Planetas habitables - Elisa Díaz - E-Book

Planetas habitables E-Book

Elisa Díaz

0,0

Beschreibung

Cada lector es un mundo y, si ponemos la atención suficiente, lo es también todo ente que lo rodea: el sillón que lo sostiene, la lámpara que alumbra su lectura, el libro que tiene entre sus manos, el nematócero diminuto que sobrevuela su cabeza. Entre cada uno de estos mundos tiene lugar un intercambio incesante, una economía afectiva y material que los transforma. Hay entre ellos, incluso, encuentros de una violencia tal que podemos pensarlos como colisiones, grandes impactos que generan mundos nuevos, con inéditos vínculos y destellos. En Planetas habitables, Elisa Díaz Castelo traza, gracias a una escritura en la que las palabras de la ciencia cobran una sensualidad inesperada y las sutilezas de la vida contagian el placer de la ironía, un minucioso mapa que busca dar cuenta de la intrincada red de conexiones desplegada a nuestro alrededor a cada instante. Si hoy en día hay quienes piensan que, ante el desastre anunciado, la solución es la búsqueda de nuevos mundos, en este poemario se nos propone encontrar en el lenguaje las razones para mantener habitable la singular complejidad que nos conforma y de la que somos parte.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 56

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Planetas habitables

Elisa Díaz Castelo

DERECHOS RESERVADOS

© 2022 Elisa Díaz Castelo

© 2022 Almadía Ediciones S.A.P.I. de C.V.

Avenida Patriotismo 165,

Colonia Escandón II Sección,

Alcaldía Miguel Hidalgo,

Ciudad de México,

C.P. 11800

RFC: AED140909BPA

www.almadiaeditorial.com

www.facebook.com/editorialalmadia

@Almadia_Edit

Edición digital: 2023

ISBN: 978-607-8851-46-1

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

Hecho en México.

¿Qué será de nosotros en medio de tantos mundos?

BERNARD LE BOVIER DE FONTENELLE

En medio de tantos mundos

Mapa del metro de una ciudad desconocida

Cuántas formas de irse y todas truncas.

En este plano la ciudad es sólo

movimiento: todo trayecto, lugar

que se bifurca, derroteros, trasbordos y baraja

de caminos brillantes. Coreografía

más que geografía. De cerca:

ramillete de muñones,

ríos entubados. De lejos:

una medusa sin cara

que no necesita ojos para mirarme de vuelta.

Su voluntad infértil, su movimiento fijo.

Siento mi cuerpo, piedra que se desborda:

mi manojo de dedos, esta ansia

por tender y fragmentarme

en pedazos más pequeños, cuerpo

que acaba en veinte partes.

He aquí un mapa del tiempo, atravesado

por el alfiler imposible de la sincronía.

Todos los caminos sucediendo,

todas las opciones elegidas.

Cada ruta de un color y tan callada:

una cepa de niños vestidos en tonos alegres

y solo uno me llevará de la mano, me alejará.

Miro sin sorpresa mi futuro: sus rutas,

escasas y rectas, sé bien a dónde llevan.

Quisiera quedarme

en este sitio, siempre

sin decidir, ciudad entera y vasta,

redonda fruta madura.

Si no empieza uno nunca, ¿dónde acaba?

Qué ganas sólo de permanecer, tan quieta,

así como un vaso de vidrio contiene

su caída, las muchas formas

en las que puede romperse.

Herencia electiva

Hoy traigo puesto el sostén

de mi abuelita muerta.

Es negro y tiene encaje

y me queda perfecto.

Qué sorpresa. Éramos

tan distintas. Ella

hasta la noche antes

de su muerte insistía

en lavarse la cara

y usar todas sus cremas antiarrugas

y yo a veces apenas, a veces

repruebo en serotonina, hablo

el idioma errático de la depresión endógena,

soy desniveles químicos, kármicos

de esa misma abuela que años antes

casi se desangró en la tina, en la infancia

de mi madre o salió en coche y dijo

que nunca volvería, quiero decir

que me oscurezco a veces como ella,

que se me otoña el cuerpo tan sobrando.

Pero cambió. Ya luego no quiso

morir nunca, ni cuando se cerró su edad,

aunque su cuerpo quiso

ella se abstuvo, prefería

no hacerlo. Y hoy

traigo puesto

su sostén, tan negro, tan encaje,

porque he volteado las piedras de los ríos,

porque es eso, al fin, lo que quisiera

heredar de ella, sus ganas

de quedarse.

La recuerdo:

lo último que comió en la tierra

fue un durazno prensado.

La recuerdo:

sus pies no tocaban el piso

cuando se sentaba en la silla

del viejo comedor.

Acostada en la cama de la última noche,

hundiéndose en su muerte sin salida,

se sostuvo con fuerza de mi mano

como si yo pudiera traerla de regreso.

Se murió

con las uñas pintadas de rojo.

Esto es cierto: favor

de remitirse

a la evidencia.

Abuela:

yo fui tu descendencia,

tu estado de latencia, tu lactancia,

la forma de tus manos y tus dudas,

la pausa antes del acto.

Abuela: duro orden de sangre y leche,

armisticio, yo fui

las deudas que olvidaste,

la sombra de tu cuerpo en la banqueta,

la hebilla de tu zapato izquierdo.

Abuela. Gametos y labiales

que de niña yo frente al espejo.

Abuela. Luz

de medianoche. Esas

bolsas donde guardabas bolsas

donde guardabas

sobres de azúcar

y basura diminuta, tan

brillante. Abuela. Oropel de a peso,

cajita de música, chatarra de oro lenta.

Abuela. Bisutería. Piel, cabello, ojos.

¿Dónde están? Tanta materia inerte, tan

biodregradable.

Abuela, tenías miedo de dormir,

me despertabas. Nunca saldrás del hambre,

ni caminas a oscuras sobre la alfombra,

ni jamás fuiste apenas, duramente.

Abuela. Baraja de olvidos, ruina de telómeros,

siempre hacías trampa en los juegos de mesa

y querías vivir sobre todas las cosas

a pesar de tu cuerpo.

Esta mañana

decidí ponerme tu sostén de encaje,

¿lo recuerdas?

Tus ganas de vivir

contra mi cuerpo,

tus ganas

de sostenerte al mundo,

de quedarte.

Porque eso es lo que quiero:

heredar tu deseo,

amanecer con hambre.

Porque no todo lo negro es luto.

Lo sabías.

Teoría del gran impacto

Mi cuerpo es un extremo del tuyo.

El instante rojo de mi nacimiento, el puñal

de la sangre, el gozo o el grito, el cuerpo

que se vacía, la placenta que conjuga

el rojo con la sombra. Es preciso reconocerlo:

dos cuerpos que fueron de uno solo

no pueden tener un origen pacífico.

No pueden permanecer intactos.

Por ejemplo, la luna, que miramos

sin miramientos, desvestida:

te pregunté hace años cómo se había formado

y me dijiste que la tierra la atrapó en su gravedad

y le dio un trayecto y un destino.

No es cierto. Mírala,

anónima y endeble, dada a romperse,

empotrada en la noche, vela

desde tu casa de ladrillos y yo

desde mi azotea, más lejana que nunca.

Somos demasiado parecidas.

Lo cual se explica a partir de un tercero

en discordia: un planeta errante, desvirtuado

de órbitas, chocó con el nuestro y se hizo añicos

en una colisión brutal que ya ha olvidado

el universo. De lo que perdió la tierra

despedazada, carente de redondez,

se formó la luna, hecha de pedacería,

desbastada por giros y acrobacias.

Y las dos se sostienen, sin coincidir nunca,

apenas consonantes, apresadas

a una distancia por el abrazo

ambiguo de las órbitas, por una gravedad

mediana, diametral. Así nosotras

en las noches, nos hablamos

nuestras voces se tocan y se envuelven

en el cobre. Una será siempre

el centro de la otra, las dos

perfectas en su circunferencia

pero ausentes de sí mismas.

En nuestra piel se reparten tus células

y lo que me has heredado,

aunque sea luminoso, me consume.

Contingencia