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Noticia de última hora: ¡Embarazada del multimillonario! La modelo Laura Bettany estaba trabajando cuando se quedó totalmente prendada del atractivo Vassili Thanos. Después de una vida de mentiras, Laura se sintió atraída por su honestidad cuando él le dijo claramente que no le gustaban los compromisos… hasta que se enteró de que él estaba prometido para casarse y de que ella estaba embarazada… El magnate griego Vassili Thanos estaba furioso con su tío porque este se había inventado que Vassili estaba comprometido, mucho más aún porque Laura había dejado de responder a sus llamadas. Cuando leyó en la prensa que ella estaba embarazada, Vassili la buscó y comprobó que era cierto. Un matrimonio de conveniencia le aseguraría descendencia, pero le haría falta mucho más que un anillo para conseguir que Laura volviera a confiar en él…
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Seitenzahl: 204
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
© 2024 Annie West
© 2025 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Separados por las mentiras, n.º 3136 - enero 2025
Título original: A Pregnancy Bombshell to Bind Them
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
Sin limitar los derechos exclusivos del autor y del editor, queda expresamente prohibido cualquier uso no autorizado de esta edición para entrenar a tecnologías de inteligencia artificial (IA) generativa.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 9788410744493
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Vassili estaba tumbado de costado, con la cabeza apoyada sobre el brazo doblado. Hacía ya mucho tiempo que las almohadas habían desaparecido, pero no tenía la energía suficiente para incorporarse y buscar una.
A pesar de lo cansado que estaba, la imagen que tenía frente a sus ojos, tenuemente iluminada por la luz del amanecer, lo animaba a extender la mano. Levantó el pesado brazo para acariciar aquella perfecta obra de arte. La larga y elegante columna, desde la nuca hasta la estrecha cintura, deslizando los dedos entre los tentadores hoyuelos que se formaban en la pelvis en incluso más allá, hasta la descarada elevación de los firmes glúteos.
Ella tembló. Su sedosa piel pareció caldearse un poco más contra los dedos de Vassili. Parecía que aquel contacto, incluso siendo tan delicado, le resultaba profundamente excitante, a pesar de que debería sentirse totalmente saciada.
Vassili comprendía perfectamente aquella reacción. Su pasión había sido explosiva. Intensa y muy poderosa.
La primera vez que compartieron sus cuerpos fue una revelación. Vassili había sentido la adrenalina que asociaba a saltar en paracaídas o a alcanzar el pico de una montaña. La segunda vez debería haber sido menos memorable, al igual que la tercera, la cuarta y todas las que vinieron después. Sin embargo, en cada ocasión, ella lo desataba de tal manera que, cuando Vassili conseguía recomponerse después, todo, incluso él mismo, le parecía durante un instante totalmente nuevo y desconocido.
Cubrió el trasero con la palma de la mano y comenzó a deslizarla hasta el punto en el que se unían los muslos.
–¿En serio? –murmuró ella con voz ronca y cansada por la falta de sueño. Incluso eso le excitaba, a pesar de que era imposible que pudiera estar de nuevo listo para ella–. Es demasiado pronto.
Vassili observó la larga melena castaña que se le enredaba en los hombros. Sabía que era demasiado pronto, pero no se podía resistir. Se acercó un poco más y encontró unos pliegues cálidos y húmedos, rodeados por unos delicados rizos. Comenzó a acariciarla, sintiendo el temblor con el que ella respondía.
Algo se apoderó de él. Era una sensación desconocida y, en aquella ocasión, no solo física. Algo que iba más allá del interés sexual. Más allá de la satisfacción.
¿Un sentimiento de posesión?
Frunció el ceño y rechazó aquel concepto. Vassili era muchas cosas, pero no posesivo.
Entonces ella giró la cabeza. Unos somnolientos ojos se prendieron con los de Vassili.
Él sintió el pulso de algo pesado en el aire, algo intangible, pero no por ello menos real. El mismo pulso se hizo eco en su agotado cuerpo.
Tan solo unos días antes, él lo habría llamado deseo. Ya no estaba tan seguro de que fuera algo tan sencillo. Era algo más que deseo. Del mismo modo, con ella los orgasmos eran más potentes, más duraderos e intensos que ningún otro que recordara.
–¿No estás cansado? –murmuró ella.
–Agotado.
–Y, sin embargo… –musitó ella arqueando una oscura ceja.
Se movió ligeramente y atrapó la mano de Vassili entre los muslos. Él sintió una fuerte descarga de energía entre las piernas. Respiró profundamente y vio que ella abría los ojos de par en par.
–No puedes estar… no después de…
Vassili se encogió de hombros.
Después del éxtasis que habían compartido en más ocasiones de las que eran capaces de contar, deberían estar agotados. Sin embargo, cuando él sintió el delicado movimiento del sexo de ella contra la mano, el deseo volvió a apoderarse de él.
Muerte por sexo. ¿Era posible?
Seguramente, los cuerpos de ambos se rendirían pronto al agotamiento, pero no podía evitar imaginársela cabalgando sobre él, levantando las caderas para que él pudiera hundirse en el delicioso y cálido terciopelo que lo envolvía, sintiendo cómo ella temblaba de placer y lo empujaba a él al orgasmo mientras pronunciaba su nombre.
Le encantaba el modo en el que ella susurraba su nombre cuando el éxtasis se apoderaba de su cuerpo, como si Vassili fuera algo muy valioso o un maravilloso secreto en vez de un hombre totalmente corriente.
Movió la mano deliberadamente, poniéndola a prueba. Ella contuvo la respiración y se apartó el cabello del rostro. La delicada luz del amanecer iluminó unos altos pómulos, unas deliciosas pecas sobre la nariz y unos maravillosos ojos castaños.
Bajo los cuales había unas profundas ojeras.
Los dos llevaban cinco días sin dormir una noche completa. Se habían mostrado insaciables. Sin embargo, mientras él antes había estado allí en el resort, relajándose, ella había estado trabajando hasta la noche que Vassili la invitó a su bungaló privado. Y, por lo que había dicho, había estado trabajando largos turnos durante las semanas anteriores.
La culpabilidad se apoderó de él. Apartó la mano del delicioso calor.
–Lo siento. No he podido contenerme, pero tienes razón. No es posible.
Pero sí lo era. Por suerte, el miembro erecto quedaba oculto bajo el muslo de Vassili.
Él contempló la rápida sucesión de sentimiento que se reflejaron en el rostro de ella. ¿Desilusión, tal vez? Sin embargo, había llegado el momento de dejar de ser tan hedonista. Ya habría tiempo más que de sobra cuando ella hubiera descansado.
–Duerme ahora, kopela mou. Guardemos las fuerzas para más tarde.
Se inclinó sobre ella y la besó delicadamente, todo lo que su furiosa libido estuvo dispuesta a permitirle. Como siempre, ella le devolvió el beso con una dulce franqueza que resultaba inocente y, al mismo tiempo, extraordinariamente atractiva.
–¿Me lo prometes?
La mano sobre la mejilla hizo que Vassili fuera muy consciente de lo áspera que resultaba su mejilla. Por primera vez, se dio cuenta de que ella tenía la piel de la base de la garganta y de los senos totalmente enrojecida. Sin duda, ocurriría lo mismo en otras partes de su delicado cuerpo.
Debería haberse afeitado.
Experimentó una fuerte sensación de culpabilidad. Primero ante la idea de haberle hecho daño. Y luego, le sorprendió la satisfacción que sentía en lo más profundo de su ser ante la idea de que ella llevara su marca.
¿De nuevo la sensación de posesión?
Era tan poco propio de él que lo atribuyó a la falta de sueño.
–Te he dejado marcada la piel –comentó, mientras frotaba suavemente la piel enrojecida–. No era mi intención hacerte daño. Lo siento mucho.
El brillo que vio en los ojos castaños transformó el sentimiento de culpabilidad en húmeda necesidad.
–No tienes por qué disculparte. En realidad, me gusta que no tengas la piel tan suave.
Le tomó la mano y se la llevó a los labios.
–Sin embargo, voy a afeitarme ahora para estar listo para más tarde –afirmó. Incapaz de resistirse, volvió a besarla, aunque se apartó de ella rápidamente–. Ahora descansa.
Vassili esperó hasta que ella cerró los ojos y empezó a respirar más profunda y lentamente. Entonces, se levantó de la cama y se dirigió hacia el cuarto de baño para darse una ducha fría.
Laura se despertó lentamente, poseída por una decadente laxitud que parecía haber licuado sus huesos. Tal vez así había sido gracias a las caricias de Vassili a lo largo de toda la noche.
Si alguien le hubiera dicho alguna vez que iba a conocer a un hombre, cuyos alegres ojos oscuros, su carisma sexual y una tremenda consideración la iban a tentar para que pasara una semana haciendo el amor, jamás lo habría creído.
Se cubrió con la sábana.
En lo que se refería a los hombres, Laura era cautelosa. Incluso desconfiada.
En realidad, no con todos los hombres. Jack, su mejor amigo, era la excepción que confirmaba la regla. A sus veinticinco años, Laura sabía lo suficiente como para poder afirmar que las ranas criarían pelo antes de que ella volviera a confiar en la palabra de un hombre.
Sin embargo, Vassili había conseguido tentarla con una mezcla de atractivo sexual y arrolladora sinceridad. En realidad, había sido esta última la que le había desarmado. Era lo único que había buscado siempre en un hombre y que su experiencia le había enseñado a no esperar.
–Te deseo –le había dicho él–. Deseo tu hermoso cuerpo y esa sonrisa que es como un rayo de sol. Quiero pasar tiempo contigo para conocerte y creo, espero, que tú disfrutarías también estando conmigo.
Si cualquier otro hombre le hubiera dicho aquellas mismas palabras, Laura se habría limitado a darse la vuelta y marcharse sin más. Sin embargo, con Vassili, su cuerpo le había enviado un mensaje totalmente diferente. «¡Sí, sí, sí!».
Había experimentado una conexión sexual inmediata que jamás había sentido antes. Después de mirarlo a los ojos, se había visto poseída por un profundo deseo, un deseo desconocido hasta entonces.
–Perdona la falta de sutileza, pero prefiero hablar claro.
Aquella afirmación la había dejado atónita. Después él le había explicado que tenía por costumbre ser muy directo. A continuación, se había disculpado por si Laura se había ofendido por sus palabras y le había preguntado sobre la sesión de fotos que acababa de terminar.
Laura terminó sentada junto a Vassili en el bar que había junto a la piscina. Durante una hora, mientras tomaba un cóctel sin alcohol, había estado respondiendo a las preguntas que Vassili le hacía sobre su trabajo como modelo. Se había mostrado aparentemente muy interesado.
Cuando ella le preguntó, Vassili le explicó que había ido hasta allí desde Grecia por vacaciones y, rápidamente, había vuelto a centrarse en ella, en la Gran Barrera de Coral y en el maravilloso paraíso tropical que rodeaba Port Douglas.
¿Cuántos hombres hubieran rechazado la oportunidad de hablar sobre sí mismos? Laura sabía que no era objetiva, pero, en su experiencia, no demasiados.
Sin saber muy bien por qué, había accedido a cenar con él. Durante toda la cena la atracción entre ellos había sido más que evidente, haciéndose más fuerte e intensa. Laura sentía como si el interior de su cuerpo vibrara con el sonido de un tambor, allí en lo más profundo de su vientre.
Incluso entonces podría haber resistido la tentación, pero él la había tratado como ningún otro hombre lo había hecho, a excepción de Jake. Con una sinceridad absoluta y desnuda, Vassili había admitido que no buscaba una relación. Iba a marcharse pronto de allí. Lo único que podía ofrecer era diversión y sexo, además de tanto placer como ella deseara.
A pesar de todo, no la había tocado. Ni siquiera la había rozado. No obstante, Laura había sido plenamente consciente de su cuerpo. La mirada de Vassili había sido tan intensa como una caricia. Laura había sentido cómo se deslizaba sobre su cuerpo, dejando sobre ella a su paso el ardiente fuego del deseo.
Entonces, cuando por fin se besaron, todo pareció resultar inevitable. Perfecto.
Después de aquella noche juntos, Laura había decidido posponer sus planes para marcharse y Vassili había extendido su reserva para poder estar con ella. Había admitido que el trabajo le esperaba en su Grecia natal, pero añadió inmediatamente que se podría mantener al día desde allí. En cuanto a ella, tenía un pequeño descanso entre trabajos, pero debería estar utilizándolo para desarrollar su propio proyecto.
«¿Cuánto tiempo hace desde que te tomaste un respiro? Siempre estás trabajando en una cosa u otra. Te mereces disfrutar de unos días de relax…».
Tal vez por eso aquellos días con Vassili le habían resultado tan maravillosos. Desde el trauma de su adolescencia, Laura había ansiado desesperadamente la certidumbre y la seguridad. Había trabajado muy duro, se había construido una reputación fiable sobre su profesionalidad y había ahorrado metódicamente. Había necesitado estabilidad y una red de seguridad que la amparara.
La repentina decisión de tomarse un descanso y dedicarse al placer en estado puro no era en absoluto propio de ella. Sin embargo, con Vassili se sentía más libre, más feliz, más viva. No se lo habría perdido por nada del mundo.
Unos días atrás, habían intercambiado números de teléfono. Además, Vassili la había invitado a visitar Grecia. Mientras tanto, él había decidido que necesitaba ver más cosas de Australia y ya estaba planeando un nuevo viaje unos meses más tarde.
La expresión de su rostro le había revelado a Laura que no era Uluru o Tasmania lo que quería ver cuando regresara. Aquella mirada, con la aterciopelada invitación de su voz, dejaba muy claro que ella sería el motivo de su regreso.
Por supuesto, él no estaba intentando sugerir que estuvieran al principio de una relación seria y comprometida. De hecho, aunque lo hubiera propuesto, Laura jamás lo habría creído. No era ciega en los asuntos del amor ni una romántica tan empedernida como para contemplar aquellos sueños.
Sin embargo, los latidos de su corazón se aceleraron, dado que sabía que él tampoco estaba dispuesto a que aquello terminara. Tal vez no tuvieran un futuro permanente, pero lo que había entre ellos era demasiado bueno para renunciar a ello, al menos por el momento.
Laura se acurrucó en la cama y sonrió.
Dado su pasado y sus problemas de confianza, era poco probable que ella terminara casándose. Además, tal y como le ocurría a ella, Vassili le había dejado muy claro que no quería buscar algo más permanente.
Su sonrisa se amplió. Vassili estaba muy cerca de la perfección…
Una puerta se abrió y el sonido la empujó a abrir los ojos.
Laura frunció el ceño. Vassili estaba vestido. No para ir a la playa, sino con unos pantalones y una camisa de vestir. Tenía el cabello húmedo de la ducha, pero, en vez de afeitarse tal y como él le había dicho, el vello oscuro aún cubría su masculina mandíbula.
Al notar la expresión de su rostro, Laura se incorporó y se recostó contra el cabecero de la cama, arrastrando la sábana con ella y metiéndosela por debajo de los brazos.
–¿Qué es lo que ocurre, Vassili? ¿Te encuentras bien? –le preguntó, aunque resultaba evidente que no era así.
Laura apartó la sábana y se levantó de la cama. Vassili se acercó a ella rápidamente y le tomó las manos entre las suyas. Entonces, se las apretó contra el pecho. A través de la camisa, Laura sintió los rápidos latidos de su corazón.
–¿Qué puedo hacer yo? –le preguntó.
Vassili sacudió la cabeza y le apretó las manos de nuevo. Entonces, tras esbozar una sonrisa, le besó los nudillos.
–Gracias, pero no hay nada que puedas hacer.
–¿Son malas noticias?
–No es lo que probablemente estás pensando. No ha fallecido nadie –dijo. Entonces, realizó una pequeña pausa. Apretó suavemente la mandíbula–. No es una tragedia, pero… Hay un asunto familiar. Un asunto familiar urgente que necesita resolverse. Se me necesita en Grecia inmediatamente.
La decepción que Laura sintió rivalizaba con la compasión.
–Por supuesto. Lo comprendo.
Eso no impidió que experimentara una profunda tristeza por la marcha de Vassili. No estaba preparada. Sentía que aún no había llegado el momento de que tomaran caminos separados.
–Gracias por tu comprensión.
Una vez más, él le besó los nudillos. Laura sintió que su vientre se licuaba de nuevo. Ningún hombre le había besado nunca en la mano antes de él. Jamás habría imaginado lo increíblemente tierno y sexy que aquel gesto podría resultar.
Observó los esculpidos labios. Eran gruesos, sensuales y, en cierto sentido, demasiado hermosos para un hombre. Sin embargo, acompañados por las masculinas planicies y ángulos de su rostro…
Laura se inclinó hacia él y apretó los labios brevemente contra los de Vassili. Se dijo que era un beso para tranquilizarlo, pero, al mismo tiempo, sintió que estaba guardando recuerdos para el futuro. El tacto de la boca de Vassili contra la de ella. El sabor único de sus labios. El aroma a jabón y piel masculina que le resultaba tan reconfortante y excitante a la vez… Sintió que el pulso se le aceleraba, como cada vez que estaban juntos.
De mala gana, dio un paso atrás.
–Deja que te haga la maleta mientras organizas el transporte. ¿O tal vez prefieres que…?
–No. Eso sería maravilloso, muchas gracias –dijo Vassili. No se movió, devorándola con la mirada durante unos instantes. Entonces, sacudió la cabeza–. No quiero marcharme así. Ha sido memorable… –añadió. A continuación, le soltó las manos y dio un paso atrás–. Sin embargo, nos volveremos a ver.
Al día siguiente, Laura aún no había podido olvidar el tono de arrepentimiento que había en la voz de Vassili. El pulso se le aceleró con solo recordarlo.
Debería marcharse a casa. Tenía trabajo que hacer. Sin embargo, Vassili había reservado el bungaló hasta el domingo y le había dicho que se quedara para aprovecharlo. De algún modo, ella no había logrado encontrar aún la energía suficiente para marcharse. Había conseguido recuperar horas de sueño, pero no había tenido fuerzas para encender ni el teléfono ni el ordenador. Aquella era la primera vez que recordaba haber desconectado tan completamente, viviendo exclusivamente el momento sin pensar en el futuro.
Hacía tiempo que se merecía unas vacaciones, pero se temía que la verdad no era tan sencilla. Echaba de menos a Vassili. Anhelaba su compañía. No quería abandonar aquel lugar en el que los dos habían sido tan felices.
Aquel descubrimiento la empujó por fin a salir de la intimidad del bungaló. Tal vez si estaba con otras personas, conseguiría romper aquella extraña mezcla de relajamiento e inquieta energía.
Estaba echando un vistazo a las prendas de la exclusiva boutique del resort cuando escuchó que alguien pronunciaba su nombre. No se trataba de alguien que la llamara en voz alta, sino más bien de un excitado susurro.
Llevaba en el mundo del modelaje ya varios años y, aunque su éxito era moderado, su nombre no era muy conocido. A pesar de todo, de vez en cuando había alguien que la reconocía. Era la parte de su trabajo que menos le gustaba. Ya no era la tímida niña de doce años que evitaba totalmente que la reconocieran en público. No podía serlo, dado que el modelaje era un lucrativo atajo para lanzar su verdadera carrera.
Cuando los susurros se intensificaron, tuvo que hacer un esfuerzo para cuadrarse de hombros en vez de encogerse, tal y como solía hacer para tratar de minimizar su altura. Los susurros la siguieron por toda la boutique. Entonces, oyó también el nombre de Vassili. Eso hizo que frunciera el ceño, al igual que el modo en el que la dependienta la miraba tan ávidamente.
Salió de la tienda y atravesó el vestíbulo. Una pareja se dio un codazo al verla. Entonces, volvió a escuchar el nombre de Vassili.
Aquello fue el colmo para Laura. Se dirigió inmediatamente al bungaló, que había sido su refugio durante los últimos siete días. Una vez dentro, se apoyó contra la puerta cerrada. Se sentía enojada consigo misma por haber permitido que un ligero reconocimiento público la pusiera tan nerviosa.
Miró por todas partes. Cada rincón evocaba recuerdos de Vassili. El enorme y cómodo sofá, en el que se habían tumbado en más ocasiones de las que era capaz de recordar. El patio privado, con la piscina. Se echó a temblar al recordar cómo habían hecho el amor allí, a la luz de la luna. La reluciente cocina, en la que él le había preparado café griego.
Recordó que se había echado a reír y le había comentado si llevaba consigo café y un briki, el pequeño cazo en el que preparaba el café, siempre en sus viajes. Vassili se había encogido de hombros y le había dicho que el resort se los había proporcionado, al igual que las deliciosas cestas de frutas, quesos, buenos vinos y otras delicias.
Al escuchar aquella respuesta, Laura había fruncido el ceño y le había preguntado si él era una especie de VIP. Vassili se había limitado a responder que su tío era un hombre de negocios de mucho éxito y, después, la había distraído como tan solo él podía hacerlo. Laura no había vuelto a pensar en ello.
Sin embargo, aquel pensamiento volvió a ocupar su presente. Las mujeres de la boutique sabían no solo su nombre, sino también el de Vassili. Su nombre completo. Vassili Thanos.
De repente, se dio cuenta de que, en algunos aspectos, sabía muy poco sobre él. Vassili no hablaba de trabajo o familia. Solo le había comentado que eran una familia muy bien acomodada. A Laura le había interesado mucho más el hecho de que no hubiera mujer alguna en su vida. Para ella, era fundamental, dado que jamás comenzaría una relación con un hombre sin estar segura de que estaba libre.
En otros sentidos, Vassili se había mostrado muy abierto, contándole historias de sus aventuras más recientes. Le encantaba el riesgo, la adrenalina, y hacer actividades que Laura jamás osaría hacer. Había buceado con tiburones, saltado al vacío desde un avión y escalado acantilados solo por diversión. Ella se había sentido fascinada por todos los lugares que había visitado y las aventuras que había corrido, mucho más allá de su propia experiencia. Laura nunca había salido de Australia.
Tal vez algún día lo haría. Tal vez aceptaría la oferta que Vassili le había hecho e iría a visitarlo a Grecia. Contuvo la respiración. Aquella invitación era muy tentadora, como el propio Vassili.
«Razón de más para averiguar por qué lo conocen todas esas personas».
Se apartó de la puerta y se acercó hacia el lugar en el que había dejado su teléfono. La búsqueda tuvo una respuesta inmediata y muy exitosa. Vassili Thanos no era un desconocido para el ojo público. La osadía de sus aventuras y su riqueza lo convertían en una persona demasiado fascinante.
Familia acomodada.
Su tío, Constantine Papas, dirigía una de las empresas de logística más grandes del mundo y parecía que Vassili formaba parte de esa empresa. Suficiente para convertirle en multimillonario por derecho propio.
Laura se quedó atónita. ¿Vassili era multimillonario? Eso explicaba la facilidad con la que viajaba por todo el mundo. Vassili no le había hablado de su riqueza, pero, en realidad, Laura lo entendía. Suponía que muchas personas lo tratarían de un modo diferente si supieran el dinero que tenía. Y, seguramente, esta sería también la razón por la que se convertiría en el blanco de muchas mujeres.
Laura contuvo una carcajada.
«Al menos, sabe que lo que buscas no es su dinero, sino su cuerpo».
La invitación que Vassili le había hecho para ir a Grecia y los planes que él tenía de visitarla adquirieron una nueva dimensión. Confiaba en ella. Laura había sentido lo mismo sobre él y tampoco le había hablado sobre su pasado.
Resultaba fácil perdonarle por haber mantenido aquel secreto.
Sin embargo, a medida que fue deslizando la pantalla con el dedo, la sonrisa se le heló en el rostro.
Contuvo la respiración y sintió que todo comenzaba a dar vueltas a su alrededor. Durante un instante, sintió que iba a desmayarse, pero Laura no era ese tipo de mujer.
La emergencia familiar que lo había hecho regresar no era la enfermedad de un familiar o una crisis en sus negocios, sino el anuncio de su próxima boda con la mujer con la que se había prometido hacía ya mucho tiempo.
Laura contempló incrédula la pantalla de su teléfono.
Vassili llevaba años prometido con aquella mujer. Lo había estado durante todos y cada uno de los días que habían pasado juntos en aquel bungaló.