Psicoterapia de la violencia filio-parental - Roberto Pereira Tercero - E-Book

Psicoterapia de la violencia filio-parental E-Book

Roberto Pereira Tercero

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Beschreibung

Los Medios de Comunicación han reflejado durante los cuatro últimos años un espectacular incremento de lo que podemos denominar "tercer tipo de violencia intrafamiliar": la violencia de hijos a padres, o violencia filio-parental. Históricamente, en primer lugar se prestó atención a la violencia paterno-filial, luego a la violencia conyugal y, en la actualidad, emerge la violencia filioparental. Las memorias judiciales de estos últimos años recogen un notable aumento de las denuncias de padres agredidos por sus hijos: No existen estudios fiables de prevalencia e incidencia, aunque sí se constata, en todo el mundo occidental, su incremento constante. En realidad, este fenómeno no es un proceso extraño, lo mismo ocurrió con los otros tipos de violencia intrafamiliar. Tanto el maltrato infantil como el conyugal son situaciones ancladas desde hace muchos años en el seno de la familia y sólo su definición como inadecuados y dañinos, así como el esfuerzo por sacarlos a la luz modificó la visión fragmentada que se tenía sobre ellos, favoreciendo la emergencia social de un problema oculto. De la misma manera, la violencia filio-parental permanecía encubierta como uno más de los conflictos que presentaba una familia con otras disfuncionalidades. Pero otro factor ha sido decisivo para esta "aparición repentina" de la violencia filio- parental: la emergencia de un "nuevo" perfil de violencia, localizada en familias aparentemente "normalizadas", ejercida por hijos que no presentaban previamente problemas, y que son los responsables de este espectacular incremento de las denuncias judiciales. El libro presenta las conclusiones de los estudios y del trabajo realizado en Euskarri, Centro de Intervención en VFP, único Centro de sus características que existe en España. 'Este libro puede interesar a:'Profesionales de la psiquiatría, psicología, trabajo social y educadores sociales.

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Roberto PEREIRA (Coord.)

Psicoterapia de la violencia filio-parental:

Entre el secreto y la vergüenza

Ediciones Morata, S. L.

Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920

C/ Mejía Lequerica, 12 28004 MADRID

[email protected] - www.edmorata.es

© Roberto PEREIRA

Esta obra ha sido publicada con una subvención de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura para su préstamo público en Bibliotecas Públicas, de acuerdo con lo previsto en el artículo 37.2 de la Ley de Propiedad Intelectual.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

© EDICIONES MORATA, S. L. (2011)

Mejía Lequerica, 12. 28004 Madrid

www.edmorata.es - [email protected]

ISBN: 978-84-7112-672-6

Imagen de la cubierta: Círculos rotos por Íñigo Cosín FERNÁNDEZ, reproducida con autorización

Realización de ePub: produccioneditorial.com

Para las Familias

Para las nuestras, por apoyarnos

Para las otras, por enseñarnos

Índice

Portada

Portada interior

Créditos

Dedicatoria

Prefacio

CAPÍTULO PRIMERO: Nuestro contexto de trabajo

Introducción

Grupo de Estudio

Euskarri

Descripción detallada del centro

Apoyo, intervención y tratamiento psicológico a familias

Estructura del Libro

CAPÍTULO II: La violencia en su contexto, por Juan Antonio Abeijón Merchán

1. Agresividad y violencia. La conducta violenta

2. Diferentes encuentros con la conducta violenta

3. La comunicación violenta y sus respuestas

4. El adolescente y las conductas violentas.La patología de la acción

5. Del acto a la necesidad. Buscando la funcionalidad de la conducta violenta

6. ¿Es posible el control de la conducta violenta?

7. Estrategias de intervención en las conductas violentasde adolescentes

8. Resiliencia y conducta violenta

9. Violencia y daño

CAPÍTULO III: Definición y tipos de VFP, por Roberto Pereira Tercero

Definición de Violencia

Definición de VFP

Nueva Violencia Filio-Parental

CAPÍTULO IV: Factores Sociales e Individuales que favorecen el incremento de la VFP, por Roberto Pereira Tercero

Factores Sociales

Factores Individuales

VFP y Psicopatología

Trastorno Disocial

Trastorno Negativista Desafiante

Trastornos de Personalidad

CAPÍTULO V: La Respuesta Judicial, por Juan Carlos Romero

Introducción

La respuesta judicial desde la ley 5/2000

Breve aproximación histórica a la ley 5/2000

Principios que rigen la intervención

La mediación

Las medidas judiciales

Características de la intervención en el contexto judicial

El desarrollo de la intervención educativa

Conclusión

CAPÍTULO VI: Factores Familiares relacionados con la VFP, por Roberto Pereira Tercero

Estilos Educativos

Factores Familiares

CAPÍTULO VII: Dinámicas Familiares en la VFP, por Roberto Pereira Tercero

Estructura Familiar

Desencadenamiento de la Conducta Violenta

Eclosión de la Conducta Violenta

Reacción de los padres ante la VFP

Mantenimiento de la Conducta Violenta

Proceso de la Dinámica Familiar

CAPÍTULO VIII: La familia que se amaba con locura. Fusión emocional en familia monoparental, por Lorena Bertino Menna

Introducción

Presentación de la familia

Primera sesión

Segunda sesión

Tercera sesión

Cuarta sesión

Quinta sesión

Sexta sesión

Séptima sesión

Octava sesión

Novena sesión

Conclusión

CAPÍTULO IX: “Tú eliges, mamá”: Triangulación y fusión en una familia nuclear, por Laura Fernández y Patricia García de Galdeano

1. Fusión vincular/triangulación

2. Introducción al caso (características descriptivas)

3. Intervención terapéutica

4. Conclusión

CAPÍTULO X: De víctimas y verdugos, por Lorena Bertino y Patricia García de Galdeano

Derivación y Demanda

Conclusión

CAPÍTULO XI: “Ni contigo ni sin ti”, por María S. Egido y Ainara Núñez

Introducción

Exposición del caso

Desarrollo de la terapia

Conclusión

CAPÍTULO XII: “El hijo que no quería mandar” (Padres Añosos), por María S. Ejido y Ainara Núñez

Introducción

Exposición del caso

Desarrollo de la terapia

Conclusión

EPÍLOGO, por Roberto Pereira Tercero

Coterapia, Equipo y Supervisión

Teoría y Práctica

Bibliografía

Prefacio

Por Boris CYRULNIK

Director de Investigación de la Universidad de Toulon-Var

Los fenómenos psicológicos no son sencillos, pero se simplifican cuando algunos terapeutas trabajan para hacerlos visibles.

En los años cincuenta, tras la Segunda Guerra Mundial, era difícil pensar en la existencia de carencias afectivas. Si se interrumpía el desarrollo de un niño que había sido abandonado, los síntomas que experimentaba se explicaban como una degeneración de su sistema nervioso. Cuando un hombre volvía de la guerra manifestando problemas de comportamiento, aislándose o volviéndose alcohólico o violento, se decía simplemente que se trataba de alguien débil, o con algún tipo de carencia.

En los años setenta comenzaron a describirse los desgarros psíquicos provocados por el incesto. En ese momento, personalidades de renombre en psiquiatría y psicoanálisis, explicaban que ¡se trataba simplemente del fantasma de una niña que quería seducir a su padre! Años después, cada vez más terapeutas se sorprenden del gran número de adolescentes que pegan a sus padres. Los que tienen miedo de abrir los ojos y observar esta realidad sorprendente, afirman que esta catástrofe es algo aislado.

Pero, ¡no es así! Gracias a la iniciativa de Roberto PEREIRA se ha constituido un grupo de investigación de terapeutas de familia, cuyo objetivo es describir y analizar por qué estos dolorosos y secretos dramas familiares se han desarrollado con tanta rapidez.

Inicialmente, cuando abordamos un tema novedoso, nos encontramos inmersos en la niebla, después de algunos encuentros, críticas y consejos, el tema se aclara y podemos entrever algo. Cómo sacar a la luz una problemática tan dolorosa y vergonzosa que los padres-víctimas ocultan, y los verdugos adolescentes no entienden qué es lo que se les reprocha.

La violencia siempre ha existido, en la naturaleza y en la especie humana, pero en la que se piensa con más facilidad es en la que ejerce el más fuerte contra el más débil. En este libro se aborda lo contrario: un niño, un adolescente que ejerce la violencia contra su padre que podría aplastarlo, pero que no lo hace. En efecto, esa violencia, hasta ahora impensable, ha cambiado de forma. Entendemos la violencia inocente de los animales que nos agreden, toleramos la violencia de Estado que ejerce un país en legítima defensa, aprendemos en los libros de historia que la violencia cotidiana de la Edad Media, la de los aristócratas que establecían las fronteras ganando batallas, la del industrial que contribuía a mejorar la condición humana sacrificando una clase social, tenían una función creativa. Hoy, gracias a nuestros avances, la violencia sólo destruye el hogar, la familia y la sociedad.

Entonces ¿cómo comprender que algunos de nuestros hijos mimados y con todas las necesidades cubiertas, se vuelvan violentos contra aquellos que les protegen, contra sus padres, contra quienes les enseñan y contra los símbolos de la sociedad que les rodea?

¿Podemos aceptar la idea de una sociedad por un lado más civilizada donde triunfa la violencia de los más fuertes, pero que promueve por otro el desarrollo de la violencia de los débiles?

Roberto PEREIRA y su equipo, como terapeutas de familia, tienen la oportunidad de obtener esta información (un médico que trabaje en un laboratorio o un hospital podrá conseguir otra clase de información e ignorar ésta). El equipo de PEREIRA señala el rápido aumento de este nuevo tipo de violencia familiar, distinta según las regiones. Habrá que investigar los mecanismos de este fenómeno, las formas de combatirlo y de ayudar a quienes lo sufren. Se han encontrado algunos aspectos comunes en estas familias: la desaparición del padre y la interrupción de la empatía del adolescente.

Resulta fácil comprender que un niño al que se ha pegado, en ocasiones se rebele cuando es adolescente. Admitimos con facilidad, que un niño que se desarrolla en una familia violenta es agredido de manera indirecta por las emociones des-garradoras con las que convive cada día. Aprenderá también que la violencia puede ser una forma de resolver los problemas humanos. Pero, ¿cómo explicar que un niño querido y aceptado encuentre un día esta intolerable solución?

La mayor parte de los investigadores describen una proximidad afectiva, deliciosa durante la infancia, que en la adolescencia, cuando debe desarrollarse la autonomía necesaria, se convierte en prisión afectiva: en una proximidad incestuosa. Aunque no se produzcan actos incestuosos, la fusión de sentimientos, a una edad en la que éstos deben separarse con cariño, crea en el adolescente una desesperación incestuosa

Los adolescentes mimados no lo consiguen y furiosos con aquellos que les quieren empiezan a agredirles, encontrando de esta manera la fuerza para tomar distancia. El proceso de separación, la evolución hacia la autonomía psicológica y la independencia social, no han funcionado.

Cuando todo va bien, es el padre quien asume el poder de separar proponiéndole al hijo que quiera a alguien distinto de su madre. El adolescente que se siente seguro en su familia de origen permanece seguro y confía en sí mismo gracias a la fuerza adquirida al lado de su padre. Pero cuando el proceso familiar y cultural no ha podido funcionar, el adolescente furioso agrede a quienes le protegen.

Este poder de separación se ve alterado algunas veces por motivos de distinta naturaleza. Lo más común, es que sea el propio padre quien lo interrumpe a causa de su propia historia. Cuando piensa: “no soy lo suficientemente bueno para atreverme a decir lo que pienso. Voy a dejar que mi mujer decida y darle toda la libertad a mis hijos”, no asume su papel de padre. Anulándose el padre destruye los marcos que hacen que sus hijos se sientan seguros. Facilitando el desarrollo de su autonomía, les habría evitado sufrir fobia social.

A veces es la madre la que anula al padre: “Yo haré todo por ti hijo mío. De todas maneras no puedes querer a este hombre desastroso”. Las palabras no son necesarias para anular a alguien, la comunicación no verbal resulta más que suficiente.

Lo más común es que sean el contexto social y cultural los que anulen al padre, como he escuchado habitualmente en Oriente Próximo: “mi padre es un perdedor, un parado, un retirado, un enfermo no hay nada que pueda aprender de él , yo soñaba con un héroe, un salvador al que me sometería con alegría”.

Un déficit en la estructura afectiva y cultural paraliza la empatía, esta capacidad de representarse las representaciones de los demás. Toda privación de alteridad disminuye la empatía, porque no se invita al niño a conocer el mundo de los otros: “Dame de comer sin mirarme” dice el adolescente que explota en rabia y pega a su madre cuando le molesta que ella le mire. “Dormirás en el pasillo”, dice la hija que invita a su novio a instalarse en la habitación de la madre viuda desde hace diez meses. La negación de la diferencia niega la empatía.

Cuando los relatos culturales entran en escena, las novelas, los ensayos o los estereotipos que cuentan la incompetencia de los padres y de los maestros, no invitan a los adolescentes a descentrarse de sus propios problemas para visitar los de los demás y conocerlos a través de los adultos y de sus propios padres. “No sé lo que hace mi padre, no conozco su historia y me da igual porque debe ser muy triste”. Cuando la mejora de nuestra civilización tecnológica hace inútil la coordinación y los roles familiares que permiten realizar un proyecto compartido, los rituales familiares se diluyen porque han perdido su función de coexistencia en la familia.

Todos los tutores del desarrollo se rompen alrededor del adolescente que permanece centrado en sí mismo, con dificultades para conseguir ser autónomo a nivel psico-afectivo. Y cuando la sociedad no le ofrece estudio, ni trabajo, ni estructuras culturales alrededor de la familia, el joven prisionero de sus pulsiones no se da cuenta de que maltrata a sus padres.

He aquí algunos de los problemas que aborda este libro. Descubriéndolos y analizándolos, conseguiremos quizá prevenir esta nueva forma de maltrato familiar.

CAPÍTULO PRIMERO

Nuestro contexto de trabajo

Introducción

Durante el año 2005, especialmente en el último trimestre, comenzaron a menudear en los medios de comunicación noticias que hacían referencia a hijos que agredían a sus padres. Éstas se incrementaron de forma notoria con la publicación de las memorias judiciales anuales, que de manera casi unánime reflejaban el espectacular incremento de estas agresiones: las denuncias de padres agredidos por sus hijos se habían multiplicado por ocho en Cataluña en el período 2000-20041, por tres en el País Vasco entre 2002-2003 2 o por catorce entre los años 2000-2004 en el País Valenciano 3.

La prensa publicaba titulares como: “Más de 5.500 padres han denunciado a sus hijos por malos tratos” (20 minutos, 18/11/05), “El País Vasco triplica la cifra de denuncias de padres agredidos por sus hijos” (El País, 31/01/05), “La Fisca-lía de Menores detecta un alza de las denuncias por maltrato a padres” (La Mirada de Jokin, 15/01/06), “Cuando el hijo pega al padre” (El País, 30/10/05), “Una madre pide a la Administración que asuma la custodia de su hijo al no poder soportar los malos tratos” (ABC, 24/12/05), “Se disparan en un año los malos tratos a los padres por parte de adolescentes” (ABC, 24/12/05), “La excesiva permisividad en el origen de los maltratos (de los hijos a los padres)” (El País, 31/01/05) 4.

Todo este movimiento mediático nos llevó a los miembros de la Escuela Vasco Navarra de Terapia Familiar (en adelante EVNTF) 5, una institución dedicada a la formación de postgrado en el campo de la psicoterapia, a formar un grupo de estudio para reflexionar e investigar sobre el tema. Dentro de la formación que impartía la EVNTF se incluían cursos sobre Violencia Intrafamiliar: Maltrato y Abuso Infantil, Violencia Conyugal, pero no de la que ejercen los hijos hacia sus padres.

Grupo de Estudio

El grupo de estudio se reunió por primera vez el 30 de noviembre de 2005 y comenzó a recopilar información sobre el problema.

Comprobó que esa laguna era algo generalizado en España: no se encontró ningún programa de grado o postgrado que ofreciera un curso sobre hijos que agredían a sus padres.

Comenzó una revisión bibliográfica sistemática y descubrió, con sorpresa, que la bibliografía especializada en el tema, en los países occidentales, era muy escasa. Apenas un puñado de artículos, la gran mayoría de ellos anteriores al año 2000, publicados en revistas estadounidenses y francesas (la mayoría), algunos en revistas canadienses y australianas. No encontramos ningún artículo en revistas españolas o de habla hispana (aunque sí un libro sobre los “hijos tiranos” que toca el tema) 6, ni libros en la literatura de otros países (salvo algunas páginas en “El amor que nos cura”, del psicoanalista y etólogo francés Boris CYRULNIK) 7.

Por otro lado, las referencias bibliográficas encontradas se centraban, por lo general, en el joven agresor, no considerando la influencia del entorno familiar en la génesis, desarrollo y mantenimiento de la conducta violenta, aspecto que a nosotros nos parecía fundamental.

Estos trabajos hacían referencia a jóvenes etiquetados psicopatológicamente o a familias multiviolencia, pero, salvo excepciones, no reflejaban a los adolescentes violentos que estaban emergiendo en los medios y en las memorias judiciales: niños, adolescentes y jóvenes, muchos de ellos de familias aparentemente “normales”, sin diagnósticos o tratamientos psicológicos previos, en los que la violencia parecía ser el “único problema”.

Tras revisar la bibliografía, el grupo de estudio se propuso desarrollar un modelo teórico para atender este tipo de problemas familiares, ya que desde el primer momento nos pareció que se trataba claramente de una disfunción familiar. La ocasión se presentó con la propuesta del Responsable del Servicio de Medio Abierto de Vizcaya8 para remitir casos de hijos que habían agredido a sus padres. Éstos los habían denunciado, el juez los había condenado y las condenas —de internamiento, o de medidas en medio abierto— incluían asistir a terapia.

Efectivamente, la Consejería de Justicia del Gobierno Vasco —como el resto de responsables de los departamentos de Justicia de las demás comunidades autónomas— estaba desbordada por el incremento de denuncias y condenas por agresión de unos jóvenes que no respondían en absoluto al perfil de los que hasta entonces estaban a cargo de los centros y recursos de los Servicios Judiciales de menores. No se trataba de jóvenes “delincuentes” (en el sentido de cometer habitualmente delitos variados), ni se mostraban conflictivos en los centros. No eran agresivos ni violentos y, por lo general, se adaptaban bien a los centros donde estaban internados.

Comenzamos, entonces, en 2006, a atender a familias con problemas de violencia de hijos a padres y a poner en práctica nuestras hipótesis teóricas sobre el problema y las posibles soluciones que nos habían parecido eficaces.

Diseñamos, coincidiendo con la atención de las primeras familias, dos Investigaciones Cualitativas basadas en entrevistas semi-estructuradas tanto a los padres/madres agredidos, como a los hijos que habían ejercido la conducta violenta, estudios que fueron subvencionados por la Dirección de Bienestar Social del Gobierno Vasco y por la Diputación Foral de Bizkaia, y cuyas conclusiones nos permitieron comenzar a elaborar nuestras hipótesis del funcionamiento familiar en este tipo de violencia y elaborar una Guía de Intervención9.

Tras analizar el resultado de la intervención en los primeros casos atendidos, comenzamos a desarrollar un Protocolo de Intervención Psicoterapéutica y a revisar nuestras hipótesis acerca de las dinámicas relacionales que llevaban a la aparición y mantenimiento de lo que comenzamos a llamar Violencia Filio-Parental (en adelante VFP).

Este trabajo cristalizó en varios artículos, publicados en forma de número monográfico por la revista de la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar10, bajo el epígrafe “Violencia Filio-Parental: Padres maltratados por sus hijos”11.

La atención a las familias, la consolidación del grupo de Estudio e Investigación en VFP y la constatación de la necesidad de un recurso que atendiera específicamente a este tipo de violencia nos llevó a la creación, en septiembre de 2006, de Euskarri, Centro de Intervención y Formación en VFP12.

Euskarri

El objetivo general del centro consiste en brindar una intervención eficaz que favorezca la desaparición de conductas violentas y fomente una mejora en las relaciones familiares. Asimismo, se pretende transmitir y difundir las experiencias y conocimientos adquiridos a raíz de los tratamientos con vistas a prevenir la problemática de violencia filio-parental.

Más específicamente, sus objetivos son:

• Brindar un servicio de apoyo, intervención y tratamiento psicológico a familias en las que se han dado episodios de violencia de los hijos hacia alguno de sus padres o adultos que ocupan su lugar.

• Ayudar a los adolescentes a identificar las situaciones externas (haciendo hincapié en lo relacional) y las experiencias internas (emociones, cogniciones) que favorecen el surgimiento o desarrollo de conductas agresivas con el fin de anticiparlas y prevenirlas.

• Profundizar en el conocimiento del funcionamiento familiar con vistas al desarrollo de nuevas y mejores pautas de actuación.

• Favorecer el desarrollo de relaciones intrafamiliares positivas.

• Proporcionar un espacio de contención y ayuda para que estas familias logren un funcionamiento estable, autónomo y competente en el desarrollo de las funciones educativas, emocionales y sociales.

• Generar un espacio de ayuda para los padres en los casos en que el/la hijo/a no quiera colaborar en la solución del problema familiar.

• Llevar a cabo una acción formativa —reuniones, difusión de información por distintos medios, seminarios, talleres, etc.— que se dirija a profesionales de distintas áreas y divulgue la experiencia y conocimientos adquiridos a raíz de la intervención con estas familias.

• Desarrollar investigaciones que permitan ahondar en el conocimiento de las reglas de funcionamiento características de este tipo de familias.

• Divulgar, a través de publicaciones en diversos medios, la experiencia y conocimientos adquiridos en Euskarri13.

Descripción detallada del centro

Los servicios que ofrece Euskarri pueden clasificarse en dos grandes áreas:

A. Intervención. Dentro de esta área podemos diferenciar:

1. Apoyo, intervención y tratamiento a familias con hijos/as que practican de forma reiterada conductas de violencia hacia los padres o adultos que ocupan su lugar

2. Asesoramiento y orientación a los padres.

B. Difusión del centro y del protocolo de intervención con interés formativo y preventivo.

Apoyo, intervención y tratamiento psicológico a familias

El servicio que ofrece Euskarries el de apoyo, intervención y tratamiento con familias en donde han ocurrido episodios de violencia ejercida por parte de los hijos e hijas hacia alguno de sus padres o persona adulta que ocupe su lugar.

El trabajo en este ámbito se subdivide en:

1. Coordinación y derivación

2. Intervención

Valoración y diagnóstico

Tratamiento

3. Supervisión

4. Seguimiento

Coordinación y derivación

La remisión de las familias se realiza a través de profesionales (psicólogos, trabajadores sociales, educadores sociales, etc.) de otros recursos existentes de la red. El contacto con los mismos se mantiene durante todo el proceso de intervención, con el fin de evaluar la colaboración con otros recursos y la coordinación con los centros, instituciones o entidades derivantes, se administran cuestionarios donde se plasma la satisfacción en el trabajo realizado y se recogen aportaciones para la mejora del servicio. En los casos en que no resulta posible, se recoge la información telefónicamente.

Intervención

La fase de intervención está caracterizada por dos momentos:

Valoración y diagnóstico

Es el período en el cual se realiza el contacto con la familia para evaluar la posibilidad de intervención y la adecuación de la misma al problema presentado.

A partir de aquí surgen dos posibilidades:

Intervenir: se elaborará un proyecto de intervención con la familia, acordando objetivos y acciones, y se firmará un contrato que recoja las funciones y compromisos. La intervención podrá llevarse a cabo mediante un proceso terapéutico familiar, o bien incluir a los padres en un proyecto de asesoramiento y orientación específicamente dirigido a ellos.

Derivar: cuando se valore la posibilidad de que Euskarri no sea el servicio adecuado para cubrir la demanda de la familia, se realizará una derivación a otros recursos.

Tratamiento

El tratamiento es el período posterior a la valoración, en el cual se inicia la atención o intervención psicoterapéutica propiamente dicha con la familia.

Las intervenciones familiares se realizan a través de “equipos de caso”, formados por cuatro profesionales, dos de los cuales se encuentran directamente con la familia (coterapeutas) y otros dos detrás de un espejo unidireccional (equipo), comunicados a través de un teléfono interno.

Esta metodología brinda la posibilidad de trabajar en grupo, lo cual enriquece las intervenciones y facilita el intercambio de perspectivas sobre el fenómeno.

Asimismo, las sesiones son grabadas en DVD —previa autorización de la familia— con el fin de poder ser revisadas, consultadas y analizadas con posterioridad.

La periodicidad de las sesiones varía en función de cada familia, pero lo más habitual es que se realicen quincenalmente. También puede que en ciertas ocasiones se cite sólo a una persona, o bien a diferentes partes de la familia o subsistemas (por ej. parental, conyugal, fraternal), etc.

La coordinación con los/as profesionales derivantes o intervinientes se realiza vía telefónica o a través de reuniones, con una periodicidad variable dependiendo de los casos y los servicios.

Los objetivos de la intervención se modifican, también, en función de cada familia y del momento del proceso terapéutico, pero, a modo de ejemplo, citamos algunos de ellos:

• Explorar la conducta violenta (inicio, mantenimiento, miembros familiares implicados, pautas repetitivas, soluciones previas intentadas, etc.) sin perder de vista las relaciones familiares.

• Generar cambios en el funcionamiento familiar que hagan innecesaria la conducta violenta.

• Implicar a todos los miembros de la familia en la problemática y solución del conflicto. Asegurar que la conducta violenta se puede controlar, pero que hacerlo es responsabilidad de todos.

Luego de la presentación de los terapeutas y la explicación del marco de trabajo, se realiza la fase inicial de la primera entrevista sistémica: la social, que persigue un contacto con la familia que ayude a relajar la tensión del primer encuentro, así como el inicio del establecimiento de la alianza terapéutica. Seguidamente se pregunta por las dificultades por las que acuden a terapia (fase de planteamiento del problema) y se observan las interacciones que se producen entre los miembros de la familia (fase interaccional). Una vez finalizada esta etapa los terapeutas salen de la sala y se reúnen con el equipo para debatir las hipótesis de trabajo e intervenciones. Seguidamente vuelven a ingresar y realizan la “devolución”. Si procede, se propone un contrato terapéutico que establezca: duración, frecuencia, sesiones previsibles, etc.

Supervisión

Con el objetivo de brindar una atención de calidad, el equipo de intervención supervisa periódicamente (con una frecuencia de entre 3 y 4 sesiones) su trabajo con expertos en la intervención familiar sistémica.

Seguimiento

Este proceso consiste en la verificación de la evolución de los casos. Con este objetivo se realizan contactos telefónicos una vez finalizada la intervención con el recurso derivante y/o con la propia familia.

Euskarri lleva funcionando ininterrumpidamente desde septiembre de 2006 hasta la fecha actual. Durante este tiempo se han atendido 65 casos/familias y se han llevado a cabo 452 sesiones psicoterapéuticas con familias con problemas de VFP. Este libro es el resultado de este trabajo. En él queremos mostrar nuestra visión de la Violencia, en concreto de la Violencia Intrafamiliar, y específicamente de la VFP, plantear nuestras hipótesis teóricas acerca del génesis, desarrollo y mantenimiento de la VFP y enseñar nuestro trabajo; cómo intervenimos con las familias en las que aparece la VFP a través de una muestra de casos clínicos atendidos.

Estructura del Libro

Se trata de un libro eminentemente práctico, en el que, además de exponer las teorías que guían nuestra práctica y nuestra visión acerca de la génesis, desarrollo y mantenimiento de los diferentes tipos de VFP, ilustramos lo que hacemos con la exposición detallada de cinco casos prácticos.

En el Capítulo II que sigue a esta Introducción, Juan Antonio ABEIJÓN, psiquiatra y psicoterapeuta familiar y de pareja14, supervisor-docente de la EVNTF, nos sitúa en el contexto y la teoría desde la que entenderemos la Violencia Intrafa-miliar. Es un contexto relacional, en el que todos los implicados padecen y participan en la relación violenta.

En el Capítulo III definiremos la VFP, hablaremos de los distintos tipos de ésta y referiremos los datos actuales de incidencia y prevalencia. Se repasan después, en el Capítulo IV, los factores sociales e individuales que se relacionan habitualmente con la VFP: los cambios sociales experimentados en las últimas décadas por la sociedad occidental y los diagnósticos a los que se suele asociar la VFP.

En el Capítulo V, Juan Carlos ROMERO, psicólogo, responsable del Servicio de Medidas en Medio Abierto de Vizcaya y colaborador docente de la EVNTF, relata la respuesta judicial a la VFP: Las leyes que se están aplicando, el tipo de intervenciones, la necesidad de pasar de una causalidad lineal a una circular y de trabajar en red.

En el Capítulo VI se analizan los Factores Familiares y los Estilos Educativos que favorecen la aparición de la VFP, para entrar ya en el Capítulo VII en las Dinámicas Familiares que aparecen en la génesis, desarrollo y mantenimiento de la VFP.

Los siguientes capítulos están dedicados a los casos clínicos, todos ellos tomados de la práctica psicoterapéutica en Euskarri, que ilustran lo expuesto en los teóricos.

En el Capítulo VIII, Lorena BERTINO, psicóloga, excoordinadora de Euskarri y colaboradora docente de la EVNTF, nos relata un caso de fusión emocional en familia monoparental: “La familia que se ama con locura”.

En el Capítulo IX, Laura FERNÁNDEZ y Patricia GARCÍA DE GALDEANO, psicólo-gas y psicoterapeutas de Euskarri, cuentan un caso caracterizado por la triangulación y fusión en una familia nuclear: “Tu eliges, mamá”.

En el Capítulo X, de nuevo Lorena BERTINO, describe un interesante y complejo caso en el que predominan la arbitrariedad y el maltrato psicológico en el ejercicio de la autoridad: “De Víctimas y Verdugos”.

En el Capítulo XI, Ainara NÚÑEZ y Mari EGIDO, psicólogas y psicoterapeutas de Euskarri, describen la intervención con un caso de una relación pseudoincestuosa: “Ni contigo ni sin ti”.

Finalmente, en el Capítulo XII y último, de nuevo Ainara y Mari, relatan un caso de padres añosos, incapaces de poner límites: “El hijo que no quería mandar”.

1Memoria de la Fiscalía de Cataluña, 2005.

2Memoria de la Fiscalía de la Comunidad Autónoma Vasca, 2005.

3Memoria de la Fiscalía del País Valenciano, 2005.

4 PEREIRA, R. (2006) “Violencia filio-parental, un fenómeno emergente.” Mosaico, Revista de la Featf, 36, pág. 8.

5 La Escuela Vasco Navarra de Terapia Familiar (EVNTF) se fundó en 1993 con la finalidad de ofrecer una formación rigurosa, completa y continuada a aquellas personas que desean instruirse en el complejo campo de la intervención sistémica y la terapia familiar. El principal objetivo de la EVNTF es capacitar a su alumnado para la práctica clínica de la Terapia Familiar y de Pareja, así como para la realización de Intervenciones Sistémicas en contextos no clínicos: Social, Educativo, Sanitario, Judicial, Institucional, etc. Estos cursos se realizan tanto de manera presencial, como a distancia, a través de Redes Digitales (on-line).

6 GARRIDO, V. (2006). Los hijos tiranos. El síndrome del emperador. Barcelona. Ariel.

7 CYRULNIK, B. (2005): El amor que nos cura. Barcelona. Gedisa.

8 Juan Carlos ROMERO LEÓN, autor de uno de los capítulos del presente texto.

9 Las conclusiones del estudio pueden consultarse en la página web de Euskarri: http://www.euskarri.es

10 PEREIRA, R.; PÉREZ, T.; BERTINO, L.; GARCÍA DE GALDEANO, P.; LLORENTE, M.; MENDIZABAL, E.; CASCALLANA, M.; BARAÑANO, A.; NÚÑEZ, A.; GUTIÉRREZ, M.; EGIDO, E.; BAENA, M.; FERNÁNDEZ, I. y ROMERO, J. (2006): Violencia Filio-Parental: Padres maltratados por sus hijos. Mosaico, Revista de la Featf , 36: págs. 7-32.

11 Hasta donde nosotros sabemos, es la primera vez que se utilizó el término Violencia Filio-Parental para denominar las agresiones de hijos a padres.

12http://www.euskarri.es

13Memoria de Euskarri, 2006.

14 En adelante obviaremos señalar en los autores la acreditación como psicoterapeutas de familia y pareja por la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar (FEATF) y por la Federación Europea de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP), ya que todos los autores, así como todos los terapeutas de Euskarri están acreditados.

CAPÍTULO II

La violencia en su contexto

Por Juan Antonio ABEIJÓN MERCHÁN

1. Agresividad y violencia. La conducta violenta

La palabra “agresividad” proviene del latín agressus e indica acometida y ataque. Es una manifestación básica de los seres vivos, ligada a la supervivencia y a la capacidad de adaptación y dominio. En el mundo anglosajón la palabra “aggressive” tiene además un significado de asertividad, de espíritu enérgico y emprendedor, adquiriendo una connotación positiva que inicialmente no tenía en nuestro idioma, ya que el calificativo de “agresivo” se empleaba solamente cuando queríamos hablar de “hacer daño a otro”, “invadir al otro”.

Hoy en día, estas connotaciones de hacer daño e invadir al otro se trasladan al término “violencia”, entendiéndola como aquel tipo de agresividad de gran intensidad e ímpetu, que se sale de los patrones considerados tolerables y necesarios para que el individuo domine el mundo que le rodea y se adapte a la relación con el otro; violencia como intensidad e ímpetu que provocan daño, es decir, que dejan una huella dolorosa. Agresividad y violencia comparten espacio relacional, separándose en medidas de intensidad y en capacidad de daño.

Los movimientos bruscos, los gritos, los golpes, determinados gestos serán calificados de agresivos y/o violentos según una escala de medida no objetiva, sino más bien de acuerdo con el observador de la conducta, que puede ser interno (uno mismo) o externo (el otro), y con el contexto en que se produzcan. Así, podemos aceptar como tolerable un gesto de un jugador de fútbol y el mismo gesto como inaceptable en un viandante o en uno mismo porque la situación es diferente: levantar la pierna hasta la cara de mi interlocutor puede ser aceptable en un partido de fútbol, pero será un gesto violento si se produce en la calle.

A lo largo de este capítulo nos centraremos, sobre todo, en la violencia, es decir, en el comportamiento que invade nuestro espacio o el del otro, provocando daño, dejando una huella que causa dolor, teniendo en cuenta que en fisiología el dolor no es solo una experiencia negativa, pues puede tener características de orden defensivo, como puede verse en algunas respuestas a estímulos neuronales. Incluso en estos casos, cuando tiene un carácter defensivo, la violencia provoca daño en uno mismo o en el otro, es decir, deja una huella dolorosa.

Toda conducta es una comunicación y la conducta violenta también lo es. Este comportamiento está expresando algo del individuo y de su contexto, y cuando es problemático, y lo es de forma muy especial, nos comunica dificultades individuales y/o contextuales.

La conducta violenta es una alternativa que se elige entre otras posibles conductas. El individuo la escoge entre distintas opciones y es siempre sintomática dado que, al expresar dificultades, provocando daño, impide el encuentro positivo con el otro, que es la finalidad de toda comunicación. Con mucha frecuencia este síntoma se esconde entre otros más importantes, es decir, casi siempre este tipo de comportamiento forma parte de una cohorte de síntomas que la dan sentido y explican su desarrollo.

2. Diferentes encuentros con la conducta violenta

El encuentro con situaciones violentas es algo frecuente en el transcurso de la vida, en muchas ocasiones hemos sido testigos o nos hemos visto implicados sea de forma voluntaria o involuntaria, buscada o accidental.

Existen muchos tipos de encuentros con la violencia que van a dejar un rastro especial en el ser humano, cuatro de los cuales vamos a encontrarlos en contextos terapéuticos, es decir, de tratamiento, bien porque han inducido al mismo, o bien porque aparecen como un incidente más de su recorrido.

Estos cuatro tipos son:

1. Violencia expresada

2. Violencia vivida

3. Violencia contemplada

4. Violencia jugada

Veamos las características de cada una de ellas.

Violencia expresada

La violencia expresada podemos definirla como aquel conjunto de conductas que permiten sacar fuera del individuo tensiones agresivas acumuladas, teniendo como destinatario de esa agresividad: las personas (conductas auto-agresivas o hetero-agresivas) y/o las cosas.

Fijándonos en la definición podemos hacer resaltar tres aspectos importantes:

El primero es el referido a las conductas, que pueden expresarse como violencia física o como violencia psicológica.

El segundo es el referido a la noción subyacente de acumulación, que se entiende como un proceso lento, es decir, que siempre se necesita un tiempo para que una conducta violenta se genere, sin que sea frecuente que haya una especie de generación espontánea de la violencia, que coja por sorpresa al medio en el que se expresa dicha conducta. Siempre hay señales previas que muchas veces no son recogidas ni escuchadas y que, sin embargo, nos anuncian la aparición de la conducta violenta.

El tercero es el referido al destino de la violencia, es decir, el “target” de la misma, bien sea hacia las personas, con conductas autoagresivas y/o hetero-agresivas, o sobre las cosas. El destino de la violencia nos desvelará algunas de las características de la misma.

Violencia vivida

La violencia vivida podemos definirla como aquel conjunto de conductas agresivas que son experimentadas por el individuo a nivel físico o emocional, conociendo o no su origen, y que le resultan incomprensibles y/o imposibles de aceptar.

También aquí podemos hacer resaltar tres aspectos importantes:

El primero es el que se refiere a la experimentación de la violencia, es decir, la huella percibida, que puede ser: física (golpes, heridas…) y/o emocional (insultos, gritos, presiones, cambios de hábito…).

El segundo es el que se refiere al origen de la violencia, que puede ser conocido para el sujeto que la vive, como en muchos casos de tortura o de malos tratos domésticos, o bien desconocido para la víctima, como en muchas situaciones de violencia sexual en la infancia, en las que incluso conociendo al agresor, el niño desconoce el origen de su daño.

El hecho del conocimiento del origen va a influir mucho en el pronóstico evolutivo de la víctima, pues la violencia, sin un origen conocido para ésta, incluso siendo de menos intensidad, comporta mayores y peores consecuencias. El sujeto necesita explicarse las situaciones que experimenta y sin conocimiento del origen de la misma se construyen explicaciones irracionales y/o autorreferenciales, como vemos en muchos niños que han sido víctimas de abusos sexuales en sus familias.

El tercero es el que se refiere a la incomprensibilidad y la inaceptabilidad de la experiencia violenta, que es lo que define la propia situación de la víctima.

El que una experiencia de violencia sea aceptable, o no, modificará la evolución y las consecuencias de esas huellas que quedarán en la víctima. En ocasiones, muchas personas soportan situaciones extremas porque para ellos es aceptable vivirlas, por ejemplo en pago por una deuda no saldada, o como expiación por algo cometido, o por convicciones éticas. Así, la misma situación puede ser percibida por distintos sujetos con evaluaciones muy diferentes, y en algunos casos incluso sin aparentes repercusiones negativas.

Violencia contemplada

La violencia contemplada es aquella que observamos en nosotros mismos o en los otros y que, sin embargo, percibimos como algo ajeno y distante. El elemento más importante que está presente en este tipo de violencia es justamen-te la observación. El hecho de la observación lleva implícita una distancia entre el sujeto y lo observado, distancia que funciona como un escudo protector que nos convierte en espectadores y no en víctimas ni verdugos, incluso cuando la observación sea hecha sobre nosotros mismos. Esto hace que la percepción de la violencia y sus consecuencias sea vivida como algo ajeno y distante.

Violencia jugada

Por último, podemos encontrar la violencia jugada, que es aquel tipo de violencia ejercida u observada en contextos lúdicos con intención clara de descarga emocional o física y sin pretensión inicial de invasión del espacio del otro.

Los aspectos más importantes a resaltar son, por una parte, el contexto lúdico en el que se desarrolla la misma y, por otra, la búsqueda de una descarga física y/o emocional sin pretender invadir el espacio del otro. Esto podemos observarlo, por ejemplo, en los actos que se desarrollan en muchos terrenos deportivos, o incluso en aquellas reacciones de muchos espectadores que siguen acontecimientos deportivos por TV.

Una vez planteados los cuatro tipos de violencia es necesario, sobre todo en casos de violencia expresada y vivida, saber pasar del acto violento a la necesidad de la violencia, es decir, saber diferenciar el hecho mismo de la necesidad de la violencia como proceso. Esto nos va a permitir entender y actuar sobre la necesidad más que sobre el acto. Lo que en la teoría sistémica sobre los cambios supone un cambio de 1er nivel a uno de 2o nivel. Atención, porque esta necesidad de comprensión no nos puede impedir actuar también sobre los mismos actos violentos.

Es necesario enmarcar la conducta en un contexto para poder ver con qué otros elementos se relaciona esta conducta y así poseer más pistas que permitan romper la incomprensibilidad para el sujeto. Sobre todo cuando la violencia es una violencia vivida, hay que introducir nuevas lecturas comprensivas sobre la conducta violenta y esto supone cambiar la narración que el individuo tiene sobre el desarrollo de su conducta.

3. La comunicación violenta y sus respuestas

Si la conducta violenta forma parte de una comunicación, quiere decir que está inscrita en una relación y que, por lo tanto, necesita una respuesta, iniciándose así un proceso de comunicación, respuesta, comunicación en la cual para entender el significado de la conducta es imprescindible observar todo el juego relacional, es decir, recoger y analizar las respuestas.

Las respuestas a la conducta violenta se dan en diferentes sistemas: la familia, la escuela, los grupos de iguales, diferentes contextos sociales, la respuesta penal y la respuesta clínica.

Será necesario descifrar las claves de cada sistema para entender los diferentes recorridos que una conducta violenta puede tener. Es distinta la respuesta de los padres de la de los maestros, la de los amigos que la del juez, la de los compañeros de trabajo que la del médico. Cada una de estas respuestas originarán nuevas conductas, y así sucesivamente. El recorrido de cada una de ellas dependerá de las expectativas de cada sistema, de sus necesidades y de sus dificultades.

Solo así podemos entender cómo una conducta es natural en su propio contexto y perturbadora cuando se encuentra fuera de él.

Esto le sucede a José, adolescente de 14 años que es enviado por sus tutores de la escuela a consulta por una conducta muy violenta en clase. José grita mucho, no atiende en clase, llega tarde de forma regular, amenaza a sus compañeros y los pega en ocasiones. Cuando se intenta hablar y razonar con él se excita más y más y finaliza por agredir también al profesor. Todos los intentos de intervención con él en la escuela han sido ineficaces.

¿Pero qué sucede si se cita a José con su madre y hermana? La madre se mueve intensamente en la consulta, con gestos bruscos habla de su vida en casa. Ella también está preocupada por su hijo y por las dificultades que tiene en la escuela. Al hablar grita para hacerse entender y no tiene inconveniente en mostrarse agitada e inquieta.

La conducta violenta de José en la escuela aparece natural en su contexto familiar, forma parte del estilo de ese contexto. Podríamos preguntarnos si no son las respuestas en la escuela las más disruptivas para José. No se puede admitir que un niño se muestre violento y provocador en clase, pero para actuar sobre él se debería analizar la propia capacidad de respuesta de la escuela en su capacidad y necesidad de conexión con la conducta de José.

4. El adolescente y las conductas violentas.La patología de la acción

La adolescencia es un período importante de la vida caracterizado por cambios y convulsiones en el individuo en su proceso de ingreso en el mundo adulto. Estos cambios se viven en distintos ámbitos: físicos, hormonales y de crecimiento, pero también psicológicos, afectivos, relacionales y de construcción del yo. En esta etapa se van a elaborar los procesos de autonomía y de acercamiento crítico al mundo adulto.

Los cambios se trasladan también a los grupos referenciales en los que vive el adolescente, y de forma muy especial a la familia y a los grupos de pares. Estos grupos no son solo espectadores, sino también agentes activos en este proceso.

Los rituales de paso escenifican estos cambios. Todas las sociedades a lo largo de su historia se han servido de determinados rituales, de forma más o menos consciente y consentida, para simbolizar el paso de una etapa a otra de la vida.

La adolescencia, por definición, significa crisis. Una crisis evolutiva que provoca conmoción en el individuo y en su entorno más cercano, en especial la familia. Es un momento de reestructuración en la vida, lo que permite el establecimiento de una nueva identidad.

Es, por lo tanto, como venimos diciendo, un momento de gran inestabilidad y vulnerabilidad, pero también de enormes potencialidades.

Toda conmoción resulta normal en este proceso, lo anormal es que no se mueva nada, que no cambie nada. Es preferible, pues, leer todo conflicto, en un primer momento, en clave evolutiva, en vez de en clave de patología.

Es un proceso que dura años, con fluctuaciones y con buen pronóstico en la mayoría de los casos en la medida que el individuo va elaborando duelos y adquiriendo nuevas identificaciones. Es importante hacer una lectura del proceso, a lo largo de los años, sin focalizar en situaciones conflictivas de forma inmovilista.

La adolescencia es un proceso de duelos. La des-idealización es la condición principal y un factor determinante y necesario para el surgimiento de nuevos ideales. Tras este proceso de duelos, la adquisición de una nueva identidad se refleja en que el individuo asume un ideal del Yo propio con el que se va a medir a lo largo de su vida adulta.

Como diría el psiquiatra francés Ph. JEAMMET 1, la relación de los adultos de la esfera familiar con los adolescentes es especialmente significativa en la adolescencia en este proceso de adquisición de la nueva identidad,

En su proceso de adquisición de autonomía, el adolescente necesita un marco referencial proporcionado por el adulto, con la particularidad de que cuanto más lo necesite, peor lo acepta. Esto pone en cuestión constantemente el espacio del adulto, que frente a un adolescente que cuestiona su posición siente la tentación del alejamiento como forma de evitación del conflicto, lo que el adolescente vivirá como abandono y no como espacio de libertad.

Resolver el abandono exigirá una estrategia relacional que en muchas ocasiones necesitará la expresión de rituales específicos para cada situación.

El paso al acto aparecerá para el adolescente como una forma de resolver de forma patológica sus temores, sus necesidades no encontradas y la expresión de una identidad sin definirse.

Ph. JEAMMET llama a las patologías relacionadas con este conflicto Trastornos del comportamiento o Patología de la acción 2.

En estos trastornos se incluyen:

1. La escalada de comportamientos disruptivos.

2. Los trastornos del comportamiento alimentario.

3. Las toxicomanías, el alcoholismo, la delincuencia.

4. Y algunas formas de pasividad, rechazo a nuevos ideales.

En algunos casos los trastornos pueden sucederse y/o asociarse. Todos traducen un cierto fracaso del aparato psíquico del adolescente para hacer frente a los conflictos de su edad, conflictos que se desbordan al exterior.

La patología del actuar tiene una función defensiva, protectora de la identidad del individuo.

En la medida en que la conducta violenta expresa niveles importantes de sufrimiento interno, va a ser necesario trabajar para que el sujeto adquiera cierta capacidad de control, entendiendo éste no como la desaparición de la conducta sin más, sino como la capacidad de “pasar del acto a la palabra”, es decir, de poder verbalizar el sufrimiento interno.

El control de la conducta violenta no se adquiere de forma inmediata, sino que es un proceso. Hay que introducir elementos de control parcial, aceptando fases de descontrol y, dentro de este proceso con etapas parciales, la descarga es un elemento que posibilita el control posterior.

5. Del acto a la necesidad. Buscando la funcionalidad de la conducta violenta

Para plantear esta cuestión, empecemos analizando un caso concreto:

Juan tiene 18 años. Sus padres están separados desde que tenía 13. Actualmente vive con su madre en una casa de campo. Ella está sola, no tiene pareja y vive dedicada a su trabajo en una pequeña empresa y al cuidado de su hijo. Juan ve a su padre con alguna frecuencia desde hace dos años. Este vive en la ciudad, tiene un pequeño negocio y convive con su nueva pareja, con la que tiene una hija de pocos años. Es nueva para Juan esta relación con su padre, pues tras la separación éste se ausentó durante un tiempo yendo a vivir a otro país.

En la actualidad la situación es muy difícil en casa de Juan. Ha fracasado en los estudios a pesar de que sus profesores le veían con muchas capacidades, no hace nada durante el día, ha empezado a consumir algún tipo de drogas, sobre todo cannabis y estimulantes, pero lo que más preocupa a su madre, que es quien solicita una consulta en nuestro centro, son las continuas escapadas de su hijo por las noches cualquier día de la semana, le da la impresión de que maneja mucho dinero y, sobre todo, se muestra cada vez más agresivo especialmente con ella. Se han producido algunas tensiones en la vida cotidiana de la casa y un par de veces Juan la ha empujado y la ha tirado al suelo, dice que le ha cogido miedo y no se atreve a decirle nada. La situación se ha desbordado cuando la policía ha acudido a efectuar un registro en la casa ante las sospechas de que el hijo haya participado en algunos robos en domicilios vecinos; el hijo dice que son cosas de un “colega” con el que se lleva mal y que quiere cargarle “un marrón” suyo.

Llama la atención que en los primeros contactos el chico se muestra colaborador en las entrevistas, está preocupado con la situación, aunque dice que la mala relación que en la actualidad tiene con la madre se debe a que ésta es una “metete” que está siempre presente en sus cosas: le registra su habitación, no le deja hacer nada y tampoco le da suficiente dinero para gastar.

Para la madre no es el consumo de drogas lo que le preocupa, “todos hemos hecho nuestras cosas cuando éramos jóvenes”, sino el comportamiento agresivo de su hijo con ella y las nuevas amistades que tiene.

En el caso de Juan, además de la conducta conflictiva que plantea con el padre y la madre, y que expresa de forma distinta para cada uno de ellos, otro problema aparece y es el consumo de sustancias tóxicas, como el cannabis y determinados estimulantes, que se presentan como procesos de carácter ritual, en concreto como rituales de paso.

En la actualidad, el consumo de sustancias se ha convertido en uno de estos rituales de paso para muchos adolescentes. Su utilización va a depender del cambio que se ha producido en la percepción social del fenómeno del consumo, apareciendo éste como un derecho individual y formando las sustancias parte de nuestro panorama cotidiano.

Las familias no suelen vivir como preocupante el hecho mismo del consumo, pues piensan que esto es un acontecimiento pasajero, y tienen razón en la mayoría de los casos, salvo en aquellos en los que el significado del consumo se conecta con una necesidad significativa del adolescente. Aun en estos casos, no es el consumo lo que hace que el adolescente acuda a una consulta, sino los trastornos del comportamiento ligados de forma más o menos evidente a dicho consumo.

En estas situaciones se presentan factores familiares de riesgo que adquieren una especial relevancia. Según numerosos estudios, los que se asocian con una mayor probabilidad al consumo de drogas en los hijos son, de forma resumida, los siguientes:

— La conflictividad intrafamiliar, que genera un aumento del estrés en los miembros de la familia y tiene que ver con un mayor consumo de drogas en los padres.

— Baja frecuencia de realización de actividades conjuntas entre padres e hijos, que resulta en un menor aprendizaje de acciones sociales y un menor seguimiento de las actividades de los hijos.

— Un estilo educativo inadecuado, caracterizado por una extrema permisividad o autoritarismo.

— El consumo de drogas y actitudes favorables hacia ellas en los padres.

El control y seguimiento de la conducta de los hijos es un factor de primer orden a la hora de analizar la influencia de la familia en el consumo de drogas de los hijos. Un estudio llevado a cabo en España sobre 19.191 estudiantes, de entre 14 y 18 años, encontró que el consumo de cannabis guarda una relación clara con la percepción que tienen los hijos del grado de control al que los someten sus padres cuando salen de casa. Este trabajo se basó en el análisis de la Encuesta Escolar del Plan Nacional sobre Drogas y de la percepción que los jóvenes tienen del control paterno 3.

Los adultos son un espejo en el cual el adolescente se mira y se busca, y solo se encontrará si el adulto es capaz de resistir ante esta mirada, y el adolescente encuentra a alguien con capacidad de darle respuesta. La ausencia de respuesta no tiene nada que ver con la libertad, sino más bien con el abandono, como diría Ph. JEAMMET 4.

En el trabajo iniciado en este caso citamos a los dos padres con el hijo. Ambos acudieron sin dificultad y se mostraron colaboradores. Mientras que la madre parecía preocupada con el comportamiento del hijo, el padre decía que era una situación pasajera, que ella exageraba un poco y que la solución estaba en que el hijo encontrara un trabajo para ordenar su vida, ya que no había querido estudiar.

Cuanta más importancia quitaba el padre al comportamiento del hijo, más se enfadaba éste con él en la sesión, levantando la voz y agitándose.

El padre de Juan le echa en cara la violencia de su comportamiento: “es imposible estar contigo, siempre te estás quejando, nos has robado, el otro día me diste un empujón y me hiciste daño, no quieres vivir con tu madre porque te controla y conmigo no puedes porque te portas así”.

Juan le contesta: “tú no quieres, no te enteras, me rayas como siempre desde que te fuiste”.

A lo que el padre responde: “nunca me he ido”.

Y Juan, sin casi tiempo de respuesta, le dice: “¡qué cara!, te marchaste de casa tú sin decir nada”.

El padre se queda perplejo e inicia un intento de explicación del momento de ruptura de la pareja. “yo te lo expliqué…y tú no te enteraste”.

Y de nuevo Juan le interrumpe: “¿cómo? Un día cuando estaba en la cocina haciendo una tortilla, me acuerdo bien, era sábado, tenía la sartén con el mango roto, la de color azul, eran las ocho y media y tú me dijiste que te habías ido, sin más, pero ya hacia un año de eso”.

Y el padre contesta: “todos los días pensaba en ti, mañana y noche. ¿Sabes porque no te llamé? Porque no quería ver a tu madre en esos momentos”.

La explicación es necesaria, aunque parece que de momento no resuelve la tensión, pues el hijo le grita: “quiero que te enteres tú de lo que he hecho”.

La madre asiste a esta confrontación interesada y expectante, contenta de que por una vez la bronca no va con ella: “yo nunca he impedido a Juan que vea a su padre”.

La necesidad de que el padre reconozca quién es para Juan se materializa en que sepa lo que ha hecho; cuanto más tarde se entere, más necesidad tendrá de hacer cosas, y cosas cada vez más graves, metido como parece que está en una espiral de sentirse reflejado por el adulto significativo para él.

JEAMMET insiste: “el conflicto permite al adolescente tomar un rol activo, tiene un valor de prueba con la que medirse y permite el manejo de la agresividad en un clima positivo” 5.

La confrontación es, pues, una necesidad, una puesta a prueba de la capacidad del adulto y una demostración de la necesidad que tiene de él el adolescente.

Es, por lo tanto, el “adulto significativo” para el adolescente el eje sobre el cual éste desarrollará su aprendizaje sobre el control personal. Es necesario para el adolescente que desafía al adulto encontrar enfrente a alguien que no le teme, sino que más bien le contiene.

Normalmente el adulto no teme al hijo adolescente; puede sorprenderle y desorientarle, pero no temerle. Si el temor aparece, la relación se fija con características de escalada: cuanto más temor, más violencia; y cuanta más violencia, más temor.

En estos casos será imprescindible organizar estrategias que permitan desbloquear estas situaciones para avanzar en la resolución del problema relacional establecido entre el adolescente y el adulto, muchas veces en formas de rituales, como en el caso de Juan.

6. ¿Es posible el control de la conducta violenta?

La palabra control se asocia, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, con palabras como regulación y dominio. La regulación sugiere un proceso dinámico de confluencia de fuerzas que equilibran un sistema. Equilibrio-regulación y control son términos que se presentan asociados.

El dominio nos sugiere objetivos a cumplir, pues dominamos para conseguir algo: conocimiento y poder sobre algo o alguien. Estas asociaciones entre control, regulación y dominio están presentes si, como afirma el diccionario Collins (1987), definimos el control como “la habilidad para hacer que algo se comporte como se quiere”.

El control necesita para su ejercicio un juego de influencias en permanente movimiento. A pesar de la carga inmovilista que se asocia comúnmente a la palabra control, para un ejercicio de regulación y dominio, va a ser imprescindible el reconocimiento de un sistema de fuerzas en interrelación. Éste hace que con frecuencia se hable de “sistemas de control” en la industria o la cibernética, un ejemplo de los sistemas de control es “el termostato de las calefacciones”. En la teoría de sistemas el concepto de homeostasis ha utilizado el ejemplo del termostato como paradigma del juego de fuerzas que regularizan el no cambio de una situación cualquiera.

En los sistemas de control la Acción y la Reacción son dos formas de expresión del dinamismo presente en el mismo sistema. Por lo tanto, el control, aun ejercido desde el individuo sobre sí mismo, nos obliga a situarnos en un sistema de fuerzas complejo, lo que nos hace buscar a los distintos componentes del mismo. En un sistema humano los componentes serán otras personas significantes para el individuo; en un sistema familiar los componentes serán los miembros de la familia; en un sistema social serán los diferentes elementos de la sociedad, como el barrio, la escuela, la empresa...

En un individuo los componentes serán partes de su propia historia personal, acontecimientos especiales y originales, o significativamente importantes, y que se representan en el individuo desde los otros sistemas a los que pertenece.

Control y equilibrio

El cuerpo humano es una permanente dinámica de equilibrios que buscan, desde la economía de la energía a emplear, su constante compensación. Los procesos neurofisiológicos y neurobioquímicos son ejemplos permanentes de esta afirmación.

El aparato psíquico es también un juego de equilibrios. FREUD 6 comparaba el aparato psíquico con una vesícula viva flotando en un medio acuoso. Esta flotación hace de la vesícula un órgano en constante modificación a través de estímulos exteriores regulados por el medio ambiente. Los estímulos que proceden del mundo exterior estimulan un sistema receptor y regulador que actúa como intermediario entre el mundo exterior e interior. Este sistema se convertirá en el YO en el aparato psíquico. Jaime DE TOMÁS 7 dice que el YO “constituye un sistema que se origina a partir de la función perceptiva, que es mediador entre la realidad y el resto del psiquismo y con capacidad para aplazar, con mecanismos complejos, las necesidades que deben ser satisfechas y las que pueden esperar sin peligro para el individuo”.

En el aparato psíquico el YO está interesado en conseguir ciertos objetivos, dar salida a ciertas pulsiones que existen como fuerzas emergentes propias, la sexualidad por ejemplo, y elaborará acciones encaminadas a su satisfacción. El YO también evaluará las reacciones originadas por sus propias acciones organizando mecanismos reguladores que permitan corregir los efectos indeseables para él.

Se podría decir que, para FREUD, la estructura psíquica es un juego dinámi-co de pulsiones regidas por procesos de acción y reacción, sometidas a sistemas de control, que acabarán configurando el YO entre el ELLO, esencia de nuestro psiquismo profundo e inconsciente, que puja por emerger, ya que está sometido al principio del placer, y el SUPER YO, sometido al principio de la realidad. Este juego se origina a través de constantes procesos adaptativos y de control.

La estructura psíquica individual y básica es, pues, un ejercicio permanente de Equilibrio y Control. La ruptura de este equilibrio origina las diferentes patologías del YO.

Control, mensaje y sistema

El sujeto vive este equilibrio no solo a nivel interno, en su propia estructura, sino también en su relación con el exterior, con los distintos sistemas a los que pertenece. El individuo necesita expresar y construir elementos propios de control para seguir viviendo. Éstos se convierten en formas de crecimiento personal y colectivo.

7. Estrategias de intervención en las conductas violentas de adolescentes

La conducta violenta se presenta, como estamos diciendo, dentro de las patologías del paso al acto. Es por eso que las estrategias de intervención en este tipo de patologías pondrá el acento en la importancia de la palabra como alternativa a la actuación; pasar del acto a la palabra será el camino y, al mismo tiempo, la meta de la intervención. Pasar del acto a la palabra significa desvelar las posibilidades de contención de la palabra, las posibilidades de alternativas a la conducta violenta y las posibilidades de comprensión y significado de una conducta que esconde su poder en el sufrimiento de lo incomprensible. El paso del acto a la palabra se realiza a través de una serie de etapas que vamos a detallar a continuación.

Abrir el foco

La conducta violenta absorbe tal cantidad de energía que fija la atención de sus actores en un punto, el acto mismo, atrapando al individuo y a su contexto en aquel espacio ligado a los hechos. Estos son capaces de hacer girar las respuestas en torno a la conducta misma. Los hechos son en sí mismos atractivos, es decir, captan toda la atención y es difícil situarlos en contextos más amplios.

¿Por qué quedarnos con la imagen potente del rostro de la infanta Margarita de Austria en las Meninas de Velázquez, si podemos ver todo el cuadro? Perderemos a los reyes, al pintor y, sobre todo, la magistral construcción de los espacios que aparecen al abrir el foco desde el rostro de la infanta a todo el lienzo.

El primer trabajo a realizar será, sin dejar de dar importancia a los hechos, abrir el foco y situarlos en su contexto, no dejarnos atrapar por los hechos mismos, sino ver con qué otros están relacionados.

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