Soplo de vida - Samanta Ozuna - E-Book

Soplo de vida E-Book

Samanta Ozuna

0,0
0,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

En este libro se reúnen historias llenas de amor, paz, esperanza. Es un fiel reflejo de la realidad, una realidad que a veces es muy dura y otras maravillosa. Todo gira en torno a los valores, los sueños, la amistad, la libertad. Las poesías, con temática variada, nos invitan a disfrutar verso a verso de palabras cargadas de emoción y sentimiento. Es la vida misma tomando forma de novela, cuento o poesía, una suma de textos de carácter singular cuyo propósito principal es dejar huella en el lector.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 140

Veröffentlichungsjahr: 2022

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Samanta Ozuna

Soplo de vida

El alma en un libro

Ozuna, Samanta Soplo de vida : el alma en un libro / Samanta Ozuna. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3035-6

1. Poesía Argentina. I. Título. CDD A861

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenidos

Primavera de mi alma

Lucha

Mi ayer

Vivir es ganar

Prosa poética

Paz

El anciano

Tu presencia

Luna y sol

Ojos color café

Poemas para superar tu partida

Poema 1: Hasta el último suspiro

Poema II: ¿Qué cosas me gustaban de vos?

Poema III

Tu mirada

Florece

Te espero

Lo que las sombras me dejaron

Cien años de perdón

Desencuentros

Anochecer

Dicen los vecinos

Diario personal

Analía – 22 años

Paisaje nocturno

No temas, niño

Versos del alma

Antes de partir

Cruzando el umbral del miedo

Futuro incierto

Enaltecer la vida

El sol, símbolo de esperanza

Corazón de roble

Tener una madre

Falsedades cotidianas

Vivir en tiempos de pandemia

Un nuevo amanecer

Poesía

La despedida

Simplemente “soy”

Los sueños nunca mueren

Prólogo

Capítulo I

Primer día de clases

Capítulo II

Trabajo en grupo

Capítulo III

Vidas paralelas

Capítulo IV

El encuentro

Capítulo V

El destino de Julián

Capítulo VI

Los sueños de Miguel

Capítulo VII

El viaje

Capítulo VIII

El regreso de Julián

Capítulo IX

Ingreso a la universidad

Capítulo X

La amistad entre Martín y Lautaro

Capítulo XI

Señorita maestra

Capítulo XII

Diez años después…

Capítulo XIII

El accidente

Capítulo XIV

Nietos de corazón

Agradecimientos

SOBRE LA AUTORA

Landmarks

Cover

Table of Contents

Primavera de mi alma

Primavera de mi alma,

Cansada y triste…

¿Qué no ves que afuera hay luz?

Y tú insistes en dormirte.

¿Qué no ves que allí está el sol?

Y tú te escondes en días grises.

Si por mi fuera,

La felicidad te regalaría…

Pero tú te quedas allí,

Tan quieta, distante y fría.

Primavera de mi alma,

Donde escondo mis dolores…

Donde ya no queda nada,

Más que un tenue olor a flores.

Florecerán nuevos amores,

Tornarán los buenos días,

Transformando aquel dolor en alegría.

Primavera de mi alma,

Ya no insistas en ser querida…

Alégrate con que te ame el mismo Dios,

Dándote la vida.

Lucha

Y te verás ahí medio distante,

cansado de luchar a cada instante.

Y querrás rendirte,

abandonar todo y resignarte.

Pensarás que nada tiene sentido,

que tu vida se esfuma entre delirios.

Y te sentirás agobiado,

llorando entre suspiro y suspiro.

Te olvidarás del mundo y

de lo bueno que has vivido.

Querrás rendirte,

pero nunca olvides

que vayas donde vayas

la vida te reclama y te persigue.

Pegarás un grito enardecido,

olvidarás todo lo malo

que has vivido.

Y darás gracias a Dios

por el valioso hecho de estar vivo.

Mi ayer

La vi reírse con ganas,

disfrutar de un mate por la mañana,

la vi llorar por los que amaba.

La vi en sus últimos días,

tan distinta, tan cambiada.

La vi estar callada

porque había perdido el habla.

La vi estarse quieta,

sin poder moverse,

ni decir palabra.

Compartí su dolor y su alegría,

la vi partir de este mundo,

cuando con un gesto se desvanecía

y con ella una parte de mí que moría.

Ahora la veo en mis sueños,

allí la recuerdo.

Es el ángel más bonito en el cielo.

Es ese abrazo que nunca se borra,

esa caricia que marcó mi infancia

y quedó para siempre guardada

en lo más recóndito de mi alma.

Hoy la recuerdo con alegría,

porque ella compartió mi ayer

y me enseño el querer

que nunca se olvida,

el cual es

de una nieta a su abuela

como si fuera su hija.

Vivir es ganar

El estampado florido en verano.

Las casas hogareñas de antaño.

Recuerdos que vivo añorando,

silencios que revierto cantando.

Pesares que resuelvo olvidando.

Dichosa soledad la que me toca,

menesterosa en estos días a solas.

A veces se vive de recuerdos…

pero aquello que vivimos

nos transforma por dentro.

Y el ahora es el único momento

para retrucarle al tiempo

que mientras vivamos

nada podrá detenernos,

y lucharemos la batalla

y volveremos a pelearla

porque en la vida

primero se pierde,

pero finalmente se gana.

Prosa poética

Paz

Paz. Allí donde no hay guerras, donde todo parece más que normal, donde los niños corren alegres y en libertad. En ese recóndito lugar del mundo me gustaría habitar.

Donde se puede salir tranquilamente por las noches, cantar, reír, bailar. Donde nadie es censurado por soñar. Ese, es mi lugar.

Donde las nubes se reflejan en el anchuroso mar, donde un puñadito de piedras se tiran para jugar, salpicando a cada uno con una pizca de mar. Allí debe estar la paz.

En cada hogar, en cada ciudad, en el campo, en cada barrio. Allí se debe multiplicar, como flor de acacia que llena de vida cada lugar y se reproduce sin dificultad. Así se debería expandir la paz.

Desde mi sonrisa hasta la de los demás, desde un trozo de alegría que a todos desea conquistar. Desde una actitud feliz que en cada uno se quiere vivificar. Así es la paz.

Es aquello que sentimos al abrazar a alguien que amamos, al expresar lo que guardamos dentro, al cumplir una meta o un sueño que se había truncado pero que finalmente se logró, y lo que se siente es mucho más que felicidad.

Paz es más que tranquilidad, es saber que cada niño tiene un plato de comida en su mesa, ropita que ponerse y una sonrisa que lucir siempre, siempre.

El anciano

Percibí en su mirada

un brillo que me estremeció,

y así, sin decir nada,

hacia mí se dirigió.

Sus temblorosas manos extendió,

y tristemente me miró.

Como en un susurro repentino, me pidió:

“Ayúdeme, amable señor”.

“No tengo para comprar el pan de hoy,

no recuerdo de dónde vengo

ni hacia dónde voy…

estoy varado en esta esquina,

sin asilo ni pensión,

sin trabajo, sin comida,

sin dinero y sin amor”.

Diciendo esas palabras

ablandó mi corazón.

Y por largas horas

a mi lado se quedó.

Le propicié alimento,

ropa y protección,

lo llevé a la casa

que habitaba yo.

Al pasar el tiempo

en mi amigo se convirtió.

Hoy lo recuerdo

con la última sonrisa

de aquel día en que partió.

Y es ese recuerdo

el que aliviana mi dolor.

Y lo extraño porque

de mis amigos

él ha sido el mejor,

que en sus últimos años

a quererme tanto llegó.

Y lo recuerdo hoy,

como si fuera una canción,

de esas que no se olvidan nunca

y quedan para siempre

grabadas en el corazón.

Tu presencia

Tu presencia está tan llena de ausencia.

Me miras con cierta indiferencia,

me esquivas la mirada

no me abrazas, no me besas.

Tu presencia me hace falta

a un lado de la cama.

Me siento tan vacía,

no sé cómo llenar mi alma.

Tu presencia

solía deslumbrarme en las mañanas,

me sentía tan feliz cuando me acariciabas.

Pero ahora me siento tan extraña.

Ya ni vos ni yo somos los mismos

que alguna vez fuimos.

Hoy vivo de recuerdos,

casi olvido que una vez me amaste,

que alguna vez yo también te amé.

Tu presencia está llena del ayer,

porque hoy ya dejaste de querer.

Tu presencia está cubierta de descuido.

Solo podré tenerte en mis recuerdos,

tan remotos como el pasado mismo.

Hoy tu amor y mi amor

han quedado en el olvido.

Luna y sol

El eclipse de tus ojos

me hipnotiza poco a poco,

tu mirada me traspasa,

me inunda y me atrapa.

Adoro el eclipse de tu alma,

en ti veo luz, paz, esperanza.

Puedo ver tu oscuridad,

también tu pureza máxima...

que desborda mi emoción

y en un encuentro luna y sol

se me estremece el corazón.

Y sonrío cuando escucho

el sonido de tu voz.

Ojos color café

Mi nombre es John...

A veces, solía preguntarme qué haría con mi vida. Pasaba noches enteras en mi habitación pintando, de vez en cuando lo hacía con bronca, otras con desidia y pocas veces con amor. La pintura era la única forma que hallaba para expresar mis sentimientos confusos.

Las veces que pintaba con amor eran aquellas en las que imaginaba un rostro de mujer, un cuerpo, una mirada cálida capaz de penetrar en mi alma solitaria.

Ese rostro que imaginaba era siempre diferente, pero con la misma mirada: ojos color café, deslumbrantes, y el cuerpo… ¡Oh! Jamás la imaginaba desnuda, porque me atrapaba más la idea del descubrimiento, así que solo dejaba entrever sus hombros y lo demás lo cubría delicadamente, como si tratara de cuidarla, de observar sus detalles mágicos y no su cuerpo en sí, porque luego lo descubriría, es decir, descubriría a mi mujer ideal, y no hablo de una mujer joven, atractiva, bonita, solo me bastaba encontrar en alguien esos ojos, esa mirada llena de pasión, ese universo de incógnitas dentro de las pupilas color café. Pero ¿por qué deberían ser color café? Y es que ahora que lo pienso, simplemente me fascina, me atrae, no encuentro una explicación concreta, ni un por qué.

Tenía el sótano repleto de rostros de mujer, solo eso tenía. Nadie valoraba mis trabajos, en cada lugar que iba encontraba pinturas mucho más bellas que las mías, y yo, insisto, estaba solo… Solo, con mis mujeres de ojos color café.

Un día decidí ser vendedor ambulante, me preguntaba si alguna vez podría estar en una galería de arte, pero mientras tanto, debía salir por las calles a intentar al menos vender los retratos que tanto tiempo y trabajo me habían llevado.

Nada. Horas y horas sentado, exponiendo mis trabajos, pero no solo eso, también exponía la miseria, y no únicamente la miseria económica en la que me encontraba en ese entonces, sino también la miseria del ser humano, del hombre triste y solitario que era.

Ya no daba más, cada tanto se apoderaban de mí deseos de quemar las pinturas, porque no solo no podía venderlas, sino que cuanto más las veía más me obsesionaba con la mujer de ojos color café. Soñaba con esa mirada, y siempre despertaba y veía mi cama desierta, sin mujer alguna que me acariciase la cara y me diese aliento para enfrentar un nuevo día. ¡Cielos! ¡Cuánto deseaba tener una compañía!

Todas las mañanas salía a vender, la gente me miraba con lástima pero aun así muy pocos se atrevían a comprar mis pinturas.

Había un hombre en la esquina, se veía muy sombrío, su seriedad me daba un poco de miedo (no hay que negar si uno es cobarde, yo de hecho lo soy).

Se acercó hacia mí, miró detenidamente mis cuadros, uno por uno, y me dijo:

—Este. Este se parece a mi esposa. Le daré lo que me pida —hablaba sin siquiera pestañear, parecía una persona adinerada.

—De acuerdo, el precio está ahí anotado, señor. ¿Le parece bien? —contesté.

—Bien, lo llevo —me dijo, en un tono grave que me estremeció. Podía notar un halo de maldad en esa persona, cierta crueldad encubierta.

Le vendí mi primer cuadro a ese extraño. Y pensé, qué afortunado es él, que tiene a su lado a la mujer de ojos color café parecida a la de mis sueños.

Luego volví a casa entusiasmado, pensando que al día siguiente tal vez tendría más suerte y vendería más cuadros.

Al otro día fui al mismo lugar y volví a ver al hombre sombrío, esta vez me resultó más extraño su aspecto; pero no estaba solo, una mujer iba a su lado, tenía la mirada baja y un sombrero que no permitía ver de quién se trataba.

Se acercaron a mí (ella seguía ensimismada)…

—La traje porque le ha gustado mucho el cuadro, quería conocer al pintor, y además quiero que realice un retrato de ella, es mi esposa Mery—dijo el hombre haciendo gala de su dinero, con un tono tan soberbio que me sentí el hombre más patético del mundo a su lado.

Extendí mi mano para saludarla y ella levantó al fin su rostro. ¡Oh, santo cielo! Era deslumbrante, su mirada me impactó, portaba una expresión tan triste pero con una dulzura absoluta, única. Tenía los ojos color café, sí, era la mujer de mis pensamientos.

Me quedé mirándola, al parecer por muchos minutos, ya que su esposo debió llamarme la atención para que diera mi respuesta. Ella también estaba mirándome. Qué sensación tan extraña, me sentía ajeno del mundo, sumergido en sus destellantes ojos.

—Y bien, ¿hará el retrato o no? —preguntó, ya con un tono más agresivo.

—Sí, claro. Acepto —contesté.

—Bien, deberá ir a mi residencia, aquí en este papel le dejo la dirección y el horario. Hasta luego —se despidió como si ya no soportara ver mi cara, como si estuviese harto de mí. Me preguntaba si tal vez había notado lo de nuestras miradas, quizá se había enojado por ese motivo. Ahora que ha pasado tanto tiempo comprendo que fueron más que miradas, fue una mujer pidiendo auxilio con sus ojos, temblando con su cuerpo, pidiendo unos labios que aliviasen su sed de amor verdadero, y yo la miraba con deseos de abrazarla, sin siquiera saber quién era, pero la presencia del indeseable hombre nos estorbó esa tarde, de no haber sido así, la hubiese tomado en mis brazos y le hubiese robado más de un beso de sus asombrosos labios. ¡Cuánto deseaba que no estuviese casada con aquel hombre!

Por las noches no pude dormir pensando en ella, en su triste expresión. Yo también estaba triste, me miré al espejo y noté en mis ojos la misma tristeza que había percibido en ella.

Y es que yo estaba tan mal, mi padre había fallecido hacía apenas un mes… ¡Cuánto lo quería! Sí, lo quise a pesar de que jamás creyó en mí ni apostó por mi felicidad, me aqueja saber qué hubiese pasado si alguna vez hubiese tenido su apoyo en esto, tal vez mi destino hubiese sido diferente. Pero qué más da, me debía conformar con ser un pobre hombre solitario y desafortunado.

Estaba nervioso. Me presenté en el lugar con el atuendo que consideré más apropiado. Aquello se asemejaba tanto a una mansión que hasta me sentí ridículo al ir con lo puesto, pensé que me veía impresentable, pero ya estaba allí y debía entrar, era demasiado tarde para cambiarme, y además no hubiese podido hacerlo aunque quisiese, el atuendo que había elegido era el más nuevo que tenía, ya no había dinero para comprar otro. Finalmente, debí entrar, con un sentimiento tan raro, no era tanto por la casa, sino por el dueño, no me avergonzaba ser pobre, pero me sentí desde un principio menospreciado por aquel hombre insensato.

Allí estaba la mujer, se había puesto un hermoso vestido beige, había adornado su cabello con flores y había pintado sus labios de color rojo. ¡Oh! Se veía deslumbrante en todos sus aspectos, y yo no podía apartar mis ojos de su rostro.

Le dije que sonriera y mirase a un costado, con esa pose se vería mejor en el retrato. Así lo hizo, pero sus ojos se veían tristes pese a la sonrisa, podía notarlo. Me llevó varios días terminarlo, pero cuando lo hice supe que aquel había sido el mejor trabajo que había hecho en años.

Recibí mi pago, me puse realmente mal porque pensé que jamás volvería a verla, que toda la ilusión y la magia que había en sus ojos no serían mías sino de otro, de aquel hombre que caminaba a su lado con insensatez y que no parecía ser para nada amoroso. Podía notar su frialdad cuando estaban juntos, podía oler el miedo que ella sentía cuando él la tomaba del brazo. Ella no lo amaba, lo supe desde el principio. Pero en aquel momento me invadía la curiosidad, quería saber qué hacía ella desperdiciando su vida al lado de aquel hombre… ¿Por qué se había casado con él? ¿Por qué?

Me encontraba de nuevo en el mismo lugar, vendiendo, y de repente pude ver que Mery venía hacia mí, me resultó extraño, ella estaba sola. Me temblaban las manos, su presencia me encantaba, desde ese entonces supe que su belleza sería mi inspiración.

—Hola —apenas la saludé, no sabía qué decirle, no sabía para qué había ido a verme. Pero el simple hecho de verla me causaba una felicidad inexplicable.