Sara - María Enriqueta Beyer - E-Book
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Beschreibung

La Decena Trágica que dio pie a la Revolución Mexicana, vista desde la angustia del Sara Pérez, esposa de Francisco I. Madero, que aguardaba en el Castillo del Bosque de Chapultepec día y noche noticias de su marido, a quien escribía cartas, respuestas, para quien indagaba como espía entre las amistades y la servidumbre. Plegarias, cartas, pensamientos, un Diario que se convertiría en receptáculo de su angustia durante esos diez días, al cabo de los cuales se enteró del asesinato de su amado compañero.

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SARA

Tercera edición: agosto 2023 ISBN: 978-607-8773-67-1

© María Enriqueta Beyer © Gilda Consuelo Salinas Quiñones (Trópico de Escorpio) Empresa 34 B-203, Col. San Juan CDMX, 03730 www.gildasalinasescritora.com Trópico de Escorpio

No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase al CeMPro (Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, http://www.cempro.org.mx).

Distribución: Trópico de Escorpio www.tropicodeescorpio.com Trópico de Escorpio

Diseño editorial: Karina Flores

HECHO EN MÉXICO

A mis padres Maricruz y Ernesto Beyer, por su amor, enseñanzas y ejemplo.

A Mario Pavón.

A Gina Paola Pavón, la joya preciada de mis amores. Por haberme dado la más grata misión de mi vida.

A Bruno Sánchez Pavón por enseñarme a valorar la dicha de ser abuela rociada de amor puro e incondicional.

A mis hermanos.

A mis amigos.

Introducción

A lo largo de muchos años de historia universal la participación de la mujer ha quedado desdibujada, tal vez convertida en un bosquejo, y aunque hay honrosas excepciones que saltaron a la vista, así como algunas otras que sin ser honrosas también saltaron, muy pocos estudiosos se han ocupado de investigar los sucesos desde el otro lado de la pinza. A los historiadores se les olvida que las mujeres somos la mitad del mundo.

Casi todos los hombres que formaron la nación mexicana y que a veces dieron la vida por ella, tenían una mujer al lado, una esposa que vivía sus ideales al parejo que sus pesares, una compañera dispuesta a compartir la tumba o la gloria.

Dicen Gracia Molina-Enríquez y Carmen Lugo Hubp en su libro Mujeres en la historia. Historia de mujeres:

Durante 1810 y 1821 las mexicanas dieron el más alto ejemplo de heroísmo, valor temerario, entereza y desapego de los bienes materiales. No obstante, ni la nación ni el Estado correspondieron a esa participación desinteresada. Ninguna de las sobrevivientes participó en las discusiones del Constituyente de 1824; tampoco fueron llamadas a ocupar cargo público alguno ni fueron tomadas en cuenta para discutir el proyecto nacional, a pesar del talento demostrado y de la experiencia adquirida en el período de prueba.

Si las mujeres que participaron tomaron las armas o la imprenta durante la guerra de Independencia permanecen en el anonimato o en calidad de ficha bibliográfica, ¿qué pasa con las que sólo figuran como la esposa de, la madre de, la hermana de? Pasa que de ser hoy apenas un nombre en breve serán nadie.

En una corriente lógica de equidad de género, algunas mujeres: historiadoras, feministas, sociólogas, escritoras, se han dedicado a realizar verdaderos rescates que toman años justo a causa de la poca información que se conserva. Investigaciones en busca de una hebra que lleve a algún familiar, a algún descendiente; libros y libros en pos de un párrafo o un par de líneas para seguir hilvanando la biografía del personaje y empezar a dibujarlo hasta lograr el retrato de cuerpo completo.

Eso fue lo que hizo María Enriqueta Beyer: bucear en bibliotecas, libros y documentos oficiales y no oficiales, buscar datos en el panteón, en los museos, en los lugares de origen de la familia Madero, sobre todo del norte de México; y lanzar varios sos a través de Internet para ver si alguien contribuía, indicaba, recordaba, y en efecto, poco a poco su perseverancia fue logrando frutos.

Gracias a la paciencia de María Enriqueta Beyer hoy tenemos en la mano la crónica de los terribles días de la Decena Trágica desde la perspectiva de María Guadalupe Sara Pérez Romero, con la carga de angustia, dolor e impotencia que significaron para ella cada uno de los sucesos que conformaron la terrible traición del Chacal, Victoriano Huerta, y de todos los políticos y militares que por ceguera o intereses personales se sumaron al golpe de Estado.

La novela se basa en la crónica de datos históricos, pero novela al fin, está estructurada de forma epistolar. Cartas a Madero, registros en un diario, cartas a otros familiares, cartas a Dios, a su madre muerta; amenas cartas que el lector, como un testigo anónimo, irá desvelando para hacer su propio retrato de Sara; que si bien fue la esposa del primer presidente demócrata de México fue, al mismo tiempo, una mujer que desafió el terror, que conoció la infamia y que después de esos hechos nunca pudo encontrar consuelo.

Una novela disfrutable, sin lugar a dudas, y mucho más que eso, porque nos va contando la historia paso a paso y es, al mismo tiempo, un homenaje a todas las Saras que aún siguen en el anonimato, postergadas o silenciadas por la historia oficial, mujeres que son un orgullo para el país y que irán saliendo desde sus escondites mientras autoras como María Enriqueta Beyer tiendan la mano para buscarles el camino.

Gilda Salinas

Prólogo

Sentimiento y tragedia de una mujer en el México revolucionarioMartha Eugenia García Ugarte*

María Guadalupe Sara Pérez Romero, hija de Macario Pérez, administrador de la hacienda de Arroyozarco, situada en San Juan del Río, Querétaro, vivió los acontecimientos de la Decena Trágica en carne viva. Como esposa del presidente Francisco I Madero desgranó los días, las horas, los minutos y segundos de los acontecimientos que, iniciados el 9 de febrero de 1913, culminaron con la muerte del depuesto presidente el 22 de febrero. El último momento del drama, el 24 de febrero, cuando se celebró el entierro del presidente asesinado en el panteón Francés de la Piedad, la viuda estoica demostró a México y al mundo su decisión de sobrevivir: quedaría, pensaba, como un testimonio de la gran gesta democrática llevada a cabo por su esposo. Los responsables del golpe de Estado de ese febrero de 1913, habían arrebatado la vida de Francisco pero no la llevarían a atentar contra su propia vida.

Las mujeres suelen pasar inadvertidas en la historia del México de todos los siglos. Sus gestiones, el día a día de su vida parece carecer de importancia. La historia de los grandes hombres, sus compañeros, esposos, padres, hermanos, tíos, sobrinos, hijos, acaparan la atención de los sabios e intelectuales. Ellas, las que vivieron en el siglo xix y principios del xx, se destacaron como buenas administradoras de haciendas, grandes gestoras de las cosechas, impulsoras de reformas sociales y vigilantes cuidadosas de la decencia del hogar y el buen nombre de la familia. Sin embargo, han sido sepultadas en el olvido. A pesar de su importancia, ese fue el sino de María Guadalupe Sara Pérez Romero. Pocas obras han abordado su historia. ¿Para qué? Asesinado y sepultado Madero ¿para qué ocuparse de la viuda? La carrera constitucionalista de Venustiano Carranza, la derrota de Victoriano Huerta en 1914 y la lucha de facciones de los revolucionarios cuyos proyectos y planes de reformas sociales arribaron a la Constitución de 1917, han ocupado la atención de importantes estudiosos y novelistas. Se trataba de la construcción del México moderno. ¿Qué importancia tenía la viuda de Francisco en esa tesitura? Ninguna. Ella, la primera dama en 1911, pasó al olvido en 1913. Fue sepultada en vida, tal y como la propia Sara sentía cuando se embarcó para La Habana.

María Enriqueta Beyer no estuvo conforme. Decidió rescatar a la mujer que vivió la Decena Trágica, primero en el Castillo de Chapultepec y después en la delegación japonesa. La novela, en composición epistolar, aporta la mirada de la esposa y compañera de Madero. Las angustias, temores y sobresaltos que se anidaron en su alma desde el domingo 9 de febrero, cuando su esposo sale para Palacio Nacional con el propósito de controlar la rebelión, hasta el 25 de febrero de 1913, cuando ella se embarca para La Habana después de sepultar a Francisco, lo deja consignado en su Diario. Sólo a él, viejo compañero de su adolescencia puede confiar “las dudas que revolotean en mi corazón, y las turbulencias que no encuentran sosiego en mi mente.” Esas confidencias le permiten mostrarse fuerte, animosa y provisora en la correspondencia familiar, íntima, con su esposo. El futuro, bien lo sabía, era incierto. El exilio estaba en la mira. La salida podría ser abrupta. Ante esa posibilidad, que vive con una gran certeza, al día siguiente del inicio de la escalada revolucionaria decidió comenzar “a bordar, dentro del forro del traje nuevo de levita de mi esposo, los papeles indispensables para que los tenga en su poder y los utilice si se llegara a dar el trance.” También preparó los baúles con lo indispensable, “para un viaje por si acaso tenemos que partir de improviso.” La película del presente estaba más clara para Sara que para Francisco. Ella percibía que el fin de la gesta democrática estaba pronto. Percibía el sabor amargo de la derrota y el exilio político.

La biografía de Sara Pérez de Madero va quedando consignada en los recuerdos que, ante el dolor del presente, sirven como un remanso de paz. Su introducción con la familia Madero en el internado de San Francisco, California, su noviazgo y su magnífica boda en la capilla del arzobispado. No importa que el arzobispo del momento, Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera careciera de los atributos y dotes de su antecesor, el grande Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos. Alarcón era la máxima figura eclesiástica del momento. La encarnación del poder religioso. Eso bastaba. No aparece en los recuerdos de Sara el nombre del sucesor de Alarcón, José Mora y del Río. La razón es evidente: estaba a favor de los militares levantados en contra del presidente Madero. No había cercanía con el arzobispo en funciones en 1913. Tampoco tenía simpatía a Victoriano Huerta. Como Gustavo, el hermano de Francisco, pensaba que tenía “maneras turbias”.

Cinco días más tarde de iniciado el levantamiento militar, el 14 de febrero, guarda sus temores para sí misma. Entonces se preocupa por tranquilizar a su esposo. Le comenta que la casa de la calle Berlín ha sido atacada, sí, pero la familia se había resguardado en la embajada japonesa y pronto se trasladaría a Chapultepec con ella. La preocupación por la familia no debería quitar atención a su esposo. Él podía descuidarla, pero ella le daba soporte y tranquilidad. Es su Diario el que recibe la confidencia; la poca tensión de su esposo la lástima, la disminuye. Ella sabe, con certeza, que el fin está cercano. Pese a ello, le hace creer que está convencida del triunfo. Pronto, le dice el 18 de febrero, “me acompañarás al rancho de Querétaro… para que me ayudes a seleccionar el tipo de siembra que habremos de cultivar con los métodos modernos…” la vida en el futuro sería amable. A ese pensamiento había que aferrarse. El 20 de febrero, el asesinato de Gustavo cortaba toda esperanza. Como otras mujeres en la historia de México, Sara emprendió la negociación con quien tenía el poder sobre vidas y haciendas para salvar a su marido. En esa ocasión, el embajador de Estados Unidos.

Sus gestiones fueron infructuosas. Madero y Pino Suárez fueron vilmente asesinados el 22 de febrero, el 24, ante miles de personas que se habían congregado para asistir al funeral, la viuda sepultó el cadáver de su marido en el panteón Francés.

Los hechos históricos profusamente difundidos ahora que se conmemora el centenario de la Revolución Mexicana, el legendario 1910 cuando se inició el movimiento armado de Francisco Madero, poca atención han dado a doña Sara. Con la publicación de la novela de María Enriqueta Beyer, amena, intimista y hermosamente relatada, Sara, la esposa de Madero, respira y vive, a pesar de que la Sara histórica se declara “muerta en vida” en la novela de Beyer.

 

* Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales, unam

Castillo de Chapultepec Domingo 9 de febrero de 1913

Mi buen Diario: