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La historia real de amor entre Delilah, joven afrodescendiente, y Levin, empresario danés, se desarrolla en un contexto de profundas desigualdades étnicas y sociales en las Islas Vírgenes Danesas casi al término de la Primera Guerra Mundial. Revela que los intereses geopolíticos de los poderosos están por encima de consideraciones humanas y éticas, evidenciando que decisiones tomadas en lejanos centros de poder ignoran las necesidades de las poblaciones afectadas, las cuales no son tomadas en cuenta. Por otro lado, se cuestiona la fidelidad de los eventos históricos en su generalidad y su incapacidad de reflejar la singularidad vivida por los individuos. En este entramado de ambiciones y manipulaciones, la verdad y el amor son víctimas colaterales, y se duda si el relato histórico en su totalidad es tal como se ha escrito, o es otra mera manipulación de los hechos. ¿Realmente se vive tal cual la historia que figura en los libros? ¿O es una simplificación de estos, una versión manipulada que ignora la voz de quienes realmente vivieron esos eventos? Donde la verdad y el amor quedan supeditados a intereses imperiales. Siendo las circunstancias históricas actuales no diferentes a las de entonces, y la probabilidad de que se repitan cada vez más probable.
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Seitenzahl: 164
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Ella
La isla
La familia
Levin Johansen
Time is money…
El infortunio pone a prueba a los amigos y descubre a los enemigos.
Seamos felices, total, locos, ya estamos…
Henry Konow
Si no puedes contra tu enemigo, únete a él.
Epílogo
Guardaré en mis ojos tu última mirada...
Su mano delgada aprieta la sábana, los dedos notablemente deformados por el reumatismo y prácticamente sin fuerzas intentan asirse a la misma, ella aún se aferra a la vida. El cuerpo alguna vez firme y esbelto yace postrado en cama, los ojos se han tornado grises, palideciendo la mirada, casi 175 centímetros de estatura, delgada complexión y circunspecta forma de vestir, siempre blanco o azul la caracterizan, únicamente la Biblia, ya deteriorada por los años, la acompañaba a cada lugar. Los años, vicisitudes y el peso abrumador de sus recuerdos han dejado profunda huella; estos, muy bien guardados por más de 60 años, se han convertido en un lastre, arrebatando su felicidad y la de toda la familia. Sólo ella sabe qué se oculta tras su impenetrable rostro, poco dado a sonreír y casi siempre taciturno. No se le conocen amistades, unos pocos conocidos la visitan, tiene extraña obsesión por las noticias internacionales y el boxeo.
María Smith Gibbs es una rara avis en su comunidad, parece fuera del contexto donde reside, algo que sus vecinos comprenden luego de conocer que procede de una pequeña isla del Caribe, la cual la gran mayoría de las personas de su comunidad probablemente no sepan ubicar en el mapa. Poco se conoce sobre su pasado, el hermetismo es tal que ni su propia hija, Blanca Johansen Smith, tempranamente fallecida a causa de un cáncer de mama, se atrevió a preguntar sobre el mismo, sus nietas y el bisnieto eran todo lo que le quedaba en la vida, junto a sus memorias. Es bien sabido, pero no bien comprendido, por qué algunas almas experimentan transitoria mejoría antes de morir, durante ese corto periodo de tiempo ocurren momentos de increíble lucidez, y logran recordar con prolijidad nombres, fechas y hechos que parecían olvidados, incluso llaman a ciertas personas y familiares para luego lentamente fallecer. Como el esplendor de la vela justo antes de apagarse: así de simple es nuestra vida, se pudiera decir que el comienzo de esta es también el inicio del final, y la de ella no es excepción, por lo que en ese instante de lucidez ha decidido contar su historia o dicho de otro modo cambiar la misma, al menos como la hemos conocido hasta entonces.
En lontananza, se agrupan los recuerdos, difícil recuperarlos todos con exactitud, son 93 años de vida e invocarlos todos a la vez resulta arduo, algunos son tan vagos que se pierden en la penumbra del tiempo e incluso nos crean la duda de si realmente existieron, o simplemente son el resultado de nuestra fantasía; otros, en cambio, son tan nítidos, fuertes y vivos que nos persiguen con fuerza y por mucho que deseáramos apartarlos nunca, nunca se marcharían, y debemos arrastrarlos como pesado fardo sobre nuestros hombros y, peor aún, en nuestras conciencias. Es entonces que cierra los ojos y rememora una vez más la voz dulce, pero firme, de su madre, y es entendible, porque desde nuestro nacimiento es la primera voz que escuchamos, nos da seguridad y confianza cuando aún no hemos abierto los ojos, es aquella que nos hace dormir con una sonrisa incluso en la oscuridad de la noche y nunca esa voz nos abandona. Luego otras imágenes se aglomeran: la sonrisa afable del padre o el constante ir y venir de los hermanos; igualmente evoca el verde de las colinas, el azul oscuro del agua, que contrasta con la blancura de las arenas, o el color pardo de las rocas: esas mismas rocas que una vez salieron del mar para nunca más volver.
Creo que en la oscuridad de la piel, la dureza del carácter, lo impenetrable de los pensamientos y la imposibilidad de retornar, ella en alguna medida también se parece a esas rocas. Es entonces que se abren los interrogantes que rodearon su vida, y surgirán, entre los agolpados recuerdos de esos tumultuosos años, las ansiadas respuestas. ¿Quién es, en realidad, cuál es su verdadero nombre, por qué abandonó su tierra y a sus seres queridos para nunca más volver?
María Smith Gibbs estaba decidida a hablar y contarme su secreto, o al menos parte de este, porque la verdad, que hiere, ilumina y mata, no es absoluta: muchos temen enfrentarla, pudiera haber cambiado el curso de la historia, o tal vez una parte de esta según nos la han contado hasta hoy. Por tanto, la promesa de guardar silencio que realizó a bordo del ¨Redemption¨, en las tranquilas aguas color esmeralda; frente a las costas de Vieques, a la luz de la luna, ante la sagrada Biblia y junto a la bandera americana, parecía dispuesta a quebrantarla. Se lo había prometido a sí misma durante muchos años, pudiera ser la última cosa que hiciese en esta vida, pero Levin se merece la reivindicación, y estaba determinada a contar la verdad.
No importaba nada más, sin paz espiritual no puede haber paz en la posteridad. Es hora de revelar su verdadera identidad, la cual ha ocultado con dolor a todos, incluyendo a su propia familia.
Muchas personas atacan al mar, yo le hago el amor
Jacques Cousteau
Es enero de 1916, amanece en la isla, olor a pescado fresco y salitre inundan la calle, se escucha el paso de los carruajes por los maltrechos caminos transportando especias, azúcar, ron y tabaco: el ruido de su paso evidencia su premura. Van regresando a casa, los hombres con leche recién ordeñada, los niños ruidosamente despiertan poco a poco, es un día como otro cualquiera en Saint Thomas. Pudiera parecer que el tiempo no transcurre, sucediéndose día tras día con rutina infernal, alterada desde hace un tiempo por el impacto indirecto de la conflagración bélica y la llegada eventual de algún barco militar.
A distancia, la bruma densa sobre el monte Crown se disipa poco a poco en el horizonte y el tibio sol caribeño comienza a calentar la mañana, son unos agradables 25 grados de temperatura. La brisa de sotavento remueve el polvo de los coches, el hedor de la basura acumulada inunda la zona. El muelle se va animando gradualmente, el movimiento se incrementa con el transcurso de las horas, las sirenas de los barcos anuncian pronta llegada a puerto. Son tiempos difíciles para una población que transitó de la indigencia en la esclavitud a la penuria en la libertad. Su estratégica posición en la unión entre el arco de las Antillas menores y las mayores, donde el mar Caribe se abre al inmenso Atlántico, ha estimulado la codicia colonial: repartidas en ocasiones, arrebatadas en otras, siempre apetecidas, pero muy maltratadas y peor administradas. Han sido habitadas por indios caribes, esclavos africanos, colonos ingleses, holandeses o daneses indistintamente y al parecer continuarán así.
En relación con la guerra, las noticias son generalmente ambiguas, en lo fundamental seguidas por quienes desempeñan cargos públicos, empresarios y comerciantes, que se informan a través de la correspondencia y del periódico local. Para todos, la alegría de los buenos tiempos de los precios del azúcar va cediendo terreno ante la ominosa idea de la probable estrepitosa caída de los mismos tras el cese de las hostilidades.
El agotamiento de las fuentes hídricas debido en gran medida a la sobreexplotación de los suelos, su mala planificación y manejo, han menguado la otrora importante producción agrícola. La madre natura ha sido mucho más que insistente enviando periodos de férrea sequía, con el consecuente impacto en la ya de por sí maltrecha economía local. Esta situación fomenta el éxodo de la población joven, lo que compromete aún más el desarrollo. El viaje del vapor Ancón había inaugurado la ruta transoceánica de Panamá desde 1914; no obstante, continúan los vastos trabajos de ingeniería en infraestructura civil, por lo que se requiere un número nada despreciable de personal, la gran mayoría del cual no retornará jamás al establecerse en tierras canaleras y contribuir al crisol que es hoy el querido pueblo panameño. Lamentablemente, otros no han corrido la misma suerte y han fallecido a causa de fiebre amarilla, dengue o leptospirosis.
No obstante, la migración hacia la vecina isla de Puerto Rico es considerable. Pese a la cercanía, a los lugareños les frena la barrera idiomática, pues a decir verdad la vecindad con las colonias británicas y el intenso comercio entre las mismas fomenta el uso extensivo de la lengua inglesa. Otros, en cambio, prefieren viajar hacia Venezuela, donde hace tres años comienza la explotación petrolera en el lago Maracaibo y la necesidad de empleo en la industria de hidrocarburos es considerablemente alta y a largo plazo se tornará creciente. En ambos lugares las labores son francamente arduas, pero muy bien remuneradas y para nada comparables con la mala paga ofrecida por los colonos daneses en las plantaciones cañeras locales.
Para los que pueden reunir los recursos, la azucarera del mundo, la perla del Caribe, la isla de Cuba ha sido siempre una buena opción: por su desarrollo social y sostenido crecimiento económico durante la guerra en comparación con el resto de las islas caribeñas compite incluso con países de Hispanoamérica y de Europa en varios sectores económicos, culturales y sociales. La isla grande supera con creces al resto de sus vecinos, es líder en telecomunicaciones, redes ferroviarias, escolaridad e infraestructura, eclipsa a todo el conjunto de las Antillas.
En las islas vírgenes danesas, las facilidades del puerto y su astillero han disminuido considerablemente, lo que ha menguado la entrada de dinero fresco; la mayoría de las compañías navieras optan por las oportunidades y servicios que ofrecen el puerto de Santiago de Cuba o las Antillas Holandesas, en especial Aruba y Curazao. Los dólares americanos, su idioma y su cultura, inundan el archipiélago como una hiedra. En la práctica, son la moneda más empleada para el comercio dentro del mismo, en detrimento de la corona danesa.
En los dos últimos años, un maremoto y un huracán destruyeron toda esperanza de prosperidad a corto y medio plazo: incertidumbre y desesperanza abaten sin piedad la colonia nórdica en el mar Caribe. Se llevan a cabo sendos referéndums en Dinamarca, no para garantizar la soberanía de las islas, sino para venderlas al mejor postor, lo que despejaba cualquier duda sobre el verdadero interés del estado danés por la precaria situación en las islas y la consideración en que se tenía a los habitantes nativos. Esto generó un caldo de cultivo fértil para rencores encontrados, frustraciones reprimidas y sediciones latentes. Únicamente los miembros de la sociedad danesa de las islas atlánticas, liderada por la princesa María de Orleans, se opusieron a la venta al no reconocerse los derechos mínimos de los ciudadanos daneses en el territorio y su posterior integración al sistema americano.
La convivencia cada día se torna más compleja y tensa. Hay varios grupos contrapuestos: por un lado, la vieja aristocracia, apegada a las rancias y racistas costumbres europeas; por otro, un colectivo de personas jóvenes, emprendedoras, la inmensa mayoría de las cuales son segunda o tercera generación de emigrantes daneses, sin ningún vínculo afectivo ya con esa lejana tierra que les parece fría, insípida y carente de interés. Se consideran más cercanos a los ritmos caribeños, al sol tropical y al american way of life que a sus ancestros.
Existe un tercer grupo, constituido por los afrodescendientes. Pese a que constituyen alrededor del 85 por ciento de la población, poco o nada les interesan los movimientos políticos, sus problemas y necesidades son tan grandes que no pueden permitirse el lujo de sentarse a discutir sobre esos temas: comer y evitar infectarse de fiebre amarilla, tuberculosis o lepra son sus mayores prioridades. La guerra se les antoja lejana: es un problema de blancos y, por lo tanto, entre blancos se debía resolver, al fin y al cabo, los resultados de la contienda bélica en nada cambiarán sus condiciones de vida y de trabajo, como tampoco a su condición social. Sus abuelos fueron traídos a la fuerza, en su gran mayoría del África occidental, y a ellos nunca les han pedido su opinión.
Pese a la neutralidad del reino de Dinamarca, la posibilidad de verse arrastrados al sangriento conflicto está latente. Es vox populi el interés expresado por los americanos en comprar las islas por más de siete millones de dólares en oro. Sin embargo, algunos aspectos –los derechos de la población local, la volatilidad financiera del negocio del azúcar, los terribles efectos derivados del reciente huracán y posterior maremoto– cambiaron la percepción sobre la factibilidad del proyecto. Para los centros de poder en los Estados Unidos “business are business”: la operación aparentemente quedaba cancelada hasta nuevo aviso.
Esta es la historia bien conocida por todos. No obstante, hay eventos que no aparecen en los libros y que forzosamente se han condenado al olvido, arrastrados por el ignominioso peso del silencio. Por el momento, la población sigue siendo oficialmente danesa y está envuelta, lo quiera o no, en los vaivenes de la política internacional y, por tanto, potencialmente en riesgo de entrar en guerra, sin saber por qué ni mucho menos por quién ni por cuánto. Lo que sí es seguro es que esta situación cambiaría el destino de muchas vidas para siempre.
Lo importante de una familia no es vivir juntos… es estar unidos.
La rectitud de la madre fue forjada a través de una vida llena de carencias y necesidades. Estas, junto a los recuerdos de su niñez y las historias sobre el trabajo esclavo, robustecieron su temple. El brutal y largo viaje que arrancó a sus ancestros de una tierra lejana que jamás volverían a ver. Gracias a la eficiente, pero inhumana trata de esclavos de la West India Company, este sufrimiento marca con lágrimas de sangre el ADN de generaciones de afrodescendientes, ella incluida.
Tal vez por la inmensa confianza en Dios todopoderoso, por la férrea educación cristiana impuesta contra su voluntad por sus antiguos patronos y gracias al amor de Adam, había podido recabar fuerzas para formar y cuidar de la familia. Esa es la riqueza de Juliana.
Adam Gibbs es corpulento y goza de un peculiar sentido del humor. Aunque se encarga de alegrar la casa, fuera de la misma no deja de ser un hombre recto y responsable, que presume de apreciable memoria y es siempre dado a narrar anécdotas o a recrear historias acerca de sus antepasados. Según le contaron sus padres, procedía indirectamente de la familia de Ndiadiane Ndiaye, fundador del imperio Wolof, por vía paterna, a través de Ndoye Demba, princesa de Sine, reina de Waalo. Todo este misticismo es recreado con historias sobre batallas épicas tribales de sus ancestros. Le encanta especialmente el chicken yassa, que le recuerda su madre, aunque para ser sinceros cocinando el bernachin Juliana es insuperable y esto es algo de lo que presume en las celebraciones familiares. Le insiste a sus hijas sobre la importancia de mantener contentos a sus esposos, pues el amor viene por los ojos, pero entra por la cocina.
En lo personal, alimentar a la familia es su principal preocupación. Sus agotadores viajes a través de las islas le garantizan una relativa suficiencia económica, al menos en comparación con el promedio de otros afrodescendientes; no obstante, cada vez le resulta mucho más difícil abandonar el hogar, sus piernas, antes ágiles, ahora frecuentemente se inflaman al caer la tarde. Con el transcurso del tiempo, se le han presentado dificultades para respirar, agravadas en horas nocturnas y en ocasiones con interrupción del sueño, por lo que luego dormita durante el resto del día. Es comprensible que la comodidad del hogar y lo mejor del mismo, la comida afrocaribeña que tan bien prepara su esposa retenga cada vez más en casa. Siendo sinceros, está ya hastiado del fufú de harina preparado con aceite de palma y del smoking fish que suelen vender en la playa sus entrañables hermanos, alimentos que invariablemente lo han venido acompañando durante sus continuos viajes todos estos años. En ocasiones calla y contempla el cielo en busca de respuesta por la prematura muerte de su madre, a la que no deja de hablar desde lo más profundo de su corazón cada mañana.
El pequeño comercio de mieles, tabaco y ron provenientes de Puerto Rico y Cuba a través de las Islas Vírgenes Británicas se ha incrementado ostensiblemente con el transcurso de las hostilidades. Atrás quedaron los duros años de la juventud, el sudor de las plantaciones, el maltrato y la semiesclavitud; también su fornido cuerpo y sus habilidades en la lucha senegalesa, bien aprendida de su padre y siempre practicada con discreción debido a los recelos de las autoridades danesas. Su inquebrantable voluntad lo ha convertido en una especie de líder local, gran amigo de la parroquia, que ha ayudado a reconstruir después de que el fuego la arrasara casi completamente hace unos años, siniestro cuyo origen, por lo demás, nunca quedó muy claro: es vox populi que no fue accidental.
Los hijos de Adams han cursado estudios primarios y dominan el idioma inglés, que, por decreto del gobernador danés, es desde 1839 de obligatorio aprendizaje para los afrodescendientes y, de facto, el idioma más hablado en las islas. La hija mayor, Ordelia Christine, está casada: su traslado a Tórtola la había alejado de la familia y se reúne con ella sólo en navidades. Ann y Almena, casadas también, viven al otro lado de Saint Thomas con las respectivas familias de sus esposos, pero al menos se visitan con cierta frecuencia; los varones Daniel y Arnold migraron a Panamá para laborar en las obras del canal y poca o ninguna comunicación mantienen con sus padres, aunque sus familias residen en Christiansted y Frederiksted. Arthur, con más suerte que el resto, goza de buena posición económica desde su asentamiento en Estados Unidos y poco saben de él excepto la crudeza del invierno en Chicago.
Delilah, la más joven, es la única preocupación de su padre, quizá por ser la menor y estar todavía bajo la tutela materna. También, por qué no decirlo, por ser la más bella de todas: un gran parecido a Juliana y la altura del padre la hacen sobresalir entre las adolescentes de la comunidad. Con 17 años su cuerpo posee el don que la genética aporta a las mujeres de piel negra, la voluptuosidad inherente a la raza: sus pechos, todavía chicos pero erguidos, son difíciles de disimular bajo la ropa. Manifiesta la inocencia de una mujer cuyas hormonas todavía no la hacen tener pensamientos ardientes, pero cuya fisiología evidencia que pronto estará lista para el rol de procrear que le asignó la naturaleza. Su madre le remarca que ha heredado los rasgos faciales de los ancestros paternos y el parecido con Nbviodoye Demba, la famosa princesa woolof; sin embargo, a decir del párroco de la iglesia local, algo en la nariz recuerda más a las reinas Kandakes provenientes del imperio Kusch originarias de la región nubia, entre el sur de Egipto y el norte de Sudán. Muy apegada a su padre, siempre que puede lo acompaña en sus viajes, especialmente a Charlotte Amalie, la ciudad más importante y capital de las islas. Es lugar para noticias, rumores, modas: todo lo que los hombres suelen llamar banalidades, pero que resultan muy interesantes para las muchachas de su edad. Viajes estos nunca aprobados por la autoridad materna, educada en la tranquilidad y el rigor anglicanos del hogar en Saint Thomas.
Yo era cenizas, tú me tocaste. Volví a arder.
Alejandro Jodorowsky