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Actor de cine, teatro y televisión, director del legendario Grupo Teatro Escambray, dirigente político, poeta, escritor, amigo, padre de familia: todas estas facetas conformaron la personalidad de Sergio Corrieri (1938-2008), relevante figura de la cultura cubana de las últimas décadas, cuya imagen como actor aclamado perdura en la memoria cultural de varias generaciones. El presente libro nos ofrece la oportunidad de conocer más de cerca a ese excepcional creador y ser humano que fue Sergio Corrieri, proponiéndonos un recorrido por las sucesivas etapas de su vida y obra, examinadas desde el testimonio y la mirada de los que le conocieron y trabajaron con él: antiguos colegas, amigos cercanos y familiares. Basado en una acuciosa investigación que duró casi diez años, el libro ha sido concebido mediante una técnica que recuerda al audiovisual: cada capítulo está dedicado a una faceta distinta del actor y consiste en fragmentos de entrevistas agrupados temáticamente. La información incluye también un amplio y valioso testimonio gráfico. Sergio Corrieri, más allá de «memorias…» noslleva a realizar un viaje revelador y fascinante no solo por la vida de un notable creador, sino también por toda una época imprescindible de nuestra historia reciente.
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Seitenzahl: 274
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Edición, diagramación y diseño interior: Rinaldo Acosta
Cubierta: Suney Noriega Ruiz
tratamiento de imágenes: Normando Torres y Suney Noriega Ruiz
Foto de la autora: Normando Torres
Realización electrónica: Alejandro Villar
© Luisa Marisy, 2019
© Sobre la presente edición:
Ediciones ICAIC, 2022
ISBN 9789593043267
Ediciones ICAIC
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teléfono: (537)8382865
IMPLORACIÓN
Una poesía y salvaré el día
un verso que me haga feliz y dormiré tranquilo
tan solo un poquito de belleza
sobre esta mesa desnuda
en esta casa vacía
para acallar el paso furtivo de los duendes
Sergio Corrieri
Poemario Los noventa
Aquella tarde, cuando me invitaron a conocer el trabajo del grupo Escambray, no imaginé que esa visita conduciría a un vuelco en mi vida y a un cambio en mi visión de la cultura. El azar unió varios acontecimientos de distinta naturaleza. Emprendería el viaje con la antropóloga franco-mexicana Laurette Séjourné. Los teatristas estaban en vísperas del estreno de La Vitrina, la primera obra resultante del método adoptado para establecer un diálogo productivo con espectadores que asistirían por primera vez a una representación escénica. No se trataba de la habitual práctica de paracaidismo cultural, sino del encuentro entre dos mundos, crecidos en lo más profundo desde una misma raíz, pero sometidos a una experiencia histórica diferente.
Los capitalinos disponían de una cosmovisión sustentada en el estudio y en una práctica del teatro de vanguardia forjada en el empeño de asimilar de modo creativo las tendencias de la contemporaneidad. Afrontaban la realidad desde la perspectiva de sujetos críticos aferrados a la posesión de la tierra soñada. Los campesinos conservaban en la memoria la explotación de otrora sumada a la dura experiencia de enfrentamiento a las bandas contrarrevolucionarias en el territorio montañoso del Escambray. Padecían las consecuencias del atraso material y percibían de manera fragmentada los contextos históricos que condicionaban el presente, el pasado y el futuro de su existencia.
Al abandonar los caminos trillados, los teatristas lo arriesgaron todo en un espectacular salto al vacío. En un campamento destinado en su origen a itinerantes trabajadores de la construcción, compartían albergue, cotidianidad y trabajo en prolongadas jornadas. Analizaban entrevistas y, siempre inconformes, limaban los cabos sueltos en los últimos ensayos.
Entrenada como trabajadora social, Gilda Hernández —la Tota era el apodo cariñoso que todos compartían— había adquirido conocimientos de técnicas de la investigación social. Sergio cargaba sobre sus hombros una enorme responsabilidad. Con vistas a la preparación de su excelente testimonio sobre el grupo Escambray, Laurette Séjourné había logrado arrancarle algunas páginas de su diario íntimo. El lenguaje es escueto. No por ello resulta menos conmovedor, expresa la angustia de quien ha emprendido una aventura riesgosa, comprometido con quienes se dejaron arrastrar en la empresa, con las autoridades que los respaldaron, con los campesinos que habrían de ser sus interlocutores privilegiados. Era el máximo organizador de la empresa en lo artístico, en lo cultural y en lo político. Para el logro de un resultado efectivo, los tres aspectos resultaban inseparables. Partiendo del respeto mutuo, se estaba efectuando un acelerado proceso de transculturación. Era imprescindible construir un andamiaje conceptual, a la vez que se mantenía, en el transcurso del día a día, el necesario equilibrio en las relaciones del colectivo. El cuidado del detalle imperceptible aseguraba la marcha del proyecto mayor.
En un lugar ignoto de los alrededores de Cumanayagua, conocido como El Bedero, se produjo el estreno de La Vitrina. Montadas en caballos, familias enteras acudieron desde lejos. De pie o sentados sobre la yerba húmeda, siguieron en silencio el curso de la representación escénica. Al final, se abrió el debate. Preguntaban, discutían. El sentido de la existencia de cada uno estaba implicado en la propuesta teatral. La noche avanzaba rápidamente. Sergio planteó entonces la posibilidad de volver a presentar el espectáculo para proseguir el diálogo la noche siguiente. Entonces, el público se multiplicó. Llegaron desde zonas aún más distantes. Al cabo, como lo hubiera deseado Brecht, algo esencial se había removido en sus conciencias. Las imágenes y los textos seguirían animando sueños e ideas.
Según el método acordado, cada estreno debía someterse a un análisis colectivo. Después de La Vitrina, la autocrítica fue severísima, subió de tono, hasta que Pedro Rentería, contagiado por la visión antropológica de Laurette Séjourné, preguntó qué sabían ellos del sentido de la muerte de los campesinos. La interrogante abría varias disyuntivas. Podía conducir a considerar que las culturas están separadas por fronteras insuperables o a reclamar la necesidad de abordar estudios más profundos de una realidad humana, mutante, sin duda, a la que apenas comenzaban a acercarse. Luego, las aguas retomaron su nivel. En el largo proceso de preparación, todos habían vivido las tensiones propias de la conciencia del riesgo y de la responsabilidad contraída. El examen de lo realizado desembocaba en una catarsis liberadora.
En Sergio coexistían el artista y el intelectual, algo poco frecuente, puesto que hay excelentes actores que visten la piel de los personajes por vía de la intuición. Al proponer la aventura del Escambray, fue percibiendo la complejidad del reto latente en el encuentro entre las culturas coexistentes en el tronco mayor de la historia nacional, noción fundamental para llevar adelante un proceso acelerado de cambio social y económico que condujera a despertar la conciencia y la acción participativa del ser humano. Habían salido a conquistar un público nuevo, pero la investigación y la convivencia en la zona fueron revelando estas realidades subyacentes. La función del artista no consistía en adoctrinar, sino en remover la inteligencia y los sentimientos para favorecer el reconocimiento de sí, descifrar el sentido del presente en un acto liberador de la carga del pasado. La interpretación lúcida y las lecciones de la práctica franqueaban la distancia entre el enfoque sociológico y el antropológico.
El alcance renovador de la experiencia del Escambray no fue valorado en su momento. Tampoco ha merecido un análisis pertinente por parte de los especialistas.
El enfoque cultural adoptado por el grupo Escambray se emparentaba con el modo de abordar las expectativas del desarrollo de una sociedad socialista derivado del pensamiento del joven Marx acerca del tema de la enajenación; coincidía también con las formulaciones del Che sobre el impulso paralelo de la producción y la conciencia. La lucha por la justicia social conducía, en última instancia, a la plenitud del crecimiento humano liberado de las ataduras impuestas por la sociedad clasista. En dirección similar se habían movido las ideas del cubano Pablo Lafargue. Estos conceptos tienen hoy una vigencia más apremiante ante las contradicciones que afronta la izquierda latinoamericana. El reformismo progresista mejoró los niveles de vida de millones de ciudadanos, pero no concedió la atención necesaria a los cambios de mentalidad indispensables para contrarrestar la influencia de la seducción consumista y la manipulación de la opinión pública a través de las tecnologías de la comunicación.
Artista e intelectual, movido en lo fundamental por principios éticos, Sergio Corrieri se entregó por entero a la causa mayor de la resistencia y la formación revolucionaria del país. Llamado a otras responsabilidades, abandona la práctica teatral. En una ocasión le señalé que la nota informativa sobre su designación a una importante responsabilidad aludía al pasado en su condición de actor. ¿Y no es verdad?, me respondió en un tono que dejaba traslucir un trasfondo de tristeza.
Volvimos a encontrarnos en el día a día cuando su final se aproximaba. No adivinaba yo en aquel momento que el desenlace llegaría tan pronto. Le habían encargado la organización del Congreso de la UNEAC. Regresaba a un medio que había sido el suyo con total desprendimiento, libre de prejuicios y de compromisos. Intercambiábamos con total libertad acerca de los obstáculos que se interponían. En ocasiones se trataba de mezquindades inspiradas en minúsculas vanidades y ambiciones que se manifestaban en algunos seres humanos. Cada problema requería la atención debida. Sergio los afrontaba con serenidad y lucidez. A medida que las semanas transcurrían, su situación se iba agravando. Se sobreponía al dolor para atender la tarea. Se derrumbó a mitad del camino.
Obra colectiva de sus familiares, de sus amigos, de sus colaboradores y compañeros, este libro nos devuelve al Sergio persona, oculto tras la figura pública, tras la biografía del jovencito que se estrenó con Largo viaje de un día hacia la noche en la presentación del renovador Teatro Estudio, del fundador del Teatro Escambray. En nuestra historia mal contada, queda por situar en el sitio que le corresponde al protagonista de la transformación de la cultura cubana en su etapa más fecunda.
Silvio Rodríguez evoca sus visitas inesperadas en horas tardías. Silencioso, sentado en el portal fumaba algunos cigarros mientras contemplaba la noche.
De acuerdo con la tradición martiana, su patria era también la noche, vale decir la poesía en el sentido más amplio de la palabra, ese aliento que no puede faltarnos en los instantes de euforia y en las horas difíciles, fuente de vida, tan necesaria ahora mismo. Desde la cercanía, Sergio viene a estar entre nosotros. Nos convoca a revisitar con provecho su acción y su tiempo.
Graziella Pogolotti
A menudo hemos deseado conocer un poco más sobre nuestros actores favoritos, esos seres que nos parecen casi irreales y nos deslumbran por su desempeño en el escenario, o desde la pantalla de una sala de cine, o sobre todo desde la más modesta pero a la vez más popular pantalla del televisor. Sergio Corrieri, más allá de «memorias…» le permitirá al lector asomarse al entorno privado de Corrieri, conocer sus reflexiones más personales y mostrarnos al David de la serie En silencioha tenido que ser, al Alberto Delgado de El hombrede Maisinicú, o al Sergio Carmona de ese filme antológico de la historia del cine cubano que es Memorias del subdesarrollo, en toda su complejidad.
Este libro es el resultado de casi diez años de investigación en los que nos dedicamos a comparar vivencias y hurgar en los archivos familiares e institucionales en busca de cada foto, poema o manuscrito que nos haya legado Sergio Corrieri; pero también es el resultado de la transcripción y edición de las entrevistas que realizamos a un grupo entrañable de compañeros, amigos, colegas de trabajo y familiares de Sergio para el documental biográfico Sergio Corrieri,más allá de «memorias…», que se estrenó en el último semestre del año 2018 como parte de las actividades del ICAIC por la Jornada de la Cultura Cubana y que formó parte de la sección oficial en concurso del 40 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Es el cumplimiento de una deuda de amor con Sergio Corrieri, el hombre que nos adoptó a mí y a mi hermana Normita como sus hijas, cuando apenas contábamos con cinco y seis años de edad, pues no tuvimos la oportunidad de conocer a nuestro padre biológico que falleció en un accidente cuando yo tenía apenas un año. Desde que tuve uso de razón, siempre añoré tener un «papá» igual que el resto de mis amiguitos, y cuando «conocimos» a Sergio fue amor a primera vista. Comenzó para nosotras una nueva vida en la que podíamos disfrutar del cariño, las enseñanzas y la educación que nos proporcionó ese hombre excepcional, que con solo veintitrés años se hizo cargo de la educación de las dos pequeñas de su esposa a las que asumió como propias.
A veces en la escuela primaria resultaba un poco engorroso para nosotras eso de llenar planillas en las que pedían el nombre del padre y el de la madre y tener que dar la explicación de por qué si nuestro «padre» se apellidaba Corrieri, nosotras teníamos por apellido Marisy. Recuerdo que cuando tenía cerca de diez años les hice la petición de que nos cambiaran el apellido y mi padre, con el sentido común que siempre lo caracterizó, nos sugirió que lo pensáramos bien, pues teníamos otros hermanos por parte de padre con el apellido Marisy, y nos dijo que para él el hecho de que no fuéramos Corrieri no significaba nada, que nosotras éramos sus hijitas y que lo seríamos siempre; y así fue. Hasta el último día de su vida nunca dejó de comportarse con nosotras como el padre amoroso que siempre fue, ni hizo distinciones entre nosotras y mi hermano Claudio, que es el único hijo biológico que tuvo con nuestra mamá y que contribuyó a completar y fortalecer ese peculiar y divertido mundo familiar que ambos construyeron para nosotros tres.
No recuerdo en qué momento comenzamos a llamarlo «papá», pero cuando alguien le preguntaba que cómo siendo tan joven tenía unas hijas tan grandes, nunca se preocupó por aclarar que éramos las hijas de su esposa y casi siempre soltaba como respuesta: «es que empecé muy joven» y eso también contribuyó a que nosotras nos «apropiáramos» de él como nuestro padre. Por la misma razón, su madre Gilda Hernández también se convirtió en nuestra «abuela», y fue de las que nos complacía y «malcriaba», la que nos libraba de los castigos y también la que con sus prodigiosas habilidades para la costura nos hacía la ropa que estaba a la moda y nos defendía cuando mi padre consideraba que las faldas estaban demasiado cortas.
Ese núcleo familiar conformado por mi madre Norma Martínez y por Sergio Corrieri y Gilda Hernández, nos proporcionó el cariño necesario para crecer en un ambiente estable y feliz que contribuyó de manera definitiva a nuestra formación humana e intelectual.
Espero contar con la objetividad suficiente para dejar en las páginas impresas no solo los aspectos más significativos de su vida, sino también una aproximación a los contextos y momentos históricos en medio de los cuales se gestaron algunos de los principales proyectos culturales y sociales en los que participó. Sin embargo, les advierto que tal vez el amor y la admiración que siempre he sentido por mi padre me impidan en ocasiones ser objetiva, por lo que me disculpo de antemano.
La idea inicial del documental surgió a finales de 2007 y pretendíamos comenzar a filmar en los primeros meses del siguiente año, pero en esos momentos Corrieri se encontraba presidiendo la Comisión Organizadora del Séptimo Congreso de la UNEAC1 y me pidió que aplazáramos nuestras conversaciones hasta que concluyera este proceso. Ya en diciembre de 2007 habíamos preparado entre los dos nuestra primera propuesta de guion, para el que me sugirió como título Todo Sergio. En su desarrollo proponía conformarlo por capítulos2 en los que narraría en primera persona aquellos momentos que le parecían más significativos en su vida. Cuando finalmente se dieron las condiciones para hacer el filme, varios años después de su desaparición física, tratamos de respetar en la medida de lo posible estas sugerencias suyas y armamos el filme por capítulos o «actos», como en una obra de teatro donde se va conformando poco a poco una imagen del protagonista.
1 Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Organización que agrupa y representa a la vanguardia artística y literaria del país.
2 Los capítulos sugeridos por Corrieri para el documental fueron: Sergio y el mar, Sergio y el teatro, Sergio y el Escambray, Sergio y el cine y Sergio y la solidaridad.
Todo este preámbulo tiene la intención de avisar al lector que el libro recoge en su casi totalidad los testimonios de los entrevistados, una parte de los cuales, por razones obvias de la dramaturgia y los tiempos en pantalla de una obra audiovisual, no pudimos incluir en el documental.
En esta publicación respetaremos el lenguaje coloquial de nuestros entrevistados, sin más «retoques» que los necesarios signos de puntuación para la palabra escrita o la supresión de algunas palabras que se reiteran, con la intención de mantener el mismo tono informal de la palabra «hablada» y aportarle frescura a esta especie de conversación coral que contribuirá a arrojar luz sobre aquellas zonas poco conocidas de la trayectoria de Sergio Corrieri. Tampoco aparecerán las preguntas de la entrevistadora porque muchas veces los testimoniantes conocían con anterioridad los temas a tratar y nuestras conversaciones fluyeron sin apenas necesidad de una intervención de mi parte. Algunas evocaciones se convirtieron en largos monólogos que iré organizando según las necesidades del libro y de acuerdo con los temas abordados por cada cual. Esto último resultará un tanto complicado, porque no podremos hacer como en el cine y superponer planos o contar algunas cosas en paralelo, pero trataremos de arreglárnoslas para que no se pierda la coherencia del discurso que proponemos en cada uno de los capítulos.
La autora se tomó la libertad de nombrar su libro de testimonios Sergio Corrieri, más allá de «memorias…», escribiendo esta última palabra en minúsculas, porque usó como referencia la manera en que originalmente Tomás Gutiérrez Alea (Titón) concibió el título del filme memorias del subdesarrollo, que está en los créditos de presentación y en el cartel original del filme, escrito con minúsculas. Además de las referencias al filme homónimo, el título del libro alude a las memorias que todos los implicados guardan sobre ese destacado intelectual cubano que fue Sergio Corrieri.
Para completar este puzzle, incluiremos la prosa y la poesía de Sergio como hilos conductores de varios momentos de su vida, precisamente porque su vertiente como escritor es de las menos conocidas dentro de su labor creativa.
La necesidad personal de Sergio de «sentirse retado»3 y encontrarle respuesta a sus inquietudes existenciales y sociales, lo condujo a enfrentar tareas no previstas por él, asumir responsabilidades para las que tal vez pensó que no estaba preparado y cumplir inimaginados compromisos con su nación por una innata vocación de servicio público y de responsabilidad con todo lo que estaba aconteciendo a su alrededor.
3 Según palabras del profesor Helmo Hernández Trejo, que consideraba a Sergio Corrieri como una especie de hermano mayor y que lo conoció muy bien, primero desde la perspectiva de un niño que lo admiraba y después de un joven y de un adulto que colaboró con él en algunos de sus importantes proyectos culturales como fue la creación del Grupo Teatro Escambray.
Cada capítulo irá precedido por mis propias reflexiones a manera de introducción y aprovecharé también la oportunidad de emitir mis criterios sobre determinados temas tratados por los entrevistados, y aportar algunas anécdotas y apreciaciones personales, porque desde la privilegiada posición filial pude acompañarle, vivir, disfrutar y sufrir muchos de los proyectos importantes en su vida. Igualmente les hablaré, ¿por qué no?, de algunos de esos «insignificantes» aspectos de la vida cotidiana y familiar que considero aportarán una dimensión tal vez más humana de esa «figura pública» que fue Sergio Corrieri.
Luisa Marisy
Este no es el lugar que mejor conozco,
pero sí el que más me duele.
No sólo lo real puede doler,
también lo imaginado.1
1 Sergio Corrieri: Presentación del autor al libro de cuentos También lo imaginado, dedicado a la gente de Jaimanitas. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2006.
Sergio y el mar
El 2 de marzo de 1938 nacía en la playa de Jaimanitas un niño fruto del matrimonio entre Gilda Hernández y Fabio Corrieri, a quien bautizaron con el nombre de Sergio Lucio. No puedo precisar si este segundo nombre rendía homenaje a algún lejano pariente de la estirpe italiana o si se lo pusieron influidos por la cercanía del mar; el caso es que a mi padre no le gustaba mucho y solo lo utilizaba cuando era estrictamente necesario para algún documento oficial. Muchos años después, el «azar concurrente» o el descuido de un funcionario público que no entendió los números manuscritos en su acta de nacimiento confundió las fechas, y desde entonces en su carné de identidad aparecía 1939 como el año en que había venido al mundo. Ya en su madurez y pasados los cuarenta, este desliz era aprovechado pícaramente por mi padre para descontarse un año, de manera que hasta en algunas biografías publicadas en Internet se le adjudica como fecha de nacimiento el año 1939.
El abuelo de mi padre, Mario Corrieri Galli, llegó a Cuba desde su natal Italia en 1899. Era escultor y miembro fundador de la Academia de Artes y Letras de La Habana en la Sección de escultura. Participó como contratista del decorado interior del Capitolio Nacional y recuerdo que el molde en yeso de un busto de mi abuela Gilda, bellísimo y estilizado, estuvo dando vueltas por la terraza de mi casa durante toda mi infancia. Finalmente un día tomé conciencia de que ya no estaba y desconozco a ciencia cierta en qué recoveco de la vida familiar desapareció. Y cito estos antecedentes, porque me parece muy probable que por parte de su abuelo paterno le viniera la vena artística, aunque él no lo haya mencionado en ninguna de las entrevistas que le hicieron a lo largo de su vida. Creo recordar, además, a una tía de nombre Eloísa Corrieri que allá en Italia destacó por su obra poética y literaria, pero ambos personajes forman parte más bien de la leyenda familiar y no tengo muchos detalles sobre la rama italiana, pues el abuelo Fabio era bastante hermético y poco dado a este tipo de evocaciones.
Sergio a los dos meses. Mayo de 1938. Archivo familiar.
Sergio a la edad de dos años con un amigo, en la playa de Jaimanitas. Archivo familiar.
Sergio a los cuatro años, en el portal de su casa de Jaimanitas. Archivo familiar.
Toda su infancia transcurrió en la playa de Jaimanitas, y eso marcó de manera definitiva su pasión por el mar, por el buceo y la pesca submarina. También su manera arriesgada de enfrentar la vida, y su necesidad de experimentar siempre nuevas aventuras que lo llevaran al límite de lo posible. Esa pasión se reflejó en una buena parte de su escritura y de su poesía, sobre todo en el poemario Del mar y los peces, que como dice su título está íntegramente dedicado al mar; y en su libro de cuentos titulado También lo imaginado, que dedicó a su querido pueblo de Jaimanitas, a su gente y a algunos de los personajes que lo acompañaron durante su infancia. Será precisamente a través de su obra literaria, que completaremos la imagen de esta parte de su vida, de la cual tenemos muy pocos testimonios.
PRECOCIDAD
Mi infancia fue de pescados y sal
de barcos amados y distantes
Poco era mío y todo era lejos
La ciudad, tan cercana, parecía remota
como Venus
Mi padre y mi madre
Se entrenaban a diario para sus vidas separadas
Tuve amigos
Tuve sueños
Ya desde entonces me preguntaba
a dónde el árbol esconde sus ojos2
2 Sergio Corrieri: Asuntos propios. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2009, p. 7.
Sergio junto a su padre Fabio Corrieri y su madre Gilda Hernández.
Margarita Vigil:3 Jaimanitas era un pueblo muy alegre, muy unidas las familias. Cuando tenías un problema todo el mundo te ayudaba. Los muchachos nos relacionábamos jugando. Generalmente las hembras jugábamos a las casitas y los varones jugaban a las bolas, a la quimbumbia, al quimbe y cuarta, y por las noches nos juntábamos todos para jugar a tocar en las casas y después escondernos. También pescábamos, nadábamos, hacíamos competencias de natación y esas cosas.
3 Vecina de Jaimanitas y contemporánea de Sergio Corrieri. Compartieron juntos en un coro infantil, donde interpretaron la canción «Los Marineritos».
En la playa, más o menos desde donde yo estoy, que era el Club Miami, para allá, vivían familias de más nivel intelectual. Vivía Alejandrina Huerta, que era trabajadora social y estudió en la Universidad, estaba Ofelia que tenía el correo, y venían familias —que eran amistades de ellos— a alquilar aquí y se pasaban la temporada de playa.
Aquí se ponía, en el verano, un puente que iba desde el club Mi Bohío, hasta casi el medio de la bahía y se quitaba en el invierno por los nortes, para que no se rompiera. Allá enfrente a eso le decían Timbilla. Era un cayo con muy pocas casas y después ahí hicieron el hotel. El aspecto del pueblo ha variado mucho. Las casas antiguamente eran todas de madera, porque para la playa era mucho mejor.
Luisa Marisy: Mi padre sentía un amor especial por el pueblo de Jaimanitas y su gente humilde entre las cuales había pasado toda su infancia. En esos años Jaimanitas era un pueblo muy pobre, prácticamente una aldea de pescadores con una difícil conexión con el resto de la ciudad. La mayor parte de las calles no estaban asfaltadas, y muchas de las casas eran construcciones de madera muy modestas. Pero existían algunas familias más o menos acomodadas, lo cual marcaba una diferencia también entre los muchachos a la hora de organizar sus juegos.
CRECIENDO
En mi barrio se jugaba a la pelota
con leyes inapelables
Integraban los equipos
los niños que aportaban la base material
aquellos cuyas madres compraban los uniformes
el pan de gloria, los refrescos
y los amigos de los dueños de los medios
los que no teníamos bates
ni guantes
ni mascotas
ni amigos con recursos
los que no teníamos ni madre
mirábamos desde la vergüenza de las gradas
y crecíamos violentos4
4 Sergio Corrieri: Asuntos propios. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2009, p. 10.
A los seis años con el coro Los Marineritos. Sergio es el segundo de pie, de derecha a izquierda. Archivo personal de Margarita Vigil.
Sergio con sus amigos de la infancia en Jaimanitas. Detrás se ve parte del pueblito. Archivo familiar.
Margarita Vigil: Con la llegada de esas familias de afuera, se organizaban unas fiestas muy lindas, en las que participábamos todos los de la playa. Las muchachas hacían el baile de las sombrillas y nosotros, que éramos niños aún, hicimos el coro de Los Marineritos, en el cual estaba Sergio Corrieri, que era chiquito y tendría cerca de siete años porque le faltaba un diente cuando aquello, y eso se puede apreciar en la foto.
Creciendo en verano
La monotonía de sus vidas había cobrado un inesperado e intermitente destello desde hacía unos pocos años, cuando algunas familias de la ciudad o de pueblos cercanos comenzaron a disfrutar sus vacaciones en la playa. Los que podían hacerlo se apretaban en una habitación y alquilaban el resto de sus casas a los veraneantes, siempre en los meses de julio y agosto. Era un dinero fácil y bien valía la pena sacrificarse por un corto tiempo.
El verano era esperado con ansiedad por los más jóvenes, era un paréntesis luminoso en la grisura de sus vidas, durante el cual cada minuto cobraba otro valor y cada rincón de la playa adquiría otro significado.5
5 Sergio Corrieri: También lo imaginado. La Habana: Editorial Letras Cubana, 2006, p. 24.
Margarita Vigil: En esta casa de ahí alquilaban los cuartos en el verano. Era como un hotel, donde alquilaban los cuartos a las personas que venían de La Habana. Después para acá era un terraplén, era un arenal, como le decíamos nosotros, donde más tarde construyeron la Sociedad de Jaimanitas.
Creciendo en verano
El viejo Juan era el mayor beneficiado con estas visitas. Poseía un caserón de madera, de dos pisos y a la orilla del mar, alquilaba hasta seis o siete habitaciones. Su casa, con un amplio portal techado, era el centro de reunión de los jóvenes durante esos meses, allí se conversaba, se jugaba y hasta se improvisaban bailes.
Las familias que venían eran de modestos recursos; empleados, obreros, profesionales sin éxito, que no podían afrontar el alquiler en un lugar de moda. Eran bien tolerados por los playeros, no causaban problemas y se convertían en potenciales compradores de pescado fresco, conchas, caracoles, estrellas de mar y cuanta cosa era extraña a sus ojos pueblerinos.6
6 Op. cit., p. 24.
Margarita Vigil: Bueno, yo conozco a Sergio de verlo aquí en la playa, pero en sí una relación estrecha con él no tenía, porque ya te digo, las hembras y los varones por lo general jugaban separados. Él jugaba con los varones, y sus amigos eran Pampi, Papío y toda esa gente con los que iba a empinar papalotes y hacer todas esas cosas que hacían los varones. La relación más fuerte nuestra fue cuando el coro Los Marineritos.
Luisa Marisy: En su libro de cuentos También lo imaginado recoge muchas historias de Jaimanitas. Algunas trágicas, otras cargadas de humor, pero siempre desde el corazón de un hombre que sentía un gran respeto por su gente y un gran amor por el mar. Entre los cuentos hay uno que evoca aquellos días de adolescencia, en los que retrata a sus amigos más cercanos.
Creciendo en verano
Los tres habían nacido en la playa, tenían catorce años de edad y eran muy diferentes entre ellos.
Sao, se había «ido en vicio», como decía la gente; a su corta edad media más de dos metros de altura; era largo y estrecho, como un fleje, e igual de duro […].
Bambi, era moreno, de estatura normal para su edad, ancho de hombros y buena figura. Se sabía simpático y atractivo. El apodo provenía de sus grandes ojos oscuros y húmedos, de largas pestañas negras, como su pelo rebelde […].
Felibó, no se destacaba por algo en especial. Era de baja estatura y facciones regulares; siempre andaba mal pelado, responsabilidad de sus cuñadas. Era introvertido, reservado para sus asuntos y para todo; más que hablar, prefería oír a los demás.7
7 Sergio Corrieri: También lo imaginado. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2006, pp. 21-22.
Luisa Marisy: Recuerdo que cuando era pequeña y me daba un ataque de asma, él agarraba su destartalado Ford inglés y me llevaba para la playa de Jaimanitas, donde nos sentábamos horas y horas sobre una piedra a la orilla del mar, en una playita donde se conservaban las ruinas de lo que en su infancia fue un balneario y de un viejo puente que se adentraba en el mar.
Allí se ponía a contarme historias de su infancia, como la vez en que, con apenas cinco años, el padre lo tiró de ese mismo puente y le dijo: «Nada, porque si no te ahogas» y el pequeñín tuvo que salir a flote por su propia cuenta, mientras el padre lo observaba desde el puente, presto a socorrerlo en caso necesario. A partir de ese momento, el mar y él se convirtieron en uno solo.
Construcciones de madera en Jaimanitas. Vista después de un ciclón en 1944. Obsérvese el letrero «Duchas para caballeros» en las paredes de una construcción adosada a la casa principal. Archivo personal de Margarita Vigil.
PERSISTENCIA
Hundo las manos en la arena
la salada humedad arruga la yema de mis dedos
los escurro en el agua apresada entre las rocas
y los tiendo al sol
Gritan mi nombre, como antes
(recuerdo ese leve acento desgarrado de mi madre)
Debo regresar, pero no quiero
(tampoco entonces quería regresar)
Me dejo así, junto al mar, tapando el sol
con los dedos8
8 Sergio Corrieri: Asuntos propios. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2009, p. 25.
Norma Martínez: Bueno, él nació en el mar, era un pescadito; acuérdate que él era piscis. Le encantaba el mar. Vivía feliz tirándose al agua. Y las angustias mías con las pesquerías de Sergio y Vittorio, por los tiburones que nadaban alrededor de ellos y que a veces nosotros los veíamos desde la orilla.
Después que regresaban de las pesquerías, cuando traían cangrejos los metíamos en la bañadera para echarles el agua caliente más tarde y cocinarlos. Los pescados los preparaba yo y siempre en la casa había mucha gente para comer y celebrar.
Claudio Corrieri: Te diría que los primeros recuerdos que tengo son de ver a mi papá llegar de las pesquerías. Llegaba con todos aquellos pescados, los cangrejos que echaba en la bañera, el agua caliente después, vaya, para mí aquello era una aventura.
Vittorio Garatti: A Sergio le gustaba el mar y yo estaba loco por la pesca submarina igual que él. Entonces empezamos a ir juntos a la playa y después fuimos descubriendo poco a poco todos los mejores lugares para pescar. Sergio conocía a un pescador que tenía un barquito y ahí salíamos por la mañana tempranísimo. Recogíamos un pedazo de hielo de esos grandes para poner en una nevera y así conservar lo que pescáramos y el pescador nos llevaba cada domingo a un lugar diferente, porque había que respetar la naturaleza. A medida que pescábamos le dábamos al pescador los pescados y él los iba limpiando. Después, por el mediodía comíamos algo, y por la tarde él decía: «Ya, muchachos» y entonces regresábamos.