Pot-pourri - Eugenio Cambaceres - E-Book

Pot-pourri E-Book

Eugenio Cambaceres

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Beschreibung

Esta novela, subtitulada «Silbidos de un vago» al igual que «Música sentimental» (1884), narra la historia de un joven abogado argentino que lo abandona todo para dedicarse por entero a una vida de placer, de infidelidades y huidas.

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Seitenzahl: 184

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Eugenio Cambaceres

Pot-pourri

 

Saga

Pot-pourri

 

Copyright © 1882, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726642391

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Dos palabras del autor

Cuando un pobre diablo transita pacíficamente por las encrucijadas de la vida con una cantinela en los labios y porque su música suena mal en ciertas orejas enfermas, se ve asaltado de golpe por una turba rabiosa que se le va encima, lo avanza, lo acosa y puja por arrebatarle la bolsa, por robarle esos billetes de banco que se ganan sudando y que se llaman nombre, fama, reputación, ¿qué hace

Para que no le sacudan a traición, se arrincona por lo pronto, aunque sea en algún ángulo de pared, de los que la indecencia pública suele convertir en meaderos, revolea un garrote justiciero, o, si lo pescan descuidado, a falta de refugio más seguro, arma el paraguas, a guisa de escudo y se acurruca tras de él para cubrirse del manoteo de los grandes y de las uñas de los chicos que, como cuzcos en riña de mastines, pretenden alzar la pata y mojar ellos también

Ese es el caso

Una mañana me desperté con humor aventurero y, teniendo hasta los tuétanos del sempiterno programa de mi vida: levantarme a las doce, almorzar a la una, errar como bola sin manija por la calle Florida, comer donde me agarrara la hora, echar un bésigue en el Club, largarme al teatro, etc., pensé que muy bien podía antojárseme cambiar de rumbos, inventar algo nuevo, lo primero que me cayera a la mano, con tal que sirviera de diversión a este prospecto embestiador, ocurriéndoseme entonces una barbaridad como otra cualquiera: contribuir, por mi parte, a enriquecer la literatura nacional

Para que uno contribuya, por su parte, a enriquecer la literatura nacional, me dije, basta tener pluma, tinta, papel y no saber escribir el español; yo reúno discretamente todos estos requisitos, por consiguiente, nada se opone a que contribuya, por mi parte, a enriquecer la literatura nacional

Y a ratos perdidos, entre un bostezo a dos carrillos y un tarro de caporal, llegué a fabricar el hatajo de vaciedades que Vds. saben y que tal polvareda ha levantado, tanto alboroto y tanta grita contra una humanidad de tercer plano: el autor

Francamente, le jeu n'en valait pas la chandelle

Pero como, así como así, me han caído espantosamente y como cuando a uno le caen el derecho de pataleo es, libre, según decimos en criollo, aguántenme ahora dos palabras por vía, no de enmienda, sino de explicación

No quiero justificarme porque entiendo no haber delinquido

Aclaro y nada más

Mis tipos del capítulo segundo son fantásticos

He estado a dos mil leguas de pretender vestir con semejante ropaje a don Fulano o a doña Zutana, personajes de carne y hueso

Son entidades que existen o pueden existir, así en Buenos Aires como en Francia, la Cochinchina o los infiernos y que me he permitido ofrecer a Vds. en espectáculo, sacar en cueros al proscenio, porque pienso con los sectarios de la escuela realista que la exhibición sencilla de las lacras que corrompen al organismo social es el reactivo más enérgico que contra ellas puede emplearse

¿Digo lo mismo de mis ejemplares del Club del Progreso? No; aquí he seguido el procedimiento de los industriales en daguerreotipo y fotografía; he copiado del natural, usando de mi perfecto derecho

Desde Aristófanes que, no encontrando quien quisiera hacerse cargo del papel de Sócrates arrastrado por él a las tablas sin ni siquiera tomarse el trabajo de cambiarle nombre, lo representaba él mismo; desde Shakespeare que atrapó a su Falstaff relleno de sibaritismo al volver de una esquina y se lo sirvió así no más al público; desde Racine que ahorcó a Louvois en la cabeza de Aman, y Moliére que ayudaba a M. de Montespan a sobrellevar con paciencia su triste suerte de cornudo, afirmándole en Amphitrion que un partage con Júpiter no tiene nada que deshonre, hasta Balzac que decía que era cosa de locos andarse por los tejados, y Gautier que hizo de Jorge Sand una Camila Maupin, y, últimamente, Zola que en su Excelencia Rougon ha puesto las peras a cuarto a su Excelencia Rouher, ¿qué otra cosa han hecho los maestros del oficio que desollar al prójimo desde que el mundo es mundo? ¿De cuándo acá se ha ocurrido a nadie que sabe donde tiene las narices, vestir a Talía y a sus hermanas, criaturas desfachatadas si las hay, de señoritas tartufas, fruncidas y melindrosas

Seamos francos, entonces y dejémonos de aspavientos hipócritas y ridículos, que lo que los hace crier au scandale, poniendo el grito en el cielo, es el b-a—ba del arte en todas partes donde se cuecen habas y muy particularmente entre nosotros, donde vivimos hartos de ver que el primer cualquiera le sale a uno al encuentro porque sí, lo agarra a brazo partido y lo pone patas arriba en el concepto público

Prosigo

Decía, pues, que había tenido los bultos por delante, sólo que, operando en carnaval, en que todo se cambia y se deforma, probablemente se deformaron también las lentes de mi maquinaria, saliendo los negativos algo alterados de forma y un tanto cargados de sombra

Lo de las bolas de vidrio que ponen en los jardines: se mira en ellas un lindo y se refleja un feo.

A qui la faute?

Nadie la tiene;•ni el fabricante, ni el lindo, ni la bola.

Vis interna verum.

También, ¿qué más era de esperarse en circunstancias en que todo anda revuelto, cuando las mujeres se hacen hombres, los viejos muchachos, locos los cuerdos y la noche día

Claro está; el negocio tenía que salir torcido. Consecuencia: alguno de mis sujetos, según dicen, echa espuma contra mí

Desconfiando que no careciera de razón y que bien podía habérseme ido la mano (¡así suceden las desgracias!) he repasado después y vuelto a repasar esas páginas, no corno el que las escribe o se ve escrito en ellas, sino como el que las lee de afuera, sin ánimo preconcebido y sin pasión

Bien, pues, quiero que las siete plagas me tullan si he encontrado allí la más remota sombra, siquiera, de ataque a la dignidad privada

O soy muy bruto yo, o muy fatuos los otros

Pueden haber sufrido la vanidad y el amor propio; la reputación, jamás

Pero, decididamente, debo andar muy en la mala, porque cuando no es por mangas es por faldas, cuando no es uno, son muchos y seul contre, muchos, ¿que voulez-vous que haga

Según también ha llegado a mi noticia, una parte, sobre todo la parte femenina del respetable público, ha visto en las hojas de mi libro los insultos más soeces, las ofensas más sangrientas lanzadas brutalmente a la faz de la sociedad

Tras de cada frase, de cada palabra, de cada coma y aun tras de los márgenes y blancos, en vez de la alegre silbatina de un flaneur, han oído, horresco referens!, zumbar los dardos envenenados que, hijo desnaturalizado y perverso, he hundido con mano parricida en las entrañas de nuestra madre común

Delicioso, palabra de honor, ¡delicioso

El que esto ha escrito, dijo alguien que, de fijo, resollaba por la herida, no puede ser sino un corrompido que no cree ni en las cosas divinas ni en las humanas, un escéptico, un descreído sin Dios ni ley ni conciencia, un degradado que lleva su audacia hasta el cinismo de pintarse él mismo

El que esto ha escrito, repitió la tropa de carneros de Panurgo, no puede ser sino un corrompido que no cree ni en las cosas divinas ni en las humanas, un escéptico, un descreído sin Dios ni ley ni conciencia, un degradado que lleva a su audacia hasta el cinismo de pintarse él mismo

Excusez du peu.

Es mucha bondad y se les agradece, pero mienten y no necesito encender vela para encontrar la prueba

Un barato previo: nadie tuvo derecho a suponer en el autor de un libro anónimo, particular modesto par le fait, que llevara su petulancia hasta dragonear de héroe de la fiesta, gritando a voz en cuello: ¡aquí estoy yo; soy, como quien no dice nada, Rousseau y allá van mis confesiones 6

Nadie tuvo tal derecho, lo repito, aunque no fuera sino porque a nadie se lo he dado; pero ya que esos caballeros pretenden lo contrario, hagámosles el gusto y entremos a suponer

Decimos, pues, suponiendo, que el vago soy yo y no otro como hay muchos para los que también muelen los molinos, que habitan su rincón de sol y que el que escribe caza al vuelo en sus correrías, hace suyo por derecho de conquista, estampa en papel de imprenta y entrega a la circulación porque tal es su oficio o su beneficio, o porque se le da la gana, cuando no tiene otra razón mejor

Ahora papelito canta

El que de viejo se calienta, hasta sentir que lo quema la sangre porque ve que la maldad se ensaña, no contra su madre, su mujer, su hermana, su amigo, ni aun alguno de su i parentela, sino contra quien sólo está ligado a él por el vínculo mezquino y ruin de la humanidad El que se hinca en el altar de la amistad con ese recogimiento santo que•sólo inspira la fe

El que, bajo un guante de fierro, esconde una mano abierta y detrás de un pecho de piedra, un corazón que responde al grito austero del deber

El que vive el tercer tercio de su vida sin que el mundo con su aliento envenenado haya penetrado en él hasta podrirlo por dentro, por más que muestre ulcerada la epidermis

¿El que así piensa, siente y hace, ese, nada menos, ese, dicen es un mandria, un depravado

¡Oh! Déjense de molerme la paciencia y no me vengan con pavadas, por no decir algo peor

Ahí tienen al tipo por delante

Si no le entran, son mochos; si fingen no entrarle, son ruines

Y en uno y en otro caso, no propongo a esos señores que acepten mis más ardientes felicitaciones

Pero basta de suposiciones gratuitas; no quiero seguir vistiéndome con las plumas del grajo

Ni soy el vago, ni para bosquejar la silueta de mis personajes, redondear sus contornos y llegar a darles la última mano, he trabajado solo

Mal que les pese, todos Vds. han colaborado alcanzándome la pintura

Sea los colores nobles y delicados, los matices puros que he puesto en Juan y en la índole del carácter del mismo vago, por más que se ceben contra él; sea las tintas negras que me han servido para hacer el bajorelieve de los vicios y de las miserias sociales

Toda esta factura, lo repito, sin pararme en individuos, nadie ha posé en mi taller, salvo para ciertos tonos serios o humorísticos que he llevado al cuadro, sin estropear al modelo y excepción hecha de una pincelada rojofuego, una sola, que ha roto el lienzo porque he tirado, lo confieso, como un chuzazo, de revés, con ganas, amontonando patriotismo y hiel

Bien sabía, por otra parte, que era peludo el asunto, que más de uno iba a mirarse reproducido en la escena, que el libro iba a darme un buen número de enemigos, amigo, ninguno

Es que, impunemente, no se hacen trabajos de zapa, no se empuñan el pico o la barreta para minar los cimientos de un edificio, aunque amenace ruina y se trabaje con la cristiana intención de evitar que, viniéndose al suelo de golpe, resulten piernas y brazos quebrados, sin que el dueño se amostace, protestando que atacan su propiedad y violan su domicilio

Tales son la lógica y la gratitud humanas

Pero, de veras, nunca me figuré que les diera tan fuerte y que llegaran hasta desgañitarse, vociferando: a la garde, au voleur, à l'assassin! en presencia de un prójimo inofensivo, de un musicante infeliz que se presenta en público con el sombrero en la mano, que no dispara de la justicia porque ni es ladrón, ni es asesino y cuyo solo delito consiste en haber escrito una farsa, en haber compuesto un Potpourri en que se canta clarito la verdad

Concluyo

He querido hacer reír y he hecho rabiar

Fiasco completo; no era eso lo convenido

Lo de todos los autores rechiflados: ganas me dan de sacudir el instrumento contra el suelo... y sin embargo... el amor al arte..

¿Reincidiré

Quién sabe.

Pot-pourri

Vivo de mis rentas y nada tengo que hacer. Echo los ojos por matar el tiempo y escribo

* *

Es decir

El que crea encontrar en las páginas de este libro estudios serios, fruto de una labor asidua, debe, desde luego, cerrarlo sin más vuelta No quiero ni puedo hacer nada serio

El más pequeño esfuerzo intelectual me postra. Vivo por vivir, o mejor: vegeto

Perdidas en medio de mis muchos defectos, tengo algunas buenas dotes. Poseo, por ejemplo, un fondo innegable de honradez; por eso es que nada prometo, desde que nada puedo dar

Ya saben ustedes, pues, a qué atenerse

* *

Muchas veces he solido preguntarme: ¿para qué diablos hubiera podido yo servir? ¿Cuál es mi vocación? En qué ramo de la actividad humana habríame sido dado descollar

En el teatro, son las palabras que fatalmente han asomado a mis labios después de haberme dado vueltas y revueltas, examinado de cerca, estudiado mi tamaño, mis contornos, mis formas, mis diversos matices de color, mi valor intrínseco, en fin, como se hace con cada uno de los pedazos de palo cubiertos de papel pintado que yacen pêle-mêle sobre la mesa, y a los que se concluye por dar la única colocación que tienen en la formación de los paisajes o cuadros de los juegos llamados de paciencia

Sí, señor; he nacido para cómico

Desde la infancia, me sentí arrastrado fuertemente hacia las tablas

No se me ocurrió jamás seguir el mal ejemplo de los pilluelos de mi época y hacer la rabona a la escuela solo o en pandilla

Mis rabonas eran de otro género

Compraba los favores del ilustre descendiente de Pelayo, encargado de la puerta de mi casa, mediante el sacrificio de la suma íntegra de un peso moneda corriente que me daba mi madre los domingos y días de fiesta a guisa de propina, y cuando la bendita señora me creía gozando tranquilamente en mi cama el sueño de los inocentes, habíame ya escurrido de entre las sábanas, ganado la calle haciéndome chiquito y salvado, en menos que canta un gallo, la distancia que me separaba del Teatro de la Victoria, a cuyo interior me colaba perdido entre las piernas de un grupo de concurrentes, para escapar así a la vigilancia de los porteros

Todo me parecía sublime al través de los mugrientos quinqués de aceite de potro que, soi-disant, alumbraban la escena

En mi inconciente aspiración de niño, hallábame poseído de una admiración que rayaba en culto por el talento dramático del mulato Quijano y las dotes líricas de la señora Merea

¡Y cuidado que no era mucho exigir

Esta inclinación al teatro fue acentuándose cada vez más en mí

Adolescente, estuve varias veces a punto de sacudir el yugo de la patria potestad, dar al traste con la familia y las conveniencias sociales y, campeando por mis respetos, largarme a hacer carrera por esos mundos de Dios

Es que, efectivamente, figúrese una inteligencia clara, sutil, mañosa y diestra en la asimilación de los talentos ajenos, pero seca de producciones propias, simplemente reflectora de la luz de afuera, una inteligencia plagiaria, en fin

Un físico à l'avenant, estatura elevada, formas correctas y marcadas, mirada viva, fisonomía movediza y suelta, capaz de un fuerte parecido en la traducción de todos los arranques del alma

Agréguese a estos diversos elementos de composición, homogéneos, hechos los unos para los otros, una vocación genuina, nutrida por la tendencia más pronunciada a la vida de bohemia y a los placeres que son su base, y se tendrá la tela de todo un cómico

Ese era yo

Desgraciadamente, la buena posición social de mi familia y el menosprecio del mundo por el artista de teatro, resabio estúpido de los tiempos en que la máscara del histrión degradaba el ejercicio de la noble carrera del arte, violentaron los impulsos de mi naturaleza, haciéndome renunciar a mi inclinación predilecta

* *

Mi excelente madre se empeñaba en hacer de mí un abogado

Amándola con delirio, no me sentí con fuerzas bastantes a contrariar su voluntad, sagrada para mí, y estudié derecho

Entendámonos

Más que vida de estudio, fue la mía vida de placeres y de holganza

Mimado por mis padres, con dinero a discreción y el libre arbitrio más absoluto, frecuentaba los salones, teatros y paseos, mientras las Pandectas, las Partidas y los Cánones yacían en lastimoso y polvoriento olvido

Esto duraba diez meses

El amor propio, que en mí habría sido una condición si no hubiera degenerado en vanidad lo que es ya un feo defecto, abría entonces un paréntesis en esta serie no interrumpida de goces mundanos, y la vergüenza de una posible reprobación hacíame reaccionar de tal manera que, durante los dos meses restantes, dedicaba ocho y hasta diez horas diarias al estudio, lo que me permitía presentarme a las pruebas finales y salir airoso de ellas

Pero, ¡ay! ¡Lo que así se gana, así se pierde! Dos meses antes del examen no sabía nada, pero dos meses después... tampoco La ciencia que había adquirido a vapor para impulsarme en la carrera de la vida, se desvanecía en mi cabeza con la rapidez con que se desvanecen en el espacio las largas espirales del poderoso agente después de haber actuado sobre los tubos caldeados de una locomotora

Con este pasivo de conocimientos, ingresé, por fin, al foro, abrí estudio y ofrecí mis servicios profesionales al respetable público; no por efecto de necesidades pecuniarias a llenar, lo repito, nunca las he sentido, sino como derivado forzoso y lógico de mi título de competencia

Me sucedió lo que a los aficionados a la opereta, al género de Offenbach y de Lecocq, que son capaces de dormirse parados oyendo la novena sinfonía de Beethoven o un cuarteto de Haydn y se creen, sin embargo, comprometidos a asistir a un concierto de música clásica porque han comprado una luneta

Mientras tanto, pisando un terreno que no era el mío, completamente dépaysé, la fuerza misma de las cosas debía arrojarme fuera de él

Mi espíritu, como esas aves que necesitan libertad y espacio para poder vivir, se asfixiaba aprisionado en la atmósfera corrompida y sofocante donde se agitan jueces, abogados, escribanos, procuradores y demás curiales

El simple aspecto de un expediente hacíame apartar la vista con indecible repugnancia; su manipulación llegó a ser tarea superior a mis fuerzas y un invencible sentimiento de disgusto se apoderaba de mí al solo amago de la visita del cliente y, sobre todo, de la clienta, de la mujer pleitista, criatura cargante si las hay, cuyos tremendos solos no me era dado soportar sin una serie de bostezos y los párpados abatidos, llorosos e inyectados de sangre, expresión de cretinismo propia del infeliz que ha llegado al apogeo del fastidio

Con el agua al cuello, un esfuerzo supremo de propia conservación podía sólo salvarme

Una mañana de invierno fría y gris como el spleen que me dominaba, me levanté resuelto a poner fin a mis males con un remedio brutal. Cerré con llave las puertas de mi estudio; pegué sobre ellas el letrero siguiente: Cerrado por causa d'embêtement, y procedí, en seguida, a repartir mi clientela entre mis condiscípulos más pobres y más famélicos, como se reparte la carne del manso buey en las jaulas de fieras y aves de rapiña de los jardines de aclimatación

Todo por vía de desfacimiento de agravios y enderezamiento de entuertos, para mayor gloria de Dios y bien de la humanidad

* *

Devuelto a mí mismo, sin compromisos que me esclavizaran, sin obligaciones que cumplir, dueño absoluto de mi tiempo, entreguéme de lleno a la vida ligera, cuyos fáciles placeres probé hasta la saciedad

Una transición sencilla de explicar debía entonces operarse en mí

Sentí el vacío en mi alrededor y avergonzado de la esterilidad de mi vida, busqué un terreno más fecundo donde poder utilizar mis medios y llevar a la obra del bien común mi contingente de trabajo y de sudor

Hubo una época entre nosotros en que el título de doctor era un salvoconducto, una especie de passe-partout que hacía a su propietario, aun cuando se llamara D. Inocencio o D. Pánfilo, el hombre preciso, indispensable para el lleno de todas las altas funciones de la vida

¿Buscaban Vds. un hombre en política, en las ciencias, en las artes

Lo encontraban fija e irrevocablemente precedido de la cuarta y de la décima cuarta letra del alfabeto

Los miembros del gobierno eran doctores, de doctores se componían los parlamentos, las academias científicas y literarias, los clubs políticos y sociales, y cuando sin ellos y, por acaso, llegábase a nombrar una comisión, siquiera fuese con el objeto de hacer producir a la tierra cuatro en lugar de dos, o de propender al mejoramiento de las razas vacunas, caballar o lanar, el público indignado protestaba exclamando

—¡A quién se le ocurre nombrar una comisión compuesta de una punta de animales: imagínese Vd. que ni un solo doctor figura en ella

Como si interpretar un texto, acusar una rebeldía, cortar una pierna o administrar a tiempo un vomitivo, encerrara la omniciencia, fuera la panacea sin la cual las sociedades debieran marchar sin remedio a su desquicio y a su ruina

Mientras tanto, talentos reales sólidamente preparados, espíritus prácticos y sensatos que habrían podido ser de una ayuda eficaz en la administración de los negocios públicos, vegetaban oscurecidos en el olvido

Para ser algo en esta bendita tierra, era fatal tener patente de embrollón o de matasanos

Fue así que vimos las aulas de nuestras facultades de medicina y de derecho repletas de jóvenes que, en provecho propio y extraño, habrían podido aplicar sus aptitudes a rama más útil del saber humano