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Cuando Tammy Haynes accedió a ser dama de honor en la boda de una de sus amigas, no sabía que tendría que bailar con el multimillonario Fletcher Stanton. Él se la llevó a la cama después de dejar clara una cosa: que lo suyo sería sólo una aventura; el matrimonio no era una opción para él. Pero, fruto de su pasión, Tammy se quedó embarazada. Y entonces él empezó a replantearse sus prioridades…
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Seitenzahl: 178
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
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28001 Madrid
© 2009 Emma Darcy
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Sólo quiero tu amor, n.º 1946 - octubre 2021
Título original: Ruthless Billionaire, Forbidden Baby
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1375-696-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
La primera boda
–SIENTO que vayas a tener que cargar con Fletch como acompañante, Tammy, pero tenía que ser uno de los testigos. Es mi hermano y era mejor eso que intentar sentarlo en cualquier otro sitio en la recepción. Dado que es un cerdo arrogante, podría ofender a algún invitado. Al ponerlo al final de nuestra mesa, no tiene por qué molestar a nadie y, como tú estarás en el otro extremo, no tendrás que soportarlo durante demasiado tiempo.
Tammy Haynes recordó las palabras de disculpa de Celine mientras iba en la limusina que llevaba a las cinco damas de honor hacia la iglesia. A pesar de que todas habían sido amigas de Celine desde que habían empezado el instituto, ninguna conocía a Fletcher Stanton. Aunque siempre habían oído hablar de él como «mi hermano el cerebrito» que «hace sus cosas» en el extranjero, y que había estado ausente durante mucho tiempo de la vida de su hermana pequeña.
Había llegado a Sydney la noche anterior y había pedido que le excusasen por no ir a la cena de ensayo ya que estaba con el jet lag. A Celine le habían rechinado los dientes de la rabia por la falta de tacto de su hermano, al que no le importaba que ella quisiese que todo fuese perfecto el día de su boda.
–No tiene ninguna consideración. Podría haber llegado un día antes, pero apuesto a que piensa que es demasiado inteligente para tener que ensayar nada.
Era evidente que su inteligencia no le hacía ganar puntos frente a su hermana, aunque sí debía de hacer de él un hombre que destacaba. Tammy sintió curiosidad por él a pesar de las críticas de Celine. No había muchas personas en el mundo capaces de conseguir lo que había conseguido Fletcher Stanton.
Hacía poco tiempo que habían publicado un artículo acerca de él en la revista Time Magazine, en el que se hablaba de él como el genio anual de la tecnología. Desde muy pequeño, había tenido un gran talento para las matemáticas, había ganado premios internacionales, se había graduado en la Universidad de Sydney con matrícula de honor y le habían invitado a hacer un doctorado en Princeton, Estados Unidos.
Nada más terminar la universidad, se había convertido en el impulsor de un sistema informático muy avanzado, capaz de localizar cualquier medio de transporte en cualquier parte del mundo. Tanto él como sus compañeros estaban ganado miles de millones de dólares con él, vendiéndolo a gobiernos y empresas de Internet. No obstante, eso no había cambiado la imagen que Celine tenía de su hermano.
–Es todavía más arrogante desde que es rico –le había comentado a Tammy–. Todo el mundo se doblega ante él y tiene a un montón de mujeres a las que sólo les interesa su dinero alimentando su ego. No dejes que te impresione con sus miles de millones, Tammy. Créeme, no te gustaría vivir con él.
A Tammy no le hacían falta esas advertencias, no tenía ningún interés en meterse en la vida de un hombre rico. Había visto a su madre hacerlo durante toda su vida, utilizar su belleza para cazar a hombres ricos que se deshacían de ella cuando encontraban a otra más atractiva. No había habido amor de verdad en ninguno de sus matrimonios, ni en las relaciones que no habían llegado a boda. Y a ella le había puesto enferma ver a su madre cada vez más preocupada por su apariencia, como si nada más en su persona mereciese la pena.
Ella no tenía ningún interés en convertirse en la posesión de un hombre rico. Si se casaba, lo haría porque amaba realmente al hombre en cuestión, y él a ella. Como Celine y Andrew. Así que decidió considerar a Fletcher Stanton como algo curioso, no le afectaría su arrogancia ni dejaría que nada le estropease aquel día tan especial. Era la primera boda del grupo de amigas del instituto.
Las seis habían compartido muchas cosas, se habían apoyado en momentos difíciles y habían disfrutado juntas de los buenos. Para Tammy, su amistad había llenado el vacío de su vida familiar y había dado a sus años de adolescencia una chispa y un calor que habían disipado gran parte de la soledad de una vida sin familia, sólo con una madre que prefería no tener a su hija demasiado cerca. A pesar de que cada una de las seis había tomado caminos diferentes, su amistad seguía siendo tan fuerte como siempre y Tammy tenía la esperanza de que siempre fuese así.
Celine iba en la siguiente limusina con sus padres, pero las otras cuatro: Kirsty, Hannah, Lucy y Jennifer, iban con ella. Todas estaban deseando cumplir con el pacto que habían hecho muchos años antes de ser todas damas de honor cuando una se casase.
Las chicas estaban hablando animadamente y Tammy se unió a la conversación y dejó de pensar en el hermano de Celine. Hannah estaba encantada con sus mechas en tono cobrizo, que se había dado adrede para ir en consonancia con la cabellera caoba de Lucy. Así, alineadas en el altar habría dos rubias: Celine y Kirsty, dos pelirrojas y dos morenas, ya que el pelo de Jennifer era castaño oscuro y el de Tammy, casi negro. Los vestidos eran preciosos: de vaporosa organza, con volantes en el escote y en la falda. El de Kirsty era rosa; el de Hannah, amarillo; el de Lucy, verde; el de Jennifer, azul; y el de Tammy, malva. Y entre todos creaban un romántico arto iris.
Emocionadas, salieron de la limusina al llegar a la iglesia, sonrieron a Celine al verla salir del coche y bromearon con su padre, que estaba muy orgulloso de su hija, se aseguraron de que estaba perfecta: el velo colocado, el ramo bien agarrado. En la entrada, comprobaron que sus vestidos estaban bien y se prepararon para avanzar en procesión por el pasillo, decididas a hacer que aquél fuese el día más feliz de la vida de su amiga.
Tammy se puso nerviosa al oír la música. Iba la primera y, de repente, le dio miedo no ir al ritmo adecuado.
–Venga –le susurró Jennifer desde su espalda.
Todo el mundo en la iglesia se había girado a mirar. Tammy se puso en marcha, concentrada en hacerlo como en el ensayo. «Sonríe», se dijo a sí misma, al ver sonreír a Andrew al final del pasillo. Era un hombre feliz, esperando a su novia. Recorrió con la mirada la hilera de testigos que había a su lado. El último tenía que ser el hermano de Celine, y seguro que tenía cara de empollón, gafas, y que estaba jorobado de tanto trabajar frente al ordenador.
¡Pues no, no se parecía en nada a la imagen que se había hecho de él!
El corazón le dio semejante vuelco, que casi perdió el paso. Por suerte, saltó en ella un mágico piloto automático que la hizo seguir andando a pesar de la excitación. Fletcher Stanton era impresionante. Era para caerse de espaldas. Tammy se olvidó de que era un cerebrito. Y de sus miles de millones. Físicamente, estaba cañón.
Su rostro era duro, masculino, atractivo; tenía la nariz, la barbilla y los pómulos marcados, las cejas oscuras se cernían sobre unos ojos color chocolate ribeteados de espesas pestañas. Era tan moreno como ella y tenía un remolino a un lado que lo hacía todavía más atractivo. Era el hombre más alto de la fila, pero no tenía aspecto enclenque. A casi todos los hombres les sentaba bien el traje, pero a aquél le sentaba todavía mejor.
Tammy debió de seguir sonriendo al clavar la vista en su rostro, porque él le devolvió la sonrisa, dejando al descubierto una blanquísima dentadura. ¿Y había un cierto brillo de interés en sus ojos? ¿Le parecería atractiva? ¿Le agradaría la pareja que le habían asignado para la boda? Ella esperó que sí mientras llegaba al final del pasillo y ocupaba su lugar a un lado del altar.
Sin duda alguna, ella estaba más guapa que nunca. No solía prestar demasiada atención a su aspecto, aparte de ir siempre limpia y aseada, pero aquel día era diferente porque había tenido que adaptarse a la visión que Celine tenía de su boda.
Habían contratado a una esteticista para que las maquillase a todas y Tammy casi no se había reconocido al terminar. Las sutiles sombras habían hecho que sus ojos color violeta pareciesen más intensos. El colorete había suavizado la redondez de sus mejillas y le había dado color a su piel clara. Su boca parecía mucho más generosa gracias al pintalabios aplicado por una experta. Y las pecas de su nariz respingona, que llevaba captando los rayos del sol toda su vida, habían desaparecido. Además, le habían rizado la larga melena, que siempre llevaba lisa.
Se sentía guapa, lo que era una experiencia nueva y placentera para ella, que le sugirió por qué su madre estaba tan obsesionada con el tema. Y tal vez también mereciese la pena el esfuerzo si la recompensa era que un hombre tan guapo como Fletcher Stanton la mirase con interés… Aunque se recordó a sí misma que estaba siendo muy superficial y que no debía sentirse tan desquiciada por ir a tener cierto contacto con él.
En realidad, era un contacto forzado: él era testigo, ella, dama de honor. Fletcher no tenía elección. Con su físico y su dinero, debía de estar acostumbrado a que mujeres guapas de verdad intentasen captar su atención. Y, además, Tammy tenía que recordar que su hermana lo había llamado cerdo arrogante, sin duda, con motivos.
¿Sería por su inteligencia o porque estaba acostumbrado a poder elegir siempre en lo que al sexo opuesto se refería? Ambos factores debían de haber contribuido a hacerle sentir superior en comparación con el resto de la raza humana.
Tammy decidió no preocuparse más por aquello. Era suyo para el resto del día e iba a disfrutar al máximo de su compañía, alimentando cualquier muestra de interés que él le prestase. Al fin y al cabo, como no esperaba nada, no tenía nada que perder. Y al menos disfrutaría de una experiencia nueva: la de tener al hombre más guapo a su lado y poder satisfacer su curiosidad acerca de él.
La ceremonia empezó y Tammy se esforzó por seguirla. Celine se merecía todo su apoyo. Era la primera en casarse. «Tal vez yo sea la próxima», pensó, imaginándose a Fletcher en el papel de novio. Aunque ni siquiera lo conocía todavía.
Celine y Andrew fueron declarados marido y mujer. Y firmaron el acta de matrimonio. El órgano empezó a sonar y los recién casados volvieron a recorrer el pasillo hacia la salida. Sus testigos los siguieron y Tammy estuvo por fin cara a cara con Fletcher Stanton, que, de cerca, era todavía más imponente. La impresión hizo que Tammy se pusiese a hablar enseguida:
–¡Hola! Soy Tammy Haynes.
Él la agarró del brazo e inclinó la cabeza.
–Ya lo sé –contestó en voz baja, muy sexy–. Celine me ha hablado de ti.
–¡Vaya! –ella puso los ojos en blanco y esperó que su amiga no hubiese dicho nada malo–. ¿Y qué te ha contado?
–Me ha advertido que eres una buena amiga y me ha pedido que te trate bien.
–Qué detalle –comentó Tammy aliviada, sonriendo.
–Y me ha dicho que tenga cuidado con mis palabras porque, al parecer, de las seis, tú eres la más perspicaz.
Ella abrió la boca, sorprendida al oír aquello, y él fijó la vista en sus labios.
–Estoy deseando conocer una boca tan seductora e ingeniosa a la vez –bromeó.
Tammy tomó aire y volvió a mirar hacia delante mientras intentaba mantener la cabeza fría. Fletcher Stanton la estaba mareando. Sólo podía pensar en las ganas que tenía ella también de conocer su boca.
Habían llegado al último banco de la iglesia cuando se le ocurrió una pregunta que no tenía nada que ver con ser besada por su acompañante.
–¿Cómo es que te llamaron Fletcher? Es un nombre poco común.
–A mí madre le encantó el papel de Fletcher Christian que hacía Marlon Brando en Rebelión a bordo. Así que me puso los dos nombres. Lo mismo le pasó a mi hermana, a la que llamó Celine Dion por la cantante. Hay que ver lo que hacen algunos padres con sus hijos por sus gustos personales –hizo una mueca–. ¿Por qué no piensan en cómo van a utilizarlo en su contra los demás niños?
–¿Cómo les pondrías tú a tus hijos? –le preguntó sin saber por qué–. Si los tuvieses –añadió, para que no pensase que le gustaría a ella ser la madre.
–Paul, Steven, John… –contestó él, encogiéndose de hombros.
–No has dado ni un nombre de niña. ¿Acaso no te parecen importantes?
–¿A ti te gusta el tuyo? –inquirió él.
Tammy se encogió de hombros.
–No me ha dado ningún disgusto.
Él arqueó una ceja.
–¿No había una muchacha en la televisión llamada Tammy que era muy mona y optimista? Cuando me enteré de cómo te llamabas, pensé en una voluptuosa rubia.
–Pues vas a tener que aguantar todavía un rato, aunque estés decepcionado.
Él rió.
–La verdad es que estoy bastante contento, gracias.
Tammy intentó apartar de su mente la idea de cómo estaría desnudo.
–En realidad me llamo Tamalyn, aunque casi todo el mundo me llama Tam o Tammy –añadió.
–¡Ah! Eso sí te pega. Tiene un cierto toque exótico.
¿Exótico? A ella le dio un vuelco el corazón. ¿Era ésa la impresión que tenía de su persona? Debían de ser los rizos. Si la veía al día siguiente, con el pelo liso… Pero no iba a pensar nada más que en el presente.
–Tama quiere decir rayo en indígena –le informó, sonriendo de manera coqueta–. Mi madre le añadió Lyn para hacerlo femenino.
–Rayo… –repitió Fletcher divertido–. ¿Corro algún peligro a tu lado?
–Sólo si no me tratas bien.
Él rió.
Al salir de la iglesia, Tammy se sentía eufórica. Fletcher estaba disfrutando de su compañía. Pensaba que era exótica. La vida era bella. El sol no sólo brillaba para la novia, sino también para su quinta dama de honor.
No pudieron seguir hablando ya que el fotógrafo los hizo posar en las escaleras de la iglesia, aunque a ella no le importó, sobre todo cuando les pidió que se juntasen más y Fletcher le puso el brazo alrededor de la cintura, atrayéndola hacia él.
Tammy siempre se había considerado de estatura media, pero el hermano de Celine era tan alto que sólo le llegaba al hombro. Le gustó la sensación de tener a un hombre grande y fuerte que cuidase de ella, que era lo que habían querido todas las mujeres en las sociedades primitivas. Fletcher Stanton estaba despertando en ella instintos muy primitivos.
–Umm… el perfume también es exótico –le murmuró él al oído, haciéndole cosquillas.
–Diamantes blancos –dijo ella, contenta de que Jennifer hubiese insistido en que se pusiese un perfume caro.
–Qué nombre tan frío. Debería llamarse Pasión púrpura.
Ella rió tontamente. No pudo evitarlo. Y no podía parar.
Jennifer la miró con gesto burlón.
–¿Qué es tan divertido?
–Nada –balbuceó Tammy, sacudiendo la cabeza mientras intentaba controlar su comportamiento.
–Venga, suéltalo –insistió su amiga, mirando a Fletcher con curiosidad.
–Me parece que Tamalyn está teniendo un día púrpura –bromeó él.
–¿Tamalyn? –repitió Jennifer con incredulidad.
–No, no, es un día dorado –replicó Tammy, volviendo a reír.
Fletcher le apretó la cintura y ella esperó que fuese porque estaba de acuerdo, no porque estuviese empezando a exasperarse con su comportamiento, que debía de haber acabado con todo su exotismo.
–Ya nos contarás el chiste en la limusina –dijo Jennifer–. Nos vamos.
Celine y Andrew terminaron de bajar las escaleras de la iglesia y fueron hacia el coche. Los invitados les lanzaron arroz. Las damas de honor tenían que volver a su limusina y los testigos, a la suya. Ambas los llevarían por separado a Boronia House, donde tendría lugar la recepción. Tammy, que había conseguido dejar de reír, sonrió a Fletcher y, a regañadientes, se apartó de él.
–Nos vemos en la próxima parada.
–Estoy deseándolo –respondió él con ojos brillantes.
Tammy siguió a sus amigas flotando en una nube. Era evidente que conectaba con Fletcher. La atracción era mutua. Él no había dado ninguna señal de ser un cerdo arrogante y no sabía por qué su amiga se lo había descrito así. Tal vez fuesen cosas de hermanos.
Aunque Celine también le había mencionado que Fletcher a veces ofendía a la gente, y en eso no podía equivocarse. Tal vez estuviese comportándose bien porque era la boda de su hermana. En cualquier caso, era demasiado pronto para juzgarlo. Además, en esos momentos se sentía tan feliz que no le apetecía hacerse preguntas.
Entró en la limusina sonriendo. Todas sus amigas se volvieron hacia ella.
–¡Guau! ¡Te ha tocado el premio gordo! –empezó Kirsty.
–Sí… Qué suerte, Tam –comentó Hannah con evidente envidia–. A pesar de sus millones, el hombre está cañón, cañón.
–¿Cómo es que Celine nunca nos había dicho que tenía un hermano impresionante? ¿Por qué siempre lo llamaba el cerebro? –se quejó Lucy.
–No debe de ser tan empollón, porque ha hecho reír a Tammy –les informó Jennifer–. ¿Qué te estaba diciendo? ¿Y por qué te ha llamado Tamalyn? ¿Es que se te han subido los humos con él?
–Piensa que soy exótica, así que yo me he estado haciendo la exótica –respondió ella.
Todas rieron al oír aquello.
–No os burléis de mí. No estoy así de guapa todos los días, ni huelo tan bien, gracias, Jennifer. Así que tengo que aprovecharme.
–¡A por él, nena! –gritaron las demás.
Era lo mismo que se había dicho ella.
Siempre se habían animado las unas a las otras con aquella frase. Tammy pensó en la suerte que había tenido por contar con aquellas amigas durante tantos años, y esperó que su cercanía no se estropease con otras relaciones. Desde que Celine tenía a Andrew, ya no estaba tan disponible, como era natural. Según se fuesen casando todas, si lo hacían, estarían más separadas. La vida continuaba. Ella sólo esperaba que la separación no fuese demasiada.
El mundo de Fletcher estaba muy lejos de Sydney y de su vida. Sería mejor que lo recordase para no dejarse llevar demasiado por una atracción que no tenía futuro.
Aunque, ¿quién sabía lo que le depararía el futuro?
En esos momentos, Fletcher Stanton estaba esperándola en la siguiente parada, y Tammy sólo deseaba disfrutar de la idea.
LOS JARDINES de Boronia House eran perfectos para las fotografías: con los maravillosos pinos haciendo sombra a lozanos bancos de azaleas en flor. La casa también era muy bonita, de estilo colonial con terrazas en los dos pisos que conectaban con el interior a través de unas altísimas puertas de cristal. En el centro del cuidado césped había un magnolio salpicado de flores moradas y rosas cuyos pétalos adornaban también el suelo. El fotógrafo había colocado a los novios delante cuando Fletcher Stanton empezó a emborronar su imagen dorada.
–¡Es tan romántico! –comentó Tammy suspirando.
–Sí, tengo que reconocer que Celine ha escogido muy bien el decorado –admitió–, pero no puedo evitar preguntarme si la boda le ha nublado el cerebro.
Estaban los dos solos, esperando a la sombra de un pino gigante a que los llamasen para la siguiente fotografía de grupo. Tammy no había intentado separarse de él, ya que deseaba pasar a su lado el máximo tiempo posible, y a él también parecía agradarle su compañía.