Periferia - Diana del Ángel - E-Book

Periferia E-Book

Diana del Ángel

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Beschreibung

En estos inquietantes relatos de Diana del Ángel, lo fantástico se funde con lo cotidiano en una potente brevedad que logran solo las mejores cuentistas. Gracias a meditaciones forzadas, instituciones inservibles o empresas millonarias que venden lo impensable, nos acercamos a la espeluznante presencia del misterio en el día a día. Como un muestrario de los discursos que hay afuera, Periferia reúne las voces de lo incomparable: aquí los yoguis, los patrones, las curanderas, el transporte público, los académicos y los sicarios tienen algo en común. Evidencian con severidad e ironía las grandes contradicciones de las ciudades modernas; lo que estamos dejando pasar, lo que ya está más allá de nuestras manos y lo que dirán de nosotros—si el mundo sobrevive—quienes en el futuro estudien a la humanidad.

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DERECHOS RESERVADOS

© 2023Diana del Ángel

© 2023Almadía Ediciones S.A.P.I. de C.V.

Avenida Patriotismo 165,

Colonia Escandón II Sección,

Alcaldía Miguel Hidalgo,

Ciudad de México,

C.P. 11800

RFC: AED140909BPA

www.almadiaeditorial.com

www.facebook.com/editorialalmadia

@Almadia_Edit

Edición digital: 2024

eISBN: 978-607-8851-65-2

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

Hecho en México.

ÍNDICE

EL NOMBRE OCULTO DE LO COTIDIANO

RELATIVIDAD DE LOS CAMINOS

COLABORACIÓNVOGUEMARZOCASIFINAL

FÁBULA PARA SOLITARIOS

COLUMBA TOMA SU PRIMER BOCADO

PRODUCTOS PARA LIMPIEZA LULÚ

LA RAZA/LABOB

EMPLEO CUERPO REPUESTO ANUNCIO

CONSIDERACIÓN SOBRE LA ESPIRITUALIDAD DE LOS ANTIGUOS MEXAS

FIN DEL DECIMOTERCER BAKTÚN

DESECHABLES

EL MAR DE HELADAS SOMBRAS

PENÉLOPE CUENTA

EL NOMBRE OCULTO DE LO COTIDIANO

Siempre han sido cuatro Brígidas, pero la cuarta no siempre fue la misma. Eso pocos lo recuerdan. Desde que yo era chiquita ya se usaba el genérico para referirse a las hijas del oaxaco y su señora. Una era gorda como tinaco, otra escuálida como gato desnutrido; la tercera, aunque medio blanquita, tenía la cara llena de pecas. La cuarta en ese entonces, que era la mayor, iba en el salón de mi hermana Yuli. Una vez mi mamá la obligó a invitarla a partir su pastel de cumpleaños. Si van a venir las niñas del salón, que sean todas, sentenció. Así fue como la conocí. No me pareció para tanto el berrinche de mi hermana, pues se me hizo de lo más normal; muy morena eso sí, con unos labios muy gruesos y el pelo negro y tieso como alambre; pero nada más. Mi mamá le dio una rebanada de pastel para que se lo llevara a su casa y ella se apenó un poco, pero igual lo recibió. Fue la única vez que la vi.

Todo lo demás lo sé de oídas: la sacaron de la escuela porque quedó embarazada, pero al menos se pudo casar con el papá, que era militar. Un día amaneció muerta. Las otras dejaron de ir a la escuela y se pusieron a trabajar vendiendo ajos y canela en los tianguis cercanos. En algún momento, según dicen las señoras, el oaxaco y su esposa se regresaron a su pueblo; otras añaden que sus propias hijas los corrieron, casi al mismo tiempo se dejó de ver al esposo de la mayor: lo transfirieron al norte por consenso general. Ahí fue cuando dejaron de hablarles. Mi mamá nunca se unió a las vecinas en su bloqueo en contra de las Brígidas. Si nunca las volvimos a invitar a la casa, fue porque cuando mi papá nos dejó ya no hubo pasteles para los cumpleaños.

A ellas parecía no importarles que nadie les hablara. Un día me dio pena ver a la más chica jugando solita con unas muñecas y le di un poco de ropa. A mí me habría gustado invitarla a jugar, pero Vale no quiso y ella era mi mejor amiga. Todos los días iba a su casa, que era la más bonita de la cuadra. Bailábamos y grabábamos en un cassette programas de radio en el segundo piso. Había una cantina hecha de ladrillo y un fonógrafo donde poníamos discos de vinilo. Jugábamos a cantar y a sentirnos famosas. La verdad es que a Vale le salía mejor todo, porque además de tener buena voz, tenía gracia para bailar. Yo siempre me quedo tiesa en lugar de moverme con la música.

Nos tocó en una secundaria diferente, entonces dejamos de vernos porque las tareas y los amigos. Es decir, yo las tareas y ella los amigos. Yo para eso de hacer amistades estoy negada, siempre que intento sacar plática con alguien mis cachetes se ponen rojos, siento que me van a estallar, me pongo más nerviosa y ya no sé ni lo que digo. Para colmo no importa lo que coma, mi cuerpo se infla como globo. Ser gorda y tímida es una combinación nefasta, pero si añades ser ñoña, tengo el peor combo. Mi mamá dice que lo que importa es mi interior, pero en cualquier oportunidad me desliza la receta de la dieta de la manzana, del licuado de nopal o de los siete días. Lo más que he logrado es dejar de comer pan por un día, pero como me quedo con mucha hambre al día siguiente como el doble.

Al principio yo iba a casa de Vale para que hiciéramos la tarea juntas. Ella me contaba de sus nuevas amigas y de los chicos que le mandaban cartas o que la esperaban a la salida de la escuela para ver quién la acompañaba de regreso. Poco después me confesó que había uno que sí le gustaba y que se quedaba de ver con él a la salida. Como su mamá no la dejaba tener novios, muchas veces le decía que pasaba a mi casa para hacer la tarea, pero se iba a pasear con él por los campos de fut. Eso funcionó muy bien hasta que un día su mamá fue a buscarla y, aunque al principio intenté justificar su ausencia diciendo que había ido a la papelería, la señora acabó dándose cuenta del embuste.

Mi mamá me regañó por andar echando mentiras y Vale se enojó conmigo porque no pude inventar nada mejor. Después de eso iba a su casa para hacer la tarea y platicar un poco. Comenzó a aburrirme que siempre me hablara de este chico, con el que se seguía viendo a escondidas, pero lo que sí de plano no aguanté fue que me empezara a hablar como las señoras. “Ya pronto te llegará el momento”, “cuando encuentres al indicado, hasta te vas a arreglar”, “sentirse amada es lo más”. A lo mejor porque me había tardado en bajar, me había hecho a la idea de que iba a llegar tarde a todo. Y aunque sí me gustaban los chicos, no tenía ganas de ver a alguno de ellos a la salida ni de contarles mis cosas. Yo quería seguir teniendo una amiga y jugar a ser locutora de una radio para niñas.

Lo cierto es que no solo Vale, sino muchas de mis compañeras se aventuraban con emoción a ese nuevo mundo de los pares. Yo sabía quién quería con quién porque como me salían muy bien los corazones de origami, me pedían que les hiciera uno para mandar o responder mensajitos. Las miraba alejarse y caminar por el patio de la escuela que a la hora del recreo parecía un hervidero; las veía confundirse en esa pequeña multitud que era la Secu 98, para luego salir de ahí con su par, convertidos en una pequeña burbuja que tardaba más o menos en romperse. En uno de esos encargos, la pelirroja del segundo B me dijo que ella sabía a quién le gustaba yo. Honestamente, me intrigó y una parte de mí hasta se emocionó. Quise saber más, pero ella, muy misteriosa, me dijo que él pronto se acercaría. Esperé el resto de las clases con mucha expectativa, pero cuando se acercaba alguno de los chicos solo me preguntaba por la tarea.

Por esa misma época, mi hermana la mayor terminó con su novio. No me lo contó a mí, pero me di cuenta porque estuvo llorando por las noches antes de decírselo a mamá, luego ella maldijo al cabroncete. Después Yuli se enfermó y mamá nos dijo a mí y a Licha, la más chica de nosotras, que teníamos que cuidarla mucho y me mandó por las cosas para hacer un caldo de gallina. A lo mejor por eso y porque mi papá nos había dejado, yo me hice a la idea de que siempre que lo necesites va a estar una mujer para ayudarte. Y eso me parecía más real que cualquier otra cosa.

Un día Vale y yo nos volvimos a encontrar en el mercado, las dos íbamos con nuestras mamás. Entonces ella le pidió permiso a la suya para ir por la tarde a mi casa a estudiar inglés. Sabía que era cierto que los idiomas no eran su fuerte, pero también sabía que a Vale no le importaba pasar con más de seis una materia. Por eso me apresuré a decir que sí. Supuse que estaría en problemas y aunque habían pasado casi dos años en los que no nos hablábamos seguía siendo mi amiga. Tenía casi dos meses sin bajarle. No puedo tenerlo, me dijo, y no puedo decirle a mi mamá, porque me obligaría. Yo no sabía ni qué decirle, cuando pensé que tenía problemas me imaginaba alguna travesura o que iba a reprobar el año entero. Todo menos esto. Yo seguía sin tener novio y solo me imaginaba cómo se sentiría que te metieran la lengua en la boca. Vale me miraba preocupada y sentí que había una distancia enorme entre ella y yo. Me sentí muy niña. Tienes que ayudarme, musitó. Yo le dije que sí, pero no sabía cómo. Alguien le había dicho que las Brígidas daban algo, pero tenía miedo de ir sola.

Sobre ellas se contaban muchas cosas. Yo que vivía enfrente nunca había visto si entraban prostitutas a su casa, ni si vendían a los marigüanillos de la colonia o si habían lanzado embrujos a los señores para que engañaran a sus esposas. Las señoras decían que estaba mal que ninguna de ellas se hubiera casado y que no mandaran a la niña al catecismo. La puerta café de su casa siempre estaba cerrada y solo se abría cuando iban a vender o a tirar la basura. Desde que mi mamá se había metido a trabajar no se enteraba de muchas cosas, así que preguntarle a ella si era verdad lo que decían de las Brígidas era inútil.

Vale me pidió que investigara y aunque lo dudé le dije que sí porque al final era mi amiga. Me fijé bien que no pasara nadie y toqué la puerta de las Brígidas y antes de que terminara de preguntar si ellas ayudaban a abortar, la Flaca me hizo el signo de que me callara. Me vio la panza y me preguntó cuántos meses tenía. Le dije que no era para mí, sino para una amiga. ¿Cuánto tiene?, preguntó. Como dos meses, le respondí. Vengan mañana a las ocho. Vale se molestó un poco porque no pregunté por el precio. La verdad es que estaba tan nerviosa de que alguien me viera que cuando me dijeron la hora me fui de ahí. Entre las dos juntamos como trescientos pesos. Ambas faltaríamos a la escuela y para ganar más horas por la tarde, ella le diría a su mamá que se había adelantado la excursión a las pirámides. Como mi mamá trabajaba y llegaba por la noche, no había necesidad de decirle nada.

Otra vez nos abrió la Flaca. La casa de las Brígidas era un largo pasillo al lado del cual se abrían distintas entradas semicubiertas por cortinas. El piso de cemento estaba recién lavado y se veía brilloso. Nos dejó en un cuarto muy grande donde había un sillón medio viejo, algunas sillas y una mesa con muchas hierbas. Al fondo había una cortina que cubría una habitación más pequeña, desde donde se escuchaban voces y gritos ahogados. Después de un rato salió la Pecosa pidiendo más agua caliente, apenas tuvo tiempo de echarnos una mirada cuando se volvió a meter al cuarto. Yo me cambié de lugar porque quería ver lo que pasaba del otro lado. Solo alcanzaba a ver los pies de la Pecosa y las patas de una cama donde supuse que alguien estaba acostada. En eso, la Flaca nos acercó dos tazas de té. Es tranquilizante, nos dijo, y yo reconocí el olor del azahar.

Desde adentro la Pecosa pidió más toallas y agua caliente. Por eso ya no pude preguntarle nada a la Flaca, que salió disparada hacia el otro lado del cuarto y luego reapareció, seguida de la Brígida más pequeña, que se parecía mucho a su mamá. La Flaca llevaba un pocillo de agua caliente y la niña, toallas. Las dos entraron al cuarto y solo salió la más chiquita. Al contrario de siempre, Vale estaba supercallada, hasta me pareció que estaba más pálida que de costumbre. La niña salió, encendió unas veladoras y se sentó en el otro extremo del sillón. Solo por hacer la plática se me ocurrió decirle que se parecía mucho a su mamá y miré hacia la foto. Sí, ella es mi mamá Lola, pero tengo otras tres. En eso salió la Pecosa y se fue directo con Vale.

Le pidió que se recostara en el sillón y empezó a palparle el vientre, como si le estuviera dando un masaje, pero más fuerte porque Vale se quejaba. Estuvo un buen rato y se metió al cuarto sin decirnos nada. Después salió la Gorda y nuevamente le tocó el vientre a Vale. Tú no estás de encargo. Y entonces por qué no me baja. A veces se retrasa, sobre todo cuando eres chamaca, dijo muy segura la Gorda. Tómate un té de orégano con canela, añadió antes de meterse otra vez al cuarto. Vale y yo nos quedamos sin saber qué hacer. Desde la otra habitación se escucharon indicaciones que daba la Gorda a otra mujer, insistió en que comiera caldo de gallina. Al poco rato, la Flaca salió y nos llevó a la puerta. Vale iba un poco desconcertada, quizá molesta, pero yo solo pensaba en mi hermana Yuli.

Con todo, la Gorda tenía razón. A Vale le bajó unos días después. Entonces yo tuve el valor de contarle a mi mamá mi pequeña aventura. Al principio se molestó. Luego me confirmó lo que había descubierto sobre Yuli. Y me dijo el verdadero nombre de las Brígidas. Después de esa plática sentí que había descubierto muchos misterios y que algo había cambiado en mí, aunque no sabía qué era exactamente. Me acuerdo que abracé mucho a Yuli esa tarde. Ella se sacó de onda, pero igual nos mantuvimos cerca mucho tiempo. Y yo sentí que aun siendo niña podía cuidar a otras personas.

Cuando ya casi se acababa el tercer año de la secu, Quique Contreras se me declaró. Me acuerdo que tenía su pelo un poco sudado y traía el suéter amarrado en la cintura. ¿Quieres ser mi novia?, me dijo y bajó la mochila al piso. No, le dije, y añadí más para mí que para él: es que no quiero ser burbuja.

RELATIVIDAD DE LOS CAMINOS