Pregones callejeros de Granada. Antiguos, Humanos - Manuel Cantero Capilla - E-Book

Pregones callejeros de Granada. Antiguos, Humanos E-Book

Manuel Cantero Capilla

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Beschreibung

Es este un anecdotario que consta de dos etapas de la vida del anecdotista, una en Granada, España, y otra en Medellín, Colombia. Los granadinos “viejos” que tengan la oportunidad de leer estos relatos identificarán cosas inmediatamente y los “nuevos” podrán sonreír con las antiguallas que desconocen.

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Antiguos, humanos

Manuel Cantero Capilla

Dedicatoria

A los contemporáneos granadinos que también escucharon las voces callejeras en unos años difíciles.

Antiguos, humanos

Manuel Cantero Capilla

Título del libro:

PREGONES CALLEJEROS DE GRANADA

Antiguos, Humanos

Autor:

Manuel Cantero Capilla

Edición:

Édver Augusto Delgado Verano

Alina María Angel Torres

Primera edición

ISBN: 978-628-95049-0-3

Diagramación:

Jorge E. Rodríguez Martínez

© Manuel Cantero Capilla

© Editorial Libros para Pensar s.a.s — Medellín - Colombia 2022

Cel: +57 315 837 05 84

[email protected] - www.librosparapensar.com

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia u otro método, sin el permiso previo y por escrito del autor.

Medellín, Colombia

Hecho en Colombia

Printed in Colombia

Queda hecho el Depósito Legal

Un pregón callejero es…

Una comunicación pública y sonora que quien la canta desea propagar para conseguir un objetivo interesado de venta o servicio, en épocas en las que otras formas eran precarias.

La Alhambra iluminada con la Sierra Nevada al fondo.

A finales de marzo del año 2022, la prestigiosa revista “National Geographic”, publicó un reportaje, calificando a Granada como “La maravilla más desconocida del siglo XXI”, incluyéndola entre los “Best of the World 2022”

Índice

Prólogo 9

Paniolla 21

Crudas, con bacalao, o fritas con jamón 25

El sillero 29

Las bellotas dulces 31

La violetera 35

La vendedora de chumbos 39

El sereno 43

¡Garbancillos! 47

El chavico 51

Helado mantecado 55

¡Miel de caldera! 59

Gallombas 63

Moras del moral 65

El lañador 69

Higos isabeles 73

Pipos 79

¡Aceitunas aliñaaaas! 83

Las colchonetas 87

El trapero 91

Perdices asadas 95

¡El aguaoooor! 99

El pirulí de la habana 103

Son fresas, no fresones 107

Barquillos de canela 111

¿La sandría? 117

PRÓLOGO

Hace muchos años comencé a escribir, desde lejos, a la distancia de ocho mil kilómetros, lo que eran unos recuerdos de mi niñez. Se trataba de rememorar algunos pregones callejeros de Granada, escuchados en persona, muchos cantados solamente en las calles de barrios obreros de la ciudad. Otros, por la conveniencia de los posibles clientes más pudientes, se escuchaban también en las calles céntricas.

Ha sido una intención inconclusa porque, para ser completos, requerirían de la voz, lo que era imposible hasta llegar a estos momentos en los que disponemos de nuevas tecnologías. Aun así, faltos de esa sonoridad, algunos de ellos los he publicado en ediciones amistosas.

Ni siquiera servirían de recuerdo para hijos y nietos quienes han crecido muy lejos del escenario en el que se escuchaban esos pregones. Sólo vivían en mi añoranza.

Algunos de mis amigos granadinos, que conocieron esa intención, la recordaron e insistieron en que los publicara, pero, la realidad de que faltaría la voz convirtió en algo así como pereza continuar con el empeño.

Con motivo de haber cumplido 85 años, se me ocurrió escribir, destinado a hijos y nietos especialmente, un “anecdotario” de recuerdos y hechos de vida, redactado en tercera persona, por un “autor anónimo”, “el anecdotista”, aunque es claro que se sabe quién es. Diríamos que huyendo del “yoísmo” tan común, pues todos nos creemos únicos protagonistas de nuestra propia vida, lo que no es verdad, pues en toda existencia, mucha gente ha tenido importancia.

Por esa gran utilidad, en esa edición están incorporados varios códigos “QR”, con frases y canciones referidas a Granada, España, Medellín y Colombia lo que ha resultado muy ilustrativo. A pesar de que su destinación para hijos y nietos era clara, no han faltado algunos amigos muy íntimos y varios colaboradores laborales, que, al conocer, por terceras personas o por la Editorial Libros para Pensar, la existencia de esta privada edición, con mucho interés han solicitado y recibido un ejemplar. Después de leerlo han llovido los generosos comentarios.

Ese anecdotario de 220 páginas consta de dos etapas de la vida del anecdotista, una en Granada de España, desde su nacimiento hasta 1968 cuando, con su familia, viajó a vivir en un hermoso país de América del Sur y desde 1969, hasta el día 7 de octubre de 2021 cuando cumplió los 85 años en Medellín, Colombia.

Lo que ha decidido la edición del presente trabajo es la pretensión de aprovechar la moderna técnica de los códigos “QR”, aportando que desde el mismo texto se pueda, no solamente, leer los pregones, sino lo que es muy vivo, el propio pregón, con… ¡su múuusica!

Varios de esos pregones se han recordado en algunos periódicos, pero muy pocas veces y evidentemente, faltos del componente sonoro que se ofrece en esta edición.

Por consiguiente, es la oportunidad de poder leer, primero, y escuchar enseguida, de viva voz, algunos de esos viejos pregones de Granada. Con seguridad el amable lector-escucha, no disfrutará de una garganta como la de Plácido Domingo, sino la propia del escritor, parecida, por mala, a la de los pregoneros verdaderos de las calles de Granada, que se ganaban la vida con su presencia, con su mercancía, con su trabajo y sencillo cantar.

Será fácil de notar que todos los pregones, o los simplemente gritos en algún caso, están inclusos o son parte de pequeñas historias imaginarias, a modo de cortos cuentos, que he tenido la intención de vincular con hechos verdaderos, costumbres, lugares, personajes, juegos infantiles, establecimientos, calles y plazas de la ciudad También con palabras o frases hoy sin uso y hasta nombres propios de personas familiares, o incluso la presencia, innominada infantil o juvenil del mismo narrador.

Los granadinos “viejos” que tengan la oportunidad de leer estos relatos identificarán cosas inmediatamente y los “nuevos” podrán sonreír con las antiguallas que desconocen.

En varios de los relatos aparecen algunas palabras o voces que el vocabulario corriente, hablado, ha modificado, olvidando su correcta escritura y expresado en la voz popular, tal como se escucha.

En algunos casos me he tomado la libertad de escribirlas directamente, sin letras cursivas ni “entre comillas” como sería lo adecuado. El culto lector las distinguirá enseguida. Pido excusas por esta licencia semi-poética.

Por ejemplo: “aonde”, “durses”, “jabillas”, “asucar”, “ontavía”, “güertica, “Niu Yor”, “apañao”, “abarcoques”, “apañao”, “malacatones”, “desconchá”, “chchurrios”, etc. Algunos de los relatos, como, por ejemplo, el de “Chumbos”, están llenos de estas irregularidades.

Existieron otros muchos más pregones callejeros, a los que no doy la misma forma de los que se aprovechan del “QR” porque no recordé la “música” o su “voceo”, pero sí su “letra”.

Siguen algunos de ellos con un pequeño comentario ambientador.

¡Farfolla pa los jergones! La farfolla era el desecho de las panochas de maíz o mijo que la gente más humilde utilizaba como relleno de sencillos jergones ya que no tenían modo de comprar lana de oveja que era sobre la que dormían las personas más acomodadas e incluso las de clase media.

¡Romances pa las niñas que no tienen novio! Y vendían unos cancioneros impresos muy sencillamente, conteniendo las canciones de moda.

¡Niñaaaas!, ¡colonias y brillantinaaaaas! El vendedor portaba un arca de madera que contenía unos frascos como de un litro cada uno y ofrecía loción brillantina para el cabello, zaragatona, y tres o cuatro aromas de agua de colonia, fabricadas por él mismo a partir de alcohol y esencias florales que vendían en algunas farmacias especializadas.

Sus clientas eran mujeres, ningún hombre. ¿Cómo iba a ser posible que algún varón de esos tiempos se acercara a comprar esas cosas? Aún no era tan frecuente la identificación del “machismo” agresivo, pero había muchos machistas, no todos violentos, pero sí con esa actitud discriminatoria.

El perfumero, tenía una probeta medidora, terminada en un “pitorro”, y depositando la cantidad demandada, la introducía, soplando, en el vacío frasco de cristal que la fémina llevaba.

¡Pescada! ¡Mirarme la pescáaaa! ¡Fresca y grande tengo la pescáaaaa! Este no era un pregón callejero, sino “in situ”, es decir gritado desde detrás del mostrador de mármol blanco que el viejo “Cunini” tenía en una de las dos naves, hoy desaparecidas, en lo que se llamaba “La Romanilla”, situadas en el espacio existente entre la Calle Cárcel baja y la Plaza de Bib-Rambla. Pregonaba uno de los muchos pescados que expendía, pero en este caso se refería a la merluza moruna de las costas granadinas, muy rica, pero algo diferente a la “blanca”, de “pincho”, del Norte.

En ocasiones, varios de los puestos de pescado vendían también carne de ballena, en cierta forma parecida a la carne de vacuno, que, por ser de buen precio, algunos consumimos. Esta es una oferta desaparecida desde que existe un control y sanciones internacionales para la pesca del cetáceo.

No pasaba desapercibido el matiz “picaresco”, por el uso del vocabulario popular granadino que el pescadero le daba a su pregón.

¡Brótano macho pal pelooooo! Esa planta que vendía el pregonero, realmente se llama abrótano y corresponde a la planta llamada “Artemisa lombrigueira”, apta para neutralizar las lombrices que se criaban en la barriga de quienes no consumían agua potable o tratada, pero un uso adicional era como gel para peinar el cabello y mantenerlo. Para eso es que el vendedor lo pregonaba y vendía.

¡Arenilla, blanca y güena, pa limpiaaaaaar! El pregonero vendía una arenilla muy finamente molida, muy blanca, se ignoraba si procedente de cuarzo o sílice que las señoras utilizaban en las cocinas para ayudarse en la limpieza y pulimento de los cacharros domésticos en los años en los que no existían los costosos preparados químicos, de marca, que hoy se usan en las casas. Tenía una medida de madera que llenaba y entregaba a cambio de un razonable costo.

¡El afilaoooor! Este es un pregón imposible de imitar, aunque se empeñe uno en reproducirlo, porque se sumaba, antes y después, al sonido de una flauta tocada armónicamente de tal forma que era inmediatamente reconocido por las familias que necesitaban afilar, cuchillos o tijeras.

El buen hombre tenía una “instalación” consistente en una carretilla en la que por medio de cadenas y piñones ponía a rodar, a gran velocidad, dos ruedas de esmeril a las que le daba movimiento su corporal energía y un pedal. Una, primero. para desbastar y otra final para afinar y pulir.

Y... no hay más. Ni siquiera epílogo. Sólo un sentido recuerdo y el deseo de que algunas costumbres, los pregones callejeros, y sus voces, no queden en el olvido total.