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Colección de sainetes de Ramón de la Cruz, piezas teatrales que no llegaron a ser publicadas. Aunque el autor publicó toda serie de obras teatrales, los sainetes fueron su género más conreado y celebrado. De carácter costumbrista y satírico, estas piezas muestran la sociedad de la corte del siglo XVIII, tal y como la vivió el autor: un retrato que viaja atrás en el tiempo y muestra la España de Carlos III.
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Seitenzahl: 210
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Ramón de la Cruz
Saga
Sainetes inéditos de don Ramón de la Cruz
Copyright © 1900, 2022 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726793543
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.
LAS BELLAS VECINAS SAINETE
Calle con dos puestos de castañeras que serán PEPA Y TÍA TERESA: un zapatero de viejo, TÍO PACHÓN, áuna puerta, y en la casa donde se figure cédulas á las ventanas; cantan soplando la lumbre, y CRESPILLO saleála mitad y hace señas al zapatero, que deja encargado el puestoáun MOZO DE ESQUINA, quien se andará paseando; en acabando pasan dos militares soplados.
Seguidillas á duo.
Pepa. Castañitas baratas,
Teresa. Castañitas baratas,
gordas y buenas,
calentitas, y dulces
como camuesas.
¡Ah! petimetres,
¿quién por poco dinero
no come y bebe?
Pachón. Presto, que tengo que echar
cuatro ó cinco medias suelas,
y es día de recoger
el puesto antes que anochezca.
Cresp. De manera ¿entiende usted?
y, ya se ve, de manera,
que si usted no está despacio,
y dice que está de priesa,
yo tampoco, tío Pachón,
quiero que usted por mí, pierda
su jornal, que cada uno
está á tomar lo que venga,
y primero es lo primero,
que el que tiene una peseta
la tiene, que el que no, suele
las más veces no tenerla.
Pachón. Pero, hombre ¿qué quieres?
Cresp. ¡Quiero
tantas cosas!
Pachón. Dí la idea
que traes, en pocas palabras.
Cresp. Larga no es. ¡Si usted supiera
las vueltas que yo le he dado
antes de que aquí viníera!....
Pero no tiene remedio;
mi tía la besuguera
de la Red (1) me dijo, dice:
Crespillo, antes que te metas
en ello, trata el negocio
con un hombre de conciencia
y carácter, y yo entonces
díje, digo, pues aprieta
manco, y al tío Pachón,
que al fin y postre se precia
de sabiondo, y él es hombre
que está criado á una puerta
de calle, y sabe muy bien
lo que es el mundo y las hembras;
conque ¿usted me entiende? usted
dígame como si fuera
yo su hijo y usted mi padre,
y podría ser á tuertas
ó á derechas ¿no es verdad?
Pachón. Hombre, dí, no te detengas.
Cresp. Usté ha de decir; si estoy
esperando la respuesta.
Pachón. Pues tú me has dicho del caso
algo para que lo entienda?
Cresp. ¿Pues qué es menester decirlo
yo para que usted lo sepa.
Pachón. Ya se ve.
Cresp. Pues de ese modo
lo adivinará cualquiera.
Teresa. Yo quiero saber, señores,
que conversación es esa.
Pachón. Si no acaba de explicarse.....
Cresp. ¡Por Dios! No diga usted á esta
nada de lo que yo iba
á decirle.
Teresa. ¿Por qué dejas
el trabajo tan temprano?
Marcha otra vez á la tienda;
no espere el maestro, y yo
juro que luego que seas
marido de mi hija, ya
holgarás el día de fiesta,
y eso según y conforme.
Cresp. Antes es ver si con ella (Ap.)
yo me según y conformo.
Tío Pachón, á la otra acera
aguardo á usted de aquí á un rato.
Pachón. Bien.
Cresp. Cuidado con las señas,
que yo buscaré ocasión
que su madre no nos vea.
Teresa. ¿Qué dices? ¿Qué dices?
Pachón. Nada;
que cuántos días de fiesta
trae la Pascua.
Teresa. Los bastantes.
para que en ella se puedan
correr las monestaciones.
Cresp. ¿Lo ve usted claro? Sí; ellas
corran, que yo bien seguro
es que vaya á detenerlas. (Vase).
(Sale una CRIADA con un par de zapatos de seda colorados.)
Criada. Tío Pachón, que dice mí ama
que le eche usté un par de piezas
curiosas á estos zapatos;
y que si tiene usted puercas
las manos, que se las lave
para no emporcar la tela,
que es de París.
Pachón. Oye chica,
¿te ha dado que me trajeras
el dinero de las tapas
del otro día?
Criada. ¡Qué priesa
corre! Dice su merced
que usted llevará la cuenta.
Pachón. Pues vé y dila que no hay
libro de caja en mi tienda,
como en la calle Mayor,
y que yo tengo muy negras
las manos, de los cerotes,
y mancharé la griseta. (1),
que esta compostura es digna
del primor de una batera.
Teresa. ¡Digo, digo! Pues el par
de zapatos, si se ferian,
ya valen cualquier dinero.
Criada. Mire usted que de aquí á media
horita vuelvo por ellos.
Pachón. Para que volver no tengas
llévatelos de camino.
Criada. Es necesario, por fuerza,
que usted los componga; sobre
que es mañana el día de fiesta
que es, y no tiene otros buenos
para ir á la comedia.
Pachón. Si estos son buenos ¡qué tales
que serán los que le quedan!
Teresa. Para ir á misa, supongo
que no la harán falta.
Criada. ¡Ea!
¿Los toma usté ó no los toma?
Pachón. No los tomo, que está llena
la esportilla de obra, y quien
antes paga, antes le sueltan.
Criada. Yo le diré á mi ama que
le harte á usted de desvergüenzas.
Teresa. Dile á tu ama que si á mi
la media bata me presta
mañana, para una boda,
la prestaré unas chinelas
de baldés (1) alimonadas
que tengo allí en una cesta.
Criada. No se pone mi ama tales
porquerías. ¡Qué indecencia! (Vase).
Pachón. El par de zapatos, solo
necesitaba una pieza
desde la punta al tacón.
Teresa. En yendo lo que se vea
tal cual, lo demás importa
muy poco á las petimetras.
(Salen dos PETIMETRES)
Teresa. (Cantan).
Pepa. (Cantan).
¡Ah petimetres!
Enjertitas y dulces,
gordas, calientes.
Pet. 1.° ¿Nos dan un par de cuartitos
de castañas?
Pepa. ¡Y qué bellas
y qué calientes las tengo!
¿Cuántas echo? ¿Una peseta
para entrambos? ¡Pues qué menos
Pet. 2.° No tenemos plata suelta.
Pepa. Aunque sea una pieza de á ocho,
trocaré yo, que se ofrezca,
ó las llevarán de balde;
no se asusten. ¡Vaya! Venga,
venga un pañuelo en que echarlas.
Pet. 1.° Irán en las faltriqueras.
Pet. 2.° O en las manos, sobre que
solo es gana de que vendas
este par de cuartos más.
Pepa. Yo estimo á ustedes que vengan
á dejar esa ganancia,
antes que á otras, á mi tienda.
Ahí van; venga ese dinero.
Pet. 2.° ¿Cuántas das? ¿Media docena
al cuarto?
Pepa. Me equivoqué,
que había de dar cinco; vuelvan
ustedes una cada uno.
Pet. 1.° Muchacha ¿tienes conciencia?
Pepa. Y limpia como una plata.
Pet. 2.° Que dé otras tantas ó deja
sus castañas, que allí hay otra.
Pepa. Vayan ustedes á aquélla
que las vende más baratas.
Ellos. ¡Ya se ve que iremos!....
Teresa. Pepa.....
¿Qué es eso?
Pepa. Estos parroquianos,
que no es fácil que se avengan
conmigo, y han conocido
que usté es mujer más dispuesta
á su genio. Ahí va esa ganga,
despáchela usted, y cuenta
que la ganancia es partible.
Teresa. ¡Mujer, si tú eres tremenda!
y no tienes aquél para
tratar con prosopipea
la gente de posición.
Pídanme á mí lo que quieran
verán como los despacho.
Pet. 1.° Si es solo una friolera;
dos cuartitos de castañas.
Teresa. ¿Y qué? Cada uno merca
lo que quiere y lo que puede.
Pet. 2.° Peladas.
Teresa. Las manos quietas,
que se les quita la flor.
Pet. 1.° ¿Pues acaso son ciruelas?
Teresa. Son castañas; vengan esos,
cuartos y hasta la primera.
Pet. 2.° ¡Jesús qué pocas!
Teresa. Por poco
dinero, poca manteca.
Pet. 1.° Y te ha dado las peores.
Teresa. También yo malo con güeno
las compro en el peso. Pepa....
Pepa. Deles usted media hanega
por ocho máis.
Teresa. Y un pan
candial, y un par de botellas
de moscatel rico para
que no se ahoguen con ellas.
Pepa. Miren que planta, y por dos
castañas arman pendencia
con dos mujeres de forma.
Pet. 1.° Vámonos que nos afrentan,
hombre.....
Las dos. Vuélvanse de aquí
á un rato por las que quedan;
se las tendremos mondadas.
Los dos. ¡Fuego de Dios con sus lenguas!
Teresa. Hombres hay que es un dolor
que coman pan de Vallecas (1).
Pepa. ¡A mis castañas, que están
calentitas y muy tiernas!
(Salen Señora y Don Félix.)
Señora. También allí hay otra casa,
aunque parece pequeña,
desalquilada, Don Félix.
Félix . Si quereis, vamos á verla.
Señora. Sí; ved quien tiene las llaves.
Félix Dígame usted, castañera.....
Pepa. Pregunte usted, Don Cortejo....
Señora. Sea un poco más atenta.
Pepa. Si el cortejo es porquería,
perdone por la llaneza,
pero si el señor me llama
por el oficio, yo es fuerza
responda por el que veo
que ahora tiene (1).
Señora. ¿Cuánto renta
aquel cuarto?
Pepa. Diez doblones.
Señora. Es cuarto de gentezuela;
no nos cansemos en verle.
Félix. ¡Señora!.... ¿Pues cuántas piezas
tiene?
Pepa. (Ap.) ¿Señora? ¡Qué risa!
(Alto.) Tiene su sala, su alcoba,
una cocina muy buena
con otra pieza detrás
y un poquito de despensa.
Señora. ¿Y no tiene gabinete?
Pepa. Sí, señora; allá en la mesma
cocina tiene á un ladito
su gabinete de media
vara, con su canapé
de palo y su chimenea.
Señora. Tenga un poco más de modo.
Teresa. ¡Mujer, que con todos pegas
al instante! Señorita
la habitación no es de aquellas
grandes, pero es muy pulida;
vengan ustedes á verla
que aquí tengo yo las llaves.
Félix. ¿Y quien ha vivido en ella?
Teresa. Quien la ha pagado ó se fué
sin pagarla.
Señora. Es que no fuera
razón que yo me mudara
sin saber si tiene buenas
vecindades.
Teresa. Ya se ve
que usted, desde media legua
está goliendo á señora;
mas si el cuarto le contenta
múdese sin el menor
escrúpulo, porque en ella
no hay más vecinos que dos
cuartos principales cerca
del suyo; otros tres segundos,
cuatro terceros, tres tiendas,
seis guardillas, y tres altos
de corredores que encierran
cuarenta y cinco vecinos;
pero toda es gente quieta.
Félix. Pues de ese modo esta casa
es más lugar que Vallecas.
Señora. ¡Jesús! Vámonos, Don Félix.
¿Cómo es fácil que viviera
entre tanta vecinilla
una mujer de mis prendas?
Pepa. ¿Vecinillas? Una que hubo
la echamos á la Galera,
porque en la casa toda es
gente probe, pero honesta.
Teresa. Por verla nada se pierde.
Bartolo..... ten aquí cuenta
y arrecoje luego el puesto. (Al mozo).
Pepa. Justamente ese que llega
es el casero.
Casero. ¡Don Félix!
¿Qué hay en que serviros pueda
por este barrio?
Félix. He salido
con esta dama, que intenta
mudarse, á ver algún cuarto,
y reparando en aquella
céduia (1) quiso informarse.
Casero. Además de que lo hiciera
por vos, por esa señora
se hará cuanto la convenga
y guste de obra en el cuarto.
Vamos á verle.
Señora. Esta buena
mujer, dice que es muy chico
y que hay más de setecientas
vecindades en la casa,
y esto será una ginebra (2).
Yo os lo estimo, más no quiero
que tomeis esa molestia.
Casero. Aquí, señora, no hay otra
vecina mala sino ella,
que es capaz de deshonrar
medio mundo con su lengua.
Pero yo pondré remedio.
Teresa. Poco á poco.....
Casero. Vengan, vengan
esas llaves, y mañana
si en todo el día no deja
su cuarto desocupado,
yo la plantaré á la puerta
de la calle, ó en la calle
los trastos.
Teresa. ¿Va eso de veras?
Casero. Ya lo verá. Señorita,
seguidme, que yo quisiera
fuese el Alcázar del Sol
el cuarto.
Señora. La atención vuestra
estimo.
Félix . Si le agradare
ya nos hareis conveniencias.
Casero. Yo á las hermosas alquilo
mis cuartos en lo que quieran.
(Vanse los tres.)
Pepa. Eso tiene mi casero,
que á los probes les aprieta
en cumpliéndose los meses,
ó les vende la espetera;
pero á las mozas bonitas
jamás les pide la renta
de los cuartos, y toditos
los días se le blanquea.
Teresa. Déjale, déjale: yo
le ajustaré la gorguera.
Bartolo, arrecoje el puesto,
que le he de armar una, y güena.
Pepa. Mujer, la culpa es de toda
la vecindad que se queja
de tí.
Teresa. ¡Pues vaya, que yo
soy de las que cuando truenan
se asustan! Como me aticen
todos han de salir fuera
de la casa, sino yo.
Al que le pique la pierna
que se la rasque ¡Caramba!
¡Qué par de cuartos de especia!
Pepa. ¡Calentitas! Yo no quito
mi puesto hasta que anochezca.
(Sale CRESPILLO: al bastidor)
Cresp. ¡Chist, chist! Tío Pachón.
Pachón. Ya voy,
en acabando esta pieza.
Cresp. Ya la acabará usted.
Pachón. Vaya.....
ven, que yo con las orejas
no trabajo, y de este modo
haré á un tiempo dos haciendas.
Cresp. Pues vámonos más adentro
del portal.
Pachón. Donde tú quieras.
Pepa. El esparterillo, yerno
en cierne de la Teresa,
parece que anda asustado.
Pachón. ¿Y sobre qué es la materia
que traes?
Pepa. Sobre que es la novia.
mucho peor que la suegra.
Pachón. Aun no es tarde.
Cresp. Pues por eso
vengo á buscar quien lo entienda.
Los dos. Vamos dentro del portal. (Vanse.)
Pepa. Yo también, antes que venga
mi marido del trabajo,
voy á disponer la cena. (Vase.)
A las figuradas puertas, á una estará JUANILLA hablando con un PAJE de capa; á otra estará CECILIA cosiendo, y á otra la LAVANDERA lavando en un barreño. Habrá otra puerta cerrada. Canta la LAVANDERA cualquiera seguidilla ligera con la orquesta (1).
Paje. ¿Con que te casas, Juanilla?
¿Y qué tales conveniencias?
Juan. a Un oficial de espartero.
Paje. Pues, mujer, ¿y qué te lleva?
Juan. a Casarme; pues aunque el probe
por ahora no me mantenga
de todo, dice mi madre
que ayudará en lo que pueda,
y yo también sé ganar
la vida si hago calceta.
Paje. Bien. Y sobre todo, chica,
mi ración cuenta con ella,
que basta hayas sido más
de un año mi compañera.
Cecilia. Chica, ¿qué trapos son esos
que lavas?
Lavand. ¡No es mala esa!
¿Trapos? Y es la camisola
que para las fiestas recias
tiene uno de los mayores
petimetres que pasean
la calle Mayor y el Prado.
Cecilia. Para espantar una higuera
no es mala.
Lavand. Lo que se ve
no es malo, que son las vueltas.
(Sale un muchacho con cartapacio.)
Much. ¡Loado sea Dios!
Juan a Por siempre.
¿Sales ahora de la escuela?
Much. De donde me da la gana.
¿Oyes? ¿Hay pan en la cesta?
Juan. a ¡Qué sé yo! Ya verás luego
con madre la que te espera.
Much. ¡Qué se me da á mí! (Se entra).
Juan. a Este chico
es mi hermano.
Paje. Linda pieza
parece.
Juan. a Pues es muy hábil
para cualquier deligencia.
Ya lo verá usted. Pepillo.....
Much. (Sale.) ¿Qué quieres?
Juan. a Vete á la puerta,
y si el Crespillo ó mi madre
vienen, avisa.
Much. Pues vengan
dos cuartos para cerílla.
Juan. a No tengo.
Much. ¿No? Pues por esta
que le he de decir á madre
aquello.
Juan. a Cuando los tenga
te los daré.
Much. Pídelos
al señor.
Juan. a ¡Qué desvergüenza!
Paje. No tal: tómalos, y adios.
Much. Yo avisaré cuando vea
que viene alguien.
Cecilia. ¿Dónde vas?
Much. A ver si hay aquí agua fresca,
que en mi casa está caliente.
Voy á quitar una cuerda (Aparte.)
de uvas.
Cecilia. Este mal muchacho
todita la casa enreda.
(El muchacho se entra del lado de la CECILIA. Sale un AGUADOR.)
Aguad. Muy buenas tardes, señoras.
Cecilia. Téngalas usted muy buenas.
Lavand. Téngalas usted muy buenas.
Aguad. ¿No está la mujer en casa?
Cecilia. Aun no ha venido.
Aguad. (Vase.) Paciencia.
Cecilia. ¿Qué haces ahí, muchacho?
Much. (Sale.) Nada.
Juan. a ¿No vas á eso?
Much. Voy, espera.
(Sale la TÍA TERESA conel mozo del puesto que trae los trastos, y los entra en su figurado aposento, y luego se va al cuarto cerrado.)
Teresa. ¿Dónde vas, bribón?
Much. Ahora
he venido de la escuela,
y voy á jugar un rato.
Teresa. No quiero que vayas: entra
al cuarto.
Much. Déjeme usted.....
Teresa. ¿A que te quito las muelas
de una guantada? Juanilla.....
¿con quién estás en conversa?
Juan. a Con un compañero mío
á quien debí mil finezas
cuando estábamos sirviendo.
Teresa. Si tu novio lo supiera
se quejara, y con razón.
Caballero, esta doncella
está en días de casarse:
usted ahora se contenga
en venir, porque ninguno
diga, ni el otro lo sepa.....
que la boda es pronto, y luego
podrá venir cuando quiera.
(Sale el TÍO PACHÓN con su esportilla al hombro, y CRESPILLO detrás temeroso.)
Pachón. Entra, pues, y habla sin miedo,
que yo saldré á la defensa
si se ofrece.
Cresp. Pues cuidado
que esté usted pronto á la puerta
de su cuarto.
Pachón. Mas no digas
que soy yo quien te aconseja,
que yo con esa mujer
no tengo ganas de fiestas.
Cresp. Bien.
Teresa. ¿Que traes acá, Crespillo?
Cresp. Ya puede ver, tía Teresa,
¿quiere usté oir unas palabras
al oído, con licencia
de esos señores?
Juan. a Muchacho.....
¿A qué entras de esa manera
sin darme los buenos dias,
ni hablar palabra ni media?
Cresp. Bastantes palabras traigo
que hablar, y todas muy buenas.
Teresa. Di que el señor es de casa. (A Juanilla.)
Cresp. Pues, en resumidas cuentas,
esto se reduce á que
mi tía la besuguera
me ha dicho que no me case,
porque este año la cosecha
ha sido escasa de pan
y abundante de madera;
pero no de esparto, y como
un hombre trata en esteras,
y no es carpintero, ni
aguarda ninguna herencia,
hasta que haga bucha, dice
su merced que no me meta
con una mujer con tres
cuñados y con la suegra,
porque para comer todos
mi jornal no basta, y fuera
mal hecho ponerse un hombre
á comer del jornal de ella;
es verdad que yo la quiero,
pero en llegando una urgencia
una madre es una madre
y envía su hijo á la guerra.
Teresa. Amigo aquí hay maula. ¡Tú
venirme con esa arenga!....
La verdad ¿quién te ha metido
ese embrollo en la cabeza?
Cresp. El tio Pachón no me ha dicho
á mí palabra ni media
de esto.
Teresa. ¿No? Pues no ha sido otro.
Cresp. Si han sido las compañeras
y las amas que ha tenido,
que dicen que es muy traviesa,
amiga de golosinas,
de paseos, de comedias
y de toros, y no quiero
que haga conmigo estas fiestas.
Y más dicen.....
Teresa. ¿Qué más dicen?
Juan. a Pues son unas embusteras;
que yo no he hecho nada malo,
y miente quien lo sospecha.
Cresp. Que tiene un Pajuncio (1) largo
muy feo, que la corteja
siempre en su casa, y que siempre
que sale, sale con ella.
Teresa. ¿Pues qué, habia de andar mi hija
por el lugar sola y suelta
como otras?
Cresp. Pocas hay que
por andar solas se pierdan:
yo sé que las más se pierden
por ir por donde las llevan.
Teresa. ¿Y en qué quedamos?
Cresp. En que
se case con el postema
del paje, y á mí me deje
la Juanilla el alma quieta.
Teresa. (Le agarra de los cabezones.)
¡Ah, infame! ¡Dejar á mi hija
cuando tengo dado cuenta
de la boda, y convidada
á toda la parentela!
(Sale el MUCHACHO.)
Pepillo, anda á llamar
á un alguacil que le meta
en un cepo.
Much. Voy allá. (Vase.)
Cresp. Pues qué ¿esto ha de ser por fuerza?
Tío Pachón.....
Pachón. ¿No te lo dije?
Pues hijo, sufre y paciencia.
(Sale un ALBAÑIL.)
Alb. Dios guarde á ustedes. Cecilia,
vamos, á darme la cena.
Cecilia. Voy allá. Mal humor trae.
Cresp. Señora, estese usted quieta,
y oiga razones.
Teresa. ¿Razones?
Mil testigos hay que sepan
la palabra. Sobre la honra
de mi hija, aunque se venda
la cama; irá á un presillo
ó te has de casar con ella.
Cresp. ¿Casar? Antes sentaré
plaza en alguna bandera
de Granaderos (1).
(Salen la SEÑORA, DON FÉLIX y el CASERO con llaves.)
Casero. De modo
que agregando esas dos piezas,
pues mañana ha de quedar
mudada la castañera,
queda un buen cuarto.
Señora. Yo haré
que mi marido le vea,
y creo seremos vecinos.
(Sale el ALBAÑIL cascando á CECILIA.)
Alb. ¿En donde está la peseta
que dejé sobre el vasar?
¿Y quien ha roto dos cuerdas
de uvas?
Cecilia. Si las he tocado
que veneno se me vuelvan.
Alb. ¿Pues quién ha entrado aquí?
Cecilia. Solo
el hijo de la Teresa.
Teresa. Mi hijo no hurta nada á nadie;
y poco á poco con esas,
porque cargará el demonio
con toda la casa á cuestas.
Lavand. ¡Señor! ¡Usted por mi casa!
Señora. ¡Hola, hola!....
Félix. Es mi lavandera.
Lavand. Mire usted que camisola
le lavo!
Félix. Esa es una vieja
que ya no sirve. (Bajo) ¡Por Dios,
la compongas como puedas!
Que es fuerza mudarme, y
no hay otra, mala ni buena.
(Sala una MUJER)
Mujer. ¿Ha venido mi marído?
Cecilia. Ya verás la que te espera.
Mujer. Encontré á unos conocidos,
y me detuve en parleta.
Teresa. La mujer del aguador
¡no gasta poca griseta!
Pepa . (Sale dando de pescozones al MUCHACHO.)
¡Anda, ratero, bribón!....
Teresa. ¿Qué es eso?
Much. ¡Que me aporrean!
Dígale usté al Alguacil,
madre, que la lleve presa.
Pepa. ¿No me ha hurtado de debajo
de la manta dos pesetas
y un puñado de castañas
mientras volví la cabeza
á ver pasar los soldados?
(Sale el ALGUACIL.)
Algua. ¿Qué manda usted, tia Teresa?
Teresa No puede ser.
Cecilia. Si será;
que también hurtó la nuestra.
Teresa. ¡Mi hijo! Aseguradme á éste.
(Por CRESPILLO.)
que yo escarmentaré á aquellas.
Alg. ¿Qué hubo? Poco á poco, no
ven que están en mi presencia?
Teresa. ¿Mi hijo ratero?
Casero. Señoras;
escuchen y estense quietas.
Alg. Sepamos que es.
Casero. Señor ministro,
todo el caso se remedia
con que yo iré á ver al Juez
y haga que esta mala hembra
se mude.
Teresa. No me da gana:
que se muden los que deban,
que yo pago mi alquiler
corriente.
Señora. Será por fuerza,
que yo necesito el cuarto.
Teresa. Yo también.
Todos. Que vaya fuera;
que es una mala vecina.
Pachón. Y tiene muy mala lengua.
Teresa. Porque digo las verdades;
pero todavía mi puerta
no se ha abierto á las deshonras
como otras.
(CRESPILLO se desprende del ALGUACIL).
Juan. a ¡Ay! ¡Que se suelta!.....
Paje. ¡Ay! ¡Que se suelta!.....
Alg. ¡Favor al Rey!
Teresa. Lleve usted á éste
y encájemelo en la trena.
Pachón. No encaje usted tal, que quiere
perder al pobre por tema
de que case con su hija;
y por algunas consuelas
que se sabe que han pasado,
y algunas que se sospecha
que pasarán, se conoce
no puede tenerle cuenta
al muchacho este consorcio.
Alg. Con todo: á la cárcel venga
hasta que esto se averigüe.
Cresp. Déjeme usted.
Alg. ¿Resistencia?
Casero. Pues, digo: ¿dónde está el auto
del Juez para que le prenda?
Alg. Yo bien sé lo que me hago.
Teresa. Llévele usté, y luego vuelva,
que yo seré agradecida.
Alg. Mándeme usté, tía Teresa.
Venga.
Juan. a Que le echen dos pares
de grillos, y la cadena
gorda.
Alg. Quedará seguro.
Cresp. ¿Qué, no hay quien me favorezca?
Alb. Suelte usté á ese mozo, y lleve
á éste que es la comadreja
de la casa.
Unos. Es un ratero.
Otros. Y su madre es quien le alienta.
Alg. ¡Favor al Rey! ¡A que todos
van atados de una cuerda!
Señora. ¡Jesús que casa! En el día
me mudara, si viviera.
Félix. ¡Qué casualidad! ¡Vivir
hacia aquí mi lavandera!
(Vase con la SEÑORA.)
Casero. Señor ministro, usted deje
estas cosas de mi cuenta,
que yo estaré con el Juez.
Todos. ¿Y se irá la tía Teresa?
Casero. Al instante.
Todos. ¡Viva, viva
nuestro casero!
Pepa. Y en muestras
de lo alegres que quedamos
una tonadilla sea
la que concluya.
Todos. Esperando
perdón de las faltas nuestras.
FIN
SAINETE PARA LA COMPAÑÍA DE EUSEBIO RIBERA, AL EMPEZAR LA TEMPORADA DEL AÑO DE 1772