese particular, se le considera el primer marxista cubano pero, además de haber sido médico clínico y cirujano, anarquista, activista revolucionario, fotógrafo, fue traductor de El Manifiesto Comunista de consuno con Jenny de Westfalia, esposa de Marx y de algunos capítulos de El Capital que tradujo durante su estancia en España para paliar los efectos que las malas traducciones de las principales obras del marxismo que circulaban en aquel país habían provocado entre la clase obrera adulterando y entorpeciendo la comprensión de sus esencias. A él se debe la iniciativa de celebrar el Primero de Mayo como Día Internacional del Trabajo que dio a conocer en el marco del Congreso de la Internacional Socialista de 1889; fue fundador del Partido Obrero Francés en 1880 en unión de Jules Guesde; comunero en Paris y en Burdeos; se destacó como periodista y escritor de varias etcéteras entre éstas por supuesto la de los textos que comento aquí que junto a otra media docena son suficientes para ser considerado el primer crítico literario marxista que ejerció como tal en la segunda mitad del siglo xix en Europa, publicados, con o sin pseudónimo, en la prensa de su época.

En Cuba, empero, lamentablemente sobran dedos para contar los estudiosos de Pablo Lafargue referenciados que comprometieron su pluma en español por estos lares en los cuarenta primeros años ulteriores a su desaparición física acaecida el 25 de noviembre de 1911. En su mayoría se manifestaron en el período que antecede al decenio de los 1960. Entre ellos, cabe citar el artículo de Humberto Lagardelle: “Pablo Lafargue, el gran socialista cubano”.publicado en la “Revista Bimestre Cubana” Vol. X. No. 1, La Habana, enero-febrero de 1915; la “Nota sobre Pablo Lafargue” de Carlos Rafael Rodríguez, en “Dialéctica” La Habana, Vol. 1, mayo-junio de 1942. En 1943, las Ediciones sociales publicó en La Habana, con el título de “Karl Marx, recuerdos de su vida y su obra”, textos extraídos del extraordinario estudio biográfico escrito por Lafargue sobre su suegro, titulado “Recuerdos personales de Carlos Marx”, incluido por D. Riazanov en su antología de textos titulada; “Carlos Marx como hombre, pensador y revolucionario”, Buenos Aires, 1932; el extenso artículo de Raúl Roa García, otro cubano inolvidable, titulado “Evocación a Pablo Lafargue” publicado en la revista Cuba Socialista en 1962 De un período posterior referenciamos el artículo de Ana Ortega que se publicó en el número 13-14 de dic, 73/marzo 74 de la revista Santiago titulado: “Apuntes sobre Pablo Lafargue”; y en 1976, la editorial Ciencias Sociales dio a la estampa “Pablo Lafargue, textos escogidos”, una compilación de Salvador Morales de 566 páginas, hoy agotado. Y no hay mucho más, aunque naturalmente no descarto la idea de que haya algunas otras referencias cuya involuntaria omisión sólo achaco a mi desconocimiento. El propio Morales ya se había interesado por la figura de Lafargue en artículos periodísticos más breves. Es muy probable por ejemplo también, que en el Instituto Superior Pedagógico de Lenguas Extranjeras ISPLE de la Habana que lleva su nombre, fundado en 1997, donde se han formado no pocos traductores y especialistas de la lengua, algunos egresados y/o profesores le hayan dedicado en estos años trabajos de tesis o de homenaje a los que no he tenido acceso. Pero cabe señalar que en los decenios posteriores, se hizo casi silencio absoluto en Cuba sobre la obra escrita de Lafargue. Recientemente, el número 254 de enero-marzo de 2009, de la prestigiosa revista Casa de las Américas, publicó el artículo de Carlos Fernández Liria, filósofo y profesor español de la Universidad Complutense de Madrid, titulado “Un siglo de pereza y comunismo” dedicado a comentar las ideas políticas de Lafargue expuestas en el conocidísimo y medular ensayo ;“El derecho a la pereza” cuya aparición data de 1880 (edición en español de la Editorial Fundamentos, Madrid, 1991, traducida por Manuel Pérez Ledesma y publicada con un “Estudio preliminar” de éste último). Sin embargo, había un intelectual cubano que trabajaba incansablemente y en silencio sobre Pablo Lafargue: Alfredo Guevara, a cuya memoria dedico con ganada admiración este trabajo. Cuando falleció, el 19 de abril del presente año, Alfredo estaba precisamente enfrascado en la compilación de materiales y edición de sendas investigaciones sobre la vida y obra del santiaguero. Como el eslabón más modesto y anónimo de su equipo de trabajo para esa labor, me cupo la satisfacción de traducir para él cuatro de los siete ensayos de Lafargue sobre crítica literaria que son justamente los que he compilado aquí como testimonios “salvados”, Se han tomado de la sección Critiques Littéraires de la Nouvelle Revue, reunidos en 1936 para conmemorar el vigésimo-quinto aniversario de la muerte de Lafargue, ocurrida el 26 de noviembre de 1911. Van precedidos de un medular estudio de Jean Fréville que también he juzgado interesante traducir y reproducir en esta entrega. La totalidad de los siete textos periodísticos antes aludidos son --por orden cronológico de publicación--:

—Safo, que recoge sin firma el periódico del Partido Obrero Francés, “Le Socialiste”, de 9 de enero de 1886;

—Las canciones y ceremonias populares del casamiento: estudio sobre los orígenes de la familia, publicado bajo el pseudónimo Fergus en la “Nouvelle Revue” (noviembre-diciembre 1886);

—La leyenda de Victor Hugo, que más que un texto de crítica literaria como su título permite suponer, es un artículo político,escrito a raíz de la muerte del poeta (1885), que de momento, no encontró editor. Difundido por primera vez en alemán por “Die Neue Zeit” (1888), reapareció tres años después en francés en la Revue socialiste de Benoit Malon, (1891), y llegó a alcanzar notable éxito cuando se editó definitivamente como folleto (1902) ;

—El darwinismo en el teatro, rubricado simplemente: Pablo, se publicó traducido al alemán, en “Die Neue Zeit” (1890) El texto francés original de Lafargue se extravió y únicamente se cuenta con esa versión del periódico germano;

—El dinero de Zola, fue dado a la estampa también en traducción al alemán (1891) y el original francés de Lafargue corrió idéntica suerte que la del texto antes señalado;

—La lengua francesa antes y después de la Revolución, dado a la estampa en la “Ere nouvelle” (enero-febrero 1894);

—Los orígenes del romanticismo; estudio crítico sobre el período revolucionario,publicado en “Le Devenir social” (junio 1896);

Desde una interpretación materialista de la historia, Lafargue en todos ellos profundiza en las manifestaciones originarias del ser humano, omnipresentes en la literatura ; parte de la incontrovertida realidad ya señalada bien atrás por el pensamiento filosófico en varias latitudes, y repostulada por él, que nos recuerda que el lenguaje precedió al pensamiento abstracto, lo mismo que los signos y los gestos a la lengua oral. No obstante, no deja de advertir que es el factor económico lo que hace imposible aislar la lengua de su medio social donde se reflejan, la lucha de clases, las relaciones sociales, los modos de producción. Así lo pone de manifiesto tanto en el estudio sobre Darwin, como en del romanticismo o en el que recoge las canciones y ceremonias a través del folclor, que el lector hispanohablante podrá encontrar aquí. Y no por azar dos de esos ensayos llevan los subtítulos: estudio sobre la familia y estudio crítico sobre un período revolucionario. En ambos se propone demostrar que a través de las formas políticas, jurídicas, sociales, folclóricas, cuando los cantores del pueblo reiteran los temas —independientemente de su origen racial, de su ubicación geográfica, de su desarrollo cultural, lingüístico, filosófico o literario—, no hacen sino manifestar la dinámica de las relaciones económicas en movimiento, y si muestran rasgos similares y atraviesan etapas idénticas, es porque su evolución histórica, lejos de estar predeterminada, ha dependido del desarrollo de las fuerzas productivas. Son pues, las condiciones económicas y sociales similares las que explican las formas y las expresiones análogas de pensamiento.

De la labor traductora de Lafargue, Raúl Roa nos comenta:

“A mediados del año (1867), el primer volumen de El Capital estaba ya listo para las `prensas. La fatigosa labor de poner en limpio el manuscrito, a cargo de Jenny de Westfalia, lindó con la proeza. Lafargue, que había compulsado las citas, sugirió a Marx que se publicase alguna primicia en Francia. El 12 de septiembre, Marx le comunica a Engels, con satisfacción no exenta de orgullo, que Laura y Pablo ‘han pasado la velada haciendo la traducción del prefacio para “Le Courrier Français”. 2

Aunque como ya he advertido, mi tema puntual se refiere a los textos de crítica literaria, no podría dejar de referirme a los talentos del escritor Lafargue para descripciones no carentes de valor literario, a la sagacidad para profundizar en los rasgos de la personalidad y la condición humanas, al sabio manejo y utilización de los calificativos, de las metáforas, en suma del lenguaje literario cuyo excelente dominio Lafargue demostró poseer.3

“Es indisputable que la biografía clásica de Marx sigue siendo la compuesta por Franz Mehring 4- reitera Raúl Roa- Su valor histórico iguala a su valor estético. Ese perfecto equilibrio entre sus elementos sustantivos y formales —veracidad y primor, enjundia y gracia— le ha otorgado el lugar señero que ocupa en el género. Idéntico rasgo obtuvo Pablo Lafargue como pintor de las facciones espirituales de Marx. A su extraordinario poder de evocación, débese un retrato del hombre en el que se funden con plástica maestrïa, los rasgos más rotundos y los matices más delicados.

Merced al invalorable testimonio biográfico que nos dejó Lafargue, quien hace gala a la par de sus talentos de fotógrafo avisor y de las calidades y ventajas de yerno y colaborador bien posicionado para captar los rasgos esenciales de un pariente muy singular, llegan hasta nuestros días muchos detalles de esa otra existencia que todo ser humano tiene independientemente de su imagen pública, que pertenecen al entorno familiar, a las prevenciones de cualquier padre celoso con los novios de las hijas, a sus amistades y preferencias, que nos permite trasladarnos mentalmente a su modesta vivienda en un suburbio de Londres, visitar su despacho, acercarnos en suma al lado humano de Carlos Marx, con la agudeza y la autenticidad que posiblemente sus mejores biógrafos no alcanzaron; toda vez que el Moro, como se le conoció a Marx en su medio más cercano, fue muy poco dado a hablar de sí mismo, aún habiendo escrito tanto para los demás.

Por el cubano sabemos que el Moro se levantaba a las nueve de la mañana a tomar su café y a leer los diarios, y que solía trabajar de corrido hasta la próxima madrugada. Seguimos sus pesquisas en la biblioteca del Museo Británico de Londres, sus diálogos con los obreros, los paseos campestres con su mujer y sus hijas, sus aficiones literarias.

“Nunca olvidaré la impresión que Marx me produjo en aquella primera visita que le hice —nos narra el yerno santiaguero devenido biógrafo muchos años después- Habíale sorprendido en plena faena, en su gabinete de trabajo. Para penetrar en la vida intelectual de Marx— se concitan el ojo del fotógrafo y la agudeza del escritores preciso conocer ese gabinete. Estaba situado en el primer piso y a través del ancho ventanal que caía sobre el parque, la luz entraba a raudales. Frente a la ventana, a ambos lados de la chimenea, había anaqueles llenos de libros y atestados de paquetes y periódicos manuscritos. A un lado de la ventana, dos mesas repletas de papeles, libros, periódicos. En medio de la habitación, en el sitio màs iluminado, se encontraba una mesita de trabajo, de tres pies de largo y dos de ancho y un sillón de madera. Entre el sillón y los anaqueles de libros habìa un diván de cuero sobre el cual Marx se tendía, de vez en cuando para descansar. Sobre la chimenea había una mezcla de libros, tabacos, cigarrillos, paquetes de picadura, pisacartas, fotografías de sus hijas, de su mujer, de Guillermo Wolf, de Federico Engels.” 5

Me parece indispensable proponer que cualquier estudio que se aborde sobre Lafargue tome en cuenta aspectos como éstos que se suelen señalar menos.

Por su parte, Jean Freville, juzga conveniente anteceder su estudio sobre el crítico Lafargue con algunas notas introductorias comentando sus propios acercamientos que por nuestra parte también incluimos:

“De los cinco artículos publicados en francés, únicamente La Leyenda de Victor Hugo, que es un panfleto político más que una crítica literaria, suscitó un éxito clamoroso. Los demás, con bastante poca repercusión en el momento de su publicación —¡su autor no era un crítico “profesional” ¡— fueron desatendidos y después olvidados, y conservan en la actualidad el atractivo de la novedad.(…)

En cuanto a los dos artículos publicados en alemán —El darwinismo en el teatro y “El dinero” de Zola— cuyos originales en francés se perdieron, resultan más que una resurrección; son una verdadera revelación. ¡Retraducir a Lafargue del alemán al francés! ¡Qué paradoja y qué apuesta! Permitir que se haga trizas, debajo de la aplanadora de una doble traducción, este fino y ligero encaje que es el estilo, el espíritu de Lafargue…¿Qué hacer? Hubo que resignarse para que, salvado por el Neue Zeit de supremos naufragios, el pensamiento de Lafargue llegara hasta nosotros.

Hemos emprendido esas dos traducciones sin querer nunca hacer un pastiche con el estilo de Lafargue, esforzándonos por devolver el texto que teníamos ante nuestros ojos. La traducción alemana, como pudimos juzgar según las citas de autores franceses, ciertamente era defectuosa. Nos limitamos a corregir los errores flagrantes del traductor. Así, en “El dinero” de Zola, el texto alemán habla de “la marquesa de Beauvilliers” en vez de “la condesa de Beauvilliers”; del “coronel Chave” en vez de “el capitán Chave”; la “duquesa de Orviedo” en vez de “la princesa de Orviedo”; allí uno se entera de que Coupeau, el reparador de tejados de l’Assommoir, se cayó de un andamio y se dislocó el hombro cuando en verdad se cayó del techo y se fracturó la pierna, etc…

Lafargue no siempre proporciona la referencia de los textos que cita; para comodidad del lector las hemos restablecido e indicado al pie de página, entre corchetes.

Con satisfacción y agradecimiento ponemos en el encabezamiento de este volumen el nombre del eminente crítico soviético Hoffenschefer, el mejor conocedor actualmente de Lafargue. Ha sido él quien, con entusiasmo y tenacidad admirables, se ha dedicado a la “rehabilitación” de Lafargue. Ha sido él quien escribió un estudio magistral sobre Paul Lafargue, práctico de la crítica marxista 6 (1933) que me ofreció con esta dedicatoria; “ A Jean Fréville, recordándole que en Francia existió un crítico marxista, un tal Paul Lafargue”…¡Hoffenschefer, no se me ha olvidado! “

1 Paul Luis, en sus “Cent Cincuent Ans de Pensée Socialiste”, Paris, 1947, lo mismo que el cubano Francisco Domenech, ( “Tres Hombres y una época”, La Habana, 1937) por cierto, el primero de sus compatriotas -que sepamos- que escribe sobre Lafargue, se asombran de la confluencia de semejante mezcla de sangres: caribe, judía y mulata- india en una misma persona, origen genético causal seguramente de la impetuosidad de su temperamento.

2 Raúl Roa. Op. cit. p.14.

3 Lafargue llegó a dominar con entera corrección varias lenguas de adopción sobre todo, el francés. Con relación a la importancia que el santiaguero atribuía al correcto dominio de la lengua de expresión independientemente de que fuese o no la materna, vuelvo a servirme de los datos extraídos del artículo de Raúl Roa para calzar mis presupuestos sobre este tema. Roa señala: “Pablo Lafargue se ufanó de haber nacido en Cuba, de ser mulato y de hablar y escribir impecablemente el español,” Op. cit. p. 57.

4 Franz Mehring: Carlos Marx: historia de una vida, Madrid, 1932.

5 Pablo Lafargue. “Recuerdos personales de Carlos Marx” En: “Carlos Marx como hombre, pensador y revolucionario. Antología de artículos seleccionados por D. Riazanov, Buenos Aire, 1932.

6 Desde entonces, Hoffenschefer ha preparado y dado a la estampa los artículos de crítica literaria de Lafargue, precedidos de una introducción detallada y seguidos de abundantes comentarios

A la memoria de Paul Lafargue en el 25 aniversario de su fallecimiento. Jean Fréville, La Nouvelle Revue, 1936

Que la crítica burguesa oficial haya pasado por el lado de Lafarque sin notarlo, que la universidad y las academias lo ignoren, que un Lanson lo desdeñe, que los diccionarios lo olviden, ese silencio y ese ostracismo dictados por un espiritu de clase y de casta, son naturales. Que teóricos de la II Internacional traten de disminuirle y lo tilden de original —él tenía entre otras “originalidades”, la de querer y preparar la dictadura del proletariado— ¡ todavía pase ! Pero que los marxistas franceses, hayan echado a un lado por tanto tiempo a quien fuera uno de los primeros y de los más grandes seguidores del marxismo, realmente es sorprendente —como si la muerte debiera incorporar la paradoja a aquel a quien sus contemporáneos habían tildado justamente de amante de paradojas.

Hubo razones históricas para este fallo: la debilidad ideológica del movimiento revolucionario en Francia, la priorización de las tareas prácticas, la falta de curiosidad científica, la fácil sustitución de los esquemas y fórmulas trilladas en el estudio vivo del marxismo.

¿Dónde encontrar en Francia un mejor maestro que Lafargue? Discípulo de Marx, no se contentó con repetir servilmente lo que había leído. Realizó audaz labor de búsqueda en todos los frentes adonde le llevaban las peripecias del combate.

Con el ardor que ponía en todo lo que hacía, se interesó en la literatura. ¿Por inclinación, por gusto? ¡Seguramente! Pero hay más. Como sabio impetuoso que anima la llama revolucionaria, Lafargue llevó la investigación marxista a una esfera donde los creadores del socialismo científico, absorbidos por sus inmensas tareas sólo había conseguido poner jalones. Supo aplicar a la literatura sus métodos, que eran los del materialismo dialéctico: mostró qué instrumento maravilloso habían forjado para explorar las superestructuras ideológicas más complejas, captar su desarrollo y dar una explicación completa de los fenómenos intelectuales. Quiso, al oponer la crítica marxista a las interpretaciones idealistas de la historia, al fustigar la burguesía, al despojarla de sus afeites literarios y de sus adornos estéticos, atacarla en todos los terrenos, descoronándola de su gloria espiritual, destruyendo sus espejismos y sus prestigios.