Sé que puedo más - Alejandra Stamateas - E-Book

Sé que puedo más E-Book

Alejandra Stamateas

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Beschreibung

Fortalecer nuestra confianza es esencial para avanzar hacia cualquier objetivo que nos propongamos: comenzar un nuevo trabajo, formar una pareja, tener un hijo, hablar en público, vender un producto o ascender en la empresa. Pero, muchas veces, sentimos que eso que añoramos "nos queda grande", que no estamos preparadas, que no podemos. Alejandra Stamateas, autora best seller y conferencista inspiradora de mujeres, nos da las claves para pasar de la pasividad a la acción con Sé que puedo más. Un libro con ejercicios para elevar nuestra autoestima e ir en busca de aquel sueño para hacerlo realidad.

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Fortalecer nuestra confianza es esencial para avanzar hacia cualquier objetivo que nos propongamos: comenzar un nuevo trabajo, formar una pareja, tener un hijo, hablar en público, vender un producto o ascender en la empresa. Pero, muchas veces,sentimos que eso que añoramos “nos queda grande”,que no estamos preparadas, que no podemos.

Alejandra Stamateas,autora best seller y conferencistainspiradora de mujeres, nos da las claves para pasar de la pasividad a la acción conSé que puedo más.Un libro con ejercicios para elevar nuestra autoestima e ir en busca de aquel sueño para hacerlo realidad.

Despertemos nuestra propia valoración. Empecemos a actuar con las capacidades que todas tenemos, sabiendo que siempre podemos ir por más.

AlejandraStamateas

En este libro encontrarás:

• Los componentes que nos llevan a la baja autoestima, a la culpa, a la vergüenza, a la frustración, a la falta de prosperidad y a otros tantos escenarios y emociones que necesitamos atravesar para ir por más.

• Herramientas teóricas y actividades prácticas para que cumplas tus metas soñadas.

• Frases destacadas y anotaciones al margen para alentarte a que realices tus propias marcas en el texto.

• Respuestas a tus preguntas, consejos y frases motivadoras para que alcances lo que verdaderamente deseas.

Otros títulos deAlejandra Stamateas:

•No me maltrato ni me maltratan

•Mis hijos me vuelven loca

•Mis emociones me dominan

•Mi cuerpo, mi cárcel

Alejandra Stamateastiene una Licenciatura en Ministerios Teológicos otorgada por el SITB (Seminario Internacional Teológico Bautista). Es pastora del Ministerio Presencia de Dios en Buenos Aires, Argentina, donde dicta talleres y conferencias a los que asisten periódicamente miles de mujeres.

Ha disertado en congresos y seminarios sobre temas relacionados con la mujer, la motivación, la estima y el potencial; fue conductora del programa “Mujeres Fuertes” por la señal de Utilísima, y del programa “Tendencia”, en Canal 9 Telearte S.A., Argentina. Asimismo, ha participado en diferentes programas de CNN y colabora con diversos medios gráficos, radiales y televisivos de América Latina.

Lleva publicados más de veinte libros y ha hecho presentaciones en España, México, Honduras, Cuba, El Salvador, Chile, Puerto Rico y en numerosas ciudades estadounidenses.

A mi papá, que ya no está, por motivarme siempre en mi infancia, diciéndome: “gordita, vos podés más”.

Y a mi mamá, que a sus ochenta y tantos años todavía me sigue demostrando que siempre se puede más.

Introducción

“Todos me dicen que soy la rebelde, la que va detrás de los problemas”, “soy la gordita de la familia, la que todos miran con pena”, “mis padres siempre me trataron como alguien que no se podía valer por sí misma”, “mis amigas me dicen que soy la miedosa del grupo, la que no se anima a más”.

Estas frases muestran las historias que nos hemos contado internamente. Nos miramos como nos han mirado otros, o como siempre nos hemos mirado a nosotras mismas, y no nos atrevemos a cambiar.

Nos acostumbramos a vivir en una casa con poco espacio y manchas de humedad, porque creemos que no podemos vivir en un espacio amplio y luminoso. Nos acostumbramos a las discusiones de pareja o a los eternos silencios, porque creemos que no podemos tener una familia feliz. Nos acostumbramos a nuestros trabajo, porque es el que tenemos desde hace años y no nos atrevemos a vernos como dueñas de un negocio o teniendo nuestra propia empresa. Y todo esto nos pasa porque nos da miedo mirarnos de otra manera. Nos autoboicoteamos y creemos en los relatos que nos construimos o que nos contaron.

Cuando nos damos cuenta de que podemos más, descubrimos que tenemos fuerzas sin aprovechar. Y podemos usarlas en nuestra contra o a nuestro favor. Si las usamos en contra, hacemos lo mismo de siempre: nos quejamos, criticamos a otras mujeres que han logrado lo que nosotras deseamos, nos comparamos, nos paralizamos, nos detenemos ante los obstáculos.

Casi toda nuestra fuerza interna la usamos en nuestra contra. ¿Qué pasaría si nos levantáramos como mujeres que usan esa fortaleza a su favor; si trabajáramos para cumplir nuestros deseos? Despertaríamos nuestras capacidades, nuestro potencial. Y, sobre todo, nos valoraríamos a nosotras mismas.

Empecemos a actuar y a accionar con las capacidades que todas tenemos, sabiendo que siempre podemos ir por más. Despertemos nuestra propia valoración.

Despertar significa averiguar quién eres. Hay situaciones y personas especialistas en robar identidades. Y, en ocasiones, vivimos circunstancias tan duras, tan difíciles, que no podemos mostrarles a los demás con claridad quiénes somos, porque tampoco nosotras lo sabemos.

Saber quiénes somos implica conocer nuestros puntos fuertes y débiles; qué nos fortalece y qué nos daña; qué podemos hacer para ser mujeres plenas y qué límite tenemos que ponerle a aquello que nos lastima. Pregúntate, qué quieres para tu vida. Solo conociéndonos más podemos superarnos y dejar de vivir a medias; dejar de imitar a otros para ser nosotras mismas. Tenemos que conocernos profundamente para ser felices.

La presión con la que vivimos a diario nos hace sentir que no podemos superarnos. Sucede lo mismo cuando corremos: a veces nos falta el aire, estamos extenuadas, nos explota el pecho, pensamos que necesitamos abandonar la carrera. Pero yo te quiero decir que en esos momentos de máxima tensión tienes que seguir adelante porque, cuando vences la presión, obtienes la victoria que estás buscando. Puedes triunfar sin importar la edad que tengas, el momento de tu vida en el que estés, o los aspectos de tu ser que necesites transformar.

Mi intención al escribir Sé que puedo más es que logres mirarte de otra manera, y saber que puedes ser diferente a aquella que fuiste hasta el día de hoy. Verás que en cada capítulo te propongo “la tendencia”, para que identifiques los posibles componentes que nos llevan a la baja autoestima, a la culpa, a la vergüenza, a la frustración, a la falta de prosperidad y a otros tantos escenarios y emociones que necesitamos atravesar para ir por más.

Al mismo tiempo, hallarás herramientas teóricas y actividades prácticas para que cumplas tus metas soñadas. Para realizar los ejercicios, te sugiero que consigas una libreta y un bolígrafo, con el propósito de que anotes tus pensamientos y conclusiones. Hay un capítulo totalmente dedicado a la puesta en práctica de todo lo que aprendas, ¡ya lo descubrirás!

Además, encontrarás frases destacadas y anotaciones al margen, que tienen el objetivo de alentarte a que realices tus propias marcas en el texto, para que subrayes aquello que te impacte; aquello que vaya dejando una marca en tu interior y, por supuesto, todos los aspectos que consideras que necesitas trabajar en profundidad.

Sé que te identificarás con los testimonios que leas, porque forman parte de la vida de las mujeres reales, en los distintos espacios en los que nos desarrollamos. Obtendrás respuestas a tus preguntas, consejos y frases motivadoras para que alcances lo que verdaderamente deseas.

Estoy convencida de que al leer Sé que puedo más, elevarás tu confianza, superarás tus miedos y conquistarás el éxito que anhelas. Y no solo eso, también le encontrarás un nuevo punto de vista a tus errores, fortalecerás tu pareja y, definitivamente, descubrirás a la mujer fuerte que vive en ti, porque serás capaz de aplicar soluciones reales.

Recuerda que puedes más, mereces más y naciste para más. ¡A disfrutar de esta lectura!

Empecemos a actuar con las capacidades que todas tenemos, sabiendo que siempre podemos ir por más.

CAPÍTULO1

Juego de roles

Hay cinco mensajes peyorativos que son dañinos para la autoestima de una niña, y que provienen de su núcleo familiar:

1.No perteneces. Son esas niñas que sienten que en sus casas siempre están de más. En esa familia hay tres o cuatro hijos que hacen escenas para llamar la atención, pero hay una que no existe, nunca lleva un problema. ¿Qué le están diciendo? “No perteneces”. Porque no se la consulta en nada para tomar decisiones y no se tienen en cuenta sus gustos. Los otros, piden con más fuerza, entonces se hace lo que quieren los demás y a ella no se la registra.

2.No eres buena. Desde pequeña le dijeron: “tú no eres buena para estudiar”, “no eres buena para hacer amigos”, “no eres buena para los deportes”.

3.No eres lo suficientemente buena. Todo lo que haga esta niña será poco para sus padres. Por ejemplo, está en una competencia de gimnasia artística y, cuando termina su demostración, la madre le dice que podría haber tenido más gracia, haber sonreído más o hacer un salto mejor. De esta forma, lo que le está diciendo es: “nunca vas a llegar”. El día de mañana, va a considerar que no está a la altura para hacer lo que se proponga.

4.No eres digna de amor. A esta niña la criaron con un mensaje: “no te mereces mi amor”. Entonces, haga lo que haga, no se sentirá amada ni valorada.

5.No deberías existir. Su madre siempre le transmitió que no estaba en los planes de esa familia: “en realidad, no sé cómo naciste. No te buscamos, fuiste un accidente”.

Las familias que criaron una hija con baja estima tuvieron roles fijos, predeterminados, que no pudieron cambiar. Las frases que se escuchaban en esa casa eran:

•Tienes que acompañar y apoyar a tu marido

•Es mejor que te quedes en casa, los niños te necesitan

•El hombre es el proveedor, el que trae el dinero

•Atiende a tu marido, tiene que estar conforme

•Los problemas los resuelven ellos, nosotras estamos para otras cosas

Una mujer que, desde pequeña, tuvo un rolestático en su familia es alguien que aceptó el modelo de sumisión y que, por eso, vive de acuerdo al rol que le asignaron.

Seguramente, su madre se amoldó y, a pesar de tener sueños, los guardó porque era el hombre el que tenía que crecer. El hombre, en estos casos, es el que sabe y la mujer la que acompaña.

Mi madre, mi espejo

Cuando nacemos, generalmente, es nuestra madre la que dice frases como: “¡ay, se parece al padre!”, “tiene los ojos de su abuela”, “va a salir tremenda”, “esta niña no tiene nada que ver con sus hermanos, ¡ellos eran tan tranquilos!”, “¡me va a dar grandes dolores de cabeza!”, “si esta niña sigue comiendo no sé qué vamos a hacer”.

Muchas veces, las apreciaciones que hacen nuestras madres tienen que ver con lo que son ellas, y de alguna manera, van legando características suyas; rasgos positivos y negativos, en cada una de nosotras.

Así, más adelante, nosotras comenzamos a vernos tal como nuestra mamá nos vio, y actuamos en consecuencia. Por ejemplo, tal vez te dijeron: “con el carácter que tienes, ningún hombre te va a aguantar: ¡te quedarás soltera!”. Tú tomaste esas palabras y encarnaste ese rol. Lo cierto es que, llega un momento en la vida, en el que ese personaje, a veces, se vuelve una carga muy pesada de llevar.

Tanto influyen nuestras madres en nosotras, que algunas mujeres no pueden darse cuenta de cuáles son sus necesidades, porque eso es lo que aprendieron de ellas. Tienen madres que nunca se ocuparon de sí mismas, que les daban más valor a lo que hacían o decían otros, se postergaban en forma constante, y descalificaban directa o indirectamente a sus pares. Hoy, las hijas de estas madres se compran ropa y la dejan colgada, no la usan. ¿Por qué? Porque perpetúan el modelo con el que se criaron y creen que no se merecen usar, por ejemplo, un vestido bonito. Se compran zapatos pero siempre las ves con el mismo par, porque no se consideran merecedoras de usar un calzado distinto cada día. Los tienen y pueden pagarlos, pero no se los ponen. Tal vez no hacen lo que hizo su madre, que no se compraba nada. Ellas tienen pero lo guardan. Dicen que lo usarán para una fiesta, para una ocasión importante, para el próximo cumpleaños… pero es mentira. No saben aprovechar lo que tienen y, a veces, se mueren sin haber usado nada.

...se postergaban en forma constante, y descalificaban directa o indirectamente a sus pares.

Hay madres que soportaron el sometimiento y el maltrato y, por eso, les dan el mensaje a sus hijas de que, como son mujeres, las únicas posibilidades son aguantar y sufrir. Son personas que siempre dependieron de los demás, porque es lo que les enseñaron, y no tomaron la autoridad en su vida. Entonces esas hijas soportan el maltrato de sus maridos porque también son dependientes, y creen no pueden salir de ese círculo que vieron y ahora repiten.

Hay casos en los que la hija no quiere superar a la madre porque, de alguna manera, la madre le dio un mensaje que decía que no podía sobresalir y superarla, porque eso significaba que ella había fracasado como madre. Su madre, implícita o explícitamente, le hacía saber que ella tenía que ser la mejor de las dos. Si la hija acepta el mandato, aunque haya logrado un título universitario y una buena posición económica, cuando va a la casa de la madre, se abstiene de compartir sus logros porque su madre no los disfruta. Esa madre es su modelo y lo que ella hace es lo correcto, ¿cómo oponérsele y hacerla sentir mal?

Cuando comienzas a analizar cómo fue la relación con tu madre desde la infancia, y haces un repaso mental de las crisis que tuviste con ella, te vas a dar cuenta de que es una de las relaciones más problemáticas que existen. No trates de cambiarla, porque ella vivió así toda la vida. Si intentas cambiarla a ella, te olvidas de ti misma.

No trates de cambiarla, porque ella vivió así toda la vida.

Tal como nos ven

A cada una de nosotras le asignaron un rol dentro de la familia. Vamos a ser la hija mayor, la del medio, la menor, la más mimada, la preferida, la rebelde. Llenamos un lugar que estaba vacante en la familia, un sitio que estaba reservado para el bebé que naciera en ese momento.

Y, a los roles familiares, se le superponen los roles sociales. Con el objetivo de cumplir con ambos, intentaremos construir nuestra personalidad. Analicemos ahora algunos roles que les suelen ser asignados a las mujeres:

●La oveja negra. Es la que vive contrariando las convicciones familiares o sociales. Es la típica hija a la que hay que explicarle las cosas dos o tres veces para que las acepte. Es la niña que muestra rasgos de gran indisciplina, por lo que es necesario reforzarle constantemente que tiene que obedecer. La oveja negra es la manifestación externa de una crisis familiar, que se hace visible en alguno de los hijos. Hay algo que no está funcionando correctamente, y esa hija es la vocera. Sin embargo, también es ella la que más chances tiene de sanarse.

●La exitosa. Deja de lado sus sentimientos, los pone “entre paréntesis”, y hace valer sus puntos de vista dentro de la familia. El padre le profesa mucha admiración y la madre pone en ella muchas expectativas. Esto es común con las hijas mayores, y también con las del medio, pero sin exigirles tanto. Puede ser que algún día toda la familia tenga algo que reprocharle, algún aspecto para criticarle, pero nadie se atreverá a decir nada porque es exitosa, porque hizo las cosas bien. Oprah Winfrey, una conductora muy famosa en Estados Unidos, narra en su libro Lo que he aprendido en la vida, que al comienzo de su carrera tenía uno de los mejores puestos de trabajo. Sus compañeros decían: “mira, ahí va la perfectita, ahí va la buenita, la que hace todo bien”. Ella escuchó eso y, a partir de ese momento, empezó a engordar. Estaba muy enojada con su gordura, hasta que se dio cuenta de que, en realidad, estaba enojada porque ella había tratado de decirles a sus compañeros que no era perfecta, y ¿cómo se lo iba a decir? Engordando. A través de la gordura estaba diciendo: “no soy perfecta. Miren, tengo problemas de obesidad”. Tenía bronca por no haberles podido mostrar a los demás que ella no era perfecta y, por eso, se lastimó a sí misma.

●La niña eterna. La última en enterarse de los problemas familiares es ella. Nadie quiere lastimarla, nadie quiere darle un dolor de cabeza. Si pasa algo importante en la familia, todos dicen: “a ella no le cuentes nada”, “que tu hermana no se entere de esta dificultad económica o de este grave problema de salud”. Es a la que ponen “entre algodones”, detrás de un cristal, y no le permiten asumir demasiadas responsabilidades. La opinión de esta niña eterna tampoco tiene demasiado peso. El día de mañana le va a costar mucho poder entender cuál es su identidad y su lugar en el mundo porque, como sus opiniones no son tomadas como valiosas y como la niña no se entera de nada, vive en una nube. Si hay problemas financieros, la niña no los sufre porque le compran de todo. Entonces, cuando es adulta, los demás piensan: “¿qué va a opinar esta mujer acerca de la realidad económica, si ella nunca la vivió?”. La niña eterna es la mujer dominada. Sabe que tiene que conseguir un hombre para casarse, someterse y que el hombre decida todo. Ella cumple un rol secundario que tiene que eternizar, y se transforma en esa niña dependiente. Son las mujeres que dependen siempre de un hombre, que si no hay un hombre mueren, que van a escuchar la voz de un hombre porque es la palabra que para ellas tiene autoridad. Como mujeres fueron despreciadas, por eso no les interesa escuchar una voz femenina, y van a tener grandes conflictos para relacionarse con mujeres.

La niña eterna es la mujer dominada.

●La buena. Es la que hace lo posible por satisfacer las expectativas de los adultos de la familia. Ante un conflicto, ella siempre está tratando de conciliar. Si hay un problema entre hermanos, trata de que dejen de pelear o de encontrar una solución. Si hay una crisis entre los padres, se pondrá en el medio para que no haya una explosión. Es la responsable de que en el matrimonio de sus padres no haya un divorcio, porque ella está procurando conciliar la relación. Cumple con todos menos con ella misma y, constantemente, renuncia a sus propios deseos por complacer a los demás y evitar las peleas. Como está ocupada en solucionar los inconvenientes de los demás, posterga sus proyectos. De adultas, estas mujeres generalmente se relacionan con hombres maltratadores. Se adiestraron para resolver los conflictos de todo el mundo, menos los suyos. Tal vez, cuando quisieron estudiar apareció un contratiempo y no concretaron su anhelo; cuando ya tenían su fiesta de cumpleaños planeada, un revés económico no permitió que el festejo se llevara a cabo; o quizás tuvieron que suspender el viaje de estudios, porque surgió un tema de salud con algún pariente. Fueron las nenas buenas, esas que siempre entendían las situaciones. Estas niñas se convierten luego en mujeres muy comprensivas, que entienden y justifican a todo el mundo. De sus parejas dicen frases como: “pobrecito, ¡nadie le dio amor!”, y así arman vínculos con hombres desconsiderados.

●La rebelde. Es esa mujer que tiene mucho miedo pero se pone una coraza y dice: “yo no necesito de un hombre, yo puedo hacer las cosas sola, yo me voy a defender en la vida”. Y cuando aparece un hombre en sus vidas lo echan, por el miedo a ser dominadas. En realidad, muchas mujeres tenemos una rebelde eterna. A veces somos rebeldes, queremos ser independientes, y no dejamos que nadie se acerque a nuestra vida. Después tenemos problemas por no tener relaciones interpersonales que sean duraderas o buenas. Detrás de una mujer muy rebelde, hay una niña asustada, por eso muestra a la rebelde. En definitiva, son dos caras de la misma moneda, y todo esto es, en gran medida, por no haber tenido la imagen amorosa de un padre.

...queremos ser independientes, y no dejamos que nadie se acerque a nuestra vida.

Comenzar el cambio

Si vas a trabajar para cambiar ese rol que te asignaron, debes entender que habrá cosas que perderás y otras que ganarás. Quizás te cueste correrte de tu rol porque no quieres perder algún beneficio, por ejemplo, ser la que se entera de todo, la primera en ser consultada o la que aporta las soluciones. Como no quieres perder ese lugar, optas por seguir siendo la exigida. O, tal vez, no deseas dejar de ser la nena eterna, entonces prefieres que no te cuenten nada. Te gustaría que los demás tengan en cuenta tu opinión pero, al mismo tiempo, te resulta más sencillo permanecer lejos de los problemas.

Si fuiste la hija que salió a socorrer a todo el mundo, y ahora estás casada y tienes tus propios hijos, es posible que tus hermanos se hayan desentendido de tus padres y esperen que tú te ocupes de ellos, como te ocupaste antes. Seguramente ese rol comienza a apretarte, a oprimirte, porque no puedes dividirte y ocuparte de todo lo que te piden. Es el momento de que te corras. No, no es sencillo, porque tus hermanos ya se acostumbraron a que hagas todo y tus padres también, y siempre serás la primera a la que llamen, ya que en definitiva, es lo que están acostumbrados a hacer. Cuando intentas abandonar el rol impuesto, enseguida viene la culpa. Te cuesta acostumbrarte a no ocuparte de ellos y, además, tienes que soportar las críticas.

Hay roles que nos gustan más que otros. Por ejemplo, mientras que algunas mujeres lo detestan, a otras el rol de ama de casa les encanta. Es el centro de sus vidas, lo disfrutan y lo juegan bien. Y a los demás roles los ejercen solo de vez en cuando. Lo cierto es que cuando tienen que estar en otro ámbito, no se van a sentir tan cómodas como cuando están en su hogar.

Por años has desempeñado un rol, las personas se han acostumbrado a verte en él y no quieren que cambies de lugar. No te extrañes si te hacen la vida imposible, con tal de evitar una transformación que atente contra su comodidad. Es claro: si tú dejas de ser la que eras, ellos también dejarán los roles que tienen y deberán cambiar.

Lo ideal es poder jugar varios roles dentro de la familia. No se pueden poner todas las energías en desempeñar un único rol, porque eso nos agotará e impedirá que podamos desarrollar todo nuestro potencial. Debemos aprender a diversificarnos, a ocupar varios lugares. No nos podemos estancar, necesitamos expandir nuestras capacidades.