Siete fantásticos latinoamericanos - Julio Cortázar - E-Book

Siete fantásticos latinoamericanos E-Book

Julio Cortázar

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Beschreibung

Antología de cuentos fantásticos que incluye "Espantos de agosto", "Nadar de noche", "La nueva California", "Reunión con un círculo rojo", "El hombre muerto", "Los espías" y "El lobisón".

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Colección Generación Z

Realización: Letra Impresa

Autores: Julio Cortázar, Juan Forn, Gabriel García Márquez, Alfonso Lima Barreto, Leopoldo Lugones, Manuel Mujica Lainez y Horacio Quiroga

Traducción: Claudia Medina

Notas y secciones complementarias: Analía Kevorkian

Edición: Patricia Roggio

Diseño: Gaby Falgione COMUNICACIÓN VISUAL

Fotografía de tapa: Other Images S.A.

Siete fantásticos latinoamericanos / Julio Cortázar... [et al.].- 1a ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Letra Impresa Grupo Editor, 2020. Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-4419-21-7 1. Antología Literaria. 2. Literatura Latinoamericana. 3. Literatura Juvenil. I. Cortázar, Julio. CDD 860.9283

Julio Cortázar. “Reunión con un círculo rojo”, de Alguien que anda por ahí © Herederos de Julio Cortázar, 2012 Juan Forn. “Nadar de noche” © Juan Forn Gabriel García Márquez. “Espantos de agosto”, de Doce cuentos peregrinos © Gabriel García Márquez, 1992 Manuel Mujica Lainez. “Los espías” © Herederos de Mujica Lainez

© Letra Impresa Grupo Editor, 2020 Guaminí 5007, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Teléfono: +54-11-7501-126 Whatsapp +54-911-3056-9533contacto@letraimpresa.com.arwww.letraimpresa.com.ar Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción parcial o total, el registro o la transmisión por un sistema de recuperación de información en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin la autorización previa y escrita de la editorial.

Lo desconocido y lo inexplicable

Según el Diccionario de la Real Academia Española, el miedo es una “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”. Es decir que sentimos miedo cuando corremos un peligro real o que solo es producto de nuestra imaginación. Ruidos en el cuarto de al lado, sombras en el jardín, animales que gimen sin razón… cualquiera de estas situaciones es capaz de hacernos morir de miedo y se puede convertir en un disparador de historias en las que, sin lógica aparente, lo que efectivamente pasa y lo que nuestra imaginación agrega se entrecruzan con el fin de entretener y conmover.

Uno de los más importantes escritores de cuentos y novelas de terror, el norteamericano H. P. Lovecraft, dijo: “La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido” [1].

Muchas veces, aquello que nos inquieta y nos produce miedo lo hace, precisamente, porque no podemos encontrarle una explicación “lógica”. Nuestro mundo cotidiano, nuestra casa o nuestro barrio nos brindan protección y seguridad, entre otras

razones, porque sabemos cuáles son las leyes que los gobiernan. Sin embargo, a veces pueden ocurrir allí cosas que no podemos explicar a simple vista y en ello radica el temor, la inquietud. Esta característica es propia de los relatos fantásticos como los que van a leer aquí, aquellos en los cuales –dentro de un marco convencionalmente realista o verosímil– ocurre algo que las leyes de nuestro mundo no permiten explicar y, debido a ello, dudamos entre buscarle una explicación natural o una sobrenatural.

“Hace unos años estaba acostado en mi cama…”, “Me contó mi hermano que una noche…”, “¿A que no saben lo que vi en la estación?”. Todos, alguna vez, hemos empezado así una historia y nos hemos convertido en el centro de atracción, porque el terror, lo que da miedo o lo que inquieta asusta mucho más si le pasó al que lo cuenta, es decir, si es relatado por el propio protagonista de los hechos.

Además de sus efectos individuales, el miedo, el terror o el pánico también atraviesan grupos sociales enteros y dejan en ellos marcas muchas veces imborrables. Hace unos pocos años, se instaló en la opinión pública el fantasma de la gripe A y todos teníamos terror cuando escuchábamos que alguien tosía o estornudaba. Llevábamos alcohol en gel a todos lados y nos lavábamos las manos cada cinco minutos. ¿Hoy alguien se acuerda de la gripe A? ¿Desapareció el famoso virus AH1N1? No, pero ya no nos produce miedo porque no es un desconocido para nosotros, se ha dejado de hablar de él, ha dejado de “tener prensa”.

Según donde vivamos, sabemos que debemos tenerles miedo a las tormentas porque, por ejemplo, nuestro barrio se inunda y nuestras casas se pueden llenar de agua. O al granizo, porque la última vez que cayó rompió vidrios y abolló autos… O a las ratas, porque transmiten enfermedades… O a la inflación, porque hace que nuestro dinero valga cada vez menos. Así se van creando objetos de nuestro miedo, situaciones, cosas o seres a los que colectivamente les tememos porque nos han hecho daño o pueden hacérnoslo.

De fantasmas, monstruos, mitos y leyendas…

Los virus, las tormentas o la inflación existen, son reales, y de nosotros depende que su presencia nos afecte, nos asuste, o no. Sin embargo, no todo lo que nos da miedo es “real”, se puede ver o tocar efectivamente. ¿Creen en los fantasmas? ¿Alguna vez vieron uno? Dice Michael Jackson en “Thriller”: “Se acerca la media noche y algo malvado acecha en la oscuridad. Bajo la luz de la luna ves algo que paraliza tu corazón. Tratas de gritar pero el terror se lleva el sonido y, sin que puedas evitarlo, comienzas a congelarte. El horror te mira directamente a los ojos y te paralizas. Porque esto es espeluznante, noche escalofriante. Y nadie podrá salvarte de la bestia a punto de atacarte. Sabes que es espeluznante, noche escalofriante…” [2].

Muchos tienen una actitud escéptica frente a los seres sobrenaturales y buscan explicaciones científicas para ciertos fenómenos que podríamos llamar “paranormales”, pero otros están convencidos de su existencia. Desde tiempos remotos, los muertos vivos, los zombies, la luz mala se fueron convirtiendo en protagonistas de leyendas, anécdotas, historias que circulan entre nosotros transmitidas de boca en boca.

¿Conocen la historia de los fantasmas del Subte A? Esa línea de subterráneos es la más antigua de la ciudad de Buenos Aires y circula entre la histórica Plaza de Mayo y el barrio porteño de Flores. Cuentan que, cierta vez, un empleado de la empresa vio el cadáver de un hombre degollado en los sanitarios de la estación Sáenz Peña. Muerto de miedo, corrió a alertar a sus compañeros, quienes lo acompañaron al lugar del hallazgo, pero lo encontraron vacío. Concluyeron que el empleado había tenido una alucinación. Pero resulta que el degollado se le apareció a otro empleado al día siguiente, a uno nuevo al siguiente… y así durante mucho tiempo.

En muchas ciudades, las agencias de turismo organizan recorridos por lugares en los que ocurrieron crímenes famosos o en los que se dice que aparecen fantasmas. En la ciudad de Buenos Aires, uno de ellos es la iglesia Santa Felicitas, en Barracas, que fue construida en honor a Felicitas Guerrero. Esta adolescente vivió en el siglo diecinueve y su historia estuvo marcada por una sucesión de desgracias: se casó con un anciano sin estar enamorada, y se quedó viuda, siendo muy joven. Varios hombres de la aristocracia la pretendieron y, en un confuso episodio, un supuesto amante celoso le disparó y la mató. El padre de Felicitas decidió honrar la memoria de su hija construyendo una iglesia en el mismo lugar donde había muerto. Se dice que el fantasma de la joven recorre esa iglesia llorando.

Como sucede en los ejemplos anteriores, las leyendas urbanas se construyen siempre sobre la base de una serie de datos reales. A estos se les agregan, para producir inquietud y algo de temor, hechos o situaciones que nos hacen dudar acerca de su naturaleza.

¡Una de terror!

Los fantasmas o seres sobrenaturales que aparecen en sueños, los muertos que salen de las tumbas y buscan vengarse de sus antiguos adversarios, los galanes que se convierten en hombres lobo están presentes también en las series de televisión, en las películas y hasta en las telenovelas, porque son muy buenos condimentos para que una historia nos atrape y no nos deje alejar de la pantalla, aunque a veces nos tapemos los ojos y no queramos ver ciertas escenas.

Un buen ejemplo de esto es la serie American Horror Story, en la que se recicla el viejo tema de la casa embrujada poblada de fantasmas. Otro es el de la película La llamada, en la que una periodista decide investigar la muerte de un familiar. Eso la pone en contacto con una cinta de video en la cual, según una leyenda urbana, aparece una extraña llamada que avisa al espectador que le quedan siete días de vida. La serie Supernatural, en la que se cuenta cómo los hermanos Winchester viajan investigando casos relacionados con sucesos paranormales, muestra de qué manera las leyendas urbanas y las criaturas sobrenaturales (vampiros, fantasmas, licántropos), son fundamentales para construir una trama atrapante en la que se mezclan el mundo tal y como lo conocemos, con criaturas o fenómenos para los que no podemos encontrar una explicación racional.

Cuentos y más cuentos

El reconocido psicoanalista infantil Bruno Bettelheim sostiene: “A través de los siglos (si no milenios), al ser repetidos una y otra vez, los cuentos se han ido refinando y han llegado a transmitir, al mismo tiempo, sentidos evidentes y ocultos; han llegado a dirigirse simultáneamente a todos los niveles de la personalidad humana y a expresarse de un modo que alcanza la mente no educada del niño, así como la del adulto sofisticado. (…) Al hacer referencia a los problemas humanos universales, especialmente aquellos que preocupan a la mente del niño, estas historias hablan a su pequeño yo en formación y estimulan su desarrollo (…)” [3].

Los cuentos desempeñan, entonces, un importante papel en el desarrollo de nuestra personalidad y en el fortalecimiento de nuestro carácter. La tesis de Bettelheim gira en torno de la idea de que los cuentos populares, aquellos que nos cuentan nuestros padres o hermanos mayores cuando somos pequeños, reflejan el fracaso de actitudes sociales no deseadas (como, por ejemplo, el egocentrismo, la envidia, el egoísmo) y el triunfo sobre el peligro (la bruja, el zorro, el fantasma son derrotados por los protagonistas). Debido a esta importante función, los temas de los cuentos tradicionales, de las leyendas y de los mitos urbanos o rurales se van cruzando permanentemente en la imaginación de los escritores y van dando lugar a nuevas versiones de historias eternas, como las que los invitamos a leer a continuación.

[1]. Lovecraft, H.P.; “Supernatural horror in literature”. En: Lovecraft, H.P.; Dagon and other macabre tales, USA, Arkham House, 2001.

[2]. It’s close to midnight and something evil’s lurking in the dark / Under the moonlight you see a sight that almost stops your heart / You try to scream but terror takes the sound before you make it / You start to freeze as horror looks you right between the eyes, / You’re Paralyzed / ‘Cause this is thriller, thriller night / And no one’s gonna save you from the beast about strike/ You know it’s thriller, thriller night…

[3]. Bettelheim, Bruno; Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Barcelona, Crítica, 2006.

Espantos de agosto

Gabriel García Márquez

Llegamos a Arezzo [1] un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva [2] había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas inútiles volvimos al automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto, que solo íbamos a almorzar.

–Menos mal –dijo ella– porque en esa casa espantan.