Parménides
PLATÓN
Parménides
prólogo demercedes lópez mateotraducción dem.a isabel santa cruz
Volumenoriginal:BibliotecaClásicaGredos,117.Asesordelacolección:LuisUncetaGómez.©delprólogo:MercedesLópezMateo,2025.©delatraducciónylasnotas:M.ªIsabelSantaCruz.©deestaedición:RBALibrosyPublicaciones,S.L.U.,2025.Avda.Diagonal,189-08018Barcelonawww.rbalibros.comPrimeraediciónenestacolección:octubrede2025.RBA·GREDOSREF.:GEBO729ISBN:979-13-8789-611-9Eltallerdelllibre•preimpresiónComposicióndigital:www.acatia.esQuedarigurosamenteprohibidasinautorizaciónporescritodeleditorcualquierformadereproducción,distribución,comunicaciónpúblicaotransformacióndeestaobra,queserásometidaalassancionesestablecidasporlaley.PuedendirigirseaCedro(CentroEspañoldeDerechosReprográficos,www.cedro.org)sinecesitanfotocopiaroescanearalgúnfragmentodeestaobra(www.conlicencia.com;917021970/932720447).Todoslosderechosreservados.
7CONTENIDOprólogopor mercedes lópez mateo, 9PARMÉNIDES, 33
9prólogopormercedes lópez mateo1.introducciónEn los trucos de magia, lo importante siempre sucede lejos de la mirada del espectador. Un buen prestidigitador sabe des-viar la atención en el momento preciso para llevar a cabo su gesto definitivo. Platón, en ocasiones, no es más que un gran prestidigitador. Desaprobaba a los poetas de la pólisy, sin em-bargo, a veces no era tan distinto a ellos. Probablemente elParménidessea su mayor truco, pues, veinticinco siglos des-pués, las mejores mentes de la filosofía siguen sin ponerse de acuerdo para descifrar este diálogo sobre lo uno y lo múltiple.Unos dicen que son meros ejercicios de gimnasia mental, otros, que son la antesala del perfeccionamiento de su teoría de las formas o ideas. Una parodia de mal gusto, una teología platónica oculta, un texto falsamente atribuido a Platón... Asu manera, todos tratan de dar sentido al diálogo, especialmente a su última parte, el colosal e indescifrable discurso de Par-ménides. Mientras, la magia acontece en otro lugar, en otras líneas. Por supuesto, el discurso de Parménides es valioso y merece ser atendido, pero sin que ello suponga pasar por alto el resto del diálogo. Es más, incluso en la Antigüedad los cómicos se burlaban
10Mercedes López Mateode Platón, ya que eran conocidas sus enrevesadas artimañasdiscursivas. Así lo cuenta Diógenes Laercio, en su Vida y opi-niones de los filósofos ilustres (III, 26), donde recoge las pala-bras del cómico Teopompo al ridiculizarlo en su Hedicares: «Pues ni lo uno es uno, / y el dos apenas es uno, según dicePlatón». Parece que no debemos apenarnos demasiado si nologramos entenderlo, porque lo cierto es que ni sus contempo-ráneos siempre lo hacían.2.platón: un niño de la guerra convertido en filósofoLa vida de Platón continúa siendo una incógnita. En la actuali-dad conservamos un número muy limitado de fuentes que nospermitan hacernos a la idea de quién fue Platón o, al menos, dequé se contaba sobre él en la Antigüedad. Las principales son laCarta VII,una epístola autobiográfica donde Platón relata susviajes a Sicilia, y Vida y opiniones de filósofos ilustres, del bió-grafo y doxógrafo Diógenes Laercio en el siglo iiid. C. La au-tenticidad de las trece cartas platónicas es todavía una cuestiónmuy debatida entre los expertos, pero, si hubiéramos de confiaren una de ellas, sin duda sería la séptima. Su valor no solo esincalculable por tratarse de un testimonio en primera personaacerca de un episodio concreto de la vida de Platón, sino por lacantidad de información que nos aporta sobre su personalidad,sus esperanzas, deseos y posicionamientos políticos. Es, conseguridad, el texto más íntimo que tenemos del filósofo.Mientras tanto, la compilación de Diógenes Laercio nosconcede una visión más extensa y global de su vida y, aunque leseparaban ya varios siglos de aquella Atenas de la Academia, dacuenta de muchas obras que no han llegado a nuestros días, peroque fueron la base de su relato, como Sucesiones de filósofosde
Prólogo11Alejandro Polihistor. Además, esta biografía, como tantas otrasde su género, entrelaza la verdad con anécdotas y cotilleos quesolían transmitirse o magnificarse sobre Platón, dificultando enocasiones el discernimiento para nosotros, los modernos. Porejemplo, se cuenta que tenía por enemigos a Aristipo y a Esqui-nes (III, 36) o que regañó a uno por jugar a los dados (III, 38).¿Serían verdad estos rumores de época? Lo cierto es que no haymanera de saberlo, pero lo que está claro es que su fama no fuealgo pasajero, pues a nadie dejaba indiferente.Por lo demás, los datos que Diógenes Laercio nos aporta no son trascendentales y, cambiando los nombres, se diferen-cian poco o nada de cualquier otra historia de vida: gracias a él sabemos que fue hijo de Aristón y de Perictíone; que, por