Raquel - Vicente García de la Huerta - E-Book

Beschreibung

Una de las obras más relevantes del teatro neoclásico español, contribuyó a consolidar la tragedia neoclásica. La obra nos muestra el romance entre el rey Alfonso VIII y una judía, Raquel, conocida por su hermosura y su ambición. Este amorío provoca disgusto entre los nobles y la obra muestra como la sublevación popular y noble lleva al desastre a los dos amantes. Un nuevo punto de vista a una historia que se había tratado anteriormente en el teatro español por autores como Lope de Vega o Juan Bautista Diamante.

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Seitenzahl: 82

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Vicente García de la Huerta

Raquel

 

Saga

Raquel

 

Copyright © 1778, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726686074

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAJES

ALFONSO OCTAVO, rey de Castilla.RAQUEL, judía.RUBÉN, confidente de RAQUEL. HERNÁN GARCÍA DE CASTRO, rico hombre.ALVAR FÁÑEZ, rico hombre.GARCERÁN MANRIQUE DE LARA, rico hombre.Castellanos.GUARDIA DEL REY. Acompañamiento de judíos y judías.

Jornada I

En el antiguo Alcázar de Toledo, salón común de audiencia, con silla y dosel real en su fondo.

 

Salen GARCERÁN MANRIQUE y HERNÁN GARCÍA.

 

GARCERÁN Toda júbilo es hoy la gran Toledo:

el popular aplauso y alegría

unidos al magnífico aparato

las victorias de Alfonso solemnizan.

Hoy se cumplen diez años que triunfante 5

le vio volver el Tajo a sus orillas,

después de haber las del Jordán bañado

con la Persiana sangre y con la Egipcia,

segundo Godofredo, cuya espada

de celestial impulso dirigida, 10

al cuello amenazó del Saladino,

tirano pertinaz de Palestina,

cuando el poder, y esfuerzo Castellano

cobró en Jerusalén la joya rica

del Sepulcro de Cristo, con desdoro 15

del Francés Lusiñán antes perdida;

y hoy también hace siete, que postrado

el orgullo feroz de la Morisma,

le aclamaron las Navas de Tolosa

por sus proezas Marte de Castilla, 20

y ofreciendo los bárbaros pendones

por tapetes del Templo de María,

perpetuó de la hazaña la memoria

con la celebridad hoy repetida.

En confuso tropel el Pueblo corre 25

por volver a su Monarca, que este día

dejándose gozar de sus Vasallos,

hacer mayor la fiesta determina.

La Corte toda al Templo le ha seguido;

y pues que nuestra falta conocida 30

no podrá ser en tanta concurrencia,

esperemos en estas galerías

a que vuelva; si quiere honrar el lado

de Garcerán Manrique Hernán García.

GARCÍA Sí, Garcerán; agradecido admito 35

tu cortés expresión; mas no repitas

memorias, que o del todo están borradas,

o tan notablemente oscurecidas.

Esperemos, sí, a ver con indolencia,

que en tan enorme subversión prosiga 40

el desorden del Reino y su abandono,

del intruso poder la tiranía,

el trastorno del público gobierno,

nuestra deshonra, el lujo, la avaricia,

y todo vicio en fin, que todo vicio 45

en la torpe Raquel se encierra y cifra:

en ese basilisco, que de Alfonso

adormeció el sentido con su vista,

tanto, que sólo son sus desaciertos

equívocas señales de su vida. 50

Siete años hace que el Octavo Alfonso

volvió a Toledo en triunfos y alegrías,

y esos hace también que en vil cadena

trocó el verde Laurel que le ceñía.

¿Pues cómo, cuando dices sus hazañas, 55

Garcerán, no repites la ignominia

con que hace tanto tiempo que en sus lazos

enredado le tiene una Judía?

¿Cómo, cuando sus triunfos nos refieres,

la esclavitud ignominiosa olvidas 60

de la Plebe infeliz sacrificada

de esa Ramera vil a la codicia?

¿Cómo de la Nobleza y de sus fueros

omites el ultraje y la mancilla?

Reina es Raquel: su gusto, su capricho, 65

una seña no más, es ley precisa

del Noble y del Plebeyo venerada.

Estas hazañas añadir debías

a la Historia de Alfonso, si te precias

de ser, oh Garcerán, su Coronista. 70

MANRIQUE Permíteme admirar el que así olvides

la obligación, Hernando, de la antigua

nobleza de tu sangre. Los leales

jamás acciones de su Rey critican,

aun cuando el desacierto los disculpe. 75

Los Reyes dados son por la divina

mano del cielo; son sus decisiones

Leyes invïolables, y acredita

su lealtad el vasallo obedeciendo.

Quien sus obras censura, quien aspira 80

a corregir sus yerros, el derecho

usurpa de los cielos, y aun vendría

a ser audacia atroz...

GARCÍA Cuando se aparta

de lo que es justo el Rey, cuando declina

del decoro que debe a su persona, 85

lealtad será advertirle, no osadía.

En el excelso Trono es donde debe

resplandecer más tersa la justicia,

y un Rey con sus acciones mayor cuenta

debe tener; que el vicio que sería 90

apenas conocido en las Cabañas,

si en los Palacios reina, escandaliza.

MANRIQUE El que profiera quejas...

GARCÍA No me quejo

de Alfonso yo; lamento la desdicha

de este Reino infeliz, presa y despojo 95

de una infame mujer prostituida;

del Rey el ciego encanto, las prisiones

con que esta torpe Hebrea le esclaviza;

la soberbia, el orgullo, el despotismo,

con que triunfa del Reino cada día. 100

La primera persona de la Corte

es Raquel; a su obsequio se dedican

los grandes y pequeños, que presumen

ser las bajezas puertas de la dicha.

¿Quién, Garcerán, no teme, aunque su ilustre 105

nacimiento y conducta le distingan,

caer en su desgracia? De su arbitrio

penden honor, hacienda, fama y vida;

agotados del Reino los tesoros

tiene su profusión; su altanería, 110

por sumisión, adoración pretende;

besarla el pie, doblarla la rodilla,

el medio de medrar es en la Corte.

¿Y esto los Ricos Hombres de Castilla

deben sufrir? ¿Es esto ser leales? 115

Esto no es lealtad, es villanía.

MANRIQUE Conozco tu razón; veo que Alfonso

hacia su perdición se precipita;

de Raquel la injusticia considero;

pero Alfonso es mi Rey; Raquel me obliga 120

con beneficios; fiel y agradecido

debo ser a los dos; que ofendería,

si obrara de otro modo, mi nobleza.

Mas Raquel sale.

GARCÍA ¡Qué desvanecida

la tiene su privanza y su fortuna! 125

MANRIQUE ¡Qué belleza tan grave y peregrina!

GARCÍA ¡Y qué bien entre Godos capacetes

parecen, Garcerán, tocas Judías!

 

(Salen RAQUEL, RUBÉN y acompañamiento de judíos y judías.)

 

RAQUEL ¡Oh Garcerán!

MANRIQUE En hora buena salga

a dar esmalte nuevo al claro día 130

la aurora de Toledo. Tantos siglos

goces esa beldad, Raquel divina,

cuantas arenas de oro el rico Tajo

revuelve en sus corrientes cristalinas.

GARCÍA ¡Qué torpe adulación!

RAQUEL Tanto agradezco, 135

Manrique, tu atención, cuanto me admira

ver que los Ricos Hombres desamparen

de Alfonso el lado en tan notable día,

y ociosos en las cuadras de Palacio

asistan, cuando fuera más bien vista 140

la asistencia a su Rey, en los que tanto

se precian de leales.

GARCÍA ¡Qué osadía!

MANRIQUE Yo... Raquel... Mi respeto...

GARCÍA (A MANRIQUE.)

Su respeto

los Nobles a su Rey sólo dedican.

(A RAQUEL.)

Cuando Alfonso en las Navas de Tolosa 145

esgrimió contra Alarbes la cuchilla;

o cuando los Persianos escuadrones

en los campos domó de Palestina,

entonces le seguí, sin que a su lado

faltase mi persona noche y día. 150

Mas ahora, que en fiestas se entretiene,

que no hay fieros contrarios que le embistan,

y que guerras de amor sólo sustenta,

no ha menester, Raquel, mi compañía.

Tropas de aduladores le acompañen 155

de tantos que alimenta la codicia,

mientras viva en su Corte; que en campaña

siempre el primero fue Fernán García.

RAQUEL ¡Qué presunción tan fiera! Tus razones

bien la aspereza bárbara acreditan 160

de tu rústica cuna, y tu crianza.

Lo inculto de los Montes de Castilla

no llevan fruto menos desabrido

que tu barbaridad y grosería.

Patria de fieras y de atrevimientos 165

han sido siempre: bien lo califica

la avilantez con que de Alfonso el nombre

ha insultado tu voz. Y si se fía

en su piedad el grave desafuero

con que a él te atreves, advertir debías, 170

que aunque piadoso, es Rey; que de su arbitrio

dependen las fortunas y las vidas,

y no están muy seguras las del necio

que no teme a Raquel por su enemiga

GARCÍA ¡Qué vanas amenazas! Los vasallos 175

que como yo su lealtad confirman

con tantas pruebas; que su sangre ilustre

en defensa de Alfonso desperdician;

aquellos que en sangrientos caracteres

de heridas por su nombre recibidas 180

llevan la ejecutoria de sus hechos

sobre el noble papel del pecho escrita,

ni temen amenazas, ni calumnias,

por más que les combata la malicia.

Pero a ti, a quien estéril de esos montes 185

el terreno parece, es bien que diga

(para que de un error te desengañes),

que a estas montañas que desacreditas,

la libertad de España se les debe;

que en el Alarbe yugo gemiría 190

por ventura hasta hoy, si su aspereza

no hubiese producido esclarecidas

almas, que con valor y atrevimiento

sacudiesen del cuello la ignominia.

Y no cansado su feraz terreno 195

espíritus produce todavía,

que el vicio y la maldad abominando,

poderla derribar al fin confían

del supremo lugar, del alto asiento

que tan indignamente tiraniza. 200

(Vase.)

RAQUEL

¿Que esto sufra?, ¿que siendo yo de Alfonso

dueño absoluto (acábenme mis iras)

a ultrajarme se atreva así Fernando?

¿Visteis tal libertad?, ¿tal osadía?

¿De qué el poder me sirve si a mis plantas 205

no ofrece el labio, la cerviz no humilla?

Pero hoy verá Toledo con asombro

castigadas sus locas demasías.

¡Oh, cuánto Alfonso tarda! Ya el deseo

de ver sus altiveces abatidas 210

impaciente me tiene. Tú, Manrique,

advierte luego a Alfonso.

MANRIQUE Si te obliga

con esto mi obediencia, ya te sirvo.

(Vase.)

RAQUEL Rubén, ¿soy yo Raquel? ¿Soy quien solía

en el alma de Alfonso y en su Corte 215

ser adorada en vez de obedecida?

¿Soy quien las riendas del gobierno tiene

en sus manos?, ¿quien premia y quien castiga?

Sácame ya, Rubén, de tanta duda;

que al verme así ultrajada y ofendida, 220

mi poder y mi suerte desconozco,

y pienso que no soy la que solía.

RUBÉN No al enojo la rienda, Raquel bella,

sueltes así. De Hernando la osadía

honras con tu pesar. Yo te he criado; 225

por mi astucia, Raquel, y mi doctrina

te has dirigido en toda tu privanza,

desde el día feliz en que rendida

al imperio quedó de tu hermosura