¿Por qué la Reforma aún importa? - Tim Chester - E-Book

¿Por qué la Reforma aún importa? E-Book

Tim Chester

0,0

Beschreibung

¿Sigue importando la Reforma? En 1517, un monje alemán clavó un cartel a la puerta de una iglesia, en el que se impugnaban las doctrinas prioritarias que enseñaba la iglesia católico romana en aquellos días. Ese momento inició un movimiento que cambió toda la trayectoria de la historia de la iglesia. Pero, ¿tienen aún los reformadores algo que enseñarnos? En este accesible manual básico, Tim Chester y Michael Reeves responden a once preguntas clave suscitadas por los reformadores, preguntas que siguen siendo críticamente importantes para la iglesia de hoy.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 293

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



¿Sigue importando la Reforma?

En 1517, un monje alemán clavó un cartel a la puerta de una iglesia, en el que se impugnaban las doctrinas prioritarias que enseñaba la iglesia católico romana en aquellos días. Ese momento inició un movimiento que cambió toda la trayectoria de la historia de la iglesia. Pero, ¿tienen aún los reformadores algo que enseñarnos?

En este accesible manual básico, Tim Chester y Michael Reeves responden a once preguntas clave suscitadas por los reformadores, preguntas que siguen siendo críticamente importantes para la iglesia de hoy.

“Rara vez se encuentra tan rica combinación de teología histórica y apasionado argumento exegético. Es una cálida y rigurosa defensa pastoral de las afirmaciones fundamentales de la Reforma”.

MICHAEL HORTON,

J. Gresham Machen, catedrático de Teología Sistemática y Apologética del Seminario Westminster de California; autor, Calvin on the Christian Life.

“Este oportuno libro subraya la importancia vital de aquello a cuya enseñanza dedicaron su vida Martín Lutero y otros protestantes pioneros”.

MARK NOLL,

Francis A. McAnaney, catedrático emérito de Historia, Universidad de Notre Dame; editor, Protestantism after 500 Years.

TIM CHESTER (Doctor en Filosofía, Universidad de Gales) es pastor de la Grace Church, Boroughbridge y director del plan de estudios para la academia Acts 29 Oak Hill. Es autor o coautor de más de treinta libros, incluidos Iglesia radical, Cristianos superocupados, Tú puedes cambiar, Facebook y El héroe común.

MICHAEL REEVES (Doctor en Filosofía, King’s College, Londres) es presidente y catedrático de teología en la Union School of Theology de Oxford. Es autor de numerosos libros, incluido The Unquenchable Flame: Discovering the Heart of the Reformation.

Raramente se encuentra una combinación tan rica de teología histórica y argumento exegético apasionado. Estamos ante una defensa cálida, pastoral y rigurosa de las reivindicaciones fundamentales de la Reforma. También incluye una defensa de esta herencia común desde la perspectiva de los distintivos anabaptistas/bautistas que reconoce importantes diferencias con los re—formadores magistrales. Por ambas razones, ¿Por qué la Reforma aún importa? representa una valiosa contribución a los debates continuos en la iglesia global.

Michael Horton,

J. Gresham Machen Profesor de Teología Sistemática y Apologética, Westminster Seminary California; autor, Calvin on the Christian Life.

Los autores Michael Reeves y Tim Chester han hecho una contribución sólida a la conmemoración de la Reforma en su claro relato de lo que los principales reformadores, especialmente Martín Lutero y Juan Calvino, enseñaron acerca de Jesús, la gracia de Dios, las Escrituras, los sacramentos y otros temas importantes. Con el quingentésimo aniversario de la publicación de las noventa y cinco tesis de Martín Lutero acercándose rápidamente, este oportuno libro subraya la importancia vital de aquello a lo que él y otros de los primeros protestantes dedicaron sus vidas

Mark Noll,

Francis A. McAnaney Profesor Emérito de Historia, Universidad de Notre Dame; editor de Protestantism after 500 Years.

Reeves y Chester explican de forma clara y directa la importancia vital de la Reforma, resumen su mensaje y muestran su relevancia continua. ¿Por qué la Reforma aún importa? puede constar únicamente de trescientas páginas, pero vibra con vida. Un logro brillante por parte de dos doctores de la iglesia actuales, y un pequeño gran libro.

Sinclair B. Ferguson,

Profesor de Teología sistemática, Redeemer Seminary, Dallas; autor, The Whole Christ.

Si existe alguna duda acerca de si la Reforma sigue importando o si la iglesia necesita reformarse siempre, Reeves y Chester las disipan. Encantador y sabio, este libro provee razones sólidas para ser protestante y ofrece explicaciones bíblica e históricamente precisas de formulaciones doctrinales fundamentales. Cuando los cristianos protestantes alrededor del mundo celebren el quinientos aniversario de la Reforma de 1517, encontrarán un sólido aliento aquí. ¡Semper reformanda!

Sean Lucas,

Profesor de Historia de la Iglesia, Reformed Theological Seminary, Jackson, Mississippi; Senior Minister, The First Presbyterian Church, Hattiesburg, Mississippi; autor de God’s Grand Design: The Theological Vision of Jonathan Edwards.

Tim Chester y

Michael Reeves

¿POR QUÉ LA REFORMA AÚN IMPORTA?

Conociendo el pasado, para reflexionar sobre el presente

PUBLICACIONES ANDAMIO

c/ Alts Forns n° 68, sót. 1°

08038 Barcelona. España Tel. (+34) 93 432 25 23

[email protected]

www.publicacionesandamio.com

Publicaciones Andamio es la editorial de los Grupos Bíblicos Unidos en España, que a su vez es miembro del movimiento estudiantil evangélico a nivel internacional (IFES), cuya misión es hacer discípulos y promover el testimonio de Jesús en los institutos, facultades y centros de trabajo.

¿Por qué la Reforma aún importa?

© Publicaciones Andamio, 2017

1a edición abril 2017

Why The Reformation Still Matters

© Michael Reeves y Tim Chester , 2016

Todos los derechos reservados. Esta traducción de Why The Reformation Still Matters publicada primeramente en 2016 se publica con el permiso de Crossway, un ministerio de publicación de Good News Publishers. Wheaton, Ilinois 60187, USA.

Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de los editores.

Traducción: Loida Viegas

Diseño cubierta e interior: Jonatán Burgazzoli

Fotografía de la cubierta: ViewApart / iStock by Getty Images

Maquetación ebook: Sonia Martínez

Depósito legal: B. 6206-2017

ISBN: 978-84-946830-6-0

En memoria de

Edward Coombs.

Amó a Jesucristo y vivió para él.

El mundo no era digno de él.

Índice

INTRODUCCIÓN

1. JUSTIFICACIÓN

¿Cómo podemos ser salvos?

2. ESCRITURAS

¿Cómo nos habla Dios?

3. PECADO

¿Cuál es nuestro problema?

4. GRACIA

¿Qué nos da Dios?

5. LA TEOLOGÍA DE LA CRUZ

¿Cómo sabemos qué es cierto?

6. UNIÓN CON CRISTO

¿Quién soy yo?

7. EL ESPÍRITU

¿Podemos conocer verdaderamente a Dios?

8. LOS SACRAMENTOS

¿Por qué tomamos el pan y el vino?

9. LA IGLESIA

¿A qué congregación debo unirme?

10. LA VIDA COTIDIANA

¿Qué diferencia marca Dios los lunes por la mañana?

11. GOZO Y GLORIA

¿Sigue importando la Reforma?

INTRODUCCIÓN

Hace quinientos años, un joven monje alemán caminó desde su monasterio, cruzando la ciudad de Wittenberg, hasta la iglesia del castillo. La puerta de la misma hacía las veces de tablón de anuncios público. Allí clavó el monje un cartel con noventa y cinco declaraciones o tesis. Su nombre era Martín Lutero (1483—1546).

Las noventa y cinco tesis eran una invitación al debate público. Eran la versión del siglo XVI de una provocadora entrada de blog invitando al debate online. Su motivo fueron las prácticas del fraile dominico Johann Tetzel (1465—1519). El amigo íntimo y colega de Lutero, Philipp Melanchthon (1497—1560), describió a Tetzel como “un adulador muy audaz”.1“Un trepa descarado”, podríamos decir hoy. La mayoría de las personas de la época creían en el purgatorio, un lugar de tormento al que las personas iban tras su muerte de forma que podían ser purgados de sus pecados antes de pasar al cielo. Tetzel estaba vendiendo indulgencias —promesas del papa que permitían a las personas reducir su tiempo en el purgatorio. “Tan pronto como la moneda en el cofre suena, el alma del purgatorio vuela”, decía la cancioncilla.

Las noventa y cinco tesis de Lutero eran una protesta contra estas indulgencias y la preocupación de la iglesia por la riqueza. No consistían en una serie de declaraciones particularmente radicales, sin duda no según los estándares del pensamiento posterior de Lutero. No cuestionaban la existencia del purgatorio, ni siquiera el valor limitado de las indulgencias. Sin embargo, golpeaban a la iglesia donde era más vulnerable: en el bolsillo.

El arzobispo local se quejó al papa. Pero la oposición motivo a Lutero y este comenzó a atacar a la infalibilidad del papa. Quemó la bula papal que amenazaba con su excomunión. El emperador Carlos V convocó una conferencia en la ciudad de Worms. Los amigos de Lutero lo defendieron hábilmente, pero el emperador le llamó finalmente para que asistiera, con la promesa de protección. Ahí estaba Lutero con todo el sistema eclesiástico enfrentado con él. Este dijo:

A través de la misericordia de Dios, pido a su Majestad Imperial y sus Ilustres Señorías, o a cualquiera de cualquier posición, que testifique y refute mis errores, que los contradiga con el Antiguo Testamento y con el Nuevo. Estoy dispuesto, si se me instruye mejor, a retractarme de cualquier error y seré el primero en echar mis escritos al fuego.

El abogado imperial respondió con un tono de reproche:

Tu respuesta no viene a cuento. No deberían cuestionarse cosas que los Concilios de la Iglesia ya han condenado y sobre las que ya se han tomado decisiones... Danos una respuesta clara a esta pregunta: ¿Estás preparado para retractarte o no?

Lutero contestó:

Su Majestad Imperial y sus Señorías piden una respuesta simple. Aquí está, clara y directa. A no ser que las Escrituras me convenzan de error... y la Palabra de Dios cautive mi conciencia, no puedo retractarme de nada, porque actuar en contra de nuestra conciencia no es seguro para nosotros ni está abierto a nosotros. Sobre esto adopto mi postura. No puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude. Amén.2

Las ideas de Lutero se extendieron por Europa, aceleradas por la recientemente inventada imprenta. En muchos lugares encontraron una audiencia preparada. La evidente corrupción de la Iglesia Católica había provocado que muchas personas anhelasen un cambio, y el renovado interés en la enseñanza antigua asociada con el Renacimiento había llevado a un redescubrimiento de las Escrituras.

En la ciudad suiza de Zurich, Ulrico Zuinglio (1484—1531) ya estaba introduciendo reformas sobre la base de su lectura de la Biblia, que él había llegado a considerar la autoridad suprema en todos los asuntos. En un principio, las autoridades católicas acogieron bien sus reformas, pero en 1523, después de dos debates públicos, la ciudad apoyó a Zuinglio y rompió con Roma.

En Inglaterra, las ideas de Lutero influenciaron a William Tyndale (1494—1536). Sirviendo como capellán en Little Sodbury

Manor, cerca de Bath, le sorprendió la ignorancia de los clérigos locales. Son conocidas las palabras que dijo a uno de ellos: “Si Dios guarda mi vida, antes de que pasen muchos años, haré que un niño que maneja el arado conozca más de las Escrituras que tú”.3Tyndale partió hacia Londres, esperando recibir apoyo de la iglesia para su plan de traducir la Biblia al inglés. Pero el obispo de Londres no estaba interesado, porque no quería que las ideas luteranas se difundiesen en Inglaterra. La oposición a Tyndale creció y finalmente dejó este país para vivir como un prófugo en Alemania y la Bélgica actual. Finalmente lo traicionaron y martirizaron en 1536, pero no antes de que hubiera traducido el Nuevo Testamento y mucho del Antiguo.

En 1536, Juan Calvino (1509—1564) pasaba por Ginebra en su camino hacia Estrasburgo. Pero el líder de la iglesia local, Guillaume Farel (1489—1565), lo persuadió para que se quedara y la ciudad le dio el trabajo de maestro de las Escrituras. Farel era un Reformador, pero carecía de talento para la organización. Así pues, Calvino asumió el liderazgo. Inicialmente, los ciudadanos de Ginebra no estaban seguros de que les gustase la visión integral de Calvino de una ciudad cristiana, y lo destituyeron en 1538. Sin embargo, tres años más tarde, lo reeligieron y pasó el resto de su vida haciendo de Ginebra un motor para las ideas de la Reforma, enviando pastores por toda Europa para plantar iglesias reformadas.

En Inglaterra, los orígenes de la Reforma fueron tanto políticos como religiosos. Enrique VIII (1491—1547) quería divorciarse de su primera esposa, Catalina de Aragón (1485—1536), porque esta no había podido darle el hijo y sucesor que anhelaba. Pero, después de muchos engaños, el papa se negó a aprobar el divorcio.

No ayudó que el papa estuviera en deuda con el Emperador Carlos V, que también era sobrino de Catalina. Así pues, en 1534, Enrique rompió con Roma y pasó a ser la cabeza de la Iglesia de Inglaterra. El rey quería retener la teología católica sin la autoridad romana.

No obstante, aunque los orígenes de la Reforma en Inglaterra podrían haber sido políticos, muchas personas simpatizaban con las ideas de Lutero. El arzobispo de Henry, Thomas Cranmer (1489—1556), era proclive a la reforma protestante. Su libro de oración, “el Libro de Oración Común”, escribió la teología de la Reforma en la liturgia semanal de las iglesias parroquiales de Inglaterra. En los años siguientes, Inglaterra vaciló entre el protestantismo y el catolicismo hasta que Isabel I (1533—1603) asentó al país en su propia versión peculiarmente inglesa del protestantismo (una versión que decepcionó a los puritanos).

Lutero publicó sus noventa y cinco tesis el 31 de octubre de 1517. La Reforma fue un movimiento complejo con muchos afluentes. No fue la obra de un hombre o un movimiento. Sin embargo, el 31 de octubre de 1517 ha adoptado un significado simbólico. Más que cualquier otro acontecimiento, reúne todas las condiciones para ser el pistoletazo de salida que lo puso todo en marcha.

Pero quinientos años después, ¿sigue importando la Reforma?

Importa porque es nuestra historia. Si eres anglicano, bautista, hermano, congregacional, independiente, luterano, menonita, metodista, pentecostal, presbiteriano, o reformado, estas son sus raíces. Tu historia puede trazarse remontándose a estos acontecimientos de hace quinientos años.

No obstante, ¿son los reformadores como unos abuelos incómodos? ¿Son una parte de nuestra historia que deberíamos dejar atrás o que podemos ignorar sin problema? ¿O son quizás héroes que nos contentamos con idolatrar a una distancia segura?

Las sensibilidades de la Reforma pueden parecer, sin duda, extrañas a las personas modernas. ¿Cayó realmente Europa en la agitación por los debates acerca de si la justicia era “imputada” o “impartida”, siendo una de ellas la declaración de que estamos bien con Dios y la otra simplemente un nuevo poder para obtener la aprobación de Dios? ¿Discutían realmente las personas acerca de si somos salvos solo por la fe, o por la fe y las obras combinadas? ¿Hubo realmente un tiempo en el que la teología importaba tanto a las personas?

¿Es la Reforma un sinónimo de malas noticias?

Hace poco, yo (Tim) estaba viendo un documental en televisión, cuando el narrador dijo: “La Reforma y la amargura y división que representa nos recuerdan los peores aspectos de nuestros instintos religiosos”. Como puedo retroceder en mi televisor, pude comprobar que lo había oído bien. Estas palabras tipifican la actitud de muchos. La gente supone que la religión es una cosa misteriosa. Y con esta suposición llega otra: pretender conocer la verdad y cuestionar la percepción de la misma por parte de otras personas es un acto ridículo de arrogancia. Pelearse por la religión es duro, una negación de justo aquello que pretendes seguir.

Sin duda, es cierto que podemos actuar hacia las personas con las que no estamos de acuerdo de formas que niegan el evangelio que profesamos, y en ocasiones los líderes de la Reforma fueron culpables de esto. Sin embargo, la suposición tras tales actitudes es que no merecía la pena llevar a cabo las divisiones de la Reforma, la verdad no importa realmente.

Pero consideremos lo que estaba en juego. En su raíz, la Reforma era una disputa acerca de cómo conocemos a Dios y cómo podemos estar bien con él. Estaba en juego nuestro futuro eterno, una elección entre el cielo y el infierno.

Y sigue estándolo. Que a nuestro mundo moderno le parezca extraña la Reforma dice tanto de nosotros como de los reformadores. Deja al descubierto nuestra preocupación por este mundo material y esta vida fugaz. Si hay un mundo más allá de este y una vida más allá de esta, no parece importarnos mucho, —fuera de la vista, fuera del pensamiento—. Es una posición muy curiosa cuando hay tanto en juego. Para los reformadores no había necesidad más acuciante que la seguridad frente el juicio divino, y no había acto más amoroso que proclamar un mensaje de gracia que concedía la vida eterna a aquellos que respondían con fe.

La Reforma continúa importando porque la vida eterna sigue haciéndolo.

La Reforma: ¿Son noticias de ayer?

La Reforma sigue importando porque los debates entre católicos y protestantes no han cesado. Hoy hay voces que declaran que la Reforma ha terminado. Reivindican que cualquier diferencia sustancial entre católicos y protestantes ha desaparecido o se ha visto superada por preocupaciones más urgentes. No tiene sentido, según esta línea de pensamiento, vivir nuestras vidas como si estuviéramos aún enredados en el siglo XVI.

En 1994, numerosos dirigentes evangélicos y católico romanos firmaron un documento tituladoEvangélicos y católicos juntos.Aunque destacaba diferencias continuas, este controvertido documento hacía un llamamiento a la aceptación mutua y el testimonio común. Entre los firmantes estaba el historiador evangélico Mark Noll. En 2005 publicó un libro (con Carolyn Nystrom) tituladoIs The Reformation Over?[¿Ha terminado la Reforma?]. Él reconoce que la respuesta es compleja. Pero Noll declara que sobre la justificación “muchos católicos y evangélicos creen ahora aproximadamente lo mismo”. Aunque identifica la naturaleza de la iglesia como una diferencia continua, Noll dice:

Si es cierto, como repitieron frecuentemente una vez protestantes conscientes de su vinculación con Martín Lutero o Juan Calvino, queiustificatio articulus stantis vel cadentis ecclesiae(la justificación es el artículo sobre el que la iglesia se mantiene firme o cae), entonces la Reforma ha terminado.

Destacando numerosos ejemplos de cooperación, Noll dice que las diferencias entre católicos y evangélicos son “infinitesimales” en comparación con las que ambos tienen con el cristianismo liberal y la cultura secular.

Por supuesto, se han producido muchos cambios a lo largo de los pasados quinientos años. En muchos asuntos morales como el aborto, católicos y protestantes se encuentran haciendo un frente común. Y han cambiado muchas cosas dentro del catolicismo y el protestantismo. Ambos han recibido el impacto del modernismo y el posmodernismo. Si las diferencias se están reduciendo, es frecuentemente porque muchos católicos ya no siguen la enseñanza papal oficial, y muchos protestantes están perdiendo las perspectivas bíblicas obtenidas en la Reforma. Necesitamos un enfoque más sólido, y no más débil, sobre la teología de la Reforma.

Católicos y protestantes del siglo XVI reconocieron que tenían mucho en común. Esto no es nada nuevo. Pero también sabían que las diferencias entre ellos eran fundamentales. No podían ignorarse entonces, y tampoco hoy. Las fisuras de la Reforma no han desaparecido. Nuestro argumento es que, en asuntos fundamentales como la justificación y las Escrituras, las mismas se mantienen y no son desdeñables.

Pero la Reforma sigue importando no solo en el debate con el catolicismo. El propósito de esta siempre fue ser un proyecto continuo. Uno de sus lemas erasemper reformanda,traducido habitualmente “siempre reformando”; pero una mejor traducción puede ser “siempre siendo reformado” (por la Palabra de Dios). No describe un movimiento hacia adelante en dirección a algún horizonte desconocido, sino uno continuo de vuelta a la Palabra de Dios.

En este libro destacamos algunos énfasis fundamentales de la Reforma y exploramos su relevancia contemporánea. Echamos un vistazo a determinadas preguntas: ¿cómo podemos obtener la aprobación de Dios? ¿Cómo superamos el pecado en nuestras vidas? ¿Cómo nos habla Dios? ¿Cómo podemos saber qué es verdad? ¿Por qué tomamos pan y vino? ¿A qué iglesia deberíamos unirnos? ¿Qué diferencia marca Dios los lunes por la mañana? ¿Qué esperanza tenemos frente a la muerte?

Nuestro argumento es que quinientos años después, a las iglesias evangélicas les sentaría bien redescubrir la teología de la Reforma. El pensamiento de los reformadores no solo cuestiona la práctica católica, sino también muchos aspectos de la evangélica. Los reformadores no son abuelos incómodos: son compañeros de conversación vitales, con el potencial de renovar y revitalizar nuestras iglesias.

1.Philip Melanchthon,The Life and Acts of Martin Luther(1549), acceso el 24 de febrero de 2016,http://www.iclnet.org/pub/resources/text/wittenberg/melan/lifea—01.txt.

2.Martín Lutero, “The Diet of Worms: Luther’s Final Answer”, citado en Henry Bettenson y Chris Maunder,Documents of the Christian Church,4aed. (Oxford: Oxford University Press, 2011), 214.

3.William Tyndale,The Works of William Tyndale,2 vols. (Cambridge: Parker Society, 1848; repr., Edinburgh: Banner of Truth, 2010), 1:xix.

1. JUSTIFICACIÓN

¿Cómo podemos ser salvos?

La historia de Lutero y la justificación

La primera biografía de Lutero fue obra de su amigo Philip Melanchton en 1549. Este nos dice que, después de graduarse, Lutero comenzó a estudiar derecho. Su familia y amigos esperaban con confianza que el brillante joven hiciera una importante contribución al Estado, pero en su lugar se unió a los monjes agustinos.

En su entrada allí, no solo se aplicó con la mayor diligencia en los estudios eclesiásticos, sino que también, con la disciplina más severa, ejerció el gobierno de sí mismo y sobrepasó de largo a todos los demás en el amplio espectro de la lectura y el debate con una observancia celosa del ayuno y la oración.1

Sin embargo, todas sus empresas religiosas no podían dar ninguna seguridad a Lutero. Cuando un amigo íntimo murió, se aterrorizó ante el pensamiento del juicio de Dios. Y la teología del momento lo empeoraba todo.

La teología medieval veía el pecado como un problema delserque necesitabacuracióny esta tenía lugar a través de los sacramentos. En esta vida, el cristiano se halla suspendido entre la gracia de Dios (mediada a través de los sacramentos) y su juicio. La teología medieval, pues, añadía una distinción entre graciarealy graciahabitual.La primera otorgaba el perdón de los pecados, siempre y cuando fueran confesados. La segunda cambiaba a las personas en lo profundo, en su mismo ser, superando el problema del pecado original.

El problema de Lutero era que como solo los pecados reales confesados eran perdonados, estaba obsesionado con no omitir ninguno de ellos. Pasaba horas confesándose ante su superior en la orden agustina y después volvía apresuradamente con alguna falta que había recordado. Un día, su superior le dijo: “Mire, hermano Martín, si va a confesar tanto, ¿por qué no hace algo que merezca la pena confesar? ¡Mate a su madre o a su padre! ¡Cometa adulterio! ¡Deje de venir aquí con tanta farsa y falsos pecados!”.2

En 1512, a la edad de veintiséis años, su orden lo envía como profesor de estudios bíblicos a la nueva universidad en Wittenberg. Fue aquí, estudiando a Agustín de Hipona y enseñando sobre Salmos, Romanos y Gálatas, donde Lutero llegó a un entendimiento radicalmente fresco del evangelio.

Explicar el desarrollo del pensamiento de Lutero es notablemente difícil. Formar sus nuevas convicciones llevó su tiempo. Existe mucho debate entre los expertos acerca de lo que creía y cuándo lo creyó. Por tanto, lo presentaremos de forma simplificada como un movimiento doble. Es más complejo que esto, con solapamientos significativos, pero esta forma nos ayudará a entender qué estaba ocurriendo en términos teológicos.

El primer paso de Lutero: la justicia como un don

Un momento clave es lo que se conoce como la “experiencia de la torre” de Lutero. Su fecha es discutida y puede tener un proceso más largo que un momento “eureka”. Lutero describió su experiencia de la siguiente forma:

Entretanto, en ese mismo año, 1519, había comenzado a interpretar los Salmos una vez más. Confiaba en que tenía más experiencia ahora, ya que había lidiado en cursos universitarios con las epístolas de San Pablo a los Romanos, los Gálatas y la carta a los Hebreos. Había concebido un deseo ardiente de entender lo que Pablo quería decir en su Epístola a los Romanos, pero hasta ese momento se había interpuesto en mi camino, no la sangre fría alrededor de mi corazón, sino esa palabra que aparece en el capítulo uno: “En el evangelio la justicia de Dios se revela”. Odiaba esa palabra, “justicia de Dios”(iustitia Dei),que, por su uso y costumbre, me enseñaron todos mis maestros a entender filosóficamente como algo referente a una justicia formal o activa, como la llaman, esto es, esa justicia por la que Dios es justo y por la que castiga a los pecadores y los impíos.

Pero yo, el monje intachable que era, sentía delante de Dios que era un pecador con una conciencia extremadamente turbada. No podía estar seguro de que mi satisfacción aplacara a Dios. No amaba, no; más bien, odiaba al Dios justo que castiga a los pecadores. En silencio, si no blasfemé, sin duda me quejé vehementemente y me enojé con Dios. Dije: “¿No es suficiente que nosotros, pecadores miserables, perdidos por toda la eternidad debido al pecado original, estemos oprimidos por todo tipo de calamidades a través de los diez mandamientos? ¿Por qué amontona Dios aflicción tras aflicción y a través del Evangelio nos amenaza con su justicia y su ira?”. Así es como me enfurecía con una conciencia salvaje y perturbada. Atosigaba constantemente a San Pablo sobre ese punto en Romanos 1 y quería saber ansiosamente que quería decir.

Medité noche y día sobre esas palabras hasta que, por fin, por la misericordia de Dios, presté atención a su contexto: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Empecé a entender que en este versículo la justicia de Dios es aquello por lo que la persona justa vive por un don de Dios, esto es por fe. Empecé a entender que este versículo significa que la justicia de Dios se revela por medio del Evangelio, pero es una justicia pasiva, esto es, aquello por medio de lo cual el Dios misericordioso nos justifica por fe, como está escrito: “El justo por la fe vivirá”. De inmediato sentí que había nacido de nuevo y entrado en el propio paraíso a través de unas puertas abiertas. Inmediatamente vi la totalidad de las Escrituras bajo una luz diferente. Di un repaso a las mismas de memoria y encontré que otros términos tenían significados análogos; por ejemplo, la obra de Dios, esto es, lo que Dios obra en nosotros; su poder, por medio del cual nos hace poderosos; su sabiduría, por medio de la cual nos hace sabios; su fuerza, su salvación, su gloria.

Ensalcé esta dulcísima palabra mía, “la justicia de Dios”, con tanto amor como la había aborrecido antes con odio. Esta frase de Pablo fue para mí la misma puerta del paraíso. Después leí “Del Espíritu y de la letra” de Agustín de Hipona, donde encontré lo que no me había atrevido a esperar. Descubrí que él también interpretaba “la justicia de Dios” de una forma parecida, concretamente como aquello con lo que Dios nos viste cuando nos justifica. Aunque Agustín lo había dicho de forma imperfecta y no explicó en detalle cómo nos imputa Dios la justicia, me siguió agradando que él enseñara la justicia de Dios por la cual somos justificados.3

En Romanos 1:17, Pablo escribe: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Lutero no podía entender cómo podía serevangelio—buenas nuevas— la justicia de Dios. Parecía ofrecer solamente la amenaza del juicio. La ley no solo nos condena, ¡también lo hace el evangelio!: “Porqueen el evangeliose revela una justicia de Dios”. Pero Lutero comenzó a ver la justicia de Dios revelada en el evangelio no solo como unacualidad deDios, su justicia imparcial por la que juzga a los pecadores. En su lugar, la vio como undon deDios. La justicia de Dios es la que él nos da para que podamos ser justicia delante de él. No es un atributo de Dios que se levanta ante nosotros, juzgándonos sobre la base del mérito. Es el don de Dios por el cual nos declara justos, aunque no lo seamos en nosotros mismos. Lutero dice:

[Pablo] dice que todos son pecadores, incapaces de gloriarse en Dios. Sin embargo, deben ser justificados por medio de la fe en Cristo, que ha obtenido esto para nosotros por medio de su sangre y se ha hecho propiciatorio por nosotros [compárese con Éx. 25:17;Lv. 16:14—15; 1 Jn. 2:2] en la presencia de Dios, que nos perdona todos nuestros pecados anteriores. Al hacerlo,Dios demuestra que es solo su justicia,que él nos da por medio de la fe,la que nos ayuda, la justicia revelada en el momento indicado por medio del Evangelio y, antes de eso, atestiguada por la Ley y los profetas.4

Lutero dio el primer paso en su pensamiento desde una conciencia turbada, creada por la teología medieval, hasta un redescubrimiento de la visión de Agustín de Hipona, y su percepción del pecado. Lutero no llegó a considerar el pecado simplemente como una debilidad del ser o una carencia de bien, sino como una rebelión contra Dios. Era un problemarelacional.

Además, el hombrecoram Deo(delante de Dios)notenía recursos. Lutero dijo: “Si cualquiera sintiera la grandeza del pecado, no sería capaz de seguir viviendo otro momento más; tan grande es el poder del pecado”.5

Pero Lutero iría más allá que Agustín de Hipona. Este había dicho que cuando un pecador reconoce su necesidad de salvación, se vuelve a Dios con fe, quien le da el Espíritu Santo, que empieza a cambiarlo. En esta opinión de Agustín de Hipona, la justicia de Dios esel don de transformar la gracia dentro de nosotros.Yjustificación es el proceso de curaciónque el Espíritu obra en nuestro interior. Dios nos cambia de una persona egoísta a una amorosa de forma que podemos obedecerlo desde el corazón. La justicia es un don, pero sigue exigiendo un proceso de cambio en nosotros como respuesta.

El segundo paso de Lutero: justicia externa

El segundo paso en el pensamiento de Lutero lo llevó desde la visión agustina a una posición evangélica distintiva. Si ese primer paso en su pensamiento fue un redescubrimiento de Agustín, el segundo puede verse como un redescubrimiento de Pablo. Lutero ve ahora que “justificar” no significahacerjusto o cambiar a una persona, sinocontar comojusto, declarar justo, absolver. La justificación tiene que ver con miestatusdelante de Dios, no con lo que Él hacedentrode mí.

La teología medieval consideraba la gracia como una cualidad obrandodentrode nosotros. La justicia se nos daría para que pudiéramos ser justificados. La gracia de Dios nos curaría para que pudiéramos ser justos delante de él.

Pero Lutero dijo que la gracia no era alguna “cosa” obrando en nosotros, sino el favor inmerecido de Dios hacia nosotros. La causa de la justificación es la justicia “extraña” de Cristo. No es “extraña” porque venga del espacio exterior (!), sino porque es externa a nosotros. No es inherente a las personas ni se dice en ningún sentido que les pertenezca. Es extrínseca en lugar de intrínseca. Lutero habló de la aceptación por parte de Dios de la justicia de Cristo como nuestra justicia aunque sea ajena a nuestra naturaleza. No se nos declara justos sobre la base de un proceso gradual futuro de curación, sino sobre la base de la obra terminada de Cristo.

Melanchthon en particular desarrolló la idea de la justicia extrínseca en la idea de la “imputación” (aunque Lutero, también, usa la frase en su descripción de su experiencia en la torre). La teología medieval (y el primer Lutero) hablaron de una impartición o infusión de justicia que hacía efectiva nuestra justificación. Pero Melanchthon habló de la justicia de Cristo “imputada” a nosotros, contada como nuestra por Dios. Nuestros pecados no son eliminados, pero no son contados contra nosotros. La justificación, pues, no trata de Dioshaciéndonosjustos, sinodeclarándonosjustos. Es el lenguaje del tribunal en lugar del hospital. La justificación no es un proceso de curación, sino una declaración de que tenemos una posición correcta, positiva delante de Dios.

Solo por fe

De esta forma, somos declarados justossolo por fe.Lutero veía a las personas en un papel pasivo en el proceso de justificación. Nosotros no podemos iniciar el proceso. Estamos desamparados y esclavizados. No tenemos nada para contribuir a nuestra salvación. Y, por tanto, la justificación es —y solo puede ser— por fe y solo por fe. La fe, aquí, esfiducia,“confianza o dependencia personal”. En el período medieval, la fe se veía frecuentemente como una virtud (en el sentido de “fidelidad” o “lealtad”). Para Lutero, la fe es simplemente aferrarse a Cristo. Es recibir lo que Cristo ha hecho.

Si alguien piensa que estas distinciones son sutiles o que la diferencia con el catolicismo es exagerada, que considere las declaraciones formuladas en el Concilio de Trento (1545—1563). Este fue la respuesta del catolicismo a la Reforma, una respuesta de la que nunca se ha retractado. El mismo fue bastante explícito en su condena de la justificación solo por fe:

Si alguno dice que impíos son justificados solo por fe de una forma que signifique que no se requiere nada más que coopere con el fin de recibir la gracia de la justificación y que no es necesario para un hombre estar preparado y predispuesto por el movimiento de su propia voluntad, sea anatema. (Ses. 6, Canon 9).

Si alguno dice que la fe justificadora no es otra cosa sino confianza en la misericordia divina que perdona los pecados por causa de Cristo; o que somos justificados por esta confianza solamente, sea anatema. (Ses. 6, Canon 12).

El contraste con Lutero es destacado. Este dice: “Si la fe no está desprovista de todas, incluso de las más pequeñas obras, no justifica; de hecho, ni siquiera es fe”.6Lutero, como veremos, dejó claro que la fe continúa produciendo buenas obras en la vida de una persona. Pero cualquier esperanza de salvación basada en las buenas obras, incluso en parte, niega la idoneidad de nuestra única esperanza verdadera, Jesucristo.

Como en el catolicismo la salvación depende de la fe más las obras, el concilio niega la posibilidad de la seguridad. Para los reformadores, expresar seguridad era jactarse en Cristo y su obra terminada. Para el catolicismo, expresar seguridad era un alarde soberbio y presuntuoso en tus propias buenas obras.

Si alguno dice que un hombre que ha nacido de nuevo y es justificado se ve obligado por la fe a creer que con seguridad se encuentra entre el número de los predestinados... y que tiene el don de la perseverancia hasta el final (a no ser que lo haya sabido por una revelación especial), sea anatema. (Ses. 6, Cánones 15—16).

En años recientes, los colaboradores católicos en debates ecuménicos han hecho declaraciones sobre la justificación por fe que algunos evangélicos se han sentido capaces de confirmar. Pero habitualmente estas aseveraciones carecen de precisión sobre los asuntos fundamentales de la Reforma. Las mismas están lejos del repudio de los anatemas que el Concilio de Trento hizo contra la teología de la Reforma.

Justo y pecador al mismo tiempo

Al principio, Lutero pensaba en los cristianos como en parte pecadores y en parte justos. La frase en latín essimul iustus et peccator,“al mismo tiempo justo y pecador”. Lutero siguió empleando esta frase, pero la entendía de forma diferente. Añadió la palabrasemper,“siempre”. El cristiano erasiemprejusto (en estatus) ysiemprepecador (en estilo de vida). No estamos en un proceso gradual que va de una cosa a otra. Somos pecadores porque continuamos con nuestros viejos hábitos pecaminosos. Sin embargo, ya hemos aparecido delante del trono del juicio de Dios y hemos sido declarados justos.

Somos en verdad y totalmente pecadores, en relación a nosotros mismos y nuestro primer nacimiento. Por el contrario, teniendo en cuenta que Cristo ha sido entregado por nosotros, somos totalmente santos y justos. De ahí que en diferentes aspectos se dice de nosotros que somos justos y pecadores al mismo tiempo.7

Resumen

Podemos resumir de esta forma la teología de la justificación de Lutero:

La justificación es un acto forense por el cual un creyente esdeclaradojusto. No es un proceso por el cual una persona es hecha justa. “Forense” significa legal, invoca la imagen de un tribunal. Implica un cambio de estatus, no un cambio de naturaleza.