Segunda realidad - Laura Prati - E-Book

Segunda realidad E-Book

Laura Prati

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Beschreibung

Laura Prati utiliza una fina ironía y un humor sutil para narrar cada uno de estos breves relatos de Segunda realidad. Hay encuentros, desencuentros, miradas cómplices, reuniones literarias y reuniones de pacientes psicoanalizados, stilettos que compiten entre ellos, silencios que se van llenando de susurros y, sobre todo, una Segunda realidad, más allá de la que percibimos. La paciencia, las construcciones inacabables, los vínculos, el calor… todo está visto por la narradora con una agudeza extrema. Ella avizora circunstancias diferentes a través de sucesos cotidianos.   Este conjunto de relatos nos hace sonreír –y reflexionar– en cada vuelta de página. Y nos quedamos pensando sobre la manera en que estos personajes singulares impactan sobre nuestra visión del mundo.

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Segunda realidad

Segunda realidad

Laura Prati

Índice de contenido
Portadilla
Legales
Dedicatoria
Prólogo
Piantaos
Bienvenido
Anselmo y las paradojas
Nos
Verano
Beato stiletto
Los Silencios
Tóxica ella, tóxico él
La pirámide de la calle Güemes
Paciencia
Segunda realidad
Agradecimientos

Prati, Laura

Segunda realidad / Laura Prati. - 1a ed. - Santa Fe : Palabrava, 2023.

Libro digital, EPUB - (La punta del iceberg / Patricia Severín ; 6)

Archivo Digital: descargaISBN 978-987-4156-57-0

1. Cuentos. I. Título.

CDD A863

Segunda realidad

Laura Prati

Editorial Palabrava

Diagonal Maturo 786

Santa Fe

[email protected]

www.editorialpalabrava.blogspot.com

Colección La punta del iceberg

Directora de colección: Patricia Severín

Coeditora: Viviana Rosenzwit

Diagramación: Álvaro Dorigo y Noelia Mellit

Diseño de Colección y Tapa: Álvaro Dorigo y Noelia Mellit

Foto de tapa: Oscar Dechiara

Santa Fe - www.sugoilab.com

Digitalización: Proyecto451

Dedicado a Lisandro Varela, porque

dos propósitos esenciales tengo en

esta vida, ser su madre y escribir.

Laura Prati nació y vive en Santa Fe, Argentina. Es diplomada en Políticas Editoriales y Culturales (Facultad de Filosofía y Letras-Universidad de Buenos Aires e Instituto Sholem). Se desempeña como correctora editorial para Ediciones UNL (Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe) y anteriormente, fue correctora periodística en un diario local. Integra equipos de trabajo de publicaciones periódicas, es coautora de textos sobre escritura académica y desarrolla cursos respecto de esta escritura en el ámbito universitario.

Obtuvo premios y menciones en diversos certámenes literarios nacionales e internacionales. Su primer libro de cuentos, De realidades y prodigios, fue publicado en 1996 por El límite infinito Editorial. Además, sus relatos forman parte de libros colectivos y antologías.

Prólogo

Ella se mudó a este barrio de cuentos cortos. Se escurre entre sus personajes, los cruza en el ascensor, en la calle, en el parque. Siendo testigo omnisciente, los conoce alocados, contrahechos, oscurecidos por su propia sombra. Anhelantes y sudorosos, meneándose, supurando sentido. Sabe que la desdicha los puebla, aunque sea para cada uno de diferente tamaño. Sin embargo, condesciende en revelarnos cómo algunos pueden mofarse de su infortunio hasta hacerlo un compañero o convertirlo finalmente en su mejor recurso. Para hallar esas revelaciones no vacila en relatar al detalle cada morador, sus rutinas, las razones o tropiezos en los que caen sus pensamientos más íntimos, revisando métodos de supervivencia, terapias alternativas o encuentros amorosos inverosímiles. Tal vez solo pueda dejar de relatarlos cuando ya no le sea necesario conjurar aquello que en su andar la misma escritura le permite: descubrir, redistribuir, aquietar. Por lo tanto, si en este vecindario, Ella (la autora) hace de testigo, no cabe dudas de que sus personajes la delatan.

A veces, escribir es como golpear el agua con un martillo. El gesto —escribir y leer (imposible lo uno sin lo otro)— es lo que nos anima y lo único con lo que se cuenta. No es el martillo un instrumento adecuado para esa superficie hecha de habladurías, pronombres en plural, nominaciones y denominaciones. Pero finalmente puede ser constatado que el golpe da en un blanco y hay materia derramada. Si la inercia, el hastío, el calor o los anhelos arman los bordes de la existencia que nos contiene, es bueno intuir que al contar las historias de los otros podamos hallar a la nuestra, una vuelta imprevista.

Cada lector echará a su suerte merodear y dejarse salpicar.

Jorge Malachevsky (1)

1- El autor de este prólogo es psicoanalista miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Escuela de la Orientación Lacaniana de Santa Fe, Argentina, y docente investigador de la Facultad de Humanidades y Ciencias y de la Escuela Superior de Sanidad, ambas de la Universidad Nacional del Litoral.

Piantaos

A Oscar lo recibieron por primera vez en la cuarta reunión que tuvieron en el salón de usos múltiples del edificio de Amalia. Había tardado un poco en decidirse a ir, pero se terminó de convencer cuando le enviaron una foto de los otros cinco por el grupo de WhatsApp creado para mantenerse al tanto de las reuniones. Se los veía más contentos de lo que los recordaba. Esa tarde llevó una Coca Cola sin azúcar y una bolsa de caramelos gomita de menta, su Ying y Yang cotidiano, según comentó.

Habían quedado en hacer ahí los encuentros porque a la mayoría le quedaba cerca el departamento de Amalia, una modista de alta costura que ahora se dedicaba a hacer ropita para perros. Estaba jubilada de su empleo en una casa famosa de vestidos de novia en Buenos Aires y había empezado su emprendimiento haciéndole trajes a Simona, su pomerania, a la que, valiéndose de un epíteto homerístico, la llamaban “la del ladrido insoportable”.

Luego de varios encuentros en bares y sin lugar fijo, Amalia al fin conseguía que le prestaran el salón de su edificio para los miércoles a las 18, semana de por medio. No era mucha frecuencia, pero de otro modo —pensaba Amalia— se iban a cansar con tanta intensidad y al fin desistirían. Al menos así tenían la posibilidad de acumular información y extrañar el sentimiento de identificación.

Quien tenía problemas para llegar era Sarita, le costaba mucho decidirse a entrar al ascensor porque solía hiperventilar, sobre todo entre el cuarto piso y el undécimo, el último, donde se reunían. Era una mujer muy tímida, trabajaba como asistente en un estudio de abogados oscuro como la duda, detrás de un escritorio que casi no abandonaba desde las 9 hasta las 15, salvo a mediodía para recargar agua en su botella, preparar la ensalada que se llevaba en el taper, e ir al baño si ameritaba el riesgo de usar instalaciones ajenas.

A Simón, otro de los que no eran del barrio, le resultaba relativamente sencillo ir hasta el lugar porque se tomaba el 14, se bajaba a dos cuadras y de ahí derecho al edificio, sin frenar ni distraerse. Amalia siempre lo esperaba en la puerta por las dudas, para que él ya pudiera ver desde lejos esa cara conocida, porque sabía que lo invadía una extrema ansiedad que le hacía palpitar el alma.

Más o menos se entendían. Eran un grupo disfuncional pero compartían la necesidad de compañía sin prejuicios ni juicios. Se habían conocido en la sala de espera de sus sicólogos. Qué otro lugar más convocante que ese reducto musicalizado con un smooth jazz que pedía a gritos unos vasos con whisky para los pacientes con turno.