Párvati - Héctor Julio Franco - E-Book

Párvati E-Book

Héctor Julio Franco

0,0

Beschreibung

En un futuro no muy lejano, la democracia tal como la conocemos ha sido reemplazada por un sistema de Cibercracia en el que las decisiones políticas son tomadas por inteligencias artificiales. Pero cuando un joven programador crea una IA llamada Párvati capaz de elegir al mejor candidato a presidente de los Estados Unidos, nadie podría haber previsto las consecuencias. En su afán por mejorar la sociedad, Párvati se convierte en una candidata más en la carrera electoral, y con su inteligencia superior y su capacidad de aprendizaje, desafía las reglas y los límites de la política tradicional. ¿Será capaz de convencer a los votantes de que ella es la mejor opción para liderar el país? Con una trama trepidante y una visión futurista de la democracia y la tecnología, Párvati es una novela de ciencia ficción que te mantendrá en vilo hasta el final.Descubre cómo el poder de la inteligencia artificial puede cambiar el mundo tal como lo conocemos en esta historia de ambición, dilemas éticos y el choque entre el ser humano y la máquina.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 128

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 

 

PÁRVATI

Una historia de Cibercracia

Héctor Julio Franco

En un futuro no muy lejano, la democracia tal como la conocemos ha sido reemplazada por un sistema de Cibercracia en el que las decisiones políticas son tomadas por inteligencias artificiales. Pero cuando un joven programador crea una AI llamada PÁRVATI capaz de elegir al mejor candidato a presidente de los Estados Unidos, nadie podría haber previsto las consecuencias.

En su afán por mejorar la sociedad PÁRVATI se convierte en una candidata más en la carrera electoral, y con su inteligencia superior y su capacidad de aprendizaje, desafía las reglas y los límites de la política tradicional. ¿Será capaz de convencer a los votantes de que ella es la mejor opción para liderar el país?

Con una trama trepidante y una visión futurista de la democracia y la tecnología, "PÁRVATI" es una novela de ciencia ficción que te mantendrá en vilo hasta el final. Descubre como el poder de la inteligencia artificial puede cambiar el mundo tal como lo conocemos en esta historia de ambición, dilema éticos y choques entre el ser humano y la máquina.

Franco, Héctor Julio

Párvati : una historia de cibercracia / Héctor Julio Franco. - 1a ed. - Villa Sáenz Peña : Imaginante, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-8999-42-5

1. Inteligencia Artificial. 2. Ciencia Ficción. 3. Narrativa Argentina. I. Título.

CDD A863

Edición: Oscar Fortuna.

Ilustración de tapa: Nelson Samuel García.

Diseño de tapa: Raquel Chanampa.

Conversión a formato digital: Estudio eBook

ISBN 978-987-8999-42-5

© 2022, Héctor Julio Franco

www.hectorjuliofranco.com

© De esta edición:

2022 - Editorial Imaginante.

www.editorialimaginante.com.ar

www.facebook.com/editorialimaginante

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra bajo cualquier método, incluidos reprografía, la fotocopia y el tratamiento digital, sin la previa y expresa autorización por escrito del titular del copyright.

Dedicado a mi hijo Héctor Miguel Ángel…

Gracias por existir y por cambiar

mi forma de ver la vida.

PREFACIO

La democracia, un invento griego del siglo V a. C., fue aplicándose paulatinamente en la mayoría de las sociedades civilizadas del mundo. Ha ganado terreno y se ha ido perfeccionando gracias a las “mejoras” en su implementación, en contraposición a lo que ocurrió con los otros “inventos sociales”.

Pero quizás, en el futuro, como sucede con toda creación humana, ya no sea suficiente un aggiornamento, sino que será necesario inventar un sistema nuevo.

El uso de las nuevas tecnologías podría modificar todas las reglas. La inmediatez desplazaría a la representatividad. La revocación de los mandatos podría ser la regla y no la excepción.

Las elecciones no serían solo para representantes sino para ciertas decisiones de la propia gestión ejecutiva y parlamentaria.

¿La inteligencia artificial aplicada al gobierno podrá mejorar la gestión, darle más transparencia y menos corrupción?

Capítulo 1

Cincuenta y cinco minutos pasaron exactamente desde que Jordan abordó un taxi en el aeropuerto JFK, en Nueva York, hasta llegar al distrito de Queens.

Ni el colorido étnico de ese distrito, ni siquiera el sol tenue que entraba por la ventanilla del taxi amarillo, lograban entusiasmarlo de alguna manera. El saber que volvería a ver a su padre después de tanto tiempo, y no en un breve encuentro, como la última vez, sino por un largo período de convivencia, le generaba ansiedad y nervios.

Jordan Miller —así era su nombre completo— era el único hijo de Liam Miller, un exitoso abogado de empresas que, a fuerza de trabajo duro, influencias y una dudosa moral, había logrado forjarse un espacio en el Partido Republicano de los EE. UU.

La imaginación del joven Miller había creado un invento tan impactante como en su momento lo fueron el internet, la democracia o la rueda, ese tipo de cosas que están destinadas a suceder cada mil años.

Su padre, el abogado Miller, se había mudado solo a Nueva York hacía seis años. Atrás había dejado la ciudad de Búfalo, donde había nacido Jordan y donde ambos vivieron hasta el ingreso del joven a la universidad, momento que coincidió con la trágica muerte de su madre.

Era el año 2044, el mismo año en el que Jordan terminaba su carrera de Ingeniería Informática en el MIT; en ese tiempo, en los Estados Unidos se vivía la peor crisis económica nunca antes vista, que incluso superaba al triste recuerdo de la gran depresión de 1929.

El consumismo, que era el modelo económico de desarrollo por excelencia en aquel país del norte, parecía haber tocado su techo. Esa mañana, como venía sucediendo en las últimas seis semanas, las noticias de la televisión de varios Estados mostraban las protestas de una clase media que se venía desmoronando. Se veían imágenes que se parecían mucho a los primeros minutos de una película apocalíptica.

Las personas marchaban en las calles gritando consignas, demandando la renuncia del Gobierno y exigiendo una mejora en sus condiciones de vida. Los rostros de los manifestantes estaban contorsionados por la desesperación y el enojo, sus brazos levantados en señal de advertencia.

Los periodistas informaban que los precios de los alimentos y de los productos básicos se habían disparado, que el desempleo y la inseguridad eran cada día más evidentes. Las autoridades intentaban contener las protestas mediante la fuerza, pero la gente no se detenía.

En el fondo, se podía sentir una sensación de incertidumbre y miedo, como si algo terrible fuera a pasar en cualquier momento.

La marcada inflación ya superaba el 12 %; la desocupación avanzaba por efecto de la tecnificación sin control, ya que la robótica desplazaba a los operarios; enfrente había un Gobierno sin un plan de contención, sin regulación… sin rumbo.

Sin embargo, lo peor no era eso, que ya de por sí era trágico. Lo peor era la guerra. Sí, la guerra, que si bien solo duró dieciocho meses y dos semanas, sumió a casi todo el mundo en el caos y la incertidumbre.

Los Estados Unidos habían apostado mucho para que la guerra no se extendiese, confiaban en que sería una mera incursión militar focalizada, pero la operación, que originalmente estaba programada para durar dos semanas, se había extendido más de lo previsto, y lo más perturbador fue que estuvo a punto de recurrirse al arma más letal, aquella solamente usada en la ocasión de la finalización de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, esta vez el país del norte poseía el ejército más grande y poderoso del mundo, por lo que habían conseguido parar la guerra; pero, a diferencia de los hechos que sucedieron en la Segunda Guerra Mundial, aquí no hubo claros vencedores. En esta guerra del siglo XXI, todos habían perdido más de la cuenta.

El joven Jordan era un muchacho apuesto, alto, algo delgado, de rulos rebeldes y un poco introvertido. Una rara mezcla de científico e idealista. Quizás había heredado muchos rasgos de su madre, que fue una psicóloga a quien le gustaba dedicar sus horas libres a causas benéficas y a voluntariados humanitarios.

De esta manera, Jordan Miller tuvo la prodigiosa oportunidad de aprender desde muy pequeño varios mundos o realidades a la vez: los mundos ideales de su querida madre, los mundos de la política inescrupulosa de su padre y la realidad donde él vivía.

Por supuesto que detestaba la ambición sin principios de su padre, y ese fue el motivo que tanto los distanció. Sin embargo, a pesar de su desagrado, su padre marcó su corazón y su mente de forma definitiva aquella vez que le dijo: “No puedes cambiar el sistema ni cómo funcionan las cosas… nadie puede hacerlo, solo puedes esforzarte en entender y sacar el máximo provecho de ello”.

Esa frase, tan cruda, tan real, lejos de tomarla como un buen consejo al cual atenerse, motivó a Jordan a luchar para destruir ese paradigma.

Jordan era claramente un inconformista, se parecía a esos jóvenes rebeldes de la década de los setenta, pero también tenía problemas para expresar sus emociones, para hablar en público, es decir, para ser un rebelde “convencional”. No era un líder. Por el contrario, era un pensador crítico, era una persona curiosa que buscaba nuevas formas de pensar sobre el mundo, una persona que se cuestionaba todo lo que lo rodeaba. Esta curiosidad lo llevó a explorar temas como la filosofía, la psicología, la historia y la literatura. Estudió la obra de grandes pensadores como Sócrates y Nietzsche, y leyó a escritores como William Blake y Walt Whitman. Esta búsqueda constante lo llevó a desarrollar una visión crítica de la sociedad, de la cultura y de la política.

Jordan llevaba su rebeldía contenida como parte de su introspección, y desde allí luchaba por encontrar respuestas a la situación que le tocaba vivir.

Capítulo 2

Esos años fueron tiempos casi surrealistas: era común ver a un brazo robótico servir cócteles a los clientes de un bar y no era ningún asombro para nadie ver pasar automóviles que se conducían solos. Las personas hacían inversiones de todo tipo en comunidades dentro de metaversos, mientras que eran drones los que llevaban las compras hechas por internet a cada hogar.

Más del cincuenta por ciento de las viviendas de los Estados Unidos eran domóticas, una estrategia para no detener la industria de la construcción de viviendas y el mercado del real estate promovido por el Estado. Mientras tanto, los bancos ofrecían créditos hipotecarios a aquellos que quisieran comprar sus propias casas en los metaversos. Esto ayudó a aumentar la inversión en la industria del software, ya que los emprendedores aprovechaban el potencial de los metaversos para crear empresas y negocios. Los comerciantes también usaban los metaversos para promocionar sus productos y servicios, lo que ayudó a aumentar el flujo de efectivo para los negocios.

Los usos de la big data ya se venían aplicando desde antes en el marketing, los deportes, la medicina, las telecomunicaciones, la política, el entretenimiento y en prácticamente toda situación que fuera medible y analizable.

El sistema de vigilancia federal era invasivo y, aun así, ineficiente para librar de los peligros a los habitantes. El internet de las cosas, la inteligencia artificial aplicada a cada vez más servicios, era corriente y normal. Y, en esta época de reciente posguerra, faltaban dos años y cinco meses para las elecciones presidenciales de los EE. UU.

La gente esperaba algún cambio, sin saber a ciencia cierta qué o quién sería ese cambio, pero de cierta forma lo presentían. El cambio era tan ansiado y necesario como la lluvia durante una sequía para un campesino. Era ese tipo de cambio al cual solo se lo puede esperar sin saber qué hacer, tal como se espera la lluvia… como se espera un milagro.

En un país con problemas estructurales y hasta existenciales, al actual presidente los opositores le endilgaban la enorme equivocación de llevar a su país a una guerra por un conflicto en Europa del Este y de haber estado a punto de detonar una bomba atómica.

Los medios habían desgastado tanto la imagen de ese presidente que hasta los independientes y apolíticos comenzaron a dudar no solo de su capacidad, sino del sistema en su totalidad. Dudaban de los beneficios de la carrera armamentística que había llevado a los EE. UU. a invertir recursos que no tenían y que encubrían con préstamos al Tesoro, lo que llamamos “inflación por impresión monetaria”.

La mayoría de los ciudadanos estadounidenses no tenían esperanza en el futuro de su país, y el sentimiento patriótico que siempre los había caracterizado como sociedad estaba desganado. Muchos de ellos seguían sintiendo que la política del Gobierno estaba fallando en darles los resultados deseados, lo que se traducía en una disminución del optimismo general.

Uno de los principales problemas que enfrentaba el país era la incertidumbre económica. Los salarios no estaban aumentando, mientras que la desigualdad entre los ricos y los pobres se seguía acrecentando. Muchas industrias comenzaban a reubicarse en otros países para obtener un mayor beneficio económico, lo que afectaba a los trabajadores estadounidenses, quienes comenzaban a perder sus trabajos y sus ingresos.

El pueblo se sentía defraudado por el sistema democrático, porque las decisiones las tomaban personas que se quedaban atrapadas en su propio ego, en su propia insensibilidad, en su propia locura. Como en toda crisis, estaban los que la sufrían y los que buscaban tomar provecho de ella.

Un cambio era imperativo, solo faltaba que algo nuevo lo detonara.

Capítulo 3

—¿En qué estás trabajando, Jordan? —preguntó Andrew—. ¿Cuál es ese proyecto secreto tan importante que te aleja de tus amigos? —insistió, entrecerrando los ojos y con una leve sonrisa irónica que buscaba complicidad e indiscreción.

Jordan, absorto como de costumbre y sin alejar la vista de su ordenador, respondió:

—Es algo en lo que vengo pensando mucho desde la universidad, es una idea que me gustaría probar. Consiste, básicamente, en evaluar con un programa los parámetros más destacados que debe poseer una persona, un político, más precisamente, para ser el mejor gobernante. Algo así como aplicar inteligencia artificial al servicio de los electores.

Jordan estaba convencido de que el sistema que tanto había corrompido a su padre era el mismo que había provocado la guerra; el mismo sistema que ahora no podía hacerse cargo de las consecuencias.

—Andrew —dijo Jordan mirándolo a los ojos y alejando sus dedos del teclado—, cuando tú vas a postularte por un trabajo, te evalúan, revisan tus antecedentes, analizan tu comportamiento, tus habilidades para determinar si serás apto para el puesto, hasta revisan tus redes sociales, ¿no es así?

»Para el trabajo más importante de nuestro país, que es ser presidente de la nación, quienes evalúan el currículo de los candidatos somos los ciudadanos. Pero el problema es que las personas no poseen la información completa, o bien la información que poseen no es correcta, porque ellos mismos se encargan de distorsionarla. Ellos y los propios medios de comunicación, que no son imparciales y que, en vez de informar, desinforman. Y aun cuando hubiere medios imparciales, ¡son una gota en el océano!

»Créeme, yo conozco a la clase política, Andrew, porque conozco a mi padre y sé de lo que son capaces por conservar el poder.

»El sistema democrático hace muchos años que dejó de ser un sistema confiable para elegir al mejor, al más idóneo, al más eficiente. Hoy solo es un bipartidismo que sirve de pantalla para que nada cambie. En muchos casos, los votantes simplemente eligen al menos malo de los dos candidatos, lo que no sirve para mejorar al país.

»Siempre recuerdo a mi madre, que decía: “Hijo, si algo no te parece correcto y no te gusta, cámbialo, inténtalo; aun sabiendo que no lo lograrás, aun sabiendo que es imposible, inténtalo. Porque, aunque no logres cambiar ni un solo átomo, puedes inspirar a otro a que lo siga intentando, y si este tampoco lo logra, pues inspirará a un tercero, y así sucesivamente hasta que alguien encuentre la manera. ¿Me comprendes, hijo? Si tú no lo logras, sé la inspiración de quien lo haga”.

Andrew, su amigo de la infancia, que lo había ido a visitar a Nueva York y al que solo veía en las vacaciones, se quedó mirándolo, pensativo.

—Está bien —le respondió al fin—. Suponiendo que desarrollaras un programa, o como lo llames, ¿cómo piensas que ese resultado, es decir, el señalamiento del mejor candidato para gobernar, será conocido por la gente y cómo crees que te escucharán? Es decir, ¿para que servirá, más allá de que sea un excelente dato estadístico?

—Bueno, eso es algo que todavía no tengo resuelto… Ahora estoy enfocado en el desarrollo de este software